Mi vida después de ti (4)
Capitulo iv
CAPITULO IV – Señora de día… (segunda parte)
Al llegar a las instalaciones, Soraya sintió nervios. Miró a Myriam, y respiró profundo.
- ¿Crees que haya sido buena idea venir así sin avisar?
- Lo estoy dudando ahorita.
- Llámala.
Soraya marcó el número de Eva, esa sensación de vacío en la boca del estómago se hizo presente, con intensidad funesta. Al tener respuesta, puso en altavoz la llamada.
- Soraya… – Respondía Eva, algo ensimismada.
- Eva, gracias por atender mi llamada.
- Dime, ¿qué quieres?
- Estoy en el estacionamiento, quería saber si puedo verte un momento.
- ¿Para qué quieres verme?
- No es lo que piensas, lo prometo. Vengo con una amiga, que necesita de tus servicios.
- Bien, las pondré en contacto con alguien para que atienda su requerimiento.
- No. – Soraya se inquietó. – Es preciso que seas tú.
- ¿Qué diferencia hay?, tengo Ingenieros muy capaces.
- Pero esto es grande. Recíbenos, por favor.
Tras una breve pausa, Eva respondió.
- Mandaré a alguien por ustedes. Te veo en unos minutos.
- Gracias, Eva.
El rostro de Soraya brillaba, y una sonrisa enorme se dibujaba en su grácil rostro.
- ¿Escuchaste lo último que dijo? – La agudeza mental de Myriam era notable.
- Que nos ve en unos minutos, sí, lo escuché.
- No. Dijo “te veo”.
- Pero… pudo decirlo porque no te conoce. – Soraya intentaba juntar dos cucarachas en su cabeza, a veces, cosas sencillas eran todo un reto para ella.
- Déjalo así. – Dijo Myriam, resignada.
Pronto, pudieron ver cómo se acercaba una señora, no tan vieja, pero sí con algunos años a cuestas. Soraya bajó del vehículo, luego Myriam la acompañó.
- ¿Es usted la señorita Soraya?
- Sí, soy yo.
- Buenas tardes, soy Martina, la llevaré con la Ingeniera Santiago. – El rostro de Martina reflejaba confusión.
- Gracias, señora.
Ambas siguieron a Martina. El personal de seguridad, al ver que iban con ella, no se acercó a pedir identificaciones a las visitantes.
En unos minutos, Martina las dejó en la oficina de Eva.
- La Ingeniera ya viene, espérenla, por favor. ¿Desean algo de tomar?
- Agua estaría bien para mí – Dijo Myriam.
- Yo estoy bien así, gracias. – Soraya se abstuvo de pedir cosa alguna.
Al salir Martina, se pudo escuchar un alboroto fuera, unas risas, y pasos rápidos. El corazón de Soraya se detuvo, esa voz era de Eva. En ese instante, estaba cruzando la puerta.
- Martina, quiero galletas, muchas galletas… ¡hoy!
- En seguida se las llevo, Ingeniera.
A Soraya le llegó su aroma, una vez que Eva pasó justo a su lado para recibirlas. Su cuerpo reaccionó con sincronía perfecta, su piel se erizó, su sexo comenzó a humedecerse y sus pezones estaban erectos.
- Señoritas, ustedes dirán, ¿para qué soy útil? – Eva extendió su mano a ambas mujeres, y se sentó en el borde del escritorio, justo al lado de la silla que ocupaba Soraya.
- Myriam, explícale lo que necesitas. – Soraya no podía siquiera mirar a Eva, estaba sintiendo una tensión sexual abrumadora.
- Bueno, Eva. Estoy en medio de una investigación de presunto desvío de fondos y necesito rastros de unas transacciones extrañas en un rango de tiempo.
- Muéstrame qué tienes. – Eva extendió su mano, para recibir la carpeta con los documentos.
En ese momento, Martina entraba con las galletas de Eva y el agua para Myriam.
- Gracias, Martina, te prometo que son las últimas de hoy. – Decía Eva, sonriendo.
Soraya no pudo evitar mirarla cuando la escuchó sonreír, estaba extasiada con su presencia.
- Espera un momento, ¿quién te pidió esto? – El rostro de Eva mostraba confusión.
- La misma Ofelia de Escalona, en persona.
- Que no te escuche llamarla así, o te arranca la cabeza. – Eva sonreía.
Myriam y Soraya se quedaron perplejas, y ambas preguntaron al unísono.
- ¿La conoces?
- Vamos, ¿quién no conoce a Ofelia?, en este caso, ella y yo coincidimos en un seminario de Seguridad Informática una vez, pero no la conozco desde eso, ella es cabeza del bufete de abogados que nos respalda jurídicamente. En fin, la duda que tengo es por qué, si hace poco me pidió auditar sus cuentas, no entiendo.
Myriam estaba confundida, luego recordó lo que Ofelia escribió en la nota.
- Puede que sea un compendio de cosas, y simplemente nuestros trazos se encontraron.
- No logro entender. – Decía Eva, ofreciendo una de sus galletas a Soraya, quien se sonrojó ante el gesto.
- Algo muy grave debe estar pasando para que mande a auditar sus cuentas y encima me pida investigar a su marido. – Hizo una breve pausa – Espera, ella no puede saber que hablamos. – Myriam quería mantener ese detalle en secreto, pero, se expresó inconscientemente.
- Actúas raro, pero lo que dices tiene sentido si lo planteas así. Lo que tienes es interesante, esto es lógica humana, no es algo que una máquina te dé, podemos cruzar la información y hacer un estándar que sirva a cada quien para lo que necesita. ¿Te puedo preguntar algo?
- Dime.
- Exactamente, de todo lo que hablamos, ¿qué no debe saber?
- Todo. Me hizo firmar un…
- Acuerdo de confidencialidad. – Interrumpió Eva.
- Hizo lo mismo contigo, ¿cierto?
- Sí, pero eso es normal. Estamos trabajando en lo mismo, así que no influye. Aunque, ahora que lo pienso…
- No es lo mismo. En esencia, todo gira alrededor de la fuga, pero el contexto es distinto. – Dijo Myriam, tratando de seguir el razonamiento de Eva.
- Ahora entiendo, la mente de Ofelia trabaja a velocidades impensables, no deja cabos sueltos.
- Ahora soy yo la que no entiende. – Myriam sentía frustración por lo desordenada que era Eva para pensar.
- Piensa de manera estructurada. Separa los elementos de un problema y los analiza metódicamente, en este caso, la información que me da a mí, es solo técnica. A ti te solicita investigar a su marido, pero también te da la información que me dio a mí, corrobora una cosa con dos personas, entonces, alguien más está investigando a Escalona. Te apuesto un paquete de galletas a que eso es así.
- Pero, ¿quién? Y ¿por qué?
- Así de fascinante es Ofelia. Y que no me escuche mi mujer. – Eva soltó una carcajada.
Soraya sintió un puñal atravesándose en su pecho, pero pudo mantener la compostura.
- Déjame pedir que digitalicen esto y te daré impreso lo que yo tengo. No tardo.
Myriam observó a Soraya, se veía triste.
- Era más sencillo si me dejabas hablar sola con ella. – Myriam se acercó a abrazarla.
- Es duro, pero me alegra verla feliz.
- En serio no sé qué le ven, pero tú sabrás.
- Tú ves lo físico, no ves más allá. No eres capaz de percibir lo que Eva irradia cuando está cerca, se siente tan bien que solo quieres abrazarte a ella y no soltarla. Cada vez que la veía, buscaba su abrazo, porque el cuerpo me lo pedía. Ángela lo malinterpretaba, y yo le seguía el juego solo porque me encantaba saber que despertaba celos en ella, eso me decía que tenía una oportunidad. Me habría gustado que esa oportunidad hubiese sido real.
Soraya no notó que Eva pudo escuchar lo que decía, por estar de espaldas a la puerta. Pero, escuchó cada palabra. Sin embargo, Eva buscó la forma de hacerle pensar que no escuchó lo que dijo.
- Bien, aquí está todo.
- Vaya, qué eficiencia.
- Aquí tenemos una filosofía de trabajo, si podemos hacerlo bien, nos esmeramos en hacerlo más que bien.
- Eva, de verdad te agradezco el habernos recibido, tu ayuda será de mucha utilidad. – Ambas se pusieron de pie.
- Encantada. Cualquier cosa, estoy a la orden.
Extendió su mano a Myriam, pero, con Soraya fue distinta. Al ver que ella extendía su mano, la tomó, la acercó a ella, y le dio un beso en la mejilla, además de un abrazo.
Soraya estaba petrificada, Eva pudo percibirlo, solo sonrió, y llamó a Martina para que las acompañara.
El trayecto al estacionamiento se hizo largo para Soraya, cada vez le costaba más contener las lágrimas, no sabía si eran de emoción, o de impotencia, pero sentir su cuerpo impregnado en ese perfume, era lo más cercano a la gloria, aunque nada superaba aquel día en el que Eva estuvo en su adentro, por primera y única vez.
Las mujeres se despidieron de Martina, y prosiguieron su camino. De regreso al apartamento, pidieron comida para llevar. No hubo comentarios acerca de lo sucedido. Los hechos hablaron por sí solos.
Cayó la tarde, y al otro extremo de la ciudad, despertaba alegre Miguel, buscando el afecto de su mujer.
Ofelia había bajado al jardín, a leer un poco. En eso pasó la tarde, pues Miguel durmió largo y tendido.
Ella pudo sentir a Miguel acercarse.
- “Se acabó mi tranquilidad” – Pensó.
Miguel se acercó a ella, y sin mediar palabras, la tomó del brazo y la estrechó contra él. El libro que sostenía, cayó de sus manos.
- Cariño mío. – Comenzó a besar su cuello con lujuria.
Ofelia no pudo evitar incomodarse ante ese contacto indeseado, pero no había motivos que justificaran un rechazo hacia la atención que solicitaba su marido.
- ¿Qué pasa?, ¿no me extrañaste? – La tomó de la cintura y se detuvo a observarla para detallar su reacción.
Ofelia se detuvo a pensar por un momento en cómo salir de aquello.
- No pretenderás que te lo ponga sencillo, ¿o sí?
Luego de haber dicho esto, dudó que fuera buena idea.
- Eso ya lo veremos – Miguel la levantó en brazos, y la llevó a la habitación.
Ofelia se sentía indefensa, Miguel no era el tipo de hombre con el que podías decidir. Si él necesitaba sexo, lo tomaba y punto, nada ni nadie podía detenerlo.
Ya en la habitación, Miguel la arrojó en la cama, se sacó la franelilla y el slip, arrojando ambas prendas al suelo. Su miembro estaba completamente erecto.
Ofelia lo vio desnudo, y tuvo cierto “choque visual” en ese momento.
Si bien es cierto, la única experiencia lésbica de Ofelia fue en su época universitaria, luego de eso, moldearse a un marido y a una vida conservadora no resultó difícil, encontraba formas de “escaparse” a ver mujeres y se acostumbró a eso, a verlas, luego iba con todas esas sensaciones a flor de piel y se entregaba a su marido. Para ella era funcional, cerraba sus ojos y se imaginaba esos hermosos cuerpos femeninos que tanto ansiaba poseer, y eso era mejor que ver cómo Miguel se saciaba con su cuerpo.
Ahora era distinto. Hace algunas horas, su cuerpo estuvo inmerso en caricias, besos, y sensaciones que solo una mujer sabía y podía dar. Myriam se convirtió en un “despertar sexual” que puso un estándar elevado en su cuerpo, para poder sentirse excitado.
Miguel se acercó sin vacilar, y sacó las ligeras ropas que traía Ofelia. Comenzó a lamer sus pechos y tocar su cuerpo, de manera torpe. Para Ofelia, esto era normal, pero le estaba costando encarar aquella situación.
Cerró sus ojos, respiró profundo, lo primero que vino a su mente fueron los ojos de Myriam. Se quedó en ellos, en ese brillo especial que percibía cuando la miraba, en cómo se achinaban cuando reía. Su voz, madura, sensual. Su corazón latió a toda prisa, cuando evocó el momento en que probó sus besos, cuando pudo sentir la desnudez de su cuerpo, y beber de su esencia de mujer.
Un quejido grotesco la sacó de su trance, el pensamiento le guio tan lejos de ese lugar, que no notó cuando le pasó semejante “camión” por encima. Su marido se había echado a un lado, jadeaba contento.
- Cómo chorreaste esta vez, se nota que me extrañaste – Decía, sintiéndose triunfador.
- Si supieras… – Dijo Ofelia, levantándose de inmediato para entrar a la ducha.
Miguel hizo caso omiso al comentario, y no solo por no entenderlo, él era muy básico, el típico “macho” que solo ve a la mujer como un accesorio más de la casa.
Ofelia se metió en la ducha. Su cuerpo comenzó a temblar, y las lágrimas brotaban de sus ojos de manera espontánea. A pesar de no estar mentalmente presente en aquel momento, se sentía sucia. Sin embargo, notó algo que llamó su atención, la descarga de su marido no fue tan copiosa como para haber estado tanto tiempo sin tener relaciones. Inconscientemente sonrió, porque si lo que estaba pensando era correcto, su libertad era posible.
Como buena abogada, se aseguró de protegerse, al firmar el contrato pre-nupcial, añadió una cláusula que condicionaba el adulterio durante el matrimonio. Eso le permitiría disolver la alianza bajo cualquier circunstancia, incluso la oposición de su marido. Debía compartir esto con Myriam, aunque le produjera vergüenza. Sin embargo, por ahora no podría verla. Salió de la ducha, vio a Miguel y estaba dormido, se puso un pijama y fue hacia el jardín nuevamente.
Quiso marcarle a Myriam, sus manos temblaban, estaba nerviosa. Reunió fuerzas y esperó pacientemente que ella tomara el teléfono.
- Ofelia, qué sorpresa – Al escuchar la voz de Myriam, Ofelia rompió a llorar.
- Myriam…
- ¿Te pasó algo?
- No… estoy bien. Solo quería escucharte. – Ofelia se sorprendió cuando se escuchó a sí misma decir esto.
Myriam hizo una pausa. Luego respondió.
- Aquí estoy. Dime, ¿qué tienes? – La forma en la que le hablaba Myriam, la hacía sentir bien.
- Regresó Escalona. Y tengo sospechas firmes de que está siendo infiel.
- Bien, recuerdo que mencionaste algo al respecto.
- Tenía razón, esas constantes ausencias son más que negocios, y ahorita sucedió algo que le da un peso contundente a mi sospecha.
- ¿Qué sucedió?
Ofelia dudó, pero tenía que ser honesta, y confiar en Myriam, no podía ocultarle cosas que podrían ayudarla.
- Él me tomó “a la fuerza”, y…
Myriam se alteró, Ofelia pudo notarlo en el ritmo de su respiración.
- Es por eso que lloras, no digas que no pasa nada, que estás bien, cuando no es cierto.
- Estoy bien, confía en mí. Escúchame con atención, ¿sí?
- Está bien… te escucho…
- Dejé mis pensamientos en otro sitio para soportar… cuando él terminó, entré en la ducha y noté que su eyaculación no fue abundante, y, teniendo un mes fuera, esperas que venga “lleno”.
Myriam trató de disimular su asco, pero Ofelia entendía, es más, ella misma se sentía asqueada.
- Entiendo.
- No me arrepiento de mis hijos, pero siento pesar por todo el tiempo que he estado permitiendo que ese cerdo me toque. Bueno… eso es tema de otra conversación… posiblemente no pueda hablarte o verte estos días, pero, mantente atenta, sabrás de mí.
- Descuida, trabajaré con estos nuevos datos.
- Una cosa más.
- Dime.
- Egli non poteva cancellarti dal mio corpo, io sono tua.
- ¿Qué?
Ofelia terminó la llamada, no pudo evitar reírse por la reacción de Myriam. Sintió algo de regocijo por la forma en que se dio la conversación, podía percibir como Myriam evitaba involucrarse, a pesar de esos impulsos evidentes de querer partirle la cara a Miguel.
Continúa…