Mi vida junto a Silvia II
Llegó a mi destino. Silvia no está esperándome, pero ha enviado a alguien con un mensaje y unas instrucciones para mí.
Continuando con la historia anterior en la que, tras estar un tiempo entregado a Silvia en la distancia, ella decide que demos el siguiente paso, no relataré las miradas que recibí en el tren, así como los comentarios y risas que mi aspecto provocaba. Dejo a la imaginación de cada lector imaginarse esa situación. Este relato comienza en el momento en el que desciendo del tren esperando encontrar a Silvia allí, en el andén, en el que ella no está, y tras recorrer toda la estación no logro dar con ella. Ni en el andén, ni en el vestíbulo, ni fuera. Perdí la cuenta del tiempo que llevaba allí esperando, pero al no tener absolutamente nada encima, no podía ni entrar en la cafetería de la estación a tomar un café o comer algo. Cada vez que estaba un tiempo en algún lugar, alguien se me quedaba mirando, murmurando, cuchicheando con su o sus acompañantes, por lo que estaba moviéndome constantemente con la esperanza de verla aparecer. Tratando de ignorar cuanto me rodeaba. Aquellos zapatos a los que no estaba acostumbrado me estaban destrozando los pies, pero no me atrevía a quitármelos. Seguramente, de haber ido vestido de mujer, pero maquillado y con una peluca no llamaría tanto la atención como la estaba llamando de aquella manera. El corazón me latía a mil y mi nerviosismo era cada vez más evidente. Sin ser consciente de como llegó hasta mí ni de donde apareció, una mujer se acercó a mí y me susurró al oído: - Sígueme al baño de mujeres sin rechistar y no me hagas esperar. Era espectacular, alta, rubia, perlo rizado, con un cuerpo de infarto, un vestido negro, corto y ajustado, junto con unas medias de encaje negro y unos altos zapatos de tacón, hacían que todo hombre con el que se cruzaba en su camino, girara su cabeza para quedársela mirando. No tardé mucho en reaccionar y seguirla en la distancia. Cuando finalmente entré, buscándola con la mirada ella me hizo un gesto para que me acercara y tomando su teléfono me mostró un video. - Silvia ha decidido tenerte a su servicio, y quiere que entiendas que eso es algo a lo que jamás podrás renunciar ya.
Pulsó el botón play y me vi a mi mismo entrando en mi habitación tomando fuerte del brazo a la mensajera que había llegado a mi casa unas horas antes, aquella cuya nota había firmado como “bb”. La tiré sobre la cama mientras ella con lágrimas en los ojos me imploraba que no la follase que no solo era virgen, sino menor de edad. Le di un bofetón tirándola sobre la cama, lo primero que pensé es que era imposible que ese fuera yo, debía ser alguien que se me parecía. Pero sin duda, era mi casa, mi cama. Ella sin dejar de decir no, no, no, trataba de zafarse, por lo que tomando varias corbatas de un cajón mientras evitaba que se escabullera de mí, la inmovilicé atándole manos y piernas. Me coloqué entre éstas últimas y arrancándole las braguitas se las metí en la boca mientras le ordenaba callarse con un gesto de mi dedo sobre mis labios. Ella sin duda alguna ella era una gran actriz. Miré aterrado a la persona que me mostraba aquellas imágenes y ella con un gesto me indicó que mantuviera silencio y siguiera mirando. Lo siguiente que vi es como sacaba mi miembro de dentro del pantalón y guiándolo a su interior la penetraba de un solo empujón de cadera, mientras podía escucharse a través de su prenda íntima en su boca, un grito desgarrador. Yo me movía como un animal, sobre ella sin ser consciente de lo que hacía, aunque eso en el video no se notaba, hasta correrme finalmente en su interior, algo que no tardó en ocurrir por el tiempo que llevaba sin eyacular por orden de Silvia. Ella hacía unos instantes que había dejado de gritar para comenzar a sollozar. Sin duda alguna ser merecía un Oscar de Hollywood. - Limpia lo que has ensuciado. Escuché con incredulidad mi propia voz en aquel teléfono, mientras le quitaba las braguitas de la boca y le acercaba mi miembro a ella. Metiéndoselo en la boca. - No me obligues a hacerte daño. Le decía a la vez que empujaba el miembro en su interior, moviendo mis caderas para follarle aquella boquita de piñón, mientras ella tenía las mejillas llenas de lágrimas. En esta ocasión tardé más, pero se podía notar perfectamente que estaba corriéndome de nuevo.
En ese preciso instante traté de arrebatarle el teléfono a aquella mujer, pero ella intuyendo que eso pasaría y mientras lo alejaba de mí impidiéndomelo me dio un bofetón con la otra mano que casi me tira al suelo. Metiendo una mano bajo mi falda me tomó con fuerza de las pelotas y apretándolas a la vez que se acercaba a mi oído, comenzó a susurrar: - bb se quedó embarazada de tu semen el día que la violaste, no necesitas saber como ha pasado, pero puedo asegurarte que hay un laboratorio que demostrará que eres el padre. - Silvia tiene las sábanas con las manchas de su sangre y tu semen. Ese pantalón con las manchas de la sangre y fluidos de ella. Un certificado médico en el que dice que ha sido forzada y una muestra de tu semen, que dicho médico, el mismo que firmó el certificado y realizó la exploración de ella, extrajo de su coño. La fecha del video es de cuando ella era menor de edad, hay un equipo de hackers muy bueno que se han encargado de que el vídeo se vea auténtico y ningún experto pueda asegurar lo contrario. Apretó con más fuerza aun, lo que me hizo quejarme por el dolor, sin prestarme atención para seguir hablando: - Además bb estará dispuesta a declarar que efectivamente era menor de edad y que la violaste contra su voluntad tras haber ido a entregarte un paquete. El por qué no lo denunció entonces es algo que no necesitas saber, pero se ha creado una historia para que resulte creíble en el juicio de porque no lo hizo. Respiré despacio, para que no se sintiera amenazada ni me diera otro bofetón. Y eso hizo que ella aflojara la presión en mis pelotas. - Silvia no necesitaba nada de esto. - Claro que sí, sois muchas las putitas que pasado un tiempo queréis renunciar a la sumisión. Sobre todo cuando veis que realmente ella hará cuanto desee con vosotras. Contesto ella. - ¿Y ese video se grabó solo? Sonriendo ella volvió a darle al play. - Claro que no, lo grabaste tú, para tu uso y disfrute. O para compartirlo con otros pervertidos como tú, quien sabe. Lo siguiente que ví es como yo me separaba de bb y me dirigía hacia el lugar donde estaba el teléfono grabando, siendo lo último que se veía en la grabación, mi mano estirándose hacia el teléfono, para parar la grabación. - No eres el único pervertido que graba una violación para después masturbarse recreándose con ella. Además, está subida a un servidor de la web oscura desde el ordenador de tu casa. Ella no ha dejado ningún cabo suelto. Tomó el DNI de mis manos añadiendo. - Esto ya no lo vas a necesitar jamás, por otra parte Silvia me prometió que podría cobrarle lo que quisiera por este trabajo y es lo que voy a hacer. Apoya los codos en el lavabo y procura no hacerme enojar. En estado de shock por lo que acababa de ver y sin ánimo de enfrentarme a nada ni a nadie hice lo que ella me pedía.
A través del espejo pude ver como sacaba un arnés de su bolso en el cual colocaba dos dildos de igual tamaño, ajustándose el arnés con uno de los dildos en su interior, tras haber lubricado ambos. Sacó de un golpe el plug de mi interior y antes de que me diera tiempo a gritar por la sorpresa de aquella acción me había clavado el dildo de golpe tomándome fuerte del pelo. Obligándome a mirarla a los ojos a través del espejo. - Esto quedará entre nosotros, Silvia jamás sabrá que me follé a su zorrita. Más vale que ni se te ocurra correrte, y mucho menos dejar de mirarme. Comenzó a mover la cadera en círculos haciendo que aquello doliera pues aunque había lubricado el dildo y éste era del tamaño del plug, aquel movimiento me ensanchaba más de lo que podía aguantar haciendo que me doliera, obligándome a mí mismo aguantar el dolor y a mantener los ojos abiertos, viendo como ella disfrutaba con aquello. - Te azotaría hasta sangrar, pero no quiero dejarte marcas. Dijo comenzando a moverse, llevando las manos a mi cintura, clavando las uñas, para tirar fuerte de mí hacia ella cuando empujaba sus caderas, penetrándome con fuerza para que el dildo que tenía en su interior le provocara placer haciéndola gemir. Yo me mantenía en completo silencio, sin atreverme a moverme, sin atreverme a apartar la mirada de ella, mientras me sodomizaba penetrándome una y otra vez. - Así me gustan a mí las putitas, bien dóciles y sumisas. Su voz, distorsionada por el placer que ella estaba sintiendo resonaba por toda la estancia, fue solo en ese momento cuando pensé en que alguien podría entrar y sorprendernos y cuando mi corazón se aceleró. ¿Qué pasaría si Silvia, buscándome, entraba en ese momento? Empecé a ponerme nervioso, necesitaba que ella llegara al clímax e involuntariamente comencé a mover mis caderas al mismo compás que las de ella, yendo a su encuentro. Un sonido gutural de admiración y exclamación que no pude distinguir salió de sus labios. Sin duda alguna, era algo que ella no habría esperado jamás. Yo empezaba a gemir también de placer, pero gracias al entrenamiento durante tantos meses con Silvia, sabía que sería capaz de aguantar sin correrme. Y efectivamente así fue, hasta que la escuché llegar al orgasmo. La escuché yo y probablemente cuantos hubiera en kilómetros a la redonda. Salió de mi interior volviendo a colocarme el plug, el tanga y la falda, para que todo quedara como estaba, como si no hubiera pasado nada. Antes de poder darme la vuelta noté como colocaba unas esposas en mis muslos, del tamaño de éstos y luego ataba mis muñecas a la otra, más pequeña, de tal forma que mis brazos quedaron pegados a mis muslos completamente inmovilizados. - Hay un coche esperándote fuera, a estas horas no habrá más, así que será imposible que te confundas.
Silvia está dentro, pero tú no la llamarás así, desde hoy la llamarás siempre “Mi Ama”, aún no te has ganado el derecho a llamarla por su nombre. Hoy empieza tu nueva vida y recuerda lo que has visto, se hará público si intentas huir o decides que no quieres seguir entregándote a ella en cuerpo y alma. Pasarás el resto de tu vida en la cárcel. Un hombre musculado y vestido con traje abrió la puerta, esperó a que ella saliera, mientras yo seguía allí, tratando de repasar cuanto había ocurrido en los últimos minutos mientras escuchaba los pasos de ambos alejarse. Afortunadamente la puerta era de las que se podía abrir empujándola con el pie, porque de otra manera no habría podido hacerlo. Me sentía aún más ridículo con aquellas esposas de lo que me había sentido al salir de casa.
La estación estaba desierta ya, aquello no era una gran ciudad donde hubiera un gran movimiento de viajeros. A lo largo pude divisar a dos trabajadores del servicio de limpieza que no repararon en mí. Salí y fuera y tal y como se me había indicado había un único vehículo esperándome, la puerta trasera se abrió. Por favor, comentar si os ha gustado. Muchas gracias por leernos.