Mía, una chica diferente

Su verga llegó hasta el fondo de mí, revolviendo mis intestinos, haciéndome emitir un lamento de dolor. – Ehmm. ¡No! ¡Ramiro! me duele mucho. – Le dije con la voz entrecortada. – Mejor cállate putita, no empieces con tus mamadas, disfruta de mi verga que te quiero ver chorrear el piso

Mía i

Me besó gentilmente el cuello tomando mi cintura desde atrás. Yo simplemente me deje llevar, me encantaba cuando hacía eso y nos dábamos una buena sesión de besos candentes. Pero esta vez fue diferente. Algo que no me esperaba que pasara, al menos no tan pronto.

-Es hora de pagar el alquiler preciosa- Susurró a mi oído mientras me sujetaba fuertemente del vientre, haciéndonos caminar ambos hacia adelante, hasta topar con un sofá.

-Y ¿cómo va a querer que le haga su pago? – Pregunté ingenuamente aún juguetona.

-De la única manera en la que las putas como tú pueden hacerlo.- En ese momento me llené de miedo, hasta ese día no había utilizado ninguna palabra como esa conmigo, pues se suponía que me había sacado de mi casa precisamente para que ya no tuviera que sufrir ese tipo de violencia.

-Su mano recorrió mi pierna derecha, desde la rodilla hasta la base de mis nalgas, donde solo se detuvo para levantar la pantaleta y arrancarla de un fuerte tirón. Debido a mi condición tenía poca ropa y a decir verdad aquella era una de mis pantis favoritas, pues era bastante cómoda, pero también muy bonita por lo que me hacía sentir bastante femenina. Lamenté que tuviera que romperla, podía simplemente haberme pedido que me la quitara y yo lo habría hecho.

Llevó aquella prenda directo a su nariz y la olió aspirando fuertemente en ella.

-Ah que delicioso hueles perrita. Lástima que ya no usarás más de estas, ¿sabes? Antes te robaba una que otra de vez en cuando y me la jalaba con ellas hasta casi secarme. Pero ya no las necesitaré más, ahora tengo la fuente directa a la mano y tu culo me complacerá mucho más.

Mientras me decía todo eso, sin darme cuenta su verga había comenzado a tomar rigidez y al cabo de un rato ya estaba tan dura como el acero. Apenas acabó de hablar me la metió completa, hasta su base sin si quiera darme un ligero aviso de que lo iba a hacer.

Mi cuerpo cayó hacia adelante y mi vientre se detuvo sobre el posa brazos del pequeño sofá de la sala. Con mis manos me detuve sobre el asiento para evitar impactar mi rostro contra él. Mis piernas flaquearon e intenté inútilmente usarlas para sepáralo de mí. Pero él me llevaba 20 cm de y ante sus 185 cm de altura y sus poderosos músculos de gimnasio no tuve otra opción que esperar a que me tuviera compasión.

Pujé muy fuerte intentando detenerlo y de inmediato mi rostro se puso rojo, el dolor era insoportable y ni siquiera tuve tiempo de gritar, era algo descontrolado e indescriptible. Mi ano ardía como si le estuvieran poniendo una braza caliente directa del asador. Sin poder contenerlas, las lágrimas brotaron de mis ojos recorriendo mis mejillas, chorreando el rímel de 10 pesos que había comprado en alguna tienda de los chinos.

-Eso putita, así es como me pagarás el alquiler a partir de ahora, con el ardor de tu culo. Pero no te preocupes, solo sufrirás los primeros días, y luego te irás aguangando y hasta me vas a pedir más. Ya verás.

Su enorme verga perforaba mi culo rasgando mi esfínter con cada embestida y lastimando mis entrañas al interior. Ya antes había notado su enorme bulto en la entrepierna, pero jamás imaginé que era tan grande y mucho menos que dolería tanto tenerlo dentro de mí.

Luego de 10 minutos de intenso tormento anal, auspiciados por un retardante sexual que se había untado en la polla. Por fin sentí sus contracciones indicando que se estaba corriendo, en un último intento de demostrarme quien era el jefe me metió su poderoso falo lo más dentro que pudo antes de perder la erección. Provocando en mí, dolorosos espasmos que por lo menos, indicaban el final de aquel largo castigo.

-No te muevas, así quiero que te quedes. Espera a que regrese ya vengo con un regalito para ti.

Mis piernas a pesar de llevar tacones y por ello de poseer más altura que el reposabrazos, se encontraban colgando de él. Me había sacado todas las fuerzas del cuerpo. No tenía idea de cómo iba a aguantar el resto del día, si apenas eran las 7 de la mañana. Aun debía ir a la universidad pero al estar así de lastimada… estaba comenzando a dudar si podría hacerlo.

Él regresó con dos jeringas, yo aún seguía obedientemente en el mismo lugar donde me dejó antes.

-Bien, esta es para el dolor, y la hinchazón. Para que puedas hacer tu día lo más normal posible.

-¿qué? ¿Por qué no me la pusiste antes si ya la tenías? Me habrías ahorrado un infierno

  • ¿Estás loca? ¿Y perderme de lo rico que apretó tu culito virgen? Acostúmbrate, nuestras sesiones de sexo serán así desde ahora en adelante. Esta otra son las hormonas que te prometí, preciosa. Pronto tu cuerpo comenzará a verse más bello. Ya me agradecerás no te preocupes.

Me puso ambas inyecciones y luego con ambas manos abrió mis nalgas para inspeccionar el tesoro oculto entre ellas.

-Aún no sale nada de mi lechita, que bien, mantenla allí adentro tanto como quieras. Tal vez desees ponerte una toalla con tu pantaleta. Por cierto te compré algunas y prendas nuevas, esa panty que traías ya era muy vieja, debes procurar siempre renovarlas.

Por lo menos estaba cumpliendo sus promesas, de hecho, estaba cumpliendo al pie de la letra todo lo acordado, solo era yo quien ingenuamente había creído que “te haré mi mujer y te daré todo lo que te haga falta” implicaba por separado el área sexual, y más ingenuamente aun, que esta tomaría tiempo en llegar.

Me tomó de la mano y me ayudó a incorporarme. Gentilmente acarició mi rostro y besó mis labios. Esa era mi parte preferida, besaba delicioso. Mejor que nadie a quien hubiera besado y créanme, como chico había besado a muchas chicas en un intento desesperado de probar erróneamente mi “hombría”, cosa que se había perdido por completo y para siempre el día que colocó su mano sobre mi cintura y me besó por primera vez.

-¡Oh! Veo que después de todo alguien también disfrutó.- Me dijo apuntando con su dedo a una mancha enorme que había en el vestidito que llevaba puesto.

Llevó su mano a mi entrepierna y apretando la tela del vestido, recogió un poco de los jugos que lo impregnaban. Se llevó la mano a la nariz, apreciando su aroma como si de un somelier se tratase y luego se chupó el dedo.

  • Que delicia, no solo estas, también sabes sabrosísima. Cámbiate rápido que ya casi es hora de tus clases, no querrás llegar tarde.

-Si mi amor. – Asentí con la cabeza y me fui a la habitación para cambiarme, en la cama ahora habían unas bolsas con logos de varias boutiques reconocidas de la ciudad. Regué su contenido sobre la cama y tomé un vestido guinda muy bonito de una tela muy volátil. Más tarde revisaría el resto. Se hacía tarde y eso era lo que le combinaba mejor a mis tacones color charcoal.

Salí a la cochera cerrando la puerta de la casa tras de mí, y él ya me esperaba en la puerta de su Ford Escape, me ayudó a subir y mientras lo hacía me pellizcó la nalga haciéndome pegar un saltito.

-¡Ramiro! ¿Qué van a decir los vecinos?

-Jaja, que yo si hago lo que ellos solo se pueden imaginar, a las vecinas… quizá solo les des envidia.

Una vez dentro tomó mi mano, y de nueva cuenta unimos nuestras bocas en romántico y delicioso beso francés. Me llevó hasta la puerta de la universidad y solo se detuvo para que descendiera, pues se nos hacía tarde.

Al bajar notó como un pequeño charquito de líquido pegajoso decoraba el asiento del copiloto.

-¡Mía!... Eres… Muy traviesa.  No llevas…

-No. – Le interrumpí. – Decidí no ponérmelas en protesta a que hayas roto las mías, sabía que te dejaría un regalito, es para que veas que yo también puedo ser juguetona.

  • Me encanta que lo seas, te veo para la cena. Disfruta tu día.

Se alejó acelerando a toda velocidad y yo entré a la escuela, el día apenas comenzaba, me sentía fresca, femenina y candente. Solo debía cuidarme del viento, pues de bajo de aquel vestido de verano no había ropa interior que me cubriera.

El ciclo de estudios apenas comenzaba pero yo había tenido todo un año sabático que dediqué por completo a mi feminización para así entrar a la universidad aparentando ser solo otra chica más.

Al ver a las otras compañeras rápidamente me di cuenta de que iba vestida demasiado formal, pero eso no me importó, las miradas que estaba robando me hacían sentirme llena de emoción y quería disfrutar de ellas. Una que otra chica también se había arreglado lindo, pero aquel vestido guinda y esos tacones oscuros hacían resaltar mi hermosa piel clara que acompañada de mi larga cabellera risada, eran el combo perfecto para llamar la atención de cualquiera que se atravesara en mi camino.

Por desgracia mi actividad previa había tomado demasiado tiempo prestado de mi horario escolar y se me hacía tarde para llegar a clase. Para empeorar las cosas, la facultad en la que yo iba (ciencias exactas) tenía demasiados edificios y no sabía por dónde comenzar mi búsqueda.

En otro tiempo mi previsión me habría hecho ir un día o dos antes a la universidad a buscar cada una de las aulas que me correspondían, pero con la mudanza a la casa de Ramiro, no había tenido suficiente tiempo entre las manos para hacerlo.

Revisé mi horario, allí venía la materia, el nombre del profesor, la hora y el aula donde se impartiría la clase. “Cálculo I, Dr. Escalante, 7:00, Aula 1ii” para mi pena eso no me decía nada que me pudiera ayudar al menos a saber en qué edificio comenzar a buscar.

-¿Puedo ayudarte? Creo que buscas tu aula ¿cierto? – Giré mi cuerpo hacia la persona que me hablaba y se trataba de un chico muy bien vestido, de gafas negras con montura de pasta y un undercut unido a una barba perfecta que armonizaba su atractivo rostro.

– Eh… sí. – Era  tan atractivo que prácticamente me había robado el aliento en tan solo un segundo.

– Rosando mi mano tomó el horario de ella, y sentí mariposas volar en mi vientre. Nunca antes me había pasado algo así con ningún otro hombre, solo Ramiro me parecía atractivo y a decir verdad incluso creía que de no ser por él, no podría decirme atraída hacia los chicos. Al menos no hasta ahora.

– Mira, este cuadrito café de aquí indica el color del edificio, el uno es el piso, pero van desde el cero comenzando por el más bajo hasta el 6 y la “iii” es la truculenta, indican el orden de los salones, comenzando por la “i” y terminando por la “v”. Son números romanos, pero en minúsculas, ya te acostumbrarás a los estilos raros de esta facultad. ¿Quieres que te acompañe?

–Eh… sí. – Volví solamente a asentir con la cabeza y responder en automático como robot, o como una tonta.

–Jaja, veo que las palabras no son lo tuyo, pero no te preocupes, yo hablaré por los dos. Pasemos antes a la cafetería por un jugo que me parece que necesitas un poco de glucosa.

El chico me trajo un jugo de naranja fresco, recién exprimido y nos dirigimos hacia mi salón.

– El Dr. Escalante es difícil y se molesta por los que llegan tarde, pero yo le agrado y le diré que estabas con migo así no te dirá nada. Lindo outfit por cierto, es bueno ver que la feminidad aún existe, a muchas chicas de aquí les da por vestirse como hombres, es raro pero supongo que es su forma de defenderse ante el acoso. Por cierto, esas mangas te dan mucho estilo.

– ¿Son lindas verdad? Esa es mi parte favorita, lo transparente y ligero de ellas, no sé tienen algo que las hace muy lindas. – Respondí.

– Veo que al terminar tienes una hora libre, pasa a mi cubículo en consejería y te llevo a dar una vuelta por los desayunadores del exterior.

– Me parece perfecto, pero solo si yo pago la cuenta.

– Si eso te parece lo mejor, no me opondré. Consejería está por allá, justo enfrente de donde te encontré. – Me dijo mientras apuntaba a una pequeña oficina.

Llegamos al aula indicada y el chico abrió la puerta sin siquiera tocar.

– Dr., buen día.

– Buen día muchacho ¿cómo has estado? ¿Qué dice ese proyecto tuyo? Espero ansioso poder verlo.

– En cuanto esté más presentable, se lo traeré de hecho por eso le traigo tarde a su alumna Mía. Me ponía de acuerdo con ella para trabajar un poco hoy en el laboratorio. En su preparatoria desarrolló un proyecto afín.

– Pasa muchacha, ya no hay asientos respetables, pero toma el mío, cualquier amiga del joven Torres, es mi amiga.

El resto de la clase trascurrió de lo más normal, presentaciones, objetivos, métodos de evaluación etc. Al final el Dr. se acercó a mí y me habló en voz baja casi imperceptible.

– Nicolás es un chico muy inteligente, cuida de él y no dejes que se distraiga para nada. – Yo asentí con la cabeza mientras me preguntaba ¿quién rayos era Nicolás?

Bajé de nueva cuenta hasta la explanada en que había conocido a aquel chico, quien asumía que se llamaba Nicolás y lo encontré en la oficina de consejería detrás de una laptop haciendo unas simulaciones en ella.

– Que grosera he sido antes, ni si quiera te he dicho mi nombre, ni preguntado el tuyo.

– Está bien no te preocupes, estabas algo asustada por lo de llegar tarde. Mi nombre es Nicolás Torres, soy alumno de Ingeniería Física y soy consejero interino.

– Wow, no tenía idea de que eras tan… importante por aquí.

– En absoluto, solo soy un alumno normal que le pone algo de empeño. ¿Lista para ir por algo de desayunar?

–Lista.

Caminamos por el largo pasillo que conecta todas las facultades dentro de la zona universitaria, me fue indicando cual era cada una y mientras saludaba a medio mundo, me fue introduciendo con los personajes más importantes de cada una, consejeros, prefecto, alguno que otro catedrático y hasta a los encargados de las cafeterías.

Quizá impresionarme era su objetivo, quizá toda aquella gente realmente le saludaba a diario, pero sin lugar a dudas, estaba dejando en mí una muy buena primera impresión.

– Tengo un poco de frio, no pensé que fuera a estar así de fresco toda la mañana. – Le dije mientras frotaba mis brazos intentando calentarme.

– Toma te presto mi chaqueta, yo llevo un chaleco abajo.

Me extendió una cálida chamara de cuero con forro de lana interior. Que calientita estaba, se sentía muy cómoda y suavecita.

– Muchas gracias. – Le respondí sonriente.

Luego de caminar un buen rato, llegamos a una plazoleta donde había muchos locales de comida, puestos, islas y hasta algunos food trucks. Nos acercamos a una mesa de camping al fondo de la plaza y colocamos sobre ella nuestras cosas.

– ¿Te importa si me siento aquí contigo de este lado? – Me preguntó sonriente muy seguro de sí mismo.

–  En absoluto, adelante. – Respondí justamente como él esperaba. – Estuve pensando y siento que te conozco de algún lado pero no recuerdo de dónde.

– Creí que nunca te darías cuenta. Estuvimos juntos en la primaria pero en tercer año me mudé acá a la capital y desde entonces vivo aquí.

– Así, y ¿cómo me reconociste? – Pregunté escéptica sabiendo que yo tenía un secreto que él no sabía, y pensando que todo aquello solo era una treta más para ligar.

­– Recuerdo que eras un niño muy diferente –  Mis ojos se abrieron como platos dando lugar a un silencio muy incómodo que invadió el espacio entre nosotros. Y luego de evasivas, en medio de la nada, nuestras miradas se conectaron.

–  Tú te juntabas siempre con las chicas y tratabas de llamar mi atención. Tirando de mi cabello o lanzándome bolitas de papel. Recuerdo que yo te correteaba porque me agradaba aquella atención que me brindabas, no puedo decir que eso era amor. Pero si sé que eso sentía genial y siempre te he recordado desde entonces. Ahora luces tremendamente hermosa, pero aun tienes los mismos ojos, los mismos risos, y la misma sonrisa.

– Colocó su mano sobre la mía, viéndome a los ojos esperando una respuesta o que al menos le pudiera recordar. De lleno, su recuerdo invadió mi mente.

– Espera ¿tú eres Nico? ¿Mi Nico? – Él solo asintió con la cabeza. –  Desapareciste de un día para otro. Por esos días mis papas comenzaron a llevarme al psicólogo porque era, ya sabes… diferente. Luego te fuiste justo a mediados de tercer año. Me despedí de ti en las posadas de navidad pero no regresaste para enero.

Yo les platicaba a mis padres todo sobre ti, pero luego cuando te fuiste y no te pude invitar a mi cumpleaños número 8, ellos comenzaron a creer que eras un amigo imaginario. En mis terapias con el psicólogo me querían hacer creer que eras solo un compañero que había inventado para enfrentar mi soledad. Fueron muy reacios y casi me lo hacen creer. Pero yo nunca lo acepté. Me pregunto porque nunca preguntaron sobre ti a la profesora, eso habría resuelto la duda.

– Si, tres años de una linda amistad, y luego la nada. Pero, pues ahora estamos aquí… los dos, solos… –  su mano se posó en mi pierna, mis ojos la miraron por unos segundos, pero regresaron a su rostro indicando que consentía aquél atrevimiento de su parte.

Entonces recorrió mi muslo por encima del vestido. Y se detuvo en mi vientre justo por debajo del ombligo. Yo solo le sonreí. Acercó su rostro al mío y nuestras miradas se cruzaron dándose permiso de lo que estaba por pasar. Posé mi frente sobre la suya y él hizo lo mismo, casi simultáneamente cerramos los ojos y permitimos que nuestros labios exploraran nuestros rostros hasta encontrarse el uno al otro.

– Espera, tengo novio, de hecho, es mi prometido. Ya me dio un anillo (y rompió el mío hoy por la mañana pensé solo para mi). Además. ¿Si te das cuenta de todo lo que soy? ¿Cierto? Yo no soy el tipo de chica para ti.

– Eres el tipo perfecto de chica para mí.

– Ni siquiera nos conocemos.

– Démonos la oportunidad.

– Pero ya te dije que estoy comprometida.

– Nuestra amistad no interrumpirá tu compromiso. A menos claro de que tú así lo quieras.

Le tomé del cuello del chaleco y cerrando los ojos me mordí el labio, para después asentir con la cabeza. Permitiendo así que él tomara las riendas de la situación. Como estábamos sentados uno al lado del otro, su mano pasó ahora atrás de mi espalda para terminar sobre mi cadera sujetándome gentil, pero fuertemente. Mientras que con la otra acariciaba mi mentón.

Yo solo estaba allí quieta dejándome manejar por aquel atractivo chico. Pero también deseaba acariciarlo por lo que llevé mi mano a su pecho, posándome en sus muy bien definidos pectorales. Quise explorar un poco más al sentirle tan marcado y mi mano siguió la línea de su cuello para terminar en su hombro, a simple vista no parecía ser tan musculoso, solo parecía estar en buena condición. Pero la verdad era que también le dedicaba su tiempo al gimnasio.

De pronto alguien aclaró la garganta muy cerca de nosotros. De inmediato nos detuvimos y vimos que era un mesero de uno de los locales.

– Lamento interrumpirles, pero me pidieron que les recordara que aquí es un área familiar, hay niños cerca. Sé que es algo exagerado, pero aquella señora de allá se quejó con nosotros. Una disculpa. Le ofrecemos a cada uno una bebida cortesía de la casa.

– Oh muchas gracias disculpe las molestias, no quisimos incomodarles. – Respondió apenado Nicolás mientras yo reposaba mi mentón sobre su hombro tomándole de la mano y le sonreía al mesero apenada.

– ¿Desean que les traiga algo de comer? De igual forma sería cortesía de la casa.

– No, no se preocupe joven, muchas gracias. –  Respondí un poco apenada.

– En serio insisto, Nicolás es un muy buen cliente de este parque no quisiéramos perderles.

– Está bien, tráenos dos baguetes de tomate con queso por favor, solo eso. Y que sean para llevar por favor.

– En seguida se los traigo.

– ¿Cómo es que tanta gente te conoce?

– No lo sé. Quizá solo es que me ven muy seguido.

– Tal vez, pero recuerdan tu nombre y son amables contigo. Dudo mucho que ellos sepan cómo se llama “Karen”. –  Sonreí levantando las cejas hacia donde se encontraba la señora que se había quejado de nosotros, quien por cierto aún continuaba viéndonos muy molesta.

– Aquí tienen jóvenes. Muchas gracias por su comprensión vuelvan pronto. – Dijo sonriente el mesero entregándolos una bolsa de papel con un sello que decía University Diner

Nos alejamos del lugar trotando al pasar justo frente a aquella señora y soltamos unas carcajadas que definitivamente escuchó y que seguro la dejaron más molesta de lo que estaba. Llegamos a la oficina de consejería y durante todo el trayecto Nico, tomó de mi mano mientras las miradas sorprendidas de todos, nos seguían.

Nos sentamos en su escritorio y él me cedió su asiento, mientras jalaba de una silla contigua de otro escritorio. Comenzamos a comer nuestros baguetes y me di cuenta que realmente valían la pena, pues sabían increíbles. Acostumbrada a la vida en un pueblo chico, no había probado muchas cosas aún. Pero al llegar a la capital del estado, mi lista parecía enorme y crecía mucho más pues las baguetes ni siquiera estaban en ella.

De pronto otro estudiante un poco mayor entró a la oficina y colocó sus cosas en el escritorio contiguo.

– Hola, y tu ¿quién eres?

Que grosero, Miguel. –  Dijo sonriendo Nico –  es nuestra próxima candidata a señorita ciencias exactas.

– Jaja, está bien, estoy invadiendo.  Hola, yo soy Mía. –  le extendí mi mano derecha mientras con la izquierda intentaba atrapar el vestido sobre mis piernas cruzadas.

– Buen día Mía. Me parece bien lo de ser candidata, seguro ganaras, tienes carisma. Eres de nuevo ingreso ¿cierto? – Solo asentí mientras le daba otra mordida a mi comida. –  Veo que Nicolás ya te llevó a su lugar favorito, el desayunador de su papá.

Giré sorprendida viendo a Nicolás.

– Me atrapaste.

– Bien, les dejo debo ir a mi siguiente clase, estas en confianza cualquier cosa que te haga este bribón me dices y yo le pongo en su lugar. ¿Artesanales hoy en la noche? – Preguntó viendo a Nicolás.

– Por su puesto. – Respondió él después de pasarse un bocado. – ¿Vienes Mía? – Me preguntó ahora a mí.

– Mmm sí, claro.

– Perfecto. Soy Miguel por cierto. Consejero alumno, bueno ex consejero. Nombre a Nico interino de aquí a las elecciones porque seré candidato para otras cosillas. De cualquier forma, si necesitas algo, solo házmelo saber. Cualquier amiga de Nico, es mi amiga.

Esa era la segunda vez que me decían aquella frase en menos de una hora. Nico parecía una persona muy genial, a quien todos respetaban, y eso me parecía tremendamente atractivo.

Pasadas las clases me despedí de mis nuevos amigos de consejería, no sin antes prometerles que les vería por la noche para probar aquellas dichosas cervezas artesanales. Quedamos de ir a un bar cercano a la facultad, que era además una cervecería, por lo que podías ver todo el proceso de su producción e inclusive tomar una cata de varios de sus productos.

Llegué a mi casa, hice mis deberes y luego de un descanso me di un baño, quería estar presentable para mi salida de la noche. Obviamente sabía que no podría llegar ni a segunda base pues debía regresar temprano a casa para Ramiro, pero eso no impedía que me arreglara un poquito para Nicolás.

Me puse un poquito de perfume Coco Madeimoselle de Chanel tomé una de mis nuevas pantis pues esta vez si debía llevar algo debajo, y me enfundé en un lindo vestido campirano color blanco de manga larga que acompañé apropiadamente con unas botas vaqueras de punta picudita.

Acomodé mi cabello suelto dando algo de vuelo a mis risos. Y coloqué mis gafas favoritas de pasta en montura café moteada, pues padecía miopía. Estaba bastante segura de que me veía muy mona.

Levantó la larga caída de mi falda sujetando muy suave la parte posterior de mi rodilla para llevarla a una posición flexionada, me recargó en la pared y colocó la mano que tenía libre justo al lado de mi cuello en una posición alfa por excelencia.

– Me gusta mucho su atuendo de hoy linda vaquerita.

– Creí que sería lo indicado si planeaba dar una cabalgata. – Una sonrisa se esbozó en su rostro y soltó una ligera carcajada

– Eres tan mona Mía.

– Lo sé, pero solo porque me gustas.

Nuestras bocas se entrelazaron haciendo danzar candentemente sus lenguas,

Me tomó con ambas manos de las nalgas y levanto mi cuerpo ligero sobre los aires para colocarme sobre una mesita de pasillo. Desde esa posición pude levantar más ambas piernas dejando a su disposición y de manera muy cómoda la pequeña entrada de mi ano.

Colocó la cabeza de su pene justo en el borde y comenzó a hacer presión sin meterlo aún. Yo estaba jadeante de la emoción y por su respiración noté que él lo estaba también. Ambos levantamos la mirada al mismo tiempo y nos observamos directamente por unos instantes. Le sonreí y él me sonrió de regreso.

– Me encantas – Murmuró Nicolás. Yo apenas iba a responderé de regreso lo mismo cuando me introdujo suavemente su polla sacándome un gemido en su lugar. Haciendo que mi cuerpo se contrajese y mis piernas al igual que mi ano le apretasen pues la forma tan gentil en que me estaba tomando, me causaba un placer nuevo para mí, muy distinto a lo que sentí con ramiro.

Su pene no era ni de cerca tan grande como el de ramiro, pero eso no importaba pues él sabía justamente como moverse y donde impactar. La cadencia correcta e incluso la profundidad. No pasaron ni 2 minutos y comencé a correrme abundantemente. Él lo notó y paró

– ¿Quieres que me detenga?

– No sigue, sigue, quiero que ambos quedemos satisfechos.

Tomo un poco del semen que emanó de mí y lo probó. Luego tomo un poco más y me lo dio a probar, nunca antes había sentido su sabor tan dulce. En definitiva tenía razón con lo del jugo de piña, ahí supe que Nicolás no era un novato.

Bajó mis piernas, me ayudó a ponerme de pie y me pidió que me girara. Me recargué sobre la mesita y le ofrecí de nueva cuenta el tesoro dispuesto entre mis nalgas en forma de corazón. Si había algo de lo que podía enorgullecerme era de la forma definida y suave que poseían mis nalgas.

Sentí de nuevo su pito entrar en mí, pero la posición me incomodó un poco haciéndome dar un gemidito de dolor.

– Perdóname preciosa, lo haré de nuevo más gentilmente. –Me encantaba que estuviera tan al pendiente de lo que me estaba sucediendo.

Sacó su falo de mí y de nuevo lo introdujo pero esta ocasión  lo dirigió con sus manos haciendo que fuera menos dolorosa la penetración. Al llegar al punto indicado, justo donde estaba mi próstata se detuvo haciendo una fuerte presión sobre ella. Haciéndome sentir espasmos y emitir gemidos de placer.

– Eso es Mía, así quiero que estés, que lo disfrutes tanto como yo te disfruto a ti.

Comenzó a bombear suavemente y de alguna forma sabía cuándo detenerte justo sobre mi punto g, haciéndome en cada penetración gozar tanto que retorcerme era la única opción para mi cuerpo.

Luego de un rato sentí otro orgasmo llegar, pero esta vez nada salió de mi interior, un orgasmo seco le llaman. Mis piernas temblaron, pero él se percató y colocando su mano izquierda bajo mi vientre, me sostuvo entre sus brazos suavemente para que no me lastimara.

– Dos orgasmos en menos de cinco minutos, ¡vaya! nunca había sentido nada igual.

– A decir verdad yo tampoco había sentido nada similar. Oh mira, está saliéndose todo, déjame traigo unas sanitas para no hacer un desastre.

Intenté apretar fuertemente el culo pero, no pude contener el semen que de mi brotaba, estaba demasiado dilatada. E incluso al apretar, una rápida contracción de placer recogió mi cuerpo haciendo flaquear de nueva cuenta mis piernas.

– Cuidado linda no te me vayas a caer, déjame te limpio.

Con mucho detalle recorrió el interior de mis piernas secando el líquido que por ellas escurría. Yo me dejé limpiar por completo pues me gustaba la forma en que me tocaba, sin llegar a ser una caricia pero sintiéndose totalmente como una.

– Aprovechando que estás allá abajo. ¿Puedes colocar esto por allí? – Le entregué un pequeño plug con cabeza de joya. Él lo tomó y sonrió. Sin decir nada, pero la mueca en su rostro fue como una pregunta. – Si Ramiro nota que estoy dilatada, será más fácil justificarlo con algo allí ¿no?

Una vez que terminó en mi cola, recordó el charquito que había hecho yo misma en mi vientre y también lo limpió. Se puso de pie y de nueva cuenta quedamos uno frente al otro

Me encantaba el hecho d que mientras me encontraba con Nico, bajo ninguna circunstancia sin importar el nivel de placer. Nunca mi diminuto pene abandonó su flacidez. Como si supiera que su tiempo de servicio había llegado a su final y él dignamente había dejado de funcionar.

– Te ha gustado la cervecería

– Muchísimo, no veo el momento de volver

El tono de mi celular sonó interrumpiendo un beso que apenas comenzaba a nacer.

Ramiro me recogió en la puerta de la cervecería y a diferencia de lo que creí que pasaría, no articuló palabra alguna en todo el trayecto de regreso a casa.

Bajamos de la camioneta y entramos al que llamaba nuestro hogar, pero la vibra se sentía muy densa. Pero no quise ser yo quien hiciera nada por catalizarla.

– Vamos a coger, te he traído ganas todo el día.

– ¿Así nada más? Hay que cenar algo antes.

– No, encuérate que te quiero coger ya.

– Ok. Respondí obediente y comencé a desnudarme intentando un baile sensual con música que iba tarareando.

– Déjate de mamadas Catalina (Si, ese era mi otro nombre, por cierto. Mía Catalina. Mucho gusto por cierto)

Tiró el vestido a una esquina y me giró bruscamente

– ¿Y ahora? ¿Qué es esto? – Preguntó molesto tirando fuertemente del plug. ¿Por qué estás tan abierta?

– Eh usado ese dilatador en mi culo todo el día, –  Dije apuntando al dilatador que ahora se encontraba en una esquina del cuarto. Si estaba así de dilatada era solo por la culeada que acababa de recibir de Nicolás. Pero no podía decirle eso. –  quiero disfrutar contigo, no que me atormentes de nuevo como en la mañana – Traté de justificarme.

– Yo sabía que eras una maniaca de las vergas, lo sabía, las viejas como tú siempre lo son.

Apuntó el enorme glande de su pene hacia mi expandido ano y lo metió sin esfuerzo alguno, cosa que le hizo refunfuñar. Pero no me dijo nada en absoluto. Fue directo a lo suyo y al ver que su grosor no me molestaba intentó con su longitud, hacerme sentir incómoda.

– Espera que la tienes muy larga. – Articulé entre alaridos

–A sí es como la debe tener un macho. ¿Qué esperabas? ¿Una pinguilla de 15 cm como la de todos los demás?

Empujó toda su totalidad y mi cuerpo se estremeció. Intentaba inútilmente acomodarme de alguna forma en la que aquel empalamiento no fuera tan doloroso. Pero todo resultó en vano. A partir de allí las cosas se pusieron muy oscuras.

– ¡Mira nada más! ¿Pero qué es esto? ¿Acaso es sangre? No sabía que andabas en tus días. Haberlo dicho antes mujer.

Instintivamente lleve mi mano hacia mi culo para ver si lo que decía era verdad o solo intentaba molestarme. Para mi desgracia no mentía, y si bien la sangre no era demasiada. Si era la suficiente como para preocuparme, pues apenas comenzaba aquella tortura y si se alargaba tanto como en la mañana lo había hecho, estaríamos allí durante otros 5 minutos por lo menos.

Colocó mi cabello tras la oreja acomodándolo suavemente, para luego acariciar con el dorso de su mano mi mejilla.

–  Tranquila perrita apenas vas a comenzar a sentir placer. No te me pongas rígida aún. Aflójate.

Sacó aquel largo mástil de mis intestinos y por un segundo creí que me concedería un par ley, pero me equivoqué, de nueva cuenta con todas sus fuerzas introdujo su enorme verga dentro de mí y pude sentir como mis intestinos se reacomodaban ajustándose a la forma del intruso que los penetraba.

-Nhaaa… – Gemí tratando de contener un grito de angustia.

Por segunda vez todo su miembro salió de mí, pero casi al mismo instante sus 28 cm invadieron el interior de mi recto, pasando más allá del colon sigmoides. Su mano izquierda apretó mi vientre bajo, y pude sentir como ambos, su mano y su verga, prácticamente podían tocarse, tan solo separados por una delgada capa de piel y grasa subdermal.

– Quiero que te pongas a dieta. Cuando te coja de misionero quiero ver como mi verga se abulta contra tu vientre y con esa lonja no podré hacerlo.

Intentando apelar a la lógica, respondí aquello que sabía de antemano que no tendría ningún efecto en él.

– Pero esa es la parte más difícil de eliminar Ramiro.

– Pues te pones adieta, y te pones a hacer mucho ejercicio. ¡Chingada madre!

Solo asentí con la cabeza, y cerrando los ojos me preparé para otra estocada de su miembro. No sabía si por comparar aquel acto sexual con el que había tenido unos minutos antes con Nico, si quizá por ya no tener ganas, o si simplemente porque su forma de hacerlo era muy brutal. Pero en esta ocasión no estaba sintiendo nada de placer en absoluto.

A diferencia de en la mañana donde había logrado correrme con el miembro en total flacidez. Ahora solo estaba sintiendo dolor. Y por más que me esforzara, ni aún pensando en Nicolás, había podido lograr derramar ni siquiera alguna gotita de precum.

Sentí, al igual que en la mañana. Los espasmos del cuerpo de Ramiro, y sus ojos se pusieron blancos por un instante, indicando que había llegado al orgasmo. Por desgracia yo no había dado ni un solo paso por ese sendero.

– ¿Y ahora tú? Porque no te corriste, ¿no te gustó?

– Si me vine, pero creo que me dejaste muy seca desde en la mañana. Y no salió nada. – Mentí

Se me quedó mirando incrédulo. Y se recostó en total silencio sobre la cama. Yo me giré dándole la espalda y me pude en posición fetal. Así nos quedamos por otro largo rato, quizá unos 10 minutos. Y luego, de nueva cuenta su voz rasposa rompió el silencio.

– Vamos a hacerlo otra vez, quiero ver que te corras.

Así sin darme tiempo de acomodarme me la metió de nuevo aprovechando la posición. Un gran dolor se apoderó de mí haciéndome temblar y romper en llanto.

– Ssja – Alcancé a gemir.

Su verga llegó hasta el fondo de mí, revolviendo mis intestinos, haciéndome emitir un lamento de dolor.

– Ehmm. ¡No! ¡Ramiro! me duele mucho. – Le dije con la voz entrecortada.

– Mejor cállate putita, no empieces con tus mamadas, disfruta de mi verga que te quiero ver chorrear el piso.

Mis gemidos y alaridos parecían estimularle pues cada vez y con cada uno, aumentaba la intensidad de sus estocadas.

– ¡Para Ramiro!...mnnn, ¡por favor!... ouuu, ¡te lo suplico!... aaagh, ¡me estas lastimando!... jemm.

– ¿Desde cuándo la reina le dice al Rey lo que debe hacer?

– Ya… ya… –  le respondí prácticamente murmurando.

Yo desconocía por completo esa faceta de Ramiro, hasta hacia unos días atrás, todo lo que salía de él no eran más que palabras dulces y promesas de amor. Parecía que aquella noche no llegaría a su final pero luego de muchos gemidos, quejidos y llanto; Ramiro se detuvo y sacó su pene de mí.

Esta vez no hubo inyección para el dolor, me quedé allí tumbada en la cama, con las piernas debilitadas y el culo enardecido, abierto tanto como nunca antes lo estuvo, escurriendo del semen que Ramiro había depositado en mí, mezclado con la sangre consecuencia del desgarro de mi esfínter. Herida infringida por el hombre que un día me sacó prometiéndome el mundo entero de la casa de mis padres, pero que al parecer ahora era mi dueño y atormentador sexual.

Se levantó y así desnudo, sin decir nada, salió del cuarto cerrando la puerta con llave tras de sí. Yo por mi parte no hice otra cosa que la única que podía hacer en ese momento. Llorar hasta quedarme dormida y esperar que la mañana siguiente se fuera sin pedirme más mi cuota para la renta.

A la mañana siguiente me desperté bastante tarde. Eran casi las nueve cuando sonó mi celular. Se trataba de Nico.

– Hola Nicky, ¿qué ocurre? – Pregunté algo cortante mientras me levantaba para ver si aún estaba ramiro en casa. Pero no había señal de él. La puerta de mi cuarto de nueva cuenta se encontraba abierta y solo había una nota en la puerta principal “No me falles preciosa”

– ¿Estas bien? No llegaste a clases y te escucho algo rara.

Recorrí todos los cuartos arrastrando las piernas pues estaba muy adolorida. Pero no dije nada hasta no checarlos todos.

– Si estoy bien no te preocupes, me desvelé un poco con ramiro, vimos una película y no me sentía muy bien, bueno aun me siento un poco mal, pero nada que un buen sueño no quite. – Le respondí ya con más confianza al saber que ramiro no se encontraba en la casa.

– ¿Ya desayunaste? ¿Quieres que te lleve algo?

– No, no te preocupes, estoy bien.

– Mmm, que mal. Ya te compré un ramen. Solo necesito que me digas a donde llevártelo.

– Oh está bien. Deja me cambio.

– No, para nada, quédate en tu casa, debes descansar. Dime a donde voy

– Esta bien señor perspicaz. Av. Nereo 1115. Tocas al timbre y te abro el portón.

Tomé el interfón y me acosté sobre la cama haciéndome bolita y tapándome con una frazadita para esperar a que Nico llegara. Luego de un rato me llegó un mensaje. “Ya estoy aquí”. Un claxonazo sonó en la calle y yo solo apreté el botón para que el portón se abriera solo.

Mi celular sonó. Y era Nico algo desconcertado.

– Y ahora… ¿qué? Creí que me abrirías.

– Pasa, eh dejado la puerta principal sin llave. Te iré guiando.

La casa de ramiro, a la que no sé si podía en ese instante llamarle mi casa, no era tan grande, pero al tener 2 plantas y una disposición arquitectónica moderna, el llegar a la recámara principal no era algo sencillo.

-– Camina hasta el fondo, pasarás un jardín, y luego una alberca. Entra por la puerta justo entre las dos paredes enormes.

– OK, muy bien… ya. Estoy dentro. Wow, tu casa es muy linda.

– Ahora avanza por el pasillo sin desviarte, habrá un jardín interior y frente a él una escalera, sube.

– Muy bien. Nada de barandales ¿eh? Les gusta el peligro. Ya, estoy arriba.

– Ya deberías escuchar mi voz, pero por si las dudas seguiré hablando, ahora da vuelta a la derecha y sigue hasta el fondo, pero con cuidado porque de nuevo no hay baranda. Nos gusta el peligro jaja.

– Jajaja. Ya veo. Oh ya te puedo escuchar. Debes estar detrás de esta puerta. Y… si así es allí están tus pequeños piececitos. ¡Uy! están fríos.

– Lo sé, lo siento.

– No te lamentes. ¿Puedo destaparte? – Preguntó Nicolás hablándome aun a través del teléfono.

– Ño, no quiero que me veas así. – Respondí con la voz un poco añoñada.

– Mmm está difícil, ¿y puedo recostarme a tu lado?

– Shi.

– OK, espero que esto sea tu hombro jaja,

–  No, es mi cabeza y eso que picaste era mi ojo.

– Oh lo siento.

–  Jajaja solo bromeaba Nick. –  Respondí levantando la frazada y dándole mi mejor sonrisa a aquel apuesto chico.

De inmediato el pasó su brazo por debajo de mi cuello y besó mi frente.

– Ya estoy aquí, y te traje algo para que te mejores.

Me apreté fuerte contra él en un abrazo.

– Te lo agradezco mucho ¿Pero porque ramen? No tengo gripa.

– Bueno, eso no lo sabía. Pero lo que sí sé es que nadie le hace el feo a un buen ramen.

– Lamento decepcionarte pero yo ni siquiera lo he probado.

– Mejor aún señorita. Es la excusa perfecta para hacerlo… y para traer ramen jaja

– ¿Sabes? Mmm… anoche Ramiro tuvo sexo muy violento conmigo. Esa es la verdadera razón de porque no tenía ganas ni fuerzas para ir el día de hoy a la escuela.

– ¿Te lastimó?

– Si un poco, creo que me ha desgarrado algo pero no estoy segura.

– Vamos al médico. El seguro de la universidad cubre todo tipo de incidentes.

– Pero debes tener más cosas que hacer, clases a las que asistir apenas son las 11 am.

– Ninguna de ellas se compara a llevar a una amiga al médico. ¿Quieres darte un baño?

– La verdad es que sí, pero no tengo fuerzas. Mis piernas están muy débiles y me duele el vientre.

– Vaya que te dejó mal ese tipo. Si no te importa puedo ayudarte, prometo que no será nada sexual.

– No te preocupes Nico, confió en ti. Si no te molesta, te lo agradecería mucho.

Nico probó el calentador y templo el agua para que no fuera ni muy caliente ni muy fría, y así evitar que lastimara mis heridas. Tomo una silla del jardín y la colocó dentro de la regadera. Me tomó en sus brazos y me llevó hasta colocarme en la silla y comenzó a limpiarme sin importarle si se mojaba.

– Eres muy menudita. Fue bastante fácil traerte hasta aquí.

– 55 Kg, eso es lo que peso, por si te lo preguntabas.

– Jaja, gracias por el dato, pero la verdad no lo hacía. Más bien me pregunta como es que puedes soportar a un tipo que te lastima tan feo.

– Ese es el problema Nico, esto apenas comenzó ayer.

– ¿A qué te refieres? Esto es mi culpa ¿cierto?

– No, en absoluto. Ramiro y yo tenemos un acuerdo. Lo conozco desde hace mucho tiempo, es hijo de un amigo de la familia. Hace años perdí a mi mamá, ella y mi papá estaba más que de acuerdo con mi transición. Pero luego mamá falleció de cáncer de mama y dejó a papá con toda esta carga.

Él supo llevarla bien, y cuando vio que yo ya era una mujer y podía tener un poco más de libertad, comenzó a salir con una mujer, una señora muy agradable. Se casaron y su hijo y ella se mudaron a nuestra casa, pero allí es cuando las cosas comenzaron a ponerse turbias.

Ella nunca antes lo mostró, pero al parecer siempre ha sido homofóbica y por eso no puede verme ni en pintura, poco a poco comenzó a hacerme la vida imposible para que yo saliera de la casa de papá, al inicio cosas sin sentido como acabarse el agua caliente o dejarme menos comida. Pero luego comenzó a hacer que su hijo me acosara en la prepa, me siguiera por la calle con sus amigos y hasta una vez le hizo entrar a mi cuarto para robarse mi ropa dejándome solo unos jeans y una playera, ambos de chico.

Entonces allí fue cuando entró en escena Ramiro. Él se dio cuenta de todo, y comenzó a platicar conmigo, al inicio éramos solo amigos y él fungía como mi hombro para llorar todas mis penas. Luego comenzamos a salir como amigos con derechos, hasta que un día se me declaró, yo obviamente le dije que sí, eso era mi sueño más anhelado, ser la novia de un chico, ser amada por un hombre.

Después hace unos meses fue y habló con mi papá, pues sabía que me iba a mudar a acá a la capital para entrar a la universidad, y le ofreció que si me permitía comprometerme con él. Él se haría cargo de mí desde el día cero. Incluyendo obviamente la continuidad de mi tratamiento hormonal y cualquier cirugía que yo deseara en un futuro, aun cuando todavía no estuviéramos casados.

Como yo lo amaba mi padre se lo permitió y entonces nos mudamos aquí la semana pasada, como él es arquitecto y tiene una constructora pude operar desde cualquier parte y de hecho la capital le favorece mucho más que donde vivíamos antes.

Todo iba muy bien hasta ayer por la mañana, justo antes de venir a la escuela, decidió que era hora de que pagara mi alquiler. Y por primera vez se dirigió a mí con palabras altisonantes, groserías y sujetándome de manera brusca. Al principio pensé que solo era un juego de rol, pero luego las cosas se pusieron muy salvajes y comenzó a lastimarme, de manera sexual.

Odio tener que decirte esto, pero está muy bien dotado, exageradamente, a tal punto que me lastima y no me produce placer. Pero mi dolor creo que le prende y entonces se violenta más. Aun al término del acto sexual se continuó comportando con normalidad como antes lo hacía, siendo dulce, pícaro y cariñoso, hasta me inyectó un medicamento para el dolor que sabía que me había causado.

Pero por la noche las cosas se tornaron demasiado violentas y por más de 10 minutos me torturó sexualmente sin descanso aun a pesar de mis súplicas. Creí que todo terminaría de nuevo con una inyección que me quitara el dolor, pero no lo hizo, lo cual solo reafirma mi creencia de que verme sufrir le da placer.

Perdóname por meterte en todo esto sé que deseas todo menos saber de los problemas de una tipa a la que ni has visto en más de 10 años

– No, para nada, jamás digas eso Mía, tu dolor me importa mucho. Tomaremos tus cosas y hoy mismo te mudarás de este calabozo del terror, acuerdo o no esto no puede continuar así.

– Pero, no tengo trabajo, ni dinero, puedo dejar la escuela pero no podría costear mis gastos, al menos no hasta que encuentre un buen trabajo. No losé Nico, tengo miedo de hacerlo.

– No te preocupes, yo te puedo apoyar durante un tiempo, y creo que puedo conseguirte un trabajo de medio tiempo para que no tengas que dejar la universidad. Y por supuesto en definitiva puedo conseguirte una beca del 100 % así solo tendrías que ver por tus gastos propios.

– No quiero ser ingrata, pero justo algo como esto es lo que me prometió Ramiro antes de volverme su esclava sexual…

– Rayos, no lo había pensado así, tienes razón. Pero a diferencia de él yo prometo no hacerlo, es más ni siquiera tendrás que vivir conmigo.

– Esta bien Nicky, vamos a intentarlo.

– Pero primero, debemos ir al médico.

Me ayudó a incorporarme, me cubrió con la bata de baño y de nueva cuenta me tomó entre sus brazos para llevarme al cuarto principal, donde escogió un traje deportivo cómodo para que me pusiera en ese instante y colocó el resto de mis cosas en su auto.

– Como verás mi auto no es muy grande ni muy nuevo pero cumple con su principal función que es el de transportarnos.

Me ayudó a subir al coche y nos fuimos de allí con rumbo al centro médico universitario.

Una vez dentro llegamos a urgencias y de ahí nos pasaron de inmediato con un médico. El médico le pidió a Nico que se quedara afuera mientras me hacía un chequeo y entonces yo le conté toda mi situación, lo dela transición, lo del acto sexual violento y de que Nick había estado conmigo unos minutos antes de que Ramiro me violentara.

El médico me dio prioridad a mis heridas y colocó un punto en la piel desgarrada de mi esfínter, haciéndome notar que a partir de ese instante las cosas podrían funcionar distintas pues la única forma de corregir un desgarro de ese tipo era con cirugía mayor.

Luego de que terminó hizo pasar a Nick y le pidió que le permitirá tomar unas muestras pues debía confirmar mi historia. Nico accedió y se hizo todo un papeleo, donde se explicaba que aquel acto con ramiro caía en la categoría de violación sexual. Y por ende se podía proceder legalmente en su contra.

Decidimos no hacer nada ese día, sino dejarlo para después pues no tenía el ánimo de algo tan ajetreado como eso. Nos firmaron el alta y salimos para ir por algo de comer.