Mi vida en el instituto 5

Amelia y David deciden que hacer a continuación. Después David prueba algo nuevo con Sandra, su profesora.

Mi vida en el instituto 5

A la mañana siguiente, cuando terminó la primera hora,  Amelia se presentó en mi clase y se acercó a mi.

—¿Cómo ha ido la encerrona? —Dijo con una sonrisa y miró de reojo hacia el pupitre de Tamara— No nos quita ojo.

—Pues bien. Aunque me ha dicho algo interesante.

—Cuenta, cuenta. Quiero cotilleos frescos.

—Aquí no. No quiero que alguién pueda enterarse. ¿Nos vemos en el recreo?

Ella pensó intensamente la respuesta.

—No. ¿Vamos a comer juntos y me lo cuentas?

Yo sonreí con malicia.

—¿Sólo comer?

Ella asintió divertida.

—Sí. Que luego tengo cosas que hacer.

Tras esto se despidió y salió de la clase. Las siguientes horas fueron mortalmente aburridas. Cuando las clases terminaron fuí con Amelia a un conocido local de comida rápida a menos de cinco minutos del instituto. Tras pedir una pizza familiar para ambos, nos sentamos ha hablar.

—Cuentame —Dijo Amelia mientras le daba un sorbo a su bebida.

—Pues parece que Tamara es una malfollada —Amelia se atragantó y le dieron arcadas al escucharme.

—¿Seguro? —Preguntó anonadada.

—Sí, ella misma me lo dijo. La impactaron tus gritos en el baño y me preguntó cuantas veces te habías corrido.

Amelia se empezo a reir con fuerza.

—El siguiente paso es conseguir que quiera follar contigo. Hay que conseguir que se le baje el tanga solo con verte.

—¿Y cómo lo hacemos?

—De eso me encargo yo.

Me dejó con la intriga de como pensaba hacerlo y cambió de tema. Al rato, llegó la pizza, comimos y nos despedimos. Cuando llegué a la puerta de mi casa Sandra me salió al paso.

—Parece que no te faltan amiguitas —Pregunto con una sonrisa— Ayer me crucé con Amelia en el portal. Y supongo que vino a verte a tí —Yo asentí con una sonrisita— ¿Te la estas follando?

—Sí. ¿Celosa?

Ella empezó a acariciarme el pene por encima del pantalon y me dió un besito en tus labios.

—Sólo si después no cumples conmigo. Me apetece follar en tu cama.

—Tus deseos son órdenes.

Entramos en mi casa y nos empezamos a besar mientras nos desnudabamos. En apenas unos segundos estabamos desnudos y tumbados en mi cama. Mi polla entraba y salía con fuerza de su húmedo coño.

—¿Tan mojada y acabamos de empezar? —Pregunté mientras la mordía el cuello.

—He estado jugando yo solita mientras te esperaba.

Durante un rato follamos en distintas posiciones: misionero, perrito, de costado, ella encima... Finalmente nos corrimos a la vez.

—Eres un buen alumno —Dijo mientras me daba un pico en los labios— Te has ganado una recompensa. ¿Quieres que te la coma un ratito?

—Me gustaría... si quieres claro... si no quieres no pasa nada.

—¿Sí? —Dijo mientras acariciaba mi pecho.

—Follarte por el culo.

Ella pegó un pequeño respingo.

—Nunca lo he hecho por detrás y la verdad es que nunca he tenido mucha curiosidad por hacerlo.

—Venga. Por favor— Puse mi mejor mirada de cachorrillo.

—Vale. Pero despacio y si te digo que pares, paras. ¿Entendido? —Yo asentí varias veces— Espera aquí, voy por lubricante.

Un par de minutos después volvió con un pequeño bote de lubricante. Lo dejó en la mesilla y nos empezamos a besar. Estaba bastante nerviosa y tarde bastante en tranquilizarla. Finalmente ella tomó la iniciativa y se puso a cuatro. Yo cogí el bote de lubricante y me embadurne la polla y su ano.

—Con cuidado —Dijo ella al notar mi polla en la entrada.

Yo asentí y presioné un poco. Sandra se tensó y resopló, pero no dijo nada. Finalmente tras varios intentos unos pocos centimetros de la punta de mi pene consiguieron entrar y Sandra soltó un pequeño grito y arqueó la espalda.

—No... No te muevas... Espera un segundo —Dijo resoplando. Durante unos momentos ella se mentalizó y se acostumbró a la nueva sensación— Sigue.

Presioné con algo mas de fuerza y conseguí que entrase todo mi glande. Sin embargo fue más de lo que Sandra pudo manejar.

—¡¡¡Paaaaaara!!!¡¡¡Saaaal!!!

Sin hacerme de rogar saque mi polla del interior de su culo y como acto reflejo Sandra acarició la entrada de su ano.

—Dame unos minutos, por favor. Y lo volvemos a intentar. Pero cuando entró más me dolió muchísimo.

—Si quieres lo dejamos para otro día. No hace falta que te obligues —Me miró agradecida y me besó.

—No, no, no —Dijo con determinacion— Cuando empiezo una cosa la termino. Dame unos minutos que me mentalice y seguimos.

A los veinte minutos ella dijo que estaba lista y me masturbo con cariño mientras nos besabamos para ponerme a tono. Cuando mi polla estaba erecta volvimos a ponernos el lubricante y lo volvimos a intentar.

Volví a presionar con firmeza sobre su ano y mi polla entró lentamente. A cada centímetro Sandra se tensaba más y más, pero su determinacion y cabezonería la impedían parar. Finalmente todo mi glande volvió a estar en su interior. Ella alzó una mano y con gestos me pidió que me quedase quieto. Suspiró hondo varias veces y cogió mi almohada, que mordió con fuerza y con gestos me dijo que siguiese.

Lentamente pero sin detenerme segui entrando en ella hasta que toda mi polla estuvo dentro de su culo.

—Ya está. Está toda dentro.

Durante unos minutos Sandra no dijo nada, acostumbrandose a la sensación. Finalmente con una mano hizo gestos de que me moviese. Empecé a follarla el culo lentamente y tras unos minutos aumente el ritmo y la fuerza.

Estaba muy estrecha y, pese al lubricante, a veces costaba que mi pene se deslizase en su interior. Tras unos minutos me corrí en su interior. Tras ello, saqué mi polla flacida de su interior.

Me quité el preservativo y la di un besito en el culo. Me levanté de la cama y la acaricié el pelo y fuí a besarla cuando la ví: tenía el maquillaje corrido por haber llorado. En ese momento sentí una mezcla de preocupación, enfado y sentirme como una mierda.

—¡Joder!¡Joder! —Dije acariciándola y besándola— Si tanto te dolía tendrías que haber parado, haberme dicho algo.

—Pero estabas tan emocionado y parecía que te gustaba y... —No la deje terminar.

—Tu eres más importante. Lo siento. Lo siento muchisimo. ¿Quieres crema?

—Sí, por favor.

La aplique crema con cariño y cuidado. Estuvo un rato tirada en la cama, agotada y dolorida. Sin poder hacer nada más por aliviarla, me tumbé a su lado y la abracé y acaricié. Tras casi media hora así se levantó y se vistió.

—Lo siento mucho —Repetí— Debería haberme dado cuenta.

Ella sonrió a la fuerza.

—No te preocupes. No me has obligado a nada.

La acompañé a la puerta y nos dimos un besito de despedida.

—Si te duele o necesitas algo me avisas. No vuelvas a quedarte callada.

Ella asintió y me dió un beso muchisimo mas intenso. Tras eso, me miro a los ojos y entró en su casa. Yo entré en la mía y recogí y ventilé mi habitación.