Mi vida lejos de casa (y 5)
Entiendo que le diera miedo aceptar que le estaba gustando, su masculinidad se derrumbaba totalmente.
Los siguientes días tampoco fueron muy agradables. Apenas veía a Jesús, ni siquiera a la hora de la cena o en el baño. Vicente y él pidieron cenar mas temprano y yo no quise forzar el encuentro. Alguna vez entré al baño y estaba Vicente, lo saludaba, pero me miraba y se iba. Me estaba haciendo el boicot por haber estado con “su novio”. Desde luego era un auténtico chulo que solo entendía como una posesión su relación con Jesús.
Yo, aunque un poco intimidado por su carácter, y siendo tan joven, no quería que pensara que me sentía culpable por haber follado con Jesús, había sido una relación libre y querida por ambos, pero asesorado por don Justo, decidí no forzar la situación y dejar pasar el tiempo.
Dejar pasar el tiempo no fue nada difícil. El otoño ya se notaba a mediados de noviembre, el curso me absorbía casi por completo y, por fortuna, ya tenía un grupo de amigos con los que pasaba la mayor parte de mi tiempo libre, con los que compartía estudios, aficiones y salidas. Sobre todo con Mario, un joven gaditano un año mayor que yo, simpático y alegre al que creo que yo le gustaba, pero tardaríamos un tiempo en llegar a más. Mario estaba en una residencia religiosa, muy estricta, y me animaba a buscar juntos un piso para instalarnos y tener mas libertad, aunque tuviéramos que buscar uno o dos más compañeros para afrontar los gastos. Pero esa es otra historia, intentaré ceñirme al tiempo que pasé en la pensión de doña Encarna.
Como decía, el tiempo pasaba rápido. Últimamente ni siquiera don Justo se pasaba por mi habitación, tan solo lo había vuelto a follar una vez más. Fue en el garaje de la casa, donde en vez de coches, existía una marabunta de cajas y estanterías como un gran trastero. Allí, mientras le ayudaba a encontrar y sacar mantas, sábanas de fieltro, enagüillas y braseros, pude volver a disfrutar de ese culo blanco y gordo y meterle mi nabo hasta los huevos mientras me pedía más y más. Lo hicimos rápido y sin desnudarnos. Luego, con el culo chorreándole de mi leche, me pidió que lo masturbara. En cuanto le toqué su pene, le pasé mis dedos por su glande cabezón y le dí dos meneos a ese pito tan cortito, se corrió, llenándome de leche toda la mano. Me agarró mi mano y se la llevó a su boca para chuparla. Y esto fue hace ya casi dos semanas.
Pero esa noche, cuando llegué a casa unos minutos antes de la cena doña Encarna estaba sentada cerca de la puerta de la cocina llorando, mientras Justo estaba en el único teléfono de la pensión hablando entrecortadamente con alguien al otro lado de la línea. Me quedé quieto de pie, doña Encarna intentó levantarse, pero enseguida volvió a sentarse llorando mas ostensiblemente.
Justo colgó y se acercó a mí. Me rodeó con sus brazos.
-Ven, ven, vamos a la salita, tengo que darte una mala noticia.
-¿Mis padres? –acerté a decir.
-No, no, tranquilo. Tus padres, no. Ellos están bien. Ven, siéntate.
Pero permanecía en pie. El que se sentó fue él y respiraba agitadamente.
-Mira Antonio. Ha habido un accidente en la obra. Un andamio se ha venido abajo con varios obreros. Entre ellos estaba Jesús. Creo que uno ha muerto.
-¿Jesús muerto?
-No, no, no me estoy expresando bien. Son los nervios. Jesús está herido, al muerto no lo conocemos. Y hay otros heridos también, dos más.
-Pero ¿es muy grave?
-Me temo que sí. Está en la UCI. Vicente todavía no ha aparecido por aquí, no quiere moverse del hospital. Fue esta mañana. Yo he estado un rato con él y está destrozado. Aunque no puede verlo, quiere estar allí. Le han dicho que en las próximas horas lo pasarán al quirófano. Yo voy a ir ahora a llevarle un caldo y acompañarlo un poco.
-Voy con usted Justo.
-No. No creo que sea buena idea. Ahora mismo Vicente no necesita otra preocupación más. Solo quería que lo supieras. Vamos a esperar a ver como evoluciona todo.
Y todo fue evolucionando lentamente, pero, afortunadamente, a mejor. Para el puente de la Inmaculada, en diciembre, ya lo pasaron a planta, a una habitación individual. Vicente no se movía de su lado, incluso dormía allí. Tan solo cuando estaba trabajando, Justo o doña Encarna se pasaban un rato para estar con Jesús.
A Vicente lo ví tan solo una vez. Había venido a ducharse. Salía de la ducha con la toalla en la cintura y yo lo esperaba en la puerta del baño. Quería decirle que sentía mucho el accidente de Jesús y que sabía que lo estaba pasando mal y que, bueno, había pensado mucho lo que tenía que decirle, pero no me sirvió para nada. Cuando me vió, se le saltaron las lágrimas y no me dejó hablar. Se alejó de mi diciendo…
-Yo lo quiero mucho. No lo quiero perder. No podría vivir sin él.
No me atreví a ir tras él. Ni menos a intentar consolarlo. Parecía mas avejentado. Como si el enfermo fuera él.
Aunque tenía varios días libres, no quise irme a casa, estaban muy cerca las vacaciones de Navidad, y seguramente después de las vacaciones no volvería por la pensión. Ya habíamos reservado un piso para primeros de año tres estudiantes: Mario, mi amigo de Cádiz, un chico de Moguer que estudiaba Filología Hispánica, llamado Cristóbal y yo. Estos serían mis últimos días en la pensión, aunque todavía no había dicho nada.
Ese día le dije a Justo que quería ir a ver a Jesús. Sabía que ya estaba bastante bien, todavía encamado pues tenía las dos piernas enyesadas y lo habían operado de una costilla que se le clavó en el pulmón, pero que hablaba y estaba consciente de todo lo que le había pasado.
-Vale hijo. Vente conmigo. Estoy seguro que Jesús se alegrará de verte. En cuanto a Vicente…. bueno, ¡que salga el sol por donde salga!
Cuando entré en la habitación, Vicente estaba callado a su lado. Jesús me miró y noté un brillo especial en sus ojos. Fui hacia él y le cogí las manos. No recuerdo que susurré, él dijo que estaba bien, que había vuelto a nacer, que agradecía que estuviera allí. Entonces me agarró el brazo y tiró de mí. Creí que quería decirme algo bajito, pero lo que hizo fue besarme en la boca.
-Gracias, Antonio
-¿Gracias? ¿Por qué? Es lo menos que podía hacer, venir a verte.
-No, por eso no. Gracias por hacerme sentir un hombre, por aflorar en mi sentimientos que nunca había tenido.
Y volvió a besarme en la boca. Miré de reojo a Vicente. Lloraba. Y Justo también tenía vidriosos los ojos. Fue emotivo el rato que estuve allí. Al despedirme le prometí volver pronto y ahora fui yo el que lo besé en la boca. Al pasar junto a Vicente le apoyé mi mano en su hombro. Seguía compungido.
Uno o dos días a la semana iba a ver a Jesús, cuya mejoría era notoria. Alguna vez estaba Vicente, pero como iba por las mañanas, lo normal es que no me lo encontrara. Pero esta vez fue él quien vino a buscarme…
-¡Enséñame!
Era Vicente quien hablaba, apenas eran las seis de la tarde y estaba en la puerta de mi habitación. Todavía venía vestido con el mono de la obra. Como me quedé mirándolo sin entender sus palabras, volvió a hablar.
-¡Quiero que tú me enseñes!
- ¿Enseñarte? ¿a ti? ¿A qué te refieres?
-Que me enseñes cómo se quiere a un hombre. Cómo tengo que querer a Jesús. Está visto que tú has congeniado con él. Yo estuve molesto porque follasteis sin que tuviera mi permiso, pero veo que tú has logrado despertar en Jesús algo que no encuentra conmigo. Por eso quiero que me enseñes como tengo que hacerle el amor.
-El problema Vicente está en lo que has dicho, que no tenía tu permiso. Jesús no te pertenece, no necesita tu permiso para nada.
-Pero yo lo quiero. Ahora que he estado a punto de perderlo para siempre me he dado cuenta que lo necesito, que no podría ya vivir sin él
-Y él también te quiere, por eso sigue a tu lado.
-Pero yo creía que le gustaba como le hacía el amor.
-¿Alguna vez se lo preguntaste? Mira Vicente, el amor no es posesión, es entrega. Jesús si se ha entregado a ti, y es lo que a ti te ha faltado. Cuando tú lo follas no te preocupas de su placer, tan solo del tuyo.
-Por favor Antonio. No sé qué hacer, no sé cómo actuar. Siempre he entendido que era mas hombre si dominaba y humillaba a otros, pero sé que Jesús ahora no seguirá a mi lado si sigo actuando así. Necesito cambiar. Quiero cambiar. Enséñame como se hace el amor con entrega.
Y me quedé mirándolo. Me dio algo de pena. Un hombre mas alto que yo. ¿Cuarenta años? Quizás todavía no, aunque tan curtido por el trabajo que aparentaba mas edad. Cuerpo esculpido por el trabajo, no musculoso de gimnasio, sino de trabajar físicamente, sin grasa, tan solo el vientre desentonaba un poco pues presentaba una ligera curvatura, fruto de la bebida, seguramente. Tenía una piel muy morena, se veía mas oscuro por el vello que orlaba casi todo su cuerpo. Piernas fuertes y delgadas con un culo pequeño y prieto y un buen rabo muy oscuro entre sus piernas. También los peludos huevos tenían un buen tamaño. Y este macho lo había visto yo llorar y ahora me pedía a mí que lo enseñara a amar. ¡Este si que era un difícil examen y no el de Derecho Romano!
-Bien, por intentarlo que no quede. Aunque esto no se aprende en un rato. Es cuestión de cambiar de actitud y mentalidad.
-Por eso no te preocupes. Ese cambio de actitud ya lo he empezado. La prueba es que estoy aquí dispuesto a hacer lo que me digas.
-Acércate y abrázame.
Iba a quitarse el mono cuando lo paré con un gesto con mi mano.
-No. Se puede hacer el amor vestido. O empezar vestido e ir quitándose la ropa poco a poco. Muchas veces no hay que follar siquiera. Basta con abrazarse o besarse. El amor es distinto al sexo. El sexo suele ser amor, pero el amor es mas que sexo.
Y se acercó a mí y me abrazó como se abraza a un amigo al que hace tiempo que no ves. Entonces lo abracé yo. Pegué mi cuerpo al suyo y empecé a besarle la cara mientras apretaba también mis genitales con los suyos. Una de mis manos bajó a su trasero y lo manoseé y lo apreté contra mi cuerpo. Luego le besé los ojos y le repartí mil besos por su cara antes de besar sus cerrados labios.
-Esto no tiene que ser solo cosa mía. Este deseo que tengo yo de tocarte y besarte por todos lados tiene que ser compartido. Tú también tienes que intentar fundir tu cuerpo con el mio.
Y entonces sus brazos me apretaron más y empezaron a recorrer mi espalda, una mano suya se desplazaba hasta mi nuca y la otra me agarraba las nalgas y me apretaba a él. No estábamos todavía empalmados, pero ya notaba yo su polla chocando contra la mia.
-Cariño, ¡cuánto te quiero! – dije yo. Y parece que lo animé y se dio también cuenta que las palabras importan mucho.
-Mi vida, Jesús (me decía) qué bueno lo que me haces, me gusta. Te quiero, cariño, te quiero mucho, bésame.
Y ahora buscaba mi boca y pegaba sus labios a los mios. Tuve que separarlo un poco.
-Estos besos no están mal, pero hay que ir a más. Así se besa a un familiar, a un amigo, pero a un amante se llega mas lejos. Es como si te lo quisieras comer, devorar… bueno, lo habrás visto en las películas digo yo.
Y abrió su boca por fin y yo aproveché para introducirle mi lengua. Enseguida participó, nuestras lenguas luchaban en un mar de saliva por introducirse en la boca del otro. Giramos la cabeza de mil maneras para buscar la mejor forma de devorarnos mientras movíamos nuestras caderas y seguíamos abrazándonos y ahora sí que sentía su polla a través del mono que ya estaba erecta bien empalmada al igual que la mia.
Con mis manos empecé a desabotonarle el mono de trabajo. Traía debajo una camiseta que retiré rápidamente haciéndole elevar sus brazos. Su torso moreno y velludo, que había visto muchas veces, ahora me pareció mas hermoso y deseable que nunca. Chupé sus tetillas, sabían a sudor, recordé que venía del trabajo y no se había duchado, pero eso ahora no me importó. Las mordí mientras una mano mia ya apretaba y recorría el contorno de su pene.
-Ve haciendo lo mismo que yo. Por esta vez vale que vayas detrás de mí, pero la iniciativa para chupar y tocar debe ser mutua y en el orden que sea. Lo importante es buscar el placer y que tu amante también muera de gusto.
Ahora Vicente empezó a desabrochar mis pantalones y me agarraba mi bulto con torpeza. Cogí su mano mientras me desembarazaba de mi camisa. La dirigía hacia mi paquete haciéndole que sobara y apretara mis genitales. Ya desabrochado el cinturón, dirigí su mano hacia el elástico del calzoncillo y sus dedos rozaron mi glande. Le solté la mano. Y entonces la retiró y la subió hasta mi vientre. La volví a coger y dirigir a mi bulto.
-Hazme lo que te gustaría que yo te hiciera en este momento.
-A mí me gustaría que me la mamaras.
-Pues hazlo.
Y puse mis manos en sus hombros para ayudarle a que se decidiera. Se agachó. Me bajó el pantalón y los calzoncillos y se quedó mirando mi polla que cimbreaba exigiendo que la liberaran de esa tensión.
-Igual no lo hago bien, No sé como hacerlo.
-Mientras no la muerdas, todo lo que me hagas me dará placer, además ya te iré yo indicando. Empieza pasándole la lengua.
-Ya está soltando precum.
-Chúpalo también.
Me cogió el nabo, me sopesó los huevos, movía mi pene con ambas manos, y como tardaba en llevárselo a la boca, lo cogí suavemente de la cabeza y lo dirigí hacia mi polla. Abrió la boca todo lo que pudo y se la introduje yo. Enseguida la soltó y empezó a toser.
-La tuya es mas grande y se la clavas a Jesús hasta la garganta.
-Sí, ya lo sé. Lo intento otra vez.
-No es cuestión de que abras la boca y yo te la meta y me mueva, eres tú el que la tiene que chupar, ensalivar, recorrer con tus labios y lengua y tragar hasta donde puedas, pero cuando te comes una polla no puedes ser tan pasivo.
-Anda, tírate en mi cama, te voy a mostrar cómo es una mamada.
Se acabó de quitar el mono y desnudo totalmente se tumbó boca arriba en la cama. El tío tenía un cuerpo y una polla envidiable. Al final me estaba gustando estar con él, yo que tanto había despotricado de su carácter.
Primero lo volví a besar y recorrí con mi lengua y boca todo su cuerpo hasta llegar a sus genitales. Chupé sus huevos, levanté un poco sus piernas para chuparle el perineo y oía sus gemidos de placer. No estaba acostumbrado a aguantar con la polla tiesa tanto tiempo.
-Necesito que me la comas ya, no aguanto más.
-Dímelo de otra forma.
-Chúpamela, cariño. Hazme disfrutar Jesús (¿). Te quiero, mi vida.
Y le hice la mamada de su vida. Se agitaba y movía continuamente mientras gemía de placer.
-Cariño, ¡qué bien! ¡Qué gusto! No aguanto más Jesús (¿), me corro cariño, me corro. Toma, toma leche, mi vida. Toma el jugo de mis cojones todo para ti.
Y se corrió en mi boca. La mayor parte lo escupí, pero los últimos trallazos me los guardé en mi boca para que pasara su siguiente prueba. Cuando exhausto abrió los brazos (hay que agradecérselo) para recibirme, dirigí mi boca a la suya y su propio semen deposité en su boca.
-¿Es saliva, cariño?
-Es el jugo de tus cojones. Es delicioso.
-¿Mi semen?
-El que acabas de soltar en mí, y en gran cantidad.
-Sabe… en fin…. No sabe mal. ¿Quiéres ahora correrte tú? ¿Quiéres…? Bueno, que si quieres… que te la mame…
-Claro que quiero, lo estoy deseando, no puedes dejarme así.
Ahora fui yo el que me tumbé para que tuviera que trabajar su boca y yo apenas moverme. No es que lo hiciera mal. Era muy mecánico. Quería que me corriera a la segunda chupada. Y eso no es así. Así que se pasó toda la mamada entre arcadas y escupiendo saliva. Al final me la meneó mas que me la comió. Eso sí, cuando me corrí no quise avisarle y el primer trallazo le llegó a la garganta. Luego me soltó y los siguientes le cayeron en la cara y el pecho.
-Joder chaval, no esperaba esta lluvia de semen. Al principio me la he tenido que tragar para no ahogarme y ahora me has puesto perdido.
-Pero me has hecho muy feliz, Vicente, de eso se trataba. Que sepas también darle placer a Jesús. Y ya veo que eres capaz.
Mientras se limpiaba la cara con su mono dijo que se iba a duchar, cenaría algo rápido y se iría a estar un rato con Jesús. Le dije que iría con él.
Nos dirigimos juntos al baño medio desnudos, apenas tapados por la ropa sucia. Justo limpiaba el pasillo y se nos quedó mirando. Entramos juntos en el baño y cuando entró en la ducha entré tras él. Nos enjabonamos juntos y le pareció agradable que un día se duchara con Jesús.
-Seguro que esto no se lo espera.
Yo pensé que no se espera nada de lo que hoy me ha hecho, pero tampoco las tenía todas conmigo respecto al cambio de Vicente. Aunque este hombre parece haber cambiado radicalmente su forma de actuar ante el sexo, es muy pronto para valorar resultados.
En la ducha le enseñé como limpiar sus tripas para una relación anal, y aunque dijo que él era activo y que seguro que Jesús eso no se lo pedía, como me quedé mirándolo, accedió a introducir la goma de la ducha por su ano sin la alcachofa. Chorros de líquido con algunas heces soltó antes de que el agua saliera totalmente limpia de su culo.
-¿Y esto lo hace Jesús? ¿Cómo sabe cuándo lo voy a follar?
-Él va siempre preparado por si acaso. No en vano es pasivo. Aunque no siempre está uno preparado, entonces lo mejor es usar un preservativo entre ustedes.
Cenamos rápido. Yo una tortilla y algo de queso y Vicente solamente un caldo. Salimos con un bote con caldo hasta el hospital. Jesús estaba intentando dar unos pasos con el andador, ya sin escayola. Se alegró de vernos, y sobre todo, de vernos juntos. Mas se alegró cuando Vicente lo primero que hizo fue besarlo en la boca y preocuparse tiernamente por cómo había pasado el día. Yo apenas participé. Luego Vicente retiró el andador, cogió a Jesús por la cintura, pasó la mano de éste por su hombro y así, le ayudó a caminar. Como iban bien, abrí la puerta de la habitación para que siguieran por el pasillo.
Cualquiera que los viera se imaginaría a unos amigos o un familiar que se ayudan en la recuperación, pero yo vi dos amantes que empezaban a andar por un nuevo camino. No tenía nada que hacer allí, así que les mentí, les dije que tenía que recoger unos libros en la biblioteca de la universidad antes de que cerrara y me fui hacia la fonda.
Era ya bastante avanzada la noche cuando se abrió mi puerta. Vicente susurró…
-¿Estás dormido?
-Pasa, de cualquier forma no puedo conciliar el sueño.
-No, vente a mi habitación, vamos a apurar el licor de guindas, tengo mucho que contarte.
Y lo seguí en calzoncillos. Cuando llegamos se quitó la ropa y se quedó también en ropa interior. Sacó el licor y mientras bebíamos me contó alborozado lo bien que había estado con Jesús, que Jesús le contó todo de su vida, parecía otro, se encontraba muy a gusto con él y se abrazaron y besaron varias veces. Estaba feliz y me estaba contagiando a mí.
-Gracias, Antonio. Tú has hecho de nosotros que seamos mejores personas. Por lo menos ahora sé cómo tratar a Jesús, joder, menuda historia tiene detrás, si supieras…
Tiene gracia, yo un joven que hasta hace dos meses no había tenido relaciones sexuales plenas, parecía ahora un orientador sexual. Bueno, mejor así.
Me tumbé a su lado, junté mi cuerpo al suyo. Me miró y pareció entender.
-¿Tienes ganas otra vez? ¿Quieres que lo repitamos?
No dije nada, lo empujé levemente para que se diera la vuelta.
-¿Qué es lo que quieres Antonio?
-Debes acertar que es lo que tu amante quiere o necesita.
-No sé si esto me va a gustar. No creo que pueda romper este límite. Esto es demasiado.
-Déjame hacer, siempre puedes decir que no. En el sexo hay que respetar cuando el otro diga NO, cuando no quiera hacer ciertas cosas, por mucho que nos guste a nosotros. Así que cuando quieras me dices NO, y paramos.
Como calló, entendí que, ahora mismo, tenía permiso. Así que empecé a sobarle las nalgas, las apretaba y pellizcaba y le bajé el calzoncillo hasta quitárselo. Seguí masajeando sus nalgas, ahora pasando el dorso de mi mano por su peluda raja, luego mis dedos suavemente. Noté que gemía un poco y abría sus piernas.
Miré alrededor. Vi una caja de crema de manos. Eso me serviría. Cogí un poco de crema con mis manos y la unté en su orto. Lo masajeaba. Pasaba mis dedos grasientos por su ano, mis yemas lubricaban ese oculto agujerito. Notaba que le gustaba, elevaba su trasero para que yo lo tuviera mas fácil. Entonces acerqué mi cara y pasé mi lengua por su raja. Suspiró al instante. Ahora mi lengua intentaba entrar en su esfínter que seguía resistiendo. Vicente se puso a cuatro patas.
-Sigue, sigue, por Dios, no pensé que esto fuera tan placentero, me estoy derritiendo. Necesito que sigas.
Y seguí. Mas saliva. Vicente se abría mas y mi lengua se aplicaba a derribar las puertas de ese agujero tan delicioso. Tenía mi boca llena de pelos de su culo, pero seguí un rato mas comiéndole el ano y todo alrededor.
-Joder, joder, Antonio, qué bueno lo que me haces.
Ahora apliqué un pegote de crema y empecé a trabajar su esfínter con mis dedos. Uno lo colé y lo moví alrededor, lo intenté con otro, pero Vicente me agarró con su mano para que parara.
-¿Me va a doler muchacho?
-Hasta ahora no creo que te haya dolido. De cualquier forma dolor y placer están muy cerca. Cuando quieras lo dejamos.
-Sigue un poco más. Solo un poco más. Lo hago por Jesús.
Por Jesús y porque había descubierto otra forma de placer. Entiendo que le diera miedo aceptar que le estaba gustando, su masculinidad se derrumbaba totalmente, quizás fuera muy pronto, quizás habría tenido que dejar este paso para Jesús. Pero ahora era muy difícil volver atrás. Para él… y para mí… que lo quería follar. Follarlo porque estaba buenísimo, porque este culito estrecho se me estaba abriendo en canal y porque hasta ahora era como la representación del macho chulo que se aprovecha de los maricones y alardea de ello.
Así que seguí masajeando con uno, dos y hasta tres dedos para vencer la resistencia de ese agujero. Vicente se doblaba de gusto.
-¿Necesitas algo más?
-Si, cabrón, ya sabes lo que necesito. Ahora necesito que me claves tu polla aunque me partas en dos. Necesito tenerla dentro y apagar el fuego de mis entrañas.
Pues vía libre. Lo intenté, pero gritó. Me dijo que siguiera, pero mas despacio. Mi nabo estaba ya en su agujero, pero no acababa de entrar suavemente, tendría que clavársela. Me apiadé de él y le dije que lo haríamos de otro modo.
Me tumbé y le dije que intentara sentarse encima y a su ritmo. Eso hizo, maldecía mientras se dejaba caer sobre mi polla, hasta que sus nalgas se apoyaron en mi pubis. Le había entrado entera. Se quedó quieto mientras sudaba y yo tampoco quise empezar a bombear.
-Chaval, qué mariconazo eres, has hecho que me la clave yo mismo, me tienes ensartado en tu polla, me has empalado.
-Sal si quieres. Miré su polla y la veía pequeña, sin empalmar, aunque chorreando precum.
-Sabes que no quiero. Ahora quiero sentir como se mueve dentro de mí. Pero espera un poco. Parece que tengo ganas de cagar.
-Es solo la sensación, no creo que tengas nada en tus tripas. Anda sube y baja poco a poco.
Y eso hizo. Subía y se dejaba caer de golpe, hasta que consiguió colocarse agachado y ahora el mete-saca de mi polla en su culo fue mas fluido. Yo también lo acompañaba subiendo y bajando mi pelvis, mientras lo agarraba de su cintura. Le toqué varias veces su polla a ver si se animaba, pero nada, tan solo era un rio de precum.
En un momento dado, salió todo mi nabo de su culo, entonces aproveché y lo hice bajar de mí, lo tumbé boca arriba y él mismo llevó sus piernas a mis hombros. Volví a clavársela, ahora mucho mas fácil. Y empecé a follarlo, cada vez más rápido. Caía sobre él y juntamos nuestras bocas. Aceleré el ritmo. Vicente me decía algo, pero entre jadeos y quejas no lo entendía.
-Me corro Vicente, ya no puedo más. ¿Quiéres que lo haga dentro?
-Claro, quiero sentir como te corres en mis tripas. Aunque intenta aguantar un poco, esto está gustándome.
Pero no pude, segunda corrida del día, esta vez en su culo. Mi nabo salió expulsado rápidamente cuando todavía soltaba leche. Vicente empezó a masturbarse y se corrió en su vientre.
Quedó despatarrado en la cama. Sin fuerzas. Le propuse ir al baño. Me dijo que dormiría así hasta que sonara el reloj. Que por la mañana se ducharía. Me acerqué a besarlo en la boca, pero antes le chupé un poco de semen del glande de su pito y luego lo besé en los labios.
No dijo nada. Salí con los calzoncillos en la mano. Al entrar en el baño y encender la luz ví a Justo sentado en el suelo con los calzoncillos por los tobillos.
-Chaval, qué buena follada le has dado. Me he corrido dos veces.
Sonreí. Meé y salí hacia mi habitación. También me vendría bien dormir algo.
Unos días antes de que empezaran mis vacaciones escolares volvió Jesús a la pensión. Le habían dado el alta del hospital, aunque todavía estaría varias semanas sin poder trabajar. Todos nos alegramos mucho. Besos y abrazos antes de que Doña Encarna pusiera sobre la mesa del comedor una paella de marisco para almorzar, pero no llegó a ser un día muy feliz, pues al día siguiente los obreros se marcharían definitivamente.
Ya Vicente nos había comunicado que pasarían las Navidades en casa de su hermana en Antequera y que después de las fiestas no volverían pues ya la obra estaba casi terminada. Su cuadrilla tenía trabajo a partir de la segunda quincena de Enero en Torremolinos, con una promoción de muchos apartamentos turísticos, por lo que esperaban tener trabajo allí para cerca de dos años. Incluso estaban pensando comprar un pisito para los dos con los ahorros y la indemnización que recibiría Jesús, ya verían, pues seguro que por la costa no les faltaría nunca trabajo.
Yo también había comunicado a Justo mi marcha tras las navidades, pero le dije que no les dijera nada a Jesús y Vicente. Aunque Justo y Encarna me dijeron que tenía las puertas de su casa abierta, que podía ir algún día a visitarlos o volver si me iba mal en el piso alquilado, yo sabía que estaba cerrando una etapa de mi vida y que no debía prolongarla más.
Despedirme de los obreros fue mas fácil de lo que esperaba. Salieron temprano, no me llamaron, aunque la noche anterior habían estado en mi habitación como camaradas que han vivido mucho juntos. Mejor, las despedidas no son lo mio.
Así que un 22 de diciembre cogí el tren de regreso a mi pueblo. El tren volvía a estar lleno y volvía a ir demasiado lento, yo dormitaba casi todo el tiempo y a mi mente llegaban recuerdos de los momentos vividos y que he ido narrando para ustedes.
En la estación estaba mi padre. Mi madre seguramente se había quedado cocinándome mis comidas favoritas. Cuando ví a mi padre me entraron ganas de abrazarlo, lo hice nada mas bajar. Él también me abrazaba y no nos soltábamos. Cuando volvió a arrancar el tren nos separamos.
-¿Te llevo directamente a casa o quieres que hagamos una parada en el granero antes?
FIN DEL QUINTO Y ÚLTIMO CAPÍTULO