Mi viudedad

Despues de quedarme viudo ayudo a unas viuds a superar su gran depresión.

MI VIUDEDAD

La viudedad me había dejado anímicamente destrozado. Y más de la forma que había sucedido todo. Una semana atrás Mi mujer y yo estábamos acabando las obras de la nueva casa. Las obras nos traían de cabeza, y los dos gemelos, de tres años, al punto del infarto. Solo pensaban en cosas peligrosas.

Pese a todo éramos felices. ERAMOS. Ya no. Ayer un hijo de la gran puta había acabado con eso. Mi mujer quiso darme una sorpresa y me fue a buscar al trabajo con los dos niños. Un camionero borracho impacto con la medianera de la autopista, la rompió, invadió el carril contrario y arrollo el coche de mi mujer y tres más después de ella. De nada sirvieron los 6 airbags, los 2000 kg de peso del coche super-reforzado, expresamente elegido para una mayor seguridad, ni las sillitas de seguridad para proteger a los niños. Quedaron hechos puré. Y por si había alguna posibilidad de sobrevivientes, el incendio posterior del amasijo de hierros final acabó con cualquier atisbo de esperanza.

Fue una accidente sonado, pues murieron un total de 9 personas, incluyendo a mi mujer y mis dos hijos. No hubo supervivientes, y hubo bastante polémica en los medios de comunicación acerca del alcohol y los bastardos que conducen después de haberlo consumido.

Yo estaba bastante aturdido, como drogado, así que atendí las obligaciones inmediatas con presteza: El entierro, el lío con el seguro, pues en los accidentes múltiples con muertos todas las aseguradoras escurren el bulto, la correspondiente denuncia a la compañía donde trabajaba el camionero (al menos el muy cabrón también murió), la denuncia a la compañía de gestión de las autopistas (por no mantener en buen estado las medianeras) y al ministerio de obras públicas (como responsable civil subsidiario). También tuve que atender el papeleo correspondiente en el colegio de los niños, anular la correspondencia a nombre de mi mujer (no soportaba ver cartas a su nombre, lloraba durante una hora al verlas) , y otras gestiones, todas ellas de dar de baja a quienes ya no estaban.

A los quince días mas o menos, empezó la dura realidad. Volví al trabajo, ya no había nadie cuando llegaba a casa. Contraté una asistenta, así que todo estaba igualmente limpio, pero hasta en eso la notaba a faltar. Era tan detallista mi mujer, que no estaba como ella lo tenía.

Nos habíamos casado hacia unos seis años, aunque no nos casamos vírgenes. Yo ya había tenido relaciones con una novia anterior, nada extraordinario: mamadas en el coche, y antes de cortar, follamos unas cinco veces, todo muy normal, con preservativo. No la desvirgué yo, pues ella ya había tenido novios. Mi mujer tampoco era virgen, pues había follado con un chico en una despedida de soltera de una prima suya. Al parecer, habían estado jugando todo el grupo (unos 15 según me explico) a oscuras a lo que debía ser abrazar, besar y tocarse todos contra todos, y perdía el primero que intentará follar. Pero la cosa se fue animando, y al final acabaron todos follando como locos (perdieron todos), aunque en defensa de eso mi mujer dice que fue la última en dejarse y que la puerta de la habitación estaba cerrada con llave, que la luz estaba por fuera y que no pudo evitarlo.

Nos casamos con poca experiencia sexual, para que decir otra cosa, con solo 25 años yo y 22 ella. No es normal en España casarse tan jóvenes entre gente de nuestras circunstancias, pues yo acababa de acabar la carrera de derecho y ella justo era enfermera recién diplomada, pero los dos nos queríamos mucho y ella era un tanto clásica. Nos casamos y aprendimos juntos del sexo. Aunque no solíamos ver películas porno ni revistas, alguna vez lo hacíamos, y fuimos practicando juntos. Con el tiempo aprendimos a disfrutar del sexo oral, y sexo anal. Incluso alguna cosilla más. A ella le encantaba que me masturbara de pie en la bañera, ella sentada, hasta correrme en su cara y después de eso que me meara encima de ella. Lo habíamos hecho varias veces y le excitaba mucho.

El día del accidente, por la mañana me había hecho una mamada al salir de la ducha, según ella, para que fuera más relajado al trabajo. Y lo consiguió.

Afortunadamente el trabajo era muy absorbente, así que tenia poco tiempo para pensar. El día a día era duro, y en los fines de semana me mantenía ocupado en actividades con mis padres, mis hermanos, mis cuñados y mis suegros.

La verdad es que les iba dando la paliza a todos, y esto no podía continuar así. Así estaba, con 31 años, viudo, con el estado de animo por los suelos, y sin saber que hacer, ni donde dirigir mi vida. Para más INRI, yo con mi mujer follaba mucho, de 4 a 6 veces por semana, y no parábamos ni siquiera por la regla. Cuando tenia la regla, mi mujer aún estaba más cachonda (las mujeres en general tienen más deseo sexual cuando les viene la regla), y me esperaba con los niños acostados en la cama. A los cinco minutos de llegar del trabajo ya estaba dándole por el culo como un animal. Yo ya lo sabia, y a medida que llegaba a casa ya se me ponía el pene como un mástil de la excitación. Pues bien, ahora, sin ella, yo estaba triste, y todo lo que vosotros queráis, pero mi instrumento no estaba en sintonía con estos sentimientos. El pene notaba a faltar a su hembra, y lo hacía permaneciendo tiesa durante casi todo el tiempo. Había empezado a hacerme pajas pero no era la solución, pues casi no mermaba mi estado.

Decidí que ya era hora de espabilarme, así que a los 2 meses del accidente vendí la casa, me compré un apartamento en el centro, me apunté a un club de excursionismo y a un gimnasio. Seguía desanimado y sin saber que hacer, pero al menos el dolor como de rotura interior y la ira terrible que sentía había dado paso a un sentimiento de pena muy profundo.

En estas aun no me he presentado. Me llamo Antonio y vivo en la provincia de Barcelona, en una ciudad de tamaño medio. Mi vida transcurría sin demasiados cambios más.

Un hecho fundamental que lo iba a cambiar todo fue la reunión de familiares de victimas para firmar la denuncia colectiva. De las nueve victimas, si quitamos al camionero, a mi mujer y a mis dos niños, quedan 5 victimas, hombres casados todos ellos. Así que empezó la dichosa reunión con un abogado amigo mío, yo y las cinco viudas en cuestión.

No había tenido tiempo ni ánimo de mirar a las mujeres con ojos de hombre, mas bien las que había tenido que ver en estas ultimas semanas las había mirado con ojos de alma en pena. Pero en esa reunión yo, aunque triste, por primera vez desde el accidente, a los tres meses contemplé a las cinco viudas fijándome, aunque brevemente, en su silueta, su trasero, sus pechos y su cara. Había de todo, pero no estaban en su mejor ánimo para lucir. Por lo que vi tendrían edades entre los 25 y los 35. De las cinco había tres que se las veía muy mal, estaban completamente destrozadas. Prácticamente no hablaban y tenían los ojos rojos de tanto llorar. Todas ellas, las cinco, según me enteré luego, tomaban antidepresivos y ansiolíticos. Un médico amigo mío me receto lo mismo en su momento pero yo renuncié a tomarlo. Pienso que uno debe superar por si mismo estas cosas. La medicación solo te empeora, a mi entender. Realmente ninguna de ellas hubieran venido sino hubiera sido por la necesidad imperiosa de que firmáramos la denuncia personalmente y sin demora.

Me dieron mucha pena, pues yo estaba mucho mejor que ellas. Decidí ayudarlas, aunque no sabía cómo. Después de firmar se fue el abogado. Y ellas se disponían a irse también. Las retuve un momento, les dije que lo sentía mucho, que yo también tenia una pena terrible pero que no podían seguir así. Como respuesta dos empezaron a llorar. Dije que no tenían que sentirse mal por tener tanto dolor, pero que al mismo tiempo había que seguir adelante. La respuesta fue que se pusieron a llorar las tres que faltaban.

La había hecho buena. Tenia a las cinco viudas llorando, y me sentí responsable de ayudarlas, como fuera. Adquirí en ese momento un compromiso moral conmigo mismo de que no pararía hasta conseguir que estas cinco mujeres superaran su dolor.

El problema era, ¿Y cómo narices las ayudaba? Las dos observaciones que había hecho se habían convertido en llanto desconsolado. Pues bien, sino podía decir nada atinado, pues no diría nada, pero algo tendría que hacer. Mientras yo tenia estas cavilaciones la viuda más cercana a mí, María, estaba llorando con su cara entre sus dos manos, ligeramente agachada y se iba a caer. así que casi sin pensarlo la agarré y la abracé. Cuando me quise dar cuenta estábamos fundidos en un abrazo muy estrechamente. Podía notar perfectamente sus tetas presionándome mi pecho. Puse su cabeza en mi hombro, y simplemente la besé repetidas veces en la mejilla. Mientras ella lloraba con todas sus fuerzas. El abrazo duró un minuto. Cuando la solté, le di otro beso en la mejilla.

Al momento me fije en las otras cuatro, que estaban abrazadas entre ellas, pero al momento una se desprendió del abrazo colectivo y me abrazó a mi. Una después de otra las abrace a todas, a todas las besé en la mejilla, y a todas noté sus tetas. Debido a mi estado, durante el abrazo de la primera viuda, María, mi pene había crecido, y durante los siguientes abrazos, se había mantenido al máximo de su erección. Yo en ninguno de los abrazos había querido que notaran mi erección, y procuraba alejarme, pero ellas se abrazaban debido a su dolor de forma muy intensa. Por fuerza habían tenido que notar mi erección las cinco.

Noté un cambio. Ya no lloraban con desconsuelo, solo suspiraban con los ojos llorosos y me miraban con un aire como de alivio. Les di mi teléfono, les pedí los suyos y les prometí una visita. Tenia que ayudarlas.

Como las cosas cuando hay que hacerlas no hay que dejarlas, al día siguiente llamé a la primera, a María. Era la más joven de todas, y tenia 25 años, como yo había supuesto. Maria era, bueno, es un bombón. Medirá 170 cm, y tiene un trasero firme y pequeño, una cadera estrechita y unas tetas medianas, que destacan en su cuerpo. Cuando llamé para nada tenia yo intenciones sexuales.

Hablamos, y le dije que tenía mucha pena de su desconsuelo, que no podía ser, que quería verla para que se animase. Aceptó enseguida, y esa misma tarde fui a verla.

No tenia ni idea de cómo tratarla, ni de cómo hablarle, pero en vista de lo mal que habían ido las palabras y lo bien del abrazo, pensé en que quizás había que limitar lo que decía y sopesar mucho mis palabras.

Llamé al timbre, y al cabo de un ratito oí el ruido del portero automático, pero no respondió nadie. Entré al portal y subí las escaleras. La puerta de dentro de su piso estaba entreabierta y entré dentro.

¡Hola!, ¿Hay alguien?

¡Holaaaa!

¡Maríaaaa!

Al cabo de medio minuto de pasearme por el comedor, la cocina, los lavabos, oi un lloriqueo y unos gemidos en una habitación. Entré, era la habitación de matrimonio, y ahí estaba María llorando, tirada encima de la cama, estirada panza abajo con la cabeza completamente metida en su cojín. Iba vestida con una bata de ir por casa. Seguramente no había sido capaz ni de arreglarse.

Cuando la vi, no pude menos de exclamar:

¿María, cariño, que tienes?

Venga ya está, ven aquí, ven cariño

Y la abracé. Igual que el otro día. Ella se abrazó. Notaba otra vez sus tetas. No quería, pero mi pene empezó a crecer. Quería aflojar el abrazo, pero ella no se soltaba, lloraba vivamente mientras me abrazaba fuertemente. No pude menos que abrazarla yo igualmente y intentar calmarme. Pero no lo conseguía. En un par de minutos mi pene estaba en máxima erección y ella se abrazaba fuertemente. Notaba sus tetas contra mi pecho, y no podía dejar de pensar en cómo serían. Mi polla se clavaba necesariamente en su monte de Venus, y al poco empecé a notar los pezones de Maria que claramente se estaban clavando contra mi pecho. Para aparentar normalidad, empecé a darle besitos en la mejilla a María, igual que el otro día. Maria ya había dejado de llorar, pero seguía igual de abrazada y apretada. Me daba la sensación de que se apretaba más contra mi si cabe.

Tenia en estos momentos una terrible duda. ¿Qué hacía? Los besitos que la daba en la mejilla, ¿los iba moviendo despacito a sus labios? La mano en la espalda de ella, ¿la bajaba hacia su culo? O me despegaba, le acariciaba el pelo y le empezaba a hablar de su pena.

Mientras pensaba en lo que hacia, noté claramente como se estrechaba en el ya estrecho abrazo, se apretaba justo en el punto donde mi pene presionaba su vientre y se le escapaba un ligerísimo suspiro. Así que no lo dude. Baje la mano a su culo, dirigí mis besitos a sus labios, empecé a apretarle el culo, llegue a sus labios, ella me respondió a los besos y me atrajo hacia la cama. (Hasta ese entonces habíamos estado de pie). Nos estiramos, y los besos ya eran con lengua. Ella me respondía y suspiraba. Se frotaba contra mi pene. Yo estaba encima de ella y apoyándome con los codos puse una mano en una de sus tetas mientras con la otra acariciaba su cadera. Nos Seguíamos besándo, y ella solo gemía. Subí mi mano de su cadera a su otra teta y atrapé los dos pezones, uno en cada mano, por encima de la bata, apretando ligerísimamente. Dejo de besarme, lanzó un gemido alto, y me agarró el pene por encima del pantalón.

Estaba claro que María necesitaba follar. No se cómo le afectaría, si le ayudaría o no, pero necesitaba follar. En el último fulgor de sentido común, valoré si esto le podía perjudicar y decidí que le perjudicaría más si me iba y la dejaba así. Por tanto, aprovechando que llevaba un preservativo en la cartera (lo llevaba desde novios con mi mujer, y ya de casados no había dejado de hacerlo, y de viudo tampoco, por nostalgia) me dispuse a follarla. Le desabroché un poco la bata, liberé sus tetas de los sujetadores y empecé a succionar sus pezones, dos chupaditas el pezón derecho, dos chupaditas el pezón izquierdo, y así alternativamente.

No habíamos dicho nada, y seguíamos sin decir nada. Ella ahora gemía y decía Ohhhhhhh todo el rato. Mientras seguía con las chupaditas en los pezones acabé de desabotonarle la bata, se la abrí, y con la mano derecha empecé a acariciarle su chochete con la palma abierta. Su Ohhh se transformo en un Mmmmmmmmmm, Ohhhhhhhhh, Mmmmmmmmmmmmm.

Las bragas estaban completamente mojadas, parecía que se hubiera orinado encima. Las aparté, y con el dedo índice entreabrí sus labios mayores y acariciaba por dentro de su rajita todo su coño, desde el clítoris al agujerito, metía ligeramente el dedito en su vagina, hasta la primera falange, sacaba el dedito del agujerito, y del agujerito al clítoris, y otra vez vuelta a empezar desde el clítoris al agujerito. Todo esto mientras seguía succionando, ahora un pezoncito, ahora otro. Su Mmmmm, Ohhh, Mmmmm ya se había transformado en Mmmmm, siiiiiiii, Ohhhhhhh, venga, Ohhhhhhh. Siempre me han gustado mucho estos jueguecitos, por lo que no me apresuro a la penetración. Tampoco iba a apresurarme ahora. Mientras seguía con las chupaditas en los pezones le deslicé las bragas hacia abajo, hasta quitárselas finalmente con mis pies, e inicié una migración de mis chupaditas y besitos, hacia abajo, lentamente, pasando por su obligo. Cuando los besitos ya habían alcanzado su monte de Venus, María levantaba sus caderas, como intentando acelerar mi llegada a su meta.

Sus suspiros otra vez habían cambiado. Ahora decía: Ohhhh, venga, date prisa, Mmmmmmmmmm, no tardes tanto, venga, Ohhhhh.

Entonces me detuve (a veces me gusta ser un poco malo) un centímetro por encima del inicio de la rajita, y le pregunté:

-¿Qué es lo que quieres? ¿Estoy tardando?

-Venga, Ohhhhhh, no pares, sigue Ohhhhhhhh

Y ya no la hice esperar. Sin avisar, de sopetón, saque la lengua y le pegue un lengüetazo suave y lento desde el agujerito al clítoris, por dentro de toda la rajita. Me paré a succionar su clítoris, después bajaba y le metía la lengua en el agujerito. Después de probar y chupetear el clítoris y el agujerito, noté que le gustaba más que le lamiera y chupara su agujerito, y allí concentré mis ataques. Sus gemidos ahora ya eran:

Ohhhhhh, si que gusto, Ommmmmmmm, venga dale, Siiiiiiii, Ohhhhhhhhhh. Que bien lo haces, Chupa, Chupa, siiiiii.

Y en poco menos de un minuto se corría, fuertemente:

-Ohhhh, me corro, me corro, Ohhhhhhh, cuanto tiempo, Ohhhhhhh, que gusto. Siiiiiiiiiiiii.

Se corrió con unas convulsiones muy fuertes. Después de eso, me puse rápidamente el preservativo en el pene, y en posición tipo misionero enfilé su delicioso agujerito. Le di un corto y suave beso en los labios al mismo tiempo que iniciaba la penetración, lenta pero firme.

Le miraba a sus ojos, ya no veía la pena y desesperación, el quebranto de antes y de ayer, sino una mirada de excitación y deseo adorable.

Cuando llegué a la mitad, retrocedí la penetración y empecé a bombear suavemente, mas bien lento, solo hasta la mitad de mi polla. Otra vez estaba suspirando:

Ohhhhh, más adentro, métela más, que me sigue gustando. Aun me dura de antes, ohhhhhhhh.

Poco a poco fui acelerando el ritmo y la metía profundamente. Ya bombeaba a toda velocidad, hasta el fondo. En cada metida mis pelotas golpeaban su culete, y a cada metia se oia el plaf del chocar de sus partes y las mías, el Ohhh cadencioso de ella a cada metida mía y un "toma" mío a cada metida. Era una orquesta deliciosa.

Yo, para que decirlo, necesitaba follar también. Me estaba sentando muy bien, tenia muchas ganas, y debido a las emociones, a la larga abstinencia, y a lo imprevisto de la situación estaba ya por correrme. Y me corrí, junto con ella:

Ohhhhh, María, me corro, bonita, me corro, que gustito me das, Ohhhhhhhh, siiiiiii.

Antonio, me vuelvo a correr, que gorda la tienes, Ohhhhhh, que bien, Ohhhhhhhhh

Me quedé muy a gusto, y ella también. Le saque la polla, pues con preservativo cuando se afloja el pene después del orgasmo puede escaparse semen, con riesgo de embarazo, y nos dormimos, así abrazados como estábamos.

Cuando nos despertamos, seguíamos estirados y abrazados, ella ligeramente recostada encima mío. Me miraba, sonreía ligeramente, y me dio un beso en los labios, y empezamos a hablar:

Gracias Antonio, necesitaba sentirme amada.

No me des las gracias, María, yo también tenia necesidad de amarte y hacerte el amor.

Me has hecho sentir muy bien. Pensaba que ya nunca podría sentirme así. He disfrutado mucho, y me has hecho el amor de una manera deliciosa y cariñosa.

Me alegro de que te sientas bien. Oye María, tienes que prometerme que dejaras de tomarte todas estas porquerías (tenia la mesita de noche llena de pastillas) y que lucharás por las cosas que aun conservas de tu vida.

Antonio, hace un rato era incapaz de nada pero ahora, aunque me siento mejor no se si podré. Tengo mucha pena. (se le escaparon unas lágrimas)

Ya lo sé Maria. ¿Como te crees que estoy yo? Quería con locura a mi mujer. Pero ya no está. Y yo si que estoy. No hay más remedio que atender nuestras cosas.

Sí, lo se.

Mira María, esto que ha pasado ha sido fantástico. Si hemos podido dar este paso podemos dar muchos más, aunque sean igualmente difíciles.

Tienes razón. Me siento por primera vez desde que me comunicaron el accidente sin tensión, con mucha pena, con ganas de llorar, pero sin tensión.

Me alegra que digas eso.

Y seguimos hablando de su vida, de la mía, de nuestros problemas. El resto de la tarde la ayudé a hacer unas llamadas, para papeleos tontos, notificaciones. Le ayudé a embalar cosas de él, e hicimos limpieza general. Dimos su ropa a una ONG, igual que había hecho yo con la de mi mujer. La convencí para que viniera a cenar a mi casa, quedo en que se ducharía y vendría. Le di la dirección y me despedí.

Mientras volvía reflexioné en lo que había pasado. Sinceramente, no había planeado tirarme a María. Pero la tensión de ella, la mía y el deseo contenido de ambos afloró. Creo que a ella le ayudó, y a mi también. Me sentía bien. Solo había un pero. ¿Qué sentimientos tenia ella? Yo no estaba enamorado de ella. Había sido un alivio mutuo debido a la terrible situación que atravesábamos, pero yo no estaba enamorado de ella. Por la noche, antes al cenar, lo aclararía. No quería hacerle más daño del que tenía.

Al cabo de poco de llegar a casa, oí el timbre. Era ella. Se había duchado y arreglado, y parecía otra. Estaba preciosa. Seguía teniendo los ojitos tristes, pero sonreía cuando hablábamos, cosa que denotaba su mejor estado de ánimo.

Cenamos de inmediato. Yo tenia preparativos para ensalada, y unos bistecs de ternera congelados. Eso comimos.

La cena transcurrió tranquila, repasando la tarde, las gestiones que hicimos, las que quedaban pendientes. Me dijo que había tirado los medicamentos, que se sentía muy bien, y que aunque tenia mucha pena, ya no le parecía imposible reincorporarse a su trabajo y que iba a pedir el alta médica.

Me alegré mucho de poderla habido ayudar, y me vi en la necesidad de comprobar cuales eran sus sentimientos respecto de mi, si es que tales sentimientos existían. No sabia como empezar, así que empecé de sopetón:

María. No se como hablarte de esto, pero mis sentimientos son muy confusos. Sigo enamorado de mi mujer, y no creo que pueda enamorarme de otra mujer por el momento. Estoy feliz de lo sucedido esta tarde, pero creo que ...

Ahí me interrumpió:

Antonio. Para el carro. Ya entiendo lo que quieres decirme y puedes estar tranquilo.

¿Seguro que sabes lo que te quiero decir?

Pues claro. Te crees que tu eres el único que sigues enamorado de tu mujer. Yo aun lloro a mi esposo (cuando dijo tuvo que parar unos segundos de la emoción). Pero siento un ánimo que esta mañana no sentía. Me he sentido apoyada y comprendida. Todas las cosas que me has ayudado a hacer se me hacían una montaña. Y además, el hacer el amor contigo me ha permitido liberarme de mucha frustración, rabia, pena, tensión, que sé yo. Me siento apenada, triste, pero al mismo tiempo con ganas de hacer las cosas que hemos estado hablando. Y aquí entre las piernas tienes una cosa que me ha hecho sentir muy bien también.

(Mientras dijo esto me apretó el pene por encima del pantalón)

Serás bandido, la tienes tiesa.

Si es que, yo soy muy fogoso. Hacia el amor a diario con mi mujer, y he pasado mucho tiempo sin satisfacción.

Pues eso hay que arreglarlo inmediatamente.

Toda esta conversación tuvo lugar en la mesa del comedor, mientras tomábamos los postres. Sin soltarme del pene me estiro hacia el sofá, me hizo sentar, se arrodillo, me bajo la cremallera, me saco la polla y sacando la lengua empezó a lamerme el glande, tras lo que se lo metió en la boca, succionando fuertemenente, pasando la lengua por la punta y metiendo poco a poco el resto de la polla. Estaba en el cielo. Que gusto. Lo hacia mejor que mi mujer, pues se la metía toda, hasta llegar a las bolas como tope, para luego volver a subir hasta sacarla mientras apretaba fuerte con los labios y succionaba, y otra vez lo mismo.

Me estaba muriendo de gusto. Pero la hice parar, porque si seguía así me iba a correr enseguida, y yo quería probar su culo. Aunque era pequeño, era redondito y me apetecía un montón darle por el culo.

María, para o harás que me corra.

Eso quiero.

Ya, pero yo prefiero correrme de otra manera.

¡Ah siiii! ¿De que modo?

Ya lo veras, preciosa. Ponte frente a la mesa, de espaldas a mi, dóblate a 90º y agárrate con los brazos a la mesa, sacando bien el culo.

Así, cariño.

Si, así preciosa. Ya verás tu ahora lo que es bueno.

Le levanté la falda, le bajé las bragas y se las quité. Cogí un bote de aceite hidratante muy aceitoso y empecé a lubricarle bien el ano.

¿No me harás daño verdad?

No, María. Iré con mucho cuidado. Si te duele mucho paro enseguida. Confía en mí. ¿Lo has hecho alguna vez?

Si, un par de veces, pero las dos tuve que parar porque me dolía mucho.

No tengas miedo, esto es sólo cuestión de hacerlo bien. Saca bien el culo y relaja tu ano. Ayudará a que no te duela y a conseguir la dilatación necesaria.

No se aún porqué, pero esta chica estaba completamente entregada a mí, y a mis caprichos. Supongo que estaba muy agradecida, pues de verdad que estaba muy mal. De alguna forma me lo estaba agradeciendo. De todas formas yo no quería aprovecharme y hacerle daño. Si veía que no le gustaba pararía.

Viendo que era casi virgen por el culo, con dos enculadas fracasadas, me esmeré en la preparación. Le lubriqué bien el culo, me lubriqué uno de mis dedos y se lo metí poco a poco. Aunque era muy estrecha, la lubricación y la lentitud con que le metí el dedo ayudaron a que no le doliera. Con un dedo dela otra mano, además, le acariciaba el clítoris, la rajita, los labios menores y jugueteaba con un dedo en su lindo agujerito. Empezó a suspirar enseguida. Viendo que no se quejaba para nada, que estaba incluso relajada, me lubriqué un segundo dedo y se lo metí. Entró también bastante suave (este aceite es muy lubricante, yo lo odio porque no se absorbe ni a tiros). Solamente emitió un ahhh, un oh, y siguió suspirando. Notaba bastante presión en el dedo, pero nada que fuera doloroso para ella ni para mí. Todo lo contrario, afloje el ritmo de mi masturbación pues no quería que se corriera antes de que la enculara.

Y llegó el momento. Me lubrique bien la polla, la acerque a su culo, sin sacar mis dedos. Ella no lo veía, pues estaba suspirando con los ojos cerrados. Le metí la polla sustituyendo a los dedos en un cambio muy rápido, y seguí masturbándola. Al principio solamente le metí el glande y un pelín más, pero al ver que no se quejaba, fui metiéndosela más hasta que mis bolas chocaban con su culo con cada metida. Seguía masturbándola.

María, ya la tienes toda en el culo cariño.

Yo lo he notado. No me ha dolido casi, y ahora no puedo hablar por que me corrooooooooo, ohhhhhhh ahhhhhhh, dame por el culo, dame, ohhhhhhh, que orgasmo más buenoooooooo, ohhhhh.

Oírla y notarla me encendía, era genial. Estuve unos 10 minutos más bombeando, en los que se corrió dos veces más. Finalmente:

María, me corro yo, ahora yoooooooooooo, toma mi leche toma, ohhhhhhh.

Dale dale, que me viene a mi otro, junto a tiiiiiiiii, ohhhhhhhhhhh.

Ohhhhhhhh, que culete, preciosa

Ohhhhhh que polla, que bien que la manejas, ohhhhhhhhhh.

Nos echamos los dos en el sofa, abrazados. Estaba feliz y ella también. Nos vestimos y la acompañé a su casa. Estaba muy silenciosa. Casi no hablábamos. A la despedida, me cogió de la mano:

Antonio, me has ayudado mucho. Me siento capaz de afrontar mis problemas, aunque aún me asustan mucho.

Puedes contar conmigo para lo que sea. Solo llámame.

Te lo agradezco. Lo haré. Además, he gozado mucho, te lo agradezco.

No me agradezcas esto. Me lo he pasado muy bien contigo.

Vale.

Nos dimos un beso y me despedí. De camino a casa pensé en lo que había pasado, y pensaba si esto era solo una cosa que me había pasado con María, o si podía ser una manera de ayudar a las otras.

De verdad, no tenia antes ni ahora después de follar con Maria, interés en conseguir follarme a las otras. Me daba pena su situación, y lo único que quería era ayudarlas. Lo que pasa es que, un chochete es un chochete, y un culete, pues es un culete. En el caso de María se había presentado así, y no lo iba a desperdiciar.

Decidí que llamaría a las otras, con la única intención de ayudarlas. Viendo lo bien que había ido con María simplemente darle un abrazo, y pocas palabras, pues eso haría, y si se presentaba la situación, les haría el amor.

Me fui a dormir. Dormí profundamente, sin despertarme por primera vez en mucho tiempo.

Al día siguiente, llamé a la siguiente viuda, Esther. Le dije prácticamente lo mismo que a María. Casi no hablaba. Me costo que dijera que si a mi visita, pues nada decía, pero al final aceptó. Sobre las 12 del mediodía estaba en su puerta. Era una casita adosada preciosa. Llamé, y abrieron. Otra vez, no la veía ni se oía nada. En este caso estaba en el comedor, sentada en el sofa. Estaba como ida, sin mirar a ningún sitio.

No dije nada, la levanté, la abracé estrechamente, con una mano mía en la cintura y otra en la cabeza, que estaba recostada sobre mi hombro. Con la mano de la cabeza le acariciaba suavemente el pelo, y con la de la cintura la atraía firmemente contra mí.

No he dicho como es Esther. Mide 165 cms, tiene 33 años y unas tetas divinas, medianas tirando a grandes, completamente redondeadas, pero sin silicona ni trampas. Y su culo era increíble. Redondeado, en forma de pera, más grande que el de María, realmente apetecible.

La mantenía abrazada, notando pefectamente sus globos aplastados contra mí, y sus firmes caderas contra las mías. Otra vez crecía mi pene contra su pubis, y otra vez yo, cuanto más crecía el pene más la apretaba. En este caso, Esther no daba indicios de que estuviera calentándose, pero no me rechazaba, de hecho nada hacía, por lo que seguí. Empecé a acariciarle su cintura, mientras le daba besitos en la mejilla. Ella seguía igual, sin cambios. Empecé a acariciarle su culo por encima del pantalón mientras le daba besitos en los labios. Seguía sin dar respuesta.

Aquí si que me preocupé, pero pensé que igual su trauma era mucho más serio y quizás le costara más reaccionar. Así es que seguí adelante. Mientras seguía con los besitos en los labios y una mano en el culo, con la otra empecé a acariciarle su teta izquierda, amasándola toda, y luego estirando suavemente su pezón. Se le pusieron los dos pezones erectos, el que tocaba y el que no, pero ella seguía sin cambios aparentes, muy floja. Yo estaba muy excitado, con la polla muy tiesa, y se la refregaba en su pubis al mismo tiempo de todo lo demás.

Me la iba a follar aunque su actitud fuera la de una muñeca hinchable, a ver como reaccionaba. Le saque en un movimiento la camiseta que llevaba, le quité los sostenes, la acosté en el sofá y cogiendo con cada mano una teta empecé a chuparle los pezones, ahora uno ahora otro.

Me encanta hacer esto, no lo puedo evitar. Tengo que chupar los dos pezones a las chicas antes de follarlas.

Esther no daba ningún síntoma de que le estuviera gustando o disgustando lo que estaba pasando, pero yo seguía. Le abrí la cremallera del pantalón, se los bajé, le quité las bragas y reanudé la chupada de pezones, con la mano libre ya situada en la rajita de su coño. Entonces comprobé que la cosa iba bien, pues estaba muy mojada. Eso me animó a follar ya de una vez por todas.

Me puse el preservativo (ahora lo llevaba a propósito), enfilé su coño y se la enchufe despacio hasta el fondo. Comprobé que había variado su respiración, siendo esta ahora mucho más profunda, y aunque seguía sin gemir ni hablar, me abrazo ligeramente con sus brazos.

Estábamos en la posición del misionero (no es que me guste mucho, es que es la única posible en estas circunstancias), y yo controlaba toda la follada, por lo que me esmeré en darle gusto, bombeando despacio, luego rápido, en perfecta vertical, en círculos, de lado a lado. Me lo estaba pasando en grande. El ligero abrazo se había transformado en un abrazo en toda regla. Y por fin, empezó a suspirar. Primero muy flojito, luego más, luego mas, y finalmente:

Ohhhh, ahhhhhhh, me corrooooooooo, ohhhhhhhhh, ahhhhhh siiiiiiii, ohhhhhhhhh.

Por fin preciosa, por fin te oigo. Ahora yo ahora yoooo, ohhhhhhhh, me corro contigo, ohhhhhhhhh, toma.

Me quede abrazado a ella, desacoplándome. Le acariciaba el pelo con una mano y la espalda con la otra.

¿Que te pasa Esther, cariño?

Tengo mucha pena, no puedo ni hablar.

Pero estaba hablando, aunque fuera con mucho dolor y llorando mucho. Fuimos hablando, de ella, de mi. Poco a poco lloraba menos, y como quien no quiere la cosa empecé a ordenar cositas mientras le hablaba, ella por inercia se puso a recoger cosas conmigo. Hablamos hasta la hora de comer, fuimos a un restaurante cerca de su casa, y seguimos toda la tarde recogiendo la casa, limpiándola, llamando a mil y un sitios, embalando ropa y tomando nota de un montón de gestiones pendientes. Yo realizaría las gestiones, y quedo todo más o menos claro.

Eran las 8 de la tarde, ya me iba a ir cuando me dijo:

Es la hora de las pastillas.

¿De cuales?

Los antidepresivos

Espera, no te las tomes aún, que te voy a dar yo un antidepresivo.

Que vas a hacer, ¿no has tenido suficiente?

No me cansaría nunca de hacerte el amor. Sabes, no he dejado de querer a mi mujer, y de momento no podría tener ninguna relación con nadie, pero tengo una gran necesidad de afecto.

Yo también me siento así, me acuerdo de mi marido mucho, pero al estar contigo me he dado cuenta de que necesitaba mucho sentirme mujer, persona, querida por alguien.

Me has hecho sentir muy bien.

Tu polla me hacho sentir "muy bien" también (dijo esto mientras me lanzó una mirada muy pícara)

Ven aquí, toma tu antidepresivo, se toma vía oral.

Sonrío, por primera vez desde el accidente. Se acerco a mi polla, que ya estaba fuera del pantalón completamente erecta. Sin más diálogo se la metió entera. Me la chupaba hasta el fondo mientras me sospesaba las bolas. Me iba a correr, pues me lo estaba haciendo muy bien. Lo de sospesarme las bolas me estaba volviendo loco.

Cariño, tómate la lechecita que está especialmente indicada para cuadros como el tuyo.

Se rió con la polla dentro (es difícil, probarlo si no me creéis). Al poco me corrí, muy a gusto, llenándole toda la boca de leche. Supongo que a su marido se lo habría hecho muchas veces, porque se trago la leche sin mayor problema.

Nos pusimos bien la ropa, la observé, y no pude menos que sentirme feliz. Realmente, estaba cambiada, había reaccionado. Sin darse cuenta se había puesto a hacer la cena con lo poco que tenia (ella no salía desde el accidente, casi había agotado la despensa) y me invito a quedarme a cenar. Me quedé, hablamos de muchas cosas más. Le pedí que no tomara más pastillas, y me hizo caso. Le hice prometer que mañana iría al supermercado y que saldría cada día. Ella no trabajaba cuando perdió a su marido, por lo que quedamos en que buscaría trabajo y yo le ayudaría.

Me despedí y me fui, con un buen apretón de su magnífico trasero, y un buen beso en la mejilla que me dio ella.

Llegue a casa satisfecho, anímica y sexualmente.

Llevaba 2 de 5. Mañana tenia otra viuda deprimida que ayudar. Las tres viudas que quedaban eran Silvia, de 28 años, Maribel, de 35 años y Mónica, de 34 años.

La sesión de animo con Silvia y con Maribel fueron bastante parecidas a la sesión con Esther. Estaban bastante mal, y tampoco hablaban. Silvia salió de su estado casi cataléptico cuando alcanzó el orgasmo, Maribel no reaccionó hasta que le eché un segundo polvo inmediatamente después del primero por el culo. Pero acabó gritando como una loca. En la follada de rigor de la tarde noche (cabalgando ella como una amazona) me confirmó lo ardiente que era, y lo mucho que habría sufrido estos meses también por este motivo.

El caso de Mónica fue especial. Intenté quedar como las demás para ir a verla, me costó un montón, y al final no aceptó que fuera.

Como en los papeles del abogado de los que todos teníamos copia habían las direcciones de todos, vi la suya y fui. A las once estaba delante de la puerta de su escalera. Era un tercer piso, y para que no me dijera que no subiera, llamé a otro vecino alegando que era correo comercial y entré. Ya delante de su puerta tuve que llamar bastantes veces, pero al final abrió.

Esta si hablaba, pero casi era peor que las otras que no decían nada.

¿Que quieres?, ¡te he dicho que no vinieras!

Ya lo se, pero quería verte.

¿Para que?, yo ya no quiero nada, ni a nadie, solo morirme, cuanto antes mejor.

Vengo a ayudarte cariño. ¿Qué te pasa?

¿Puedes pegarme un tiro?

No, eso no puedo.

¿Puedes quitarme la vida de algún modo?

No, tampoco puedo eso.

Entonces no puedes ayudarme.

No estaba funcionando. De hecho ya estaba cerrándome la puerta, cuando caí en mi error. Había tratado de hablar con ella. No tenía que conversar con ella. Ella estaba bloqueada, como las otras. Aunque ella sí hablara, estaba desconectada de toda lógica y razón. A la que caí en esto, lo enmendé:

Espera, no he venido a hablar contigo

¿A no?, entonces, ¿a que has venido?

Ven y verás.

Detuve la puerta, entré dentro y la abracé estrechamente, como a las otras, la cabeza en el hombro, caricias en el pelo, la otra mano en la cintura y besitos en la mejilla.

¿Receta infalible? No del todo. Era un caso difícil, y me dijo:

Oye mira, entiendo lo que intentas hacer, pero déjalo. Ya no quiero nada de este mundo, y tu no me vas a hacer cambiar de opinión.

Era una lástima, una perdida tremenda porque Mónica era modelo publicitaria y estaba buenísima. Además era rubia natural y me hubiera hecho mucha ilusión ver un chumino rubio. Viéndolo ya todo perdido, puse toda la carne en el asador:

Mira, Mónica, definitivamente, no entiendes lo que intento hacer. A ver si ahora lo entiendes.

Mientras le decía esto le puse la mano en el culo, atrayéndola firmemente contra mi, para que notara mi polla ya erecta. Los besitos en la mejilla se los daba en los labios, y con la mano libre le estaba acariciando el pecho izquierdo.

Pero por que me haces esto, déjame.

Esta situación era distinta a las otras, pero en el fondo no. Las otras en realidad solo habían aceptado ayuda al llegar al orgasmo, lo que pasa que como no hablaban, pues simplemente yo les había ido haciendo. Esta era lo mismo, solo que ella sí podía expresar disgusto, y esto hacía, aunque de hecho, corporalmente se mostraba igual que las otras, no me mostraba oposición ni me apartaba.

Acabas de decir que no quieres nada de este mundo. A ver si es verdad.

Le desabroché la blusa, le quité los sujetadores, la llevé hasta la cama y la recosté. No se oponía físicamente a nada, se dejaba hacer lánguidamente, aunque hablaba.

Déjame, no me hagas esto, no quiero.

Pensé que lo mejor era callar y actuar. Empecé a chupar los pezones alternativamente, mientras con la mano libre le quitaba las bragas, arremangándole la falda. Empecé a acariciar la rajita y noté el coño húmedo, por lo que vi que iba por el buen camino. Además, con Mónica, debido a las circunstancias había que emplear mayor brusquedad, por lo que le metí dos dedos en el coño hasta los nudillos, y empecé a follarla manualmente con ímpetu. Había acertado con el tratamiento. Por fin oí lo que quería:

Por que no me dejas, cabronazo, dejameeeeee, ohhhhhh

Yo te dejaría, pero quien te follaría entonces, eh zorrita.

Ahhhhhhh, ohhhhhhhhh. Dejammmmmmmmmmmme, Ohhhhhhhhhhh

Me puse el preservativo, la puse a cuatro patas y se la metí por el coño hasta el fondo, agarrándola de las tetas para follarla mejor. Mi trato a ella era distinto que a las otras cuatro, pues el tratamiento requerido en este caso tenia que ser más intenso.

Toma zorra toma. Tu lo que necesitas es una buena polla, a ver si se te pasa toda esta tontería.

Ahhhhhhh, Ohhhhhhh, dejameeeeeeeee, ohhhhhhhhhhh.

Y deja ya de decir que te deje, si te estás muriendo de gusto, puta.

Es verdad, me gustaaaaa, ohhhhhhhhhhhhh. Ahhhhhhh.

Aún no se porqué, pero Mónica necesitaba un polvo muy fuerte para reaccionar, decidí darle aun más caña. Con los mismos jugos de su coño le lubriqué su ano, y le dilate un poco con los dedos el esfínter.

Dejame el culo, pervertido, dejalo, ohhhhhhhhhhhhhhhhhh

Si, ahora lo dejo, en cuanto te lo reviente, golfa, como puedes decir que no te haga una cosa mientras suspiras de gusto y te encanta. Será guarra esta tía. Saca el culo, perra, sácalo o te lo reviento.

Saco el culo al máximo y lo contoneó, mientras seguía diciendo que no. Era sin duda una puta y le iba el rollo violento. Su esfínter dilató inmediatamente, por lo que me di cuenta que su culo estaba acostumbrado a recibir visitas. Me saqué el preservativo, apunte su culo y apreté, con cuidado. Cuando entro la cabeza, entonces ya empujé fuerte y entró hasta el fondo. Me quedé quieto unos segundos.

No te pares cabrón, no pares. Muévete, fóllame, venga.

¿No me decías que te dejara?

Nooooo, venga, venga.

Muévete tu, grandísima zorra.

Y se empezó a mover. Ella misma se daba por el culo. Me empecé a mover yo también, dándole fuertes embestidas por su magnífico culo mientras agarrado de sus tetas le pellizcaba suavemente los pezones.

Mastúrbate, perra. Quiero que te corras ya, zorra.

Si, Ohhhhhh, no puedo, noooooooooooooh, oooooooooooh.

¿Porqué no puedes, guarra? Acaríciate el coño, puta.

Porque me corro yaaaaaaaaaaaaaah, yaaaaaaaaaaaah, oooooooooooooooooh, aaaaaaaaaaaaaaaaah, oooooooooooooh, siiiiiiiiiiiiii.

Que escandalosa. Se estuvo más de un minuto gritando a pleno pulmón. Era delicioso oirlo. Me excita mucho oir los gemidos de placer de una mujer mientras alcanza un orgasmo. Es delicioso. Actúa como un resorte en mí, pues aumento el ritmo, me aumenta el tamaño del pene y me corro a los pocos minutos. Así fue en este caso:

Me corro yo también, ooooooooooh

Y yo otro, pequeñito, oooooooooh.

Nos derrumbamos en la cama, abrazados, y le acariciaba el pelo, la espalda, sus glúteos, otra vez la espalda:

Eres preciosa, Mónica.

Y tu un cielo

No, el cielo eres tu. Me has hecho disfrutar mucho.

No. Tu me has hecho disfrutar, Antonio.

¿Qué te pasa, bonita?

Siento mucha pena, mucha tristeza, pero siento que hay que seguir, aunque no se como. (dijo esto con lágrimas)

Yo si que se como. Yo te ayudaré.

Antonio, te agradezco mucho lo que estas haciendo por mi. No se si podré seguir con mi vida.

Claro que podrás.

Oye, Antonio, no quisiera que hubiera malentendidos, yo estoy muy mal y ...

Mónica, yo también estoy mal. No puedo ni podría tener una relación con una chica ahora, sigo muy atado a mi mujer, aunque ella no esté.

Lo mismo me sucede a mi.

Me alegro de que podamos hablar tan francamente. Eres una amiga fantástica.

Tu si que eres un buen amigo.

Ella se echó a llorar, pero no desconsoladamente. Era un lloro saludable. Y a partir de aquí siguió el mismo plan. Comentamos todos sus problemas, gestiones pendientes, embalamos ropa, le ayudé en la limpieza, en la compra, fuimos a cenar a un restaurante japonés, y por la noche rematé la faena.

Este encuentro no lo relataré, porque fue muy especial. Solo diré que no fue un polvo rápido, ni violento, sino dulce y tradicional. Empecé yo tipo misionero y acabó cabalgando ella, encima mío, sentada, dándome la espalda. Nos corrimos los dos a la vez.

Después de eso tuve una semana de gestiones, papeleos. Realmente había ganado a 5 amigas. En los días siguientes iba quedando con ellas, para temas legales que les llevaba yo, gestiones en las que les ayudaba y diferentes excusas que yo sacaba para verlas y comprobar cómo iban. A los pocos meses todas llevaban una vida más o menos normal. En la actualidad nos vamos viendo, y con cierta regularidad tengo encuentros sexuales con ellas.

La psiquiatra de la policía, que es la que llevaba el caso de las cinco se extraño bastante de su súbita mejoría, de que ya no tomaban la medicación, y que habían reemprendido sus vidas con mi ayuda.

Al hablar con ellas se enteró de que yo había visitado a las cinco, que les había ayudado en tareas domésticas, en gestiones varias, que las había llevado de la mano y que tenían un fuerte apoyo de amigo en mí. Lo único que no le contaron es que además de mi apoyo, tienen mi polla.

La psiquiatra se entrevistó conmigo, y yo le expliqué que el éxito de mi ayuda se basaba a mi entender en el abrazo, en hablar poco, y en ayudarles de forma práctica, involucrándolas a ellas sin decirles gran cosa, y que después de eso iban reaccionando.

Creo que ella intuyó que había algo más, pero no indagó. Creo que comprendió en que consistía mi ayuda, porque en la actualidad colaboro con la policía para ayudar en casos como estos. Cuando hay una viuda, hermana de un fallecido, madre de un hijo, etc., con un proceso de ensimismamiento y de trauma sin salida me llaman. Yo les aplico mi "terapia" y siempre hay mejoría, aunque no siempre han podido reemprender al 100% su vida anterior.

Gano amigas para toda la vida, y por supuesto, chochetes que son míos. Incluso después de que con el tiempo muchas de ellas vuelven a tener pareja estable, siguen teniendo relaciones conmigo porque la amistad que nos une es algo muy especial.

Si os ha gustado, escribirme dándome vuestra opinión. Tengo otros dos relatos publicados, leéroslos y me los comentáis. Un saludo.

Pep Assault

Pep_assault@yahoo.com