Mi vida (sexual) es un desastre (1)

Aventuras y desventuras sexuales inspiradas en el Opus Pistorum y llevadas a la realidad con mas o menos fortuna.

MI VIDA (SEXUAL) ES UN DESASTRE (1)

Cuando llegó aquel viernes a casa, su hermana le dijo que había alquilado los servicios de una nueva canguro, que cuidaría de su sobrino cuando ella no estuviera en casa. Por lo visto, era una niña de quince años, que como no tenía nada que hacer en todo el día, así de paso, ganaría algún dinero.

Como se pasaba toda la semana fuera, viajando, sólo tenía ganas de ducharse y meterse en la cama. Desde que se había separado de Andrea, estaba viviendo con su hermana, sólo hasta que encontrara otro piso, pero como no estaba nunca en casa, no tenía tiempo de buscar nada, y ella tampoco le había dicho nada de momento, así que ya llevaba casi cuatro meses viviendo en su casa. Su cuñado era director de una delegación de una multinacional de productos alimentarios, y como la delegación estaba en Sudamérica, sólo venía una vez al mes, y a veces pasaban hasta dos meses sin verse. Eso no parecía que le afectara mucho a la Loli, ( así la llamaba cariñosamente Eduardo, su marido.) Incluso pensaba que disfrutaba de su ausencia, ya que aunque no tenía nada que hacer, más que cuidar a Eduardito, que ya contaba casi un año, siempre contrataba canguros para que cuidaran de él cuando ella tuviera que salir, que al parecer, era muy a menudo, porque cuando llegaba los viernes por la noche, la Loli se iba de marcha con alguna amiga.

Aquella semana no había ido muy lejos, se pasó cuatro días en Valencia, pero estaba agotado, además había tenido mucho más trabajo del que creía en la fábrica, y no pudo salir siquiera una noche a tomar una copa.

Al final, en vez de una ducha, se tomó un largo y relajante baño, que lo dejó como nuevo, y con ganas de salir a la noche de Barcelona. Súbitamente, mientras se afeitaba, alguien abrió la puerta, y una exclamación de sorpresa hizo que se volviera, descubriendo a una chiquilla alta y delgada, con pantaloncitos y un top que enseñaba descaradamente el ombligo. Sólo cuando cerró la puerta, se percató de que no llevaba más ropa que su piel, aunque su herramienta estaba tan arrugada, que ni siquiera debía haberla visto.

¡Vaya!, no parecía que estuviera nada mal, y sólo tenía quince años. ? Que lástima... seguro que debajo de aquel minúsculo top, debían de esconderse unos pechos pequeños, con unos pezones que apenas empezarían a endurecerse cuando unas manos expertas como las suyas le acariciaran la piel muy suavemente, casi sin tocarla. Seguro que su piel, era suave y delicada como terciopelo, y su conejito, estaría recubierto de una pelusilla más suave todavía... Esto le recordó que cuando tenía dieciséis años apenas, la Loli, que tenía trece, de vez en cuando le dejaba que la acariciara, cuando sus padres estaban fuera de casa. Como habían crecido juntos, y se llevaban de maravilla, siempre les gustaba jugar a hacerse pasar por un matrimonio, como el de sus padres, sobretodo cuando estaban sentados en al sofá haciéndose arrumacos. Nunca les habían visto ir mucho más allá de un beso más o menos apasionado, hasta que un día él descubrió en lo alto del armario de su habitación una revista porno, escondida debajo de las mantas, y cuando se la enseñó a la Loli, decidieron que si los adultos hacían todo aquello, ellos también debían de aprender, y durante una temporada, cada vez que sus padres salían, ellos aprovechaban para poner en práctica algunas de aquellas posturas, y representar las historietas que aparecían en la revista. Al principio, todo funcionaba bien, ella se dejaba tocar y acariciar, y le gustaba mucho cuando la recorría de arriba a abajo con la lengua, se quedaba muy quieta con las piernas apretadas, porque decía que le daba vergüenza que le viera su nido aún sin rastro de vello. Eso a pesar de que las fotografías de la revista, dejaban claro de modo muy gráfico, lo que era un buen coño, y una polla reglamentaria, pero ella, no quería saber nada más que no fuera dejarse acariciar el botoncito, que ya empezaba a hacerse notar cuando se excitaba un poco, y continuar así muy quieta, hasta que lentamente al principio, pero más fuerte después, una especie de temblor espasmódico, la sacudía con violencia, apretando luego los brazos con fuerza contra un pecho, en el que apenas se dibujaban unos minúsculos pezoncillos, y dejando escapar un largo gemido, que alguna vez se había transformado en un corto grito, que la dejaba sin aliento durante unos segundos, mientras su cuerpo se retorcía como el de un lagarto intentando enrollarse alrededor de su pareja...y luego, tan rápido como había llegado, se acababa todo, se vestía rápidamente, y se marchaba corriendo a su habitación, dejándolo a veces con una erección que le dolía incluso, teniendo que hacerse luego una paja para aliviar la presión que sentía. Por ésa razón, él procuraba correrse siempre antes, restregando su ya más que respetable instrumento contra su cadera, lo que contribuía a calentarla de modo apreciable, ya que incluso a veces, ella misma le había cogido la polla con la mano, meneándosela con fruición, porque eso tenía la ventaja añadida, de que así, él también aceleraba el movimiento de su dedo en su pequeña hendidura, y llegaba al clímax con un placer aún más intenso. Pero cuando él se corría, retiraba inmediatamente la mano, porque según decía, le daba mucho asco aquella especie de moco, tan caliente y resbaladizo. Aunque la verdadera razón es que la aterraba el hecho de quedarse preñada, y por si acaso ni la tocaba siquiera.

Aquello duró una temporada, incluso consiguió que alguna vez le besara la punta del capullo, aunque siempre con los labios cerrados, y lavándose la cara enseguida. Hasta un día, en que logró después de mucho rato lamiendo y chupando su cuerpo, que a regañadientes, le dejara meter la puntita, sólo un momento, a condición de sacarla enseguida. Abrió las piernas lo justo para que pudiera acercarla hasta su pequeño nido, pero como ya hacía mucho rato que la sobaba, estaba tan mojada que él, sin poder contenerse, con un violento movimiento de cadera, se la metió casi toda, corriéndose en el mismo momento. La Loli al notar que se la metía, prorrumpió en gritos histéricos, al tiempo que con un empujón lo tiró al suelo, saliendo despavorida a la ducha para lavarse la entrepierna durante largo rato. Aquella fue la última vez que estuvieron juntos, al menos tan cerca, pero para entonces, ya tenían bastante experiencia, en lo que se refiere al amor, y al sexo. Al menos a él, si le sirvió, a lo largo de los años de adolescencia, para no ser un novato en estas lides.

Cuando volvió a la realidad; se percató de que además del corte que llevaba en la mejilla izquierda, que manaba abundantemente, su cipote, ya no estaba nada arrugado, sobresaliendo descaradamente por encima del lavabo. Como no conseguía que la sangre dejara de manar, optó por ponerse una tirita, que se quitaría al salir de casa.

Al llegar al comedor, se encontró de nuevo con la canguro, que le dedicó una mirada ingenua, cargada de complicidad.

-Hola!, siento haber entrado así, pensé que estaba sola en casa.

-No pasa nada, me llamo Enrique, soy el hermano mayor de Loli.

-Si, la Loli me dijo que tenía un hermano, yo me llamo Laura, soy la canguro. Estaré aquí hasta que vuelva tu hermana...

Se interesó por el corte que llevaba en la cara, y eso sirvió para romper el hielo. Al rato, le había dicho que vivía a cincuenta metros de su casa, justo al otro lado de la calle, que casi tenía dieciséis años, y fumaba y bebía cuando iba a la disco con sus amigos. Como empezaba a estar más que caliente, la conversación fue derivando hacia el tema sexual, y ella le contó que sólo lo había hecho una vez, con su novio, pero no quiso dejarle mas, porque no quería usar condón, y ella no se fiaba de él. El caso es que al cabo de un rato ya se la estaba comiendo con los ojos, y tenía la sensación de que aquellos labios tan provocativos, le estaban diciendo a gritos que los apretara contra los suyos. Enseguida se le puso un rabo tan grande y duro, que el bulto se le apreciaba considerablemente a través de los pantalones, hasta el punto de que incluso empezaba a molestarle. Se removió en su asiento, y ella sin poder evitarlo, lanzándole una mirada fugaz, dejó escapar una corta risita, llevándose la mano a la boca. Azorado, enrojeció como un tomate, y disculpándose avergonzado, se despidió rápidamente, con la excusa de que había quedado con unos amigos.

Salió a la noche de Barcelona, respirando aliviado, esa mocosa había conseguido ponerle cachondo, y tenía ganas de encontrar algo que llevarse a la cama. Estuvo dando tumbos arriba y abajo, hasta que llegó al puerto, que a esa hora, (más de las dos), estaba lleno a reventar. Entró en tres o cuatro locales, pero sólo encontró niñas de diecisiete o dieciocho años, que a parte de la tajada que llevaban encima, no hacían otra cosa que saltar y gritar al ritmo que marcaban los diferentes clubes, unos de bakalao, otros de salsa, y mucha máquina. Si alguna valía la pena, no estaba sola, y sino, no era muy recomendable acercarse, por si acaso... Todavía dio una vuelta más, y de vuelta a casa, se pasó por la calle de las putas, por que su rabo, estaba aún mas hambriento que antes, y si encontraba alguna que fuera de su agrado, remataría la noche con un buen polvo. No le gustaba ir de putas, prácticamente era como hacerse una paja, pero con límite de tiempo. Pero cuando andaba quemado como ahora, y no encontraba ninguna chavala enrollada, a veces iba a buscar una allí, y después se olvidaba rápidamente del tema. No encontró ninguna que le gustara esta vez. Cabreado decidió irse a la cama, y si no podía más, ya se haría una buena paja antes de dormirse.

En algún reloj habían sonado hacia un momento las cinco de la mañana, cuando llegó a casa de Loli, y justo al entrar en el portal, se topó con la Laura que salía, con una bolsa en la mano. Medio adormilada, le dedicó una sonrisa que entrever sus dientecillos, blancos como la nieve. Como había aparcado el coche al lado del contenedor, decidió acompañarla, con la excusa de recoger un cassette que tenía que devolverle a la Loli, y se le había olvidado. Una vez allí, no le costó ningún trabajo convencerla de que entrara dentro, a escuchar el último trabajo de Dire Straits. Ella quiso saber como le había ido la noche, y él, fanfarroneando, le contó que estuvo toda la noche con una a la que no hubo manera de sacarse de encima, hasta que se la llevó a su casa, y precisamente ahora venía de allí. Se extendió con todo lujo de detalles para hacerlo lo más real posible, mientras ella le miraba con sus ojos verdes brillantes de admiración, como si estuviera escuchando a un especialista en la materia. Al percatarse de ello, cambió de táctica, y comenzó a susurrarle palabras tiernas, y poco a poco se le fue acercando, hasta que sus labios estuvieron tan cerca de los suyos, que casi podía sentir el ligero temblor que la embargaba. Ella cerró entonces los ojos, y entreabriendo ligeramente la boca, dejó que sus lenguas se mezclaran en un beso, que empezó suavemente, casi con timidez, para volverse cada vez más caliente, y tumultuoso, retorciéndose entre ellas en una batalla incruenta, como queriendo subyugarse la una a la otra. A las lenguas, siguieron enseguida las manos, que rápidamente la atrajeron hacia sí, aplastando aquellas tetas aun tan jóvenes contra su pecho. Podía sentir perfectamente las cimas enhiestas de aquellos pezones que presionaban contra él, como si quisieran penetrar en su cuerpo.

-Caray!, pensó, debe de ser verdad que hace tiempo que no hecha un polvo con su novio, de la manera en que le chupaba la lengua, parecía querer tragárselo...

Sus manos fueron descendiendo lentamente, por su espalda, hasta metérselas en los pantaloncitos, y por debajo de las braguitas, llegar a la rajita que dividía en dos mitades aquel culo tan prieto, como apetitoso. Siguió bajando poco a poco, hasta llegar a la parte más suave, y con la punta del dedo, rozó suavemente el agujerito, momento en el que ella dejó escapar un leve gemido, y deshaciéndose del fuerte abrazo, se bajó la cremallera, y a continuación los pantalones y las bragas hasta los tobillos, para que pudiera solazarse con el roce de aquella piel tan hambrienta de caricias, que reaccionaba al mas mínimo contacto de sus dedos. Al mismo tiempo, el despojó sus pequeños y duros pezones de la fina tela que los cubría, lanzando su boca como si fuera a devorarlos, y comenzando a mordisquearlos, mientras ella oprimía con fuerza su cabeza contra su pecho, suplicando mas que pidiendo, que se los chupara. Enseguida empezó a desabrocharle la bragueta, pero no parecía darse mucha maña ahora, ya que no conseguía desabrochar el botón, y tuvo que ayudarla, porque para entonces, ya no aguantaba más la presión a la que estaba sometida su apretujada polla, que ya incluso le dolía. Cuando la cogió con la mano, le dijo con mirada ingenua, que si quería que se la besara. Estaba claro que nunca se había metido ninguna en la boca, pero él, le dijo que quería algo más que besos, que lo que realmente estaba deseando, era una buena mamada, que le vaciara de una vez aquellos huevos, ya a punto de reventar. Ella obedeciendo, empezó a besarla suavemente, pero en cuanto abrió los labios, él cogiéndola por los cabellos, la empujó hacia abajo, metiéndole casi la mitad de la verga en la boca. Una súbita arcada, hizo que instintivamente intentara deshacerse de aquel enorme pedazo de carne que amenazaba con ahogarla, pero él sujetándola con fuerza, empezó a moverse en su interior, como si de un coño se tratase. Laura se agarró con fuerza al asiento del coche, sin apenas poder respirar corriéndole las lágrimas por las mejillas, cada vez que aquel inmenso cipote le golpeaba con fuerza el paladar. Las contracciones que le provocaba, le producían a Enrique un placer adicional, y pronto estuvo completamente empapado por la gran cantidad de saliva y lágrimas que la chiquilla no podía contener. Sin atreverse siquiera a moverse, Laura aguantó los largos e inacabables minutos que duró su tortura, no quería parecer una mojigata, la primera vez que alguien le metía la polla en la boca, pero su mente estaba nublada, por la falta de aire, y por las continuas arcadas que amenazaban con hacerle perder el conocimiento. Finalmente, en un último envite, que casi la hizo vomitar, Enrique derramó por fin el contenido de sus genitales, provocándole un violento espasmo cuando no tuvo más remedio que tragarse toda la leche que aquel enorme falo empujaba hacia su interior. Cuando al fin Enrique le saco el terrible ariete de su entumecida boca, comenzó a respirar de nuevo, entrecortadamente. Intentando no parecer una cría estúpida, levanto sus ojos empapados en lágrimas hacia él...

-¿Te ha gustado? consiguió farfullar...

-Uff! ha sido increíble...lo has hecho muy bien nena. Ahora termina el trabajo, y límpiamela bien con tu lengua...

Sus labios volvieron a posarse otra vez sobre el que antes había sido su verdugo, y con esmero se dedicó durante un buen rato a chuparle la polla y los huevos, sorbiendo toda la leche que antes no pudo tragar, mientras pensaba que Enrique debía de estar muy contento con ella, puesto que cuando su lengua limpiaba cada milímetro de su cipote, él no dejaba de gemir suavemente. Buscó de nuevo sus ojos, y se encontró con unos labios, que la empujaron con fuerza, hacia atrás, mientras le abría las piernas con ambas manos. Lentamente, fue besándola por toda la cara, y empezó a descender por su cuello, hasta sus tetas, entreteniéndose mucho rato en sus pezones, que mordisqueó y chupó hasta dejarlos completamente ensalivados, siguió luego por su vientre, hasta llegar a su conejito. La frescura de su perfume, le sorprendió, hasta el punto de que durante largos segundos, aspiró el delicioso aroma que emanaba de su ahora empapado coño, para empezar a tocarla con la punta de la lengua, primero en el botoncito que algún día seria un clítoris experimentado, y poco a poco bajando hasta los apretados pliegues de una vulva todavía virgen, que se movía espasmódicamente al contacto de aquellas caricias tan precisas. Se acercó todavía mas al apretado agujerito que aguardaba impaciente su turno, deseoso de que se dedicaran también a él, y al empezar a chuparle la entrada de su precioso ano, empezó a gemir de tal modo, que cualquiera que hubiese pasado cerca del coche, lo habría oído. Aquello la puso a cien, y Enrique le devolvió con creces el placer que le había dado ella un rato antes. Se corrió dos veces, tan seguidas, que más parecían un solo orgasmo. , lo notó porque le llegó a la boca el sabor ligeramente salado, que ella dejó escapar.

-Que chochito tan tierno... penso él. Estaba convencido de que con un poco de dedicación, podría llegar a conseguir que le llenara la boca con los jugos que escancia el coño de una mujer experimentada, y que a veces es tan abundante, que no puede tragárselo todo de una vez, por la gran cantidad de placer que consigue arrancarles.

Se quedó completamente despatarrada en el asiento del coche, con los ojos cerrados y la boca abierta, aspirando el aire con impaciencia, y volviendo poco a poco en sí... Enrique pensó que era una chiquilla que prometía mucho, y comenzó a pensar en la manera de llevársela a la cama, para poder enseñarle todos los trucos que él sabía, por supuesto sin que nadie lo supiera... vaya paquete le podía caer, por ser menor de edad... Le vino a la cabeza entonces que Loli iba a pasar todo el domingo fuera, con su hijo y una amiga a la que no conocía todavía. Mientras se vestían, le dijo que el domingo por la mañana, a eso de las diez estaría en casa, y si quería venir, podían estar solos hasta la noche. Laura no se atrevía a levantar la mirada, avergonzada por lo que había sucedido. Se vistió apresuradamente, y salió de un salto del coche, dejándolo con la boca abierta, sin saber que pasaba...

-Pero... ¿qué mosca le habrá picado...? parecía que le había gustado... En fin, mañana será otro día...

Un poco desconcertado, se fue para casa, y se durmió enseguida. Ya pensaría mañana en todo aquello...

Aún no tenía muy claro lo que pasaba. Sentía como si en su cerebro repicaran campanas, pero tenía la sensación que una piedra enorme aplastaba su cabeza, y no paraban de sonar las campanas... Al fin, consiguió despertarse lo suficiente, como para recordar que estaba en su cama, y las campanas que oía, era el timbre de la puerta. Con un esfuerzo enorme, logró arrastrarse fuera de la cama, al llegar a la puerta, tuvo que volverse a buscar el albornoz, porque lo único que llevaba puesto, eran los calcetines, que por lo visto ni se acordó de quitárselos. Tropezando con los muebles, empezó a bajar las escaleras, y a su memoria, empezó a llegar algún recorte de la noche anterior. En mitad de las ramblas, se encontró con Pedro, un antiguo amigo de fiestas, y juntos pillaron una trompa como un piano, que redondearon en casa de unas "colegas", que además de dejarles sin blanca, eran unos petardos... El final de la noche, fue un sermón de Loli, que ya estaba lista para salir al campo con su amiga, lo cual significaba, que a buen seguro hacía rato que era de día.

Las campanas seguían sonando, cada vez mas insistentemente, y una voz resacosa, salió de su garganta, para calmar al pesado que aporreaba el timbre.

-¡Ya va!, ¿Quién coño será a estas horas...? Maldijo por lo bajo. Claro que tampoco sabía que hora era...

Cuando abrió la puerta, se quedó estupefacto... delante de él, estaba Laura, que lo recibió con los brazos abiertos, y una gabardina sobre los hombros por toda vestimenta...

-¿Recuerdas que el viernes me invitaste a venir?

Enrique creyó que todavía debía estar soñando, y abriendo los ojos contempló aquel precioso cuerpo que horas antes apenas entrevió en la penumbra de su coche...

-Siento despertarte, pero te vi llegar a las nueve de la mañana, y al ver que en tu casa no había nadie más, pensé que quizá tuvieras ganas de verme...

Seguía clavado en el suelo, contemplando aquel espejismo. No acertaba siquiera a articular palabra...

-Pero... pero... ¿qué hora es? Balbuceó finalmente...

-Son las doce. ¿No vas a dejarme entrar?

-Si... si, si claro... La cabeza me va a estallar, no sé ni donde estoy...

  • Ya me lo imagino, cuando llegaste, te vi desde la ventana de mi habitación. Estabas haciendo eses por la calle, aguantando las paredes y las farolas...

-Si... Creo que bebí demasiado... ¿Quieres tomar algo?

-Te quiero a ti... ¿No dijiste que te gustaba?

-Claro que me gustas, pero eres una chiquilla, ¿cómo quieres que nos liemos?

-Pero... -dejó escapar un leve gemido... -Tú dijiste que viniera hoy, que íbamos a estar solos, y me enseñarías muchas cosas sobre el amor y el sexo...

Había dejado la gabardina sobre el sofá, y dio un paso adelante, acercándole todavía más aquel maravilloso cuerpo de adolescente que ya casi era de mujer. Era cierto... y ahora que la tenía tan cerca, y sin estorbo de ningún tipo entre su piel y sus manos, ahora que podía contemplar ávidamente aquellos esbeltos pechos, que antes había bañado con su saliva, y aquel chochete de pelos incipientes, que le habían hecho cosquillas en la nariz, cuando se corrió en su experta lengua, le pareció que no había para tanto, y que en definitiva, si no lo hacía el, lo haría su novio, o cualquier otro, y seria una lástima dejar escapar tamaño ofrecimiento...

-Está bien, pero primero voy a tomarme una ducha para despertarme, y un café. ¿Que les has dicho a tus padres?

-Bueno, mis padres están en Collbató, les dije que hoy tenía que quedarme a cuidar de Eduardito, y a mi novio le he dicho que iría con mis amigas a la playa, y él la odia...

Dejó el café calentándose, y se dirigió al baño. Levantándose, Laura le siguió...

-¿Me dejas que te duche? Será como lavar a un niño grande...

-No lo sé... no tengo la cabeza para pensar todavía...

Entraron en el aseo de los invitados, que aunque sobrado de espacio, no tenía mas que un plato de ducha. Una vez dentro, empezó a quitarle el albornoz muy despacio, acariciándolo suavemente.

Tenía la cabeza tan pesada como antes, y mientras ella comenzó a recorrer su cuerpo con una lengua menuda, y nerviosa, a el le vinieron a la cabeza algunos retazos del magnífico Opus Pistorum de Henri Miller, que había leído tiempo atrás. Aquellos en que Alf se follaba a Tania, que también era una adolescente, pero muchísimo más espabilada que Laura... Tania incluso se tiraba a su madre y a su hermano... Claro que en las novelas, casi todo es ficción, sino... ¿cómo se las arreglaba Alf cuando llegaba a casa con una borrachera descomunal, para tirarse varias veces a dos o tres amigas, que además, le estaban esperando en la puerta...?

Ahora mismo, sólo tenía ganas de apretar la cabeza contra la almohada, y seguir durmiendo hasta el día siguiente, pero los labios de aquella criatura, ya habían llegado a su arrugado instrumento, y empezaron a chuparlo como si tragárselo quisieran, y él abrió los ojos, para volver a mirarla.

-Caramba! quizá tampoco fuera tan fantástico el relato del Miller, pues momentos después, lo que antes parecía un gusano, empezó a salir de su letargo, con la ayuda de aquella lengua caliente e inquieta, que se retorcía alrededor de su cipote, produciéndole unas más que agradables cosquillas. Bien mirado, seguro que debía ser verdad lo que contaba en sus novelas, porque al poco rato, ya la había agarrado por los cabellos, y estaba bombeándole la boca con su hinchado pistón, a ritmo cada vez más frenético.

Laura tenía la sensación de ahogarse con cada golpe de ariete, y gemía igual que la otra vez en el coche, pero él no bajo el ritmo, ni siquiera la veía, con los ojos entornados. Ella se agarró a sus muñecas, clavándole las uñas con todas sus fuerzas, sin más resultado que aumentar el ritmo y la fuerza de sus envites. Estuvieron así largo rato, una eternidad debió de parecerle a ella, que apenas podía respirar, y con los ojos llenos de lágrimas, que resbalaban apresuradas por sus mejillas, con cada sacudida de aquel inmenso trozo de carne. Finalmente, viendo que no conseguía vaciar sus ya demasiado cargadas bolas, salió de su boca, y sin mediar palabra, arrodillada como estaba, la obligó a agacharse todavía más, hasta dejarla a cuatro patas en el suelo, para deslizarse rápidamente a su grupa, y en un certero movimiento, introducir la punta de aquel enorme capullo en su asustado conejito.

-Por favor Enrique!! -aulló, entrecortadamente- ten cuidado!! Sólo lo hice una vez, y mi novio no la tiene tan grande como la tuya. !! Además... no tomo anticonceptivos!! Imploró asustada...

-No te preocupes -replicó él- Cuando Andrea tuvo el segundo hijo, me hicieron una vasectomía... no te dejaré embarazada!!

-Pero... me vas a destrozar!! Es enorme!! Aulló mucho más fuerte, cuando una fuerte embestida, le introdujo aquella barra ardiente en lo más profundo de sus entrañas. Intentó escapar, agarrándose a la cortina de la ducha, que cedió bajo su peso, cayéndole encima, de manera que cuando Enrique abrió los ojos, lo único que vio, era una cortina que se movía y gemía al ritmo de su follada. No bajó ni por un momento el ritmo, aunque ella no cesaba de moverse y suplicar que le sacara aquel hierro candente de su interior, que la estaba destrozando, y amenazaba con abrirla en dos. Poco a poco, sus gemidos, de terror y angustia, empezaron a cambiar, y al rato los fue cambiando por otros completamente distintos. Pronto estuvo jadeando de gusto, y empezó a decirle que no parara, que ahora sí que le gustaba, y quería sentir mucho más...

-Si!! ahora si...!! sigue...! por favor... Sigue...!! no pares...!

El coño le escocía intensamente, pero aquella polla que la atravesaba, era tan grande que la llenaba completamente, y sin saber como ni porqué, todo su cuerpo desde la nuca hasta los pies, se estremecía con los espasmos que le arrancaba continuamente, tal como si fuera un gran coño, que tocara donde tocara, ahora estaba completamente receptiva. No entendía lo que le pasaba, todo cuanto deseaba en este momento, era que Enrique no se detuviera hasta hacerla desmayarse de placer, y así se corrió dos, tres, o cuatro veces, hasta que perdió la noción del tiempo, con la vista nublada, y el cerebro saturado de sensaciones. De repente, aquellas sacudidas cesaron, y sin dejar de temblar descontroladamente, notó un gran vacío en su interior, mientras caía de bruces al suelo. Al abrir los ojos, descubrió a Enrique sentado, con gesto contrariado, y las manos en las sienes.

-Joder!! no consigo correrme...! se quejó... Creo que ayer bebí demasiado...

Todavía medio mareada, Laura echó a un lado la cortina, y se arrastró a su lado. Al mirar al suelo, descubrió que estaba lleno de manchas rojas, y mirando a la entrepierna, le dio un vuelco el corazón, al ver que estaba ensangrentada, y de su conejito, manaba todavía un hilillo...

-Dios mío!! -sollozó- Aún no tenía que venirme la regla... me has destrozado...!!! Que voy ha hacer ahora?

-Pero, no me dijiste que ya lo habías hecho con tu novio? - contestó mirándose una polla ahora tan roja como aquel coñito que se acababa de follar- Creía que ya no eras virgen...

-No, -lloriqueó ella asustada- el caso es que no llegó a meterla, porque cuando intentó entrar la punta, me dolió mucho y no quise que continuara adelante...

-Entonces, no te preocupes mas, -contestó besándole levemente los labios, enseguida estarás bien. Venga! -La ayudó a ponerse en pié- colocaré de nuevo la cortina y nos daremos una ducha... el café debe de estar a punto...

Laura había traído una bolsa, con algo de ropa, y cuando salió del baño, mientras Enrique preparaba algo de comer, la descubrió con un vestido muy corto, tanto, que parecía que fuera de cuando era pequeña, estampado con florecillas muy pequeñas de colores, que se le pegaba al cuerpo, como una segunda piel, y cuando llegó a su lado, lo levantó hasta el ombligo, para mostrarle unas minúsculas braguitas de encaje negro, tan pequeñas que apenas le tapaban el incipiente felpudo que adornaba su bajo vientre.

-Te gustan...?-le preguntó con ojos ansiosos- es la primera vez que me las pongo, las guardaba para alguien especial...

-Claro que me gustan, -contestó mirándola con interés- tu madre ya sabe que las tienes?

-No lo sabe nadie mas que tu, -replicó- se las robé a mi hermana mayor... y creo que todavía las está buscando...-rió pícaramente.

-Tienes una hermana mayor que tu?- preguntó con evidente interés.

-Si, tiene veinticinco años, pero no vive aquí, se casó hace dos años en Tarragona.

-Lástima... si tu estás así de buena, tu hermana debe de ser un monumento...

-Bah!! -le contestó frunciendo el entrecejo- todos los hombres sois iguales... sólo veis lo que hay fuera...

-No tontita... -le contestó dulcemente, mientras la sentaba en su regazo, comenzando a palparle el conejito por encima de aquellas mini braguitas- tú eres diferente... tú eres muy bonita, y tienes unos ojos que enamoran nada mas mirarlos...

Laura acerco los labios a los suyos, y empezaron a besarse lentamente. -Sólo faltaría que ahora se enamorara de él, pensaba... Como si no tuviera bastantes problemas con Andrea, y con los dos hijos que de vez en cuando tenía que ir a buscar, para pasar el domingo con ellos.

Mientras se magreaban, le llegó el recuerdo de un día que Andrea no estaba en casa, y se le ocurrió traer a casa a una vecina separada que hacía tiempo que le tiraba los tejos cuando coincidían en la escalera. Aquella si que fue una tarde memorable... La pobre llevaba tanto tiempo sin comerse una rosca, que se pasaron la tarde revolcándose en el sofá. Probaron todas las posturas, se chuparon y relamieron por todo el cuerpo como locos, y justo cuando la estaba enculando, a punto de correrse, se presentó su mujer de improviso, hechándole a perder la enculada, y además provocando que a partir de aquel día, ya no viviesen mas juntos.

Sacudiéndose los recuerdos de su cabeza, levantó a Laura, y se la llevo a su habitación. Con el café que había tomado, estaba mucho más despejado, y además, su cipote, estaba otra vez en orden de marcha, como antes en el baño. Una vez dentro, le arrancó el vestido de un tirón, y la empujó sobre la cama. Como sólo llevaba el albornoz, lo tiro hacia la puerta de la habitación, y se deslizó sobre ella. -Ahora sabrás lo que es un buen polvo... - le dijo mientras empezaba a besarle toda la cara, descendiendo por el cuello, y tropezando con unos pezones, enhiestos como velas... -cierra los ojos, y no digas nada... ni te muevas siquiera...

Se entretuvo mucho rato, chupándole todo el cuerpo, mientras ella, temblaba como una hoja. Nunca había imaginado que el sexo fuera eso, primero un dolor tremendo, y luego un placer, que nisiquiera podía controlar...

Cuando a veces le robaba alguna novela de amor a su hermana, todo era completamente distinto, allí no hablaba del cosquilleo que sentiría cuando una lengua recorriese su cuerpo lentamente, ni del agudo dolor que la había atenazado cuando Enrique la traspasó con aquel trozo enorme de carne, ni de aquella descarga de electricidad que tan intensamente la había sacudido cuatro o cinco veces, y ahora empezaba a sentir de nuevo. De pequeña, a veces espiaba a su hermana cuando estaban con su novio en el rellano de la escalera. Le había visto muchas veces meter su mano por debajo de las bragas, y ella como respuesta, jadeaba y apretaba todavía mas sus labios a los de él. Escondida escaleras arriba, se metía las manos por dentro de sus braguitas, frotándose arriba y abajo, como se lo hacía a su hermana aquel tío, pero nunca sentía nada mas que un ligero cosquilleo, y que los dedos le olieran de un modo extraño, y tenía que ir corriendo a lavarse las manos para que nadie lo notara. De repente había descubierto el placer de la mano de un hombre experto, que debía haberle enseñado muchas cosas a un buen número de mujeres y chicas como ella. Estaba tan emocionada sintiéndose poseída por un auténtico hombre, que dejaba a su novio como un chiquillo a su lado, que quería gritar, y decirle que le amaba, y quería sentir siempre a su lado todo lo que ahora estaba experimentando. Comenzó a decirle lo que sentía, pero él la hizo callar de nuevo suavemente. Hábilmente comenzó a lamerle el conejito, muy lentamente al principio, casi sin tocarla con la punta de la lengua. Después de un rato, que debió de parecerle eterno, comenzó a chuparle el botoncito, con toda la boca pegada a su coñito, aquel botoncito que antaño se frotara ella para intentar sentir aquel placer que sentía su hermana, y que jamás volvería a tocarse, porque a partir de ahora, sólo lo haría Enrique, porque ya la poseía hasta el último de sus pensamientos, y comenzaba a soñar cuán felices serían los dos en la cama...

Se distrajo de sus ensoñaciones, cuando Enrique la hizo girar, hasta ponerla a cuatro patas, como antes. Seguro que ahora se la metería otra vez y la llenaría con un torrente de leche como el que la obligó a tragarse el otro día... Su más que mojado coñito, estaba preparado para recibirle, no importaba cual fuera su tamaño, ni la fuerza con la que quisiera entrar dentro, podía tragarse toda aquella verga, que antes había amenazado con partirla en dos, como si de un caramelo se tratara, pero Enrique, en vez de clavarle aquella enorme estaca, le introdujo un dedo, y casi inmediatamente, dos mas, hasta mojarlos completamente en aquel liquido pegajoso que su pequeña vulva, dejaba escapar cada vez mas profusamente. Enseguida, los sacó de ahí, para pasar rápidamente a explorar otros caminos, y le introdujo uno de ellos en el agujerito aun virgen de su ano. Eso la cogió totalmente desprevenida, y no pudo evitar que se le escapara un Oh! de sorpresa, pero él le introdujo al mismo tiempo dos o tres más en su nido de placer, y comenzó un movimiento, lento al principio, pero que poco a poco fue acelerándose. No sabía porque le había metido el dedo pulgar en el culo, pero... qué sabía ella del amor y del placer... Nunca había sentido nada parecido a lo que estaba sintiendo aquella tarde... Hasta que había conocido a Enrique, ni siquiera podía imaginar que era posible correrse del modo en que lo acababa de hacer, así que poco a poco, fue siguiendo el vaivén de aquella mano, que la estaba haciendo estremecer de nuevo, y que de seguir así, la haría estallar otra vez, con aquella furia arrasadora, que la había sacudido descontroladamente. Pero no fue así, porque sin previo aviso, retiró la mano de su coño, para, sin darle más opción, ocupar el lugar que el pulgar había dejado vacío, con un cipote mucho más grande y duro, que al primer empujón, entró casi dos pulgadas...La cogió tan desprevenida, que sólo acertó a emitir un corto pero agudo grito, al que siguieron sollozos, y aspavientos, intentando levantarse, y sacarse aquel trozo de hierro que amenazaba con cortarle la respiración, pero él la sujetó fuertemente por el pescuezo, y con una nueva sacudida, entró completamente, cuan larga era... Ahora sí que le hizo daño de verdad... le pareció que era tan grande, que le llegaba hasta la garganta, que se estaba ahogando con aquello tan caliente que le entraba por el culo, empalándola completamente... De un empujón , la echó sobre la cama, aplastándose contra ella, cogiéndole las manos, porque intentaba clavarle las uñas por todas partes e inmovilizándola con su peso. A continuación, comenzó a bombear despacio dentro de aquel culo tan prieto, mientras ella le suplicaba que le sacara de su interior aquella brasa ardiente, que la estaba destrozando, pero él no le hizo ningún caso, y continuó enculándola, con movimientos cada vez más rápidos, que acrecentaban tanto el placer de él como el dolor de ella, que finalmente, dejó de suplicarle, para llorar mansamente, dejando escapar un leve gemido cada vez que los testículos de su verdugo golpeaban su coño, todavía empapado por los hábiles movimientos del que ahora estaba desgarrándola. Deseaba con todas sus fuerzas, que aquella tortura acabara, pero él estaba demasiado excitado con aquel culo virginal que estaba perforando, y continuaba sin descanso, la tarea de bombear que hacía largo rato había comenzado... Perdió la noción del tiempo, hasta que finalmente, Enrique con un fuerte estremecimiento, y dejando escapar un grito de placer incontenible, le vació todo el contenido de sus testículos, al tiempo que le clavaba todavía más si cabe aquella especie de porra que le causó un último desgarro de dolor, a pesar de que ya apenas notaba siquiera que tuviera culo, coño, o piernas, por el largo rato, que llevaba inmóvil debajo de él... Enrique se quedó exhausto encima de aquella criatura durante largo rato, hasta que finalmente aquella polla que antes la había destrozado, salió sola de su escondite, ahora ya, pequeña y blanda, en uno de los sollozos de ella, y un hilo de liquido rojizo la acompañó hasta el colchón, donde desapareció tragado por las sábanas. Al rato, se levantó y atrayéndola hacia él, le besó la frente. Su cara estaba húmeda de las lágrimas, que aún resbalaban por sus mejillas, sus ojos, esquivaban su mirada, y él comenzó a besarla y lamerla, por toda la cara, y ella, súbitamente, le abrazó con fuerza, llorando...

-Por favor Enrique... dime que no volverás a hacerme esto nunca más...Por favor!! Te quiero Enrique ... Te quiero!! – decía entre sollozos- Jamás había sentido nada semejante... te juro que nunca más podrá tocarme nadie. Solo tú... Solo tú amor mío...-le dijo, apretándose todavía más contra él- Solo tú...

-Esta si que es buena... Pensó él... pues si que... Solo le faltaba esto, si alguien se enteraba que se estaba tirando a una niña, aún se veía dando con sus huesos en la cárcel...

Intentó explicarle que ella ya tenía novio, y que seguro que la quería mucho, que lo de aquella tarde, solo había sido una aventura, que seguro recordaría algún día con nostalgia, pero ella no le escuchaba, no dejaba de repetirle entre sollozos, que solo quería estar con él, y no lo dejaría nunca más...

-No quiero ver más a mi novio... Ahora soy solo tuya, tú eres el primer hombre que me ha tomado, y te querré siempre... Quiero vivir contigo... Seguirte a todas partes, amarte toda mi vida...

Al oirle decir todo aquello se le pasó de repente toda la resaca... En menudo lío se estaba metiendo... y todo por un par de polvos... Se levantó para ir al baño, a refrescarse un poco, cuando al salir de la habitación escuchó como se abría la puerta, y apenas tuvo tiempo de coger el albornoz que había tirado antes al suelo, cuando apareció la Loli, cargando con su sobrino, y la bolsa de camping.

-Hola Enrique... –le saludó con aspecto cansado- Mi amiga se ha indispuesto, con la comida, y he tenido que dejarla en casa.

Mientras decía esto, se fijó que sobre el sofá, había una gabardina que no conocía, y antes que él pudiera abrir la boca, le espetó...

-¿Quién hay en casa? ¿ Te has traído a alguna de tus amigas? Te dije que en mi casa, no metieras a nadie...

Atónito, no acertaba a responder. No solo estaba con alguien, sino que además era una niña, y...su canguro...

Ahora sí que la había liado, parecía como si la historia se repitiera. ¿Es que no podía encular a nadie, sin que lo atraparan "in fraganti"? Aunque lo peor fué cuando Laura salió de la habitación al oir que había llegado Loli. Por fortuna, llevaba el vestido y las bragas.

-Dios mio! pero...¿ te has vuelto loco? si sólo es una niña! en que estabas pensando! aulló histérica...-Madre mía...ya te estas marchando a tu casa inmediatamente!. En cuanto a ti, ya puedes ir buscando otro sitio para vivir!