Miembros y miembras

HIstoria de un chico con un talento especial.

Mi historia comienza como la de cualquier otro chico de 18 años: las hormonas por las nubes y pocas oportunidades para darles rienda suelta.

Solamente algunos morreos de discoteca y una teta manoseada con ansia en una ocasión eran mi botín con el sexo opuesto. Aunque le ponía afición y me documentaba bastante con películas porno, como no tenía ocasión de pasar a la práctica, todo se quedaba ahí.

Podía haber sido así por mucho tiempo (mi timidez tampoco ayudaba), pero un día Ángeles cambió mi vida. Ella era la típica compañera de instituto invisible para todos: las chicas la consideraban una "friki" que no se relacionaba con nadie y los chicos … ¿qué os voy a contar? No era precisamente un bellezón. Estaba un poco gorda, o eso parecía porque siempre vestía con prendas amplias. No era ni alta ni baja y llevaba gafas de montura de pasta. Parecía torpe y caminaba algo atolondrada, como si estuviera pensando en otras cosas en vez de en evitar los obstáculos que salían a su paso, por lo que en más de una ocasión había tropezado causando las risas de los compañeros (incluido yo).

El caso es que llegó la fiesta de fin de curso. La organizamos en una discoteca y al poco rato, con los cubatas y la música, mis compañeros fueron desapareciendo de dos en dos hacia los reservados. La gente guapa los primeros, y luego fuimos quedando los demás: los tímidos, los "frikis" entre los que estaba Ángeles, y alguna chica pasable, con aires de saberlo todo sobre el sexo y de haber follado más que una porno-star, pero con más miedo en el cuerpo que otra cosa

Estaba intentándolo con una de estas últimas (Nerea, más fea que el pecado, pero con dos grandes melones que insinuaba continuamente con escotes), pero apareció Jorge, uno de los últimos que quedaban ligeramente por encima de mí en el escalafón social de mi clase y se la llevó hacia los reservados. Aunque no se veía mucho por la falta de luz, en esa zona había mucho manoteo y movimientos nerviosos. A fin de cuentas la mayoría tardaríamos un verano entero en vernos de nuevo, y podía ser la última vez en "pillar cacho" con la compañera a la que observábamos en clase de matemáticas

Empezaba a pensar que a mí no me iba a pasar (otro año más), cuando me cogieron de la mano. Miré y era Ángeles. Como si me leyera el pensamiento, me dijo:

No sé tú, pero a mí no me vuelve a pasar otra vez: quiero acordarme de alguien de clase este verano.

Y tiró de mí hacia una zona bastante libre de "lo oscuro". Parecía que mi opinión no contara para nada, y realmente así era. Sin ser una belleza, Ángeles era con diferencia lo mejor que quedaba en la pista de baile (caras de resignación llenas de granos y ortodoncias). Ni siquiera tenía que preocuparme por mi prestigio social, por dos razones:

No quedaba nadie en la pista que nos viera irnos, y que pudiera reírse de mí (ellos estaban peor).

En el instituto yo nunca había tenido prestigio social.

Nos sentamos en una butaca de una plaza, y en seguida ella se sentó sobre mí y empezó a besarme con grandes lametones de su lengua. Lo hacía fatal y le olía el aliento, pero intenté concentrarme. Como ya dije, mis hormonas me ayudaron y en seguida me puse caliente. Me moví ligeramente para tener mejor ángulo hacia sus tetas (o lo que hubiera bajo esa enorme blusa), y para mover las piernas, ya que mi reciente erección me molestaba un poco. Aunque no fue premeditado, Ángeles resbaló un poco hacia delante (estaba sobre mis rodillas, sentada de lado), de forma que su cadera y muslo izquierdos chocaron contra mi entrepierna suavemente. Finalmente mi mano derecha alcanzó uno de sus pechos (como toda ella, ni grande ni pequeño, ni firme ni blando, pero a mí me parecía el mejor del mundo), y comencé a estrujarlo, supongo que bastante torpemente.

Nos seguimos morreando unos segundos más, y de repente ella brincó. Además del susto que me dio, estaba desconcertado: ¿qué coño le pasaba? De inmediato caí: había notado mi polla contra su muslo y aquella mojigata me iba a dejar allí sentado, cachondo perdido.

En vez de eso, me miró jadeando (también estaba caliente) como si fuera un bicho raro, con la boca abierta en forma de "O". Alargó lentamente una de sus manos y me tocó precisamente la polla, a lo largo. Bueno, algo es algo, pensé. Como seguía sin decirme nada, le dije:

¿Qué pasa? Parece que no supieras lo que tenemos los chicos ahí

Si no te has metido un trozo de tubería en los pantalones, te aseguro que lo que tienes tú no es normal – me dijo con lo que parecía sorpresa sincera.

Me alagó, pero luego pensé que seguramente no era la chica que más pollas había tocado en su vida. Así que en broma le dije:

Gracias por el cumplido, pero no te ofendas: seguro que no tienes muchas ocasiones para tocar una

Ella se rió y me contó la historia de su corta, pero intensa para mi sorpresa, vida sexual: resulta que tenía un vecino que era más feo que ella, y que hace algunos meses la había desvirgado. Desde entonces cada fin de semana que los padres de alguno se iban, aprovechaban para follar cuanto podían.

Era increíble. Si me hubieran dicho cuál era la chica más virgen de clase, yo la hubiera señalado a ella cuando la realidad es que probablemente fuera la única que se había estrenado ya. El caso es que me dijo que comparar el pene de su vecino con el mío era como comparar un Smart y una limusina.

Me reí por la ocurrencia, pero no la tomé en serio. Le dije que si la quería ver no había problema, pero ella me dijo que ese no era un buen lugar, y le faltó tiempo para decirme:

Pero mañana se van mis padres al apartamento de la playa, y ya es hora de que mi vecino se arregle como pueda

Por supuesto acepté la cita y seguimos enrollándonos y manoseándonos. A mí me empezó a gustar su cuerpo. Aunque las tetas no eran nada del otro mundo, su culo era otra cosa (firme y grande como para que mis dos manos estuvieran ocupadas). Ella seguía centrada en mi aparato y mis huevos, que ya comenzaban a dolerme terriblemente. Las luces se fueron encendiendo gradualmente, y mientras mis compañeros de clase se iban separando y arreglando la ropa, ella se despidió con un último besito, diciéndome:

No se te vaya a olvidar: mañana a las 11:00.

No te preocupes, no faltaré.

Me dio su dirección y nos fuimos todos de la discoteca. Al llegar a mi casa, cené algo rápido y me metí al baño para pajearme a gusto. En menos de un minuto me corrí con grandes chorros, producto de más de una hora de calentón. No disfruté mucho porque como cualquiera que haya estado en esa situación sabe, con dolor de huevos lo único que quieres es correrte para que el dolor pase

A la mañana siguiente le dije a mis padres que había quedado con unos compañeros de clase, y me fui recién duchado y ya medio empalmado. No solo iba a dar un paso más en mis experiencias sexuales, sino que iba a perder mi virginidad (algo que el día anterior me parecía muy muy lejano).

Durante los 10 minutos de paseo que me separaban de casa de Ángeles empecé a pensar. ¿Sería verdad que yo estaba "bien armado"? Cuando me duchaba con mis compañeros al acabar Educación Física no había visto entre sus piernas nada muy distinto de lo que yo tenía (tampoco era cuestión de fijarse demasiado, porque se podía malinterpretar). De todas formas suponía que una cosa era el reposo, y otra la posición de "firmes": a mí me crecía mucho al empalmarme, pero nunca había visto a otro chico empalmado. Solamente a los actores de las películas, y no veía nada raro en ellos (luego supe que esa era precisamente la cuestión: que no les veía nada raro …).

Llame al timbre del portal. Ángeles me saludó y abrió. Cuando llegué a la puerta de su casa, ella ya había abierto, y me esperaba con la cabeza asomada a la puerta:

Uf. Pensaba que ya no venías

La verdad es que todavía no son las once, Ángeles.

NO sabes lo lento que pasa el tiempo – y tiró de mi brazo hacia adentro.

Cerró la puerta y me empujó contra ella. Llevaba un camisón desteñido y se le marcaban claramente los pezones a través. Pensé que se me echaría encima, besándome, pero en vez de ello, cayó de rodillas y tiró de mis pantalones de chandal hacia abajo, sin ni siquiera destarme el cordón. Con dificultades consiguió bajármelos a los tobillos, y me quitó los calzoncillos.

Madre mía … - dijo asombrada.

Iba a excusarme, porque la verdad es que todo había sido tan rápido que no la tenía dura del todo, pero le dije:

Tócala si quieres, porque estoy un poco nervioso

Ella no pareció entender muy bien, pero la cogió con la mano y retiró el prepucio lentamente hacia atrás. Ahora sí empezó a crecer de verdad.

Pero, ¿esto qué es? – dijo cada vez más flipada. Cogió la otra mano y la puso a continuación. Mi capullo aún quedaba sin agarrar por sus manos. Parecía un poco asustada - Yo no sé si esto me va a caber dentro, pero no me voy a quedar con la duda.

Me llevó hasta su cuarto, cogiéndome con una mano de la polla. Yo iba andando como un pingüino, porque seguía con los pantalones en los tobillos. Llegamos y antes de tumbarnos en la cama le dije:

Supongo que imaginas que es mi primera vez. ¿Me pongo debajo o encima?

Ni lo sueñes: no pensarás meterme eso, así sin más, ¿no?

Se tumbó ella y se quitó el camisón. No llevaba nada debajo, ni siquiera bragas. Sus tetas eran medianas, con forma de pera y los pezones marrones muy puntiagudos. Pero no podía apartar mis ojos de su chochito: bien recortado en las ingles, tenía una franja de vello oscuro de medio palmo de ancho, más o menos. Sus labios oscuros se asomaban en el medio. Era el primer coño que veía en directo y como las actrices de las películas lo solían llevar afeitado, aquella mancha negra me puso a cien

Flexionó un poco las rodillas y separó las piernas, con lo que la mancha negra se separó un poco y los labios dejaron ver algo el rosado interior.

Empezaremos porque me comas un poco el "toto", y cuando notes que empiezo a mojarme, pasamos a ver lo que puedes hacer con eso

Me abalancé y empecé a lamer rápidamente. Me cogió del pelo separándome:

Eh, eh. Espera un poco. Suave, al principio tiene que ser suave.

Le puse toda la voluntad del mundo, aunque era chocante: era salado y dulce a la vez. Al minuto o así ya noté que la humedad aumentaba. Como no sabía si ya estaba preparada, fisgué por encima de su mata de pelo y vi que me miraba con los ojos entrecerrados. Con la respiración un poco acelerada, me dijo:

Todavía no, sigue un poco más. Puedes apretar un poco con la lengua.

Lo hice y la lengua encontró su hueco, hundiéndose un poco.

Mira, aunque eso me gusta lo que más nos gusta a las chicas es si lo haces en esta zona de aquí. Es el clítoris.

Tiró un poco de mi pelo hacia arriba, donde casi se acababa su abertura. Allí se insinuaba una zona un poco abultada. Me dediqué a lamer allí como un gato, con toda la anchura de la lengua. Y ahora sí noté lo que era aumentar la humedad de su coño

En otro par de minutos me dijo entre jadeos:

Para … para, que si no me corro. Ahora sí podemos intentarlo.

Me incorporé y me quité toda la ropa (mis pantalones y calzoncillos seguían en el mismo sitio). Ella volvió a mirarme la polla, como si no se lo terminara de creer:

Será mejor que te tumbes tú debajo.

Así lo hice. Ella se puso en cuclillas encima, sin apoyarse en mí, y me la cogió con una mano. Le dio unos cuantos movimientos, pajeándome (uf, me encantaba notar una mano ajena haciendo aquello), y después la puso en la entrada de su cueva.

Frotó un poco a lo largo, con lo que mezcló mis primeras gotas con su flujo.

Oye, ¿no puedes quedarte embarazada?

Sí, pero te correrás fuera. Avísame cuando te guste mucho, ¿eh?

Por mí como si me hubiera dicho que mañana iba a llover. Lo importante es que a ella no le preocupaba y yo me iba a estrenar.

Poco a poco empezó a bajar, metiéndose mi polla. El capullo entró fácil, se detuvo un poco, y siguió bajando. Su boca empezó a abrirse y los ojos se empezaron a abrir como si hubiera recibido un golpe. Faltaba más o menos la mitad cuando dijo:

Yo no sé si cabe más. Es como si me volvieran a desvirgar de nuevo. Noto como se abre cada vez m…. Ahhhhhhhh. – más que un grito de dolor (que también), fue de sorpresa.

Había caído del todo encima de mí: lo incómodo de la postura le obligaba a estar en tensión y sus piernas se habían cansado. Así que su culo cayó, haciendo tope con mis hinchados huevos.

Espera, espera – dijo, jadeando – No te muevas, deja que me acostumbre.

Se mantuvo inmóvil un par de minutos, y dijo sonriendo:

Esto sí que es estar llena. Qué barbaridad. Vamos a ver si me puedo mover.

Y empezó lentamente a mover hacia delante y detrás el culo. Se tocaba con una mano en el clítoris, y cada vez aceleraba el movimiento un poco más. Qué sensación más buena: era como estar en casa, mi polla hundida en un cuerpo de mujer, cálido y mojado, que se amoldaba como un guante a los dedos.

De pronto me volví a sobresaltar. Ángeles tenía los ojos muy abiertos, las mejillas enrojecidas y resoplaba como una locomotora, en medio de lo que parecía un enorme orgasmo:

Ay, cabrón. Ay, cabrón. Te voy a follar hasta dejarte secoooooooooooooooooooo

Sus pezones parecían balas y sus tetas se movían frenéticamente. Siguió gritando como una perra. Cuando se fue calmando noté que seguía moviendo las caderas ligeramente:

Te falta aún, ¿verdad? – me dijo – Espera.

Fui saliendo lentamente de su interior, conforme ella se levantaba de nuevo, y vi cómo resbalaba un flujo espeso por mi polla.

Dame un minuto y te la chupo, pero necesito descansar. Estoy un poco mareada

Se tumbó a mi lado y empecé a meneármela lentamente, mientras le besaba un pezón, aún duro. Su mano buscó mi pene y lo cogió, siguiendo con los movimientos. Se inclinó sobre él y empezó a darle lametones, sin parar de pajearme.

No pienses que te la voy a comer, que en la boca sí que no me cabe – dijo entre risas.

Me encantaba y noté que no tardaría en correrme. Se lo dije y ella apartó la cara sin dejar de menearla. Buscó uno de mis pezones y se lo metió en la boca, succionando. Aquello fue demasiado. Empecé a soltar chorros de leche en todas direcciones, dejando perdidas las sábanas bajo las que pensé que se masturbaba por las noches.

  • Me parece que hoy va a ser un día muy largo … - oí que decía mientras mi respiración volvía poco a poco a su ritmo normal.