Microantología Incompleta Vol. V Letras dedicadas

Las autoridades sanitarias, si no estuvieran liadas con un asuntillo, advertirían que conocer mi lado más sensible provoca subidas de glucemia, ganas de vomitar y/o enamoramientos pasajeros.

Ceremonia de coronación

En virtud de lo recogido en el artículo único de mi birriosa constitución y según establece el reglamento vigente (cuidado para qué usa las reglas), al orbe entero hago  saber henchido de orgullo y satisfacción (tenía que decirlo) que la señora ****, princesa de las teclas y de las fustas, condesa del trasnochateo, señora de los chinos a domicilio, marquesa de mis desvelos, aspirante a mis suspiros, gobernadora de ínsulas baratarias desbaratadas e ingobernables, dueña de todos los territorios allende la M-30, musa de poetas asonantes y un tanto sonados, letrista de canciones ajenas, crítica cinematográfica, montura de Pegaso alado, consultora vacacional especializada en Semana Santa, reina de corazones sin guillotina, ¿reina de picas picajosa? toma posesión de este su reino, y para que conste en los libros de historia y en los másters de sexología, firmo y suscribo:

Yo, su sirviente sumiso insumiso. Vos, mi reina.

Historia del Arte

El caballero de Olmedo, después de conocerte, se asemeja a un Arlequín de Picasso. Y no sólo porque tu charla lo vista de alegres colores, incluso yo, sin gafas y después del baño, cuando me miro en el espejo, acuarela borrosa acaso, me veo desde tantas perspectivas que no reconozco el aguafuerte del reflejo. Como si hubieras construido un pórtico rococó delante de una simple fachada román(t)ica. Yo el Obradoiro, tú, si quieres, mi obra d’ouro. No sé si se dice así, que me perdonen los gallegos, pero algo me dice que nunca completaré el camino, que me quedaré en el Bierzo, asaltando el castillo templario hasta rescatar a la princesa como un viejoven SuperMario.

Tú la musa, yo la mousse, tú el chocolate, yo el churrito feliz, valla por delante el desliz. Yo Dante, tú Beatriz, yo Petrarca, tú mi Arcadia pastoril. Yo Mirón, tú mi discóbola desgranando singles. Mi Van Eyck, mi Sorolla, mi Tiziano, mi Murillo, mi Leonardo, yo la rima, tú mi Goya. Tú mi esfinge, mi Caríatide, mi Olympia olímpica, mi persistente memoria, mi bailarina de Degás. Tú mi Venus del espejo, mi hilandera, mi borracha acompañada, yo la lanza, tú mi rendición en vena, mi, espero, viejita friendo huevos, tú mi Menina, yo tu AnaMourado (foram tantos anos sem imaginar o dia sonhado da noite mais louca nas ruas da vida com ela a damçar).

Mi Atenea, mi Afrodita, mi Victoria, mi empate, mi derrota. Mi Partenón, mi Alhambra, mi Giralda, mi Versalles, mi ma Dâme, no lo quiero en plural. Tú mi Coliseo, yo un gladiador sin mucho peso. De Córdoba la Mezquita, tú la Santa y la Sofía, yo los frescos, tú mi Capilla Sixtina ¿Qué surgirá cuando unamos los dedos? Tú mi Botticelli, mi Bruneleschi, mi Miguel Ángel, mi Corbusier, mi Gehry. Tú mi sexóloga, yo tu fosterito. Tú mi Renoir, mi Caravaggio, mi Pollock, mi Rafael, mi gran noche, tú mi Kandinsky, mi Marc, mi Rothko, mis besos en tus zapatitos rojos.

Mi Gioconda, mi Dulcinea, mi Helena, mi Julieta, mi Dom Pedro y donha Inés, mis amantes de Teruel, maravillosa ella tonto enamorado él. Tú mi Verdi, mi Beethoven, mi Mozart, mi Sacre Coeur, mi Prado, mi MoMA. Tú mi todo, yo te quiero toda. Tú mi castillo, mi alcázar, mi catedral, Herrera-Churriguera terminamos, mi reina, en el Escorial; monasterio, ardiente parrilla y panteón real. Juntos podemos armar la de San Quintín, hacer arder Troya, ¿qué me dices, tú las pinzas y yo la prosa?

Al compás de la aurora

La aurora en plena madrugada desvela mis sentidos. Destello de luces, viento, influjo de luna, hace que la sangre, alegre, afluya. Agolpada, alocada, en fin, engolada, mal poeta sería si únicamente se me ocurre rimar en dura. En el desierto blanco dos cuerpos, una isla de calor entre témpanos de frío. Cucharita, cuchara, cucharón, con una sola púa pincha el tenedor.

Mi crecida presencia allí, entre tus muslos, te hace separar las pestañas muy despacio, casi por fascículos. Todas las noches haría la colección; Sile, sile, nole!!, este lo tengo repe pero no lo cambio por ninguno. Tus pupilas despiertan con curiosidad de erudición permanente. Mi nariz, con ínfulas de resabiado sabueso, husmea los bajos fondos de tu nuca. ¿Te conté que renuncié al caso de la rubia platino? Cuando beso tu hombro de tus labios escapa en forma de suspiro una canción, un edicto, un quejío.

Y después mis manos, termómetro fidedigno, disuelven el abrazo nocturno para avivar el fuego: templado, templado, caliente, me quemo. Los mejores bailes empiezan moviendo sólo un par de dedos. Tú y yo sumados ya somos uno. Un tango ceñido, arrabalero, porteño, comienza el movimiento. Clarines y timbales, destellos, luces, viento, fuegos artificiales, fly me to the moon, ¿a qué saben los polvos estelares?.

Insomne te sueño mejor

Insomne te sueño. Repaso acontecimientos, reescribo conversaciones que pudieron cambiar el curso de nuestra historia, buscando ahora esa respuesta que alivie la pesadilla, esa palabra que te haga presente y carnal aquí en mi cama, entre estas sábanas tan estiradas que exigen arrugas, en esta postura mía al dormir que lleva años guardándote un hueco.

Ya lo sabes, si te he esperado hasta ahora puedo seguir aguardando, como ese poeta en paro que busca una musa que lo mantenga colgado de las estrellas, desechando posibilidades más cercanas, plausibles y prosaicas. Te espero porque eres tú, porque sospecho que a tu lado mi luna se instalará en una perpetua fase creciente, porque, como el quitamanchas más eficaz, bastarán unas gotitas de tu luz para disolver mis tinieblas, porque de tu mano hasta se podría pedir un deseo a los problemas que, cual perseidas, surcan esta noche mi cielo en un ejercicio de arriesgada antifragilidad. Sospechas, ya ves, sólo sospechas, demasiadas hasta para el más principiante de los detectives, pero yo... Déjame que me agarre a tus indicios. Aquí me tienes con mis sospechas, esperando que des el paso, dispuesto a acompasar mi zancada con las tuyas.

Pero ahora se hace tarde y los despertadores comienzan su jornada y yo todavía quisiera acurrucarme, cinco minutos más, aunque sea, déjame soñarte cinco minutos más. Permíteme que cierre los ojos y abra una sonrisa y deje que sea la imaginación la que complete el sueño, la que te saque de tu encuadre cenital, la que dé vida a ese sujetador azul que tanta vida guarda, y que te ponga en movimiento. Detrás de mis párpados, únicamente detrás de mis párpados, tus dedos expertos ya han soltado el cierre, y mientras mantienes izado el sostén, tu brazo contrario cruza tu pecho hasta que... Dejas caer la lencería y los brazos, haciendo que el amanecer se asemeje demasiado al resto de amaneceres, cuando es la naturaleza la que me presta lo que tú me das esta noche. Pero todavía no es de día, todavía estás aquí, medio desnuda y en mi sueño, así que... "Perdona si te hago el amor-te digo-, sé que la señorita gusta de otras cosas, pero ya me conoces, soy muy ñoño y tocayo del Ubago..."

Esperando la aurora

Esperando la aurora

Caminé a tientas en la noche

Buscando una luz en el vacío

Destellos, reflejos, faros de coche,

Mi yo perdido, ¡y aquel frío!

Un frío intenso, blanco, polar

Sin ser yo un héroe valiente

A nadie puede extrañar

Que tornándose caliente

La aurora fuese boreal

Espectáculo, luces, magia

Canciones, poemas, charlas

Abracadabrante dama,

Al conocer el truco

Tiene aún más gracia.

Vendrán, deseo, los sábados sabadetes,

las largas mañanas de domingo,

los viajes al mar, al Bierzo, a la Feria de Albacete,

Pero siempre será mi mejor verso

El haberte conocido.

Con el debido respeto, señorita

Con el debido respeto señorita, le advierto a usted que el día menos pensado mando a paseo los desafíos neuronales que me plantea y en los que sale usted siempre vencedora, y rompiendo este confinamiento que ya no hay bizcocho que lo endulce, me planto en su casa le pese a la autoridad sanitaria a la que le pese; y, de las mismas, planto mis manos en sus hombros y empujo su cuerpo hasta que su espalda choque con la pared más cercana. Y ya pueden mandarme la legión, que no habrá cuerpo uniformado que detenga esta fuerza mayor. Y antes de que se diera usted cuenta me tendría arrodillado, entre sus piernas y bendiciendo el teletrabajo que planta delante de mis ojos ositos, cerecitas, corazoncitos o cualquier otro minúsculo estampado que guarde su mayúsculo cuerpo. Y entonces, previo tirón decidido y definitivo y para no diga usted que no le aviso, vaya usted entrenando, más le valdrá aguantarse a la pata coja, porque pienso pasar su muslo derecho por mi hombro izquierdo hasta sobrecargar su cuádriceps y mis cervicales. Si antaño el pan se besaba por considerarse bien sagrado, usted convendrá que cuando uno encuentra semejante maná en estos cuarenta años de vagar por el desierto, uno no puede por menos que besarlo, lamerlo, sorberlo, untar y rebañar bien la salsa hasta que no le quede más remedio a uno que chuparse los dedos. Sepa usted que a uno le enseñaron a no dejar nada en el plato, y con este hambre atrasado con la que vengo, le digo que, lo mismo, hasta repito.

Luego ya, si eso, empezamos con las presentaciones.

He dicho.