Mi virgen Marcos

Él era virgen y yo la putita del Campus...

Sus compañeros de piso no estarían en casa en toda la noche, así que Marcos me invitó a dormir. Compramos algo de cena y de camino a casa pasamos por un videoclub, en el que alquilamos una película algo subida de tono.

Después de la cena nos tumbamos en el sofá y pusimos la película. Definitivamente era muy subida de todo, pero era un porno más sutil del que se suele ver normalmente, es decir, se veían las caras de placer de los protagonistas, se oían sus gemidos, se veían los enormes pechos de la rubia oxigenada, pero no aparecía todo el rato un primer plano del pene introduciéndose en su vagina, como suele ocurrir y que tanto me desagrada. Tampoco rebajaba a la mujer como se hacen en algunas películas, cogiéndola del pelo y obligándola a chuparle la polla. Era romántico y sensual y yo me estaba poniendo de lo más cachonda.

Me acerqué a mi novio y le besé. Noté que él también estaba excitado, así que decidí tomar la iniciativa. Marcos era virgen entonces, a pesar de los 20 años que acababa de cumplir y de su físico espectacular nunca había tenido una relación demasiado seria. Yo, en cambio, había tenido fama en la universidad por ser la "putita" del Campus, siempre con las minifaldas, los tops ajustadísimos y con escotes de vértigo y haciendo que a los tíos, y algunas tías, se les cayesen todo lo que tenían en las manos cuando yo pasaba delante. También tenía fama de haberme tirado a media facultad, lo cual era bastante cierto, incluso los profesores no se resistían a mis encantos, ¿y quién si? Con mis piernas tan largas siempre al descubierto, mis pechos generosos y mi cabello negro tan largo. Definitivamente era un bombón y sabía que eso a Marcos le intimidaba algo, claro que a mi sólo conseguía ponerme más cachonda ver su rostro de excitación y algo de miedo o vergüenza al mismo tiempo.

Me puse de pie y le quité la camisa y el pantalón. Él estaba nervioso y casi ni se movía, sólo me miraba con cara pícara y una gran sonrisa en su boca. Me quité muy lentamente mi camisa, bailando al son de la música y los gemidos de la película porno. No llevaba sujetador, así que dejé al descubierto mis pechos grandes, firmes y erectos a 20 centímetros de la cara de Marcos. Me quité la falta y me di la vuelta, dejando mi culo en frente de su cara, apenas cubierto por mi pequeño tanga. Fue él quien hizo algo por primera vez y me lo quitó al tiempo que se desprendía de su slip. Me agarró por la cintura y se fue levantando apretándose muy fuerte contra mi, podía notar su gran polla entre mis nalgas mientras podía ver la película donde la mujer casi llegaba al orgasmo.

Ya no recordaba lo estupendo que era hacer el amor con alguien virgen, aquella delicadeza... Los demás hombres simplemente te arrastran a la cama para intentar metértela lo antes posible y si hay suerte que les hagas una mamada. En cambio Marcos era sensible y dulce. Nos tumbamos en el suelo, yo sobre él, con su polla ya dentro de mi coñito. Vi su gesto de dolor-placer cuando la introducí por primera vez. Comencé a moverme en círculos para que se acostumbrase a la situación. Entonces él me tomó por la espalda y acercó mis pechos a su boca, los empezó a lamer y no pude contener más la excitación. Mi coño resbalaba muchísimo por la cantidad de líquido que salía de él. Empecé a saltar sobre él, primero suave, pero cada vez más salvajemente. Ya no podía lamer mis pechos, su boca estaba libre y gritaba de placer. Aunque yo había pasado muchas otras veces sentía un placer especial, creo que estaba enamorada, y también gritaba como una loca, no sólo para que él se sintiese mejor con aquello. Sentimos el orgasmo casi al mismo tiempo. Caí sobre él y quedamos abrazados completamente desnudos en el suelo de su salón.

Me tomó en brazos y me llevó a su dormitorio. Ahora él tomaba la iniciativa. Quiso chuparme mi coño, se notaba que en eso sí tenía experiencia, o por lo menos así lo parecía, porque nunca me habían hecho una mamada tan increíble. Casi llego al orgasmo, pero Marcos paró un poco antes y me introdujo su pene. Apenas lo notaba de lo mojada que estaba y del placer tan inmenso que acababa de darme. Me penetró mil veces, aumentando poco a poco la intensidad y llegué al orgasmo, claro que le tuve que rematar chupándole su pequeño general.

Después de descansar un poco decidimos hacer algún juego... Marcos sentía curiosidad. Me ató las manos y los pies a los 4 palos de la cama y fue untando mi cuerpo con nata. Fue chupando poco a poco la nata, dejando para el final mis pezones y mi concha. Yo se lo suplicaba a gritos, pero se hacía de rogar... Parecía que disfrutaba de la situación. Era increíble como había tomado el control de aquello. Me chupó los pechos, pero no el coño, tuvo una idea mejor. Me desató una mano y dejó que yo misma me masturbara, desesperada por el placer, mientras él observaba y se hacía una paja.

Acabamos aquella noche dándonos un baño juntos, donde una vez más llegamos al orgasmo. 4 para una sola noche, y fueron los 4 orgasmos más espectaculares de mi vida, ¡¡y he tenido muchos otros!! En fin, aquella relación duró algo más de lo que estaba acostumbrada... ¡Casi un mes! Después le dejé por alguien con más experiencia. Aún así nunca olvidaré a mi virgen Marcos.