Mía (2)

Will, a pesar de sus remordimientos, disfruta de su esclava sexual modelo 4590.

Will no puede dormir. No puede creer lo que ha hecho. No es propio de él. Él no es así. ¿O tal vez sí? En su dormitorio da vueltas sobre sus sábanas de seda. Mía es tan menuda, tan frágil y vulnerable. Él debería protegerla, cuidarla, pero en cuanto la mira, en cuanto la toca, algo se le apodera, algo extraño y oscuro que saca su demonio interior, su parte más perversa. Y ahora sólo puede pensar en ella. En sus cabellos sedosos y oscuros, en sus ojos brillantes, en su boquita de labios carnosos, en sus gritos de dolor, en sus gemidos después, cuando él permite que alcance el orgasmo tan deseado. No puede dejar de pensar en todo lo que le ha hecho esta noche, y su cabeza no para, no para de imaginar todo lo que desearía hacerle. Todo lo que sabe que va a hacerle.

-¡Oh, Dios! La chica debe de tener hambre y sed. Debería subirle algo de agua y comida y ver cómo está.

Y esa es la excusa que se da para volver a subir a la torre del ala este de la mansión. En una mano lleva un envoltorio con comida y agua.

Y en la otra mano, el maletín con los accesorios.

Accesorios para la esclava modelo 4590. Hay fustas, látigos, picanas, artilugios que parecen pinzas con dientes serrados... Will los mira, sus ojos brillan, aunque mueve luego la cabeza como despertando de un oscuro sueño y los deshecha. Mira la base del maletín. Una completa colección de vibradores y consoladores. La jovencita está comiendo en el suelo, a gatas. Baja la cabeza para beber agua directamente desde el bol, como un animalito, el culo hacia arriba, moviéndose, contoneándose de un lado hacia el otro.

Tentador, sugestivamente tentador.

Will se acerca con un par de enormes rugosos consoladores de tapón y una cadena. Mmmmm, siiii... Bonitos juguetes para entretenerse durante horas con su hermosa mascota, con su pequeña esclava tan complaciente, tan ardiente.

-Por favoooooor... amo... amo... -gimotea la chica, tras varias horas de juegos ininterrumpidos, - Por favooooor.... Lo necesitoooo...

Will la contempla. Su cuerpecillo tembloroso, con la carita anhelante, mordiéndose los labios. Está preciosa cuando le desea desesperadamente, y a él le excita más cuando la chica está al límite y le ruega.

-Lo necesitas ya, lo sé, necesitas ya mi polla. Está dura... muy dura... Mira, mira como está -tira del elástico y se baja los pantalones, dejando su enorme miembro al descubierto-. Sé que estás loca por chuparla, por llevártela a tu pequeña y linda boquita. Ven, ven aquí, preciosa, ven a chupármela... Vamos a comprobar lo que estás dispuesta a hacer por complacer a tu amo, hasta dónde eres capaz de llegar.

Engancha la cadena del collarín al cabecero de la cama y se aleja.

Mía mira el pene erecto de su amo, tan sugestivo y atrayente como el mejor de los manjares, el único manjar, el único agua que apaga su sed, pero no puede alcanzarlo. La cadena que la engancha desde el collarín a la pared está muy tirante. La joven se pone roja, prácticamente morada intentando llegar a la dulce polla de su amo, pero no llega... no llega... Saca la lengua todo lo que puede y roza un poco la punta, pero no es suficiente, la necesita toda, toda dentro, toda. El amo entonces se aleja un poco más y Mía deja escapar un lastimero quejido desgarrador.

Will la detiene a tiempo antes de que salte, antes de que coja impulso y salte hacia él y se rompa el cuello. Ella le vuelve a mirar suplicando, arrodillada en posición sumisa, los ojos grandes de cachorrillo perdido están inundados en lágrimas.

-Vamos bonita, no llores, toma, chupa, mmm, así, abre las piernas para que meta de nuevo mis juguetes... Eso es... chúpame bien, hazlo así de bien y después te ataré a la cama para seguir jugando -la voz de Will desciende hasta convertirse en un susurro-. Haré que te corras con mi polla dentro de tu culito lindo, pero eso... mmm... será después... ahora te doy permiso para que te corras cuando lo haga yo.

La chica le mira extasiada y feliz y le chupa con más avidez. Su lengua va desde la punta a los testículos, bajando hacia atrás, lamiendo el ano, metiendo la punta de la lengua, ante la sorpresa de Will.

-¿Pero... qué... haces...? -consigue Will articular, jadeante- Oh, Dios... Sí, hazme eso, sigue haciéndome eso... ¡Sí! ¡Chúpame! ¡Chúpame ahí! MMMMMMM ¡Ahora túmbate y abre la boca! ¡Voy a follarte en la boca!

La polla se estrella con fuerza contra su campanilla y Mía mama la leche de su amo con glotonería, maná sabroso y necesario, agitándose y moviéndose contra los consoladores que aún tiene en su vagina y en su ano, la gruesa polla del buen amo en su boca ahoga los gemidos de su propio placer al correrse.


Mía descansa, pero no duerme. Su amo aún no le ha soltado las manos, y mantiene la cadena en el collar. Intenta dormir, pero le duele demasiado para conciliar el sueño. Bendito dolor, porque cuando el amo le regala el orgasmo éste es más intenso y puede estar más horas relajada después, porque el sufrimiento del cuerpo es nimio comparado al ardor horrible que la asalta cuando necesita su dosis de alivio sexual. El amo duerme a su lado, abrazándola posesivamente. Tal vez pronto ella pueda dormir, cuando el dolor en su ano y en su vagina sean menos punzantes y quede sólo un sordo latido. En unas horas ya no quedará rastro de lo ocurrido, los desgarros después de haber sido sodomizada durante horas habrán sanado y sus orificios quedarán bien dispuestos para ser de nuevo usados por su amo. Por su hermoso y maravilloso amo. El mejor amo.


La chica acaba de dormirse cuando Will la despierta y le besa los labios suaves, carnosos y sus manos sobre sus pechos, apretando, pellizcando.

-Oh... Diosssss... Dime qué coño tienes que me estás volviendo loco, loco, loco. Que no puedo pensar en otra cosa que en esto. Eres peor que una droga, me has hechizado, no puedo dejar de follarte -Will se da cuenta de que está pellizcándole los pezones con mucha fuerza, y que la está mordiendo hasta hacerla sangrar de nuevo. Se fija en las marcas de sus mordiscos en su blanca piel, las peladuras de las cuerdas en sus manos aún atadas, en que está a punto de... de meterle el puño. Horrorizado se detiene y salta de la cama.

-¿Amo? -susurra la chica, angustiada, cuando le ve salir de la habitación-. ¿Amo?

El hombre va susurrando para sí mismo, vistiéndose, cerrando la puerta a su paso, bajando la escalera de la torre, de nuevo horrorizado por su comportamiento.

-No, yo no soy así. Algo se activa dentro de mí cuando estoy con ella, algo que me hace ser violento, cruel, salvaje. No es culpa mía. Es ella. Tiene algo que remueve mis más bajos instintos para que le haga daño. No puedo seguir así. No puedo... Yo no soy un maltratador, siempre me ha repugnado el hecho de causar sufrimiento a un ser humano. Yo...

Pero en su mente hay otra voz. Es su propia voz, más auténtica, que se sobrepone a la otra.

-Yo... Yo he disfrutado. Ella necesita el dolor para sentir más placer, pero su dolor es también mi placer. Soy un vicioso pervertido que esta abusando de una pobre criatura con quien han cometido una aberración. Pero me gusta hacerlo. Quiero tumbarla en la cama, encadenada, y verter cera caliente sobre su espalda haciendo preciosos dibujos en su cuerpo perfecto, en su culo redondo, quiero... ¡Mierda! ¡No! Tengo que alejarme. Necesito respirar. Necesito... -su mirada se eleva hacia la torre y su miembro continúa elevado también con una intensa erección-. Tengo que solucionar esto, he de encontrar el modo de solucionarlo antes de sea tarde, antes de que pierda mi alma.

-Señor -su sirvienta Tara le intercepta en el patio-. Tiene un aviso de correo interdimensional.


Una invitación. Su tío Ethan le invita a una fiesta en su casa de "EL JARDÍN DE LAS DELICIAS". Su mundo. Sí. Debe ir allí para averiguar lo que le está pasando, para intentar remediarlo. Y para partirle la cara a su tío Ethan también.

El viaje por el portal interdimensional dura una hora aproximadamente. Will posee una cabina privada de teletraslado en su mansión.

Se acomoda en el asiento y bebe de su copa. La joven está desnuda en el suelo, a su lado, asustada, sollozando, agarrándole muy fuerte de la pierna, lamiéndole las manos, lamiéndole los pies. Sabe dónde van y no quiere volver allí. Teme que su amo la devuelva porque no es capaz de satisfacerle, entonces volverán a reprogramarla. No... otra vez no..., por favor... eso no... se revuelve inquieta y solloza de forma queda. ¿Qué le pasa a su amo? Ella siente su erección, su excitación y sabe que la desea. ¿Por qué entonces no quiere usarla? ¿Por qué no quiere follarla como antes? El collar se tiñe de un color amarillo y la jovencita vuelve a gimotear, frota su entrepierna contra la pantorrila de Will, mojándole el pantalón con el flujo de su sexo y le mira con sus ojos grandes de color caramelo, suplicantes, abriendo la boca, las piernas, se pone a cuatro patas y abre las nalgas, ofreciendo su culito.

Will no le dice nada. Acaricia con una mano su cabello sedoso, con la otra desabrocha su pantalón y lo baja. Mía le mira con los ojos muy abiertos, esperando órdenes. Will da una palmadita en su propio muslo con un gesto autoritario, la chica salta con velocidad y agilidad increíble sobre sus rodillas y se ensarta en él dejando escapar un gritito de gozo. Siente la polla del amo bien ajustada, acoplada en el interior de su vagina y le cabalga al ritmo que le marca su amo. Will lame sus lindos pechos de pezones rosados y duros y empieza a mordisquearlos.

Y en su intento por aplacar sus remordimientos, vuelve a mentirse a sí mismo diciéndose que esto lo hace por ella, para tranquilizarla, para aliviarla de su sufrimiento.

Pero en lo más profundo de su alma, mientras la joven le cabalga con ímpetu, Will, a punto de correrse, contempla su bonito rostro jadeante, agarra con rudeza sus cabellos, embute con fuerza otro dedo en su apretado ano; allí, en ese rincón oscuro, Will se repite sin cesar que ella es suya, suya, suya, suya, suya...

Continuará con la visita a El JARDÍN DE LAS DELICIAS