Mi vida después de ti (23)

CAPITULO XXIII – De paseo.

CAPITULO XXIII – De paseo.

El gran día llegó, el grupo despertó temprano para prepararlo todo. Martha, Mía y Soraya se quedaron esa noche en casa de Ofelia, para salir todos juntos.

Myriam y Lucas subían las cosas a la camioneta, una cava bien cargada de hielo con todas las bebidas, Soraya ayudaba a Ofelia a guardar la comida, mientras Martha y Mía se encargaban de los accesorios, juguetes de playa, bronceador, bloqueador, y algunos elementos de primeros auxilios, por prevención.

Cuando todo estuvo listo, abordaron la camioneta y partieron rumbo a la playa.

El trayecto fue animado, Lucas puso en el reproductor algo de música variada, tratando de complacer los gustos de cada una de las mujeres. Desde salsa, hasta música dance, pasando por reguetón, merengue, entre otros. El trayecto fue bastante animado.

Al llegar, todos estaban contentos. Lucas se estacionó en un área de la playa donde puedes mantener el vehículo cerca. Sacaron las sillas, los parasoles, dejaron sonar la música y comenzó la diversión.

Por estar distraídos, no notaron que cerca de ellos estaba María Fernanda, con Helena y Dayana. Ambas la rodeaban. Estaban bebiendo. Dayana notó la presencia del grupo, y se sintió disgustada.

- Ni aquí podemos tener paz.

María Fernanda volteó a ver, notó que Eva no estaba con ellos.

- Debe ser una coincidencia. No creo que sea premeditado. – Respondió María Fernanda.

El grupo grande, ya instalado, comenzó con los juegos y las bromas. Hicieron un semicírculo con las sillas y dejaron algunas toallas estiradas en la arena para broncearse. Ofelia, quien lucía un hermoso conjunto de dos piezas con estampado en varios tonos de azul, le pedía a Myriam que colocara bronceador en su espalda, fue de las primeras en aprovechar las primeras horas de sol. Myriam prefirió usar bloqueador, su piel era muy sensible y se insolaba con facilidad.

Soraya notó la presencia de María Fernanda accidentalmente, por estar jugueteando con Mía. Ambas hicieron contacto visual, pero no por mucho. Lucas sirvió tragos para las mujeres. Se sentía como un rey.

Un rato después, el grupo completo decidió darse el primer chapuzón, llevaron con ellos una pelota inflable y comenzaron a volear en el agua. De vez en cuando surgían situaciones coquetas entre las parejas, besos, toqueteos, entre otras situaciones que divertían al resto.

Myriam y Ofelia salieron del agua juntas, cuando vieron a María Fernanda, se acercaron a saludarla.

- Ternurita – Decía Ofelia – ¿Cómo has estado?

María Fernanda correspondió sus afectos, saludó a ambas mujeres con sincero cariño. Se sentaron junto a ella en la arena, mientras María Fernanda presentaba a sus amigas.

- Ella es mi mejor amiga y ella, su novia, casualmente la mejor amiga de Eva.

- Ni lo digas, después de lo que hizo, no la quiero ver.

- Perdona que te contradiga, pero, eso no es lo que hace un amigo. – Dijo Ofelia.

Dayana la miró, con algo de confusión.

- Eva es mi amiga, mi mujer es la mejor amiga de Soraya, quien también es mi amiga, pero, María Fernanda también es nuestra amiga, y aquí estamos, un poco con todas.

- Pero, lo que hizo no estuvo bien. Y esa…

- Oye, cuidado con lo que dices. – Dijo Myriam, previendo que Dayana diría algo contra Soraya. – Ellas son adultas, sabían que lo que hacían estaba mal y traería consecuencias. En situaciones así, es cuando menos das la espalda. No defiendo a Soraya, menos a Eva, pero no las abandono. Estoy segura que ambas aprendieron la lección. Soraya trata de seguir adelante y Eva igual. No podemos hacer leña del árbol caído, ni parcializarnos, porque al final del día, cuando tus amigos toman decisiones, hacen todo menos lo que tú les aconsejaste, porque es su vida. Eva no es mala, solo es pendeja.

- No podemos juzgar a nuestros amigos, no es sano. – Dijo Ofelia.

- Pero… tanto que pasamos por culpa de Ángela y Soraya, para que al final terminara cayendo igual.

- Te puedo asegurar que la cosa no fue así. – Dijo Myriam.

- Y entonces, ¿cómo fue? – Preguntó Dayana.

- Ella solo trató de evitar que Eva cayera en el juego de esa muchacha, pero Soraya tiene poco tacto para hacer las cosas. Bastante hablé con ella, hasta el cansancio… pero pasa lo que te digo, cada quien toma sus decisiones.

- O sea, que lo que escuché aquella vez era cierto, Soraya quería decirle a Eva que Ángela mintió. – Intervino Helena.

- Soraya se sinceró con Eva y dirimieron sus diferencias, claro, eso terminó relajándolas en otras áreas en las cuales se supone que no debían caer.

- Y yo la empujé a eso, comportándome como lo hice. – María Fernanda lloraba.

Ofelia la abrazó. Trataba de consolarla.

Soraya vio la situación a lo lejos, decidió acercarse.

Sentía miedo, sabía que Dayana la odiaba, pero necesitaba hablar con María Fernanda.

Cuando el grupo la vio, las reacciones fueron disímiles.

- María Fernanda, ¿me permites un momento?

- Ella no tiene nada qué hablar contigo. – Saltó Dayana, hecha una fiera.

María Fernanda se levantó, trastabilló un poco, había bebido mucho y no era costumbre en ella.

- Déjala, ellas necesitan hablar. – Dijo Ofelia.

Ambas caminaron hacia el malecón, bajo la mirada atónita de todos. Myriam y Ofelia se levantaron y se despidieron de la pareja.

- Estaremos pendientes, nos dio gusto conocerlas.

- Igualmente. – Dijeron ambas.

Ofelia se abrazó a Myriam y caminaron en dirección opuesta.

Mientras se acercaban al malecón, ambas mujeres estuvieron en silencio. Subieron por las rocas y se sentaron una junto a la otra. No empezaron a hablar de inmediato, sin embargo, quien tuvo la iniciativa fue Soraya.

- Sé que esto es lo que menos quisieras en este momento, pero, creo que es necesario. Perdóname por…

- No hay nada qué perdonar. Lamentablemente nos enamoramos de la misma mujer.

- Pero…

- No, no hagas esto. De verdad que no es necesario. Ya no estoy entre ustedes, puedes buscarla y quedarte con ella, lo que siempre has soñado.

- Eso no va a ser posible. – Soraya lloraba.

María Fernanda volteó a ver a Soraya, y al notarlo, sintió curiosidad.

- ¿Por qué lo dices?

- Eva me dijo que, sin importar lo que sintiera, jamás te dejaría por mí. Que le pesaba estar haciendo lo que hacía conmigo, porque te estaba lastimando y no lo merecías. Me habló de lo frustrada que se sentía, sintió que perdió el norte. Claro, yo tampoco ayudé mucho. Pensaba solo en mí, en tenerla, le dije que me conformaba con tenerla así, aunque no era cierto.  Yo quería detener el tiempo en ese momento y tenerla siempre conmigo, pero siempre fuiste tú la mujer que ella quiso a su lado. Yo me cansé, me resigné, decidí hacer mi vida. Ella no lo tomó bien. No lo entendí, luego me entero que te dijo todo. Vamos, me hice a un lado y no iba a estorbar más su vida. No lo entiendo.

María Fernanda no daba crédito a lo que estaba escuchando.

- No sabía eso, nunca lo dijo. Pero, supongo que trató de hacer lo correcto. Lo mejor es que la busques y trates de tener eso que siempre has soñado a su lado.

- Aún no lo has entendido...

- ¿Entender qué?

- Ella tenía contigo más de lo que yo podría darle.

- No fue mucho, igual terminó en tu cama.

- Eso fue algo que...

- Por favor, no...

- Déjame terminar. Eso no debió pasar. Supongo que me vio como un escape, porque otra cosa no fue, aunque para mí haya sido todo.

- No sabes lo que dices.

- Te equivocas, sí lo sé. Y por eso es que quería hablarte y pedirte perdón. Eso no debió pasar, yo debí aceptar mi lugar en la vida de Eva, y no pretender que ella me amara como la amo. Sería injusto que por culpa de esto ustedes se dejen. Búscala.

- No. No lo haré. Lo que sí deseo, con toda mi alma, es que ella encuentre un amor completo, único, que le permita ser mejor cada día. Alguien que le de todo lo que yo no pude.

- Ni yo... – Soraya enjugaba sus lágrimas.

- ¿Alguna vez le preguntaste a Eva qué quería? – Preguntó María Fernanda.

- No, ahora que lo dices, me doy cuenta que no. ¿Tú lo hiciste?

- Peor que eso. Yo creí saberlo, pero me estrellé.

Ambas mujeres rieron.

- ¿Tú le perdonarías lo que pasó?

- Yo perdoné. Lo que no puedo es estar con ella luego de eso. Ella sabe lo mucho que sufrí a causa de eso en el pasado, y lo olvidó al estar contigo. Si amas, no haces eso. Supongo que no me amaba. Supongo que ella solo elige con quien estar. – María Fernanda dejó perder su mirada en el azul del cielo.

- Entonces, tampoco me ama a mí. Estamos oficialmente jodidas. - Soraya arrojó una piedra al mar.

- Qué te puedo decir... no puedo hacer otra cosa que desear que sea feliz...

- Todos merecemos ser felices, pero, a veces es muy cuesta arriba.

- No eres como te pintan. Eso o estoy muy ebria. – Dijo bromeando María Fernanda.

- No creo ser mala, tampoco la mata de la bondad, solo he tomado algunas malas decisiones en la vida, como todos.

- Yo también he tenido mis desaciertos, creo que empezaré a analizar todo lo que ha pasado en beneficio propio. Un tiempo sola me vendría bien.

- La soledad es mala consejera. – Dijo Soraya.

- No puedo pensar en estar con otra mujer amando a Eva. Necesito sacármela del pecho antes de siquiera pensar en tener una cita.

Ambas se miraron y rieron.

- No quiero quedar con rencores contigo, espero que un día puedas perdonarme.

Soraya extendió su mano a María Fernanda, quien la estrechó de vuelta.

Las mujeres regresaron con sus grupos. Soraya sentía que tenía un peso menos en su espalda. María Fernanda sintió un "fresquito", aunque ya no estaba con Eva, saber que la puso por encima de Soraya le levantaba un poco el ego.

Soraya buscó refugio en Myriam, se sentó en sus piernas y se acurrucó en ella.

- ¿Qué le ocurre a tu hija? – Ofelia bromeaba.

- A ver, pequeña. Cuéntanos.

- Creo que fue una buena conversación, limamos asperezas, hablamos de ella. Ambas le dijimos a la otra que la buscara... ambas decidimos que no lo haremos.

- Vaya, vaya. Eso no lo esperaba. Fue muy maduro por parte de ambas.

- Nos haces sentir orgullosas. Esto hay que celebrarlo. – Ofelia se levantó a buscar una nueva botella. Al ver la cantidad de licor que traían, decidió obsequiar una botella a María Fernanda y sus amigas. Dejó una a Myriam y fue hasta las chicas.

- Disfruten, cortesía de la casa.

- ¿Don Perignon? Ok, esto es demasiado. – Decía María Fernanda.

- Tenemos tres más de esas, créeme, no es nada. Celebren la vida, es lo único que nos pertenece.

- Gracias, Ofelia. –  María Fernanda la abrazó.

Cuando Ofelia regresó, todos se habían reunido, Myriam sostenía un vaso para ella.

- ¿De quién fue la idea de los vasitos plásticos? – Preguntó Mía.

- Fue Lucas. – Respondió Soraya, mientras iba a sentarse junto a ella.

- Qué poco glamoroso. – Dijo Mía de vuelta.

- Nada de eso, es perfecto, no habrá accidentes qué lamentar. – Martha salió en su defensa.

- Uyuyuy… se percibe la magia en el ambiente. – Dijo Ofelia.

- ¿Qué celebraremos hoy? – Preguntó Soraya.

- Hagamos una rueda, que todos digan algo. – Propuso Martha.

- ¿Quién empieza? – Alcanzó a decir Lucas.

- Yo, yo, yo. – Dijo Mía, poniéndose de pie.

Todos la aplaudieron. Soraya le dio un apretón de nalgas que la hizo ruborizar.

- Primero, gracias por invitarme a compartir con ustedes, por recibirme en su grupo de amigos y ser tan cálidos conmigo. Quiero brindar por Soraya, es una chica genial y quisiera un día ganarme su corazón. – Mía alzó su vaso.

Soraya se sonrojó, todos alzaron su vaso, ella se levantó y la abrazó.

- Bienvenida a la familia, Mía. – Dijo Myriam.

Soraya se sorprendió, su gran amiga le estaba dando su bendición. Fue un momento especial.

- Es mi turno. – Dijo Soraya. – Yo quiero brindar por el amor. Todos merecemos una segunda oportunidad en la vida. – Soraya alzó su vaso.

- Sigue Ofelia. – Dijo Martha.

- No, salten ustedes, yo quiero hablar hasta el final.

- No, yo seré la última en hablar. – Replicó Myriam.

- Hoy no. – Ofelia se acercó a ella, desafiante.

- Soy la mayor, tengo la última palabra.

- Sí, tienes la última palabra y la usarás para aceptar lo que yo ordene. – Ofelia dijo esto último y atrapó a Myriam en un profundo beso.

Myriam quedó temblorosa. Terminó accediendo, tal y como solicitó Ofelia.

- Tú ganas, mi amor.

- Siempre. – Ofelia le guiñó un ojo.

- Entonces hablaré yo. – Lucas se puso de pie y alzó su vaso. – Yo brindo por ser el hombre más afortunado del planeta. Estoy en una hermosa playa, rodeado de cinco mujeres hermosas.

- De las cuales no coges a ninguna. – Dijo Myriam, en tono burlón y alzando su vaso.

- Eso puede cambiar. – Martha se abrazó a Lucas, y besó su cuello.

- Lucas, control. – Dijo Ofelia, mirando sus pantaloncillos.

Lucas se sentó rápidamente, estaba muy avergonzado. Martha reía de aquello, y prosiguió con la rueda.

- Yo seré breve, son un grupo genial y me lo paso bien con ustedes. Gracias por este día.

El grupo alzó los vasitos con entusiasmo. Era el turno de Myriam.

- Yo… olvidé lo que diría.

Todos estallaron en risas, pedían a Myriam que dijera algo.

- Bueno, me debo a mi público… me alegra estar viva y poder tener estas experiencias. La familia crece, antes solo tenía a mi pequeña revoltosa, pero hoy todo es distinto, y me siento feliz. Espero que permanezcamos juntos muchos años.

- Ternurita – Ofelia la abrazó. Y todos la aplaudieron.

- Bien, es hora de que hable la matriarca. – Dijo Lucas.

- ¿Tanto así? – Ofelia se sorprendió un poco de la expresión usada por Lucas.

- Tienes comiendo de tu mano a la mujer más dura que he conocido, Lucas tiene razón. – Dijo Soraya.

- Tengo mis encantos. – Ofelia miraba con picardía a Myriam.

- No nos dejes en ascuas. – Dijo Myriam.

- Bien. Gracias a todos por estar aquí. Aunque la idea fue de mi hermosa mujer y mi hija. Yo quiero brindar por la vida, por las oportunidades que tenemos a diario, por la posibilidad de reinventarnos, de crecer, por el amor y el perdón, por los amigos, que se convierten en tu familia. Y principalmente por la familia que estoy construyendo, sabiendo que no será sencillo romper el paradigma de la familia tradicional, pero, ¿a quién le importa? Crecí con muchas carencias aun teniéndolo todo, así que lo convencional no siempre es lo mejor. Vivan sus vidas, siempre siguiendo lo que dicta su corazón. Aunque el mundo se oponga.

Todos celebraron sus palabras. Brindaron, bebieron con entusiasmo… la música de la camioneta se puso algo movida y las mujeres comenzaron a moverse. Myriam permaneció sentada, comiendo algunos canapés, veía muy alegre a Lucas y quiso relevarlo de regreso para que él pudiera disfrutar.

Ofelia la sacó de sus pensamientos cuando empezó a bailar sensualmente frente a ella, quien estiró sus piernas, incitando a Ofelia a sentarse sobre ella.

Se agachaba rítmicamente, simulando ser penetrada por Myriam, el calor aumentaba y Ofelia estaba bastante fogosa. Se sentó a horcajadas sobre ella y le susurró al oído.

- Quiero que me cojas como una perra. – Mordía su oreja derecha.

- ¿Cómo es eso? – Myriam se aferraba a sus nalgas.

- Quiero que te pongas un arnés y me hagas lo que te dé la gana.

- Haré todo lo que me pidas. – Myriam la besó.

Todas las parejas bailaban alegremente, pasaron las horas entre juegos y chapuzones ocasionales. Decidieron regresar cuando el ocaso se asomaba.

Las posiciones cambiaron al regreso. Ofelia se fue adelante con Myriam, Lucas y Martha iban atrás con Soraya y Mía. Todos estaban muy alcoholizados, incluyendo a Ofelia, quien se quedó dormida en el camino.

Myriam recibió una llamada mientras conducía, puso el altavoz y no perdió la vista del camino.

- ¿Dónde andas?

- Maigualida, ¿qué tienes?

- Todo. El tipo está hasta el cuello. Pero tienen su silencio comprado. El papá de Alejandra anda indagando de más, al parecer no sabía en qué estaba metida su hija.

- Era de esperarse.

- Eso no es todo. El maridito de la mujer tuya, era parte de una red de lavado de dinero que usaba recursos provenientes de empresas legítimas, tengo la lista, te la haré llegar.

- Ahora dime, ¿Ofelia peligra?

- No, para ellos, Ofelia no es una amenaza. Lo que sí no me queda claro es lo del sabotaje al carro de Escalona. Aparentemente no fueron ellos, ni Alejandra.

- Eso es sospechoso… o lo hicieron muy bien o no fue sabotaje.

- La única forma de saberlo es viendo el carro, o haciéndolo ver por un experto, pero no nos conviene acercarnos. Es todo por ahora. Puedes estar tranquila, estaré en contacto.

- Eternamente agradecida.

Myriam finalizó la llamada.

Myriam pensaba que la imprudencia de un tercero, casi la separa del amor de su vida. Sentía la necesidad de llegar hasta el fondo, pero no podía poner en riesgo la relativa paz que había llegado a sus vidas. Myriam haría todo por proteger a su amor, a su nueva familia, al costo que fuera.

Continúa…