Mientras hay vida, hay esperanza 3

Tercer capítulo espero les guste....

Capítulo 3

Evangelina se hallaba muy nerviosa, porque a pesar de estar completamente enamorada de Leonel, nunca había estado a solas con él, es más nunca había estado a solas con ningún hombre que no fuera su padre o el cura con el que se confesaba y con este último siempre  había una pared de por medio, delgada y con una ventanita, pero al fin y al cabo pared.

Una vez que hubieron embarcado, los guiaron a su camarote, era una suite espaciosa y muy bien acondicionada, sin embargo Lina sintió que algo no andaba bien, el balanceo del barco, aunque leve estaba causando estragos a sus entrañas. Tomó a Leo por el brazo sin decir una palabra y lo condujo hacia la puerta, lo sacó de un leve pero firme empujón y cerro por dentro; luego se dirigió corriendo al cuarto de baño y devolvió hasta la primer papilla que le diera su madre cuando era un bebé.

Cuando Leonel consiguió que un tripulante le abriera la puerta con una llave de emergencia, no sin antes mirarlo con una sonrisa socarrona que indicaba que no era la primera vez que una mujer dejaba puerta afuera a su marido, encontró a su esposa acostada en la cama, pálida y dormida; Leo la arropó y se recostó junto a ella contemplando su rostro, ese rostro amado y hermoso, hasta quedarse dormido.

A la mañana siguiente Lina se despertó sobresaltada, con esa sensación de no saber dónde estás, miró a su lado y vio a Leonel durmiendo y de repente todo tuvo sentido, sin embargo volvió a turbarse, ¿cómo entraría? No era su intención dejarlo fuera, sólo quería tiempo para reponerse porque le daba vergüenza que la viera en aquel estado, se recostó un momento cuando sintió que no había peligro de volver a la alcoba y no se dio cuenta cuándo se quedó dormida, ahora sentía más pena aún pues sabría Dios qué tuvo que hacer su amado para poder entrar a la habitación, y además su primera noche juntos, su noche de bodas había sido un desastre por su culpa.

Se levantó sin hacer ruido y se dirigió al cuarto de baño donde se aseó y cuando regresó a la habitación ya vestida Leonel se estaba despertando, la miró y le sonrió, Lina bajó la mirada y se ruborizó hasta las orejas:

-      Discúlpame, no era mi intención….

Leonel se levantó de la cama sin dejar que terminase de hablar y posó su dedo sobre los labios de su esposa para que no siguiera hablando:

-      Te perdono que hallas querido dejar a tu marido durmiendo fuera – dijo sonriendo- lo que no puedo disculpar es que no me hallas permitido cuidarte y consentirte si te sentías enferma, debes entender que de ahora en adelante yo cuidaré de ti, no sólo porque lo halla prometido frente al altar, sino porque quiero hacerlo, porque te amo, pero no podré hacerlo si me echas cada vez que no te sientes bien.

-      Lo siento, me daba pena que me vieras en ese estado y no quería dejarte fuera – dijo, ruborizándose nuevamente- es sólo que me quedé dormida y….

-      No tienes que disculparte, lo importante es que ya te sientes mejor, ¿verdad?- ella asintió- y que disfrutemos de nuestro viaje, ahora iré a vestirme para que vayamos a desayunar.

El día se les pasó volando, entre una actividad y otra, después de la cena fueron al salón y ahí bailaron y bebieron champán, cuando volvieron a la habitación Evangelina estaba un poco mareada y esta vez no por efectos del balanceo del barco. Leonel la tomó en sus brazos y la besó, primero un beso dulce y suave, pero luego se fue tornando más apasionado,  Lina sentía un cosquilleo que le recorría todo su cuerpo y cuando sintió la lengua húmeda de Leo dentro de su boca se sintió desfallecer de gusto.

Leo la cargó y la depositó suavemente sobre la cama, donde no perdió tiempo para posesionarse nuevamente de su boca a la vez que acariciaba su largo cuello con una mano mientras con la otra subía y bajaba por su cintura. Despacio fue soltando uno a uno los botones del vestido, Lina estaba nerviosa pero a la vez ansiosa, nunca se había sentido de esa manera deseaba que Leonel la tocara, que acariciara todo su cuerpo, quería sentir sus labios recorrerla toda y tal como si leyera sus pensamientos, su amado lo hizo.

Si con todos aquellos atuendos Lina se veía hermosa, desnuda era toda una diosa, pero ella no lo sabía y le daba pena que su amado la viera sin nada encima, así que intentó cubrirse con la sábana, Leo le sonrío y la beso tiernamente en la mejilla, luego le susurró al oído que se veía hermosa mientras mordisqueaba suavemente el lóbulo de su oreja, Evangelina se estremeció y a la vez se relajó  soltando poco a poco la sabana a la cual se aferraba. Leo sonrió para sí mismo y siguió torturando dulcemente a su amada con besos y mordisquitos desde la oreja hasta el cuello, mientras sus manos traviesas ya no sólo recorrían su cintura sino que ya se posaban en el pequeño seno de Lina, masajeándolo y apretándolo un poquito, luego descendió hasta posar sus labios sobre el pezón erecto y sensible de la joven, dando un lametazo que la hizo suspirar, mientras tanto bajaba su mano para posarla en aquel tesoro inexplorado. A Lina casi se da un infarto cuando sintió los dedos de Leo juguetear ‘AHÍ’, no lo podía creer era tan grande su vergüenza… aunque siendo sincera no era tan grande como el placer que esos dedos mágicos le estaban proporcionando, además de oír todas las palabras dulces que él le susurraba al oído con esa voz ronca que no le había escuchado nunca pero que era tan varonil que la hacía mojarse aún más.

Leo sabía que no iba a poder aguantar mucho más y al sentir que ella ya se hallaba preparada, se desnudó rápidamente y se colocó sobre ella enfocando su peso en su brazo mientras que con su otra mano dirigía su miembro a la cueva estrecha y deliciosa de su amada y poco a poco fue introduciéndose en ella, deteniéndose en ocasiones para que se pudiera adaptar, Lina no sabía que se pudiera sentir tan llena y completa, cuando él la beso dulcemente y empezó un suave vaivén se sintió desfallecer, era  un placer tan grande que no podía dejarlo dentro de ella porque sentía que iba a explotar  y sin pensarlo empezó a gemir quedamente, haciendo que su pobre marido perdiera el poco control que a duras penas había conservado hasta el momento, haciéndolo bombear más rápida y profundamente, convirtiendo lo que hasta el momento habían sido unos gemidos casi inaudibles, en verdaderos gritos de pasión, hasta que ella misma empezó a contorsionarse, perdiendo todo el control de su cuerpo y entregándose únicamente a aquel  enorme placer que la invadía, sintiendo que por dentro de ella se formaba un huracán de sensaciones que cada vez eran más fuertes, hasta que sintió un estallido en sus entrañas que casi la hace desmayarse de gusto, gusto que compartió Leo en ese justo momento, ya era demasiado lo que estaba sintiendo, para que a eso se le sumara aquel rostro que sólo demostraba un deleite tan exageradamente sexi, los movimientos involuntarios pero tan exquisitos y aquellos gritos tan eróticos que su esposa externaba,  no lo soportó más y se dejó envolver por la pasión desbocada,  terminando así los dos en un escandaloso y delicioso orgasmo simultáneo….