Miedo adolescente #2

Una niña se decide a seducir furtivamente a viejos

_Recomiendo que os leáis el anterior capítulo (el prólogo) , para el entendimiento completo del aquí presente. Asimismo dedicar este relato a los usuarios:

.”Ana”

.”Indigo”

.”rejucilo”     por su apoyo en el anterior capítulo_

La luz proveniente del alumbrado de las farolas producía un contraste sumamente apaciguador.

A medida que me alejaba de la boca de metro  mi cuerpo comenzaba a añorar esa lejanía de aquel lugar. Mi zona de confort racional no sólo se resentía de lo que estaba a punto de hacer sino de lo que ya haría más tarde.

Era la encrucijada de mayor relevancia que yo me imponía a mí misma como eterna prueba de supervivencia, como prueba de poder crecer. Así era mi percepción. “Crecer”. Poder desarrollarme sin renunciar a ninguno de mis apetitos, de mis taras, de mis exorbitantes deseos, pudiendo decir que había sabido reconocer mis miedos y temores y haberlos sometido hasta dominarlos sin ningún ápice de clemencia.

Sin embargo, era el miedo lo que me dominaba a mí en esos instantes.

Bastantes, quizá excesivas, eran las ocasiones en que en aquel recorrido incierto me detenía en los fríos bancos. Los tomaba como tregua a tal cruzada hostil que se libraba en mis pensamientos.

Avizoraba el panorama en el que me hallaba. Apenas había transeúntes en la vía pública, la noche caía cerrada y a los ojos de aquel infausto cielo que me observaba me decían que mi presencia no armonizaba con la escena. Retomé el diálogo con la luminiscencia de la farola, la cual supo situar un islote de buen presagio en aquel mar de dudas embravecido en el que me hallaba.

Tal vez fuera la aparición de aquel buen augurio, quizá fuere el frío que se filtraba desde mi atrevido escote hasta los pies, mas lo cierto es que me levanté y me dispuse a concluir mi tan discurrido proceder.

Divisé un hombre de mi gusto. Sobrepasaba los cincuenta años, su mono de trabajador le comprimía su cuerpo de forma que podían adivinarse apariencia pese a la penumbra ya señalada. Era corpulento debido seguramente al oficio que desempeñaba, poseía un pelo largo desgreñado y oscuro y un cigarro ya consumido en su mano izquierda la cual estaba adornada con reloj deportivo sencillo.

Se encontraba apoyado en la pared de un modesto establecimiento de bollería cerrado hacía varias horas. La puntualización de esto me hizo tomar mi móvil y revisar la hora.

“22:42”. Entrar en contacto con los últimos mensajes de texto me concienció de una localización que al menos no la había perdido, mi rastro quedaba reflejado en mis recientes conexiones. Eso me supo sosegar de cara a posibles acontecimientos que no quería ni considerar.

“Pásatelo bien con Alba, cariño y no le des mucho el coñazo a su madre que ya sabes cómo está con lo de su divorcio. Mañana ven a comer a casa que viene tu abuela y bien sabes que te quiere ver”. Respondí con un seco “ok, tq mamá” y con una sonrisa para mis adentros fruto de la inocencia que veía en mi madre.

Inocencia que no tardó en aparecer en mi contra en el transcurso de aquella no

Tras esto me acerqué a aquel hombre aparentando en mis dubitativos pasos una seguridad que no había alcanzado por completo, algo que el tembleque de mis piernas se hacían cargo de testimoniar:

  • Perdone, no sabrá usted qué hora es, por favor

*  Claro que sí, cariño, son menos cinco casi. ¿Qué pasa que te has perdido o algo?

Todo marchaba como suponía. Sus ojos se habían percatado de mis abultados pechos, así como la dramatizada ingenuidad en mis palabras habían conseguido excitarle.

Su pregunta era tan usual que de forma ágil me determiné en continuar con aquel papel de “niña buena” que tanto disfrutaba interpretando:

  • Puede que me haya perdido, al menos tú me has encontrado, ¿no?

*  Con que traviesa pareces ser ehh… aunque igual se están preocupando tus “papis”

Mi ardiente mirada se clavaba en su paquete sin ápices de pudor y mi lengua humedecía mis labios. Pese a que sus palabras parecían inclinarse a que la situación le sobreponía,  su expresión corporal me alertaba de que quería saber hasta dónde mi atrevimiento era capaz de llegar, de que quería follarme.

  • Estén preocupados o no, lo que está claro es que no están aquí para ver lo que hago…y dejo de hacer.

*¿Y eso es bueno o malo?

-No sé, cielo. ¿Tú qué crees?

La necesidad de secarse las manos por el incipiente sudor, su forzada sonrisa  y su erección bajo su mono hacían que su creciente nerviosismo le delatase. Sus ya de por sí escasos recursos en la conversación no hacían más que señalarle como culpable. Culpable de no haber podido evitar caer en la tentación que la osadía de que una niña como yo le estuviese seduciendo, algo que seguramente hiciese que su anillo de boda ardiese en su más podrida conciencia más adelante.

*¿Te has poniendo un pelín granujilla o me lo parece?

  • Si te incomoda me voy…

Quería humillarle. Pagar con él todo el miedo que había sufrido esa noche. Hacer que se arrastrara y reconociera la depravación que estaba  infringiendo ante mí. Mentalmente ansiaba tener a aquel sumiso impuro de rodillas suplicando compasión por sus más intuitivos y pecaminosos arrebatos que su endeble persona no podía eludir. Verle tan sumiso a mis destrezas  hacían de mi más franco regocijo.

*No, bueno, ya quédate si quieres, o sea, si te apetece quiero decir

Esa superioridad dejaba en un estúpido segundo lugar al placer que pensaba que podría a llegar a sentir en relaciones sexuales con estos hombres. Mi enfermedad se agravaba con este maniático y singular gusto que el momento me estaba revelando.

Con una naturalidad que hasta a mí misma me asombraba, decidí que sería yo quien se arrodillaría a los pies del otro. Él se inquietaba por si algunos ojos indeseables pudieran vernos, hasta que el placer emergía desbocado por todo su ser.

Tras bajarle la cremallera que tenía el mono, me encontré con un calzoncillo bóxer bastante pringoso por leves eyaculaciones durante nuestra interacción así como un pestilente olor a orina de la propia prenda interior. Su abundante moreno vello aunque con toques canosos aumentaba en la zona de las ingles y su pelvis. El miembro, ya estaba en un importante grado de erección, era oscuro y bastante desgastado. Estaba circuncidado, y la zona del glande destacaba sobre el resto del órgano por su tamaño y un color rosado y lubricado por su propio semen que se me hacía muy apetecible mientras palpaba con mis dedos sus gruesos genitales

Sonreí con cierta picardía mordiendo sugerentemente mis labios, algo que él respondió con una corrida desenfrenada y que hizo que el mismo pene se elevara debido a ese efecto

Antes de que más leche se desperdiciara me introduje toda su polla en mi pequeña boca de “niña buena”, mientras seguía mirándole. Retándole a elevar la escena hasta que su vicio superase límites que ni él mismo concebía.

Continuará

*Nota de autor:

He aquí mi primera obra, soy muy joven, y novato y , por tanto, aún me queda mucho por desarrollar y ofrecer

El relato será íntegramente subido según el apoyo que vea en el siguiente y tomo de esta obra

Ando muy ilusionado en esta nueva forma de literatura que hoy empiezo con todos vosotros.

Disculpad las faltas ortográficas y demás posibles errores.

Os agradezco vuestra lectura y vuestro tiempo.