Mi vida después de ti (21)

CAPITULO XXI – Lazos de amistad.

CAPITULO XXI – Lazos de amistad.

La mañana sorprendió a Myriam y Ofelia con sus cuerpos desnudos entrelazados, sudorosos. Desde que llegaron se desataron en una intensa sesión de besos que las llevó directo a la cama, se entregaron sin reservas. Apenas y podían estar en pie.

Myriam despertó cerca del mediodía, por la punzada del hambre. Se las ingenió para hacer algo decente para Ofelia, que seguía dormida.

Unos panqueques esponjosos con miel y mantequilla, café y jugo de manzana. Todo tenía buena pinta. No alcanzó a llevar las cosas a la habitación, el abrazo de Ofelia la sorprendió tratando de dar forma a aquel desayuno.

- Pero mira nada más lo que tenemos aquí. – Ofelia miraba con apetito lo que había preparado Myriam.

- Espero que sepa mejor de lo que se ve. – Respondió Myriam.

- Es perfecto. – Ofelia la besó tiernamente. – Muero de hambre.

Ambas comieron juntas en la cocina, compartían miradas pícaras, producto de lo que hacía unas horas había sucedido.

- Crees que con lo que te dijo, ¿lleguemos a algo?

- Al parecer su abogado sabe más de lo que aparenta, podríamos partir de ahí. Hay que jugar inteligentemente nuestras piezas. Si solo ellos, el grupo de Alejandra, estaba tras nosotras, puede ser positivo. Igual quiero asegurarme, no quiero dejar cabos sueltos.

- Puedo pedirle ayuda a Diana. Es probable que esos hombres frecuenten ese lugar, y quién quita que con un empujoncito suelten algo.

- No. No quiero involucrar más gente de la necesaria.

Ofelia sintió que esa respuesta no había sido precisamente por querer evitar involucrar a alguien más, sin embargo, asintió sin protestar.

- Nunca me hablaste de ella – Dijo Ofelia, refiriéndose a Alejandra.

- Lo sé. Posiblemente porque no se han dado las condiciones. – El rostro de Myriam cambió.

- Si es algo con lo que no te sientes a gusto, lo entenderé perfectamente, mi amor.

- No, está bien. Tenemos pendiente esa conversación, encontraremos el momento adecuado para hablar largo y tendido, porque es extenso el cuento. – Myriam reía.

- Déjame decirte que cocinas exquisito, me harás el desayuno el resto de nuestras vidas.

- Y… ¿qué tendré a cambio?

Ofelia se levantó de la mesa, se acercó a Myriam y se sentó a horcajadas sobre sus piernas. Tomó el tenedor que la pelirroja sostenía con un trozo de panqueque y se lo comió.

- ¿Qué tendrás a cambio? O ¿qué dejarás de tener si no me complaces? – Ofelia acercó sugerentemente su cuerpo, tomó una de las manos de Myriam y la puso en uno de sus senos.

Myriam suspiró, metió la cabeza entre sus senos y se abrazó a ella.

- Tú ganas. – Dijo resignada.

- Así me gusta. – Ofelia se levantó y se retiró de la cocina, contoneándose de forma provocativa.

El resto del día, estuvieron descansando, vieron películas juntas, comieron menudencias, el ajetreo de la noche anterior había generado cierta sensación de desgano en ambas.

- Sabes, creo que le pediré a Eva que me ayude con esto, si ella me consigue información que pueda usar contra Rodrigo, puedo hacer que hable.

- Cierto, Alejandra insinuó que él conocía el trasfondo de todo esto.

- Sería una forma discreta de hacerlo, y no nos expondríamos a ser descubiertas escudriñando. Pensaba en un principio hacerle una visita a Juan, pero, en un segundo pensar, vi que podría ser arriesgado, no sabemos si alguien lo vigila.

- Cierto, mi amor. ¿Y esa amiga tuya?, podría ayudar. Por cierto, bien salvaje que es, ¿No?

- Amigas como tal no somos, pero, sí, es bien salvaje. Cuando íbamos de operativo, ella marcaba la diferencia entre un enfrentamiento o una masacre.

- Con razón, ni siquiera dudó para disparar.

- Yo no me quedaba atrás, pero, la diferencia entre ella y yo, es que ella mata por placer. A mí no me tiembla el pulso, pero, tiene que haber un motivo para que dispare.

- Defenderme a mí – Ofelia se abrazó a ella.

- Pues, sí. La razón más grande. Y bueno, tenemos que incluir en esa cobertura a los pequeñines, son una parte de ti. Así como te protejo a ti, los protegeré a ellos.

Ofelia se conmovió al escucharla decir aquello.

Myriam tomó el teléfono, decidió marcarle a Eva. Cuando la escuchó, le pareció algo alicaída.

- ¿Qué tienes?

- Nada, estoy bien. Dime, ¿puedo ayudarte en algo?

Myriam puso el teléfono en altavoz y le hizo señas a Ofelia para que prestara atención.

- Claro que te pasa algo, ¿te sientes mal?

- Solo estoy agotada, no dormí bien anoche.

- ¿Dónde estás?

- En mi apartamento.

- ¿María Fernanda está contigo?

Eva hizo una pausa.

- ¿Puedo ayudarte en algo?

Myriam y Ofelia se miraron, concluyeron casi de inmediato que algo ocurrió entre ellas. Myriam desistió de hablar en ese momento.

- Hablamos en otro momento, Eva, intenta descansar. Si necesitas algo, cualquier cosa, me llamas o llamas a Ofelia. Estaremos pendientes.

No hubo respuesta de Eva. Myriam finalizó la llamada.

- ¿Será que llamo a María Fernanda?

- No, no creo que sea buena idea, dejemos que ellas resuelvan sus asuntos.

- Me preocupa. ¿Si está sola y se siente mal?

- Estaremos pendientes, tranquila. Más tarde le escribes, y le preguntas cómo se siente.

En ese momento, entró Lucas a la casa.

- Hola, ¿qué tal? Pasé por el taller a ver el carro, van a tardar más o menos 15 días en ponerlo a tono.

- ¿Tanto? Insólito.

- Montar nuevamente los vidrios, arreglar los faros delanteros, ponerle sellador a las perforaciones, enderezar las abolladuras, reparar los asientos y revisar el motor. Una de las balas tocó la bomba de aceite, tiene un pequeño bote. Creo que sí lleva trabajo.

- Bueno, si lo pones así… – Myriam se veía triste.

Ofelia se levantó, fue hacia la habitación, Myriam se quedó hablando con Lucas, sobre el taller y el vehículo. Si algo podía sacar a Myriam de la realidad, era hablar de esas cosas, y a Lucas se le daba bien. Roberto le enseñó mucho de estos temas.

Cuando Ofelia retornó, siguieron con la conversación. En ese momento, Myriam le escribió a Maigualida, poniéndola sobre aviso con el abogado de Alejandra.

“Averigua todo lo que puedas de Rodrigo Meneses. Mantenme al tanto…”

La respuesta de Maigualida no se hizo esperar.

“No habías nacido cuando ya me había acostado con su madre y su hermana…”

Myriam rio de aquello, sabía que todo lo que dijo Alejandra ese día, despertó aún más la curiosidad de Maigualida, quien ha sido un recurso valioso en todo esto, por su discreción y su don natural para atar cabos sueltos.

“No lo lleves a la tumba. Solo indaga, nos conviene un bajo perfil…”

La mujer respondió con un guiño.

- Maigualida está a bordo. Esto se va a poner bueno. – Myriam frotaba sus manos y hacía gestos que sugerían “malicia”.

- ¿Me perdí de algo? – Lucas era inocente de lo que había ocurrido.

Ofelia le contó lo sucedido en “la tumba”, Lucas se lamentó por haber estado tan dormido.

- ¿En serio me perdí todo eso? – Decía, con desánimo.

Ambas mujeres se rieron de Lucas.

Justo cerca de la hora de ir a dormir, Myriam recibió un mensaje de Eva.

“No me dijiste qué necesitabas…”

Myriam se quedó pensando, al final decidió explicarle a medias lo que necesitaba y ella se ofreció gustosa a ayudar.

Luego de eso, pasarían al menos un par de días. Myriam habría acordado con Eva la noche anterior, encontrarse en un centro comercial cercano a la oficina de Eva. Ella no se presentó, y Myriam presumió que estaría aún en la oficina. Le marcó al celular y no atendía.

- “Posiblemente esté en una reunión” – Pensó.

Un par de horas después, su teléfono sonó, era un número desconocido.

- ¿Quién habla? – Preguntó, con desconfianza.

- Disculpe, trabajo con la Ingeniera Santiago. Mi nombre es Victoria. Decidí llamarla porque desde esta mañana estoy con ella aquí en la clínica porque le dio una hipoglucemia grave y la tienen con suero ahorita, está dormida. Llamé a la Licenciada Cañizares pero no respondió mis llamadas. El caso es que sus padres están de viaje, y no sé a quién más acudir. Vi sus llamadas perdidas en el teléfono de la Ingeniera y presumí que son amigas.

- Hiciste bien en llamarme. ¿Dónde la tienen?

- En el hospital central.

- Voy en camino.

Myriam salió a toda prisa, y llamó a Ofelia.

- Ofelia, Eva está hospitalizada, me localizó una compañera de trabajo de ella, está en el hospital central, voy en camino para allá. – Myriam estaba preocupada.

- ¿Una compañera? ¿Y María Fernanda?

- La muchacha me dijo que no atiende sus llamadas. Algo tuvo que haber pasado. Ya nos enteraremos cuando hablemos con ella.

- Bien. Nos vemos allá, le diré a Lucas que me lleve.

Myriam finalizó la llamada. Durante el trayecto pensó que posiblemente María Fernanda descubrió su infidelidad y la dejaría. Trataba de no hacer conjeturas, pero, era inevitable.

Cuando llegó, preguntó por su ubicación, y se dirigió a toda prisa al lugar.

Al entrar a la habitación, pudo ver a la muchacha sentada mirando a Eva, su preocupación era notoria.

- Hola, Victoria, ¿cierto?

- Sí, ¿cómo está?, gracias por venir. – La muchacha estrechó su mano.

- ¿Qué le pasó?

- A ciencia cierta, no lo sé. Lo que me dijo la señora Martina es que ella empezó a sentirse mal a media mañana. No me dijo el motivo, pero es raro.

- ¿Qué dijo el médico?

- Su nivel de azúcar en sangre llegó a 40. Le administraron una inyección de glucagón y ahorita tiene suero glucosado. En cualquier momento debería despertar.

Myriam se quedó conversando un poco con Victoria, hasta que llegó Ofelia junto a Lucas.

Myriam presentó a Victoria, Ofelia fue muy cálida con ella. Lucas no desaprovechó la oportunidad y trató de socializar con la chica, en menos de 10 minutos, habían hecho buenas migas.

El médico tratante entró, preguntó por familiares. Ofelia se hizo cargo de la situación. Era una mujer respetada donde fuera, por su origen familiar.

- En unos minutos debería despertar, solo fue un buen susto.

- Ese tipo de cosas, ¿tienen algún tratamiento especial?

- Estuve revisando su historia médica, no es regular con su endocrino, tendrá un severo regaño cuando despierte.

- Quien la viera, traviesa. – Ofelia sonreía, en el fondo le daba ternura.

En ese momento, Eva comenzó a moverse, parecía luchar para despertar.

- Jovencita, bienvenida. ¿Cómo te sientes? – Dijo el médico, mientras se acercaba a examinarla.

- ¿Qué hago aquí? – Eva reaccionó nerviosa, y algo irritada.

- Tuviste una baja de glucosa alarmante. Te desmayaste y tu amiga te trajo. Afortunadamente, ya lo peor pasó. Ahora tendrás que escuchar un par de cosas.

Eva miraba a su alrededor, confundida. Myriam estaba en el centro de la habitación, tenía visibilidad perfecta a la puerta, que estaba posicionada de tal forma, que no permitía ver la habitación directamente, por tener un corto pasillo entre la entrada y la habitación en sí. Ofelia se sentó a su lado y trató de averiguar qué sucedió.

- Chiquita, ¿qué carrizo pasó? Te pusiste peor que la otra vez.

- ¿Es que pasó antes? – El médico se alarmó.

- Hace unos días, tuvo un disgusto y se desplomó, pero reaccionó con sal y jugo de frutas.

- Buena decisión, pero debiste venir, Eva. Tienes tiempo sin asistir a tus controles, no está bien.

Eva permanecía en silencio, no quería discutir con el médico.

- Ahorita te van a traer una merienda, evaluaremos tu reacción y te daré el alta. Te voy a remitir con un endocrino amigo mío, muy bueno. Estarás en buenas manos. Además de eso, te indicaré algunas cosas que podrías hacer antes de ir con él, llevar unos estudios por adelantado sería lo ideal. ¿Tienes mascota?

- No, ¿qué tiene que ver eso?

- Eso podría marcar la diferencia entre la vida y la muerte. Los perros son capaces de detectar niveles de glucosa altos y bajos en una persona. Te vendría bien tener la compañía de un can. Y esto te lo digo porque ahorita tuviste suerte por estar acompañada, de haber estado sola, la historia sería otra.

Eva se cruzó de brazos y se acurrucó en brazos de Ofelia. El médico se acercó a la puerta, Myriam veía en ese momento hacia esa dirección, pudo ver María Fernanda parada en la puerta, aprovechó que el médico salía para hacer las veces de “acompañarlo” a la puerta.

- Hola, María Fernanda. ¿Por qué no pasas?

- No, no es prudente. – Su mirada se entristeció y sus ojos se humedecieron.

- Vamos a la cafetería.

Myriam se la llevó y compró café, se sentó a escucharla.

- Dime, ¿Qué pasó entre ustedes?

- Lo mejor es que ella te lo cuente, eres su amiga, yo soy…

- Hey… basta.

María Fernanda comenzó a llorar.

- ¿Terminaron?

Ella asintió con la cabeza. Myriam la abrazó con fuerza, trató de consolarla.

- Vine porque tuve que regresar a la oficina a buscar algo que dejé y Martina me dijo. Solo quería ver que estuviera bien. ¿Qué dijo el doctor?

- Está descontrolada, ahí la regañó el médico, le darán merienda ahorita, y la remitió a un endocrino. Deberías pasar a verla.

- No, no es sano.

- ¿Tan malo fue?

- No, o al menos de ella hacia mí no lo fue. Yo metí la pata.

- Te escucho…

- Eso pasó el día de la fiesta. El tema salió y ella me contó lo que pasó. Luego se quedó mirándome y se puso de rodillas, me dijo “no te merezco”.

- Supe que algo había hecho, pero, te juro que la perdoné, sin que me dijera, le dije que la perdonaba, pero ella insistió. Luego me dijo que estuvo con Soraya. Mira, me quedé fría. Me dijo que no merecía sufrir por su culpa, que estaría mejor sin ella, que aceptaría con gallardía y humidad las consecuencias de su error, que estaba cansada de equivocarse.

- Por lo que dices, tu metida de pata estuvo en tu reacción. – Myriam meditaba las palabras de Eva.

- Sí. Se me ocurrió decirle, “claro, vienes a decirme esto ahora porque ya no te la puedes coger”.

- Uy… eso dolió. – Dijo Myriam.

- Pero, ¿sabes?, ella se levantó, secó sus lágrimas, y me miró con una expresión de decepción y tristeza en el rostro. Me dijo: “verte tratarme con tanto amor, con tanta entrega, verte ahí cuando te necesitaba, me hizo sentir miserable. Hice todo para perderte, y tendré toda una vida para arrepentirme”. Se dio vuelta y se fue. Y yo, en vez de buscarla, la dejé sola. Es por eso que no quiero entrar.

- No puedo culparte, si bien ella hizo lo correcto al ser sincera, eso no significa que ibas a recibirla con bombos y platillos. Pero, por como dijo las cosas, creo que merecían un final más sano. No te quedes así, habla con ella, si el fin de la relación es inevitable, que sea lo más pacífico posible, no es bueno romper y quedar con rencores. Si tú la perdonas, es perdonar en serio, solo así podrán seguir adelante. En sus palabras, ella mostró verdadero arrepentimiento.

La conversación se extendió lo suficiente como para que Ofelia resintiera la ausencia de Myriam y salió a buscarla. Al verla con María Fernanda se tranquilizó un poco. Myriam la puso al tanto de la situación, y Ofelia coincidió con Myriam en cuanto al dialogo como única alternativa viable.

- De que tienen que hablar, tienen que hablar. Pero, hoy no. Está vulnerable. Después puedes propiciar un acercamiento, en terreno neutral, conversas con ella, dicen lo que tengan que decir y se despiden. Cierran su ciclo y se permiten continuar. –Dijo Ofelia.

- O al menos eso haría un par de personas civilizadas. – Añadió Myriam.

- ¿Podrían mantenerme al tanto de cómo está?

- Con todo gusto. No te pierdas, pronto nos reuniremos, antes de irnos a Toscana.

- Está bien.

- Eres parte de nuestro círculo de amistades, así que eres importante para nosotras.

- Gracias, muchachas.

Las mujeres se dieron un abrazo grupal y María Fernanda se fue.

Cuando regresaron a la habitación, Ofelia se acercó a Eva nuevamente, para evaluar cómo se sentía. No tuvo oportunidad de hablar cuando Eva ya había soltado un primer zarpazo.

- Estuvo aquí.

Myriam y Ofelia se quedaron mudas.

- Su perfume… estás impregnada con su perfume. – Eva sonrió.

- Vino a saber cómo estabas, se fue ahorita.

- Supongo que ya les dijo lo que pasó.

- Sí, y tienes mi respeto por hacer lo correcto – Dijo Ofelia.

- Me tomaré un tiempo para digerir esto, y organizar mi vida, necesito estar sola, aclarar las ideas, pensar…

- Y buscar una mascota – Añadió Victoria.

- Gracias por estar pendiente, Victoria. Tómate la semana libre. Lo mereces.

- Me temo que tendré que rechazarlo, usted necesita descanso, y sé que no estará tranquila pensando en la empresa, permítame mantenerla al tanto mientras se toma unos días para descansar.

- Bueno, pero cuando vuelva, te tomas la semana.

- Trato hecho.

Poco después de eso, Eva fue dada de alta, Victoria regresó a la oficina y las muchachas la llevaron a casa.

- Debería pasar por la oficina a buscar el carro.

- No, dale las llaves a Lucas y él te lo lleva, Myriam se encarga de la camioneta, todos ganan.

- Está bien. ¿Saben si avisó a mis padres?

- Seguro lo hizo.

- Es que me extraña que no me han llamado.

- ¿Dónde están?

- España. Murió un primo de papá y fue a presentar sus respetos.

- Posiblemente esté ocupado con eso.

- Supongo que sí. Por cierto, cuéntame bien lo que ibas a decirme cuando me llamaste, ¿de qué se trata?

- Te iba a pedir investigar al abogado deAlejandra. Han pasado algunas cosas y él puede ser clave en todo esto.

- ¿Qué “cosas” han pasado? – Eva gesticulaba con los dedos, simulando comillas.

- Alejandra está muerta. Y se llevó muchos secretos a la tumba.

- Vaya… han tenido horas acontecidas… ¿cómo es que se llama el mequetrefe?

- Rodrigo Meneses.

- Dame un momento.

Eva le marcó a Victoria. Ella respondió de inmediato.

- Dígame.

- Rodrigo Meneses. Todo lo que puedas conseguir. Usa los canales seguros y encripta la información. Almacena en un disco externo y lo llevas a mi apartamento cuando tengas todo listo. Contra reloj.

- Entendido.

Eva finalizó la llamada.

- Relájense y tómense un descanso de todo este embrollo, Victoria es la mejor Ingeniera que tengo.

- Gracias por tu apoyo, Eva.

- Gracias a ustedes por sus consejos.

Dejaron a Eva en su apartamento, ella le dejó las llaves del carro a Lucas y le indicó cuál era su puesto en el estacionamiento.

Minutos después, harían lo propio con Lucas, a quien dejaron en la empresa, propiedad de Eva.

Myriam y Ofelia pasaron la tarde fuera de casa, había un clima de relativa calma. Tomaron un helado, caminaron por la plaza, la noche las sorprendió abrazadas en una banca. En ese momento, decidieron regresar.

Toda la situación de Eva y María Fernanda las puso nostálgicas. Son situaciones que se pueden presentar en una relación. Ambas se sintieron tentadas a tocar el tema, pero ninguna dio el primer paso.

¿Era su amor lo suficientemente fuerte como para soportar una situación similar?

Continúa…