Mi vida, te engañé

A través de este relato, le cuento a mi esposo cómo le fui infiel con mi amigo Eduardo

Mi vida, te engañé

Hola, me llamo Susana y sé que esta historia le va a encantar a mi esposo. Resulta ser que nosotros somos muy cachondos y hemos tenido muchas fantasías que no hemos podido llevar acabo, pero hace poco sucedió lo que les contaré enseguida y cambió mucho nuestras vidas.

Resulta que a mi marido lo cambiaron de trabajo en otro Estado de la republica, dentro de los planes quedamos que él se iría a establecer y en tres meses yo lo alcanzaría, mientras, viviría en la casa de mis padres. A las dos semanas de estar con mis papás, mi hermana me invitó a una fiesta a la cual asistí para desaburrirme un poco. Pensando en mi esposo me puse un vestido largo pero muy pegado que él me regaló, donde se destacaba mi redondo culo ya que debajo solo llevaba una tanga.

Al llegar a la fiesta me llevé la sorpresa de mi vida, pues en ella estaba Eduardo, un novio que tuve. Él era especial pues había sido el primero que me había cogido, claro que esto lo sabía mi marido y muchas veces habíamos fantaseado en que yo lo hacía de nuevo con él… Al poco rato, Lalo se acercó a mi mesa y me saludó:

Hola Susy, ¡qué sorpresota!... Hace mucho que no te veo… ¿Cómo has estado?... –

Hola-, contesté, - he estado muy bien-, él de inmediato me invitó a bailar.

Bailando me preguntó que cómo me había ido, a grandes rasgos le comenté algo de mi vida y él también a mi. Me dijo que era divorciado y que había ido a la fiesta con su hermano. Seguimos bailando y me fue cambiando poco a poco la plática; me dijo que me veía muy bien, muy atractiva, y cada que podía se pegaba mucho a mí. En una melodía calmada, me agarro de la cintura y me repegó mucho a él, poco a poco fue bajando su mano hasta posarla en una de mis nalgas

Quita tu mano de ahí, estás jugando con fuego-, dije.

Que ya se te olvidó quien te hizo mujer-, yo le contesté que no, pero que ahora era una mujer diferente y que dudaba mucho que estuviera a la altura de mis exigencias.

¡Ah, me estás retando!-, contestó.

Olvídalo-, dije.

Lalo siguió:

Si que eres una mujer diferente y déjame decirte que me fascinaste por tu desenvolvimiento… -

¿Por qué?... -, le pregunté.

Porque sentí a través de tu delgado vestido la diminuta prenda que llevas debajo, antes no las usabas, y además pude sentir tus senos sin escote debajo del vestido.

Ya párale-, le dije.

Terminó la música y me fui a sentar, acabó la fiesta y nos despedimos. Él me preguntó que si me podía llamar.

Solo recuerda que soy una mujer casada-, agregué y me fui.

A los pocos días me habló por teléfono y me invitó a cenar, me negué, reprochándole su atrevimiento, pero siguió insistiendo.

Anda nena, deja descubrir a la nueva mujer que eres. Quiero saber si ya no eres la asustadiza muchacha a la que me cogía en el coche… Quiero acariciar y lamer todo tu cuerpo-, me decía dentro de muchas otras osadías, pero yo seguía negándome.

Hasta que un día me dijo que me dejaría de acosar si aceptaba salir con él, le pedí que me lo jurara y cuando lo hizo, acepté pero me puso una condición; que me vistiera sexy si no, me iba a seguir molestando. Total que accedí.

El día de la cita me arreglé muy bien, me bañé, me depilé y me puse una blusa escotada, una falda negra corta y una tanga de encaje del mismo color, sin sostén claro. Pasó a recogerme en la esquina de la casa y me subí a su coche. Imagínense la cara que puso al verme así vestida, parecía una puta, pues la falda se me subía mucho. Dentro de mí pensé que me había pasado pues era demasiado corta y tenía que batallar con ella para no enseñar las nalgas, pero ni modo. Me imaginaba como traía su bulto, bien parado.

Cuando llegamos al restaurante-bar que eligió, me abrió la puerta del auto para salir, al bajar me dio una nalgada y por lo corto y entallado de la falda creo que le mostré hasta las anginas al del valet parking porque abrió tremendo ojos. Nos sentamos, cenamos, tomamos unas copas, mientras él no dejaba de verme y me agradecía que hubiera aceptado.

Con tal de que dejes de molestar-, le contesté.

Solo de voy a pedir un último favor-

¿Qué?... -, pregunté.

Que me regales la tanga que llevas puesta… -

¿Qué?, estás loco… ¿Cómo crees?... –

Anda y ya no te hablo-, rogó, - si no, te iré a buscar a tu casa-

Esta bien-, le dije, -no quiero tener problemas con mis padres-

Me paré, fui al baño y me quité la tanga. Me sentía un poco mojada pues aquello me resultaba excitante; metí mi prenda a mi bolso y me fui de nuevo a sentar.

Aquí la traigo-, le dije, - pero te la daré cuando nos vayamos-

No nena, ahorita la quiero-, así que se la tuve que dar muy discretamente.

Cuando la tuvo en sus manos pensé que la iba a guardar pero él muy descarado se la acercó a la nariz y aspiró mi aroma.

¡Mmm, huele deliciosa!... –

Guarda eso-, le dije pero no me hizo caso y la extendió frente a él.

Nena, tienes buen gusto, está hermosa… ¿Te la compró tu marido?... -, yo me ruboricé toda puesto que otros hombres y algunas mujeres del lugar se dieron cuenta.

De inmediato sentí como se clavaban varias miradas en mis piernas y nalgas tratando de adivinar si en verdad eran mías o no traía; eso, a pesar de la pena me estaba gustando.

Lalo me preguntó que si ya me quería ir y le dije que si, subimos a su auto, en el camino me dijo:

Te apuesto a que estás mojada-

¿Cómo crees?... -, le dije.

En este instante puso su mano entre mis piernas y las empezó a acariciar, yo me encontraba confundida pero las separé un poco, invitándolo a subir más su mano, hasta que llego a mi panochita depiladita.

¡Mmm, jugosa y peloncita!, así se sienten más tus jugos-, él siguió dedeando mi rajita, hasta que llegamos a mi casa.

Me despedí y bajé del auto. La verdad es que me dejó confundida porque pensé que me iba a coger pero no fue a si, no lo entendía, me tenía a su merced, caliente, mojada y excitada y me dejó ir; pero eso bastó para que toda la semana estuviera muy caliente, hasta que un día cuando salí a la tienda, él me alcanzó en su auto y me dijo:

Hola, te estaba esperando cosa rica para entregarte esto-, al mismo tiempo que me extendía un paquete, - úsalo-, me dijo, y se fue.

Ya en la casa lo abrí y cual fue mi sorpresa: era la tanga que le había entregado solo que en la parte interior, justo en la que toca la vagina, estaba llena de un líquido viscoso y pegajoso; me la llevé a la nariz y descubrí que el muy canalla se había venido en mi tanga. Las aventé pero una excitación enorme recorrió todo mi cuerpo, así que me quité la pantaleta que traía y me puse esa, así como estaban mojaditas de sus jugos; eso me excitó mucho. Las traje puestas todo el día, yo también me mojé. También me había mandado un vestido muy corto y atrevido, de color crema tela delgada, descubierto de la espalda. Sabía que no lo podía usar en la casa, pero había una tarjeta con una dirección y una fecha; él muy cabrón estaba jugando conmigo, poniéndome a prueba, dándose a desear y lo estaba consiguiendo.

Traté de no pensar más en él pero el día de la cita, no lo pude evitar. Me arreglé muy bien, me puse el vestido que me regaló, la tanga y el brasier que ven en la foto y me fui a la dirección que me dio. Era un edificio de departamentos, toqué el timbre y me abrió.

Sabía que ibas a venir-, me dijo.

Una vez adentro me desnudó toda, al tiempo que yo desabrochaba y bajaba su pantalón y trusa. Ante mis desmesurados ojos, saltó aquella verga que solo había sentido mi panocha hacía mucho tiempo; comprobé que era más grande y gorda que la de mi marido… Después de una buena sobada, me la llevé a la boca, pues me encantaba mamar una verga jugosa; solo me la sacaba para lamerle sus testículos, y así estuve un buen hasta que lo hice explotar. Estaba tan cachonda que me tragué todo su semen, algo que no había hecho con mi esposo, ¡mmm, me supo delicioso!...

Después de esto, Lalo empezó a besarme toda, el cuello, la espalda, mis senos, me hacia estremecer.

Quiero disfrutarte todita-, me decía mientras me mordisqueaba y chupaba mis pezones.

Casi se metía toda mi tetota en la boca y eso me hacia gemir de placer. Sus manos acariciaban todo mi cuerpo y cuando rozaban mi rajada sentía un escalofrío por todo mi cuerpo. Poco a poco iba bajando hasta que llegó a mi clítoris… Tenía una lengua sensacional porque hurgaba en todas mis partes. Me hizo sentir un orgasmo con solo su lengua, y yo estaba muy caliente y le rogué que ya me la metiera.

Anda papito, ensártame tu verga... Hazlo, hazlo… Quiero volver a sentirla toda… ¡Mira como estoy escurriendo!... -, acto seguido me recosté en la cama abrí mis piernas levantándolas y ofreciéndole todo el espectáculo de mi panocha y culo a su disposición.

Él llevó su verga al interior de mi cueva y sentí delicioso. Comenzó el vaivén de mete y saca, despacio primero, y aumentaba la velocidad poco a poco. Me encantaba sentir como chocaban sus huevos con mi panocha, ahí me hizo sentir otro orgasmo. Yo gritaba de placer:

Ah, ah, hay, hay, así… Así muévete, muévete… Déjame montarme arriba de ti-, le dije.

Me sacó la verga, se recostó y me subí en él, guié su verga a mi cuca y me senté despacio en ella; era delicioso sentir como me iba entrando. Una vez que la tenía toda adentro, empecé a subir y a bajar.

Ay Eduardo, me tienes como puta-

En eso te has convertido, ¿o no cabrona?...-, me dijo, - inclínate para moverme yo-, me pidió.

Él empezó a moverse clavándome su garrote, agarrando mis nalgas con ambas manos y separándomelas, mientras mamaba mis chiches.

Te tengo una sorpresa-, me dijo.

De repente sentí otras manos acariciando mi culo, traté de levantarme pero Lalo me lo impidió.

¿Qué pasa?...-, le dije.

Él no contestó, las otras manos me separaron las nalgas y me escupieron en el ano; yo estaba sorprendida pero eso me excitó mucho. Sentí como una deliciosa lengua jugueteaba con mi culo y yo sin querer empecé a mover las caderas.

Sabía que te iba a gustar, puta-

Sí, si me gusta-

Después aquellas manos introdujeron un dedo en mi ano, ya cuando lo sintieron dilatado me metió su verga poco a poco. Todo aquello me tenía a 100, ya que no esperaba eso, así que cuando sentí el falo abriéndome las nalgas, empujé mi grupa hacía la verga para recibirla toda en mi estrecho agujero. El hombre que estaba atrás de mí, me acomodó de tal forma que todo su garrote era engullido por mi caliente culo; y ahí estaba yo ensartada con dos vergas, una en mi panocha y otra en mi ano.

Ambos machos comenzaron a moverse rítmicamente, uno metía otro sacaba; dentro de mí pensaba: «Ni modo Leopoldito», (así se llama mi esposo) ya que algún día dijimos que si dos me cogían, sería él y otro, y que solo a él le daría mi culito, pero no fue así. Esos dos cabrones me tenían loca, y como puta les pedía que no dejaran de moverse.

Fue increíble sentir como los dos se vaciaron al mismo tiempo en mis entrañas, eso me puso más caliente todavía. Me sacaron la verga y yo se las agarré a los dos al mismo tiempo; fue en este momento que descubrí que era su hermano el que me había dado por atrás. Bueno, los puse de frente y empecé a mamar sus vergas, así pude saborear el sabor de mi panocha en una y el sabor de mi culo en otra. Fue una noche increíble e inolvidable, espero que esto te guste mi vida.

Susy

albadeseo@hotmail.com