Michael, en la sala de la casa
Susana llega a su casa y se encuentra una sorpresa...
Estaban en la sala de la casa Rebeca su amiga Patricia y tres amigos: Juan, Pedro y Michael. Comenzaron a copular como conejos. Se cambiaban las hembras. Al final terminaron dándoles por atrás en posición de perrito Pedro a Rebeca, Juan a Patricia y Michael por delante se alternaba con las dos hembras. Se corrieron todos, excepto Michael. En ese momento, se abrió la puerta y entró Susana. Los atrapó in fraganti y preguntó qué estaba pasando allí:
¿Pero y esto qué cosa es? ¿Qué están haciendo en mi casa?
Mamá, -respondió Rebeca- estamos pasando un buen rato solamente. No más que eso.
Pero esto es inadmisible. En mi casa, en mi sala, en mis muebles, MI HIJA.
Lo siento, mami, pero no pensé que podías llegar temprano.
Rebequita, -intervino Michael- no le des tantas explicaciones. Nosotros estábamos follando porque somos adultos. ¿Cuál es el problema?
Ah, ¿tú te crees muy crecidito? –preguntó molesta Susana.
Yo sí, -respondió Michael firmemente- y no se preocupe, que para usted queda una polla también. Como puede darse cuenta yo no alcancé a venirme. Por lo tanto, aún queda algo que sé que usted puede sacar bien.
Diciendo esto Michael se enfundó un preservativo y fue para donde estaba Susana, la cual estaba aún con el vestido puesto y el bolso todavía lo tenía en el hombro izquierdo. La arrastró hacia una pared, comenzó a subirle el vestido y le quitó las bragas.
¿Qué crees que haces, cabrón? –Preguntó Susana, tratando de apartar delante de sí al joven musculoso que tenía arrodillado delante, el cual en comparación con ella era inmenso.
La respuesta de él no fue con palabras, sino con hechos: se pegó bien a la vagina de ella y comenzó a lamerle el clítoris. Por un gesto incondicionado ella abrió las piernas, cosa que facilitó el trabajo de Michael. Después de 2 minutos de trabajo bucal ya Susana no ponía resistencia, sino que acariciaba la cabeza de Michael y resoplaba de placer. Más bien lo alentaba:
Sigue así, puto, sigue. Chupa bien esa conchita que es toda tuya, dale. Tómate mis jugos, cabrón. Essssso, mámame bien los labios mayores. Mmmmm, Assssssiiiii. Oye, ¿qué haces?
Michael metió las manos entre los muslos y por debajo de las nalgas puso las manos en la espalda de Susana. Con el mismo impulso la levantó y se puso de pie, poniéndole el clítoris de ella a la altura de su boca y comenzó a chupárselo en el aire. Susana no aguantó y se vino copiosamente. Michael se tomó todo lo que salió por la concha de Susana. Luego la colocó en el suelo y con la verga aún erecta empujó dentro de la vagina de Susana medio rabo de un solo golpe.
Ayyyyy, mierda, dame suave que eres muy grande.
Usted tiene que poder con toda señora, –dijo Michael-. Para eso la calenté lo suficiente.
Claro que puedo, papito, pero poco a poco. No de un golpe como me hiciste ahora mismo, aaaaayyy.
Deja de quejarte tanto, puta, que lo estás gozando.
Era cierto. El mete y saca que tenía Michael hacía que la vergota aquella entrara cada vez con más facilidad en la cuevita de Susana. Ella lo notó y no protestó más. Se limitó a abrirle las piernas a aquel jovenzuelo. Michael la follaba pegada a la pared. Susana, con el vestido más arriba de la cintura y el bolso aún en su hombro izquierdo, se dejaba acariciar los muslos mientras recibía aquel potente ariete. Aún mantenía el bolso en su hombro para, delante de aquellos jóvenes, dar la idea de ser una mujer decente, pero juzgando por todo lo que estaba sucediendo, eso era lo último que pensaban de ella.
Michael la levantó en peso y le cruzó las piernas por la cintura. Le puso las manos en las nalgas y la besó. Ella le respondió el beso con agrado y él comenzó a moverla arriba-abajo durante 5 minutos aproximadamente. Luego, la pegó a la pared y el que se movía era él. Susana se dio cuenta que el orgasmo estaba cerca y comenzó a jadear. Intentó esconder los jadeos con besos en los hombros de Michael, pero no pudo. El orgasmo fue chillón.
No seas escandalosa, puta. Nadie te está matando. –Dijo Michael.
Tú sí lo estás haciendo, bandido. Me estás matando de placer con el pingón ese que tienes. –Respondió Susana, aguantando aún las embestidas de Michael, que no cesaron a pesar de su orgasmo.
Por cierto, señora, usted no me ha dado su consentimiento para follarla. Yo le estoy dando verga, pero no sé si usted está de acuerdo.
No seas cínico. Sabes que lo estoy gozando. –Dijo Susana aún recuperando su aliento.
Michael se detuvo. “Pídeme que siga”, le dijo a Susana.
Susana se moría de vergüenza al tener que pedirle a Michael delante de los 4 jóvenes que se la follara con todas sus fuerzas. Michael lo supo y precisamente eso era lo que él quería.
Susana le golpeó la espalda suavemente, como un gesto de “sigue”, pero eso no era lo que Michael quería que ella hiciera. Él le apretó las nalgas queriendo decirle “acaba de decir lo que tienes que decir”. Ella se echó un poco para atrás, lo echó un poco para adelante a él, besó los labios lascivamente, lo abrazó y le volvió a golpear suavemente la espalda. Él le dijo:
Si no me dices lo que quiero escuchar, te la saco en este mismo momento y te quedarás con ganas de más polla, porque sé que necesitas más.
Por favor, no delante de ellos. Me da pena.
¿Te da pena, puta? ¿Después de todo lo que has hecho hasta ahora te da pena, puta barata?
No, por lo que más quieras, no me hagas rebajarme delante de ellos. Delante de ti me rebajo lo que quieras, pero no delante de ellos.
Bueno, puta, acabas de decidir por tu honor y no por tu vagina. Es tu problema. –Dijo Michael y comenzó a sacársela lentamente.
Susana sentía cómo aquella espada iba saliéndose de su funda donde tan bien acomodada estaba. Sintió que un frío recorría su ser. Se pegó a Michael y le dijo bajito al oído:
No, espera. Lo haré. –Y añadió en voz alta -: Michael, fóllame ya.
Yo no la escucho bien y ellos allá donde están no la escuchan como deben.
Susana dijo perfectamente audible: “Michael, acaba de meterme la verga esa que tanto quiero.”
“Así se habla, puta”, le dijo Michael y reanudó la follada que tanto deseaba Susana, la cual puso cara de felicidad con el ritmo que imponía Michael.
Al cabo de pocos minutos, Susana llegaba al orgasmo nuevamente: “Síiiii, así, sigue, no pares, no pares, cabrón, no te atrevas a parar, essssso, más profundo, mássssss, ayyy, ayyyyyyyy, ahhhhhhhhhh”. El orgasmo de Susana inundó la sala. Los presentes no podían creer que la señora casada, respetable y decente se rebajara a tanto con aquel pollón que la dejaba fuera de combate cada vez que se venía sin esfuerzo.
Michael le puso los pies en el suelo y la beso con pasión, como si se conocieran de toda la vida. Ella se dejaba hacer. Él le tomó la mano y la llevó al centro de la sala. Se sentó en la alfombra frente a los amigos, la hizo sentarse clavada encima de él y se acostó. Le dijo, entonces:
Cabálgame, puta.
Sí, mi macho. Yo te hago lo que me pidas. Mmmm, ¿así te gusta, papi? Me la estoy enterrando toda para ti, para envolverte con mi funda toda la carne en barra que tienes para darme, hijo de puta –decía Susana mientras cabalgaba a Michael.
Aquí la única puta que hay eres tú, zorra caliente. Te pasas el día pidiendo polla con esa manera de caminar, de hablar y de dirigirte a los hombres –le dijo Michael mientras le levantaba un poco más el vestido.
¡Qué rico lo haces, Mike! Pero, ¿por qué me pusiste de espalda a tus amigos? ¿eh, dime?
Para que vean cómo te entra mi verga.
Jajajaja, ya entiendo, puto. Quieres convertirme en tu puta, ¿verdad?
Quiero convertirte en mi puta no. Ya tú eres mi puta.
Esas palabras movieron a Susana por dentro al punto del orgasmo. Comenzó a saltar sobre la polla de Michael como una posesa. Toda la extensión de la verga de Michael era recorrida por la vagina de Susana. Ella puso sus manos sobre el pecho de él y aumentó el ritmo. Michael aprovechó el estado demente en el que estaba Susana, pues rápidamente ensalivó dos dedos y se los metió con decisión en el ano de la madura que lo follaba. Como ella estaba absorta en su orgasmo, apenas notó los dedos.
Ay, qué rico, papi. Ayyyyy, Mmmmm, ¡Qué vergón tan rico tienes, Mike! Asssssíiiiiiii, ayyyyyyy. Uffffff, ¡qué orgasmo!
Michael se sentó y le dijo, “Ven, puta, que ahora viene lo mejor”, y con los dedos metidos en el ano pegó los vientres y la dejó caer sobre su verga, de modo que cuando el ano comenzó a sentir la presión de la verga sacó los dedos. Susana abrió los ojos desorbitadamente:
No, papi, por ahí no. Hoy no, por favor, hoy no.
Jajaja, ¿crees que voy a hacerte caso? Anda, afloja el culito ese antes de que te presione y te duela.
Por favorrrrrrrrrrrrr, Mike.
Susana, ¿a las buenas o a las malas? Tú decides.
Susana viendo que Michael se la follaría de todos modos por atrás, no tuvo otra cosa que decir que:
Bueno, está bien. Echa bastante saliva.
Así me gusta. Buena chica.
Michael ensalivó bien el ano de Susana y su verga también. La penetración fue lenta, pero sin pausa. Ella se aferró al cuerpo de él mientras se dejaba sodomizar. No había nada más que hacer. Las nalgas de Susana finalmente chocaron con los huevos de Michael. Los presentes aplaudieron por la hazaña.
Pudo con toda. Para resistirse al principio, está bastante relajada -dijo Juan.
Es la mejor, -dijo Pedro.
Así se hace, Susana –dijo Patricia.
Mamita, aguanta todo lo que puedas –dijo Rebeca.
Michael comenzó a follar a Susana en esa posición. La clavada era total. No había otra posibilidad. La mujer estaba siendo sodomizada sin contemplaciones. Michael no aguantó más y quitó a Susana de encima. Se quitó el condón, se puso de pie y la obligó a tragarse toda su leche, que casi ahoga a Susana. Ella se puso de pie, se arregló el vestido, recogió la ropa interior y se fue a su habitación sin decir una palabra.
Los amigos se bañaron y Susana también. Estaba acostada en su cama cuando la hija le pidió permiso y le dijo que Michael quería hablar con ella. Susana le dijo que no, que no era necesario. La hija insistió y Susana aceptó. La hija salió y Michael entró. Le dijo:
Señora, yo quería pedirle disculpas por la manera en que la traté, pero es que fue lo que sentí en ese momento. Lo que pasó fue que estábamos calientes después de haber follado, todos eyacularon, excepto yo. Usted entró en ese momento y comprenderá que no me iba a quedar así. Yo sé que usted es una mujer decente, respetable y casada.
No te preocupes, muchacho. Lo hiciste bien. Gracias por el momento tan grato que me hiciste pasar.
Gracias a usted, señora.
Michael fue hasta la cama y la abrazó. Se acariciaron y ella le dijo:
Basta, no sea que terminemos follando de nuevo, jajajaja.
No es mala idea.
Ni se te ocurra, jajajaja.
Nos veremos otra ocasión, señora.