Mi vida en el instituto 7
Tamara y Amelia tienen un pequeño encontronazo tras la llamada. David afianza su relación tanto con Sandra como con Tamara.
Al día siguiente entre en clase y lo primero que hice fue buscar con la mirada a Tamara. Cuando nuestras miradas se cruzaron ella enrojeció completamente y yo a duras penas pude evitar mostrar una sonrisita.
El día transcurrió con cierta normalidad, hasta que llegó la hora del recreo. Salí al patio con mis amigos y en seguida se nos acercó Amelia, quien se unió a la conversación como si nada. Me dí cuenta que de vez en cuando miraba detrás mía y sonreía, a la tercera vez no pude con la curiosidad y miré hacia donde ella miraba. Me encontre a Tamara, que volvió a enrojecer y apartó la mirada.
Amelia empezó a reirse. Se acerco a mi y me susurró sin que el resto de mis amigos se enterase.
—Sigueme, vamos a divertirnos un poquito con la pelirroja.
Echamos a andar hacia donde ella estaba, cuando pasabamos justo por su lado Amelia dijo como quien no quiere la cosa:
—Creo que ayer nos estuvieron escuchando por un aparatito.
En ese momento, Tamara, que estaba bebiendo de una botella de agua, se atragantó y escupió todo el agua que tenía en la boca.
—Cuídado, chica —Dijo Amelia poniendo carita de angel— Que vas a acabar toda mojada y no tienes como solucionarlo.
Tamara entendió rápidamente la indirecta pero aguantó la compostura.
—No te preocupes, Amelia, que tengo cuidado. Y si me mojo, ya encontrare algo especial con lo que secarme, no con lo primero que tenga a mano —Dijo Tamara.
A Amelia se le congeló la sonrisa en la cara, cogiendo ella también al vuelo la indirecta, pero contraatacó en seguida prácticamente encaradonse con Tamara, pero olvidándose por completo de las indirectas:
—Mano es lo que tendrás que usar, como ayer.
Tamara iba a responder, pero temí que esto se fuese de madre, asi que cogí del brazo a Amelia y nos fuímos. Entramos dentro del edificio del colegio:
—¿Pero se puede saber que coño te pasa?
—Lo siento, lo siento. Se me fue un poquitín de las manos, no esperé que entrase al trapo —Dijo Amelia mientras levantaba los brazos para disculparse— El viernes vas a estar entretenido.
—Claro, entretenido suplicando por mi vida. Ahora sabe que te he dicho que es una malfollada, me va a matar.
—Tu no te enteras de nada. Cuando dijo lo de algo especial para secarse te estaba mirando disimuladamente, a esa se le encharca el coño cada vez que te ve.
—Tu flipas.
Me miró con una sonrisita que parecía decir: ya veremos quien flipa. El resto del día no paso nada interesante, salvo miradas de cabreo de parte de Tamara. En serio, si Amelia realmente piensa a Tamara se le encharca el coño cada vez que me ve, es que esta loca perdida.
Hasta el viernes no paso nada especial, salvo un par de horas de sexo apoteósico con Sandra. Poco a poco se iba acostumbrado a que la taladrase el culo, aunque seguía poniéndose tensa cuando empezabamos y sabía que la escocía cuando terminabamos, pero lo aguantaba. Según ella, el orgasmo del final lo compensaba con crecés.
El viernes mis padres se fueron para el pueblo y, poco despues, a la hora acordada, llegó Tamara a mi casa. Cuando entró me saludó normalmente, sin hacer referencias ni al encontronazo con Amelia ni a la llamada. Simplemente se sentó, sacó los libros y empezó a redactar el trabajo que Sandra nos había mandado de forma individual.
Su comportamiento me pilló desprevenido pero no quise tentar mi suerte, si no iba a montarme un numerito no iba a ser yo quien me lo buscase. Simplemente me senté a su lado y empecé ha hacer el mío.
El trabajo era relativamente sencillo: presentar un mínimo de diez páginas sobre la crisis del antiguo régimen y la figura de Napoleón. Los primeros treinta minutos fueron bien, al menos para mí. Sin embargo Tamara parecía incapaz de concentrarse.
—¿Quá pasa? —Pregunté mirándola— Llevas 10 minutos sin escribir absolutamente nada.
—Me cuesta concentrarme —Contestó distraída.
—¿Y eso?
—Por lo del jue... —Se paró en seco, enrojeciendo inmediatamente.
Yo sonreí, sin poderlo evitar y he de admitir que mi polla se puso en su puesto de combate.
—¿Quieres hablar de ello? —Pregunté esperanzado.
Ví como tragó saliva antes de contestar.
—¿Por qué me llamaste?
Yo sonreí y levanté las manos en plan "yo no he sido".
—Yo no tuve ni voz ni voto, fue cosa de Amelia. Se enfado cuando la dije que la llamaste puta y quiso darte una lección. Y he de admitir que cuando vi que no habías colgado me puse como una moto.
Ella enrojeció incluso más.
—Al principio me quedé bloqueada. Cuando me dí cuenta estaba super excitada y no podía colgar.
—¿Te pusiste cachonda?
Ella solo pudo asentir.
—¿Y que hiciste?
—Me... masturbé... mientras os escuchaba.
—¿Y te lo pasaste bien?
—Fue... íncreible —Dijo totalmente avergonzada.
Decidí que tenía que subir las apuestas.
—Y eso solo fue escuchándome follar con Amelia. Imaginate si soy yo el que te masturba o el que te folla.
Ella enrojeció más todavía aunque parecía imposible.
—Ya imagine eso —Levanté las cejas, invitándola a continuar— tuve... que volver... a masturbarme.
—¿Estas recordando lo que sentiste? —Ella asintió— ¿Estas mojada?— Volvió a asentir.
En ese momento decidí ir a por todas. Me levanté de la silla y me acerqué a ella, que no se había movido. Mi polla, completamente erecta, se marcaba perfectamente tras el pantalón, Tamara la estaba mirando fijamente.
Me incline sobre ella y la dí un timido beso, que no rechazó. Tras ello, volví a presionar mis labios contra los suyos, pero esta vez profundicé el beso: nuestras lenguas empezaron a jugar mientras con una de mis manos empujaba su cabeza contra la mía. Tras casi un minuto nos separamos para coger aire.
Cogí una de sus manos y la llevé contra mi polla. Que acarició por encima del pantalón timidamente. Tras unos segundos palpandola hice que se levantase de la silla y nos volvimos a besar. Fue un beso primitivo, ansioso, mis manos por primera vez recorrieron su cuerpo: desde su culito, que pellizque, hasta sus tetas que acaricié por encima de la blusa que llevaba.
Tamara, por su parte, no se quedo quieta. Tambien recorrió mi cuerpo con una de sus manos pues la segunda estaba acariciando mi polla por encima del pantalon.
—Vamos a mi cama —La dije con voz ronca— Voy ha hacerte gritar.
Ella me sonrió con la mirada turbia y me siguió hasta mi cama. Nos volvimos a besar y la senté en mi cama. Ella me bajó los pantalones y el calzoncillo e intentó hacerme una mamada, pero se lo impedí.
La quité la faldita que llevaba y su más que empapado tanguita y pase un dedo por su coñito. Provocando en Tamara un profundo gemido. Se dejó caer, dispuesta a centrarse en mis atenciones.
Rápidamente sustituí las caricias de mi dedo por las de mi lengua. Los gémidos de Tamara eran perfectamente audibles mientras movía su cintura buscando el mayor placer posible. Durante unos minutos me empleé a fondo con ella, llevándola lentamente pero con paso firme hasta un orgasmo.
En cuanto se corrió la penetré con dos de mis dedos y la empecé a follar con ellos a un ritmo salvaje, ante la repentina intrusión en su interior, Tamara encadenó el primero con un demoledor segundo orgasmo que la hizo revolverse en la cama y poner los ojos en blanco.
Durante unos minutos la dejé descansar, cuando recuperó las fuerzas nos desnudamos completamente y me coloqué encima de ella, con mi polla rozando su coño. Ella se acomodó lo mejor que pudo, permitiendome acceder mejor a su coño.
Ambos nos miramos, nos besamos y un segundo antes de que la penetrase por fín, sonó el timbre de mi casa. Ambos pegamos un respingon y nos separamos, acabando con la magia del momento. Ambos nos quedamos bloqueados, sin saber bien que hacer.
La persona que estaba llamando se impacientó y repitió la llamada una y otra vez insistentemente. Me vestí rápidamente y fuí hasta la puerta. La abrí entre cabreado y molesto y me sorprendí al encontrarme a Sandra.
—¿Pasa algo? —Pregunté cuando ella me dió un pico rápido en los labios.
—Joder, niño —Dijo divertida— Apestas a sexo. ¿Te he interrumpido follando?
—Pues sí. Aunque follar, lo que es follar, no he follado.
En ese momento salió Tamara de mi habitación. Que al ver a Sandra tuvo la reacción de salir corriendo a por sus cosas, recogerlas apresuradamente e irse de allí como alma que lleva el diablo, completamente roja.
—Parece que también la estas dando clases de biologia, casanova.
—Podrías haber llegado dentro de veinte minutos. Que estaba a puntito de metérsela cuando has llamado.
Sandra sonrió y se abalanzó sobre mí. Besándome y cerrando la puerta a la vez.
—Seguro que la muy putita se ha quedado con ganas de sentir tu polla dentro —Dijo al separarnos un poquito— Pues que se joda, que ahora me la vas a meter a mí.
Me metió la lengua hasta la garganta y nos desnudamos rápidamente. Me hizo cogerla en vilo, con sus piernas rodeando mi cintura y sus brazos alrededor de mi cuello. Se empaló ella misma en el movimiento y soltó un profundo gemido.
La lleve contra la pared y, en esa postura tan incomoda, la folle fuertemente hasta que ambos nos corrimos a los pocos minutos. Me propinó un fuerte mordisco en el cuello mientras me corría en su interior.
Con el orgasmo perdí mis fuerzas y mis piernas flaquearon, cayendo los dos al suelo, todavia unidos por mi polla, que seguía como un roble. Al notarlo, Sandra empezó a cabalgarme con furia, llevandonos a un segundo y poderoso orgasmo.
Esto ya fue demasiado para ambos. Estuvimos unos minutos recuperando las fuerzas, besandonos y acariciándonos.
—¿Tus padres se han ido al pueblo? —Asentí— Perfecto. Voy a coger unas cosas y pasaré el finde aquí. Me vas follar en tu cama, en la ducha de tu casa y en la cama de tus padres. Durante todo el fin de semana voy a ser tu putita particular.
Solo de imaginarlo me puse como una moto.
—Vete a la ducha, campeón. Yo hare lo mismo, pero en la mía. Asi me recupero del todo. Y en cuanto vuelva pienso hacer que me rompas el culo en la cama de tus padres.
Casi salí corriendo hasta la ducha, ante las carcajadas de Sandra. Justo antes de entrar en la ducha me dió por mirar el móvil. Tenía un whatsapp de Tamara:
"El próximo día que estemos solos vas a acabar lo que has empezado. Me muero por que me folles del todo"
Yo sonreí. Tamara, mi musa, mi diosa. Queria follarme y por supuesto que iba a contentarla, aunque primero tendría que sobrevivir a mi profesora, que estaba dispuesta a exprimirme del todo.