Micaela, ninfómana embarazada prueba el sexo grupa

La historia de Micaela, la joven adolescente ninfómana, continua experimentando nuevas experiencias durante su embarazo, ahora con el sexo grupal.

Micaela, ninfómana embarazada prueba el sexo grupal

Micaela era una Joven de 19 años, había comenzado a experimentar una sexualidad plena a partir de los 15 años y se encontraba ahora con casi ocho meses de embarazo, experimentando nuevas sensaciones en su cuerpo transformado por las hormonas y la criatura que crecía en su vientre.

En los últimos cuatro años, Micaela había tenido demasiadas relaciones, el sexo le gustaba mucho y poco a poco se convertía en una niña muy desinhibida, aunque sus historias con los chicos podrían considerarse "convencionales" o "normales" desde aquella recordada tarde en que uno de sus compañeros de curso, Pepe, le hizo probar el sabor del sexo masculino y el placer de la penetración profunda.

Nuevas sensaciones comenzaba a sentir Micaela, su cuerpo había experimentado cambios, el enorme vientre producto de su preñez la obligaba a moverse de otra manera. Sus pechos habían aumentado de tamañazo al igual que sus pezones, más puntiagudos, firmes y, por supuesto, mucho más sensibles al contacto con los labios calientes de los hombres. Esos pechos que ya se encontraban llenos de leche materna iban a ser objeto de succiones reiteradas por parte de los amantes de Micaela. Uno de ellos, Juan Carlos, a quien conoció en un gimnasio, sería quien la introduciría en la fascinante experiencia del sexo grupal, lo más indicado para una joven ninfómana como Micaela.

Juan Carlos supo manejarse muy bien con la joven, no tenía compromisos, ella tampoco, se encontraban con frecuencia y tenían relaciones sexuales prolongadas donde Juanca –como le decía ella– no perdía oportunidad de mamar de sus pechos, lamer y sobar su panza de embarazada y penetrarla tan profundamente como si quisiera llegar hasta el bebé que Micaela llevaba dentro. Un día, Juan Carlos le propuso a la joven una idea temeraria:

–tengo unos amigos con los que juego al fútbol, les hablé de ti y me dijeron que les gustaría mucho conocerte, ¿qué dices?

–Pues, no hay problema, pero… sólo conocerme? O también tienen otras intenciones?

–Bueno, replicó Juanca, –como sabrás, a los hombres les encantan las chicas embarazadas, mis amigos me dijeron que les gustaría mucho probar tener sexo contigo. Por supuesto, sólo si tú lo permites….pero como sé que te gusta mucho el sexo y la verga… pensé que no tendrías problemas… además, yo me responsabilizo por ti, nunca dejaría que te pase nada. ¿qué te parece la idea?

–bueno, tú sabes que siempre estuve abierta a nuevas experiencias. Le replicó Micaela con carita lasciva mientras se acariciaba la panza, –El sexo con más de un hombre es algo que siempre tuve como fantasía.

–entonces.. ¿qué estamos esperando? Le dijo Juanca entusiasmado. –Ya te queda solo un mes y una semana para que nazca tu bebé… es el momento justo para que mis amigos puedan gozar de esta hermosa pancita y hacerte sentir lo que nunca sentiste hasta ahora.

Las cartas estaban echadas, Juan Carlos había logrado su cometido una vez más, no sólo cogía con esa hermosa preñada sino que ahora la sometería a una sesión de sexo grupal. Todo un desafío si se tienen en cuenta que Micaela estaba ya muy avanzada en su embarazo, su panza era enorme y sus movimientos en la cama muy torpes y dificultosos, pero no perdía la calentura en cada relación.

Al día siguiente, Juan Carlos habló con sus amigos para preparar el encuentro, sería el sábado siguiente en casa de Juan, sus dos amigos, Ernesto y Mario eran dos jóvenes de 27 y 29 años respectivamente, amantes del deporte, de la cerveza, las mujeres y el buen sexo. Amaban las sesiones de sexo grupal y solían frecuentar clubes nudistas para divertirse. En algunas de esas sesiones habían participado junto con Juan Carlos.

El día esperado llegó, Micaela había tomado un baño con sales relajantes y hierbas aromáticas, se había preparado como para un ritual, un verdadero ritual orgiástico esperando ser transportada hasta las cimas del placer.

El día anterior se había hecho depilar el pubis y las axilas, su cuerpo era blanco y suave, y olía a perfume de rosas. Se puso una tanga negra pero el tamaño de su panza no le permitía usar las sensuales y provocadoras medias y porta liga que usaba en otras ocasiones. Arriba se colocó corpiños negros muy insinuantes. Luego se puso una minifalda de color bordó y arriba una musculosa que apenas cubría sus pechos. Su enorme panza quedaba al descubierto, le gustaba exhibir su abultado vientre, además Juan Carlos se lo había pedido especialmente.

Llegó a las 21 hs. del sábado, Juan Carlos había preparado la mesa, sus amigos ya estaban en la casa, ambos quedaron maravillados cuando entró Micaela, no se imaginaban que era tan hermosa, enseguida vinieron a sus mentes los relatos de Juan Carlos sobre cuán salvaje podía ser esta rubia en la cama, a pesar de su estado.

–Hola, yo soy Ernesto,

–Hola, Micaela

–Hola, Mario, un gusto en conocerte

–Hola Mario, Juan Carlos me habló mucho de ustedes.

–Ah sí? Replicó Mario, sonriente.

–Sí, hubo un cruce de miradas cómplices y sonrisitas socarronas

–Y qué te dijo este fanfarrón? Mientras se sonreían y miraban la pancita de Micaela que se mostraba exuberante y firme ante la vista de los jóvenes ansiosos por probar la fruta prohibida del sexo con una embarazada.

–Me dijo que son tremendos y que les gusta mucho la fiesta, ¿es verdad?

–Sí, totalmente verdad….. jajaja, es más, lo vas a experimentar-

–Mmm, parece que la noche viene muy prometedora, consintió Micaela, que ya empezaba a sentirse atraída por esos jóvenes sementales cargados de lujuria.

Los dos hombres la miraban como queriendo lanzarse sobre ella, desnudarla, manosearla y llenarla de besos y lamidas salvajes, penetrarla hasta hacerla gritar de dolor y placer. Pensamientos morbosos atravesaban sus mentes juveniles, tanta pornografía, tantos clubes nudistas, tanto sexo y fiesta parecían concentrarse ahora en esos ojos verdes, en ese cuerpo de adolescente, en esa pancita de ocho meses y en esa piel que olía a fragancias florales que despertaban la sensualidad y el erotismo.

Juan Carlos encendió velas en la mesa y sirvió champagne mientras colocaba una fuente con comida afrodisíaca que había encargado a base de productos marinos. La noche comenzaba con los placeres de la comida y la bebida.

Todos comieron y bebieron champagne, copa tras copa, mientras los cuerpos comenzaban a sentir el rubor del alcohol, los calores comenzaron a abrazar a Micaela. Juan Carlos puso música suave y se instalaron en el living. Ya poseída por el deseo, Micaela se quitó la musculosa y los corpiños, y comenzó a bailar frente a los tres hombres mientras con sus manos acariciaba su panza y sus enormes pechos. Juan Carlos sonreía plácidamente mientras Ernesto y Mario miraban con sus bocas abiertas ese joven manjar que se movía frente a ellos. Poco a poco la fueron rodeando, bailando con ella, moviéndose al son de sus curvas y posando sus manos en el cuerpo de Micaela. Al principio, Juan Carlos dejó hacer a los otros dos que experimentaban por primera vez el contacto con una panza embarazada, manosearon toda la extensión del abultado vientre de la joven, Micaela exultaba de placer, cuatro manos masculinas recorrían sus contornos, acariciaban su panza, se posaban sobre sus pechos, los apretaban. Mario dio e primer paso, y se prendió de unos de los pechos de Micaela, comenzó a succionarlo con suavidad, casi con temor, pero los gemidos de la joven lo instaron a aumentar la presión, se sorprendió cuando sintió que un liquido tibio y dulce, un poco espeso corría por su boca. Pronto se dio cuenta de que estaba tomando leche de Micaela, fue casi un orgasmo. Ernesto hizo lo propio con la otra teta, también saboreó la leche materna y durante unos cinco minutos los dos hombres ordeñaron esos pechos cargados del blanco néctar sin sacar sus manos de la panza de Micaela.

Después de saciarse con la leche de Micaela, y relamer esos pezones endurecidos y sensibilizados la acostaron sobre la alfombra, le quitaron la bombacha y la contemplaron totalmente desnuda, enajenada, con una de sus manos en la vulva y la otra en la panza, pidiendo verga.

Los hombres se desnudaron y se arrodillaron a su lado, Mario ofreció su enrome verga para que Micaela pudiera saciar sus deseos de mamar, a poco la introdujo en sus húmedo y lascivos labios y comenzó una succión desesperada, Mario temió que pudiera lastimar su verga ante tanto apasionamiento al chupar.

Juan Carlos contemplaba la escena mientras se masturbaba, disfrutaba viendo a sus amigos totalmente entregados a dar y recibir placer de Micaela. Mientras Mario volvía a succionar una de las tetas de la joven, sus amigos se dedicaba a recorrer con lengua la enorme panza de Micaela, estaba fascinado, la besaba, la lamía, la acariciaba, posaba sus oídos para descubrir los movimientos del bb.

–se mueve, dijo Ernesto, a lo que Juan Carlos replicó inmediatamente –sí, le gusta el sexo tanto como a la madre… y todos estallaron en risotadas, incluso Micaela.

–espera a que empiecen a cogerla, van a ver como se mueve… baila adentro de la panza, disfruta junto con la madre de los vergazos de sus amantes.

–entonces empecemos, dijo Ernesto.

Se colocó delante de la mujer y con su lengua ya caliente y babeante le practicó sexo oral en la vagina durante unos cinco minutos más.

Micaela estaba como enajenada, entre la comida afrodisíaca, las copas de champagne que la habían ruborizado bastante y su clásica ninfomanía sólo se concentraba en las sensaciones intensas que percibía su cuerpo: El cosquilleo casi eléctrico de sus pezones mientras los dos jóvenes extraían la leche con sus bocas. Las sensaciones intensas que la poseían cuando Mario mordisqueaba y lamía su clítoris e introducía dos y hasta tres dedos en su vulva depilada y perfumada, ahora ya con los olores del sexo.

Ernesto se dio a tomar la iniciativa y la penetró de golpe, sacó su lengua de la vagina de Micaela y le introdujo su verga, no muy larga pero gruesa que friccionaba las paredes vaginales de Micaela subsumiéndola en placeres recónditos.

Después de bombear por un buen rato, Mario se puso a su lado y le pidió su turno, Ernesto sacó la verga humedecida por los jugos de la mujer y la metió Mario, la verga de Mario era grande, gruesa y larga. Era lejos el mejor dotado de los tres hombres, Micaela lo comprobó, sintió como un desgarro en su interior y de pronto tuvo miedo, pensó que podría llegar a lastimar a su bebé. Sin embargo, ya era tarde, Mario no iba a dar marcha atrás y siguió penetrando hasta introducirla por completo hasta el fondo. Nuevamente Micaela sentía sensaciones múltiples, una verga enorme penetrándola profundamente y los movimientos incesantes de su criatura. Mientras Mario la acometía hacia el interior de la vulva con su pene dominante, los otros hombres daban de mamar sus pijas a Micaela y frotaban sus manos sobre la panza de la joven.

–falta poco para que dé a luz, tenemos que gozar al máximo de esta pancita, dijo Juan Carlos.

–Sí, ay Dios, qué placer, cómo me gusta esta putita, cómo la chupa, por Dios!!! Replicó Mario.

Micaela no decía nada, solo jadeaba, gemía y gritaba ante las envestidas de la pija de Ernesto que ya parecía haber alcanzado el fondo de su útero.

–sentí cómo se mueve el bebé, decía Juan Carlos. Ya empezó a bailar mamita, ¿te gusta? ¿Viste como hacemos bailar a tu bebé con nuestras pijas?

Mario sacó su enorme verga dejando una cavidad super lubricada y abierta ante los ojos de los otros dos hombres, ahora aprovechó Juan Carlos e introdujo su miembro también.

–a esta ya la conoce, dijo, la probó varias veces.

–vamos a hacerle doble penetración, dijo Mario, totalmente enajenado, poseído por el placer, sólo quería penetrar y penetrar a esa mujer.

–que disfrute esta putita hermosa, vamos a hacerla gozar como a una reina.

Entre los dos la levantaron, Ernesto se sentó y Micaela se sentó sobre él, mientras le introducía lentamente su pija en el ano, al rato, Micaela tenía toda la verga de Ernesto metida en su culo, abierto y lubricado por las lamidas previas de los hombres. Juan Carlos le acomodó las piernas y la reclinó hacia atrás, quedó acostada de espaldas sobre Ernesto. Su vulva dilatada y lubricada se ofrecía como una boca hambrienta a los dos hombres que la se disputaban quién comenzaría primero con la segunda penetración.

–empieza tú, dijo Mario, que la tienes más chica.

Dicho y hecho, Juan Carlos le introdujo su verga en la vagina mientras Ernesto la mantenía en el culo de Micaela. Por primera vez experimentaba con intensidad la doble penetración, y estando embarazada de ocho meses, esta experiencia se convertía en algo realmente sorprendente. Todo su cuerpo estaba abrasado por el calor, la excitación y el temblor. Micaela ya no se acordaba de su embarazo, no se acordaba de nada, solo quería sentir, saborear esas pijas que se le ofrecían y la transportaban, la penetraban.

Mientras Juan Carlos bombeaba en su vulva, Mario le daba de mamar su enorme verga a Micaela y Ernesto la mantenía fuerte y erecta introducida en el ano de la joven mujer.

Excitado por la mamada de Micaela, Mario solicitó su turno para penetrar y nuevamente introdujo de un solo envión sus 22 cm de carne tiesa y palpitante, Micaela esbozó un leve gemido y una mueva en su rostro expresó una sensación mezcla de placer y dolor. Ya no se trataba de una doble penetración sino de una triple penetración: por ano, vulva y boca. De sus pezones ruborizados manaban gotas de leche que la sola excitación de Micaela hacía brotar, Mario la degustó con placer sin darse cuenta de que apretaba la enorme panza de la futura mamá. Los orgasmos fueron múltiples para Micaela, el placer y el dolor se mezclaban y en un suspiro exclamó con un grito ahogado que sorprendió a los tres muchachos. Poco a poco fueron retirando las vergas del cuerpo de Micaela para dejarla acostada, exhausta, y poder ellos terminar esa tremenda sesión de sexo, de rodillas a los costados de la mujer masajearon sus pijas, y uno a uno fueron eyaculando grandes cantidades de semen sobre la cara, los pechos y la panza de Micaela, cubriéndola por completo de semen, mientras ella moviéndose y gimiendo de placer lo desparramaba por todo su cuerpo con sus manos, como si se tratara de un baño de crema.

Después de eyacular y quedar tendidos sobre la alfombra, Micaela pidió concretar una de sus fantasías, quería que los tres hombres la orinaran, la lluvia dorada había sido algo que siempre había querido practicar a nivel grupal y ahora era la ocasión justa.

La llevaron al baño y se sentó bajo la ducha, mientras los tres hombres de pie comenzaron a orinarla limpiando su cuerpo del semen que antes habían derramado sobre ella. Como una auténtica ducha dorada recorrieron su cara, la mujer abrió la boca para respirar y pudo absorber algunos tragos de orín, habían bebido tanto champagne que era casi blanco. Después lavaron bien sus pechos, y por último los tres se concentraron en la panza, la orinaron completamente dejándola brillosa y limpita, sin restos de semen. Una vez terminada la lluvia dorada los tres hombres se metieron bajo la ducha y comenzaron a frotar el cuerpo de la mujer con jabón, dándole un baño de verdad. La higienizaron completamente, enjabonaron su vulva, su ano, lavaron bien su panza y de paso, aprovechaban para volver a manosear y apretar ese cuerpo de adolescente, para percibir nuevamente los movimientos del bebé que llevaba dentro y que había resistido los embates de las tres vergas.

Micaela había experimentado una nueva historia, había probado el sexo grupal y le había gustado mucho, se había sentido realmente transportada, libre, se había sentido plenamente hembra. Y los tres jóvenes sementales se dieron el gusto de tener sexo con una joven embarazada, cumpliendo una de sus fantasías más preciadas. Juan Carlos la sometería a nuevas experiencias, Micaela no iba a llegar descansada al parto, muy por el contrario, todavía no había terminado de experimentar.