Mi vida después de ti (24)

CAPITULO XXIV – En la boca del lobo.

CAPITULO XXIV – En la boca del lobo.

Faltaban tres días para el viaje a Toscana. Myriam y Ofelia tenían todo listo. Ese día, Myriam fue a la oficina de Eva, quien le avisó que tenía información relacionada con el abogado de Alejandra. Al llegar, se sorprendió un poco al ver a Eva, su semblante era distinto, algo endurecido, no sonreía, y su mirada no tenía ese brillo especial que solía destacar el castaño de sus ojos.

-          Mira esto, no me lo esperaba. – Eva dio los documentos a Myriam. – Todo lo que conseguimos con ayuda de Victoria, resultó ser una olla podrida de dimensiones macabras. Hay muchos empresarios y gente de poder metida en todo esto. Vi el nombre de mi hermano por ahí, pero él ahorita está cumpliendo sentencia en España. Mi padre se negó a la extradición. Quién lo diría…

-          Entonces tienes más dinero de lo que aparentas. – Myriam bromeaba con Eva.

-          Porque solo tomo lo que necesito para vivir bien, no me gusta lo ostentoso, a menos que se trate de dulces…

-          Buena forma de vivir. – Añadió Myriam.

Eva comenzó a caminar de un lado a otro, rascaba su cabeza y miraba hacia el suelo.

-          Bien, si usamos esto, podríamos peligrar, pero…

-          No podemos solo quedarnos así, entiendo. Mira lo que tengo, creo que contrasta con lo que ustedes encontraron. – Myriam cedió su información a Eva.

Eva escudriño los documentos, se detuvo por un momento.

-          Tienes buenas fuentes, lo tomaré en cuenta cuando necesite tus servicios.

-          Vamos, solo tuviste que chasquear los dedos y mira lo que tu equipo hizo por ti, no me necesitas.

-          No de esa forma, pero, sí como amiga. Es impresionante lo que eres capaz de lograr por quien consideras familia. – Eva dio unas palmaditas en el hombro a Myriam.

-          Eso siempre será así. No lo dudes…

-          Creo que podríamos chantajear al abogado con esto, a cambio de mantenerlas alejadas de todo este lío. Arriesgarlo todo, caiga quien caiga. Dudo que quiera poner en riesgo a su familia.

-          ¿Hablas de decirle que sabemos todo?, Eva, ¡eso es suicidio!

-          No del todo. Él da por sentado que su familia está a salvo, y que ellos van a protegerlo.

-          Lo harán. – Myriam insistía. – Si nos acercamos a él, irá de inmediato con quien sea que lo esté apadrinando. Anda muy tranquilo, dudo que tema por algo.

-          ¿Y si no?

-          Eso lo convertiría en un cabo suelto.

-          Pues, bien, si ellos no saben que sabemos, pero él sabe o sospecha que sabemos, eso lo convierte en nuestro cabo suelto. Suena como trabalenguas. – Eva sonrió modestamente. – Él sabe demasiado, dudo que viva mucho. No te extrañe si lo matan también.

-          ¿También? – Myriam no captaba del todo.

-          Mataron a Juan, y al primo de Alejandra. El otro sujeto, no sé. Salió en las noticias, según Martina. Ella me contó eso esta mañana mientras traía mi merienda.

-          Esto se va a poner feo. Voy a tener que meterme en la boca del lobo.

-          Podrías peligrar, dudo que Ofelia quiera eso.

-          Hasta que no tenga seguro que ella o los niños están fuera de peligro, no podré desligarme de esto. Hablaré con Maigualida.

-          Mantenme al tanto, y, por favor. No hagas nada estúpido.

-          Estaré bien. Sé pasar desapercibida.

Myriam salió del edificio, se comunicó con Maigualida mientras se dirigía a la casa de Ofelia.

-          Dame garantías. Me preocupa el abogado.

-          Relajada, que lo que hicimos terminó favoreciéndonos. Nosotras nos encargamos de su “problema”, y ellos muestran su gratitud. Solo debemos mantener la distancia de esos temas, y todo estará bien.

-          Ese es el problema, no quiero sentirme atada a sus condiciones.

-          Si lo que te preocupa es Ofelia, no la van a tocar, no tienen motivos… era el marido quien la quería muerta, y las razones ya quedaron claras… y aunque los grandes tuvieran motivos, dudo que movieran un solo dedo. El “papi” de Ofelia es un hombre muy temido, te aseguro que si él fuera sabido todo esto hace dos años, Escalona habría muerto mucho antes. No conoces al viejo Don Piero.

-          Digamos que empezamos con el pie izquierdo.

-          Entonces sigues viva por Ofelia. – Maigualida estalló en carcajadas. – Ese viejo adora a su hija, mataría por ella.

Esto último dejó pensativa a Myriam.

-          Bien. Tendré en cuenta eso.

-          Te sugiero un bajo perfil ahorita, será bueno esperar que se calmen las aguas, yo saldré de la ciudad, nada fuera de lo normal, sabes cómo es esto cuando empiezan a buscar desaparecidos.

-          Mantenme informada.

-          Seguro.

Myriam finalizó la llamada.

Una vez en casa de Ofelia, conversó con ella sobre lo ocurrido.

-          Lo cierto del caso es que Maigualida está tranquila, si ella lo está, es por algo.

-          ¿Qué crees que debamos hacer? – Ofelia estaba preocupada.

-          Me encargaré de esto.

Myriam se levantó y salió intempestivamente de la casa. Su instinto martillaba incesantemente su cabeza, sentía que algo estaba fuera de sitio, todo parecía estar demasiado tranquilo, y no era de su agrado.

Detuvo un taxi, y pidió ser llevada al sur de la ciudad. En la medida en que se iba acercando, recuerdos venían a su mente. Fueron muchos los operativos, extorsión y cosas deshonrosas que hizo en esos lugares. No era mejor que Maigualida, en ese sentido.

El taxista la dejó a un par de cuadras del lugar que solicitó, por lo peligroso que era.

Ella conocía la zona, no le quitaba el sueño, tener su arma era todo lo que importaba.

Caminó por aquellas calles sucias, se desvió por la primera vereda a su derecha y comenzó a subir por unas escaleras de construcción improvisada. Hacia ambos extremos de las escaleras había canaletas llenas de basura, con agua estancada, y las casas estaban muy juntas una de otra, edificadas verticalmente, sin precisión arquitectónica.

Al final de las escaleras, se dividía el sendero en direcciones opuestas. Al medio había una pequeña casa, podía escucharse un sonido estridente, música colombiana. Myriam tocó la puerta. Salió un hombre con un arma larga, quien al verla, se sorprendió.

-          Cuando los muertos salen de la tumba. – El hombre dio un abrazo a Myriam.

-          ¿Todo bien? ¿Cómo se portan?

-          Todo bello, todo legal. Pero, ya sabes, siempre activos.

-          ¿Dónde está ella?

-          Anda en lo suyo, ya viene. ¿Quieres una fría?

-          Sabes que sí.

El hombre se sentó junto a ella, le dio una cerveza, y la acompañó en silencio. No tenía permitido hablar más de lo necesario con Myriam, todo por instrucciones de la mujer que en ese instante salía de una de las habitaciones de la pequeña casa. Algo sudorosa, y despeinada.

-          ¡Qué sorpresa! – La mujer saltó a los brazos de Myriam.

-          Negrita, qué bueno verte. – Myriam fue cariñosa con la mujer.

-          Supe lo tuyo, dime a quién le cargamos la cuenta.

-          Tranquila, que esa ya está enterrada. Pero sí que necesito de tu ayuda en este momento.

-          Sabes que te debo la vida, lo que me pidas lo tendrás.

FLASHBACK

Una fría noche de diciembre, hace 15 años, en el punto álgido de la carrera de Myriam, hubo un operativo policial en uno de los sectores más peligrosos de la zona sur de la ciudad.

Myriam estaba al mando, tenían información sobre una banda que operaba en la zona, traficantes de armas, a cuya cuenta había incontables vidas de compañeros policías caídos en combate.

Coordinó el desplazamiento de los equipos, en grupos de cuatro oficiales. Ella lideró el primer equipo, Maigualida  y Alejandra lideraban cada una un equipo, y un elemento masculino tenía control del último grupo. Cada uno se haría con el control de una vereda.

Fueron recibidos con fuertes disparos, pero Myriam sorteó con gran habilidad cada obstáculo. Entraron en una casa que estaba al final de las escaleras, luego de arrojar una granada aturdidora. Neutralizaron a los hombres dentro de la casa, solo dos se rindieron ante los oficiales.

Myriam inspeccionaba la casa. Escuchó un ruido, decidió investigar. Escudriñó en busca del origen de lo que parecían ser sollozos, sin alertar a su grupo. Cuando lo halló, vio que se trataba de una joven muchacha, que a duras penas tendría entre 17 o 19 años. Morena, tan alta como Myriam, de cuerpo grueso, no obeso, más bien, con la carne donde debería estar, muy sexual para su edad. Estaba mal herida, y sostenía temblorosa un revólver.

Myriam le quitó el revólver, y comenzó q examinarla. Se sorprendió al escuchar a la niña dirigirse a ella con total confianza.

-          Te ofrezco mi lealtad absoluta e incondicional, te pido a cambio mi libertad.

Myriam continuó revisándola, luego se detuvo.

-          ¿Qué clase de lealtad?

-          La que pague mi vida. Y por mi vida pago lo que sea.

-          Dime tu nombre.

-          Raquel Gutiérrez.

Myriam tomó el arma de la chica y la guardó bajo su chaleco. Hizo un torniquete en su pierna y la ayudó a salir por una ventana que daba hacia una vereda contigua.

Aquella niña cumplió su promesa, fue la mano no visible que siempre protegió a Myriam de todo al entrar en esas zonas conflictivas, y siempre le ayudó con algunos casos, a conveniencia mutua.

FIN DEL FLASHBACK.

-          Bien, mira todo esto. Necesito que averigües si este tipo podría ser una amenaza para los Di Medici, o para mí. Cualquiera que consideres un cabo suelto, llénalo de plomo. A este en especial, sácale el jugo, todo lo que sepa, y luego mátalo. Que parezca un robo, o lo que quieras. Ponte creativa. Él está relacionado con quienes me querían muerta. – Myriam mostraba algunos documentos a Raquel.

-          Considéralo muerto solo por eso. El resto será como el juguete de la cajita feliz, "regalito".

-          Si necesitas algo, no dudes en buscarme, aunque ya no estoy en el cuerpo, tengo mis contactos.

-          Por ahora, todo anda bien, el reino está en paz.

-          Me alegra escucharlo.

Myriam terminó su cerveza y salió del lugar. Tomó vías alternas para salir de la zona y no regresó directamente con Ofelia.

Raquel se había convertido en dueña y señora de la zona, a fuerza de hacer las cosas con astucia. Convencer a Myriam aquella vez, sería una de esas cosas, para ambas fue un negocio justo que en el tiempo habría dado buenos frutos.

Myriam volvió a casa de Ofelia bien entrada la noche. Ofelia estaba muy molesta.

-          ¿Dónde estabas?

Ofelia no era mujer de reclamos y berrinches, su frialdad hacía el trabajo sucio por ella.

-          Resolviendo un par de cosas en relación a esto. Pronto acabará, lo prometo.

Ofelia no respondió. Subió a la habitación y se acostó. Myriam se sintió extraña, la frialdad de Ofelia dolía, robaba el aire. Esa noche se mantuvo despierta, en la sala. No sabía qué debía hacer, prefirió no tentar su suerte.

Aproximadamente a las dos de la mañana, Ofelia despertó abrazando. Al no sentir a Myriam, espabiló sobresaltada. Se colocó una bata y bajó. Myriam se había quedado dormida, sentada en el sofá. Verla así, despertó ternura en ella. Se acercó y se sentó a horcajadas sobre ella. Tomó su rostro entre ambas manos y besó su frente.

-          Despierta. ¡Andiamo!. – Susurró cerca de su oído.

Myriam despertó algo inquieta, tomando su arma, la cual reposaba junto a ella.

Ofelia la miraba preocupada. Myriam lucía nerviosa.

-          ¿Sabes que si te pasa algo me muero? – Dijo Ofelia, estrechándola contra su pecho.

Myriam comenzó a llorar, Ofelia la hacía sentir vulnerable, se había convertido en aire para ella.

-          No quiero que les pase nada, no estaré tranquila hasta que esto acabe. Necesito que confíes en mí.

-          Necesito que no vuelvas a salir como lo hiciste y que, al igual que me pides que confíe, hagas lo mismo conmigo.

-          Perdóname. Me desesperé.

-          ¿Dónde estuviste?

-          Fui al sur, a visitar a una vieja socia. Hace años salvé su trasero y ella a cambio me ofreció su lealtad. Es la única que puede ayudarme con esto, mataría por mí si se lo pido.

-          Yo también lo haría. – Ofelia se mostró algo celosa con el comentario de Myriam.

-          ¿Celosa? – Myriam buscó la mirada de Ofelia.

-          ¿Debería? – Dijo Ofelia, hincándose aún más sobre Myriam.

-          No, las mujeres no son lo suyo, le gustan los hombres, y mucho. Cuando llegué, andaba en esas. – Myriam reía.

-          No me fío, cualquier mujer caería a tus pies si tan solo la tocaras como me tocas a mí.

-          Precisamente, te toco como te toco porque es tu cuerpo el que despierta este deseo en mí, eres tú quien me enloquece. Cualquier mujer no hace eso, solo tú. Mi vida después de ti es otra, tan distinta a lo que alguna vez creí que sería… – Myriam la abrazó con toda la fuerza que tenía. Ofelia dejó escapar un suspiro.

La mañana las sorprendió dormidas en el sofá, abrazadas, una frente a la otra. Al despertar, sonreían, no dejaban de mirarse a los ojos. La intensidad de sus sentimientos desbordaba sus cuerpos, la piel se erizaba al contacto de una con la otra. Toda una experiencia, jamás vivida por alguna de ellas hasta su encuentro.

El momento fue interrumpido por el sonido del teléfono de la casa, Ofelia pensó que podían ser los niños. Se levantó de inmediato y fue a contestar.

-          Mami, mami…  – Gio sonaba alterado.

-          Hijo, ¿Qué pasó?

-          Abuelito se siente mal. Está acostado.

Ofelia sintió un vacío atrapar su estómago, esperaba cualquier cosa menos eso.

-          Voy para allá. Cuida a tu hermana.

Al finalizar la llamada, subió a toda prisa para darse un baño y arreglarse, Myriam fue tras ella.

-          ¿Qué pasó?

-          Mi papá, Gio dice que se siente mal, que está acostado. No es habitual en él.

-          Voy contigo.

-          Gracias, mi amor.

Ambas se alistaron lo más rápido que pudieron, Lucas aún dormía, así que tomaron la camioneta y fueron rápidamente a la casa paterna de Ofelia.

Si la casa de Ofelia era impresionante, la de su padre se llevaba los honores, ocupaba caso toda la cuadra, pero, era más jardín que casa en sí. Tenía fuentes ornamentales, pequeños pozos artificiales, árboles frondosos, y grama perfectamente podada, provocaba revolcarse en ella de solo verla.

Cuando entraron, los niños corrieron hacia las mujeres. Ambas fueron recibidas con mucho afecto.

-          Quédense con Myriam, iré a ver al abuelo.

Myriam llevó los niños al patio, y se quedó jugando con ellos un buen rato. Hicieron correr a Myriam por todo el jardín, y vaya que era grande.

Pierina era muy perspicaz. En un instante en el cual su hermano fue a buscar agua, la bombardeó con preguntas.

-          Tú quieres mucho a mi mami, ¿verdad?

-          Muchísimo, al igual que ustedes.

-          Pero, la quieres como papi.

Myriam quedó “fuera de base”, pero, aprovechó la ocasión para sembrar en Pierina.

-          No. Más, muchísimo más.

-          Entonces, ¿mami no estará triste nunca más?

-          No, y si sucede, patea mi trasero hasta que te canses. – Myriam le sonrió.

La niña pensó por un par de minutos, luego vio a Myriam, puso su manita en su mejilla, y luego la abrazó.

Myriam se sintió diminuta, correspondió el abrazo de la niña con mucha ternura. Ofelia venía saliendo de la casa, visiblemente ofuscada. Al ver la escena, tapó su boca con ambas manos, y su expresión cambió. Le hacía señas a Myriam a lo lejos, tratando de indagar sobre aquello.

Myriam levantó a Pierina en brazos y caminó hacia Ofelia.

-          ¿Por qué venías con esa cara? ¿Pasó algo? – Preguntó Myriam.

-          Hablamos en la casa. Hija, ve a ayudar a tu hermano a recoger las cosas, hoy vuelven a casa con mami.

-          ¡Yupi! – Dijo la pequeña, mientras Myriam la dejaba en el suelo y la veía correr hacia la casa.

Ofelia restregaba sus manos contra su rostro. Estaba roja, se notaba que estaba conteniendo mucha ira. Myriam respetó su deseo y no insistió. Cuando vio a los niños salir con sus bolsos, fue a toda prisa a ayudarlos, ambos caminaban a los lados de Myriam, y Ofelia no salía de su asombro con todo aquello.

-          Se llevan bien con Myriam, por lo que veo. – Les dijo Ofelia.

-          Es genial para jugar, siempre nos divertimos. – Dijo Gio.

-          Es mi monstruo favorito. – Soltó Pierina.

Ofelia sonreía, era demasiada la dicha que le proporcionaba la idea de que sus hijos la quisieran.

Durante el trayecto a la casa, los niños estuvieron parlanchines, no dejaban de preguntar mil y un cosas a Myriam, su edad, su color favorito, postre, animal. Parecía un interrogatorio policial. Ella atendía a cada una de sus demandas con una gran sonrisa. Ofelia estaba reclinada en su asiento, hacia un lado, para verlos a los tres compartir.

Cuando llegaron a la casa, Ofelia pidió a los niños arreglar su ropa y juguetes para luego tomar una ducha. Fue a la cocina con Myriam para preparar el almuerzo.

-          Amore, descubrí quién saboteó el carro de Escalona. – Ofelia se veía preocupada.

-          ¿Quién lo hizo? – Myriam preguntó por educación, suponía quién había sido.

-          Papá. – Lágrimas brotaron de sus ojos. – Dijo que lo hizo porque él me golpeó. Me pareció absurdo, la cantidad de veces que le hice saber que mi vida era un infierno no hizo algo, me parece más una excusa que un intento por defender mi honor. Por su negligencia casi te pierdo.

-          No, casi te mata, que no es lo mismo. Esto es malo.

-          Sí, pensarán que fui yo. Eso si se llega a saber. Está en las últimas y quería “sincerarse” por si moría. No sé hasta cuándo va a intervenir en mi vida. Le dije que me llevaba a mis hijos, que no los vería más, y que no se metiera más en mi vida, que bastante daño había hecho. ¿Cómo crees que se sentirían los niños si se enteran de eso?

-          Es fuerte, nada fácil.

-          No solo eso, mi amor… ni yo, teniendo todos los motivos del mundo porque él trató de matarme, habría atentado en su contra. Es el padre de mis hijos, quitarles a su padre sería sucio, egoísta. Mis problemas eran con él, ellos no son parte de esas cosas. Él y yo siempre tuvimos eso, creo que lo único que rescataría. Podíamos estar mal, pero para los niños hacíamos todo por que estuvieran felices.

-          Es el deber ser. Los niños son frágiles, necesitan todo el amor y la atención que uno les pueda brindar.

-          Ternurita. – Ofelia besó tiernamente a Myriam.

Ofelia terminó de preparar las cosas del almuerzo, mientras esperaba la cocción, preparó café.

-          Ahora debo buscar una persona que esté con ellos aquí en la casa, aparte de Lucas. Él será quien los lleve al colegio y los traiga, pero, en la tarde, necesito a alguien. Isabel estudia, no puedo decirle… no quiero amarrar a Lucas.

En ese momento, él venía entrando. Se asomó a la cocina, siguiendo el aroma de la salsa bolognesa.

-          ¿Lucas José, dónde estabas metido? – Ofelia hablaba con seriedad.

-          Estaba en el taller, viendo el Mustang. Supuse que salieron y Martha me llevó. Acaba de dejarme en la entrada. – El muchacho estaba rojo cual tomate.

-          Tengo que comprar un carro que pueda manejar y dejarte la camioneta… aunque igual me llevarás a donde te pida. – Decía Ofelia, mientras servía café para los tres.

-          Con todo gusto. – Respondió alegre.

-          Los niños están en casa, te los encargo mientras estamos de viaje, Martha podrá quedarse contigo si es el caso, pero, ojo con los niños, cierren la puerta. – Ofelia reía. – Si en algún momento necesitas salir o vas a verte con Martha, arregla con Isabel.

-          Estaremos bien, confíe en mí.

-          No dejes de escribir por lo más mínimo.

-          Nunca los has dejado así, ¿verdad? – Preguntó Myriam.

-          No, me produce algo de ansiedad, no es igual cuando los dejaba con papá, que los tengo ahí.

-          La próxima vez nos los llevamos. – Dijo Myriam.

Ofelia volteó a verla, la expresión de su rostro era de alegría, se levantó y la abrazó.

-          Ya vengo. Sacaré el arma de la casa.

-          Espera. – Ofelia la detuvo.

Subieron a la habitación, Ofelia le mostró a Myriam una pequeña caja fuerte tras un espejo dentro del baño, le dio la combinación y permitió que la guardara ahí, mientras el Mustang salía del taller.

Esa tarde se reunieron a comer en familia, Ofelia trataba de aprovechar al máximo esos minutos de paz que tenía junto a Myriam, siempre recordando que estuvo a punto de perderla. El estado de su padre la preocupaba, pero su enojo pesaba más en ese momento.

¿Qué pasará con el padre de Ofelia?

Continúa...