Miedo y vergüenza (Madre e hijo)

El miedo y la vergüenza forma parte de una situación en la que se desea más que se quiere. [... movió su cuerpo como si fuese a despertarse, pero tras un leve gemido de sueño, recostó uno de sus pies sobre mi entrepierna …].

Les resumiré una parte de mi vida, una de la que me avergüenzo y no hablo con nadie. Pero necesito explicar como he llegado a este punto, ya que si escupo de una sola flema la situación en la que estoy, posiblemente no me entiendan y como les digo, me da vergüenza sacar esto a la luz.

Mi vida sexual empezó a los 11 años, cuando un primo con el que tenía mucha relación me explicó lo que eran las pajas, me explico como se hacían, nos calzamos un par de pajas juntos y a partir de ahí empecé a expandir mi sexualidad. Mi guarida era mi cuarto, pero empecé a masturbarme en más sitios, en el baño de mi tía, en el baño de algún restaurante, por encima del a ropa, etc.

Vivía en una casa grande, con un jardín precioso el cual lucía muy bonito en verano, sobretodo porque se mezclaba el color verde del césped, con el azul de la piscina. Los fines de semana de verano solía haber gente externa en casa, mis tíos, amigos de mis padres o algún amigo mío. La rutina del finde se basaba en el domingo, la gente venía, se daban un baño en la piscina mientras otros hacían la paella o alguna torrada de carne, después comer, se relajaban con café y gin-tonic, mientras los niños jugábamos por el jardín.

Una vez, cuando ya tenía unos 12 años, fui a cambiarme al cuarto de baño de fuera, el que utilizábamos cuando estábamos en la piscina. La gente solía dejar los bañadores y bikinis en la pica, se daban un baño, se secaban, se vestían y se marchaban. Mi madre se encargaba de limpiar la ropa de baño para el siguiente fin de semana. Como digo, entré en el baño, me quité el bañador, me senté en la tapa del váter y empecé a masturbarme, tenía la polla mojada y olía a cloro, lo que me gustaba mucho. Había cogido la rutia de hacerlo, pero aquel día, me di cuenta que los bikinis de mi madre, de mi tía y de mi prima estaban en la pica, junto al resto de bañadores, lo que me hizo dar un salto y coger los bikinis, meter mis narices en cada uno de ellos y la mezcla del cloro con el aroma de cada una, creaba olores distintos pero parecidos al mismo tiempo. Esa paja fue para aquél entonces la mejor que había tenido.

A partir de ahí, no dejé de hacerlo, sumando experiencias, como masturbarme con el propio bikini, correrme sobre él, digamos que agoté las posibles formas de uso del bikini de mi madre, ya que era el que más coincidía en el baño, los demás dependían de cuando venían a casa.

Con 14 años nos mudamos, fuimos a vivir a la ciudad, ¡se acabó la piscina y los bikinis mojados!, pensé que notaría la falta, pero con el cambio de colegio, nuevos amigos, me olvidé de aquellos veranos y mis obsesiones.

Un año más tarde, conocería a mi primera novia, con la que probaría el sexo real unos meses después. Tuvimos una relación muy cercana para la edad que teníamos, y nos presentamos los dos muy bien en casa del otro, mi familia sentía gran aprecio por ella, de la misma forma que su familia por mí. Tanto que muchas veces se venía de viaje con mi familia o, por ejemplo, yo iba a comer a casa de sus abuelos los domingos.

Recuerdo un viaje largo que hicimos, y pasábamos gran parte del viaje conduciendo, éramos tan juguetones, que nos pasábamos horas y horas tapados con una manta, tocándonos, mientras buscábamos en el retrovisor la mirada de mis padres para no ser descubiertos. Me encantaba mirarla a la cara, mientras tocaba sus muslos, y ver como se le abría un poco la boca cuando mis dedos se mojaban en su coño. La verdad es que la situación ardía demasiado, sus bragas se empapaban tanto que estaban completamente pegadas y me costaba apartarlas…, a día de hoy, pienso que mis padres seguro que se daban cuenta de aquello, por el olor salado que desprendía aquella situación.

Aquella noche paramos en un camping, montamos la tienda y fuimos a ducharnos por turnos, primero mis padres y luego nosotros. Imagino que mis padres harían lo mismo que hicimos nosotros, pero no iba a dejar escapar la oportunidad de colarme en la cabina de ducha de mi novia, y desahogar todo el morbo acumulado en la parte de atrás del coche, con el agua cayendo sobre ambos, y metiéndola con cuidado porque bajo el agua, cada vez que se la metía hacía demasiado ruido, aquello duró poco, pero el recuerdo de como se tapaba la boca ahogando sus gemidos y haciendo presión contra mí intentando metérsela más hondo todavía me acompaña.

Mi relación con ella fue muy bien, pero a los 17 años empezó a cambiar, ella había dejado de estudiar, trabajó unos meses y la echaron, y para entonces, estaba en casa, mintiendo a su madre de que se pasaba las mañanas buscando trabajo, pero no era verdad. Por mi parte, yo seguía estudiando, y había tomado la decisión de entrar a la Universidad al año siguiente, lo que fue el origen de muchas discusiones, ya que, creo que ella tenía miedo de que conociera a una nueva chica en la Universidad, algo que efectivamente pasaría más tarde, pero que ella ya no estaría para verlo.

En mi viaje de fin de bachillerato, tras una semana de aquí para allí con mi grupo de clase, bebiendo todas las noches y jugando a “yo nunca, nunca”, y ese tipo de juegos donde te abres sexualmente, empecé a fijarme en una chica de clase a la que no había prestado atención hasta entonces. Bueno, sin más rodeos, el penúltimo día, tras volver de una discoteca, decidimos dormir todos en una misma habitación, juntamos tres camas para hacer una sola grande. Yo dormía en el extremo, esta chica se puso a mi lado, ya que el juego que teníamos era bidireccional, y todos lo veían. Tras un rato en silencio, puse mi mano sobre su cintura, ella se apretó contra mí, acerqué mi boca a su cuello, ella giró la cabeza y empezó a comerme la boca, y a buscarme la polla con la mano, nos bajamos los pantalones lo suficiente para tocarnos libremente con movimientos ligeros, hasta que me dijo:

-        Vamos al baño.

En el baño, con la luz apagada y sólo con lo poco que entraba por la ventana, nos vi reflejados en el espejo, sudando y follando como animales, sobre el váter, apoyada de frente al espejo mientras se miraba a sí misma, se cogía de las tetas y gozaba de ella misma mientras me miraba en el reflejo por encima de su hombro, y como dice Kase, aquella noche era un toro empujando a su vaca. Me corrí, y volvimos con los demás. Al día siguiente, un par de besos y poco más. Hasta que no volvimos del viaje, y directamente quedara con mi novia para contarle lo que había pasado y terminar la relación no volvería a pasar nada con aquella chica. Tras volver, nos acostaríamos unas cuantas veces más y terminaríamos la tontería.

Con 18 años, yo madrugaba mucho para ir la Universidad y solía despertarme con una buena erección, parecía que la edad del pavo llegaba entonces, me hacía más pajas que nunca. Cuando tenía novia me hacía pajas igualmente, pero entonces era algo anormal, descosido, era un adicto a la masturbación y yo creía que era porque hacía un año que no tenía novia ni nada con nadie.

A partir de ahora, agárrense bien, porque empieza la etapa del miedo y la vergüenza. Una de esas mañanas, me desperté y, antes de nada, me empecé a hacer una paja. Ya no era el niño de 13 años que se masturbaba con el bikini de su prima, ahora tenía una polla que recibía halagos, no era nada desproporcional, pero me sentía orgulloso, incluso viendo porno sentía que tenía buen tamaño, y que cojones, me gusta mi polla, es grande, gruesa, con el tendón muy definido y un glande descubierto y muy brillante.

Como decía, una de esas mañanas, mientras me estaba haciendo una paja de esas que te la haces observándote, abriéndote de piernas para cogerte bien la polla y verla en su esplendor, de golpe, se abre la puerta y mientras me giro para buscar la sábana se vuelve a cerrar, y desde fuera, mi madre:

-        Perdona, quería entrar para ver si estabas despierto, ten cuidado que no se te haga tarde.

-        Joder mamá, ¡toca a la puerta antes de entrar!, tengo tiempo de sobra, ahora me cambio y me voy.

-        Vale, nos vemos por la tarde.

Se marchó a su cuarto a seguir durmiendo. ¡Qué vergüenza!, no sabía si me había visto o qué, pero me había pillado abierto de piernas con la polla muy expuesta…

Tras volver de la Universidad, mi madre seguía durmiendo, eran las 18:00 y solía despertarse sobre esa hora o un poco antes, ya que esa semana trabajaba de noche, entraba a las 21:30 y salía a las 5:30. Fui a mi cuarto, dejé mis cosas y al salir para ir la baño, pude escuchar como un sonido de ¡Chop chop!, que salía desde el cuarto de mi madre, pero que paró nada más lo escuché. Me quedé flipando, mis pulsaciones se aceleraron, ¿se estaba masturbando? Fui al baño, estaba frente a su cuarto, simulé que entraba a mear, tiré de la cadena, fui a mi cuarto, y cerré la puerta de mi cuarto desde fuera, como si hubiese entrado y me hubiese quedado dentro, pero estaba fuera. Solamente cerrar la puerta, volvió el sonido de ¡Chop, chop, de puntillas me acerqué a su puerta y arrimé la oreja, mi madre estaba gimiendo de forma gutural y masturbándose… no sabía que hacer, aquello me estaba provocando una situación muy contradictoria, me avergonzaba escuchar a mi madre gimiendo y más aún, que esos sonidos mojados saliesen de su coño, pero tenía curiosidad y no me quería ir, mi polla se estaba poniendo morcillona. Algo en mi cabeza hizo de repente ¡BING!, esa mañana mi madre había entrado a mi cuarto sin tocar la puerta y me había pillado en pleno acto, así que iba a hacer lo mismo.

Abrí la puerta de golpe para dejar claro que iba a entrar para despertarla, y cuando abrí, busqué con mis ojos la escena, y nada más ver como buscaba taparse con la manta, cerré y desde fuera dije:

-        ¡Joder mamá! Perdona, creía que te habías dormido.

-        …

Sin respuesta.

Cenamos juntos, sin hablar del tema, se vistió y se marchó a trabajar. Mi padre llegó a las 22:30, hablé un rato con él y me fui a la cama. Allí me hice una paja muy extraña, una paja que me llenó el pecho de semen y de la que me avergoncé al terminar. Me había pajeado pensando en lo que había pasado esa tarde en casa.

Todo fluyó con normalidad los siguientes días, pero en mi cabeza no paraba de aparecerse aquellos sonidos. La semana siguiente, mi madre trabajaba de turno de día, por lo que a las 19:00 volvía a casa, y podíamos hacer una vida más familiar, ya que cenábamos los tres juntos.

Un día de esa semana, me desperté y fui al baño y mi madre estaba dentro, me volví a mi cuarto a esperar. Cuando mi madre salió, la escuché, así que salí para ir al baño y parecía que ella venía a avisarme, lo que nos cruzamos por el camino.

-        Ah vale, venía a decirte que el baño ya está libre.

-        Vale mamá, gracias.

Mire a mi madre a los ojos, y estaba clavando su mirada en el bulto que creaba mi polla debajo del pijama, al no llevar calzoncillos y tenerla semi-dura, se marcaba toda la forma en la tela. En cuanto levantó la mirada y vio que la miraba, se marchó a la cocina.

-        Voy a hacer el desayuno, arréglate y baja a desayunar.

-        Sí, voy.

¡Joder! ¿Qué le pasa a mi madre? No para de ofrecerme escenitas…

Al rato, bajé a desayunar a la cocina y me fui a la universidad. Lo que había pasado esa mañana me dio que pensar, y empezó a provocarme ideas para dar juego a aquella inconsciente situación.

Terminé mis clases y volví a casa, fui a comprar pescado al super y estuve jugando a la Play hasta que llegó mi madre, entonces bajé a la entrada para saludarla y le dije que había comprado pescado y si quería que cocinásemos juntos. Aceptó encantada, íbamos a hacer pescado con patatas al horno. Estuvimos en la cocina, cocinando y viendo la tele mientras se cocinaba el pescado solo. Mi madre siempre iba descalza por casa, aquel día iba con un pantalón corto y una blusa de tirantes. La escena con la que me quedo, es ella sentada en una silla mirando la tele, cruzada de piernas, mientras movía su pie bronceado con las uñas pintadas de negro, en el que se marcan los huesecillos y un tobillo perfectamente definido. De repente mi madre había pasado de ser mi madre a estar jodidamente buena, los cabrones de mis amigos tenían razón cuando hacía bromas de mi madre.

Cenamos cuando llegó mi padre y nos pusimos una película en el comedor, nos tumbamos a ver una de Woody Allen, joder, odiaba esa mierda, pero aquella noche me apetecía estar ahí. Mi padre y mi madre estaban abrazados a mi izquierda, y yo estaba a la derecha de mi madre más apartado, subido en el sofá, con una pierna en el suelo y otra subida arriba. Yo estaba de frente hacia mi madre, con el cuello girado a la derecha para “ver la película”, mientras que mi madre se abrazaba a mi padre extendiendo sus piernas por el sofá. Mi pierna izquierda estaba al lado de las dos piernas de mi madre, eran como tres líneas paralelas, mientras que, como digo, mi otra pierna estaba encima de la mesita, medio arqueada.

A mitad de película decidí buscar juego para ver si había respuesta. Empecé a mirar sus pies, moví ligeramente mi pierna para tocarla, ella se giró y me vio mirando sus pies, empecé a recorrer sus piernas con la mirada, de golpe, ella movió una pierna, se empezó a rascar un pie con el otro, subiéndose el pie para acariciarse un poco la espinilla y volver a ponerlo en el sitio, pero esta vez dejando la pierna arqueada. Empezó a aparecer un bulto en mi pijama corto, que desde nuestras posiciones, la erección era evidente, mire a mi madre, y vi como que no sabía si mirar la película o mirarme a mí, se giraba pocos segundos a mirarme y después volvía a la película de nuevo, yo bajé mi mano, me agarré la polla con toda la mano, como para colocarla a su sitio y vi como sus ojos buscaban mis movimientos, finalmente mi padre se giro como para ver que ocurría por su derecha, en cuanto se giró, actué rápido, me levanté:

-        Bueno parejita, ahí os quedáis con vuestra película divertidísima, yo me voy a la cama.

-        Buenas noches cariño.

Ya en la cama, me hice una paja, pensando en tener esas uñas perfectas pintadas de negro en la boca, y esa mirada de prohibido que acababa de vivir abajo en el sofá. Me pegué dos bombeadas y bastó para correrme sobre la camiseta, la puse en el biombo de ropa sucia y me fui a dormir.

¡Pero espera! Antes de dormir, voy a dejar la puerta de mi cuarto medio abierta.

Por la mañana, me desperté a la hora que me suelo despertar, y desde que me desperté empecé a tocarme para mantenerme empalmado, jugando con mi pantalón de pijama para buscar los pliegues que mejor dejen ver mi polla, tocándome, esperando, esperando… al fin se abrió la puerta del cuarto de mi padres, cerré los ojos y me quedé quieto, con la polla dura en mi pantalón, de lado, se marcaba la forma perfecta del glande y el tronco largo que se quedaba sobre mi pierna.

Escuché claramente sus pasos silenciosos, podía notar su presencia en la puerta, miré por entre las pestañas, y vi su silueta detrás de la puerta. Entonces, abrió del todo la puerta y entro:

-        Venga bicho, despiértate que se te hará tarde. – fue a levantar la persiana del todo, para meterme prisa o para acercarse más.

-        ¡Ai!, mamá, un ratito más – moví mi pierna y mi polla dio la vuelta, pero no me tapé.

-        Venga va, despierta ya – se acercó y me empujó el pecho para que hiciese caso y se fue a la entrada de la habitación.

-        Voy – Me levanté, y con la polla durísima pasé por su lado, mientras salía de la habitación y me fui al baño.

Desayuné y me marché a la universidad. Los siguientes días estuve jugando al dormido con la puerta abierta, y todas las mañanas ocurría lo mismo.

Uno de esos días, mientras mis padres estaban en el comedor después de cenar, quería dar un paso más. Dejé la puerta abierta, ya era algo normal, y la luz de la lámpara encendida, empecé a tocarme otra vez para mantenerla dura, y esperar a ver si mi madre subía sola. Estaba con la polla dura y escuchando a ver que ocurría abajo, cuando, finalmente, escuche a mi madre como le decía a mi padre que se iba a acostar ya, a lo que mi padre le dijo que iba a quedarse hasta que terminará la película.

Ahí empecé a pajearme fuerte y rápido para ponerla lo más dura posible, cuando escuché que subió el último escalón, ella podía ir a su cuarto directamente, o ir a mi cuarto primero para comprobar si seguía despierto o no, y si era así, apagar la luz de la lámpara. Así que inicié un bombeo continuado, recorriendo todo el tronco de la polla, cuando de repente noté atrás, hacia un lateral, su presencia en la puerta. Me estaba haciendo un pajote en toda regla, y ahí seguía esa mujer mirando. No me lo podía creer, no se inmutaba, no sé si se imaginaba que yo lo había planificado o simplemente aprovechaba mi descuido, pero estuvo hasta el final, me corrí sobre mi pecho, soltando pequeños gemidillos, y fue cuando estaba respirando profundamente cuando noté que se marchaba de puntillas.

Si todavía no saben que hice a continuación es que todavía no han vivido la experiencia más morbosa de su vida. Me hice otra paja, pero esta paja llevaba morbo, vergüenza, miedo, emoción, rabia, y mucha imaginación, me imaginaba a mi madre detrás de la puerta, con los pezones duros marcándose en su blusa, mirando mi polla, deseándola, con la mano temblando para buscarse a si misma, contemplando como su hijo vertía chorros de semen sobre su propio pecho.

Ese fin de semana estuve fuera de casa, pero volví el domingo por la tarde para cenar con ellos. Al terminar de cenar mi madre me preguntó si me quedaba a ver una película, que no iba a ser de Woody Allen. Vi en su mirada un fuerte deseo de que dijera que sí, así que asentí a la propuesta.

-        Y si no vemos nada de Woody Allen, ¿qué queréis ver?

-        Pues estábamos pensando en ver algo de acción, ¿qué te parece?

-        Hombre, no soy yo mucho de pelis de superhéroes ni nada de eso, pero venga va.

Nos sentamos cada uno en su sitio, yo volví a coger la posición del otro día. Una pierna estirada y la otra encima de la mesita del comedor. Mi padre tumbado en “su sitio”, que era la parte grande del sofá, y mi madre cerca de él, aunque esta vez no estaban tan cerca. Yo solamente de ver a mi madre, con su pantaloncito de pijama, muy corto y ancho de color crema y su blusa del mismo color que dejaba intuir sus tetas colgando, ya estaba con la polla durísima.

La disimulé un rato, pero cuando mi madre empezó a echarse crema en las piernas, el pantalón se le subió, y pude ver sus muslos completamente, hasta parte del principio de sus nalgas. Eran escenas, que podría haber visto toda mi vida, pero que no me interesaban hasta entonces. Mi madre se giraba y me sonreía, ella sabía muy bien a lo que estaba jugando. Cuando terminó, le pidió a mi padre que apartará sus manos para tumbarse en su regazo, lo que me provocó muchos celos, ya que dude de si todo esto lo había buscado, o que mi mente no sólo estaba enferma, sino que además se inventaba historias.

Miré hacia la televisión, y decidí ver la película un poco enfadado. Cuando me giré, mi madre estaba con los ojos cerrados, moviendo sus pies, cerrando y abriendo los deditos pintados de negro. ¿Dormía? ¿O, se estaba haciendo la dormida? Volví a mirar la televisión y a los pocos minutos, su pie tocó mi pierna, y notaba como si me estuviese rascando o acariciando ligeramente con las uñas.

Entonces, movió su cuerpo como si fuese a despertarse, pero tras un leve gemido de sueño, recostó uno de sus pies sobre mi entrepierna, lo que fue una chispa para la pólvora que llevaba en el cuerpo. Moví mi mano, y toqué su empeine delicadamente, ella movía el pie hasta que de repente lo puso directamente sobre mi polla, lo que la hizo parar en seco, estuvo varios segundos quieta, y volvió a iniciar sus mini-movimientos, agarré su talón y lo apreté, para devolver el masaje que me estaba dando. Hacia movimientos irregulares, pero a cada rato apretaba suavemente su pie, lo que me provocaba borbotones de placer.

Al momento, mi padre, se giró y le dijo a mi madre:

-        Cariño despierta, ¿quieres que vayamos a la cama? – no lo dijo por nada raro, sino porque se había dormido, y él también estaría cansado.

-        Vale, vamos. – Mi madre me miro con cara de dormida, y sonriendo me dijo – descansa muchachote.

-        Buenas noches.

No tardé nada en irme al cuarto, y nada más entré, me hice una paja haciendo lo máximo posible de ruido creíble para intentar que mi madre lo escuchará y demostrarle que estaba excitadísimo por lo que acaba de ocurrir.

Al día siguiente, por la mañana, me desperté yo sólo, mi madre iba de turno de noche, pero no se despertó. Me fui a la universidad y estuve hasta las 18:00. Al volver a casa mi madre estaba limpiando, me dijo que no iba a cenar, que la cena estaba lista, que cenara con mi padre cuando llegara, que se iba a dar un baño porque hacía mucho que no se daba ningún baño y le apetecía relajarse.

Me pasé con la oreja pegada a la puerta del baño toda su estancia ahí dentro, y a los 15 minutos de meterse, empecé a escuchar salpicaduras de agua, salpicaduras que iban aumentando de velocidad, luego se sumaron gemidos, más gemidos, yo me saqué la polla del pantalón y puse mi oreja sobre la puerta y empecé a pajearme al mismo ritmo. Y ahí decidí dar un paso importante, acerqué uno de los nudillos que sobresalían al agarrar mi polla y lo acerqué al marco de la puerta, a lo que empecé como a dar golpecitos al marco. Los sonidos dentro del baño pararon, pero yo no paré, había decidido dar el paso, y el paso era hacer un gemido suave que parezca involuntario y seguir con la paja, así que gemí suavemente.

Tenía miedo y vergüenza de que mi madre saliera y me preguntara, pero en lugar de eso, empezó a tocarse otra vez, volví a escuchar el agua dando saltos y sus jadeos, nos unimos en una apasionante masturbación en la que ella gritaba fuerte y parecía que ya le daba igual lo que ocurría, lo que significaba que se estaba corriendo y sólo pensarlo me hizo soltar mis chorros sobre la puerta. Escuché como salía de la bañera, entré en razón y me quité la camiseta para limpiar rápidamente lo que había hecho ahí, pero mi madre parecía que quería pillarme ahí mismo, así que limpié por encima y me metí en mi cuarto.

Me quedé ahí encerrado hasta que mi madre se iba a ir a trabajar. Creía que se iba a ir sin decirme nada, tenía mucha vergüenza. Pero entró en mi cuarto y me dijo:

-        Cariño, he limpiado la puerta. Ten más cuidado la próxima vez – ¿Cómo podía decirme eso? Me estaba confesando que sabía lo que había ocurrido ahí, y encima me hablaba de una próxima vez.

Esto volvió a ocurrir dos veces más esa misma semana. Volvió a ocurrir exactamente lo mismo, sólo que no hizo falta que lo limpiara ella.

Esa semana, cuando yo volvía de la Universidad, mi madre dormía, o estaba por despertarse. Pero, ese jueves al llegar, mi madre no estaba abajo, así que subí a mi cuarto, y antes de entrar pase por delante del cuarto de mi madre, y la escuché dentro. Se oía el movimiento de frote de las sábanas y pequeños quejidos, me asomé un poco, y mi madre estaba boca abajo, entraba poca luz en el dormitorio, pero se apreciaban sus piernas fuera de la sabana, todo su cuerpo estaba tapado, pero las piernas estaban descubiertas.

Metí mi cuerpo en la habitación, y al dar un paso, con el hombro abrí un poco la puerta, lo que hizo un pequeño ruido. Se paró en seco, dejo de oírse y moverse nada, de repente, de estar tumbada boca abajo, recogió sus rodillas y se puso de cuclillas, seguía de espaldas a mí. Ahora la sábana se había subido hasta la espalda.

Ahí estaba. A cuatro patas, abierta, con un tanga morado apartado, creando una hendidura en su nalga, con dos dedos apoyados en el coño. Movió el culo un poco, como si fuese un baile, y volvió a mover sus dedos, dando vueltas, empezó a gemir. ¡Joder! Como gime, y que cuerpo.

Me acerqué un poco más, estaba a un metro y medio de aquella Diosa. Todavía con la mochila en la espalda, di un paso más. Podía ver su culo redondo, lo movía como las chicas de ahora que bailan twerking, no le salía tan bien, pero era increíble.

Estiré mi brazo y alcancé su culo, lo toqué y se asustó, moviendo una rodilla hacia delante. Estaba quieta. Volví a tocarle el culo, pero esta vez no hizo nada. Cogí fuertemente su nalga, dejé caer la mochila en el suelo, y con la otra mano cogí la otra nalga. Lo manosee con movimientos circulares, acercando mis dedos pulgares a la entrada de su coño, abriéndolo, observando hilos de fluidos corriendo por sus labios. Subí mis manos, las metí debajo de la sábana, notando toda su espalda, su cuerpo, subí las sábanas con los brazos mientras la recorría toda, la rodeé con las manos para notar sus tetas colgando, pasé las manos por el costado de ambas y volví por el vientre hasta que cogí la cogí firmemente de la cadera y la acerqué hacia el borde de la cama, me agaché y metí mi boca en aquel coño empapado de líquidos.

-        Ahhhhhhhhhhhhh, dios, joder cariño – clavando las uñas en las sábanas.

Yo le comía el coño con las ganas del hambriento. Agarré sus muslos con las dos manos y abrí sus piernas todavía más. Dejé de comerle el coño y empecé a morderle el interior de las piernas, observando por debajo su vientre y sus tetas, y en el fondo, todavía con la manta sobre la cabeza, su cara estaba en otro universo jadeando y mordiéndose los labios.

Subí mis mordiscos hacia arriba, girando la cabeza, hasta volver a comerle el coño. Estaba boca arriba, de cuclillas, con mi espalda apoyada en el borde de la cama, mi cabeza mirando hacia arriba y ella estaba a cuatro patas con el coño en mi cara y las piernas colgando fuera de la cama. La cogí del culo y la arrastré hasta sacarla de la cama y bajarla sobre mí, cayó la sábana y su cara quedó a la altura de la mía, estaba de cuclillas con ella encima.

-        Mi vida, te necesito tanto – Tenía los ojos semicerrados, borracha de calor, con la boca llena de saliva.

Me miraba a los ojos y se acercó para morderme la boca, metiendo su mano por debajo, levantó el culo un poco y ahí esperaba mi polla para ser liberada.  Me la manoseo por encima del vaquero, cogiendo todo el tronco, como si estuviese comprobando el tamaño. Se apartó, pude incorporarme y tumbarme en la cama. Me quité la camisa y empezó a besarme el pecho, y a acariciarme el abdomen hasta meter sus uñas por debajo del cinturón, me volvió a agarrar, pero esta vez por dentro. Sacó la mano fuera, y me quitó el cinturón, me bajó el pantalón y mordió a través del gallumbo todo mi grosor, restregando sus carnosos labios, metió una mano por una pernera del calzón y me la agarro.

-        Oh joder, chúpamela – La cogí del pelo, le di una vuelta al pelo, y le apreté la cara contra mis genitales.

-        Ah, la quiero, ah, la quiero en la boca – sacó su mano, y me bajó el calzón, lo que hizo efecto palanca volviendo a golpear en mi abdomen.

-        Vaya cosota guardabas aquí hijo – la cogía y la miraba, moviéndola para verla de distintos ángulos. – no había visto una polla así en mi vida.

Me dio un beso en el glande, empezó a moverme la piel, me miró a los ojos, se volvió a acercar y me dio otro beso, enseguida otro, el siguiente ya llevaba un poco de saliva, me volvió a mirar, y al acercarse empezó directamente a pajearme y mamarme toda la polla de arriba abajo.

-        Ghh, siii, que buena – se la sacaba para articular dos palabras y dos gemidos, y volvía a chupar.

Su cuerpo, a cuatro patas con su espalda arqueada, lo tenía a mi derecha. Estábamos en una posición casi perpendicular, así que estiré mi mano para agarrar su muslo, mis yemas rozaban su coño, por lo que me incorporé un poco y pude tocárselo bien.

-        Ah, sí, sí, que bien lo haces – y volvía a metérsela en la boca.

Metí mi pulgar en su coño y pegó un gemidito, luego acerqué mi dedo índice al agujero del ano y empezó a frotarlo por encima, en movimientos circulares. Se sacó la polla de la boca, y empezó a pajearme mientras gemía y me miraba.

-        Ah, dios, dios, para, para – Pero lo decía gimiendo, sin gritar, pero con mucho gusto.

Empezó a moverse, mi mano dejó de llegar a ella, y se puso encima de mí, levantó un pie y lo puso de cuclillas, para abrirse mejor, se colocó la polla en la entrada y se frotó el clítoris con ella, y a los 10 segundos, se la metió hasta que mis huevos hicieron tope en sus nalgas.

-        Ohhhhh, cariño – se quedó quieta, con toda mi polla dentro.

Notaba su interior apretando, como contraía de vez en cuando, y a los 5 segundos, levantó su cadera y empezó a bombear, a un ritmo lento pero con fuerza. Tras entrar 3 veces dentro de ella, una crema blanca y densa había rodeado mi polla, lo que inició un sonido increíble de nuestra piel, y su coño mojado que me enloquecía.

-        Joder mamá, como follas …

-        ¿Te gusta hijo? A mamá le encanta tu polla

-        Sii, me encanta tu culo

Sus tetas estaban en mi cara, yo buscaba sus pezones con la boca, los cogía y los mordía.

La cogí de la cadera, la tumbé hacia atrás y me puse sobre ella. Le levanté las piernas, y empecé a metérsela fuerte, sin parar.

-        Oh si, si, más fuerte – me pedía más, y le estaba dando con todas mis ganas.

Cogí sus piernas y le apoyé un pie en mi pecho, y el otro me lo metí en la boca. Le mordí los dedos mientras embestía fuerte su coño, estábamos mojando la cama de líquidos que le chorreaban por el culo. Y su pie, cogido por el tobillo, había perdido el control, se tambaleaba en mi boca como un muñeco de cuerdas.

-        Me corro, me corro joder, mamá – saqué mi polla fuera, y mientras me pajeaba para correrme, me había percatado que ella estaba frotándose el coño de una manera salvaje, sin hablar, haciendo fuerza.

Mi primer chorro cayó sobre sus tetas, y ahí ella dejó de hacer fuerza y emitió un grito que me dio a entender que estaba concentrada en su orgasmo y ya lo estaba teniendo. Mis chorros cayeron por su vientre, sus tetas, hasta la mandíbula, recorriendo su cuerpo y cayendo en la cama, mientras ella me apretaba con las rodillas, gemía y se frotaba el coño.

Nos quedamos tumbados durante 5 minutos sin hablar. Tenía miedo y vergüenza. Se levantó y se fue al baño. Yo estaba con los pantalones por los tobillos y empapado en sudor. Me quedé un momento pensando, y cuando fui a subirme los pantalones, apareció de nuevo, entró en su cuarto y me dio un beso en la boca.

-        Venga cariño, vamos a ducharnos que yo me tengo que ir a trabajar enseguida.

Nos duchamos juntos, ella salió antes y yo me quedé en la ducha, acabé, salí y me despedí de ella.

Al día siguiente, mi madre estaba muy simpática, pero el juego que yo notaba desde hacía un tiempo ya no existía, su mirada había vuelto a ser la de una madre que quiere a un hijo, pero como a un hijo.

Estuvimos teniendo vida normal, bueno, lo que yo creía que era normal, porque en mi mente no paraban de surgir dudas y deseos de volver a follarme a mi madre. Pero por su parte, notaba que evitaba mantenerme la mirada, o hablar más de la cuenta, etc.

Así estuvimos durante un mes y medio. Entonces, un sábado por la mañana, yo me desperté y fui al baño a pegarme una ducha. Mis padres los sábados se iban a realizar andadas por la montaña, así que siempre estaba solo. Pero aquella vez, no. Se abrió la puerta de la ducha.

-        ¿Mamá, eres tú? – pregunté.

-        Si cariño, tu padre se ha ido a la montaña solo – empezó a desvestirse, aunque a través de la mampara semi-opaca sólo podía ver como su cuerpo se desprendía de prendas.

Cuando escuche como las gomas del tanga salían por sus piernas, mi polla empezó a latir. Abrió la mampara y allí estaba, puso un pie dentro de la ducha y se metió debajo del agua. Las gotas caían por su cuerpo bronceado y perfecto, mojando su pelo y sus labios. Sus tetas perfectas con marcas del sol, las gotas corrían a través de ellas, bajando por su vientre hasta su coño de nuevo con marcas del sol.

Se acerco y me besó en la boca, me agarró la polla, que estaba morcillona, pero no estaba completamente dura.

-        ¿Qué pasa cariño? ¿Tu madre ya no te pone? – me dijo mientras se agachaba.

Se metió la polla en la boca, y empezó a comérsela, dejando la lengua fuera para succionar cada vez que se la metía dentro. Con su otra mano empezó a tocarse el coño, yo por mi lado, empecé a mover la cadera para clavársela más, lo que le producía arcadas que aguantaba como nadie.

La cogí por debajo del brazo y la levanté, le di la vuelta y se apoyó con las manos y las tetas en la mampara, se puso de cuclillas e inclinó su culo hacia mí, presentándome su coñito. Agarré mi polla y la situé en la entrada.

-        Ahhhhh joder, la echaba de menos mi amor – me dijo cuando la atravesé de una, y sin parar ni un momento, empecé a bombear como un cabrón.

-        Dios, ¿te gusta perra? – no sé porque cojones, pero me salió llamarla perra.

-        Ah sí, sí, soy tu perra – yo flipando.

Le cogí un muslo y lo levanté, ella apoyó el pie en los azulejos. Así podía metérsela mejor, y sí que fue mejor, empecé a estocarla como un salvaje.

-        Me voy a correr cariño – me decía mientras me cogía del antebrazo.

-        Oh dios mamá, me corro – Pero seguía bombeando, con una mano en una pierna y la otra en la cintura, apretando fuerte.

-        Córrete dentro amor, córrete – y empezó a gritar, solté su pierna, la dejó en el suelo y se agachó para ofrecerme su culo y su coño más abierto.

Empecé a empotrarla fuertemente, ella apoyada solo con las manos en la mampara, se abrió la mampara la cogí de los brazos, por la altura de los codos, y me la follé mientras gemía como una verdadera perra y me corría dentro de ella.

Volvimos a cerrar la mampara, nos quedamos abrazados bajo del agua, hasta que cogí el champú y se lo eché por el pelo. Y mientras me abrazaba, yo le limpiaba el pelo.

No volvió a ocurrir nada más, después de 4 meses, quise sacarle el tema un día que nos quedamos solos y tenía muchas ganas de volver a tenerla desnuda, pero me dijo:

-        La hemos cagado cariño, tengo mucho miedo de que esto nunca termine. – entonces sabía que se había terminado.

Y apareció el miedo y la vergüenza por todo lo que había ocurrido en esa familia.

Como les dije, esto es distinto cuando se explica poco a poco, ahora simplemente piensan que soy un degenerado, pero si llego a decirles simplemente que me he follado a mi madre, ¿qué pensarían?

Bueno, hoy en día, estoy completamente enamorado de una chica que tiene dos años menos que yo, vivimos juntos en un piso en Granada, a veces vamos a Madrid a visitar a mi familia, comemos juntos y charlamos como cualquier otra familia. Cuando me despido de ellos, el abrazo que le doy a mi madre es tan acogedor, el amor filial es verdadero, siento que sigo siendo su ojito derecho.