Miedo Entrega Placer

Estas desnuda, indefensa, no sabes como has llegado a esa situacion... pero vas a disfrutar, a sentir.

Miedo

¿Cómo he llegado a esta situación?

Recuerdo una cama de forja y unas sábanas de seda negra.

Recuerdo, porque ni veo ni puedo moverme.

No veo porque me han vendado los ojos. No recuerdo con qué, pero es suave.

No puedo moverme porque estoy atada a la cama, con los brazos y las piernas abiertas. Desnuda. Vulnerable.

Oscuridad. Intento despejar mi mente, concentrarme, agudizar los sentidos que me quedan.

Flota en el ambiente un aroma agradable, dulzón. ¿Velas? ¿Incienso? Creo que ambos.

Sólo oigo mi respiración.

Debería sentir miedo, pero no es así. Estoy aquí, expuesta a cualquier cosa, ¡tranquila! No lo entiendo.

Intento recordar, pero los límites de mi memoria están marcados por los márgenes de la cama. Más allá no hay nada.

¿Cuándo me desnudé? ¿Quién me ató? ¿Por qué lo consentí? No puedo recordar.

¿Qué pasa? Alguien me ha cogido el pie izquierdo. Por sus manos noto que es un hombre. ¿Dónde está el miedo?

¿Qué hace? Se ha introducido mi dedo gordo del pie en la boca y a la vez me acaricia la pierna, despacio, suave.

Por un instante, intento cerrar las piernas, patalear, pero es imposible, este cabrón ha hecho bien su trabajo y estoy bien atada.

Él sigue con lo suyo. Se desentiende de mi pie y empieza a besarme la pierna, subiendo, subiendo, hasta la cara interna de mi muslo. Ahí se detiene, lamiendo y besando, lamiendo y besando, tiernamente, como si creyese que me voy a romper.

¡No! ¡No! ¡No! Algo le pasa a mis pezones, noto como se endurecen, cómo empiezan a hincharse ligeramente. No debería, pero ¿puedo evitarlo?

Ahora noto su cabeza entre mis piernas, pasando de una a otra, de un muslo a otro, pero sin detenerse en el centro. Noto su aliento cálido cuando deja de lamerme y besarme un muslo y pasa al otro. Él sigue.

Pero no se detiene en el centro. Y sigue. Dios. Un muslo, otro muslo... su aliento. Al centro por favor, a mi sexo. Estoy húmeda, mucho. Él lo sabe. No se detiene en el centro. Se lo ofrezco, pero no lo toma. Me besa en el estómago, en el ombligo. Calor.

Entrega

Empiezo a descubrir terminaciones nerviosas que no sabía que tenía. Calor.

Sigue besándome en el estómago, la pelvis, otra vez la cara interna de los muslos. Pero no va al centro. Noto mi boca húmeda. Mis labios calientes. Pero no va al centro.

Noto las sábanas negras mojadas, debajo de mí. Es por mi culpa. Sabe lo que hace, pero intuyo que todavía ni ha empezado. Dios.

¿Qué pasa? ¿Dónde está? Ha desaparecido. No oigo nada. No veo nada.

Voy a explotar y se ha detenido. Calor. Espero. Húmeda. Calor.

Sin previo aviso noto su aliento en mi sexo. Me corro. Explosión. Sábanas mojadas. Sin tocarme. Ha sido su aliento cálido.

Muy lentamente, con la punta de la lengua, empieza a acariciarme el clítoris, despacio, suave. Muy despacio. Muy suave.

El único nexo de unión entre su cuerpo y el mío es ese.

Y sigue, despacio. Mucho calor. Introduce su lengua en mi sexo, me lo lame de abajo arriba, de atrás hacia delante y al final de ese recorrido parece que le diera un latigazo a mi clítoris con la lengua. A la quinta vez me corro de nuevo.

Lo sabe.

Se ha ido. Otra vez. Es mío. No sé quién es. No sé cómo es. Da igual, es mío. No sé si es feo, guapo, alto o bajo. Da igual, es mío.

Noto algo sobre mis pezones, sobre mis pechos, mi estómago, mis piernas.

Líquido. Frío.

Al momento siento sus manos, fuertes, suaves, por todo mi cuerpo, extendiendo esa sustancia que me va a volver loca.

Me masajea los pechos que se escurren entre sus dedos, me presiona los pezones que van a reventar.

Apoya sus manos en la cama, una a cada lado de mi cara, y empieza a restregar su miembro contra mi sexo. Mi sexo, vulnerable, deseoso. Su miembro, durísimo, ansiado. No me penetra. Sigue restregándolo. Dios. Entra dentro de mí, me oigo suplicar. Estoy abierta, deseosa. Sufriendo. Disfrutando. Sigue restregando su miembro contra mi sexo. Me besa en la boca. Le devoro. Loca. Le beso como si me fuera en ello la vida. Y sigue restregándose, frotándose, contra mí, conmigo.

De repente se para, presionando fuertemente con todo su miembro, mi clítoris. Y creo morirme. Otra vez.

Descanso. Me da cinco segundos. Me besa...

Placer

Se mueve. Deja de besarme.

Noto sus rodillas junto a mis glúteos. Entre mis piernas.

Me lo imagino sentado sobre sus piernas, arrodillado, contemplándome. Admirando su obra. Porque si esto no es arte...

Me coge el culo. Siento sus manos en mis nalgas, resbaladizas gracias a ese ungüento maravilloso. Me eleva ligeramente y mete sus rodillas debajo. Sólo toco las sábanas mojadas con mi espalda y las plantas de los pies. Sigue masajeándome el culo. Noto su miembro entre mis piernas, poderoso. Mete la punta y voy hacia él. Se separa. Voy hacia él. Sólo un poco. Sus manos en mi culo. Él dentro de mí, sólo un poco. Controlando. Una y otra vez. Necesito más. Lo sabe. Quiero más. Lo sabe.

Su mano izquierda suelta su presa. Sigue dentro. Un dedo roza mis labios e instintivamente lo chupo, lo chupo, me gusta. Pero me gusta más lo que hace después. Lo lleva, mojado, a la entrada que todavía está libre. Describiendo círculos sobre él, hinchado, pidiendo.

Tras lo que me parece una eternidad, su miembro continua entrando en mí un poco. Otro poco más. Y más. Dios. Está dentro de mí. Entera. Despacio. Despacio. No. Más rápido, más rápido. Su dedo dentro de mi culo. Sus embestidas cada vez más rápidas. Más. Calor. Placer. Su mano derecha agarra mi nalga como si quisiera arrancármela. Toda dentro. Más rápido. Me clava las uñas. Toda dentro. La siento en lo más profundo de mi ser. Una y otra vez. Una y otra vez. Calor. Placer.

Me viene. Noto cómo se acerca a toda velocidad y estalla dentro de mí. Me corro. Dios mío. Se corre. Empujando dentro de mí como si quisiera atravesarme. Siento el placer hasta la punta de los pies. En mis pechos.

Se tumba sobre mí. Con cuidado. Todavía dentro de mí. Y me besa. Con ternura.

Soy feliz.