Mi vidad lejos de casa (2)

Muchas veces es más excitante lo que te imaginas que ver follar directamente

La casa de la calle Marines quedaba muy lejos del Centro donde yo estudiaba, pero eso no me importó mucho. Era una casa de planta baja, con un pequeño patio interior gracias al cual mi habitación, y la de los obreros, disfrutaban de luz exterior, pues ambas habitaciones no daban a la calle.

Después de comer algo, el dueño, Justo, me llevó a mi habitación. Era espaciosa. Una cama de 90 cm sin cabezal, un ropero de dos puertas, una pequeña mesilla junto a la cama, un mueble estantería, una mesa rectangular y dos sillas. En la pared una foto de la Torre del Oro muy despintada y una percha tras la puerta. La primera impresión no fue muy buena, aunque tampoco me disgustó. De todas formas, no pensaba pasar la mayor parte del día allí, sino que pensaba estudiar en la biblioteca de la universidad para no tener que ir y volver. Tan solo al anochecer volvería a la fonda.

Justo abrió la amplia ventana .

–Aquí tendrás mucha luz para estudiar .

Me asomé al pequeño patio con algunas macetas. Había dos ventanas más, Justo me dijo que la de mi derecha era la otra habitación alquilada, contigua a la mía, y enfrente estaba la ventana del cuarto de baño compartido para ambas habitaciones. El matrimonio tenía ciertas partes de la casa privadas para ellos, así que me enseñó las que podía utilizar, que además de la cocina y el salón donde cené, eran un pequeño cuarto con una tele y el baño.

–No cierres la puerta del baño, como sois todos hombres no hay problema y podéis usarlo a la vez si os hace falta –me dijo.

Abrí la puerta del baño y era grande, pero algo desangelado, aunque con todo lo necesario. La ducha en una esquina tenía una cortinilla de plástico transparente. Me asomé a la ventana. Se veía otra ventana.

–Pongo el termo por las mañanas de 7 a 8 y también todas las tardes de 8 a 9, que es cuando vuelven Jesús y Vicente, el resto del día no hay agua caliente. Si tú quieres otra hora me lo tienes que decir, pero que sea siempre la misma .

–No, están bien esas horas por el momento.

Volvimos a mi habitación, ya se daba la vuelta Justo para dejarme cuando, repentinamente, en un acto paternal, se giró, se me acercó y me dio un abrazo .

–Aquí estoy para lo que necesites, yo era muy amigo de tu padre cuando jóvenes. Más que amigos, diría yo.

Esa primera noche tampoco logré dormir. Igual debería hacerme una paja. Hacía calor y dormía con la ventana abierta. Me asomé. También había luz en la de los obreros. Volví a tumbarme e intentar dormir. Nada. Me volví a levantar e instintivamente empecé a andar hacia el baño. La puerta estaba entreabierta y no había luz. Entré a oscuras y una sombra se dibujó en la ventana.

–Hola muchacho, ¿vas a vaciar la vejiga?

Me quedé sorprendido, no esperaba a nadie. Justo (pues era él) encendió la luz.

–A veces vengo a este baño para no despertar a mi mujer, el nuestro está dentro de la habitación .

Estaba junto a la ventana. En calzoncillos y camiseta de tirantes. Juraría que estaba empalmado, pues se me fue la vista a una mancha húmeda en su bragueta.

–Si, lo siento, no esperaba que hubiera nadie. Luego vuelvo.

– No, no, quédate. No pasa nada, te tienes que acostumbrar a compartir el baño. Puedes mear tranquilamente.

Y algo cohibido me dirigí al wáter y me bajé el calzoncillo hasta debajo de los huevos, como acostumbraba. Justo siguió mirándome. Tardé en que saliera el chorro de orina, pero luego meé con fuerza y mucha cantidad. Justo se había puesto a mi lado y me miraba mientras meaba.

-¡Qué buena meada! ¡Cómo se nota la juventud! Yo ya meo poco y muchas veces, debe ser la próstata.

Y no se movía de mi lado.

–Aquí no hay que tener vergüenza, esto es como en la mili, todos somos hombres.

Y se sacó su polla por la bragueta del calzoncillo y se acercó a mi lado para mear.

Efectivamente estaba empalmado, aunque la polla no tendría más de 10 cm y era cabezona .

–Vaya, parecía que tenía ganas y ahora resulta que no puedo mear .

Yo le iba a decir que empalmado cuesta mucho mear, pero me callé. Me sacudí mi polla y me fui a lavar las manos. Justo salió del baño y, no sé si instintivamente, apagó la luz.

Entonces entró luz por la ventana, me asomé y era la habitación de Jesús y Vicente. Por el calor, supongo, tenían abierta de par en par su ventana. Desde el baño podía ver ambas camas y a ellos dos tumbados cada uno en su cama. No les veía la cara. No sé quién era cada uno, pero ambos estaban en calzoncillos.

El mas cercano a la ventana yacía boca abajo, pero el otro tenía encendida la luz de la mesilla y una revista entre sus manos. Una pierna doblada y otra extendida y, de vez en cuando se tocaba sus genitales que parecían de buen tamaño. En el silencio de la noche y muy suavemente logré escuchar:

–Jesús, Jesús, ¿no tienes ganas? ¿Ya estás dormido?

Y se levantó y se acercó a la cama de su compañero mientras apagaba la luz. Ahora entendí que hacía Justo en ese baño. Seguramente se masturbaba viéndolos. Permanecí un rato más con una fuerte erección e intenté seguir escuchando, aunque ahora no veía nada.

–Vale, vale, ya te dejo, tú sigue durmiendo ya me avío yo solo. Si, ya está, vale, déjame que te la ponga en el culito. Que no hombre, solo la punta en tu agujerito. Si siempre te gusta… y me pides más. Vale Jesús, pero es que ¡mira como estoy!. ¡Coño, tanto dormir, y yo a aguantarme!

Temí que mi respiración me delatara y salí del baño. Pero me había puesto a mil. Muchas veces es más excitante lo que te imaginas que ver follar directamente. Llegué a la habitación con una fuerte erección y me tumbé en la cama boca arriba. No había pasado ni cinco minutos cuando siento que la puerta se abre.

–Antonio, soy yo, Justo. Te traigo un vaso de leche caliente. Como he visto que no podías dormir, esto te ayudará.

No reaccioné, todavía mi respiración era fuerte y rápida. Estaba hiperventilando. Justo dejó la leche en la mesilla y se sentó en la cama. Se había quitado la camiseta, ahora solo llevaba los calzoncillos. Aparte del bigote, no tenía mas pelos en el cuerpo que yo pudiera ver. Sus pechos eran redondeados y algo caidos, los pezones muy oscuros y su barriga, aunque no muy voluminosa, presentaba un profundo agujero donde debía estar su ombligo.

–Antonio, ¿te pasa algo?

No sé si llegué a decir alguna palabra o solo respirar fuertemente. Justo me tocó el pecho y la frente, pude ver que sus brazos eran rollizos y lampiños. Sus manos gruesas y sudorosas.

–Tranquilo, ya sé lo que te pasa .

Y diciendo esto me puso una mano en mi polla, por encima del calzoncillo y me la apretó .

–Tranquilo, niño, déjame hacer a mí, ya verás cómo te encontrarás mejor .

Y me bajó el calzoncillo hasta las rodillas y empezó a sobarme y refregarme la polla.

–Yo a tu edad también necesitaba descargar casi a diario, es algo natural, déjame a mí que tengo experiencia .

Y con una mano me sobaba los huevos y con la otra había iniciado ya movimientos masturbatorios que hacían que estirara y doblara mi cuerpo.

-¡Qué buen rabo, chaval! Éste es de lo mejorcito que ha entrado en esta casa. Bueno, también Vicente está bien dotado, pero como tiene a Jesús, a mí apenas me echa cuenta, solo cuando necesita algo de mí se insinúa y me provoca el muy cabrón. Algún día te contaré .

Y seguía pajeándome lentamente y yo le dejaba hacer sin decir nada, solo movía de vez en cuando mi pelvis acercándola a su cara.

–Vaya, parece que no es bastante y el chaval necesita algo más.

Y entonces bajó su cabeza y pasó la lengua repetidas veces por mi glande antes de escupirme en la polla y tragársela todo lo que pudo. ¡Qué bien!, ¡claro que necesitaba algo así!, pero no dije nada sino que aumenté el movimiento de mi pelvis follándome su boca que ahora no movía, tan solo apretaba mi pene con sus labios y dejaba que yo le follara la boca. Tuvo una arcada, escupió y volvió a comerme la polla. Ahora movía a la vez la mano en la raíz de mi pene y su boca que succionaba mi glande.

-¡Qué rica la tienes niño! ¡Qué pollón mas bueno me estoy comiendo! ¿Te gusta como lo hago?

–Si, si, -jadeaba yo. Sigue, sigue chupando.

Y Justo intentaba meterse todo mi nabo en su boca, aunque creo que no llegó a conseguirlo. Lo tragaba y lo escupía, así varias veces. Luego chupaba los huevos y subía por mi nabo pasando su lengua por toda mi polla hasta llegar a la cabeza que tragaba con avidez. No sé en qué momento se había sacado sus calzoncillos y, de rodillas, se meneaba su pito mientras me comía la polla.

Ya estaba por venirme, me hubiera gustado aguantar más, pero para eso hubiera necesitado que su boca se apartara de mi polla un rato, y eso no pasó. Justo seguía ensalivando y chupando mi polla, su cabeza subía y bajaba sobre mis genitales. Ya me dolía la polla y entonces noté que me corría.

–Ya, ya, me vengo, le dije mientras le tocaba la cabeza.

Pero su boca no soltó mi miembro y empecé a descargar mi leche dentro de su garganta. Ahora me soltó, escupió y volvió por el semen que todavía, aunque en trallazos mas cortos, mi polla echaba. Volvió a escupir y ahora lamía mi glande intentado con la punta de su lengua entrar en el agujerito de mi polla. Aunque tenía muy sensible el glande después de correrme, aguanté su boca exprimiendo mi polla con tan solo un par de espasmos.

Justo se levantó y seguía masturbándose, aumentó la velocidad de su mano al tiempo que gemía. Pensé que se iba a correr encima mía, pero puso una mano bajo su polla para recoger su leche. No expulsó mucho, por lo menos no lo lanzó lejos, sino que la leche le bajaba de la cabeza de su polla como un rio de lava blanquecina. Cuando consideró que había terminado, llevó su mano izquierda a la boca y chupó toda su corrida. Este hombre no tenía bastante con nada, pensé.

A la mañana siguiente coincidí en el baño con Vicente. Se estaba afeitando, tan solo llevaba unos calzoncillos azules tipo bóxer. Yo me había puesto el pantalón de pijama para salir al pasillo y al baño, pero al verlo me dije que había sido una tontería.

–Buenos días, dije. Y le dí la espalda para mear.

–Buenos días, muchacho. ¿Qué tal tu primera noche?

– Bien, dije sin más explicaciones.

–Sí, por lo que escuché tuvo que ir muy bien .

Y se bajó el calzoncillo y se metió en la ducha. Yo no me atreví a mirar hacia la ducha, tan solo lo había visto desnudo por detrás un momento antes de entrar, me dio pudor mirarle directamente, tan cerca como estábamos y, además, no sabía cómo seguir la conversación, así que salí del baño mientras entraba su compañero Jesús, con una toalla en la cintura. Nos saludamos y me fui a mi habitación.

Estuve todo el día en la universidad, aunque apenas tuve un par de clases. Luego deambulando por Sevilla acabé en el parque de María Luisa. Me senté en un banco entre la vegetación a leer algunos apuntes. De vez en cuando levantaba la vista para ver pasar algunos coches de caballos, también había gente corriendo, otros tirados en la hierba y muchas personas mayores paseando solas o en pequeño grupo.

Un señor mayor se puso cerca de mí, medio oculto entre los arbustos. Pensé que necesitaba mear. Efectivamente sacó su pene, pero no dejaba de mirarme. Yo lo miré también. Un pene flácido agarraba con su mano mientras con la otra hacia ostensibles movimientos de chupar cerca de su boca abierta. Me dió un poco de lástima. Me levanté y me dirigí sin rumbo hacia otro sitio.

Cuando empezó a anochecer volví a casa. Aunque esperaba un ambiente tenso y cortado, durante la cena Justo estuvo haciendo bromas con los otros compañeros de pensión sobre su trabajo, y Jesús y Vicente le seguían las bromas. El ambiente estuvo distendido.

Cuando nos dirigíamos a nuestras habitaciones Vicente se acercó y me dijo que en su habitación tenían algunas botellas y que se tomaban una copita antes de dormir, que podía acompañarlos.

-Bueno, no es mala idea, pero esta noche necesito acostarme pronto. Quizás mañana –le respondí.

–Cuando quieras, chaval. Si vamos a ser compañeros de pensión habrá que intimar.

Entré en mi habitación tras pasar rápidamente por el baño y eché la llave.

FIN DEL SEGUNDO CAPÍTULO