Mi vida en una universidad americana 7
Andrés continua con su vida en una universidad americana. Viaje de regreso a la universidad tras visitar la casa de Luke, el quaterback.
Tras un largo descanso retomo las aventuras de Andrés, el español becado en una universidad americana. Anterior capítulo: https://www.todorelatos.com/relato/124435/. Son relatos imaginarios donde prima la fantasía sobre las situaciones verídicas
- No te preocupes tío, yo me la he follado más de una vez y no me considero gay. Ese culo es una gloria.
Luke, mi amigo de la universidad de EEUU donde yo estudiaba con una beca deportiva, y yo viajábamos en su coche a la universidad tras pasar unos días en su casa llenos de depravación y sexo. La última noche yo había acudido con sus padres a una cena en casa de los jefes de él y la noche había derivado en una orgía con criada transexual incluida. Ahora mientras pasábamos el primero de cuatro días de viaje por carreteras del medio oeste yo le contaba a mi amigo, con una predilección por el voyerismo heredada de su padre la noche con todo pelo de detalles.
- Joder tío, me estoy poniendo cachondo. ¿Te importa que paremos y me haga una paja?
Normalmente me habría asustado, pero con Luke todo aquello era normal así que nos detuvimos en un apartado de la carretera desierta desde la que no se veía el tráfico y seguí contándole mientras él se la sacaba y se la meneaba. Estaba llegando a la parte en la que las cuatro mujeres nos tumbaban en el suelo para follarnos por turnos cuando unos golpes en la ventanilla nos sobresaltaron y Luke se la guardó rápidamente.
Al lado del conductor una mujer con el uniforme de la policía de ese estado nos miraba a través de unas gafas de espejo Ray Ban con una mano apoyada en la pistola y otra sujetando la porra con la que había golpeado la ventanilla. Cuando la bajamos nos ordenó que saliéramos del coche. Nuestras protestas no sirvieron de nada y en EEUU es mejor no discutir con la policía así que bajamos y apoyamos las manos en el capó como nos ordenaba. No supimos reaccionar hasta que nos había esposado las manos a la espalda con cintas de plástico y empezamos a acojonarnos.
- Agente no entendemos nada- Luke me miraba a mí y a la agente. - Tan solo estábamos tomando un descanso.
- Señor, en este estado es un delito los actos lascivos en público y especialmente si son entre homosexuales.
Yo estaba flipando durante la discusión que se alargó con la protesta de que no éramos homosexuales y las peticiones de la agente de que nos calmáramos. Por mi cabeza desfilaban las peores escenas de cárceles de EE. UU.. Y de repente me di cuenta que los dos se habían callado y me miraban
- Tío no está bromeando. Ponte de rodillas, colega.
Me arrodillé y ella llevó a Luke hasta su coche y lo metió en la parte de atrás. Regresó hasta mí y me miró unos segundos.
- Tú amigo dice que no sois maricas, así que demuéstramelo.
Sin más se desabrochó el cinturón en el que llevaba la pistola, la porra y la linterna y el que le sujetaba los pantalones. Se quitó estos por encima de las botas y se bajó también las bragas. Ante mí tenía a una policía semidesnuda con un coño depilado salvo una pequeña franja y con unas piernas torneadas y musculosas que acababan en las botas. Acercó sus labios a mi cara y sujetándome la coronilla me obligó a enterrarla en esa humedad caliente y palpitante. De rodillas y con las manos atadas a la espalda yo no podía más que sacar la lengua y tratar de o asfixiarme mientras ella giraba sus caderas y dirigía mi boca bien hacia su clítoris, bien hacia sus labios. A pesar del acojone, la situación me estaba poniendo cachondo y mi polla parecía a punto de reventar mis pantalones
- Vamos, mariconazo, déjamelo bien limpio, vamos hijopuuuttaaaaaaa
La agente se corrió en mi cara y me apretó más la coronilla contra su entrepierna para obligarme a tragarme todos sus fluidos.
- Bueno, lo comes muy bien, pero eso no quiere decir nada. Levántate. - Me ayudó a ponerme en pie y desabrochándose la camisa y bajándose el sujetador para que unas tetas pequeñas y puntiagudas asomaran sus pezones me hizo empezar a lamérselos. Mientras su mano acariciaba el enorme bulto de mis pantalones. - Va a ser verdad que no sois maricas.
Dicho esto, me desabrochó los pantalones y me bajó los calzoncillos hasta los tobillos Se escupió varias veces en la mano y me lubricó la polla a la vez que me pajeaba.
- En el suelo boca arriba.
Me tumbé como pude y la agente se puso en cuclillas hasta que su coño estaba alineado con mi polla Bajó poco a poco, marcando un ritmo lento y suave hasta que su calidez me había acogido entero. Cuando estuvo satisfecha, aceleró su cabalgada. Yo estaba totalmente indefenso y ella ni siquiera me miraba, aunque no estaba muy seguro porque no se había quitado las gafas de sol en ningún momento. Se corrió rápidamente un par de veces y cuando mis huevos estaban a punto de estallar, paró y se levantó. Se acariciaba el coño lentamente mientras me miraba desde arriba.
- Te has portado, guapo, y ahora voy a devolveros el favor. Pero primero tu amigo.
Me incorporó y me dejó sentado en el suelo con la espalda apoyada en mi coche. Fue hasta el suyo e hizo que Luke se bajase. Sin quitarle las cintas de las manos, le bajó los pantalones hasta los tobillos y empezó a chupársela de tal manera que yo lo viera todo. La hija puta se la tragaba de golpe para soltarla reluciente de saliva y volver a empezar. Mi polla estaba a punto de estallar, pero no podía pajearme porque seguía con las manos atadas. Luke que estaba en una situación similar solo podía arquear la espalda y disfrutar de la impresionante mamada. A los pocos minutos, la policía se retiró y Luke empezó a soltar leche en su cara. Cuando hubo terminado se derribó contra el coche y ella se me acercó. Agarró mi polla y empezó a meneármela rápidamente. Yo no podía más y al cuarto o quinto vaivén me corrí en su mano.
- Bueno, parece ser que no sois maricas, así que por esta vez os dejaré ir con una advertencia.
Nos soltó, recogió su ropa y se marchó de allí mientras nos quedábamos con cara de lelos.
El segundo día de viaje en coche de retorno a la universidad con mi amigo Luke pasó sin incidentes. Especialmente si se compara con el primero en el que una policía prácticamente nos violó, aunque no quiere decir que no los disfrutáramos.
El tercero íbamos conduciendo por una carretera anónima, charlando de nuestras cosas, cuando vimos un coche parado en la cuneta con el capó levantado y una figura que nos hacía señas. Luke paró detrás del coche y nos apeamos para ver cuál era el problema. Lo que se nos acercó no era precisamente un problema. Una morena con un cuerpo despampanante dio la vuelta al coche parado y se nos acercó. Debía rondar los 37 o 38 y unas tetas redondas y grandes se peleaban contra una camiseta de tirantes que acababa un poco por encima de unos tejanos que aprisionaban un culo un poco grande pero de forma casi perfecta. Se abrió otra de las puertas y una segunda diosa también morena y con unas tetas igual de grandes y un culo más respingón también en una camiseta de tirantes y vaqueros salió a acompañar a su amiga.
Dana y Carla volvían a su casa y de repente su coche se había quedado parado. Estaban esperando a ayuda en carretera que les había dicho que tardaría todavía una hora al menos. Luke y yo hicimos el paripé de mirar el motor y apretar un par de cables y tornillos como si supiéramos que estábamos haciendo pero aquello no arrancó. Sin hablarlo entre nosotros decidimos esperar con ellas y compartimos parte de la comida y del agua que traíamos.
Tras una conversación en la que nos enteramos de que Dana se acababa de divorciar un par de meses atrás y que había realizado un viaje del que ahora regresaban con su vecina Carla, aprovechando que el marido de esta estaba también de viaje por negocios, llegó la grúa de asistencia por carretera. El mecánico gordo que salió del vehículo prestó más atención a las curvas de esas dos diosas que al coche averiado y terminó dictaminando que tenía que llevárselo al taller. Con una media sonrisa, se ofreció a llevar en la furgoneta a Dana y Carla hasta el pueblo más cercano donde arreglaría el coche. Las avisó que seguramente tendrían que pasar la noche allí.
Luke, ante la mirada enfurecida del tipo, hizo la misma oferta y dado que el pueblo estaba a unas dos horas de camino y de que a ellas no parecía agradarles demasiado el olor a sudor que desprendía el tipo, aceptaron. Nos subimos al coche de Luke con él conduciendo y Dana de copiloto y Carla y yo en la parte de atrás. Comenzamos a charlar sobre la vida universitaria, las fiestas, los ligues… En un momento dado, Dana dijo que echaba de menos aquella época sobre todo después de diez años casada y dos meses de divorcio. Carla nos aseguró que eran bastante salvajes por aquel entonces.
- Seguro que no tanto como lo somos ahora.- afirmó Luke mirando por el retrovisor.
Las dos se rieron. Yo no podía más que mirar el escote de Carla por el que se suicidaba una gota de sudor tras otra.
Dana se giró para mirar directamente a Luke.
- Lo dudo mucho cariño. Llegué a acostarme con tres estudiantes en la misma noche.
- ¿Ah, sí?, ¿a la vez?
Dana le miró con cara de espanto.
- No, claro que no.
- Bueno cariño, entonces no eres muy salvaje.
Carla no se perdía nada de la conversación que empezó con un tira y afloja de historias en las que Luke dejaba aparte las más brutales. Sin embargo en un momento dado, cogió su móvil del salpicadero y alternando la vista entre la carretera y la pantalla se lo pasó a Dana. Esta apretó la pantalla y gemidos propios de una película porno empezaron a salir de los altavoces. Carla se echó hacia delante para ver lo que veía su amiga y sus ojos se pusieron como platos mientras me miraba a mí y al móvil. Dana también nos miraba a Luke y a mí. Aunque me imaginaba que era lo que estaban viendo eché un vistazo también. Allí estaba yo haciéndole una doble penetración a Brianna con Sam, un amigo de Luke, mientras otros cuatro, Luke entre ellos, usaban su boca, sus manos y sus tetas. Era el gangbang con la que la amiga de la madrastra de Luke nos había agradecido la ayuda en la mudanza.
Ahora es cuando nos piden que paremos el coche y se bajan tras darnos un par de hostias. Sin embargo, continuaron mirando el vídeo hasta la parte en que nos corríamos sobre Brianna. Carla se me quedó mirando el bulto de mis pantalones y me preguntó si de verdad aquello era todo mío.
Luke se descojonó y me pidió que se lo enseñara. Dana había bajado el móvil y también me miraba directamente a la cara. No iba a defraudarlas así que levanté mis caderas, me bajé los pantalones y los calzoncillos hasta los tobillos y dejé que mi polla, ya dura, se alzara.
- Joder, es la más grande que he visto nunca… - Carla me la agarró y empezó a meneármela despacio. De vez en cuando paraba para lamerse o escupirse en la mano y añadir lubricación.
Su amiga nos miraba vuelta en el asiento a la vez que se acariciaba las tetas por encima de la camiseta. En un momento dado Carla se inclinó en el asiento y dejó que su lengua bailara por mi glande, para deslizarla poco a poco hasta la base.
- ¿Por qué no los grabas guapa?
Carla empezó a protestar, pero Luke le aseguró que era para uso y disfrute propios y que no saldría de su móvil. Antes de que Carla pudiera añadir otra protesta su amiga ya nos grababa con una mano y con la otra le dirigía la cara hacia mis pelotas que recorrió con su lengua. Cuando la soltó ella volvió a subir hasta la cabeza de mi polla. Pero yo quería algo más así que la agarré de la cabeza e hice que engullera la mitad de golpe, parando cuando llegué al inicio de su garganta y empezó a hacer sonidos de arcada. Dejé que subiera un poco y luego volví a hacer la bajar con mis manos. Le aparté el pelo como en las pelis porno para que Dana tuviera un buen primer plano y empecé a marcar un ritmo más rápido, follándome su cara, o más bien haciéndome una paja húmeda con su boca. No aguanté mucho y me corrí en su garganta sin dejar que se apartara. Cuando acabé ella se incorporó con restos de mi leche resbalándose por la comisura de sus labios.
- Hijo de la gran puta, no soy tu muñeca hincha…- Se calló cuando vio que yo todavía seguía totalmente duro.
- No le hagas caso cariño y fóllate a esa guarra como la puta que es. - No sé si esas palabras de su amiga sorprendieron más a Carla o a mí. Dana seguía grabándonos con una mano y la otra había desaparecido dentro de sus pantalones. Luke arriesgaba nuestras vidas mirando más por el espejo retrovisor que a la carretera.
Carla no decía nada más así que la hice tumbarse como pudo en la parte de atrás con medio cuerpo incorporado en la puerta trasera y le quité las zapatillas, los pantalones y las bragas. Cuando la tuve desnuda de cintura para abajo levanté su camiseta hasta que sus pechos la sostuvieron y bajé su sujetador para dejar a la vista y aprisionadas esas dos montañas de carne coronadas por dos pezones inmensos y en punta.
Dediqué mi atención a su coño con dos labios enormes y un clítoris que sobresalía entre una humedad que impregnó todo el interior del coche. Le metí la mano derecha en la boca, obligándola a salivar y a dejarme los dedos mojados y después la bajé hasta sus otros labios para clavarle tres dedos y rozar su clítoris con mi palma. Su espalda se arqueó y empecé a marcar un ritmo frenético con mis dedos y a masajearle las tetas y jugar con sus pezones con mi mano izquierda.
Sus gemidos no me dejaban dudas de que le gustaba lo duro. Así que cuando empezó a gritar que siguiera, que siguiera, antes de que se corriera saqué mis dedos y acomodándome entres sus piernas le metí la polla lo más rápido que pude. Aquello pudo con ella y se corrió de una forma brutal. Sus gritos debían escucharse fuera del coche. Sin darle tiempo a respirar seguí metiéndosela hasta los huevos me incliné para tapar su boca con la mía y enganchar su lengua un beso lleno de saliva en el que nuestros gemidos se cruzaban en forma de alientos calientes
Se corrió por segunda vez y justo cuando sus flujos inundaban más la atmósfera cargada del coche, Luke anunció que llegábamos al pueblo. No era cuestión de ir por las calles follando en la parte trasera así que nos vestimos como pudimos, las bragas de Carla seguían en el suelo del coche y nos compusimos.
Decidimos quedarnos a pasar la noche, aunque era media tarde y paramos en el único motel que había en el pueblo, que era poco más o menos dos calles y media, uno de esos a las afueras con habitaciones distribuidas en un edificio en forma de ele y con el aparcamiento en medio.
Entramos los cuatro en la recepción para encontrarnos tras el mostrador a una belleza pelirroja de unos 25 años y ojos verdes con un cuerpo delgado y fibroso. Carla le contó una historia sobre que éramos dos madres con sus respectivos hijos que los llevaban a la universidad de vuelta. Yo creo que no se lo creyó en ningún momento aunque no le quitaba los ojos de encima a Dana. Nos dio dos habitaciones contiguas y que se comunicaban a través de una doble puerta.
Dana y yo fuimos a las habitaciones con las maletas mientras Luke acercaba a Carla al taller para informarse de lo que tardarían en arreglarles el coche. Cuando colocaba las maletas y me instalaba, Dana llamó a la puerta que comunicaba las dos habitaciones y al abrir me la encontré tan solo vestida con un tanga negro y un sujetador a juego. Me quedé mirando esas curvas que rebosaban por las dos únicas piezas de ropa que quedaban y mi polla, que se había quedado en un polvo interrumpido y que yo buscaba aliviar con una paja rápida, respondió en consonancia.
- Hace calor en las habitaciones, ¿no crees?
- Un poco, sí.
- Si te quedas en ropa interior, se está mejor ¿sabes?
Me quité la ropa hasta quedarme solo con mis boxers que parecían más una carpa de circo. Dana se acercó y me acarició la polla por encima de la tela. Sin dejar de mirarme a los ojos, me susurró que seguía haciendo mucho calor y que por qué no nos poníamos más cómodos todavía. Me bajé los calzoncillos y ella se quitó de las dos únicas y ya superfluas prendas de ropa que le quedaban.
- Lo debes estar pasando mal después de que os interrumpiéramos.
Se puso de rodillas y engulló toda la carne de un golpe. Me realizó una de las mamadas más sucias y resbaladizas que me habían dedicado en mucho tiempo. Utilizaba un montón de saliva que quedaba recolgando en gruesos goterones de mi polla y ella volvía a recoger con la boca o a extender con la mano. Lo que le faltaba en práctica lo compensaba con ganas con el esfuerzo.
- Joder, Dana, como sigas así me voy a correr.
- Córrete en mi cara, cariño, en mi cara. - Después me contaría que tras su divorcio había encontrado una colección antigua de porno de su exmarido y durante seis meses de sequía y no mucha actividad durante diez años de matrimonio, había descubierto que la ponían cachonda todas las formas de sumisión de ese tipo de películas. Así que apunté a su cara y dejé que mi leche la adornara.
Con mi lefa colgando de la barbilla, me preguntó si le devolvía el favor. La hice tumbarse en la cama doble a lo ancho con las piernas abiertas y me acerqué a su coñito. Con la punta de la lengua recogí la humedad que resbalaba de su interior y subí hasta su clítoris para succionarlo suavemente y volver a follarla con la lengua. Dana se retorcía sobre la cama y encadenó un orgasmo tras otro.
- Oh, perdón, creía que no había nadie….
En la puerta de la habitación que ahora estaba abierta, la belleza de 25 años nos miraba con cara de espanto y un montón de toallas en los brazos. Sin embargo, no había salido corriendo. Sus ojos no se apartaban del cuerpo desnudo de Dana. Esta me miró sin saber qué hacer, se suponía que éramos madre e hijo. Se encogió de hombros, fue hasta la puerta, la cogió de la mano y la llevó hasta la cama. Con unos pocos besos la tenía desnuda y ambas se masturbaban mutuamente. Me senté en uno de los sillones de la habitación para recuperarme y disfrutar del espectáculo. Además, algo me decía que la pelirroja prefería que yo no entrara en ese trío. Dana y Zoe, como se llamaba la pelirroja, habían maniobrado en un 69 y mi polla se había puesto dura de nuevo.
Mientras me masturbaba lentamente la puerta de la habitación se abrió.
- Joder tío, no perdéis el tiempo.
Luke y Carla miraban divertidos como Dana y Zoe se comían hasta un respectivo orgasmo. Mi amigo se quitó la ropa y se sentó en el otro sillón de la habitación que acercó hasta el mío. Carla se había quedado parada en medio de la habitación, pero Luke tenía planes para ella.
-Carla cariño, por qué no usas esa boquita para algo más.
Ella se mordió el labio mientras nos miraba pajearnos. Se puso de rodillas frente a nosotros, pero Luke le pidió ver sus tetas. Se quitó la camiseta y el sujetador y dejó esas maravillas al aire. Empezó a chupársela a Luke a la vez que se la meneaba con la mano derecha y a mí con la izquierda. Cada pocos minutos su boca se alternaba y yo disfrutaba de sus labios y su lengua.
En la cama Zoe y Dana se habían sentado en el borde una al lado de otra y se masturbaban la una a la otra a la vez que nos miraban. El espectáculo lésbico pudo con nosotros y Luke se corrió en su garganta mientras yo descargaba en su cara y sus tetas.
Me di por vencido y me retiré en el sillón. Luke levantó a Carla y la llevó a la cama. La hizo inclinarse en el borde, le quitó la ropa que le quedaba y empezó a follarse a lo perro mientras Zoe se acercaba tumbada boca arriba para que le comiera el coño. Dana se puso a horcajadas y empezó a follarle la cara.
Al rato Luke intentó que Zoe se la chupara, pero definitivamente ella no estaba en nuestra acera así que prefirió devolverle la lamida de coño a Carla mientras la boca de Dana se ocupaba de Luke.
Un par de horas después los cuatro se habían corrido al menos dos veces más y se derrumbaron en la cama.