Mi vida después de ti (20)

CAPITULO XX – Venganza. (Segunda parte)

CAPITULO XX – Venganza. (Segunda parte)

Eran las 3 de la mañana Ofelia dormía en brazos de Myriam, quien no había podido pegar el ojo en lo que iba de noche. Estaba atenta al sonido del teléfono, no estaría en paz hasta que recibiera noticias de Alejandra.

Mil cosas pasaban por su mente, qué decir, cómo resistir los impulsos de golpearla hasta morir, toda una serie de cosas que ayudaban a sobrellevar el lento transcurrir de las horas.

La pantalla del teléfono se iluminó, era un mensaje, su contacto tenía noticias.

Ofelia estaba demasiado aferrada a su cuerpo, no podía zafarse de su agarre, una de sus piernas estaba sobre ella. Eso sumado al abrazo que la rodeaba, convertía en misión imposible despegarse de ella.

Myriam leyó el mensaje.

“Llama, ¡URGENTE!”.

No le quedó más remedio que marcar y tratar de hablar lo más calmada posible para no despertar a Ofelia.

- Dame noticias.

- La tenemos. Pero…

- ¿Pasó algo?

- Tenemos órdenes de arriba de liquidarla. No la quieren en tribunales.

- ¿No te parece sospechoso?

- Creo que en todo esto hay más que un intento de asesinar a la hija de Di Medici. Esto es grande. Te avisé por lo que me dijiste, pero, no podré tenerla aquí mucho tiempo. Si vas a venir, que sea ahora.

- ¿Qué hay de los sujetos que estaban con ella?

- Muertos, nos recibieron a plomo limpio. Hiciste bien en no acercarte sola, no habrías durado. Hirieron a tres de mis hombres.

- Lamento oír eso. Déjame la dirección por texto y ya mismo voy para allá.

- Entendido.

Myriam finalizó la llamada. El mensaje llegó rápidamente. Quiso moverse para levantarse pero Ofelia lo impidió.

- No irás a ninguna parte. – Ofelia estaba despertando, al parecer, escuchó lo que hablaba Myriam por teléfono.

- Escuchaste todo, ¿cierto? – Myriam besaba su frente mientras ella se estiraba como un gato.

- No, pero sí lo suficiente para no dejar que salgas de esta cama.

- ¿Me escucharás al menos?

- Sí, pero mi última palabra sigue siendo no. – Ofelia podía ser muy dominante si se lo proponía

- Alguien de arriba mandó a matar a Alejandra. Me dice mi contacto que no la quieren en tribunales, que esto puede ser algo peor que solo querer matarte.

- ¿Y qué puede ser peor que querer muerta a tu mujer? Dime. – Ofelia se acurrucaba en su cuello.

- Para mí eso es lo peor, pero, me causa curiosidad. Quién sabe en qué rollos estaría metida esa gente, Escalona, el padre de Alejandra…

- En realidad es curioso. Pero, no veo la relación conmigo, excepto por las jugarretas de Miguel. Y, ¿Dónde la tienen?

- En “la tumba”.

- Ok, ¿me explicas?

- Es un lugar clandestino donde llevábamos a ciertos elementos para interrogarlos al margen de lo legal usando, ya sabes, métodos “experimentales”.

- Entonces, está en custodia.

- Sí. Me avisaron porque yo necesito saber algunas cosas, y solo ella puede decirlas. Ahora con esto, me doy cuenta que apenas estamos descubriendo la punta del iceberg. Eso explicaría por qué trató de matarme, y eso significa además que debo saber si quienes están sobre ella, me consideran una amenaza, porque, de ser así, nunca tendré paz y eso te afecta directamente. Deja que vaya, por favor.

- No.

- Ofelia, por favor.

- Voy contigo.

- Déjame preguntar. Si me dan luz verde, vamos juntas. Eres persistente.

- Lo sé. – Ofelia besó a Myriam y la dejó levantarse.

Mientras Myriam averiguaba si podía llevarla, Ofelia lo daba por hecho, salió de la cama y comenzó a vestirse.

- Estás a bordo. Vamos juntas.

Myriam lavó su rostro, respiró profundo, y abrazó a Ofelia. Se detuvo a mirarla, Ofelia se quedaba quieta, y la observaba en silencio.

- ¿Cómo es que haces conmigo lo que quieres? – Myriam la besó al decir esto.

- No sé, supongo que es parte de mi privilegio por ser tu amor.

Myriam sonrió al escuchar esto, la tomó de la mano y emprendieron el viaje.

El trayecto era largo, la noche fría. Ofelia podía notar que Myriam no había dormido, su cara lucía fatigada.

- Yo conduzco de regreso.

- Descuida, amor. Cuando lleguemos tomo café.

El viaje duro casi 45 minutos. Cuando llegaron, todo estaba oscuro. Pocos sabían de la existencia de aquel lugar.

Desde afuera, parecía una fábrica abandonada en medio de la carretera, rodeada de árboles y maleza. Por dentro, era un mundo diferente. Cámaras de seguridad, puertas eléctricas, hasta un cafetín para los oficiales.

El sitio en el cual tenían a Alejandra, parecía una de esas salas de interrogatorio de las series policiales, solo que muy sucia. El olor a sangre seca, sudor, y a orina que se percibía al acercarse, puso los pelos de punta a Ofelia.

Existía una habitación contigua, desde la cual se podía ver donde tenían a la mujer a través de un monitor conectado a un DVR. Myriam dejó a Ofelia ahí, y fue a buscar café.

- Myriam, qué gusto verte. – La mujer le dio un buen abrazo. ¿Vino Ofelia contigo?

- Gracias por permitirme traerla, de otra forma no me habría permitido venir.

- Ya va… ella y tú… – La mujer hacía gestos obscenos con las manos y la boca, simulando actos sexuales.

- Perra – Myriam reía. – Si alguien más se entera, estarás muerta.

- Tu secreto está a salvo conmigo, pero, dime con qué te bañas, porque tener a la mujer más codiciada del país en tu cama no es cualquier cosa.

- Exagerada . – Myriam daba coscorrones a la mujer.

- Al menos presentame. – Dijo, sobando su cabeza y haciendo gestos de dolor.

Fueron hasta donde estaba Ofelia, Myriam se encargó de hacer las presentaciones.

- Ofelia, ella es Maigualida, mi informante, leal compañera de la vieja guardia.

- Encantada, señorita Ofelia. – La mujer no era capaz de disimular lo mucho que le gustaba Ofelia.

Ofelia extendió su mano en silencio, y devolvió su atención a Myriam, quien le había traído café. No es que tratara de ser odiosa a propósito, Ofelia era así por naturaleza con personas que no la trataban como alguien común.

Maigualida era una mujer ruda, de ademanes marcadamente masculinos, cuerpo robusto y voz áspera. Usaba una gorra con la cual amarraba su cabello ondulado en una especie de cola de caballo, vestía un atuendo tipo “comando”, todo camuflajeado, en tonos azules. Aún conservaba el chaleco antibalas puesto que incluía un porta pistolas que hacía juego. Tenía algunos raspones en los antebrazos y su aspecto general era desaliñado.

- Maigualida, dime, ¿ha hablado?

- En realidad, no la hemos interrogado. Cuando notificamos su captura y nos dijeron eso, nos dedicamos a “divertirnos”. Fuera de eso, nada.

- Perfecto, necesito que me sigas el juego cuando entremos.

- Tú mandas.

Ofelia permanecía sentada, viendo a Alejandra en la pantalla, estaba golpeada, atada a una silla, con una venda en los ojos. Su ropa estaba rasgada y ensangrentada. Myriam entró con Maigualida, quien prohibió a todos entrar en la habitación monitor.

Myriam se acercó a Alejandra, se paró detrás de ella, la haló de los cabellos y le susurró al oído…

- Hola, preciosa.

Cuando Alejandra sintió la voz de Myriam, se puso nerviosa.

- Myriam, qué gusto. – La voz de Alejandra se entrecortaba.

- Qué bueno que tus adeptos eran aprendices, habría sido triste no poder venir a sacarte de aquí por estar muerta…

- No sé de qué estás hablando.

- Vamos, ¿por qué crees que estás aquí? Te vendieron, ¿o crees que Maigualida es pitonisa?

Alejandra se quedó en silencio por un momento. Myriam se sentó sobre la mesa, acercando con sus piernas a Alejandra, quien quedó entre ellas, muy cerca de Myriam. Ofelia veía todo esto y reía, Myriam era realmente intimidante, ruda, fuerte. Eso le parecía sexy, además, la estaba excitando.

- Deberías agradecer que Maigualida es mi amiga, y me va a ayudar a sacarte de aquí. – Ambas mujeres hacían un esfuerzo por que su risa no sea notoria.

- ¿En serio vas a ayudarme?

- Tú me ayudas, yo te ayudo.

- Y que me ayude a mí también, hace mucho que no me dan una buena mamada. – Interrumpió Maigualida.

- Calla, después que me diga lo que necesito, las dejaré para que se arreglen.

- ¡Jamás! – Alejandra escupió hacia donde percibió la voz de Maigualida.

Myriam la tomó de la barbilla, y usando una de sus botas, separó las piernas de Alejandra. Comenzó a deslizar la punta de la bota en toda su entrepierna, y se acercó lentamente a ella.

- ¿Y si te lo pido yo? – Myriam susurraba en su oído.

Alejandra hacía un esfuerzo sobrehumano por no ceder a aquello, su respiración se agitaba, trataba de evitar el roce, pero estaba en una posición vulnerable. Cuando Myriam sintió que Alejandra se movía acompasadamente, retiró de golpe la bota y con el pequeño tacón que tenía, pateó su sexo.

Alejandra gritó intensamente, cayó con todo y silla hacia atrás. Myriam le hizo señas a Maigualida para que la levantara.

- Pero mira,  ¡qué tetas! – Maigualida estaba deseosa de manosearla.

Myriam le permitió satisfacer sus deseos, Maigualida magreó sus senos violentamente, y los mordía por encima de la escasa tela que los cubría.

- Suficiente. – Myriam la detuvo.

- Por favor, te lo suplico, detente. – Alejandra lloraba.

- Ahora, dime, ¿vas a hablar?

- No sé nada.

- Eso es grave, si no sabes nada, entonces no tiene sentido que esté aquí, es decir, estás haciendo que pierda tiempo, horas valiosas de sueño, y eso me pone de muy mal humor.

- Es la verdad.

- La verdad es que, una mano lava la otra. ¿Quieres mi ayuda? Dame lo que quiero. Ahora, lo que haga Maigualida contigo si salgo de aquí sin respuestas, me tiene sin cuidado.

Alejandra se mantenía callada. No daba su brazo a torcer.

- Qué mujer tan dura. – Decía Maigualida.

- No estará tan dura después que te la cojas, te lo puedo asegurar.

- No, no, no permitas que me toque, Myriam, por favor. – Alejandra estaba atemorizada.

- Maigualida, ¿tienes el garrote?

- ¡NO, POR FAVOR! – Alejandra gritaba con desesperación.

- “No” ¿qué? – Myriam halaba su cabello con una mano, y la otra la usaba para ahorcarla.

Presionó tan fuerte su garganta que, al soltarla, comenzó a toser violentamente.

- Toma, no le des en la cara, no quiero que quede desfigurada, eso no excita. – Maigualida estaba inquieta.

- No lo entiendes. – Alejandra trataba de apaciguar a Myriam.

Myriam comenzó a deslizar el garrote por el rostro de Alejandra, lenta pero firmemente.

- ¿Qué tengo que entender? – Preguntó Myriam.

- Me matarán. – Alejandra cedió.

- O sea, que sí hay algo qué decir. Bien, empieza por decirme ¿por qué carajo mandaste a esos hombres a matarme?, dos, ¿quién te va a matar?, tres, ¿estas personas también van tras de mí y los Di Medici?

El silencio de Alejandra desesperó a Myriam, quien se bajó de la mesa, la hizo a un lado, y usó el garrote para golpearla en ambas rodillas. El dolor que sintió Alejandra la hizo desmayarse.

- Lo que faltaba, se desmayó la puta esta. – Decía Maigualida.

- ¿No tienes adrenalina?

- Creo que sí, déjame buscar.

Myriam se sentó sobre la mesa, su mirada hacia Alejandra reflejaba odio, ira. Quería matarla.

Maigualida entró directamente a colocar la inyección de adrenalina en el pecho de Alejandra, quien reaccionó al instante.

- Bienvenida, querida. Ahora, vas a responder las preguntas que hice, o lamentablemente no podré ayudarte.

- Y ¿cómo pensabas ayudarme?

- Pude haberte sacado del país, vamos, tengo contactos, nadie sabe que estás aquí y yo me enteré, ¿eso no te dice algo?

- Perdóname Myriam. Por favor.

- Empieza a hablar.

La mujer se quebró no le quedó más remedio que decirle a Myriam todo.

- Quise deshacerme de ti porque eras un cabo suelto. Sabía que me buscarías, era la única forma de escapar.

- ¿Qué hay con Ofelia?

- Ella no tiene nada que ver en esto, era Miguel quien quería sacarla del medio por necesitar el dinero. Aunque al principio yo quería, porque era un estorbo entre Miguel y yo, pero cuando él quiso retomar esa idea yo me negué, contigo rondando, era un riesgo.

- Ustedes eran amantes, ¿desde cuándo?

- Desde que su mujer esperaba su segundo hijo.

Myriam no se resistió. La golpeó salvajemente. Maigualida tuvo que apartarla, o la mataría.

- Te recomiendo que termines de hablar antes que Myriam te mate a golpes. – Sugirió Maigualida con firmeza.

Alejandra suspiró, y continuó su relato.

- Miguel comenzó a convertirse en un estorbo, me estaba trayendo demasiados problemas. Me vieron con él y me involucraron, ahora me buscan a mí. Cuando me enteré que estaba muerto, sentí alivio, pero, el maldito de Juan abrió la boca, y quedé en la misma.

- ¿Cómo te enteraste?

- Rodrigo me puso al tanto. Igual, el destino de Juan está sellado, por traidor. Afortunadamente no contó detalles que pusieran a más personas en conocimiento de cosas que no deben saber, el problema es que quienes me buscan no se quedarán con eso, me convertí en un cabo suelto.

- ¿Cómo sé que dices la verdad?

- Tienes que creerme. Ellos me quieren muerta, sé demasiado, Miguel estaba metido hasta el cuello en cosas turbias, yo estuve con él en esas reuniones.

- Entonces Ofelia peligra.

- No. Ofelia no sabe nada de esto, su ignorancia la mantendrá viva. Yo traté de mantenerte al margen, pero eres terca. Él quiso sacarte del medio. Debí permitir que lo hiciera, todo sería diferente ahora. Te pido, por favor, no busques más, deja las cosas como están, por tu bien.

- Primero quieres matarme, ahora, quieres ponerme a salvo. No estás siendo sincera. Se acabó.

Alejandra se quedó en silencio. Al otro lado, Ofelia estaba horrorizada con todo lo que estaba escuchando, quería entrar y despedazar a Alejandra, pero, debía dejar que Myriam controlara la situación.

Maigualida miraba a Myriam. Conocía esa expresión en su rostro, nada prepararía a Alejandra para lo que venía ahora. Ella se levantó, tomó la silla a la cual estaba atada, y sin mucho esfuerzo, la hizo volar al otro lado de la habitación. Cayó aparatosamente, la silla se partió, Alejandra no se movía, su cabeza sangraba.

- Haz con ella lo que te plazca. Mátala, cógela, pícala en trocitos, no me interesa. Hizo que perdiera mi tiempo.

- No, no, por favor, lo que digo es cierto, te lo juro.

- No tengo un nombre, no tengo seguridad de estar a salvo, o de que Ofelia lo esté, incluso sus hijos.

- ¿No quieres quedarte a ver cómo me la gozo? – Maigualida se estaba quitando el chaleco, y tomaba del brazo a Alejandra.

- No. Simplemente asegúrate de que no salga con vida de aquí.

- Myriam, no me dejes.

Myriam la tomó del cuello, la presionó con fuerza.

- Tuviste tu oportunidad.

Salió, y de inmediato fue a encontrarse con Ofelia.

- Vamos, hora de ir a casa.

- Quiero ver.

- ¿Ver qué?

- Mira. – Ofelia señalaba el monitor.

Myriam observó la grotesca escena con detenimiento, Maigualida montó sobre la mesa a Alejandra y le arrancó la poca ropa que la cubría, manoseaba su cuerpo, lo lamía. Ella se resistía, pero Maigualida era mucho más fuerte.

Sin mucha demora, comenzó a rozar su clítoris con una de sus manos, la expresión del rostro de Alejandra era de dolor, pero no por mucho tiempo.

- Veo que a tu cuerpo le gustan mis caricias.

- Detente, por favor. – Alejandra suplicaba.

Maigualida introdujo sus dedos en ella, y comenzó a embestirla frenéticamente, los alaridos de Alejandra se convertían en gemidos en la medida que Maigualida aceleraba el ritmo. No tardó en correrse en los dedos de Maigualida.

Maigualida bajó sus pantalones solo un poco, y acercó ese palpitante y húmedo sexo al suyo. Comenzó a frotarse contra ella, mientras la sostenía del cuello con una mano y con la otra se daba gusto toqueteando sus senos. Cuando estuvo a punto de acabar, la haló del cabello, atrayendo su cabeza hasta su sexo. El esfuerzo que hacía Alejandra para no tener su boca en ella, estaba produciendo el efecto contrario, le brindaba más placer, terminó liberándose en su boca, para su pesar.

Maigualida la arrojó al suelo, acomodó sus pantalones, sacó su arma del porta pistolas, y sin contemplación alguna, la descargó contra la humanidad de Alejandra.

Ofelia sonreía, se acercó coqueta a Myriam, tomó su mano y la metió dentro de su pantalón.

- Hazme acabar. – Ofelia comenzó a besarla.

Myriam no pensó, solo hizo lo que Ofelia le pedía, sentirla tan empapada por ver una situación así le pareció interesante, aunque ella también lo estaba, no esperaba algo así de Ofelia.

Sus dedos se deslizaron sin dificultad en el interior de su sexo, toda la intensidad del momento, ver a Myriam siendo tan dominante, tan fría, la excitaron al máximo, su orgasmo no tardó en llegar.

- Qué rico. – Ofelia besaba apasionadamente a Myriam. – Esto continúa en la casa.

- Por mí, encantada. – Respondió Myriam.

Myriam se asomó con cautela, tratando de evitar encontrarse con Maigualida, pero venía justo hacia ella.

- ¿Qué pasó? Te hacía ida.

- Ofelia se conmocionó un poco, esperaba que se calmara. Ahora sí nos vamos.

Maigualida se asomó y vio el monitor apagado, presumió que nada de lo que sucedió había sido visto por ambas mujeres, así que restó importancia a aquello y las despidió en la puerta.

Myriam no estaba segura de lo que pasaría luego de la muerte de Alejandra, pero, ciertamente era una cosa menos por la cual preocuparse. El peor enemigo estaba en la sombra, y desconocía sus intenciones.

Continúa…