Mi vida después de ti (3)
Capitulo iii - primera parte
CAPITULO III – Señora de día… (primera parte)
La luz del alba apartó a Ofelia del cobijo de Morfeo, al darse la vuelta, sus ojos se extraviaron en la espalda descubierta de Myriam, aún dormida. Contempló cada porción de piel descubierta, sentía deseos de despertarla y reanudar su desenfreno sexual, pero antes de poder entrar en contacto con su tersa piel, su teléfono comenzó a sonar. Salió a toda velocidad y contestó fuera de la habitación. Era su marido.
- Cariño, ¿cómo estás? – Pudo escuchar Ofelia.
- Bien, estaba por empezar a ejercitarme. – Respondió Ofelia, lo más natural que pudo.
- Acabo de llegar al aeropuerto, en un par de horas estaré en casa, espero verte al llegar.
- Descuida, ahí estaré.
La llamada terminó. Ofelia vio cómo esa sensación de libertad y felicidad se diluían, conforme pasaban los segundos.
De inmediato llamó a Lucas y le pidió que pasara por ella. Se dio un baño rápido, se vistió con un atuendo deportivo y le dejó una nota a Myriam, junto a las llaves de la casucha. Lucas estuvo puntual en la entrada. Ofelia miró por última vez a Myriam y salió a toda prisa.
- Buenos días, Lucas.
- Buenos días, Sra. Ofelia. – Decía el joven, poniendo en marcha el motor.
- ¿Hasta cuándo me dices “señora”?, ya hemos hablado de esto, solo dime Ofelia.
- La costumbre, la costumbre. – Sonreía apenado.
- En fin. ¿Desayunaste?, Escalona no me dio chance ni de tomar café.
- Soraya me dio desayuno, es una chica muy atenta.
- Vaya, vaya. – Ofelia miraba con picardía.
- Ni hablar, no tengo tanta suerte, se va a casar con un hombre en dos semanas, pero está enamorada de una mujer, doble puñalada.
- Pobre chiquilla, va a terminar pareciéndose a mí en algunos años.
- ¿Pobre?, pobre de mí, no hay mujeres heterosexuales en 10 kilómetros a la redonda. – Suspiró derrotado.
- Tengo que conseguirte una novia – Ofelia sonreía. – Llévame al café donde venden esos muffins de chocolate que tanto me encantan, pides lo de siempre para llevar, y algo para ti. Quiero llegar antes que él, no quiero que se ponga ridículo tan temprano.
Lucas obedeció, se dirigió al lugar que solicitó Ofelia, le pidió un “Corretto”, un par de muffins de chocolate, y para él, pidió un capuccino.
Una vez dentro de la camioneta, Ofelia respiró aliviada, para ella es imposible empezar el día sin su café.
Pocos minutos después, estaban en la casa. Ofelia respiró profundo, y abrió la puerta de la camioneta.
- Pequeño, tómate el día, descansa bien. Lo más probable es que hoy no salga, o de hacerlo, sea con él.
- Igual estaré pendiente por si me necesita.
- Gracias, Lucas. Aprecio tu incondicionalidad. Recuérdame doblar tu paga este mes. – Bajó riendo de la camioneta.
Entró lentamente a la casa. En realidad era una lujosa mansión, temática blanca, detalles en mármol, pisos de granito. Lujo hacia donde voltearas.
Ofelia se sentó en el recibidor, decidió llamar a su padre, sus hijos habían ido a pasar unas semanas con él, aprovechando las vacaciones escolares.
- Caro padre, ¿come stai e i bambini?
- Tesoro, sono felice di sentirti. I bambini stanno bene. ¿Ti piacerebbe a casa?
- Presto, papà. Miguel è arrivato oggi, forse andremo a vederti questo fine settimana.
- Aspetterò pacientemente. Ti amo, mia ragazza.
- Ti amo, papà. Voglio parlare ai miei bambini.
- Resisti.
Tras una breve pausa, Ofelia pudo escuchar a sus retoños.
- ¡Mami! – Sonaban eufóricos.
- Mis pilluelos, ¿cómo se portan con el abuelo? – Escuchar la voz de sus hijos, la reconfortaba.
- No entendemos mucho cuando habla, pero el abuelo es divertido. – Decía Pierina.
- Recuerden practicar, el abuelo es muy arraigado a su idioma, para él, es parte de su identidad. Esfuércense un poco.
- ¿Y papá? – Preguntó Giovanni.
- Llegó esta mañana, lo estoy esperando aquí en casa. El sábado iremos a ver al abuelo, y si quieren, pueden volver con nosotros o quedarse una semana más, les permito escoger.
- ¡Queremos estar con el abuelo! – Dijeron al unísono.
- Está bien. Le diré a papá cuando llegue lo que conversamos. Los dejo para que sigan jugando con el abuelo, no lo agiten mucho, pórtense bien. Mami los ama.
- Te amamos, mami.
Ofelia finalizó la llamada. La invadió una sensación de ansiedad, por primera vez en mucho tiempo, la idea de estar sola con su marido le incomodaba. Pero, ¿por qué? Algunos años atrás, posiblemente lo habría deseado, pero en este momento, lo que sentía era distinto.
Por un momento, se detuvo a pensar en su encuentro con Myriam, recordaba con detalle todo lo sucedido. Sus besos, sus caricias, ese cuerpo tan seductor, el intenso placer que le producía. Pronto, se descubrió a sí misma en un estado de excitación tremendo, su sexo estaba húmedo. Se puso algo inquieta, temía ser descubierta por Miguel en ese estado. Lamentablemente para ella, justo en ese momento, su marido estaba entrando a la casa.
Ofelia sintió una sensación de vacío en el epigastrio, un poco de temor, y una pizca de desencanto. A pesar de todo, los años la habían convertido en toda una experta en el arte del engaño. Se acercó a él, y lo abrazó.
Miguel, algo agotado por el viaje, no reaccionó muy viril. Ofelia agradeció internamente su inapetencia.
El hombre dejó la maleta en el recibidor, y sin dejar de sostener a Ofelia, se dirigió a la sala, y ocupó su sillón de cuero. Sentó a Ofelia en sus piernas y se reclinó, cerrando sus ojos.
Miguel no era precisamente el tipo más atractivo, era 10 años mayor que Ofelia, de abundante cabello oscuro, con pocas canas, pese a su edad. Un cuerpo promedio, con algo de “panza”. Cejas rectas, ojos marrones, caídos y pequeños. Labios pequeños y rectos.
- ¿Cómo te fue? – Preguntaba Ofelia, evitando algún movimiento que incitara a la bestia a empalarla.
- Fue agotador, esos bastardos dieron muchas vueltas para cerrar el negocio, pero al final lo conseguí.
- Sabía que lo lograrías.
- ¿Qué hiciste en mi ausencia?
- Me dediqué de lleno al bufete, los niños están con papá, así que aproveché para adelantar cosas que tenía pendientes. Le avisé de tu llegada a papá, Gio preguntó por ti, también les dije a ellos que llegaste hoy. Les dije además que el fin de semana iríamos a verlos, aún no quieren volver, están a gusto con su abuelo.
- Suena bien. Entonces estos dos días podremos recuperar tiempo y compartir.
Ofelia sabía por dónde venía la cosa, y nada. Tenía que cumplir como mujer.
- ¿Qué planes tienes? – Preguntó Ofelia, con curiosidad.
- Hoy me gustaría descansar, dormir mucho. Mañana podríamos comer fuera, ir a bailar, luego retozar un poco, te he extrañado. – Miguel tomó a Ofelia del cuello y le dio un profundo beso, y a ella no le quedó más remedio que corresponderle.
Ofelia sintió asco. – “¿Qué me ocurre?” – Pensó.
- Me daré un baño. Tengo apetito, ¿me prepararías algo de comer?
- Con gusto. – Ofelia caminó en dirección a la cocina, con algo de prisa.
En ese momento, Myriam despertaba algo confundida al verse sola. Buscó por toda la casa a Ofelia, hasta que regresó a la habitación y se sentó en la cama, vio hacia la mesita de noche y notó una hoja de papel, pisada con una llave. Se acercó y la tomó, era una nota de Ofelia:
“Perdona que deba irme de esta forma. Miguel llegó hace un momento de viaje, debo ir con él. No te vayas sin comer. Cuando salgas, cierra con llave. Consérvala, volverás a estar aquí, antes de lo que piensas, no he terminado contigo, no después de lo que me hiciste sentir. Tendrás noticias mías. P.D: ponle empeño a la investigación, hoy más que nunca, deseo ser libre. O.D.M.”
Myriam sonrió, se dejó caer sobre la cama. No podía creer lo que estaba sucediendo. Sin embargo, intentó mantenerse serena, racional.
Se dio un buen baño, preparó un poco de café, y lo acompañó con galletas. Al salir, hizo lo que le pidió Ofelia, pasó llave, y se llevó más que eso, aquella nota que le dejó, cual quinceañera enamorada.
Myriam puso en marcha su Mustang, mientas rodaba, le marcó a Soraya, temía que estuviera molesta.
- Hola, pequeña. – Dijo temerosa.
- Ven a mi casa, ¡AHORA! Quiero detalles. Y luego vamos a tu apartamento, necesito recoger mi carro.
- ¿Estás bien?
- Sí, Lucas me trajo sana y salva. Por suerte, Eduardo no estaba aquí.
- En unos minutos estaré por allá, alístate para recogerte, hablamos de camino a mi apartamento.
- Me parece bien.
En aproximadamente 40 minutos, Myriam estaba frente a la casa de Soraya. Ésta salió a toda prisa, abordó el vehículo y se pusieron en marcha.
- Dime que te acostaste con ella.
- Sí, pasó.
- Quiero detalles, ¿cómo fue?
Myriam contó a Soraya lo ocurrido esa noche, tratando de evitar ser explicita, por respeto a Ofelia.
- Increíble, ¿quién lo iba a decir?
- Eso no volverá a suceder.
- ¿Qué? ¡Estás loca!
- Vamos, es una mujer casada, no es correcto.
- No me vengas con esos cuentos puritanos, antes lo has hecho.
- Sí, pero ella es diferente. No quiero perjudicarla.
- Veo que te gusta en serio, para decir esas cosas.
- No sé, simplemente no quiero hacer algo que la ponga en apuros.
- ¿Y si te llama? ¿La vas a rechazar?
- Lo dudo, no es cosa sencilla resistirse a esa mujer.
- Te dio en el centro – Soraya se reía.
- Regodéate, con confianza.
- En serio, mira, estás roja.
- ¿Cómo no estarlo? Me estás bombardeando.
Soraya reía sin parar. Unos metros más adelante, estaba el apartamento de Myriam.
- Te dejo aquí para que recuperes el carro. Iré a un par de sitios que tengo programado para investigar.
- ¿Quieres que te ayude?
- ¿A fastidiarme todo el camino haciendo conjeturas sin sentido?
- No, en serio, tengo mis contactos, podrían ser útiles.
- Pensándolo bien, hay algo con lo que podrías ayudar. ¿Me puedes dar el número de Eva?
- ¿Para qué?
- Necesito preguntarle si podría ayudarme a rastrear unos movimientos de unas cuentas, tengo dudas sobre algo y ella maneja esos temas.
- Puedo llevarte con ella, será mejor si lo hablamos personalmente, te lo puedo asegurar.
- Bueno. Espérame aquí mientras busco los papeles.
- Myriam subió a toda velocidad a su apartamento, tomó los papeles, y regresó al vehículo.
Se pusieron en marcha, Myriam pudo observar nerviosismo en el rostro de Soraya. ¿Qué cosas le depararían este encuentro?
Continúa…