Mi vida después de ti (18)

CAPITULO XVIII – Por amor

CAPITULO XVIII – Por amor…

El sábado llegó, y con él, el cierre de los preparativos de Ofelia y Soraya. Myriam nunca sospechó, Ofelia, inteligentemente, la mantuvo ocupada con los niños, junto a quienes pasó infinitas horas de diversión.

Soraya llamó a Ofelia para coordinar, ella aún no llegaría pues, estaba buscando a sus amigas.

-          Dime, Soraya. – Ofelia estaba apartada de Myriam y los niños en el cuarto de juegos.

-          Llevaré a dos amigas discretas, para Lucas y Samuel, pobres, siempre viendo. – Soraya reía.

-          Excelente. Lucas está acomodando las mesas en el patio, Eva viene en camino con María Fernanda, y Samuel llegará más tarde. Ya tengo todo, el regalo principal también está listo.

-          ¿No me dirás de qué se trata?

-          No, después de mí, ella debe ser la primera en enterarse. Te dejo, iré a ver que no estén haciendo alguna travesura con Myriam, están muy callados.

Ofelia finalizó la llamada, y se acercó en silencio al cuarto de juegos. La puerta no estaba del todo cerrada, trató de asomarse sin delatar su presencia. Lo que vio y escuchó, enterneció su corazón.

-          ¿Dónde estás? Sal de una vez, monstruo de las profundidades. – Decía el pequeño Gio.

-          Ayúdame, noble príncipe, el monstruo no me deja salir. – Pierina destacaba por su voz dramática.

-          ¡Rawr!, ¡Raaawr! – Definitivamente, esa era Myriam.

Ofelia quiso abrir más la puerta, pero ésta rechinó, la sala quedó en silencio, y los tres fueron al mismo tiempo a ver quién estaba cerca. Ofelia se aseguró de salir de ahí lo más rápido que pudo, llorando de la risa por aquello.

Se encontró con Lucas, quien la vio en ese estado y preguntó si sucedía algo.

-          Están jugando, pero, es demasiado gracioso, casi me descubren. – Ofelia limpiaba un poco las lágrimas que bordeaban sus ojos, estaba roja de tanto reír.

Lucas sonrió, ya todo estaba listo, pronto llevaría a los niños con su abuelo, Ofelia le ofreció tenerlos al menos tres semanas con él, pronto tendría que ausentarse y no quería dejarlos solos en casa.

-          Ve por los niños, y pídele a Myriam que te acompañe con la excusa de traerme las cosas en esta lista. Eso nos dará oportunidad de sorprenderla al regresar. – Ofelia dio una lista con algunos embutidos y quesos a Lucas, posiblemente para la fiesta.

Lucas hizo lo que le pidió su protectora, y ella entró con él para evitar que sus tres traviesos husmearan. Dio un beso a cada uno en la frente, incluyendo a Lucas, y todos se fueron con él.

En ese momento, Ofelia suspiró. Para ella, era así que debía sentirse un hogar, lleno de amor, de amistad, comprensión y diversión a partes iguales. Por primera vez en su vida, se sentía completa.

Minutos después, llegaría Eva, acompañada de María Fernanda. La primera impresión que tuvo al verla, fue de ternura, María Fernanda miraba con amor a Eva, casi podía asegurar que miraba a través de sus ojos, por lo cegada que se veía. Traían como presente una botella de Chardonnay.

Recibió a ambas con un cálido abrazo.

-          Por fin tengo el gusto de conocerte, supe que pasaste de visita por el hospital, te lo agradezco mucho.

-          No fue nada. – María Fernanda se mostró avergonzada, porque recordó lo que sucedió aquella vez.

-          No me digas que somos las primeras. – Eva notó el vacío en la casa.

-          No por mucho, Soraya viene en camino con algunas amigas, Samuel viene al rato, y Lucas está entreteniendo a Myriam. Traté de indagar con Soraya si ella tenía amigos o algo así, pero solo nosotros estuvimos en el hospital. Creo que su vida no ha sido fácil.

-          Sí, pero, eso es lo de menos, creo que ella prefiere tener cerca personas que de verdad la aprecien, en vez de estar rodeada de gente extraña.

-          Eso es muy cierto. Vengan, denme su opinión de la decoración.

Mientras iban hacia el patio, María Fernanda se sintió incómoda, en cualquier momento llegaría Soraya, no sabría qué hacer o cómo reaccionar. Temía meter la pata, ahora que estaba acercándose de a poco a Eva, y las cosas parecían estar calmándose entre ambas.

-          ¡Wow!, vaya que se lucieron. – Eva sintió agrado por lo íntimo de aquella decoración.

Por ser un grupo pequeño, solo había cuatro mesas de jardín, de cuatro puestos cada una. Cada mesa tenía servido un tobo con algunas cervezas, y los que quisieran beber algo más, tenían a disposición un mini bar de exteriores, justo en la entrada a la casa. Las mesas tenían su parasol. La parrilla estaba a tono, y la carne macerada. Comenzarían a cocinarla cuando estuvieran todos.

-          Pueden tomar una cerveza si lo desean, empezaré a traer parte de los entremeses que tendremos hoy.

-          Dime que tienes tequeños.

-          Imposible olvidarlos, Myriam los ama.

-          Tendremos inconvenientes este día. – Eva bromeaba.

-          Hay suficiente para las dos. Quieta. – Ofelia desordenaba el cabello de Eva.

La pareja se sentó en una de las mesas. La entrada que daba a la casa desde el patio permitía ver la sala completa, porque en vez de una pared, tenía un ventanal completo. La casa de Ofelia era hermosa. Ambas comentaron sobre eso mientras destapaban unas cervezas.

Vieron que mientras Ofelia regresaba, se detuvo para abrir la puerta. Eva tuvo que componerse lo mejor que pudo cuando vio aquel cuadro. Soraya venía con tres mujeres, pero, una de ellas, entrelazaba su mano con la de ella. Pudo ver cómo Soraya presentaba las mujeres a Ofelia. Una mezcla de tristeza y rabia la invadió. María Fernanda notó que Eva estaba tensa, y no pudo evitar preguntar.

-          ¿Sucede algo?, amor.

-          Creo que necesito algo dulce, de repente me sentí algo mareada. – Decía Eva, mientras pasaba sus manos por su rostro.

-          Veré si Ofelia tiene algo. – María Fernanda trató de levantarse, pero Eva lo impidió.

-          No, descuida, estaré bien.

Ofelia venía con las mujeres, lo primero que notó fue que el rostro de Eva era otro, Soraya también notó aquello, cada una sacó sus conclusiones, sin decirse algo, ambas coincidieron en que aquello eran celos.

-          ¿Eva, te sientes bien? – Preguntó Ofelia.

-          Solo necesita azúcar, se siente un poco mal. – María Fernanda respondió por ella.

Soraya se acercó como si nada, saludó a ambas con un beso en la mejilla, para sorpresa de ambas por igual.

-          Muchachas, ellas son Daniela y Martha. Y esta hermosura de aquí es mi novia, Mía.

-          Se sobreentiende que es tuya. – Bromeó Ofelia.

Daniela era una morena bastante atractiva, tamaño promedio, cabello castaño oscuro, ojos color miel, más pechos que nalgas, pero, el grosor de sus labios parecía compensar esa carencia, podías imaginar lo que esa mujer era capaz de hacer con esa boca, y mientras más sucio lo vieras en tu mente, más acertado era. Martha, por otro lado, resaltaba por lo largo de su cabello negro, liso no natural, pero bien cuidado. Estaba mejor dotada que la morena, y su piel era mucho más clara.

Mía, era una mujer imponente, muy femenina, y con unos atributos envidiables. Su piel era blanca, sus ojos parecían los de un gato, redondos, amarillos, con destellos verdosos. Sus labios estaban perfectamente delineados, no muy gruesos, dejaban asomar una tímida sonrisa. Podían verse pecas no muy pronunciadas en sus pómulos, y en sus hombros. Su cabello era rubio natural, ondulado, brillaba con la luz del sol.

María Fernanda se sintió a gusto socializando. Inocentemente pensaba que el que Soraya tuviera novia, significaba que no se acercaría a Eva, no al menos de forma indebida.

Eva se armó de valor y extendió su mano a cada una. Una de ellas, Daniela, en un gesto de lo más indiscreto, dio un “brinquito” cuando sintió la mano de Eva.

-          Esta mujer está helada. – Dijo con ademanes exagerados.

-          ¿Te sientes bien? – Ofelia tomó sus manos.

-          Estoy bien, descuida. Iré un momento a humedecer mi rostro.

-          Voy contigo. – María Fernanda estaba preocupada.

-          ¿Qué le pasa a tu amiga? – De nuevo Daniela era indiscreta.

-          Quédate, mi amor. Daniela, tú eres Daniela, ¿cierto? Ella es mi pareja, no mi amiga. – Eva estaba irritada.

Soraya sintió una espina atravesar su pecho, pero sabía que esto sucedería, que sería una carrera de resistencia hasta que una de las dos cediera.

-          María Fernanda, ¿es normal que se ponga así? – Ofelia se notaba preocupada.

-          Es frecuente, pero solo si no come dulce, o se enoja, o se estresa, o respira... sufre de hipoglucemia. Le di un buen desayuno antes de venir y tiene galletas en el carro, casi no las tocó, pero pensé que era porque la comida había sido suficiente. Iré a buscarlas.

-          No, no hace falta, tengo muchas, mis hijos son dulceros. Pensaba que ella comía dulces por gusto, no imaginé que fuera algo así. Nunca habla de eso.

-          No le gusta hablar de eso, la hace sentir débil. ¿Tienes hijos? – El rostro de María Fernanda se iluminó.

-          Sí, un varoncito y una niña. ¿Te gustan los niños? – Ofelia se sentó a conversar con María Fernanda mientras ella volvía. Soraya pasó a un segundo plano.

-          Amo los niños. En mi anterior relación hice el intento, pero por cosas que no viene al caso decir, lo perdí. – Sus ojos se humedecieron.

-          Y, Eva, ¿qué dice de esto?

-          Hemos tocado el tema, pero no nos ponemos de acuerdo, ella es muy cuadrada y dice que si voy a tener un hijo suyo no trabajo más y me dedico a criarlo. Es algo loquita. – La mirada de María Fernanda brillaba al hablar de ella.

Soraya se distanció discretamente, y se reunió con su grupo. Se sintió algo abrumada por aquello. Conocía a Eva, pero, María Fernanda la hizo sentir que lo más preciado de ella, no lo conoció nunca.

-          La amas, se te nota.

-          Más de lo que parece.

-          ¿Pasa algo entre ustedes?

-          Está distante. No entiendo por qué. O sí. Por mí. Creo que no le gusta que la agobie, pero siento que se me va. – María Fernanda estaba perdiendo un poco la calma. Respiró y trató de componerse. – Disculpa por hablarte de estas cosas.

-          Nada de eso, eres la mujer de mi amiga, así que eres de la familia. Ya tendremos tiempo de conversar bien, allá viene tu “loquita”. Las dejaré para que estén juntas, buscaré algo dulce para ella.

Ofelia recibió un mensaje de Lucas. Venían llegando.

-          Chicas, prepárense, llegó la agasajada. – Dejó algunas galletas para Eva en un tazón.

Lucas dejó pasar primero a Myriam, como todo un caballero. Lo primero que Myriam atinó a ver fue a Ofelia lanzarse sobre ella en un tierno abrazo.

-          Camina sin dejar de ver mis ojos.

Ofelia tomó las manos de Myriam, a cada paso que daban, luchaba con ella para que no desviara su vista.

Una vez en el jardín, todos aplaudieron a la pareja y le dieron la bienvenida a Myriam.

-          ¿Qué es esto? – Myriam no entendía lo que sucedía.

-          Esto es para ti, hoy celebramos que estás entre nosotros, que una vez más venciste a la muerte. – Ofelia la abrazó y le dio un beso. Todos aplaudieron enérgicamente.

Después de los saludos y presentaciones, Soraya la llamó aparte para presentarle a Mía. Myriam la saludó cortésmente, y fue a sentarse donde estaba Ofelia con Eva y María Fernanda. Lucas comenzó a poner algunas carnes en el asador y Soraya puso la música.

Samuel le avisó a Ofelia que venía llegando. Ella dejó a Myriam con las muchachas y fue a recibirlo.

Samuel llegó con una botella de champaña, fue directamente a saludar a los demás.

Soraya los conectó con las chicas, y de inmediato todos entraron en ambiente. Samuel ayudaba a Lucas con la parrilla y las amigas de Soraya charlaban con ellos. Ofelia se repartía entre grupos, y Myriam se sentía a gusto con Eva y María Fernanda, no había fuerza humana capaz de moverla de ahí.

Soraya bailaba de manera provocativa con Mía. Eva trataba de no mirar, pero era difícil. Myriam pudo sentir la tensión, no le agradaba lo que estaba haciendo Soraya. Eva se retiró por un momento, Myriam le pidió que la acompañara a la cocina, quería husmear qué hacía Ofelia.

-          Mi amor, ¿qué haces?, ven a compartir con nosotras, así no me gusta.

-          Voy en seguida, amor, estoy terminando de acomodar unos canapés, espero que te gusten.

-          Si me dejas probar.

Ofelia puso uno de los canapés en la boca de Myriam, su mirada lo dijo todo, estaban excelentes. También le dio uno a María Fernanda, quien sonreía con todo aquello.

-          Me alegra que hayas venido, no hemos tenido oportunidad de conversar. – Le decía Myriam a María Fernanda.

-          Cierto, deberíamos aprovechar antes que nos absorba la reunión. – Dijo Ofelia.

Myriam y Ofelia apenas estaban conociendo a María Fernanda, pero, sentían mucha empatía hacia ella, lo que transmitía era cálido, les pareció especial.

Cuando regresaron al patio, no vieron a Eva ni a Soraya. Ella se entristeció, pero Ofelia sabía qué tenía en mente Soraya, así que no intervino.

Soraya buscó a Eva, pero ella no tenía intenciones de enfrentarse en este momento.

-          ¿Qué quieres?

-          ¿Qué te pasa? ¿por qué tan contrariada? – Soraya le cercaba el paso.

-          Me siento mal, deja que regrese.

-          No estarás celosa, ¿o sí?

-          Eres libre de hacer lo que te plazca. – Eva trató de alejarse.

-          Y eso haré, no voy a pasar el resto de mi vida recogiendo tus migajas.

-          Fui clara desde un principio, tú aceptaste, no me vengas con eso ahora.

-          ¿Con qué?, Eva, TÚ me amas.

-          Baja la voz.

-          ¿Prefieres seguir con ella a pesar de lo que sientes por mí? Perfecto, no diré más. Me llevo ese buen sabor de boca, saber que me amas tanto como yo a ti, pero prefieres seguir lejos de mí. Te tuve en mi cama, toqué el cielo contigo, pero, tú no quieres dar el salto, no te voy a obligar. Voy a hacer mi vida, tú sigue con la tuya. Despídete de este cuerpecito que tanto te enloquece, porque no lo tendrás de nuevo.

Eva la empujó y salió a toda prisa de ahí. Cuando las mujeres la vieron, se preocuparon, estaba pálida. Casi llegando a la mesa, se desplomó. María Fernanda se acercó a ella, la tomó entre sus brazos, estaba helada, Myriam, a pesar de no estar en condiciones, la cargó y la llevó a la sala, recostándola en el sofá. Todos dejaron lo que estaban haciendo y volcaron su atención hacia Eva.

María Fernanda se sentó junto a ella, con toda la seguridad que le caracterizaba, y gracias a dos años conviviendo con ella, sabía exactamente lo que debía hacer.

-          Ofelia, por favor, tráeme sal y jugo de naranja. Si tienes algo como gelatina también sirve.

María Fernanda levantó los pies de Eva. Se veía tranquila.

-          ¿Ya le ha pasado? ¿Se te ha desmayado así?

-          En dos años, algunas veces. Pero, me extraña, siempre ha sido en situaciones “borde”. Ella no maneja bien su ira, y cuando no destroza algo en el momento que está enojada, colapsa. Pero debe ser otra cosa, porque no estamos en una situación de estrés. Las veces que ha pasado hemos tenido situaciones fuertes en el trabajo, ella no se deja doblegar por este mal, siempre pide sus galletas antes de cada reunión. – María Fernanda acariciaba su cabello con ternura.

-          Chicos, pueden continuar con sus cosas, Eva estará bien. – Dijo Myriam al grupo.

-          Le serviré un buen plato de parrilla, eso le quitará todos los males. – Decía Lucas, mientras se retiraba al patio.

Ofelia llegó con el jugo y la sal, María Fernanda la colocó bajo su lengua, y esperó que reaccionara. Soraya se sentía ajena a todo aquello, ver a María Fernanda cuidar con tanta devoción a Eva, la hizo sentir mal, ella era la culpable de su estado.

Eva reaccionaba poco a poco, lo primero que vio al abrir los ojos fue a María Fernanda, sonriéndole.

-          Hola, pequeña revoltosa. – María Fernanda le dio un beso. – Caíste a mis pies, sé que soy sensual pero, asustaste a todos. Bebe esto.

Myriam y Ofelia rieron de aquello. Las dejaron solas, Myriam llamó discretamente a Soraya y habló aparte con ella. Ofelia se quedó junto al grupo grande

-          Me vas a explicar qué pasó, justo ahora. – Myriam se veía enojada.

-          Solo estaba dejando las cosas claras con ella, pero no lo tomó bien. Le dije que iba a intentar hacer mi vida y que no estaría más con ella.

-          Creo que no era el momento, y por como se puso, dudo que haya sido una conversación tranquila.

-          ¿Te vas a poner de su lado?

-          No. Pero tampoco del tuyo. Solo quiero que hagas lo correcto, no quiero que sufras. Si lo de esa chica con la que viniste es en serio, de verdad que tienes todo mi apoyo, pero, por la manera en que estás haciendo las cosas, me parece más una provocación hacia Eva, y no, Soraya, así no debes hacer las cosas.

-          ¿Cómo crees que me siento? Yo sé que ella me ama, pero me molesta que no se decida por mí.

-          A veces amar no es todo. Piensa en eso, y hablamos en unos minutos. – Myriam le dio un par de palmadas en el hombro, y dejó a Soraya sola.

Eva ya estaba más repuesta. Myriam quería hablar con ella, le pidió a Ofelia que entretuviera a María Fernanda, llevó despacio a Eva hacia el jardín y se sentó con ella. Soraya las vio, intuyó sobre qué hablarían, así que se acercó a los muchachos en la parrillera y se unió a la conversación que sostenían ahí.

-          ¿Cómo te sientes?

-          Mejor. Disculpa todo esto, me da pena con ustedes.

-          Calla. Ahora, ¿qué te dijo Soraya que te pusiste así?

-          ¿Tan obvio fue?

-          No, tu mujer es ingenua. O se valió de tu desmayo para marcar territorio. Creo más en esto último.

Eva se quedó pensativa. Myriam era muy sabia, escuchó sin chistar todo lo que decía.

-          Ustedes se dejaron arrastrar por cosas que durante mucho tiempo mantuvieron retenidas. Están viviendo la intensidad de los 15 a los 26. ¿Me sigues?

-          Fuera de tiempo.

-          Exacto. Lo que pasó allá adentro, le dejó muy claro a Soraya por qué no dejas a tu mujer por ella. No porque ella no sea capaz de aprender a tratarte si estás mal, sino que tú estás en un punto de tu relación donde las cosas van en otra dirección, una relación real. Tienes a alguien a tu lado que ve por ti, está cuando la necesitas. Soraya se quedó petrificada, sin saber qué hacer. Mira, es mi amiga, la quiero mucho, pero también te considero mi amiga. Entiendo lo que sienten, es válido, pero tú elegiste, y déjame decirte que muy bien, porque eres amada. A veces en la vida no se trata de lo que quieres, sino de lo que necesitas. El truco está en amar lo que necesitas, para que no te falte. La clase de mujer que necesitas, es María Fernanda. Te dará el amor, la atención, los hijos, y estará ahí aunque te salgan canas y arrugas. Nunca dejes de intentarlo.

Eva se conmovió con todo lo que le dijo Myriam. Tenía razón, ahora se sentía peor por haberle fallado a María Fernanda.

-          Sé lo que estás pensando, y déjame decirte algo. La verdad a veces está sobrevalorada. Pero si sientes que debes confesarle lo que pasó entre ustedes, no dejes pasar mucho tiempo.

Myriam se levantó, y fue tras Ofelia. Cuando la comida estuvo lista, Ofelia y María Fernanda se encargaron de servir a todos, Eva se quedaba mirándola, estaba siendo la mujer segura de la cual se enamoró.

María Fernanda se acercó a ella con comida. Myriam y Ofelia se sentaron con ellas. Samuel y los demás acercaron más las mesas para comer todos juntos.

Ofelia propuso un brindis, y dedicó unas emotivas palabras a Myriam.

-          Los motivos para reunirnos hoy aquí, son muchos, y son grandes, es mucho lo que hoy, gracias a la vida, puedo celebrar. Primero, poder estar viva, ver crecer a mis hijos, poder compartir con amigos y seguir ayudando a quienes lo necesitan. Pero, ¿les cuento algo? Hoy estoy aquí, hoy respiro, gracias a una maravillosa mujer que dio su vida a cambio de la mía, no una, sino dos veces. Y no, no quiero una tercera, no quiero tentar a la vida que ha sido benevolente conmigo y la ha dejado a mi lado. Cuando suceden estas cosas, comienzas a cuestionarte, ¿Qué es amar? Yo lo descubrí con ella. Ni siquiera me conocía, y me resguardó tras de sí para protegerme, fue mi escudo, y no titubeó, no me dejó. Y, dirán “pudo haberlo hecho por cualquiera”, Sí, y ese es el punto, ¿quién de ustedes lo habría hecho? – Ofelia lloraba – Ella no me preguntó quién era, solo vio que peligraba y… – tuvo que hacer una pausa – Fueron seis, sentí cada uno de esos impactos, y no se dejó caer hasta que el peligro pasó. Pero, saben ¿qué es curioso? La muy descarada me dice que volvería a hacerlo sin dudarlo, y sí, volvió a hacerlo, y no es que yo tenga hábitos extremos o sea aventurera, – rio débilmente – mi vida ha peligrado, tristemente, por ser quien soy. Les digo, si ella hubiera dudado un instante, yo no estaría aquí. Nuevamente, me resguardó, nuevamente fue un escudo para mí. Y como lo prometió, no dudó. Entonces, ¿qué define el amor? Tus acciones, eso. Yo entendí qué es amar por ella, y no me siento a su altura, ni me siento digna, ¿qué hice para merecer ese amor tan grande? – Ofelia lloraba cada vez más, y más de uno se secaba las lágrimas disimuladamente. – Yo quiero saber, y lo más probable es que nunca lo sepa. Ahí viene lo otro, no elegimos a quién amar, pero sí podemos elegir a quien nos ama, ella me ama, ¿qué hago yo? Amarla, humildemente, con lo poco que tengo para darle en comparación con lo que ella me ha dado a mí. Por eso, hoy brindo por ti, por el amor que me das, por estar aquí, por darme la oportunidad de seguir contemplando el azul del cielo, y de ver crecer a mis hijos, ahora a tu lado.

Ofelia alzó su copa, Myriam solo la veía, lágrimas brotaban incesantes, solo se abrazó a ella. Ambas lloraron, todos aplaudieron las palabras de Ofelia, y más de una captó las indirectas.

Luego de la comida, fueron muchos los descorches, las risas, bromas y juegos. Las amigas de Soraya calaron muy bien, y trataban a las mil maravillas a los muchachos, quienes se veían felices. Soraya estuvo la mayor parte del tiempo hablando con Mía, a cierta distancia, cada vez que la muchacha quería integrarse, Soraya la absorbía. Eva notó esto, sintió pena por ella.

La reunión terminó bastante tarde, Samuel ofreció llevar a las mujeres a sus casas, Soraya se fue con Mía, y, a pesar que trató de demostrar que “seguiría la fiesta”, se veía derrotada. Ofelia no permitió que Eva y María Fernanda se fueran, María Fernanda, aunque no bebió demasiado, lo había hecho, y Eva no estaba al cien por cien para manejar.

Cuando todos se fueron, las cuatro se quedaron conversando un poco más, hasta que Eva quedó rendida en las piernas de María Fernanda. Nuevamente Myriam tuvo que alzarla, como si fuera una niña.

Había sido un día extenuante. Apenas la cabeza de Myriam tocó la almohada, cayó como una piedra. Ofelia se quedó con el regalo en la mano, tendría que dárselo al despertar. No le quedó más remedio que recostarse a su lado, se quedó dormida mientras la contemplaba.

Continúa...