Mi vida en el instituto 1

David recuerda su paso por el instituto desde el momento en que su profesora de historia le obliga a ayudar a una compañera de su clase. En este primer episodio David pierde su virginidad con la persona menos pensada.

Recuerdo con cariño mis días del instituto. Especialmente desde cuarto de la ESO y todo Bachillerato. Me incorporé en la cama, donde la pelirroja todavía dormía completamente desnuda. Sonreí y me levanté. Salí al balcon del hotel donde nos hospedabamos en pleno París y miré a la que ahora era mi esposa.

No pude evitar una carcaja al recordar la frase con la que empezó todo:

—¡Y una mierda! —Dije yo fuera de mí— No, no, no, no y no.

Sandra, mi vecina y profesora de historia ocho años mayor que yo, me miraba a punto de perder la paciencia.

—¿Por qué? —Dijo ella.

—Pues porque tengo cosas mejores que hacer, coño. No pienso hacer de niñera de una niñata cuya mayor preocuación es que top conjuntar cada día.

—No estas siendo justo con ella —Afirmó Sandra— Saca muy buenas notas en las demás asignaturas, se esfuerza, atiende y participa en clase. Sólo se le atraganta mi asignatura.

—Y pretendes que yo haga tu trabajo por la cara. Pues no bonita, no pienso hacerlo.

—Para empezar, canijo —Solo ella usaba ese mote conmigo, y lo usaba cuando estaba a puntito de explotar— No me llames bonita, que soy tú profesora. Y si te digo que vas a ayudar a tu compañera en la única materia que se le da mal, lo vas ha hacer y punto. ¿O quieres que vaya ha hablar con tú madre sobre tus faltas de respeto en clase?

Yo flipé.

—¿Faltas de respeto? ¡Yo siempre te he tratado con educación dentro y fuera del instituto!

—Es tú palabra contra la mía. Y tú madre me quiere como a una hija —Puso ojitos y empezó a decir con una vocecita de niña inocente— Marta, tenemos que hablar de David, últimamente en clase me contesta y me replica. No quiero tener que llevar esto a mayores, pero a mi no me hace caso y se hace imposible dar la clase con normalidad. Por favor, habla con él.

Yo abrí la boca furioso y me controlé un par de veces antes de decir una burrada.

—Ya veo que el pensar que eramos amigos fue un error por mi parte —Noté como esa comentario la dolió— Daré clase a Tamara.

Tras esto intenté entrar en casa. Pero ella se interpuso con un rápido movimiento.

—Seguimos siendo amigos, David —Dijo ella intentando ser conciliadora— Pero tienes que entender que es una buena oportundiad para Tamara y para tí.

—¿Amigos? —Solté una risa nerviosa— No, los amigos no chantajean así. Has conseguido lo que querías, ¿no? Ahora dejeme entrar en casa, profesora.

Ella suspiró y se apartó. Yo entré en mi casa y cerré dando un portazo. Fuí directo a mi habitación y me deje caer de espaldas en la cama. Me quedé mirando al techo pensando en el marrón que me venía encima.

Dar clase a Tamara. Lo que Sandra dijo era cierto, solía sacar buenas notas y se esforzaba. Pero historia, la bendita historia, le costaba un ovario y parte de otro llegar al cinco. Yo, en cambio, sacaba el nueve sin esforzarme y el diez si me lo proponía. Y no, no tenía que ver con la profesora fuese mi vecina y, hasta ese momento, amiga. La verdad es que soy una enciclopedia de datos históricos.

Luego pensé en Tamara físicamente. Era una de las guapas del instituto, no era la mejor. Ese puesto lo tenía ocupado su amiga Carolina de forma indiscutida. Pero Tamara, con su pelo pelirrojo, sus ojazos verdes y su sonrisa se había ganado el corazon de medio instituto. Yo suspiré una última vez y me quedé dormido.

El día siguiente fue con normalidad, hasta llegar a la última hora. Me tocaba clase de historia y, la verdad, es que no tenía ganas de ver a Sandra. Cuando la profesora entró en clase levanté la mano y pedí ir al baño.

—¿No has tenido tiempo para ir entre clase y clase? —Dijo ella con desaprobación.

—Si hubiese tenido tiempo no se lo estaría pidiendo. ¿Puedo ir o no?

Ella asintió y yo salí de la clase. El baño del segundo piso, donde estaba mi clase, estaba en la otra punta del edificio. Con el paso más lento que era capaz me dirigí hacía el baño. Cuando llegué la voz de una chica salió desde dentro.

—Date prisa, coño —Dijo la desconocida— No quiero que me pillen aquí.

—¿En el baño o con mi polla en la boca? —Respondió con sorna la voz de un chico.

—Cuando quieres eres insoportable —Se escucharon los inconfundibles sonidos de una mamada, que yo conocía por el porno, pues mi experiencia se limita a mi mano derecha.

—Dios, tienes una boquita que vale oro —Dijo el chico. Dos minutos después susurró— Ooooh.

En ese momento se escuchó un golpe, el sonido de arcadas y varios insultos.

—¡Idiota!¡Gilipollas! —Dijo la chica— Podrías haber avisado. No me gusta que me llenen la boca de leche.

—Tranquila, corazon. La próxima vez te avisaré.

—Ni corazon ni mierdas. Y me has dejado perdida, gilipollas. Largate antes de que te arreé un guantazo.

Yo me escondí en uno de los retretes justo cuando la puerta del retrete del fondo se abrió. El chico salió del baño y yo esperé un par de minutos para salir. Suponiendo que la chica se abría ido también. Pero no, allí estaba lavándose tranquilamente los dientes. Era Amelia, el tercer bombon del instituto, una heavy buenorra un poco ligera de cascos. Cuando me vió salir abrió la boca de la sorpresa.

—¡Es que ese inutil ni siquiera puede mirar que estuviese vacio! —Dijo ella.

—Para ser sinceros, llegué cuando el espectaculo estaba terminando.

—Tampoco te has perdido demasiado —Dijo ella encogiendose de hombros— Me he comido una mini polla en el baño.

Acabó de lavarse los dientes.

—¿Si es mini porque se la comiste?

—Porque no lo sabía, claro. ¿Y tú?¿Cuanto gastas?

—Lo normal, supongo.

—¿Supones? ¿Ninguna te ha comen?—Ella abrió los ojos y sonrió— Un virgen —Yo me puse rojo—Tranquilo, todos lo somos alguna vez.

—Bueno, sí. Supongo que tienes razon.

Ella se acercó a mí.

—¿Quieres dejar de serlo? —Preguntó ella con voz pícara— Siempre he querido desvirgar a un tío.

—Y-yo... e-eh...

Ella soltó una carcajada.

—Tranquilo, coño. No te voy a meter en el baño y violarte. Esas cosas hay que hacerlas bien: en una cama, con tiempo y pudiendo gritar. Además, eres mono. Pero no eres mi tipo. Soy Amelia, ¿y tú, virgen?

Yo sonreí.

—David.

Ella me dió dos besos.

—Bueno, David. Yo me voy a clase. Que mi profesor estará que trina. Espero que encuentres a alguna que te quiera estrenar, chaval. Te pierdes un mundo de gozo y placer.

Con eso la chica se fue y yo volví a clase. Cuando entré Sandra me miró con desaprobación.

—Ya pensaba que no se dignaría en volver. ¿El baño es más entretenido que mi clase?

Yo sonreí recordando el numerito de Amelia y mi posterior conversación con ella.

—Sí. Bastante más entretenido.

Hubo un murmullo generalizado. Yo no solía hablar mucho, pero siempre había sido un alumno modelo. Nadie y, mucho menos Sandra, esperaba que la vacilase.

—Espero que esa percepción cambie pronto. Porque me va a tener usted que aguantar todo el curso.

—No me lo recuerde.

Tras eso me senté y abrí el libro. Sandra me miró unos segundos, calibrando sus opciones, acabo suspirando y siguió con la clase. Cuando sonó el timbre todos nos levantamos, queriendo salir de allí. La voz de Sandra se levantó sobre el ruido.

—Tamara, David, acercaos un momento.

Los dos aludidos nos acercamos. Cuando el resto se había ido nos dijo con la mejor de sus sonrisas.

—Sobre lo que hablamos, Tamara. Creo que puedo ayudarte. David es, con diferencia, mi mejor alumno. Creo que podrá ayudarla a superar con garantías el curso.

—¿Sí? —Preguntó la chica esperanzada. Después me miró— Muchas, muchas gracias. No sabes como te lo agradezco.

—¿Cuando te viene bien empezar? —La pregunté deseoso de terminar cuanto antes e irme a casa a comer.

—La semana que viene —Dijo ella tras pensarlo un momento— El lunes mismo podría. ¿Cuantas veces a la semana nos veremos?

Sandra interrumpió.

—Dos deberían ser suficientes. Tres si hay algún examen cerca.

Yo suspiré.

—Dos, entonces. Si en algún examen vas justa añadiremos otra clase más. ¿Donde prefieres dar la case?

—En tú casa —Yo levanté una ceja— No pienses mal. Es que en las bibliotecas no se puede hablar y en mi casa Canela nos impediría estudiar.

—¿Canela? —Pregunté sorprendido.

—Mi perrita. Es un cielo, pero muy pegajosa.

Yo asentí.

—Dame tú numero —Sugerí— Para ponernos de acuerdo con horarios. Y darte más tarde mi dirección.

En un minuto intercambiamos números.

—Pues ya lo vamos hablando —Dijo Tamara— ¿Algo más?

Sandra y yo negamos con la cabeza. Y ella se despidió. Me acerqué a mi mesa para coger la mochila.

—Tenemos que hablar —Dijo Sandra con los brazos cruzados sobre el pecho.

—¿Qué quieres, profesora?

—Explicame porque te has saltado la mitad de mi clase.

—La llamada de la naturaleza, profe. Hoy estaba atascada.

Yo sonreí, pero ella me miró con enfado.

—No estoy para gilipolleces, David —Dijo ella acercándose más a mí— ¿O prefieres que lo discutamos con tu madre delante?

—Haz lo que te salga de los ovarios, como siempre. Si me he saltado tu maldita clase es porque tenía que ir al baño. Si no me crees, es tú problema.

Yo salí de la clase dejando atrás amenazas de Sandra para hacerme volver. Sorprendentemente Sandra no djio nada a mis padres y el resto de la semana la pasamos en una guerra fría. Pero el viernes todo cambió.

Este fin de semana mis padres habían decidido irse al pueblo, por lo que desde las cuatro de la tarde estaba solo en casa. Estaba viendo un maraton de Scream, las famosas películas de miedo cuando escuche un ruido extraño en la escalera.

Al mirar por la mirilla de la puerta ví a mi profesora, a Sandra. En un estado lamentable. Rápidamente abrí la puerta y la ayudé a ponerse en pie. Ella era un peso muerto, me fijé en seguida de que había estado llorando.

—¡Sandra! —La zarandee para que reaccionase— Coño, Sandra.

Ella me miró aturdida.

—¿Estoy en casa? —Dijo apestando a alcohol.

—No. Estas en el rellano dando por culo. Dame tus putas llaves.

Ella intentó abrir el bolso, pero debería ver doble o triple, por su estado y no era capaz. Al tercer intento se empezó a reir de forma boba. Tras casi cinco minutos consiguió abrir el bolso, metió la mano y sacó un peluche. Al verlo empezó a llorar desconsoladamente.

—Joder —Dije yo arrebatándola el bolso— Ya lo hago yo.

En unos instantes cogí la llave y abrí la puerta. La ayudé a entrar y la llevé hasta su habitación. La ayude a cambiarse y ponerse el pijama, intentando no ver más de lo debido. Cuando estaba ella en ropa interior se abalanzó sobre mí.

En mi sorpresa no pude reaccionar a tiempo y caímos en la cama. Ella me metió la lengua hasta la garganta.

"Genial" pensé "Mi primer beso es con mi maestra borracha"

Tras separarla a la fuerza. Ella gimoteó.

—Follemos —Dijo totalmente ida— Lo estas deseando, a tu edad solo pensais en mojar el pajarito —Se volvió a lanzar a por mí.

—Apartate, coño —La saqué el pijama y se lo tiré— Me largo.

Ella empezó a llorar.

—Tú tampoco crees que soy guapa —Dijo ella con llorera y mocos— Prefieres a esas anoréxicas.

Yo flipé.

—¿Tampoco? —Entonces todo esto tenía que ver con Luis, ese gilipollas con el que salía—Tú eres preciosa. Mira, duerme y mañana lo verás todo más claro.

Me despedí y salí de su casa con la erección más grande de mi vida. Joder, Sandra estaba como un puto tren. Tras machacarmela a su salud me fui a la cama, sin ganas de acabar el maraton de Scream.

El sábado no la ví. Pero no me preocupé, todos tenemos días malos. El domingo se presentó en mi casa a las diez de la mañana con una cara de vergüenza total.

—Hola —Dijo ella con una vocecita— ¿Puedo pasar?

—Claro, pasa —Dije haciéndome a un lado.

Nos fuímos al salón y traje dos coca-colas.

—Quiero disculparme por el numerito que monté el viernes por la noche.

—Tranquila, todos tenemos días malos.

Ella sonrió timidamente.

—No lo recuerdo todo. Solo fogonazos. Pillé a Luis con otra, se me cruzaron los cables y bebí más de la cuenta. Lo último que recuerdo es entrar a un bar en Sol. No se ni como llegué a casa.

—Esta claro que no puedes beber sola —Ambos nos reímos.

—También recuerdo —Dijo ella poniéndose sería— Que te besé y te ofrecí follar conmigo —Yo miré al suelo— Me alegra que no aceptarás.

Yo me rasqué la cabeza.

—Bueno, no quería que mi primera vez fuese con una chica borracha que no parase de llorar.

—¿Eres virgen? —Preguntó sorprendida.

—Tengo 16 años —Dije indignado— No debería ser tan sorprendente.

Ella se empezó a reir.

—Si tuviese diez años menos te daba uno o dos repasos. No se en que coño piensan las chicas de tu clase, en serio.

Yo miré al espejo que había en el salón: yo era un chico normal, ni alto ni bajo, ni gordo ni delgado, pelo castaño, sin nada de músculos. Me encogí de hombros.

—Ya quedó clara tu opinión el viernes. Casi me violas.

—Mas te hubiese gustado a ti, chaval.

—Si no estuvieses completamente borracha, sí. Joder, no entiendo a Luis, es gilipollas. Teniéndote a tí buscar a otras.

Ella miró al techo y movió las piernas.

—Eres un cielo —Dijo sonriendo— Casi me disgusta no haberte desvirgado el viernes.

Yo solté una carcajada.

—¿Desvirgarme y no recordarlo? —Dije vacilando— Te arrepentirías toda la vida.

Ella se quedó pensativa.

—Puede que tengas razón. Pero mira, ahora no estoy borracha, me apetece follar para desquitarme del hijo puta de Luis. ¿Te apuntas?

—La bromita llega un punto que no tiene gracia —Dije a la defensiva.

—De broma nada. ¿Quieres follar sí o no?

Yo la miré anonadado unos segundos, despues asentí.

—Vamos a mi casa. No sea que vuelvan tus padres y nos vean en plena acción.

Yo me levanté completamente sorprendido. Ella se acercó a mí y me besó. Fue un beso dulce, acompañado por ligeros movimientos de labios.

—Este beso mejor que el primero, ¿no?

Yo asentí. Todavía incapaz de decir nada. Ella me cogió de la mano, se cercioró de que llevase llaves y fuímos a su casa. Tras entrar y cerrar la puerta, se giró y puso ambas manos sobre mi cara.

—Te voy a dar un beso con lengua —Dijo con la mirada turbia— Abre la boca un poco y no te pases con la lengua.

Se acercó a mí y la esperé con la boca entreabierta. Empezamos a besarnos y ella quitó las manos de mi cabeza y cogió una de mis manos y la posó en su culo. La otra fue a sus tetas.

—Relajate y disfruta —Dijo ella. Asentí y nos volvimos a besar.

Estuvimos así diez minutos, solo besandonos sin movernos. Tras esto ella se separó.

—Sigueme, vamos a la cama.

Yo asentí y la seguí hasta la cama. Ella me miró y con movimientos sensuales empezó a desvestirse.

—Tú también —Dijo ella— Fuera ropa.

Tras desnudarnos volvió a besarme, mientras una de sus manos acariciaba mi polla y empezaba una lenta masturbación. La sensación de sentir por primera vez una mano ajena tocándola no tiene precio.

—Vamos —Me apremió— Usa esas manos que tienes. Sobame enterita.

Mis manos subieron como resortes hasta sus pechos. No eran muy grandes, pero me parecieron perfectos. Estrujé y apreté un rato, hasta que Sandra me pidió que fuese algo más suave. Al cabo de un rato de besos y sobeteos dijo:

—¿Listo para tú primera mamada?

—S-si —Dije con nerviosismo.

Ella sonrió y tras susurrar "tranquilo" me tumbó en la cama y ella se colocó a un lado. Mi polla ya había alcanzado su máximo esplendor.

—No esta mal —Dijo ella al tiempo que le daba un beso a mi pene en el glande.

Lo primero que hizo fue lamer mi polla desde la base hasta el glande. Lo hizo varias veces, abriéndome un mundo de placer que no conocía. Tras siete u ocho repeticiones se la metio en la boca poco a poco. Haciendo movimientos con la lengua. Aumentó la velocidad y yo arqueé la espalda.

—Me voy a correr —Gemí. Ella sonrió y no bajó el ritmo— ¡Me corró!

Ella se lo tragó enterito.

—Normalmente no dejo que se corran en mi boca, pero hoy es un día especial.

Yo sonreí.

—¿Puedo... comerte el... ?

Ella sonrió.

—¿Quieres comerme el coño? —Yo asentí y ella se acomodó abriendo las piernas— Pues ponte las botas.

Yo me tumbé con la boca encima de su cueva. Mire y admiré con auténtica devoción su coño. Empecé a lamer toda la raja provocando que Sandra gimiese y arquease la espalda.

—Oh —Dijo ella gimiendo— Oh Dios.

Tras unos minutos me fijé en una pequeño bultito en la parte superior del coño. "El clitoris" pensé y le dí un lametazo. La reacción fue instantanea: un aullido de Sandra y que sus manos acudieran raudas a mantenerme así.

Durante unos minutos jugué con su clitoris: lo lamí, mordisqueé y tiré de el. Hasta que se corrió entre jadeos.

—Dame unos minutos —Pidió ella— Y te desvirgo del todo.

Yo asentí y nos besamos. Durante unos minutos estuvimos abrazados entre beso y beso.

—Tumbate boca arriba —Me dijo y mi nerviosismo subió varios peldaños. Ella se acercó a su mesita de noche y sacó un condon. Lo miró y me miró­— ¿Sabes qué? A la mierda, la primera vez tiene que ser al natural.

Yo me sorprendí por su afirmación pero no iba a llevarla la contraria. Se acomodó encima mía y me besó.

—¿Listo? —Preguntó mientras acomodaba su coño encima de mi polla. Yo asentí y ella sonrió, miré fijamente como mi polla iba desapareciendo dentro de ella lentamente. La sensación era indescriptible. No habia experimentado nada igual. Cuando llegó al tope dijo:

—Ya esta —Y me volvió a besar— Ya no eres virgen.

—Eso parece.

—¿Quieres que me mueva?

—Por favor.

Tras esto empezó a moverse en cículos muy lentamente. Poco a poco la excitación pudo con ella y sus movimientos pasaron a ser lineales y muy, muy rápidos.

—Si vas a correrte —Dijo entre jadeos— No te preocupes y correte dentro. Tomo la píldora.

Yo asentí mientras intentaba acompasar sin demasiado éxito mi movimiento de cadera al suyo. Tras unos minutos de incesante movimiento me corrí en su interior, provocando el orgasmo de Sandra.

—¿Que te ha parecido tú primera vez? —Dijo ella sonriendo— ¿A la altura de las expectativas?

—Solo por haber sido contigo ya las ha superado.

—Eres un listillo, chaval. Joder, que morbo me ha dado desvirgarte.

—¿Lo repetiremos algun día?

—No, esto no puede pasar de nuevo —Dijo ella seria. Pero en seguida dejó escapar una sonrisa— No se tú. Pero yo me he divertido y me ha encantado follar contigo. Si queremos repetir tiene que ser en el mayor de los secretos. Nadie, y repito nadie, puede enterarse.

—Lo sé, tranquila. Lo se.

Sonreímos y nos besamos.