Mía (Ejercicio)

Versión libre sobre un relato de Machi, con su autorización.

Está muy cambiada, el pánico  se ha apoderado de su mirada, pero hay una fuerza en ellos que te tiene atónito. Tiene miedo de ti, pero ya no hay sumisión en sus ojos. Estos, rebosantes de terror, te observan como si fueras un pobre hombre. Por primera vez en tu vida sabes que ha dejado de ser tuya. Ciego de rabia, coges un cuchillo que encuentras y clavas una y otra vez el arma en su estómago. A la primera puñalada siguen veinte más, todas acompañadas del mismo grito ahogado: “¡Eres mía!¡Siempre serás mía!”

En el momento que la furia deja de cabalgar por tu pensamiento eres consciente de lo que has hecho. Cuando ves el amasijo de vísceras y sangre que cubre a la mujer que ¿amabas?........ No, ni la amabas, ni tienes sensación de culpa, era tuya y siempre sería tuya, solo temes las represalias de la sociedad, de tu familia, de tus amistades, de todo…..ya sabes que ahora tu tipo de persona es un apestado, y también temes la ley de la cárcel, esa que provocó que tu amigo del alma y de correrías acabase muerto en prisión y con el culo abierto. Sin pensarlo, abres la ventana y te lanzas por el balcón.  La gravedad tira de ti con fuerza, sin embargo durante esos escasos segundos recorres el camino que te ha llevado hasta aquí.

¿Cómo empezó todo? ………..Todo empezó con el cabronazo de tu padre, con ese autoritarismo que tenía, que hacía que tu madre estuviera siempre recluida dentro de sus ojos, esos ojos que solo brillaban cuando no estaba tu padre cerca. Pero, en vez de admirarla, admirabas el dominio de tu padre, el poder.

Pero cuando tú intentaste eso, no obtenías el mismo respeto, ya se sabe, padres gatos hijos michinos, y tú solo habías heredado las ansias de poder de tu padre, pero no su habilidad para conseguirlo. Ni su adaptación a cada época.

Tú eras un cabrón como él, pero no tan listo, solo conseguiste ese poder y ese respeto, bueno más que respeto, ese miedo, por medio de hostias, hostias que los cobardes solo dan a los que no se las pueden devolver.

Y ahí te perdiste, porque para ser un cabrón del todo y salir airoso, hace falta guardar las formas que la sociedad te exige en cada momento y no las guardaste y después de muchos labios reventados y de muchos moratones, ella llamo al 016 y el juez, dictó una orden de alejamiento.

Ciego de ira, fuiste a obligarla a quitar la denuncia. Tú sabías que eso podía ser el preámbulo del calvario y como buen cobarde, lo has querido evitar. Pero cuando la cogiste, viste su mirada, llena de miedo pero con una fuerza que no reconocías y supiste que no había vuelta atrás…….

Ahora, a punto de impactar con el suelo, una mueca esperpéntica de satisfacción se dibuja en tu cara, al menos tu culo acabará intacto.

(Nota de la organización: el título original es "Mía" al igual que el del relato original de Machi, le hemos añadido el paréntesis para que el lector sepa que es un relato diferente)