Mi vida lejos de casa (3)

Nunca había visto nada igual. No sabía que se pudiera follar así.

En los siguientes días, volví a echar la llave cada vez que me retiraba a mi habitación.

Volvía tarde a la pensión, ya los obreros habían cenado y retirado a su habitación y le decía a doña Encarna cualquier mentira como que me había quedado a terminar un trabajo con otros compañeros y que ya habíamos picado algo. Entonces ella me preparaba un tazón de leche con galletas y yo me lo llevaba directamente a mi habitación. Luego echaba la llave a la puerta e intentaba dormir.

Mas de una vez oí que, silenciosamente, intentaron abrir la puerta (Justo, supuse) e incluso oía unos golpecitos suaves como llamando a la misma, pero no hice nunca caso.

¿Se rindió Justo y me dejó en paz? Claro que no. Ahora iba al baño por las mañanas, justo a la hora en que yo acostumbraba a ducharme. Entraba con cualquier excusa, ver si había bastante papel higiénico, traer una pastilla de jabón, cosas así. Aunque intenté ducharme cada día en un momento distinto, incluso fuera del horario de agua caliente, era difícil no encontrarme con él en el baño.

Tres o cuatro días mas tarde mientras me secaba, entró y se desabrochó la bragueta delante del wáter. Sacó su polla algo morcillona e hizo ademán de mear.

-Antonio, ¿tienes algo en contra mía?

-No le entiendo, señor Justo.

-Te lo digo, porque parece que me huyes, que no quieres ni verme.

-No me lo tenga en cuenta señor Justo, es que el curso es muy exigente y ando siempre muy atareado.

-Por eso te lo digo, es malo estresarse, yo te puedo ayudar a relajarte de vez en cuando. Ya sabes que tengo experiencia. Más de la que tú crees. Desde que era un chaval de tu edad, e incluso mas joven que tú, ayudaba  a los amigos a relajarse.

-Se lo agradezco señor Justo. Es usted un buen hombre.

- Bueno, ya lo sabes, cuando estés tenso, estresado, agobiado… aquí me tienes, yo te la mamo sin pedirte a cambio ninguna compensación (y en ese momento me agarró la polla por encima de la toalla) y si quieres disfrutar más puedes hacer como tu padre, a él lo que le gustaba era correrse dentro de mi culo.

Estas últimas palabras me dejaron sin habla. Justo aprovechó para apretarme mas la polla antes de salir. Se guardó la polla sin haber orinado.

Seguía sin reaccionar cuando entró Vicente (se debía haber cruzado con Justo) y me saludó con un movimiento de su cara. Estaba ya vestido con el mono de la obra y se dirigió directamente al wáter. Se sacó su polla. Con la mano la descapulló y empezó a mear. Esta vez sí me atreví a mirarlo. Una polla flácida larga, también gorda, pero bastante oscura y muy venosa. De su glande rojo salía un potente chorro de orín. Entonces Vicente me habló.

-Lo tienes loco, chaval.

No dije nada. Tan solo lo miré a los ojos.

-Digo que Justo haría lo que fuera por ti. Vamos… por disponer de tu polla. Y supongo que puedo hablarte así, al fin y al cabo, no creo que seas inocente en estos temas.

-Bueno… yo… no sé qué decir.

-Mira, no hay más que verlo. Estas cosas se notan. Y yo más. También a Jesús le gustaría echar un polvo contigo. Vamos que se lo eches tú. Pero él no se insinuará, tendrás que ser tú. Yo duermo con él y conozco sus gustos.Tengo que ser yo el que dé el primer paso. Le gusta que le den órdenes y abusen de él.

Yo estaba que no sabía que decir, no hablaba tanto con Vicente como para que ahora me contase estas cosas, además que, contra lo que Vicente presuponía, mi experiencia con los hombres se limitaba a las pajas con mi padre y a la mamada que me dio Justo la otra noche.

-Sí hombre. Es mas fácil follar con tios que con mujeres. Ellas te calientan, pero luego te dejan con las ganas, de una paja no pasan, salvo que vayas en serio. Pero los maricones te hacen todas las guarrerías que a nosotros nos gustan. Bueno, no sé tú, pero yo solo soy activo.

Se dio la vuelta mientras se guardaba la polla en el interior del mono. Unas gotas manchaban su mono a la altura del muslo. Se acercó a mí y me puso su mano en el hombro.

-Aprovecha chaval, esto queda entre nosotros, pero no te hagas el estrecho, y menos con el dueño de la fonda. Un polvete en el culo no supone nada para ti, te das un gustazo y él sale contento y besando por donde pisas.

-Déjame ver –dijo . Y me retiró la toalla.

-No me extraña que esté loco por ti. Eres joven y atractivo y tienes un buen nabo. Si chaval, y yo de esto entiendo, tienes una polla bonita, y de buen tamaño. Se lo tengo que contar a Jesús cuando lo tenga “ensartao” esta noche.

Mientras me vestía en mi habitación no dejaba de darle vueltas a las conversaciones anteriores. Justo, Jesús, Vicente, no eran amanerados. Incluso Justo estaba casado y era padre. Los otros dos no sé. No eran la idea que yo tenía de los hombres maricones y que yo tampoco quería asumir. No sé si me explico. Quizás os deba a los lectores una mejor explicación…

Las pajas con mi padre me gustaban. Me gustaba ver a ese hombre maduro masturbándose desnudo a mi lado y verlo sudar y convulsionarse cuando lanzaba los chorros de leche. No tuve que hacerlo con otros chicos de mi edad. Tenía a mi padre con quien luego podía seguir hablando y relacionándome con los temas mas habituales y familiares, como si lo anterior no fuera pecado, ni nada malo, aunque no hablábamos de ello.

Pero… el ambiente en que me crié, la educación, la religión, el qué dirán en el pueblo… todo ello me llevó a ocultar estos deseos, yo no quería ser uno de esos maricones a los cuales se denigraba, se hacían chistes y bromas sobre ellos y se los dejaba al margen de las relaciones sociales que uno pudiera tener.

Así que, en ese pueblo donde me crié, lo mejor era ocultar las pasiones. Me mentía a mí mismo. Huía de cualquier relación con otros amigos cuando me parecía que pudiera llegar a ser un poco afectuosa y me refugié en casa y en el estudio. Cuando llegué a Sevilla traía todavía la coraza puesta. Pero en esta pensión se estaba resquebrajando.

Esa noche lo pasé mal en la cena. Tan solo estábamos Vicente, Jesús y yo. Los dueños habían ido a un duelo y nos habían dejado una cena en frio sobre la mesa de la cocina. Vicente empezó haciendo bromas con Jesús cuando íbamos a sentarnos.

-¿No quieres sentarte mejor aquí? Y lo cogía de la cintura y le refregaba sus genitales por el trasero. Jesús me miraba y reía.

En otro momento, cuando Jesús me pidió que le pasara el plato con el salchichón cortado que estaba a mi lado, Vicente contestó

-¿No te gusta más mi salchichón que el de Antonio? Y cogiéndole la mano se la llevó a su miembro. Aunque no podía verlo, Jesús no retiró su mano hasta que Vicente no se la apartó.

Al levantarse Vicente para cualquier cosa, se acercaba a Jesús y le refregaba sus genitales por el lado que le cogiera de su cara, incluso le apretaba su cara contra su pelvis. Y el pantaloncillo corto de pijama que Vicente llevaba no podía ocultar su empalme. Jesús no se quejaba, tan solo me miraba y sonreía.

Yo estaba violento por como lo trataba, no podía entender que se dejara humillar así, pero tampoco hice nada por defenderlo.

Cuando me levanté de la mesa tras el postre, Vicente hizo el último comentario desafortunado:

-Esta noche el tazón de leche se lo doy yo a Jesús, pero a lo mejor no tiene bastante y tienes que pasarte tú a completar la ración.

Debió de notar que no me gustaban sus bromas porque hizo un gesto con la mano mientras se pegaba a Jesús.

-Bah! El chaval va de estrecho. Anda y que te den. No sabes lo que te pierdes.

Ya dormido sentí que alguien me tocaba el hombro. Era Justo. Hacía señas de que no hiciera ruido. Me indicó que me levantara y lo siguiera. Iba en camiseta y calzoncillos. Yo solo en slip. Me llevó hasta el baño sin decir nada, yo iba elucubrando razones para que me levantara. Todas me llevaban a la misma conclusión. Pero esta vez no quería “hacerme el estrecho”.

Al entrar en el baño, la luz de la mesilla de la habitación de los obreros permitía ver que hacían. Vicente tenía en sus hombros las piernas de Jesús y lo estaba follando cara a cara. Nunca había visto nada igual. No sabía que se pudiera follar así. Jadeaban y gritaban, pero conteniéndose para no hacer mucho ruido.

Me quedé mirando fijamente hacia ellos dos y me empalmé rápidamente. Noté la mano de Justo agarrándome el nabo. Me había bajado el calzoncillo y no me había enterado. Estaba absorto en la escena de la otra habitación.

Mientras Vicente aumentaba el ritmo de follar y cada vez estaban mas verticales en esa posición, Jesús trataba de besarlo, pero Vicente mantenía sus labios cerrados. Justo se coló entre la ventana y mi cuerpo y en un rápido movimiento puso su culo a disposición de mi polla. Yo seguía contemplando a los dos obreros mientras Justo, con su mano trataba de introducirse mi pene por su ojete, y refregaba sus carnosas nalgas por mi pelvis.

Al rato Vicente se desembarazó de las piernas de Jesús y rápidamente se colocó de rodillas sobre la cara de éste mientras su mano aguantaba su miembro. Al instante y tras solo dos movimientos masturbatorios, empezó a soltar la leche sobre la cara de Jesús. Éste abría la boca, pero creo que la mayoría de los trallazos no acertaron en esa cavidad bucal, sino que le regaban todo el rostro.

En ese momento le clavé el nabo a Justo hasta el fondo. Fue algo instintivo, algo reflejo al ver la corrida de Vicente. Con tan solo un movimiento de pelvis, mientras las manos de Justo intentaban ponerlo en la entrada de su ojete, se la metí salvajemente. Justo se mordió los labios para no chillar y luego cogió la toalla del aseo y la mordió mientras yo lo follaba con fuerza. Ahora estaba casi doblado, sus manos… una en el suelo y otra agarrada al lavabo para no caerse y seguía mordiendo la toalla.

No fui un buen amante. Esta primera follada mía no pasará a los anales de la historia. Enseguida me corrí. Le llené todo el culo de leche y noté como ese culo escupía mi nabo. Justo fue rápidamente al wáter y se sentó en él.

Yo seguía mirando a los obreros. Tras la corrida, Jesús intentó besar a Vicente, pero éste, de un manotazo lo apartó. Luego se tiró sobre su cama y se quedó despatarrado sobre ella. A Jesús no lo veía ahora. Su cama estaba mas pegada a la ventana y tenía menos ángulo con él. Entonces, con un poco de temor pensé que seguramente Jesús había salido de la habitación y se encaminaba al baño para asearse un poco. Salí corriendo. Desnudo. Mis calzoncillos quedaron en el baño. Me lo crucé en el pasillo. Venía desnudo también. Con una toalla en las manos. No me atreví a mirarle la cara.

Al rato de estar en mi habitación, tirado boca arriba en la cama entró Justo.

-Seguro que Jesús se ha dado cuenta de lo que hemos hecho. Bueno, él tampoco es un santo. Además, es muy callado y no dirá nada, ni siquiera a su amante.

Y siguió hablando mientras yo miraba al techo.

-Me has hecho muy feliz, Antonio. Sé que te he forzado a ello, pero espero que no sea la última vez. Joder muchacho, yo creía que tenía el culo bien abierto, pues mas de una vez me la han ensartado, pero cuando me la clavaste de una sola estocada… no esperaba ese hierro ardiente que me metiste y se me saltaron las lágrimas.

-Bueno, espero que te hayas sentido tú también bien, yo lo he disfrutado. Aunque ha sido bien rápido. Gracias Antonio, hasta mañana. Que descanses y duermas bien.

Y se agachó y me dio un beso en mi flácida polla, que reposaba sobre mi muslo izquierdo. Yo me acordé de Jesús y su intento de besar a Vicente. De sentirse querido por quien había follado con él, así que me incorporé un poco, lo cogí de la mano y le hice inclinarse sobre mi rostro. Entonces le besé los labios. Ahora sí que se le saltaron las lágrimas.

-Buenas noches, mi niño. Sales a tu padre, era el único de los amigos que me follaba y no me hacía sentir un puto. Seguía considerándome como un camarada más.

¡Qué bien dormí esa noche! Doña Encarna se asustó al verme acostado cuando, sobre las once, fue a arreglar mi cuarto. Le mentí. Le dije que no tenía clases hoy.

-Vaya, hoy está casi todo el personal por aquí. Fue lo que dijo y se dio la vuelta dejando la puerta semiabierta.

Ya llevaba un rato pasando a limpio unos apuntes cuando observo a Jesús en la puerta. Como me quedo mirándolo me habla:

-¿Mucho trabajo, chaval?

  • Siempre hay deberes y temas que estudiar.

- Yo fui muy mal estudiante, siempre me castigaban. Me escapaba del cole. No logré terminar nada.

  • ¿Por qué no entras Jesús? Así no tenemos que estar gritándonos.

- No, iba a dar un paseo. Hoy no trabajo. Te dejo estudiar.

  • Espera, me aseo un poco y te acompaño. Tampoco tengo ganas de estudiar, necesito despejarme.

Y al rato íbamos Jesús y yo enfilando la calle hacia el rio. Jesús parecía que ya había agotado el cupo de palabras de hoy, así que me tocaría llevar la iniciativa de la conversación….

FIN DEL TERCER CAPÍTULO

NOTAEsta serie consta de cinco capítulos y ya están escritos. Quería agradeceros las sugerencias que me llegan al correo para que ocurran ciertas relaciones o que describa ciertos comportamientos que, supongo es lo que os pone, sexualmente hablando. Pero, insisto, el argumento de esta historia ya está escrito, tan solo lo reviso y lo divido en capítulos para una mejor lectura.

De cualquier modo, no estaría nada mal que una de mis historias fuera derivando a distintas escenas y situaciones según vuestros comentarios. No sé si yo sería capaz de escribir un texto así.

Gracias por leerme y, de cualquier forma, tampoco hace falta que me describáis las pajas que os hacéis con mis historias. Ya me las imagino yo, serán muy parecidas a las que yo me hago cuando leo ciertos relatos que me excitan.

Besos a todos (mis lectores).