Mi yerno

El mejor mes del resto de mi vida...

Tengo 67 años. Me llama María. soy viuda desde hace varios años. Cansada de teñirme el pelo, he dejado que se ponga blanco por las canas, aunque todos me dicen que me sienta bien. Soy una mujer culta, para mí generación, había sido de las pocas mujeres que había podido estudiar y ser maestra de escuela, aunque casi ni pude ejercer. Me casé, tuve hijos, 3 hembras y me olvidé de trabajar.

Soy una mujer del sur de España, grande, de pechos grandes, culona, de caderas anchas, culo grande, tengo barriga, pero como todo en mi es grande, no parezco tan gorda. No tengo achaques y me gusta cuidar mí apariencia, me gusta vestir bien, suelo llevar fajas para disimular y medias para que no se noten las pequeñas varices.

Tengo que decir que de mis tres hijas, solo una se preocupa por mi, y más que ella, se que es su marido el que hace que ella se preocupe. Él se llama Juan, 38 años, no es un adonis, es un hombre del montón, pero tiene un corazón como nunca he visto en una persona. Siempre atento con mí hija, conmigo, con los hijos, no tiene padres, murieron cuando él era joven, por lo que seguramente encontró en mi una madre.

Siempre ha habido entre nosotros mucha confianza, nunca había sentido una mala mirada por parte de él, nada que me hiciera pensar nada raro, supongo que debido a eso, era normal para mi, que sí me veía en braga o sujetador, no hiciera intento de taparme rápidamente, aunque tampoco prolongaba la situación, ni yo sentía que él quisiera que aquello se prolongara. Tampoco pasaba nada sí yo lo veía a él en el slip.

Era normal que yo me quedara en casa de mí hija a dormir algunas noches, sobre todo sí ellos salían, o que me fuera con ellos de vacaciones, mí yerno era el único que cuando planeaba las vacaciones contaba conmigo, sí o sí. Y a mi me agradaba, y no dudaba en irme con ellos.

Era principio de junio cuando mí hija me dijo que iban a alquilar un pequeño apartamento en la costa de Cádiz, me comentó que tenían la posibilidad de alquilar durante dos meses, julio y agosto, ese año mí yerno y mí hija no coincidían, él tenía las vacaciones en agosto y ella en el mes de julio, y que yo podría pasar con ellos los dos meses, ya que sabían que no quería irme con mis otras dos hijas.

Solo había dos dormitorios, con dos camas de matrimonio, en una podrían dormir los tres niños, y en la otra, mí hija y yo, el mes de julio fue normal, todo bien, yo dormía con mí hija, era algo normal, el mes pasó rápido, y llegó el mes de agosto.

Yo no sabía con que frecuencia mí hija y mí yerno, hacían el amor, pero habían estado todo el mes de julio sin verse, e iban a estar también todo el mes de agosto. En alguna ocasión había hablado con mí hija, y sabía por ella que Juan estaba desesperado, y que le había pedido que se fuera para la casa para poder follar, pero que era una locura, y que no lo había hecho, y entre bromas, me dijo que tuviera cuidado con él sí alguna noche saltaba sobre mí, pensando que era ella. Todo quedó en una conversación de broma.

El primer día con mí yerno, fue totalmente diferente. Nos sacó a comer, a ver cosas, de compras, los niños estaban encantado con el padre allí, y yo no había parado de reír con las ocurrencias de todos. Los tres niños estaban agotados cuando llegamos a casa y en menos de quince minutos estaban los tres durmiendo, ni siquiera habían preguntado, los tres se metieron en la cama donde ya dormían y quedaron dormidos con el padre jugando con ellos. Ese día hacía calor, cuando entré en el dormitorio fue cuando me dí cuenta que iba a tener que dormir con él, la cama aunque de matrimonio, era de 150 y con lo grande que soy, íbamos a estar más pegados que separados. Pero ya sabía que iba a ser así, y él también. Aunque la verdad me sentía un poco cortada por la situación y él parecía que también.

Tuve que ser yo quien le dijera que teníamos que dormir, que no pasaba nada. Me dijo que era verdad y que estaba muy cansado por todo el día, yo le dije que también estaba agotada. Cogí el camisón y entré en el cuarto de baño, suelo dormir sin braga y sujetador, pero esa noche preferí quedarme con ellas puestas. Cuando entre en el dormitorio él ya estaba acostado, llevaba puesta una calzona anchas y nada arriba, tenía su pierna derecha estirada en la cama y la izquierda flexionada, con las piernas algo abiertas, lo suficiente para que por un filo del pequeño pantalón apareciera el glande de mí yerno, me quedé sin respiración, se notaba grande, tenía el pene en reposo, no estaba grande, pero se notaba un prepucio grande y oscuro, totalmente fuera de la piel. Parecía que ya dormía, se había quedado dormido en apenas unos minutos. Debía de estar agotado. Aunque la verdad es que eso me dejó con el tiempo suficiente para recrearme con la visión del cipote de mí yerno, hasta que yo misma me reí y me dije que estaba loca.

Apagué la luz, abrí la ventana del dormitorio y me metí en la cama. Hacía calor, sentía el cuerpo de Juan a mí espalda, respiraba profundamente, dormía. Tuve que quedarme traspuesta, cuando desperté habían pasado un par de horas, no era más de las tres de la madrugada, Juan seguía casi en la misma posición, aunque su pene estaba casi todo fuera de la calzona, reposaba echado sobre su pierna estirada, su pierna derecha, la que estaba más cerca de mi. Yo tenía calor, sentía mis tetas comprimidas, me levanté sin hacer ruido y me saqué el camisón, me desabroché los corchetes del sujetador quitándomelo y me saqué la braga para volver a colocarme el camisón.

Cuando me acosté lo hice mirando a mí yerno, miré su pierna y su pene estaba más grande, noté como palpitaba varias veces poniéndose algo más duro y más gordo. Miré su cara, estaba dormido, no había duda, su respiración era pesada, profunda, sí no lo estaba lo disimulaba muy bien, me toqué los pezones y estaban duros, me sobresalté al sentirlos así, pasé mí mano por mí raja y noté que estaba algo húmeda, me reí en silencio, me estaba excitando con mí yerno. Se me había pasado por completo el sueño, estaba bien despierta. Intenté no moverme demasiado y cerré un poco los ojos, haciéndome la dormida, acompasé mí respiración a la suya, y me atreví a colocar mí mano derecha directamente sobre su pene, la sentí palpitar, apreté suavemente, se estaba poniendo dura, seguía dormido, no movía mí mano, solo la tenía colocada encima, en minutos el tamaño del pito de mí yerno había aumentado tanto de tamaño que sobresalía más de la mitad por fuera de la calzona y de mí mano. Entonces se movió dándome la espalda. Me reí en silencio. Me tendí boca arriba y pensé que estaba loca de verdad.

Estaba relajada, pensando en lo que había hecho, y pensando que hubiera pasado sí se hubiera despertado, de pronto volvió a girarse mirando hacia mi, al hacerlo se pegó más, su pene estaba duro, estaba fuera de la calzona, y apuntaba completamente duro a mí muslo, sentía el calor de su glande tocando directamente mí muslo izquierdo, bajé la mano y cogí ese mástil, lo sentí respirar profundamente, casi no podía cerrar totalmente la mano, era demasiado gorda, y larga, recta, recordaba la de mi marido y no tenía nada que ver. Era mucho más grande y más gorda, pasé mis dedos por su glande, era como un champiñón, sentí como palpitaba con el contacto. Tenía mí mano izquierda cogiendo la polla de mí yerno  y llevé mí mano derecha entre mis muslos, pasé mí dedo corazón por mí raja y me sorprendí al notar que estaba muy mojada, no recordaba haber estado así desde hacía mucho. Pensé que estaba tan mojada que esa polla podría entrar en mí coño sin dificultad. No lo pensé.

Solté esa polla, pero la mantuve rozando mí muslo, me giré despacio, para no perder el contacto y le dí la espalda, me erguí un poco en la cama, y me eché hacia él, no tardé en sentir como su capullo se acomodaba justo en el comienzo de mis nalgas. Era muy gordo, muy caliente y lo sentía palpitar, sentía como se tensaba ese trozo de carne. No se ni como me atreví, levanté mí pierna izquierda y sentí como se apretaba más a mi, su polla se había colado entre mis piernas, sentía su capullo justo en la raja de mí coño, bajé la pierna, esperé unos segundos para ver que pasaba, sentí su mano en mí costado, y como empujaba su polla, casi asomaba por delante, bajé mí mano, y acaricie su capullo, lo sentí moverse despacio, parecía dormido, estuve tentada de guiar ese badajo al interior de mí concha, pero solo me atreví a tocar por delante el comienzo de esa gorda, grande y dura polla, apretó su mano en mí cadera y se movió un poco más rápido, de pronto con un gemido suave y profundo sentí como comenzaba a descargar un mar de leche entre mis dedos, en la entrada de mí coño, me había regado todo el bajo vientre, tenía todos los vellos lleno de su abundante corrida.

Me quedé inmóvil, y en unos minutos el tamaño de su pene mengüó, volvió a girarse y me dejó bañada con su semen, me metí los dedos y me corrí como hacía mucho tiempo que no lo hacía, me dió igual que se diera cuenta, quería que se despertara y me follara bien follada, pero no ocurrió esa noche. De esa primera noche no recuerdo nada más, me quedé dormida hasta más de las 8 de la mañana, cuando desperté estaba tapada con la sábana y mí yerno ya no estaba en la cama, mis manos olían a sexo, y mí camisón debajo de la sábana estaba reliado por encima de mí tripa, Seguro que había sido él quien me había tapado, estaba boca arriba con las piernas bien abiertas, sin duda había visto todo mí viejo coño y lo pringoso y mojado que lo tenía todo.

Me daba verguenza mirarlo, y él tampoco se fijó en mi, o por lo menos eso pensaba yo. Por la mañana me fui a la playa con los niños, él se quedó en casa, cuando subimos a la hora de comer, ya tenía la mesa puesta, la comida preparada y seguía con la misma calzona con una camiseta puesta, notaba su pene moverse, no llevaba slip, casi estaba segura. Almorzamos y los niños se acostaron a dormir la siesta, era algo normal, le dije a Juan que se acostara un rato, me dijo que lo haría sí yo también me acostaba y no me quedaba en el sofá que era muy incómodo. le dije que sí, que recogía la cocina y me acostaba dentro de un momento. Me puse de nuevo el camisón, me dejé puesta la braga aunque me quité el sujetador. Estaba con los pezones duros. Recé para que estuviera dormido, cuando entré en el dormitorio, encajé la puerta trás de mi, había bajado la persiana, para que no entrara el calor por la ventana, el dormitorio estaba casi en penumbras. Me costó acostumbrarme a la oscuridad, pero lo agradecí, no deseaba que se fijara en mí. Estaba al revés en la cama, con la cabeza en los pies. Me acosté, estaba despierto, Me preguntó sí estaba cansada y le dije que sí, que sentía las piernas pesadas, sentí sus dedos en mis pies, comenzó a darme un pequeño masaje, me gustaba, me estaba acalorando, sentía que mí respiración se agitaba, me estaba dando un masaje en los pies y yo me estaba excitando.

No me lo podía  creer. Pasó de mí pie izquierdo al derecho, el izquierdo quedó pegado a su cara, sentía su aliento en mis dedos, le dije que se le iba a meter el olor a pie en la nariz, y reí, no hizo caso, sentí mis dedos en su boca, y como tímidamente pasaba su lengua por la parte de abajo de mis dedos, me hizo gemir y con un gesto no controlado abrí los dedos de mí pie, seguía masajeando los dedos de mí pie derecho y pasaba la lengua por los dedos del pie izquierdo, no deseaba que parara, me gustaba, nunca me habían hecho algo así, se giró en la cama y quedó de lado, me giré y quedé de lado también, ya no me hacía masajes, solo pasaba su lengua por los dedos de mis pies, los tenía uno encima del otro. me los apretaba con las manos y se metía los dedos en la boca, me pegué más a él, sentí su dura polla, estaba rozando mis tetas, son muy grandes y es lo que más sobresale de mí cuerpo, pasé mí mano por la calzona, y estaba muy dura, muy dura y muy grande, paró de chupar mis pies cuando sintió mí mano buscando sacar fuera de la calzona su polla, había cogido sus huevos, estaban gordos, calientes, se notaban cargados, y su polla no dejaba de latir, estaba deseando llevármela a la boca, pero no quería romper el encanto, la solté un momento para desabrochar los botones de mí camisón y rápidamente volví a cogerla para colocarla entre mis gordas ubres, eso le gustó, las de mí hija no permiten hacer algo así, aunque las mías estén más flácidas y menos tersas, permiten hacer una buena cubana, eso le encantaba a mí marido y a mí me gustaba sentir cuando se corría en mí cara.

Juan ya no chupaba mis pies, se movía y yo sujetaba mis tetas para que no se escapara de entre ellas, sus manos acariciaban mis muslos, subían hasta mí culazo, se atrevía a apretar tímidamente sus manos y yo lo dejaba hacer. Cuando sentí su lengua en mí pantorrilla, levanté la pierna un poco para dejarle paso, lo entendió y comenzó a reptar, su polla se había salido de mí camisón, ya sentía su lengua a la altura de mis muslos, me tocaba bajar a mi, ya tenía los pies en el cabecero de la cama y no podía subir más, como pude bajé mí cuerpo hasta que su cara quedó apretada encima de mí braga, sentí su lengua y su boca recorrer mí bajo vientre, me echaba el aliento y olía profundamente, agarré su polla y sin pensarlo me la llevé a la boca, estaba muy dura, tuvo que sentir mis dientes, se la mordí, olía a polla, lo sentí gemir, abrí las piernas para dejarle pasar, hundió su cara en mí coño, tenía la braga entre medio, pero le daba igual, mordía, chupaba con desespero todo, y yo intentaba tragarme ese badajo hasta los huevos, pero me era imposible, me gustaba, hacía años que no tenía en la boca nada igual, muchos, la de mí marido ni por asomo se asemejaba a la de mí yerno, la de mí marido me cabía entera, la de Juan, solo me entraba algo más de la mitad.

Solté esa polla y me llevé la mano a mí coño, tiré de la braga con fuerza, para dejar al aire todo lo que pudiera, hundió su cara, le daba igual que fuera el coño de una vieja, con sus manos me bajó la braga y yo misma terminé de sacármela de las piernas, hurgaba con su lengua en mí raja, mordía mis vellos, mordía mis labios mayores, se metía con desespero mis labios menores en la boca, son grandes y colgantes, pero le daba igual, metía su nariz en mí coño, lo sentía buscar son la lengua la entrada de mí culo, lo dejaba hacer, apretaba con sus manos mis nalgas, me las abría, había conseguido meter su lengua en mí culo, me gustaba, estaba a punto de explotar en un orgasmo, sentía que iba a ser sublime, algo que no recordaba. Me había olvidado de su polla, le daba igual, solo buscaba mí placer, solo buscaba hartarse de coño, de culo, de todo lo que salía de ahí abajo. Me escuchó gemir cuando encontró mí clítoris y ya no lo soltó, me lo chupaba, me lo mordía, había conseguido meter un dedo en mí culo, sentía como me latía el esfínter aprisionando ese dedo. Estallé en un orgasmo como nunca había hecho, me dejó temblando, no había podido reprimir mis gemidos, le había llenado la cara con mi caldo, estaba segura que incluso se me había escapado algo de orina, pero se lo bebió todo, sin hacerle asco a nada, quedé rendida, le tocaba a él, me abrí de piernas para dejar que me poseyera, pero justo en ese momento, sentimos a los niños llamándonos. Salté como un resorte, le dije que se quedara él en la cama, no podía salir con la erección que tenía. Me coloqué la braga y salí corriendo del dormitorio antes de que ellos entraran.

Estuvimos toda la tarde noche mirándonos, sin decir nada, yo estaba extasiada, ese orgasmo me había hecho rejuvenecer 10 años, sabía lo que me esperaba esa noche, y lo estaba deseando. Me daba miedo, era el segundo día, no podía imaginar estar follando con mí yerno todo el mes, ¿o sí?. Era una locura, pero bendita locura. Esa noche salimos a tomarnos un helado por el paseo, los niños jugaban, y Juan y yo paseábamos detrás de ellos, no pude evitar agarrarlo del brazo y pegarme a él, me sonrió y me dió un pequeño beso en los labios, y anduvo agarrado a mi cogiéndome por la cintura, me sentí feliz, me gustaba hacerlo sentir ese deseo.

En el ascensor quedó en el fondo, me coloqué delante de él, y los niños delante de mi, me apreté yo misma a su polla, al momento la tenía dura, e intentaba metérmela entre medio de las nalgas, por un momento subió las dos manos y apretó mis grandes pechos, eso me hizo chorrear, era algo que no podía soportar, no había nada que me gustara más que me mamaran las tetas, que me las estrujaran y que mordieran con ganas mis gordos pezones.

Por la casa notaba su deseo, en cuanto tenía la oportunidad se acercaba a mi y me cogía una teta o el culo, me apretaba con fuerza, me gustaba, incluso me cogía el coño, los niños jugaban, no tardó en colocarse la calzona, sabía que no llevaba nada debajo, se notaba su polla dura, yo seguía vestida, sin que los niños me vieran, él sí me estaba viendo, metí mis manos por debajo del vestido y me saqué la braga, la tenía en mí mano encima de la mesa, me coloqué detrás de la mesa del comedor, miró a los niños, estaban distraído, se acercó despacio, hundí los riñones y apoyé los codos en la mesa, se colocó detrás de mi, lo sentí subiendo mí vestido y abrí las piernas, sentí su dura polla refregándose por mí raja, se la había mojado con mis jugos, apretó y hundió más de la mitad de su polla en mí coño, no podía quedarse mucho tiempo sin que los niños se dieran cuenta, se movió rápido, la hundió varias veces y la sacó, se pasó la mano por la polla y se la llevó a la boca chupando sus dedos, estaba poseída, deseaba que se corriera de una vez dentro de mi, él estaba que no podía más, lo notaba, necesitaba correrse ya, y yo la quería dentro.

Se fue al balcón, se echó en una hamaca que había, fuí varias veces, cada vez que salía quería que me subiera encima de él, pero no podía con los niños, dejaba que metiera su mano por debajo del vestido, me agarraba con fuerza el coño, el culo, me hacía bajar y mordía mis tetas por encima del vestido. como podía lo hacía parar. Ese día los niños tardaron más tiempo en quedarse dormidos, casi una hora y después de que se quedaran dormidos, salía al balcón, no me podía creer que aún estuviera con la polla así de dura, no hubo preámbulos, como soy tan grande, pude fácilmente colocarme abierta de piernas dejando la hamaca y a mí yerno entre ellas, él solo tuvo que agarrarse la polla y mantenerla tiesa, me senté encima dejando que me la incrustara hasta los huevos de una sola vez, creí que perdía la conciencia, era muy grande, grande, gorda, caliente, dura, no recordaba nada dentro de mi de ese tamaño, me agarré a los brazos de la hamaca y suavemente comencé a subir y bajar.

No tardó en agarrar mis tetas por encima del vestido, me había hecho acercarme a él, me mordía las tetas, me las apretaba, ya me había acostumbrado a ese tamaño y subía y bajaba con más fuerza, le gustaba, lo notaba, estaba como loco intentando llevarse a la boca mis tetas. La única manera era desabrochando el botón que tenía en la espalda del vestido, como pude me lo solté y sacando primero un brazo y luego el otro, dejé que mí vestido cayera por debajo de mis pechos, le daba igual que mí sujetador fuera un sujetador de vieja, grande, que no dejaba nada a la imaginación. Se quedó un momento mirando, momento que yo aproveché para botar encima de él, sentía esa polla dura, muy dura, estaba segura que no iba a tardar en correrse, volví a acercarme para que pudiera morder, lo hizo, despacio, lo sentía gemir, me movía despacio, me había cansado, yo también estaba a punto de correrme, le dije que deseaba que se corriera conmigo y como pude llevé mis manos a mí espalda para soltar los corchetes, en cuanto los solté y tiré de él para sacarlo de mis brazos, mis pechos quedaron libres, los miró, mí hija no tiene ni la mitad de los pechos que tengo yo, tiene una 90C y yo tengo una 160G. Mis tetas son blancas, casi no tengo areolas, pero mis pezones son grandes, del color del café con leche, abrió la boca y yo misma llevé hasta ella mí pecho izquierdo, lo mordió, incluso con fuerza, le dije que me iba a correr, que lo hiciera conmigo, me agarró de las caderas y explotó dentro de mi, sentía su leche muy caliente en lo más hondo de mí útero. fue una corrida bestial, igual que la mía, me temblaba todo el cuerpo. había merecido la espera, me había dejado completamente llena de leche. no dejó de mamar mis tetas, podía descansar casi echada sobre él, ya no sentía la dureza de su polla, cuando salió de mí interior sentí como su leche y mí flujo llenaba todo su vientre, le dije que nos fuéramos a la cama, comenzaba a hacer frío en el balcón, y me daba miedo de que alguien pudiera vernos desde alguna ventana. Me coloqué el vestido, y entré en el apartamento.

Estaba en el cuarto de baño, entró sin llamar, estaba desnuda, me había lavado un poco, apretó una de mis nalgas con una mano y con la otra la pasó por mí costado y apretó mí pecho derecho, me dió un pequeño beso en el cuello, giré la cabeza y me dió un suave beso, sonreía, lo notaba feliz. Se sacó la polla y comenzó a orinar, estaba morcillona, era muy grande, la podía ver por primera vez perfectamente con la luz, impresionaba. Podía ver su leche en su vientre y como le brillaba todo. Me coloqué el camisón le dí un beso y le dije que lo esperaba en la cama, se duchó, sentí el agua, pero no tardó ni dos minutos.

Cuando entró en el dormitorio, pude ver como volvía a estar con la polla casi dura, se quitó la calzona, estaba la luz de la mesita, lo podía ver. Se subió en la cama por los pies, ya sabía lo que quería, abrí las piernas y lo dejé hacer, estaba caliente, quería sexo, y lo quería conmigo, sentí su polla en la entrada de mí coño, solo tuvo que rozarla, y empujó para entrar, reí, agarró mis muslos, y me dió un beso en los labios, me dijo que quería estar todo el mes follándome, me hizo reír, pero lo que me hacía cosquilla era ese badajo entrando en mí viejo coño. La sacó y me dijo que me quitara el camisón, levanté el culo, y la espalda y me saqué de los brazos la prenda, volvió a entrar, tenía mis piernas bien abiertas para dejarle paso, miraba embelesado mis pechos moverse, mientras sujetaba mí muslo derecho con la pierna flexionada, se movía despacio, me gustaba, me hacía gemir. La sentía de nuevo totalmente dura, me miraba a los ojos, no me apartaba la mirada. La sacó y se tendió a mí lado, me besó suave en los labios, en las mejillas, en el cuello, bajó por mí torso hasta alcanzar mí pecho izquierdo con los labios, mordía mí pezón, succionaba como sí quisiera sacar leche de él, me los apretaba con las dos manos, mamaba de él, siguió bajando por mí tripa, me mordía, metía su lengua en mí ombligo, siguió hasta mis vellos, los besó, los chupó, y siguió bajando hasta tener su boca delante de mí viejo coño, succionó mis labios, los mordió, me los chupó, relamía mí clítoris, conseguía sacarme gemidos de placer, que no podía contener.

Me llevó hasta el orgasmo, me hizo girar, me abrió las nalgas y siguió chupando todo lo que podía, mordía mis nalgas, las apretaba con las manos, no paró hasta conseguir chupar mí agujero trasero, al principio sentí reparo, mí marido nunca me lo había hecho, me lo había follado, pero nunca me lo había chupado, pero a Juan no le daba asco, es más se afanaba por meter su lengua dentro, y a mi me gustaba esa nueva sensación. Ya me había corrido varias veces, había perdido la cuenta, lo sentí subir por mí espalda hasta sentir su polla muy dura metida entre mis nalgas, ya sabía lo que buscaba, lo que no sabía era como quería hacerlo, estaba sujeto con una de sus manos en la cama, medio echado sobre mi, como pude bajé las manos para abrirme las nalgas y que le fuera más fácil, cuando sentí su capullo en mí entrada pensé que no iba a poder entrar, estaba muy gorda, se dejó caer un poco más y sentí como se abría y entraba de golpe su capullo, no me había dolido, y cuando apretaba las nalgas sentía mí esfínter apretarse, le gustaba, por como lo escuchaba gemir, la sacó y se agachó para llenar con saliva bien mí agujero, me abría las nalgas para dejarle paso, ya deseaba ser poseída por esa polla, quería su leche en mí culo, volví la cabeza y le dije que la metiera entera, no solo la punta, la quería toda, lo sentí apretar de nuevo y entró, entró más de media polla, dolía, escocía, pero me gustaba la sensación y a él más, yo misma levanté el culo y sentí como seguía entrando, me solté las nalgas, y siguió hasta tenerla entera, sentía sus huevos casi en la entrada de mí coño, estaba casi tendido sobre mi, le dije que se levantara y me dejara colocarme en el filo, quería que me diera más fuerte, lo hizo de un salto, en el filo de la cama a cuatro, mí culo quedaba demasiado arriba, tuve que sacar las piernas y ponerme de pie en el suelo, echada sobre la cama, esa postura era buena, llegaba perfectamente, no hubo preámbulos, buscó la entrada y apretó hasta tenerla de nuevo hasta los huevos, empujó varias veces con fuerza, me hacía gemir, me gustaba. Agarró mis muslos por debajo, me había levantado los pies del suelo, de esa manera entraba mejor, y yo no podía hacer resistencia, la sentía entrar y salir, entrar y salir, me iba a correr de un momento a otro. Paró, la sacó y me hizo girar, estaba con el culo al borde de la cama, él seguía de pie, me flexionó las piernas y me cogió por las plantas de los pies, me tenía con las piernas flexionada y bien abiertas, entró en mí coño, pensaba que se había cansado de mí culo y quería correrse en mí coño, entraba fuerte, me sacaba gemidos cada vez que se hundía hasta los huevos, la sacó y me dijo que la sujetara en la entrada de mí culo, lo hice, apretó y se coló de nuevo, en esa postura también entraba perfectamente, subió mis piernas hasta colocarlas en línea recta apoyadas en su cuerpo, ahora me podía acariciar, agarraba mis tetas y se movía con fuerza, me gustaba, estalló sin dejar de mirarme, sentí su leche caliente en lo más hondo de mi intestino, me corrí como nunca lo había hecho, casi me desmayo, se quedó con su polla dentro de mí culo hasta que se salió sola, me dijo que nunca se había corrido de esa manera con mí hija, que a ella no le gustaba el sexo anal, y que a él le volvía loco, le dije que me había encantado y que cuando el quisiera yo estaría dispuesta a hacerlo, nos tendimos acurrucados, me besaba, me apretaba a él, y los dos nos quedamos dormidos, ni siquiera hice el intento de limpiarme, me gustaba la sensación de su leche saliendo de mí culo.

Desperté de madrugada, más bien me despertó, se había girado en la cama, e intentaba levantar mí pierna para meter su cara entre ellas, lo hice y como el que nunca ha comido en su vida, se abalanzó a chupar mí labios, no tardé en tener su polla en la boca, la volvía a tener dura, le dije que debía dejarme descansar, que ya no tenía edad para follar de esa manera, pero que quería su leche en la boca. Se tendió en la cama y me coloqué entre sus piernas, se la chupé despacio, me gustaba su sabor, olía y sabía a mi, le gustaba como se la chupaba, cada vez la sentía más dura, le gustaba que le chupara los huevos, le frotaba fuerte la polla y me metía su capullo en la boca apretando con mis dientes, no tardó ni dos minutos en soltar una cantidad de leche en lo más profundo de mí garganta que no conseguí tragar sin sacármela de la boca, tiró de mi hasta hacerme tender encima, y buscó mí boca con la suya, le daba igual que estuviera llena de su leche, metía su lengua hasta mí campanilla, estaba satisfecho. Volvimos a quedar dormidos, esta vez hasta la mañana.

Después de esos días follamos a diario, siempre andaba sin braga por la casa y en cuanto tenía la más mínima oportunidad me follaba, me daba igual, coño o culo, ya me había acostumbrado a ese tamaño, y no tenía que dilatar mí puerta trasera, se acercaba por detrás buscaba la entrada de mí culo y me metía media polla sin esfuerzo, teníamos que disimular con los niños, pero me volvía loca ver como se acercaba, no podía oponer resistencia, me la colocaba en la entraba y dejaba que me la metiera, solo podía gemir del placer que me daba, e intentar mirar su cara y como gozaba.

Me había comprado lencería, incluso un bikini, le gustaba verme con él, y a mí me hacía chorrear solo pensar en recibir ese badajo. En todo el mes nos dió tiempo a contarnos muchas cosas, me dijo que siempre había tenido la fantasía de follar con dos mujeres como yo, yo le conté que mí fantasía era poder follar con dos hombres. No tardó en comprar un consolador, era un nabo negro, de un tamaño descomunal, me dijo que lo usara cuando no pudiéramos follar, y lo usamos muchas veces cuando follábamos. Me metía el consolador en el coño y él me metía su polla en el culo. Era una sensación diferente.

Casi a final de mes, solo quedaba una semana, cuando un matrimonio amigos míos me llamaron para decirme que iban a estar unos días en la misma ciudad que nosotros. Ella se llama Andrea, es de mí misma edad, 67 años. Es una mujer chapada a la antigua, No está tan gorda como yo, no ha tenido hijos, sus tetas pueden competir con las mías, no tiene apenas tripa, pero la tiene flácida, la edad no perdona, tiene dos buenas nalgas y buenas caderas, es morena de piel, y el pelo se lo sigue tiñendo de negro. A mí yerno no le hizo gracia que me fuera un día a pasarlo con ellos, pero no puso impedimentos. Me fuí temprano y le dije que volvería por la noche. No me vino mal el descanso, pude charlar con Andrea, ella no tardó ni dos segundos en darse cuenta que algo pasaba, y en el almuerzo ya le estaba contando todo lo ocurrido en el mes. Noté que se excitaba con los detalles, y no dude en contarle el tamaño del pene de mí yerno. Lo que me hacía, lo que le gustaba y lo que disfrutaba con él. En ningún momento hubo reproche por parte de ella, todo lo contrario, me dijo que ojalá ella pudiera gozar aunque solo fuera un día de algo así. A la ocho de la tarde, ya me había convencido para venirse a dormir a nuestra casa. Le daba igual dejar a su marido solo, y a él también le daba igual, ajeno a todo lo que habíamos hablado.

Juan se sorprendió al verme llegar con ella, le dije que se quedaba a dormir conmigo, y él asumió que le tocaba dormir en el sofá del salón. No hubo ningún reproche, ni mala cara, lo asumió sin más. Andrea en ningún momento se insinuó, le había dicho que por nada del mundo se fueran a dar cuenta los niños, que cuando se quedaran dormidos, iba a poder gozar, pero que hasta ese momento Juan no se diera cuenta de nada.

Juan fue recatado y estuvo todo el rato con una calzona diferente, aunque se notaba debajo la forma de su badajo, no era provocadora, cenamos con los niños, y antes de que se fueran a dormir, le dije a Andrea que fuéramos a cambiarnos, los niños y Juan jugaban en la mesa del salón, no prestó atención a nosotras, nos pusimos las dos unos camisones, normales, nada excitantes, dos camisones de viejas. Nos habíamos quitado los sujetadores pero llevábamos las bragas puestas. Desde que lo hice unos de los primeros días, era algo que volvía loco a Juan, lo miraba desde detrás de la mesa, me quitaba la braga y apoyaba las manos en la mesa con la braga en la mano, Eso lo volvía loco, venía disimulando hasta colocarse detrás, me dejaba caer un poco en la mesa lo suficiente para dejarle paso entre mis piernas y me incrustara la polla hasta los huevos, era una sensación única, sentir como entraba y como podía apretar mis piernas para aprisionar su polla en mí interior.

Tardó en darse cuenta, de pronto nos miró y se dió cuenta que Andrea y yo estábamos en posición con las bragas en las manos, Andrea reía, sin duda sabía lo que le esperaba y tenía una risita histérica, Juan no dijo nada, le brillaban los ojos, se acababa de dar cuenta y como pudo vino hasta nuestras espaldas, se colocó entre las dos y llevó cada una de sus manos a nuestros coños, Andrea lo recibió con una risa, yo estaba completamente mojada, y estaba segura que Andrea estaba peor que yo, Juan no se lo pensó dos veces se colocó detrás de ella y con un movimiento rápido se había sacado la polla, no tardó ni dos segundos en empujar su polla en el sin duda encharcado coñazo de mí amiga.

Andrea dejó de reír, incluso dejó escapar un sonoro gemido, se salió de detrás de ella y se colocó detrás mía, su polla entró en mí coño como de costumbre, pero estaba muy mojada, miré a Andrea y se lo dije, le dije que era muy guarra, que estaba chorreando y que me estaba metiendo todos sus mocos a mi en el coño. Las dos reímos, y Juan volvió a salirse, y comenzó a decir que iba siendo hora de irse a la cama. Lo único bueno de la playa es que los niños terminan agotados cada día, y en cuestión de minutos estaban los tres dormidos,

Nos encargamos las dos de acostar a los niños, dejamos a Juan en el salón con nuestras bragas en las manos, le dijimos que nos preparara una copa de vino a las dos y que nos esperara en el balcón. Estaba nervioso, lo noté en cuanto las dos aparecimos en la terraza. Andrea no dijo nada, se sentó en una mecedora y cogió su copa de vino, me acerqué a Juan y le pregunté sí no deseaba seguir, me dijo que sí, pero que le daba verguenza. Lo llevé de la mano junto a Andrea, y tiré de la calzona hasta hacer aparecer su polla. A Andrea se le cambió la cara, se tomó la copa de vino y mirando esa polla se la llevó a la boca, aún le cabía entera, aún no la tenía completamente dura. Juan me hizo señas para que echara un pequeño toldo, y me dijo que cerrase la puerta de la terraza. Sentía como Andrea se afanaba por meterse esa polla hasta la garganta, sentía como le daban arcadas, ya la tenía casi en su total extensión y ya tenía que dejar fuera más de tres dedos. Volví a acercarme a Juan, no tardó en comerme la boca y apretar mis tetas por encima del camisón, hizo presión en mí brazo para hacerme bajar, me coloqué junto a Andrea y esta con su mano me entregó el manjar que se estaba comiendo, se la había llenado toda de sus babas, nunca me había comido las babas de otra mujer, pero no me dió asco, esa polla me gustaba con delirio, y me daba igual donde hubiera estado antes:

Juan hizo levantar a Andrea, vi como le daba un morreo y como se afanaba por apretar las tetas de mí amiga, se le había puesto aún más dura en mí boca. Andrea preguntó sí podían follar allí. Juan la hizo girar, apoyó sus manos en la baranda e hizo que se inclinara abriendo las piernas, Andrea solo podía mirar hacia atrás, Juan se colocó detrás de ella y vi como incrustaba su polla en su coño. Le había visto el coño a mí amiga, no tenía labios menores grandes, sus gordos labios mayores solo estaban partidos por una raja casi negra, tenía más vellos que yo, vellos negros, largos y finos. Juan le estaba dando fuerte, hacía sonar sus muslos al chocar con ella, esta nos miraba con la cara descompuesta, estaba a punto de correrse ya, lo hizo soltando un fuerte gemido, Juan estaba desbocado, le daba fuerte agarrándola por las caderas, era mí turno, yo también quería correrme, le hice señas a Juan y sabiendo ya lo que deseaba me coloqué a cuatro en la hamaca, con la cabeza bien baja y el culo bien en pompa, no tardé en sentir la polla de Juan entrando en mí encharcado coñazo, arremetió todo lo fuerte que pudo, su polla estaba grande y dura, más de lo normal, me estaba llevando al orgasmo en cuestión de segundos, Andrea nos miraba con una de sus manos en su coño, sin lugar a duda se lo había abierto bien, aunque no mostraba signos de dolor, estaba excitada, se lo veía en la cara, y la ponía más aún ver como ahora me estaba montando a mi.

Juan con la polla dentro de mi, paró un segundo, el tiempo de tirar de Andrea y hacer que se subiera el camisón, quería ver esas tetas, lo sabía, estaba loco por comérselas, tiró del camisón hacia arriba y dejó al aire esas ubres, eran grandes y pesadas, tenía areolas grandes y pezones aún más grandes que los míos, a pesar de lo morena que era, resaltaban más aún, eran casi del color del chocolate negro, tiró hasta alcanzar su pecho izquierdo con la boca y volvió a moverse detrás de mi. Me la sacó del coño y la guió hasta mí culo, me hizo resoplar, no lo esperaba, me la había metido de una sola vez, soltó a Andrea y me agarró de las caderas, me dió tan fuerte y tan rápido que hizo que me corriera en cuestión de segundos. Sentía como de mí coño salía chorros de flujo que caían al suelo, era la primera vez que me corría tan fuerte, Juan se había dado cuenta, se agachó detrás de mi y metió todo lo que pudo su lengua en mí dilatado coño, sorbía mis jugos prolongando mí orgasmo. Andrea me pidió el sitio, me senté en la hamaca y dejé que ella se colocara de la misma forma, no tardó en tener a Juan detrás de ella, tenía la cabeza de Andrea pegada a mí pecho, la sentía gemir con las embestidas, me gustaba ver la cara de juan, estaba loco follándose a mí amiga. Vi como bajaba, iba a mamar de ese coño, Andrea levantó la cabeza y con una sonrisa de oreja a oreja y con su boca pegada a mí oreja, me dijo que le dijera que la quería en su culo. No hizo falta que le dijera nada a mí yerno, lo sentí abrir las nalgas de mí amiga, le debía gustar lo que estaba viendo porque no despegó la boca de ese culo en un rato, todo el tiempo que estuvo Andrea gimiendo en mí oreja, por fin se puso detrás y agarrándose la polla lo vi trajinar entre esas nalgas.

Andrea bufó como una yegua en celo, y levantó la cabeza como sí así fuera más fácil recibir esa verga en ese conducto. Juan le estaba partiendo el culo en dos, no paró hasta hacer desaparecer toda su polla, lo sentía por como sonaban las nalgas de Andrea. Sabía que no iba a poder aguantar mucho, estaba muy caliente, y así fue, se agarró fuerte de la cintura de Andrea y comenzó a soltar lo que debía ser una marea en las entrañas de mí amiga. Esta solo reía y sollozaba de placer. Cuando la sacó del culo de Andrea me la dió a mamar, me daba igual que supiera a mí amiga, mamé esa polla como sí me fuera la vida en ello. Sabía que Andrea no tardaría en mamar esa polla con el sabor de mí culo en ella.

Los tres nos quedamos riendo sentados en las sillas de la terraza, comenzaba a hacer frío. Él mismo fue quien nos dijo que siguieramos ya en el dormitorio.

Se acercó a ver a los niños, mientras Andrea y yo caminábamos dirección al cuarto. Me dijo que había sido una pasada, que nunca hubiera pensado que algo así le pudiera pasar de verdad, me dió un beso en los labios y me dió las gracias por haber compartido a mí yerno con ella. Le dije que había sido en parte por él, que era su fantasía follar con dos mujeres a la vez, y que le gustaban las mujeres mayores. Me dijo que teníamos que dar lo mejor de las dos, para que Juan quedara totalmente satisfecho. Estábamos las dos sentadas sobre nuestras piernas en la cama, cuando Juan entró en el dormitorio. Nada más entrar se sacó la calzona, su polla aunque estaba morcillona tenía un tamaño que a cualquier mujer debía impresionar. Brillaba de los caldos de nosotras dos. Andrea se tendió en la cama boca arriba con las piernas abiertas y se subió el camisón. Estaba a mí izquierda, le estaba mostrando su bajo vientre. Se le notaban varices en la parte interior de los muslos, era mucho más morena que yo, tenía un monte todo repleto de vellos, nunca hubiera imaginado que esa mujer no se cuidara más esa zona, sus vellos eran negros, largos, no se veían canas, o se las pintaba lo mismo que el pelo de la cabeza.

Juan podía ver toda la raja de Andrea desde donde estaba, subió a la cama por los pies, y fue directo al coño de mí amiga con la boca, esta gimió y me miró con los ojos bien abiertos, resoplaba, y reía. Juan se lo estaba comiendo bien comido. Se separó y me miró, me coloqué en la misma posición y no tardó en estar entre mis piernas, sentía su boca, sentía su lengua, me abría y succionaba, volvía al coño de Andrea y lo sentía hacer lo mismo. La verdad es que nunca había sentido nada parecido, me sentía rara tener que compartir a mí hombre, a mí yerno, y a la vez me excitaba verlo gozar de esa manera. Se irguió entre sus piernas y aunque su polla no estaba todo lo dura que acostumbraba, vi como se la metía despacio, le gustaba, lo veía en su cara, veía en su cara que lo que le hacía gozar era saber que ahora tenía el mío para poder entrar de la misma manera, se colocó entre mis piernas y me la metió a mi, su polla no estaba totalmente dura, pero de esa manera nos hacía gozar más, me embistió varias veces y volvió al coño de Andrea, ella lo recibía con una pequeña risa y un gemido lastimero, acompasado con sus movimientos. Así estuvo un buen rato, de coño en coño, a mí escuchar los gemidos de Andrea, me gustaba, y a Juan más aún. Paró y nos dijo que le dejáramos que se tendiera. Nos dijo que nos quitáramos los camisones, que quería mamar tetas.

Las dos estábamos de rodillas en la cama, con su cuerpo entre las dos. Andrea fue más rápida, se sacó el camisón y se apretó las tetas. Nos dijo que le gustaba que le mamaran las tetas, que por eso tenían ese color sus pezones. Juan la miraba meneándose la polla despacio. Me saqué el camisón y apreté las mías como había hecho ella, Juan me miró, veía que le gustaba lo que estaba viendo, le gustaba tener a dos abuelas empelotas solo para él. Nos hizo poner a cuatro en la cama, las tetas nos colgaban, nos las tocaba, nos las amasaba, parecía un niño chico con un juguete nuevo. Como pudo hizo bajar a Andrea hasta poder mamar sus tetas, luego me hizo bajar a mi. Las dos reíamos y nos dábamos pequeños besos en la boca, cada vez me sentía más excitada con la conducta de Andrea, me gustaba esa lengua gorda y caliente que tenía ella, chupaba teta de cada una. Juan no tardó en querer volver a follar, me hizo sentarme sobre su polla y a Andrea sobre su cara, nuestras caras estaban pegadas, nos besábamos y resoplábamos recibiendo yo su polla y ella su lengua, nos hacía cambiar, se la follaba a ella y me comía el coño a mí.

Andrea se tendió en la cama y le dijo a Juan que la follara, se la metió sin contemplaciones, hasta los huevos, y me dijo a mí que me subiera en su cara, eso era nuevo para mi, nunca me había comido el coño otra mujer, fue una sensación rara, aunque tengo que reconocer que quizás por ser mujer y saber lo que le gusta a una mujer, dió con la tecla al segundo de estar sobre su boca, pensé que me iba a llevar al orgasmo al segundo, pero no era la idea de Juan, nos hizo cambiar, me la metió de una sola vez, esa sensación era única, Andrea no tardó en estar sentada a horcajadas sobre mí cara, no debí hacerlo tan mal, a los pocos segundos estaba gimiendo como una loca con mí lengua enterrada todo lo que podía en su coñazo. Juan nos dijo que deseaba correrse de nuevo y que quería nuestros culos. Nos quería a las dos en pompa. Todo aquello para Andrea era nuevo y como sí le fuera la vida en ello, asentía dispuesta a todo lo que le pedíamos. se colocó a cuatro en la cama y yo me coloqué a su lado, Juan estaba detrás de Andrea, chupaba su ojete, le gustaba, y a Andrea más aún, pasó al mío, me lo chupó como le gustaba a él y como me gustaba a mi, sabía como hacerme sentir bien, en ningún momento me sentía como sí fuera un segundo plato, estaba atento a todos mis movimientos, luego se colocó detrás de Andrea y sentí como trajinaba con su polla, la cara de Andrea era un poema, resoplaba, cerraba los ojos, los abría, abría la boca, bufaba, y eso que ya la había empalado anteriormente. Con un pequeño quejido sentí como por fín la polla de Juan entraba en el culo de mí amiga. Andrea había agachado la cabeza, gemía quedamente con la polla de Juan enterrada hasta los huevos en su culo, sentí el cuerpo de Andrea moverse, se estaba moviendo detrás, sus tetas se movían y hacía sonar las nalgas al golpear con sus muslos. No pude contenerme y llevé mí mano a mí coño, tuve que volver la cara y mirar a Juan suplicándole que se pasara a mi, cuando Andrea sintió como salía, soltó un pequeño soplido, le había gustado, pero una polla como la suya debía dolerle. Cuando me la metió, lo entendí, estaba gorda, grande y dura, estaba muy excitado y esa polla estaba como nunca la había sentido antes. En mí culo entró sin dificultad, me dolía, me gustaba, me estaba partiendo, pero era lo mejor que había sentido en todo el mes. Sobre todo cuando comenzó a moverse, la sacaba y la metía, despacio, rápido, fuerte, suave. Paraba y pasaba al culo de Andrea, el dolor de la primera vez había pasado, la segunda entró mucho más fácil, varias veces con fuerza y de nuevo a mí culo, quien de verdad estaba gozando era mí yerno, nunca se había visto en nada igual, tenía dos culos, lo que más había deseado en su vida, y se los estaba follando a la vez, y como a él le gustaba, rompiendo. Volvió al culo de Andrea que ya lo recibía como sí tal cosa, le dió bastante fuerte, y volvió al mío, noté que ya no podía más e hice lo que sabía que no podía aguantar, apreté con fuerza el esfínter, me dió más fuerte, y lo sentí estallar como nunca lo había hecho, me soltó un océano de leche y seguidamente tiró de Andrea para que se la metiera en la boca. No había llegado al orgasmo, pero me gustaba ver como mí amiga se comía la polla de mí yerno con los restos de mí culo y su corrida.

Juan se tendió en la cama y las dos nos tendimos de lados, casi echadas sobre él, y los tres quedamos dormidos.