Mi vida después de ti (8)

CAPITULO VIII – Evidencias. (Primera parte).

CAPITULO VIII – Evidencias. (Primera parte).

Myriam lleva 2 días esperando información de sus fuentes, su paciencia se está agotando.

- “Preferiría ahorrarme todo esto y decorar su frente a balazos” – Pensó.

Estaba en su casa, caía la tarde. Decidió llamar a Lucas, necesitaba saber de ella.

- Lucas…

- Señora Myriam. Un gusto escucharla.

- Igualmente. ¿Cómo está todo? ¿Alguna novedad?

- Todo en orden, hasta ahora. En seguida le escribo.

Lucas terminó la llamada. Unos minutos después, recibió un mensaje de Lucas.

- La comunicación está comprometida. Necesito verla. Pasaré por su casa esta noche.

- ¡Ok! – Myriam respondió de forma breve.

Eso sería un gran problema, estos días han estado comunicándose por medio de ese número. A pesar de hablar con Ofelia a través de la línea local, aún era posible triangular y tomar registros de los números marcados. Ésta y otras cosas, estaban en la mente de Myriam en ese momento.

El sonido del intercomunicador le apartaba de sus pensamientos. Se acercó a responder, no esperaba visita, le resultó extraño.

- ¿Quién?

- Alejandra.

- Devuélvete por donde viniste. – Myriam se alejó del intercomunicador.

- ¡Espera!. Por favor. Abre.

- Mi casa no la pisas más nunca en tu vida.

- Al menos escúchame, por favor.

A Myriam le pareció sospechoso ese repentino acercamiento de Alejandra. Se detuvo a pensar en si existía la posibilidad de sacar partido de esto, o si solo perdería tiempo.

- Espera. – Myriam se inclinó por la posibilidad de conseguir información.

Bajó a toda prisa. Al llegar a la reja, ahí estaba esperando la mujer. Myriam trataba de controlarse, pues sus sospechas incrementaron el repudio que sentía por ella.

- Gracias por bajar. – Dijo la morena.

- Que sea rápido, estoy ocupada. – Myriam trataba de manejar las condiciones desde un principio.

- Pensaba que podíamos ir a algún lugar y sentarnos a hablar.

- ¿Crees que esto es un juego?  ¿Tengo cara de querer sentarme a hablar contigo en “algún lugar”? – Myriam simulaba las comillas con sus dedos.

- Myriam… sé que estás molesta, estás en tu derecho, pero…

- Pero nada. Dos años, dos malditos años y ahora es que apareces. ¿Por qué?, mejor dicho, ¿Para qué?

- Bueno… yo…

- No bajé para escucharte balbucear. Suelta de una vez lo que vas a decir y termina de desaparecer de mi vida. – Myriam estaba perdiendo los estribos.

- Bien. Vine a disculparme contigo por aquello.

- ¿Ya? ¿Es todo? ¿Me puedo ir?

- Espera…

- Termina de hablar, ¿Quieres?

Alejandra estaba tratando de reunir las palabras adecuadas, conocía a Myriam y sabía lo volátil que podía llegar a ser.

- Lamento no haber estado ese día. Quizá todo habría sido diferente.

- ¿De qué hablas? Si todo esto te cayó como anillo al dedo. Yo hice el trabajo sucio y a ti te condecoran, cuando ni siquiera la radio atendiste, y era tu día de guardia. No me jodas.

- Así que, ¿todo es por esto? – La mujer señalaba un prendedor en su blusa.

- No. No lo es. No cambias, sigues siendo igual de BRUTA para cosas elementales.

- ¡Hey!, no te aceleres.

- ¿Crees que me preocupa un mísero prendedor? Yo no trabajaba para “acumular botones”, sino para proteger y servir.

- Solo traté de resguardar la reputación del departamento.

- ¿La reputación del departamento? ¡YO ESTUVE AHÍ! Cínica.

- Algún día lo entenderás. – Dijo Alejandra, esquivando la profunda mirada de Myriam.

- Preferiría entenderlo hoy, pero no llegaste con buenos argumentos. Triste por ti. – Myriam se dio la vuelta. – Una cosa más. Que sea la última vez que vienes aquí. No quiero verte más. Espero que te sientas satisfecha con lo que has logrado, en detrimento de lo que te has llevado por el medio.

Alejandra la tomó del brazo. Myriam no se inmutó. Su quietud hizo que Alejandra la soltara casi de inmediato.

Myriam caminó en dirección a la reja. Pudo sentir cómo la morena se subió a su vehículo.

- “Ésta sería una gran oportunidad” – Pensó.

Se dejó seducir por aquella idea. Entró en el edificio, mas no subió a su apartamento, y una vez que Alejandra arrancó, subió a su Mustang y se preparó para seguirla. Era un riesgo, ella conocía su vehículo, pero, no perdía nada con tratar.

La siguió a una distancia prudente, siempre dejaba pasar dos o tres vehículos. En ocasiones tomaba vías alternas y desembocaba nuevamente cerca de ella. La experiencia estaba de su lado, siempre fue hábil para este tipo de situaciones.

Pudo ver que Alejandra se detuvo en una cafetería. Myriam esperó, era muy sospechoso que ella se apareciera de repente, debía actuar con cautela.

El teléfono de Myriam sonó.

- Jefa. Tengo la información que me pidió. Le acabo de enviar los registros de llamada a su correo electrónico, y en cuanto a las personas que sabían, dentro de la comisaría, solo el comisario de ese entonces y la oficial Rodríguez, o lo que es lo mismo…

- Quien actualmente, funge como comisario. – Myriam respondió.

- Exacto. Lo que le puedo adelantar de los registros, es que hubo una llamada que fue hecha desde un número desechable. Por el número será difícil determinar quién hizo la llamada. De todos modos, podría ser de utilidad verlo.

- Gracias. Te llamaré si necesito algo más.

Myriam finalizó la llamada.

- “Cincuenta por ciento de la tarea hecha” – Pensó.

Su atención se enfocó en un vehículo muy lujoso que se estacionó cerca del café. Buscó papel y un lápiz en la guantera, y tomó nota de la matrícula. Detalló las características del sujeto y acto seguido hizo una captura fotográfica con su teléfono, salió algo borrosa por estar en movimiento.

Esperó algunos minutos, era arriesgado acercarse…

Aproximadamente 45 minutos después, pudo ver salir a Alejandra, algo apresurada. Detrás de ella, aquel hombre. Myriam observó lo que parecía ser una discusión. Él la tomaba del brazo, y la estrechaba contra él. Sintió náuseas al ver la escena. Hizo capturas, podrían ser evidencia de algo mayor. Luego observó que ella se separó de él y quiso ir hacia su vehículo, pero el hombre era tenaz.

Ella volvió a empujarlo, entró en su vehículo y él empezó a golpear repetidamente la ventana del piloto. Alejandra aceleró de golpe y por poco lo derriba. El hombre hizo algunos gestos que sugerían impotencia e ira, subió a su vehículo y se marchó del sitio.

Myriam regresó a su apartamento, para esperar a Lucas y mostrarle los hallazgos.

Lucas llegó cerca de las 8 de la noche. No hubo preámbulos entre ambos, Myriam preparó un poco de café mientras conversaban.

- ¿Cómo está Ofelia?

- Se ve triste.

- No es para menos, tener que pasar por esto sin merecerlo.

- No es exactamente esa la razón. – Lucas se levantó, fue hasta Myriam y le entregó un sobre cerrado. – Léalo apenas pueda.

Myriam no lo abrió de inmediato, lo estrechó contra su pecho. Podía percibir el aroma de Ofelia en el sobre, se hacía un nudo en su garganta y aparecía esa peculiar sensación de vacío en el estómago. Dejó el sobre en el escritorio y se dispuso a servir el café.

- Lucas, cuéntame lo de las llamadas.

- Bueno, me di cuenta porque el teléfono sonó varias veces pero al atender solo escuché un ruido de fondo, nadie hablaba. Entonces hice una prueba que me enseñó el jefe de seguridad de Don Piero. Me acerqué al equipo de sonido, puse la radio en el extremo de la banda, esperé que entrara una llamada y comenzó a emitir interferencia. Él me dijo que eso es señal de que las llamadas están intervenidas.

- Eso lo complica todo… pero ya pensaré en algo. Mira, necesito que veas esto. – Myriam le dio su teléfono para que viera las imágenes, además del número de matrícula que había anotado.

Mientras Lucas observaba, Myriam revisó el correo en su laptop, tal y como le indicó su contacto, se trataba de un número desechable.

- Necesito preguntarle a Soraya si recuerda la hora a la que la llamaron, puede que esta sea la llamada pero igual no me conduce a nada. – Myriam mostraba los registros a Lucas.

- Éste es Escalona, es su vehículo y coincide la placa. – Dijo Lucas.

- Solo eso necesitaba. Pero mientras más pruebas, mejor. Me resta esperar por lo que consiga Eva y podremos armar el caso. – Myriam se mostraba entusiasta.

Se levantó, buscó el sobre, y lo destapó. No pudo evitarlo.

- Lucas, pasa esas fotos a tu teléfono y el registro de llamadas para que se lo muestres a Ofelia.

Myriam comenzó a leer lo que resultó ser una carta para ella.

“Amore mio, esto está siendo muy difícil para mí, necesito verte. Quiero que vengas, lo antes posible. Mi manchi, cara mia. O.D.M.”

Myriam estaba conmovida, sus ojos estaban llorosos. Lucas la miró, y no pudo evitar hacer un comentario al respecto.

- Eso cambia todo, ¿verdad? – Lucas sonreía.

- Ve hoy a tu casa a descansar, yo voy a cuidarla esta noche. – Dijo Myriam, dando pequeños golpecitos a la hoja con su mano.

- Está bien, pero estaré pendiente.

- Te espero mañana a las 8, te dejo con ella y sigo investigando.

Una vez que se pusieron de acuerdo, salieron del apartamento. Myriam decidió llevar su arma.

Ambos abordaron sus respectivos vehículos y partieron en direcciones opuestas.

Minutos después, Myriam estaba en la casucha. Las luces estaban apagadas, posiblemente Ofelia estuviera acostada.

Entró en silencio, aseguró la puerta y trató de ubicar dónde estaría ella. Se acercó despacio a la habitación, estaba dormida. Su ojo estaba menos hinchado, pero la equimosis persistía.

Puso el arma junto a la mesita de noche, y con extremo cuidado, se acostó junto a ella, abrazándola con ternura. Besó tiernamente su frente y así se quedó por unos minutos, pues Ofelia despertó al sentir su aroma.

Al verla, Ofelia se abrazó a ella fuertemente, juntó su frente a la de ella, y la colmó de besos.

- ¡Estás aquí!, qué feliz me haces. – Decía, muy entusiasmada.

- Quería decirte que también te extraño.

- ¿Y Lucas?

- Le dije que fuera a descansar, hoy lo cubro. Estará aquí a las 8.

Myriam contó a Ofelia las cosas que habían sucedido hoy, lo más resumido posible, y le enseñó las fotos. Ofelia sonreía, cualquier mujer en su posición estaría enojada, dolida. Para ella era una luz al final del túnel.

- Sabes lo que significa esto, ¿verdad? – Le preguntaba Myriam, mientras jugaba con su cabello.

- Que lo que sucedió en el banco no fue accidental. – Respondía Ofelia.

- Y todo encaja, la ausencia de Alejandra, tú ahí, el que me hayan marginado luego de eso…

- Pero, no entiendo, ¿cómo desvió su culpabilidad si fue tan evidente?

- Contactos, eso. Pienso que, de haber planeado eso estando yo de guardia, no lo habrían logrado. Tuvo que existir un apoyo influyente en todo esto, un “seguro” por si algo salía mal. En “español criollo”, querían deshacerse de ambas. Si algo te hubiera pasado ese día, la responsabilidad habría sido mía; aunque éramos compañeras de equipo, yo era su superior.

- Y ahí entra Escalona y su gente. - Dijo Ofelia.

- Y si a eso le sumas la influencia de Alejandra dentro de la comisaría, completas el cuadro. Podría especular acerca de la naturaleza de su relación, pero por lo que vi hoy, son íntimos. Todo esto lo va a confirmar Eva cuando me entregue lo que le pedí.

- Te refieres a ¿Eva Santiago? – Ofelia desconocía que Myriam la conocía.

- La misma que viste y calza.

- Vaya, ¿de dónde la conoces? Y ¿Qué le pediste?

- Es el “amor imposible” de mi mejor amiga. Justo fui a verla y estaban ahí juntas, tomando y comportándose como si fueran más que amigas. En fin, le pedí que me investigara un par de cosas en relación a esto, tengo entendido que la conoces desde hace mucho, se ofreció a ayudarme cuando supo que se trataba de ti.

- Tan bella… lei è così dolce. La conozco desde hace mucho.

- Es lo único que me falta. Ella tiene acceso a mejores recursos, y no escatimaré posibilidades de sacar a la luz todo esto. Por ti. – Myriam se acercó más a Ofelia y le dio un tierno beso que la hizo suspirar.

Ofelia se sentó, al ver el arma, se puso nerviosa.

- La traje solo por seguridad. Tanta quietud por parte de ellos me preocupa. Así que no puedo bajar la guardia. – Dijo, sentándose junto a Ofelia, quedando recostada de la cabecera de la cama.

- Entiendo. Solo me da como miedito, no me gustan las armas. – Ofelia se abrazó a Myriam, buscando protección.

- Descuida, está aquí para protegerte, y yo seré tu escudo, como aquella vez.

Ofelia buscó la mirada de Myriam, que haya dicho eso le hizo sentir algo muy especial.

- Arriesgaste la vida por salvarme, sin conocerme. No quiero pensar en lo que harías ahora que me tienes. – Ofelia no dejaba de mirarla directamente a los ojos.

- Si tengo que dar mi vida porque tú estés bien, no dudaré en entregarla.

Myriam tomó su rostro con delicadeza, y comenzó a besarla muy lentamente, disfrutando cada contacto, concentrándose en el sonido de su respiración, y en las reacciones de su cuerpo. Ofelia se sentó sobre ella, tomó su rostro en ambas manos, y dejó caer un beso en su frente antes de guiar sus manos hacia el débil nudo que ataba su dormilona de fina seda celeste.

Los ojos de Myriam se querían salir de su orbital. No importaba cuántas veces la viera, el cuerpo desnudo de Ofelia era algo que no podía dejar de contemplar sin sentirse deslumbrada. Se tomó unos instantes para detallarlo, acariciarlo, pasando suavemente sus manos por sus muslos, subiendo por sus caderas, encontrándose con su hermoso abdomen… en este punto, cerró sus ojos, se abrazó contra ella, quedando su rostro en medio de sus senos. Respiraba profundo, sentía su olor, acariciaba su espalda. Ofelia besaba su cabeza, podía sentir que Myriam lloraba, sus lágrimas le hacían cosquillas. La despegó un poco de ella, secó sus lágrimas con delicadeza, y comenzó a besarla intensamente mientras desabotonaba su camisa y dejaba su piel expuesta.

Myriam la tomó en brazos y la acostó, mientras terminó de sacar su pantalón. Al ponerse encima de ella, notó que Ofelia estaba muy húmeda, esto la hizo reír.

- No es mi culpa, tú me pones así. – Dijo Ofelia, quien en ese momento cambió bruscamente de posición con Myriam.

Como aquella primera vez, Ofelia cabalgó a Myriam. La dominó, danzando rítmicamente sobre ella.

Los ojos de Myriam se cerraron, suspiró profundamente y se aferró a las caderas de Ofelia, quien sonreía al ver la reacción de su amada.

- Conque esto te encanta. – Decía mientras aceleraba el movimiento de sus caderas.

- Tú me encantas. – Le respondió Myriam, algo jadeante.

Ofelia continuó su frenético vaivén hasta que Myriam dejó escapar un gemido ahogado que anunciaba su orgasmo. Ofelia de inmediato se dio vuelta, dejando su sexo a la altura de la boca de Myriam, de quien comenzó a beber con desesperación extrema su esencia.

Myriam vio aquello como si de un banquete se tratara. Comenzó a lamerla concienzudamente, sin dejar escapar un solo pliegue del contacto con su lengua. Ofelia comenzó a gemir con mayor intensidad, y sus caderas se movían al compás. Era tan placentero para Myriam lo que sentía al tenerla de esta forma, que se encendió casi de inmediato. Ofelia, quien no paraba de lamerla, pudo sentirlo y puso más empeño a lo que hacía.

Myriam comenzó a usar su lengua para penetrarla, enloqueciendo a Ofelia, quien no pudo contener su orgasmo, por mucho que quiso hacerlo. Myriam se dedicó a engullir los fluidos de Ofelia, mientras ella estaba totalmente entregada a su sexo, le daba pequeños mordiscos, que intercalaba con intensos chupetones. Un intenso gemido le indicó a Ofelia que Myriam había tenido un gran orgasmo.

Ofelia, aún agitada, se volteó buscando los labios de Myriam, la besó como si no hubiera mañana.

- Cada vez que venga ¿me vas a recibir así de rico? – Myriam correspondía sus besos.

- Por mí, te recibo así cada día, hasta que muera.

- Suena tentador. – Dijo, abrazándola.

- ¿Te lo parece? – Ofelia se enterró en su cuello y lo besó repetidamente.

- ¿Y si te digo que sí? – Myriam buscó su mirada.

Ofelia la miró, sus ojos brillaban. Esbozó una sonrisa.

- Jamás pensé que viviría algo así, menos contigo.

Tras decir esto, Ofelia se recostó sobre el pecho de Myriam. No pasó mucho tiempo antes de quedarse completamente dormidas.

Continúa…