Michelle primera parte
Mi historia
- Qué bonita es!
Estaba comprando con mi madre en el hiper cuando ella había cogido una braga de la percha.
Soy hijo único y nuca he conocido a mi padre, tengo trece años y como vivo solo con mi madre solemos hacer cosas juntos, hoy estábamos de compra.
Después de unos segundos, no sé cómo me salió, le dije:
- ¿Me compras una?
Mi madre se quedó mirándome un momento callada y al poco siguió empujando el carrito como si no hubiera odio nada.
Seguimos recorriendo la tienda y haciendo las compras, antes de irnos volvimos a pasar por el pasillo interior y después de mirarlas bien, coge otras dos bragas una rosa y otra blanca y otra ropa
Pagó y fuimos en casa, yo casi todo el tiempo permanecí en silencio.
Al llegar a la casa yo me quedé fuera hablando con unos amigos mientras mi madre, recogía la compra y hacía la comida.
- Michel, la comida.
Me gritó desde la ventana de la cocina, al poco ya estaba sentado en la mesa.
Durante la comida no hablamos, ya cuando habíamos terminado, ella me dijo:
- ¿Por qué me dijiste que te comprara unas bragas? Eso no es de chicos.
- Me pareció muy bonita. – Contesté-
- Sí que son lindas, pero son para que las mujeres nos sintamos atractivas.
- Lo sé -le dije, - me gustó, tiene que verse muy bonita y sentirse agradable.
- Así es amor, pero no es para un muchacho.
Mientras mi madre fregaba la vajilla, yo estaba viendo tv. Cuando terminó se sentó a mi lado en el sofá. Al poco cambió el canal y puso una novela mejicana que solíamos ver juntos.
Cuando terminó la novela me fui a mi habitación a estudiar. Como a la media hora entró mi madre, llevaba una de las bragas que había comprado en su mano, la rosa.
- Toma, póntela si quieres un rato, así podrás verte y sentirla pero no quiero que te acostumbres no está bien. Yo voy a coser un rato, tengo trabajo que hacer, si quieres luego me puedes acompañar.
Me quedé mirando un momento la prenda y no pude resistir, me quité la ropa y me la puse, era tan suave y se veía tan linda. Me imaginaba lo felices que se sentían las chicas y mujeres llevando algo tan bonito y agradable. Me sentía muy bien y algo excitado.
Al cabo de unos minutos, con la braguita puesta y una camiseta que me quedaba un poco larga fui donde estaba mi mamá.
- ¿te ayudo? – Le dije.
- Te sienta bien- me dijo y añadió- ¿te gusta?
- Si mamá, mucho
- Si quieres me puedes ayudar… Pero tú no sabes coser…
- Enséñame, me gustaría.
El resto de la tarde la pasó explicándome, como enhebrar una aguja, como medir, como dar puntadas e incluso como manejar la máquina, yo probaba a hacer lo que ella me mostraba.
- Báñate, que vamos a cenar en un momento – me dijo- Y deja la ropa en el cubo para lavar.
Cuando salí del baño encima de la cama tenía la otra braguita que había comprado, la blanca, también se veía hermosa y me gustaba mucho. Me la puse y encima mi pijama.
En la cocina estaba mi mamá terminando de preparar la cena, me acerqué a darle un beso, por lo que sea me sentía muy feliz y agradecido, la sentía como mi amiga y cómplice, ella aceptó de buen grado mi beso en la mejilla y me rozó el culo notando que llevaba la prenda puesta y me sonrió.
Por la noche dormí así, de vez en cuando me tocaba para sentir lo suave de la tela, me sentía muy bien.
Cuando me levanté en la mañana mi madre estaba doblando la ropa que había lavado, me acerqué a ella y le di un beso, ella terminó de ordenar las prendas y me dio las mías, allí estaba la braguita rosa de ayer.
La llevé a mi cuarto y la coloqué en las perchas y cajones y fui a desayunar. Cuando terminé volví a mi habitación a vestirme, me puse la braguita y un pantalón y un polo de vestir.
- Hoy no vamos a salir si no quieres – me dijo mi madre – Te puedes poner más cómodo si lo deseas.
Contento fui a mi cuarto me quité el pantalón y el polo y sólo me puse una camiseta de tirantes, que no me ponía nunca porque me quedaba muy grande, parecía un vestido.
Mi madre estaba en la sala cosiendo, ella se ganaba la vida así, era muy buena modista.
- ¿Te ayudo? – Le pregunté.
- Si cielo, - me respondió – mientras me miraba con una expresión de complicidad.
Allí estuve con ella, ayudándola y aprendiendo y fijándome en sus formas y posturas y manera de moverse que intentaba imitar y así comencé a saber cruza las piernas, juntarlas e incluso a mover un poco mis caderas y hacer mis pasos más cortos al caminar.
- Ya coses bastante bien cariño – me dijo. – En la tarde puedes intentar hacer algo que te guste.. ¿Qué te gustaría?
- Me gustaría hacer una falda, ¿me ayudas?
- Claro amor, vamos a ver que tela hay que vaya bien, aunque según como sea no es fácil. ¿Cómo te gustaría?
- Parecida a la que llevan las chicas en el colegio.
- No tenemos la tela a cuadros, pero sí una tela azul que también puede quedar muy bien, vamos a probar.
Cogió de un estante una pieza de tela, como me había dicho y me dio dos vueltas a la cintura y marcó a la altura de mis rodillas.
- Para hacer las tablas necesitamos dos veces el tamaño de la cintura y para el largo…, como hay que hacer la cintura así quedará unos centímetros por encima de la rodilla.
Me llevó toda la tarde coser la falda, bueno a mí y a mi madre que me tubo que ayudar mucho. Cuando terminamos sacó una plancha y me enseñó como marcar los pliegues.
- Ya está, me dijo; ¿Te la quieres probar…?
Fui a mi cuarto y me la puse, me paré frente al espejo… era encantadora la imagen que reflejaba. Cogí un polo blanco y me lo puse, me sentía muy linda y excitado… me gustaba ver las piernas y pensar que donde acababan llevaba una linda braguita y nada más.
- Te queda muy bien, dijo mi madre cuando fui a la sala y me vio. ¿Estás a gusto?
- Sí mucho, mamá, me siento muy bien…. Es como si no llevaras nada… es raro, es bonito.
- Sí amor, es una de las cosas que más nos gustan a las mujeres poder disfrutar de nuestra manera de vestir y saberla utilizar para lo que deseamos.
- Yo siento como un poco de vergüenza pensando que debajo solo llevo unas braguitas que a los chicos les gustaría ver y que lo puedan hacer. ¿No te pasa?
- Sí, claro, y eso es lo excitante… ya me entenderás. Hay muchas cosas de mujeres que son para disfrutarlas, pero tú eres un muchacho y no sé si está bien lo que hacemos.
- Mamá yo me siento muy feliz, déjame sentirme bien, no creo que hagamos nada malo, ser feliz no es malo y a nadie hago mal.
- ¿Y a ti te gustan las niñas…?
- Sí mucho y ahora que las siento como más delicadas, aún más; pero también entiendo que a una chica le guste un muchacho…. Ahora con las braguitas y la falda lo que pienso es que un chico cuando me ve quiere verme más y quiere tocarme y supongo que si se atreve yo también a él.
- Creo que esto es peligroso amor…
- . Mamá, por favor, déjame sentirme así es maravilloso; como me veo, como me siento y hasta es bonito lo que sé que pienso.
- ¿Te excita?
- Sí.
Fin de la primera parte.