Miedo al miedo
El miedo a no satisfacerla. El miedo a no disfrutar. El miedo a no sentirte como los demás. No es la primera vez que los siento.
Voy de camino a la zona de discotecas de la Isla. Acompañado. Unos amigos están de visita durante unos días. Ninguno tiene pareja. La salida nocturna es obligada. Tenemos que pasarlo en grande.
Llegamos a una de las más animadas. Donde es más fácil ligar. Siempre está llena de turistas buscando polla. Aquí conocí a la turista inglesa la primera vez que estuve en la isla . Hay demasiada cola para entrar. Hay muchísima gente estas semanas en la Isla. Me acerco a hablar con uno de los porteros para ver si podemos entrar sin esperar. Suelen tratar mejor a la gente que vive aquí todo el año. A los que no somos turistas. No parece muy predispuesto a hacernos el favor. No les interesa llenar la discoteca de tíos. Le digo que solo voy con tres amigos que han venido de visita unos días. Que les quiero enseñar el mejor local de la zona. Me pregunta por ellos. Quiere asegurarse de que no van demasiado borrachos. Me giro y veo sorprendido que no están. El portero me dice burlón que pase para adentro. Que no pasa nada porque no tenga amigos y vaya solo.
Retrocedo sobre mis pasos y advierto que están entrando a la discoteca de al lado junto con una de las chicas de relaciones públicas. Las que te comen la oreja para que entres a su discoteca y no a las demás. Siempre con escote o minifalda. Hay que evitarlas siempre. Son super simpáticas hasta que entras dentro. Luego desaparecen. A veces incluso sin invitarte al chupito prometido. Es una perdida de tiempo intentar ligar con ellas. Están trabajando. Sino te ignorarían por completo. Al final de la noche si les apetece follar lo más probable es que se vayan con alguno de los camareros musculosos del local.
Les hago una señal para que no entren pero no se percatan. Desaparecen tras la puerta. Ni siquiera se han dado cuenta de que yo me he quedado fuera. Están ansiosos por empezar a acosar a todas las guiris de la pista de baile. Si ligas es fácil follar. En Barcelona casi nunca lo consiguen. Follan mucho menos de lo que les gustaría. Como casi todos los hombres. Voy tras ellos. Llego a la puerta y el portero me detiene. Tengo que pagar la entrada. Le digo que mis amigos acaban de entrar con una de las chicas pero le da lo mismo. No es negociable. Ni siquiera diciéndole que soy de aquí. No tengo problema con pagar, pero si con tener que ir detrás de los demás. Borregos. Saco la entrada y accedo a la disco. Mis amigos están en la barra más próxima como esperaba. En busca del alcohol que les va a dar el valor para hablar con todas las chicas que se les pongan delante. La relaciones públicas está con ellos. Con un vestido negro escotado y muy corto con el que muestra sus largas piernas. Me acerco y les recrimino haberme dejado atrás por un par de tetas que yo no tengo. No hacen mucho caso. Ella se ríe. No pretendía hacerme el gracioso. Y menos con ella. La ignoro. Como mis amigos están ocupados en intentar captar la atención de la camarera para que les sirva, la relaciones publicas me habla a mi. Me mira divertida y me dice que le gustan mis ojos. Con una mirada y una sola frase ya lo ha dicho todo. Parece injusto que para ellas esto sea tan fácil. No es muy guapa cuando sonríe pero tiene muy buen cuerpo:
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No me lo pienso dos veces. Miento. Le digo que es igual de pesada que todas las relaciones públicas la Isla pero más guapa que la mayoría. Ríe. Ha sido como contestarle que si, que quiero follar con ella. Apenas hablamos un poco más y ya le estoy preguntando a qué hora termina. A las 2:00. Quedamos en la puerta. Ha sido un golpe de suerte. No soy ningún seductor. No puede empezar mejor la noche.
Seguimos en la misma discoteca. Se me está haciendo eterno. No puedo beber mucho por la medicación. Por si acaso. No puedo tontear con guiris porque la relaciones públicas no hace más que ir de un lado a otro y podría perder el interés si me viera babeando detrás de otras. Hay muchas tías buenas en minifalda. La mayoría no tiene más de 20 años. No me gusta bailar a no ser que vaya borracho o drogado. Solo puedo esperar.
Estoy nervioso y puntual a las 2:00 en la puerta. Me hace esperar pero se que está dentro. Cinco minutos. Diez minutos. Aparece. Se para a hablar con los porteros. Sigo esperando. Cinco minutos más. Diez minutos más. Me saluda alegre. Le propongo ir a tomar algo a otro sitio. Tengo más seguridad en mi mismo cuando estoy con una chica borracha. Es más sencillo. Dice que está cansada de trabajar. Prefiere dar un paseo. Damos ese paseo. Hasta su piso. No estaba lejos. Ni siquiera sabía que íbamos hacia allí. Solo me he dejado llevar. No hay ningún momento incómodo. Me invita a subir con total normalidad. Como si ya lo hubiéramos hecho otras muchas veces y yo no fuera un desconocido que pudiera golpearla, atarla y robarla. Esta noche le apetecía follar y yo he sido el elegido. Se que esto no me va a ocurrir muy a menudo. Sobretodo porque nunca salgo de noche por la Isla si no recibo visitas de amigos. Me pongo algo nervioso. Además trabaja aquí. Si me la follo bien querrá quedar más veces. Cuando quiera sexo y no tenga ganas de follarse de nuevo a algún camarero musculoso ni a ningún turista borracho. Me siento presionado por mis propios pensamientos. Tengo que tener una buena empalmada, follarmela y darle por lo menos un orgasmo. En la cama no se puede usar la cabeza. Los hombres deberíamos tener un botón detrás de la oreja para poder desconectar nuestra parte racional y actuar por instinto. Como animales.
La tensión no me deja disfrutar de los preeliminares. No es la primera vez que me ocurre. El miedo al miedo me crea ansiedad. El miedo a vivir una mala experiencia que ya se ha vivido con anterioridad. Es el origen de mi problema. La psiquiatra me explico que si los temores no se atajan a tiempo se convierten en fobia. La mala experiencia es el detonante. Un mal estado anímico y una mente con cierta tendencia obsesiva hacen el resto. Acabas sintiendo ansiedad tan sólo por anticipar una situación que todavía no ha ocurrido y seguramente no va a ocurrir porque vas a acabar evitándola por culpa del miedo. Algo que no puedes explicar porque prácticamente nadie entiende si no lo ha vivido antes. Cualquier situación que la ansiedad pueda arruinar es susceptible de convertirse en fobia. Desde la más compleja hasta la más sencilla como puede ser el sexo.
El miedo a no satisfacerla. El miedo a no disfrutar. El miedo a no sentirte como los demás. No es la primera vez que los siento.
En los años que estuve con mi ex deje de usar preservativo. Tomaba la píldora. Mi polla se acostumbro a follar a pelo. Embutirla en latex le produce una desempalmada instantánea. No hay manera de mantenerla dura. Se asfixia y muere. Tras la ruptura, conocí a una chica que le dio color a mi vida de nuevo. Fue un fin de semana especial. Hasta el momento de la despedida. En la cama del hostal. Horas antes de que partiera su tren. Mi polla falló estrepitosamente y no volví a saber de ella. Tampoco podría follar sin preservativo con una desconocida. Si se lo propusiera y me dijera que si, es que a todos los demás también se lo permite. Una estúpida que folla siempre sin protección y que podría pegarme el SIDA. No estoy dispuesto a arriesgar tanto por un polvo. Solo podría si me demostrara su sensatez diciendo que no. Pero entonces tendría que forzarla o violarla para que me dejara hacerlo sin condón. Paradójico. La única excepción a todo esto es que fuera virgen, guarra y virgen. Para metérsela de manera natural como buen cristiano en su coñito inmaculado. Sin ansiedad.
Mi polla es como un tío vivo. Sube y baja. Sube y baja. Es una batalla entre el deseo y el miedo. Siento angustia. No consigo controlar mi estado. Solo hay una solución. Me concentro en ella. Tengo que darle uno de los mejores orgasmos que haya tenido esta semana. Bajo su vestido hasta el ombligo deslizando los tirantes por sus brazos, le quito el sujetador y dejo sus excitados pechos al aire. La beso, la acaricio recorriendo su cuerpo y vuelvo a empezar. Hasta que su entrepierna no puede estar más húmeda. Busca bajo mi pantalón y agarra mi polla con fuerza. La tengo firme. Ella espera que la penetre. No lo hago. Continúo deleitando su cuerpo con mis manos y labios. Meto mis dedos por debajo de su braguita y la masturbo. Se desespera de placer. No dice nada. Está super cachonda. Es el momento ideal para deslizar mi cabeza entre sus muslos. Tengo que conseguir que se corra. Es la única manera de que no le importe ver mi polla flácida en caso de que tenga un gatillazo por la ansiedad. Su clítoris enloquece con mi lengua. Me agarra del pelo y noto como cada vez lo aprieta con más fuerza. Va en camino de su climax. Le como el coño con toda mi alma para conseguirlo. Tengo la polla super dura porque he dejado de pensar en ésta. Si me detuviera a buscar y colocarme un preservativo seguro que se encogía en cuanto lo viera. Sigo con el plan. Parece que su orgasmo se resiste durante minutos en los que ella se retuerce sobre la cama. Finalmente siento un doloroso estirón en el pelo. Ha llegado.
Me coloco a un lado mientras ella queda extasiada tumbada boca arriba sobre la sabana. Es mi turno. Ya no siento tanto nerviosismo. Ya no tengo tanta presión. Me desnudo, saco el condón de mi cartera y me lo coloco rápidamente para aprovechar la empalmada de mi polla. Siento palpitaciones. El corazón me golpea rápido y fuerte contra el pecho. Sin esperar un solo segundo me vuelvo a colocar sobre ella. Aparto su vestido. Aparto su braga. Se la meto. Ya está dentro. Firme. Ella la recibe con una sonrisa en la cara. La follo duro. Sin pausa. Ni siquiera pienso cambiar de postura. No quiero arriesgarme. Me relajo. Empiezo a disfrutar. Mi polla está cumpliendo con su finalidad en esta vida. A la perfección. Tanto que enseguida llega lo inevitable. No importa. El placer es mío. Me corro. Cojo aire, aliviado. Para ella habrá sido una buena noche. No pensará que soy un tío raro. Un perdedor que hay que evitar.
Me siento en paz. Se que esta sensación solo durará unos días. Se que volveré a sentir ansiedad la próxima vez me encuentre en esta situación. Tengo que superarlo.
Permanezco tumbado escuchando tan sólo el sonido de nuestra respiración. Sin pensar en nada. Relajado. Ella cae dormida tras unos minutos acurrucada sobre mi pecho. Estaba muy cansada del trabajo.
Aprovecho para levantarme y marcharme. No sin antes guardar un recuerdo:
Foto: http://1.bp.blogspot.com/-qWTy5W2iOrU/Tle-yOSx8LI/AAAAAAAAAFI/Y9-8cZIxJxI/s1600/dormida2.jpg
Necesito desplazar de mi mente todas las experiencias negativas que he vivido y la inseguridad y obsesión que me producen. Necesito tomar esta foto para no olvidarlo. Sin que se le vea la cara. No quiero que nadie la reconozca si la publico en mi diario. No lo merece. Me ha abierto sus piernas para luchar contra mis miedos. Sin saberlo. Todo el mundo toma fotos en sus vacaciones de bonitos lugares y paisajes para recordarlos. Fotos que guardan para no volver a ver nunca más. Para mi no hay nada más bonito en el mundo en este momento que sus largas y preciosas piernas. Para mi esta foto es especial.