Mi vida y las marcas que han ido dejando el hielo.

De nuevo, Rodrigo apareció, se inclinó sobre mi yo desnudo y manchado de semen y me susurró al oido: "Buscame".

Este es mi primer relato, un poco extraño, lo siento, llevo bastante tiempo leyendo historias aquí y, bueno, espero yo también poder aportar algo. Espero, sinceramente, que os guste. Sentiros totalmente libres de criticar, he tocado fondo, no caeré más bajo, todo lo que me digais serán empujones para salir a la superficie ;)

El se despertó tarde, cuando los rayos de sol empezaron a tocar sus párpados. La ventana estaba abierta. Eran finales de verano y una brisa fresca le acariciaba el brazo.

Tumbado, boca arriba, sin camiseta y solo con unos pantalones cortos, sin mantas. Con una masa corporal que rozaba la anorexia y un cuerpo bastante bonito, Pablo no tenía la más mínima intención de levantarse. Se giró y cogió el movil. Era su rutina, mirar que hora era y examinar si podría darse la vuelta y dormir un poco más.

Las 10. De vacaciones y sin trabajo, tenía mil cosas que hacer, pero mañana también habría tiempo, ¿no?. Dió media vuelta y abrazó el cojín.

Pablo vivía dos vidas. Por un lado estaba la vida real: estudios, problemas, difíciles soluciones, elecciones, indesición. Esta era la realidad de Pablo. Un cúmulo de sentimientos contrariados que no le llevaban a ninguna parte. Una vida que no le gustaba vivir en el 90% de los casos.

Un día a Pablo le dijeron que era muy triste que no intentase cambiar su realidad si esta no le gustaba. Pablo entendió mal. Aquel amigo le estaba proponiendo un cambio en su vida. Pabló, simplemente, se inventó otra vida. Una vida que vivía de camino a la parada del autobus o cuando estaba aburrido en clase. Una vida que jamás le contaría a nadie. Una vida en la que era lo que quería. Una persona divertida, sociable, educada e inteligente, atrevida y aventurera; algunas veces, hasta hetero. En aquella vida no existía la hipocresía ni la pobreza. En aquella vida no había límites ni físicos, ni éticos ni morales.

Así, cuando Pablo se giró y abrazó el cojín nadie fue consciente de que en su realidad, Pablo dormía con unos calzoncillos negros abrazado al chico con el que jamás dormiría por la simple razón de que solo existía en el mundo de Pablo, en su otra realidad.

El chico que abrazaba Pablo era Rodrigo. Alto, delgado y de piel morena, era una de las tantas parejas perfectas que pablo almacenaba en su mente.

Rodrigo se giró y clavó sus ojos en Pablo. Le dió un beso y le acarició la cabeza. Pablo suspiró.

-Deberíamos levantarnos- Dijo Rodrigo.

-No.... Son apenas las 10, quedémonos un ratito más.

-Hay que desayunar, ordenar la habitación, dar de comer al gato y...

-¿Y? No tengo nada más para hacer hasta la hora de la comida, y después de eso, sigo estando libre.

-Y si lo haces lo suficientemente rápido, podemos volver a la cama e inventarnos un día en la playa. -Rodrigo sonrió de aquella forma que hacía que Pablo fuese incapaz de resistirse a nada.

Pablo se levantó de la cama. Rodrigo ya se había esfumado de nuevo.

-Miierda de vida. -Pensó.

Entonces Rodrigo apareció de la nada. Seguía solo vestido con sus calzoncillos negros. Le cogió por las caderas por detrás y tiró de el, de forma que la espalda de Pablo se fusionó con el pecho de Rodrigo. Este último apoyó su cabeza en el hombro de Pablo y lo abrazó como pudo.

-Tranquilo, Pablo, no me he ido muy lejos.

Aquello no era en absoluto sano para la salud mental de Pablo, el lo sabía. Pero solventaba temporalmente sus problemas afectivos.

Pablo fue hasta la cocina, sacó un tazón, la leche y los cereales. Recordó que debería darle de comer al gato.

-Joder, Rodrigo, no tengo gato!

Rodrigo volvió a aparecer de la nada y se sentó en la encimera.

-No me culpes. Soy lo que quieres que seas, digo lo que quieres que diga y hago lo que quieres que haga. ¿No has pensado en tener un gato?

-Si, he pensado en tener muchos, cuando no viva en una casa con mis padres y mis hermanos!. Me los voy a llevar todos conmigo cuando me mude a Plutón porque a este paso y con la frecuencia que hablo contigo, hasta en la luna me van a tachar de loco. ¡Y no eres todo lo que quiero que seas! ¡Quiero que seas real!

Rodrigo lo miró muy seriamente mientras se acercaba a el. Pusó un brazo en su hombro y se acercó lentamente al oido de Pablo para susurrarle una única palabra: "Buscame"

-¿Qué? -Preguntó Pablo desconcertado.

Rodrigo no le iba a explicar nada más. En lugar de eso, acarició su cuello y lo miró lujuriosamente. Pablo volvió a la habitación sin desayunar. Siguiendo al fantasma de aquel hombre intangible que hacía temblar todo su mundo.

Rodrigo se tumbó en la cama, boca arriba, su miembro se apreciaba perfectamente bajo la tela de sus calzoncillos. Empezaba a despertar. Pablo se acostó encima suyo, besó su cuello con delicadeza y luego fue subiendo mientras las manos de ambos danzaban por el cuerpo del otro, realizando un baile improvisado pero ardiente.

Pablo alcanzó los labios de Rodrigo, un poco carnosos pero no demasiado. Sus labios era lo mejor que había probado en años. Le besó despacio pero nada de besos cutres o románticos, eran besos cargados de lujuria, una lujuria sostenida. La que informaba que se acercaba una tormenta, esa que se siente cuando estás en el ojo del huracan.

Rodrigo agarró por los hombros a Pablo y ambos dieron media vuelta. Ahora Pablo estaba debajo. Rodrigo besaba su cuello, volvía a sus labios y volvía a bajar hasta sus pezones. Cogió con ambas manos los calzoncillos de Pablo y tiró de ellos hacia abajo. El también se quitó los suyos. A esas alturas, ambos miembros estaban a punto de estallar. Rodrigo volvió a besar a Pablo, pero esta vez con mucha más pasión, no eran besos lentos, ahora era casi una guerra entre lenguas dominadas por el deseo. Rodrigo agarró las manos de Pablo y las ató al cabecero de la cama. Besó el cuello de este, una de sus axilas, sus pezones y siguió bajando. Lamío sus abdominales, que no se marcaban demasiado. Dió un ligero beso a su ombligo y se situó en frente de su miembro para realizarle una de esas mamadas perfectas que hacían a Pablo tocar las nubes.

Primeró lamió su frenillo, luego se desplazó hasta sus testículos y de nuevo subió, esta vez para meterse aquella polla entera en la boca.

Pablo se retorcia de placer mientras Rodrigo cincronizaba su lengua con sus manos. La derecha, masturbaba a Pablo y con la izquierda se masturbaba el mismo. Pablo no pudo aguantar mucho aquella "tortura" y llenó la boca de Rodrigo de semen dulce. Este subió y pasó una parte del semen a Pablo que se lo comió con gusto. Ambos rieron. Entonces Rodrigo desató a Pablo y lo puso a 4 patas. Ambos lo estaban deseando. Utilizó algo del semen que le quedaba para lubricar el agujero de Pablo, se puso un condón. Cogió a su amante por la cintura y empezó a introducir su miembro dentro del delgado cuerpo de Pablo. Los dos gemían como animales, experimentando el placer extremo. Así estuvieron un buen rato. De vez en cuando Rodrigo pegaba su espalda a la de Pablo y lo besaba como podía. En una de aquellas veces Rodrigo sintió que se iba a correr de forma inminente. Sacó su miembro del esfinter de Pablo, giró bruscamente a este, se quitó el condón y dió un par de sacudidas más a su pene sobre el pecho de Pablo para terminar aquella fantasía.

Pablo despertó en su habítación desnudo, con un chorro de semen en su abdomen. Su yo real había pasad de desayunar y se había hecho una triste paja en la cama. Su otro yo había disfrutado bastante más.

-Estoy como una cabra. Debería de ir a un psiquiatra. Aunque la conversación no tendría desperdicio. "Estoy aquí porque mi novio imaginario sabe mejor que yo lo que quiero, además, me da bastante más placer". Mierda de vida.

De nuevo, Rodrigo apareció se inclinó sobre mi yo desnudo y manchado de semen y me susurró al oido: "Buscame".