Mi vida después de ti (17)
CAPITULO XVII Tensa calma.
CAPITULO XVII – Tensa calma.
Luego del agotador juicio, todos decidieron ir a celebrar, escogieron la casa de Soraya para hacerlo, Ofelia llamó a Isabel para avisarle que tardarían más de lo previsto. Afortunadamente, Isabel disfrutaba estar con los hijos de Ofelia, y ella era generosa con lo que le pagaba, no tuvo problemas en estar unas horas más con los pequeños.
Al llegar a la casa de Soraya, todos estaban muy animados, Samuel y Ofelia conversaban acerca del juicio, Lucas ayudaba a Myriam a sentarse en el sofá, y Soraya ayudaba a Eva a preparar unos “coctelitos” para celebrar.
- ¿Tienes champaña? – Preguntó Eva.
- Para ti, tengo lo que me pidas. – Soraya estaba coqueta.
- Por ahora la champaña estará bien, lo otro ya tendremos tiempo de resolverlo. – Eva correspondía su coqueteo.
Soraya ofreció a Ofelia la botella para que la destapara. En medio del ruido de descorche y el tintineo de copas, todos vitorearon el excelente trabajo de Samuel. Soraya puso algo de música para hacer ambiente. Myriam estaba un poco dispersa, sostenía su copa, y no dejaba de ver a Ofelia, quien bromeaba con Samuel y Soraya. Lucas se sentó junto a ella, notó su intranquilidad.
- ¿Todo bien? – Preguntó Lucas.
- Para mí no ha terminado. Alejandra sigue libre, y esa condena me parece pírrica, en relación a todo lo que hemos pasado.
- Pienso igual. – Añadió Lucas.
- Veo a Ofelia tan tranquila, tan inocente…
- No lo está. Eso puedo asegurarlo. Ella ha sufrido tanto que se acostumbró a eso, a tapar lo que realmente siente. Siempre tiene una sonrisa, aunque por dentro esté quebrada.
Myriam se quedó pensativa al escuchar a Lucas, si bien es cierto, él ha compartido con ella mucho más. Sentía impotencia por no poder descifrarla.
Ofelia dirigió la vista hacia donde estaba Myriam, se acercó muy coqueta a ella, y se sentó sobre sus piernas.
- ¿Qué tienes, mi amor?
- Sí sabes que esto aún no termina, ¿verdad?
- Sí, lo sé, pero cada paso que demos en dirección al fin de esto, hay que celebrarlo. Es más, tenerte conmigo es más que suficiente motivo para alzar esta copa. – Ofelia se aceró a sus labios, y los besó, mientras chocaba su copa con la de ella.
Samuel las observó, y se dirigió a Lucas.
- Amigo, estamos perdidos, nadie trajo mujeres para nosotros.
- Sí, todas están “ocupadas”. – Lucas sonreía.
- Los compensaré, lo prometo. Este fin de semana iremos al club, las chicas corren por mi cuenta.
Ambos hombres sonrieron, sabían que cuando Ofelia estaba de buenas, botaba la casa por la ventana.
Transcurrieron al menos un par de horas entre tragos y charla amena, Eva se despidió, debía regresar con su mujer, quien la esperaba en su nuevo apartamento.
Soraya se despidió de ella amorosamente. No perdió oportunidad para aferrarse a lo que Eva le daba.
- ¿Cuándo te veo? – Preguntaba Soraya, mientras besaba repetidamente a Eva.
- Pronto, sigue portándote así de bien y seguiré cogiéndote como te gusta. – Eva la tomó del trasero lujuriosamente.
Myriam y Ofelia las miraban, cada una desde una perspectiva distinta. Ofelia veía amor, Myriam veía a su mejor amiga siendo lastimada.
- Relájate, mi amor. Soraya no es ninguna chiquilla, y, en cuanto a Eva, dudo que aguante ese ritmo por mucho tiempo. En algún momento tendrá que enfrentarlo, sea porque la descubra su pareja o porque Soraya se canse, y, viendo a Soraya, si está dispuesta a estar así con ella es porque no se siente intimidada y puede que crea que tiene oportunidad.
- ¿Y si no? – Myriam no estaba convencida.
- Tuvo lo que quería, mírala, mira cómo tiene a Eva. Eso para ella ya es victoria. Créeme, sé de estas cosas.
- Y… hablando de cosas, usted y yo tenemos un asunto pendiente qué conversar.
Ofelia la miró extrañada, mientas Myriam asentía con la cabeza y sonreía.
- ¿Te refieres a Diana?
- Correcto.
- Cuando lleguemos a la casa, te diré todo lo que quieras. Considéralo un hecho.
Soraya se acercó a las mujeres. Los hombres conversaban amenamente junto al ventanal.
- ¿Y esa cara? – Soraya se sentó junto a Myriam y besó su mejilla.
- Te estás metiendo en camisa de once varas, pequeña.
- ¿Eso crees? – Soraya las miraba y sonreía. – Ahora que lo pienso, ustedes son como “papi y mami” para mí, ¿Cierto?
Ofelia y Soraya se miraron y estallaron en carcajadas.
- Qué ocurrente, pero me gusta. – Ofelia sonreía.
- No desvíes el tema, Eva está jugando con ambas.
- ¿Estás segura?, te puedo decir que, aunque parezca eso, no lo es.
Soraya habló con una convicción que inquietó a ambas mujeres, Ofelia quiso indagar.
- ¿Qué tienes en mente? – Preguntó Ofelia.
- ¿Podrías permitirnos un momento? – Soraya se llevó del brazo a Ofelia, frente a la mirada atónita de Myriam.
La llevó a la cocina, y vigiló que Myriam no estuviera cerca.
- Sé que tú me entiendes, Myriam es muy… “cuadrada”.
- Sí que lo es, pero ella te adora, no quiere que sufras.
- Yo sé, pero, dime tú, ¿tengo cara de estar sufriendo?
- Sé que no, pero, al final del día, ella va con su mujer.
- Lo sé, bien cobarde que es, pero eso no es lo que quiero decirte. Quiero que invitemos a su pareja a la fiesta. Sí, que vaya con ella.
- ¿Qué vas a hacer? – Ofelia sintió curiosidad.
- Ella está cómoda con que yo tenga que “aceptar” que ella vuelva a casa con María Fernanda, y yo simplemente debo estar disponible para cuando ella quiera ese sexo ardiente que al parecer ya no tiene con su pareja.
- Tiene sentido, no puede tener la misma energía sexual con las dos a la vez, más si tú la estás exprimiendo.
- Ciertamente, y Eva es como Myriam, es… básica, dale unas galletas y una buena meneada de caderas sobre ella y la tienes en la mano.
- Ahora que lo dices…
- ¿Ves? Entonces, ¿Qué pasaría si yo llego a la fiesta, digamos, acompañada?
- Te sigo. – La mente de Ofelia maquinaba al ritmo de Soraya.
- A mí no me afecta en nada que ellas estén juntas, ese día en el hospital me quedó claro que es tan insegura como lo fue Ángela, y a criaturas así me las devoro en el desayuno. Al principio, ella no era así, de hecho, Eva me rechazó terriblemente cuando empezó a andar con ella.
- Una escoba nueva, siempre barre bien. – Añadió Ofelia.
- Yo me rendí, pero, Myriam, mi amada amiga… ella me dijo que solo debía mostrarme tal cual soy, y la magia ocurrió.
- De cualquier forma, me imagino que tienes un plan b.
- Sí, si ella no se decide por mí, me alejaré de ella. Me dolerá en el alma, porque la amo, pero llevo toda mi vida esperando por ella, tampoco voy a recoger sus migajas. Más de una muere por tenerme, y no solo por este cuerpo, soy más que eso. ¿Cuento contigo?
- Amaré ver esto, cuenta conmigo. – Ofelia abrazó a Soraya.
Ambas regresaron con Myriam, ya era hora de regresar a casa.
- Pórtate bien, pequeña. – Myriam abrazó a Soraya.
- Estaré bien, confía en mí.
Todos se despidieron de Soraya, Samuel se fue en su vehículo, y Lucas llevó a Myriam y Ofelia a casa.
Cuando llegaron, los niños dormían, Isabel estaba dormitando en el sillón de la sala.
- Isa, llegamos. – Ofelia trataba con ternura a la joven. – Deberías quedarte, es tarde.
La joven se levantó, estaba algo desorientada.
- Yo puedo llevarla a su casa, si ella no quiere quedarse. – Dijo Lucas.
- No avisé a mis padres, aceptaré la propuesta de Lucas. – La joven estaba sonrojada.
Ambos se retiraron. Myriam se sentó, le pidió a Ofelia sentarse junto a ella.
- ¿Qué te dijo Soraya?
- Que va a poner en su puesto a Eva, a su manera. Me agrada, tiene actitud y es muy segura de sí. Te quiere mucho, ¿sabes?
- Lo sé, es mutuo, ella había sido hasta ahora mi única familia. No quiero ver que sufra.
- Déjala ser, te aseguro que podrá con esto. – Ofelia se abrazó a ella.
- Bueno… ahora, nuestro asunto pendiente. ¿Quién es esa mujer?
- ¿Quieres café? La historia es larga.
- Suena bien. – Myriam se recostó sobre el espaldar del sofá mientras Ofelia fue a preparar el café.
Ofelia no demoró mucho, cuando regresó, Myriam estaba lista para escuchar la historia.
FLASHBACK
"Todos tenemos un pasado"… ésta frase rondaba la cabeza de la joven Ofelia, recordaba vagamente lo ocurrido la noche anterior. Bebió demasiado, su amiga y compañera de residencia, Diana, estaba dormida junto a ella, semidesnuda.
Ofelia, con 23 años, y una brillante carrera por terminar, sentía esa necesidad, ese calor intenso que solo podía calmar una caricia femenina. Su familia, muy conservadora, rechazaba ese tipo de conductas, siempre vivió mirando mujeres en secreto. Pero, eso cambiaría un día.
Ofelia siempre supo que su mejor amiga estaba enamorada de ella, y, ¿quién mejor que tu amiga para algo como eso?
Salió de la cama, estaba confundida, no sabía si había sucedido o no. Anoche, hubo una gran fiesta en la facultad, bebieron hasta que sus cuerpos perdieron el control. Esperaba que Diana pudiera sacarla de dudas.
Entró a la ducha, el agua helada la espabilaba, mientras se enjabonaba, pudo notar la humedad en su sexo, empezó a pensar que algo había sucedido, y, de haber sido así, sería decepcionante pues no recuerda nada.
Cuando salió pudo ver que Diana estaba de pie, estirándose cual gato, mirando hacia la ventana de aquel pequeño dormitorio.
- Hola, muñeca. – Diana se acercó a ella, verla en toalla y aún mojada, la hacía desearla.
- Dime, ¿pasó?
- ¿QUÉ? – Diana estalló en risas. – Anoche no pasó nada, bueno, casi. No recuerdas nada, por lo que veo.
- No, no recuerdo. – Ofelia se sentó, demostró frustración.
- Olvidaste entonces que anoche te dije que no te cogería en una fiesta de facultad, te llamé borracha, me abofeteaste, trataste de arrancarme la ropa y te dormiste sobre mí.
- ¡Qué bochornoso! – Ofelia estaba avergonzada.
- Cuando estés verdaderamente lista, sucederá, y será especial. Ya después verás con quién te acuestas, pero si yo voy a ser la primera, será perfecto, para que nunca lo olvides, estés con quien estés. – Diana besó su frente y entró a la ducha.
Ofelia se quedó pensando, tenía una amiga maravillosa, dispuesta a eso por ella, y ella no podía corresponderle, se sentía incómoda por eso.
Minutos después, Diana salió de la ducha, completamente desnuda, su cuerpo estaba goteando. Los ojos de Ofelia se perdieron en ese cuerpo que parecía tallado por los mismos ángeles.
- No sé qué haces en esta facultad, un cuerpo así debería estar en el escenario, bailando, siendo libre. – Ofelia estaba babeada.
- Mi padre no quiere que rompa la “tradición”, y solo falto yo. Como si no hubiesen suficientes abogados en la familia. Igual no pienso ejercer, tengo planes.
Diana se acercó a Ofelia, se sentó sobre ella, haciendo movimientos sensuales. Dejó caer todo su peso hacia atrás, arqueando su espalda, y movía sus manos simulando olas.
Ofelia la atrajo hacia ella, quedaron muy cerca la una de la otra, quiso besarla, pero Diana la detuvo.
- ¿Lo quieres? Bien. Esta noche. Tú, yo, solas. Te mandaré la dirección por texto, y asegúrate de estar a tiempo. Son las 11 de la mañana, tienes hasta las 4 de la tarde para decirme que NO estás lista. De otro modo, entenderé que lo estás, y sucederá.
- ¿Así, sin anestesia?
- No sé si te has dado cuenta que tus manos están en mis senos. – Diana reía.
Ofelia se sintió pequeña en ese instante, pudo sentir su sexo húmedo, solo por tocar de manera inconsciente los senos de su amiga. Definitivamente tenía qué hacerlo, era demasiado evidente que su cuerpo lo pedía a gritos.
Con mucha impotencia, vio como aquella mujer se vestía, de lo más tranquila, dejándola sola con la excitación al máximo. Se dejó caer sobre la cama, su toalla se abrió de par en par, dejando su cuerpo desnudo expuesto. Sus manos empezaron a explorar su ser, tocaba sus senos, acariciaba su abdomen, estaba muy excitada, palpó su sexo con las yemas de los dedos, su clítoris estaba hinchado, deseoso de ser estimulado. No pudo evitar empezar a hacer círculos a su alrededor, intercalando con roces verticales directos que la hacían gemir intensamente. Dejó de tocar sus senos y usó esa mano para penetrarse, sin dejar de tocar su clítoris. Deliraba con las sensaciones tan placenteras que estaba experimentando. Su orgasmo fue intenso, le tomó algunos minutos reponerse de aquello.
Ofelia pasó la mayor parte del día pensando en lo que sucedería, ya no se trataba de estar lista, era una necesidad. Sin darse cuenta, el “lapso” para arrepentirse, expiró horas atrás. Eran las 7, recibió un mensaje de Diana, donde le daba la dirección a la cual debía llegar.
Ofelia sintió nervios, ansiedad. Mil cosas pasaron por su cabeza, aun así trató de calmarse a sí misma. Se dio una ducha rápida, depiló a la perfección cada pliegue de su sexo y su ano. Perfumó su piel con una fragancia suave pero seductora, usó un conjunto de ropa íntima blanco, cuyo hilo tenía bordes de encaje sumamente sensuales. Se puso un vestido con estampado de flores y escote sugerente, no demasiado ajustado, pero que caía encantadoramente bien en su figura, el cual acompañó con unos cómodos tacones trenzados hasta la pantorrilla. Recogió su cabello como una cebolla, se maquilló ligera, y luego de tomar una bocanada de aire, salió rumbo a lo desconocido.
El trayecto fue largo, sintió nervios del taxista, pues nunca había ido al lugar de la dirección. Cuando su pánico estuvo a punto de ebullición, el hombre le advirtió que habían llegado. Vio el vehículo de Diana afuera, eso la tranquilizó. Pagó al taxista y bajó del vehículo.
Al detallar el lugar se veía acogedor, parecían ser cabañas individuales, pensó que Diana estaba siendo muy bella con ella, sabía cuánto amaba las cabañas, siempre ha sido su sueño tener una cabaña en medio de la nada donde pudiera huir de todo y de todos.
Envió un mensaje a Diana, quien le indicó el número de cabaña al cual debía acercarse.
Cuando se abrió la puerta, Diana estaba frente a ella, se había vestido con un atuendo sencillo, un corto vestido de seda que cubría poco de su cuerpo, Ofelia se sorprendió, pero no tuvo mucho margen para detallar, pues Diana cerró la puerta y puso un antifaz en sus ojos, no podía ver. Percibía un aroma delicioso en el ambiente, cuando quiso preguntar de qué se trataba, sintió la dulzura de unos labios rozando los suyos.
Se dejó llevar, Diana la abrazó y siguió besándola, despacio, apasionadamente. Sus lenguas se entendieron desde el inicio, y a Ofelia comenzaba a faltarle el aire por lo mucho que esa mujer la estaba haciendo gemir con solo besarla. La música de fondo, era conocida por Ofelia, era una hermosa canción de Laura Pausini - Víveme. Diana la dejó por un momento, y susurraba en su oído.
- Quiero que sepas que, después de esto, seguiré siendo tu amiga incondicional, disfruta lo que hice para ti, te seguiré queriendo al despertar, y seguiré siendo tu amiga siempre. Cuando más lo necesites y no lo esperes, estaré ahí, salvando tu trasero.
Diana la tomó de las manos, y la hizo caminar hasta la pequeña sala de la cabaña, se podía sentir el calor de las velas, el corazón de Ofelia estaba latiendo a prisa.
- ¿Estás lista? – Preguntaba Diana.
- Lo estoy. – Ofelia respondió con seguridad.
La mujer retiró el antifaz. Los ojos de Ofelia se humedecieron cuando vieron aquello. Una mesa para dos, con un hermoso ramo de rosas rojas en el centro, una botella de champaña en un tobo con hielo, y dos platos servidos, una botella de vino y dos copas.
Ofelia se dio vuelta para quedar frente a ella, Diana se veía feliz, esa forma de mirarla tan amorosamente la enternecía, brotaba por sus poros ese amor que nació a su entrada en la facultad, han tenido todos estos años juntas, como amigas, y hace un momento, Diana tuvo ese primer beso que tantas veces soñó.
Diana la invitó a sentarse, y destapó para ella su plato, al ver de qué se trataba, Ofelia lloró. Era su comida favorita en todo el mundo, y una única vez lo mencionó, estaban entre amigos, fue algo casual, no tenía idea del nivel de detalle que tenía esa mujer para con ella, el vino era el perfecto para acompañar aquella pasta en salsa de liebre que tantos recuerdos de infancia le traía.
Diana pensó en todo. Descorchó el vino, sirvió las copas, y brindó con ella, por ella.
- Morellino di Scansano… ¿de dónde lo sacaste? – Ofelia estaba realmente impresionada con todo aquello.
- No preguntes, disfruta, esto es solo el comienzo. – Diana alzó su copa.
Cenaron en silencio. Diana sonreía al ver a Ofelia comer, sus ojos estaban embelesados, no dejaba de mirar el platillo, sabía tan bien como lo recordaba.
- ¿Tú lo preparaste?
- Si sigues preguntando cosas te haré callar.
- ¿Cómo harás que calle?
- Manteniendo tu boca ocupada. – Diana mordió su labio inferior de manera provocativa.
Terminaron la cena, Diana tomó la botella de vino, y llevó a Ofelia a un pequeño balcón techado en el cual había un par de sillas, una mesita rústica y una mullida hamaca. Diana se sentó e hizo sentar a Ofelia entre sus piernas, abrazándola con ellas. Hacía frío, Diana sirvió más vino, y dejó que Ofelia se hundiera en su cuello, mientras admiraban el hermoso paisaje. La noche era clara, podían verse las estrellas escoltar a la imponente luna llena. La piel de Ofelia se erizaba al sentir la mano izquierda de Diana deslizarse por su espalda, subía lentamente hasta que de un solo tirón, se deshizo del bastoncillo que sujetaba su cabello.
- Amo tu cabello suelto. – Decía la mujer, mientras sus dedos se enredaban en el cabello de Ofelia.
- Y yo amo todo esto, es hermoso, nunca me sentí tan bien. – Ofelia decía esto mirando a Diana.
- No me mires así, me intimidas. – Diana reía, pero hablaba en serio, la mirada de Ofelia era muy penetrante.
Estuvieron un buen rato conversando, intercambiando uno que otro beso, riendo. Hasta que el calor del vino comenzó a hacer efecto, y las manos comenzaron a toquetear.
Diana le quitó la copa, la dejó en la mesita y tomó su rostro, comenzó a besarla tiernamente. Ofelia correspondió el beso, pero, esta vez con desesperación. Diana pudo sentir esto, y una sensación de miedo y adrenalina recorrían su cuerpo. Temía que ella se arrepintiera al día siguiente, y todo aquello terminara mal.
Un movimiento osado de Ofelia la sacó de sus pensamientos. Con gran destreza, se sentó sobre ella a horcajadas, y reanudó el beso con mayor intensidad. Diana acariciaba sus muslos, y deslizaba sus manos por debajo de ese delicado vestido, para tener mejor contacto con sus nalgas. Cuando descubrió que Ofelia llevaba un diminuto hilo, su excitación aumentó más. Ofelia retiró las manos de Diana, ella pensó que todo había terminado ahí, pero no, Ofelia las puso en sus senos, y presionó fuerte. Estaba muy excitada.
Diana quería arrancarle la ropa, ahí mismo, y hacerle las cosas que siempre soñó, pero, le prometió que sería especial, así que se ceñiría a eso en todo momento. Como pudo, la guio hasta la habitación, llevando con ella el tobo con la champaña.
En este punto, todo transcurrió en cámara lenta para ella, lentamente desnudó a Ofelia, hasta dejar expuesta toda su hermosa figura. Permitió que Ofelia hiciera lo propio con ella. Estuvieron unos instantes besándose, explorando sus cuerpos, hasta que la desesperación las llevó directo a la cama. Ofelia se sentía a gusto, disfrutaba las atenciones que le brindaba Diana, quien se estaba empleando a fondo para darle el máximo placer.
Recorrió su cuerpo con besos, partiendo de su frente, bajando por su cuello, tropezando con aquel par de enormes y perfectos senos que la naturaleza había obsequiado a Ofelia. Los tuvo uno a uno en su boca, jugó con su lengua en cada pezón. Los gemidos de Ofelia no se hicieron esperar.
Deslizó suavemente su lengua por su abdomen, besó a conciencia tanto como pudo esa zona de su cuerpo. Se detuvo en su ombligo, el cual lamió, y mordisqueó un poco, causando sensaciones intensas en Ofelia.
Diana acarició sus piernas, se aferró con fuerza a sus muslos, los cuales besaba, mordía… disfrutaba cada contacto que tenía con su piel. Podía ver la desesperación en el rostro de Ofelia quien, a todas luces, ya no podía más.
Repentinamente, Ofelia sintió una húmeda caricia invadir las profundidades de su sexo. Era primera vez que tenía contacto sexual con otra persona, todo esto era nuevo para ella, no sabía manejarlo. Comenzó a gemir con más fuerza, en la medida en que las lamidas de Diana se volvían más rítmicas.
Diana comenzó a penetrarla con la lengua, mientras estimulaba su clítoris con uno de sus dedos, Ofelia se aferraba a las almohadas, su cuerpo se arqueaba, su piel estaba erizada. En un cambio rápido, Diana introdujo dos de sus dedos en Ofelia, y comenzó a succionar su hinchado clítoris. Estimuló adecuadamente ciertos puntos en su interior, lo que hizo estallar a Ofelia en un espectacular orgasmo que dejó atónita a Diana.
Ingenuamente pensó que ahí terminaría todo, pero, Ofelia se lanzó sobre ella como una fiera, comenzó a besarla, a tocarla. Diana estaba sorprendida, esperaba todo menos eso, pero se dejó llevar. Ofelia se montó sobre ella y comenzó a frotarse contra su sexo. Diana gemía, los movimientos de cadera de Ofelia eran demasiado deliciosos, aunque eso no era lo único que Ofelia tenía para ella. Como si fuera algo que toda su vida hubiese hecho, comenzó a recorrer el cuerpo de Diana, devoró sin compasión sus senos, haciendo que Diana posara sus manos sobre su cabeza y cerrara sus ojos. Cuando Ofelia tuvo aquel húmedo sexo frente a ella, se le hizo agua la boca, se desató la lujuria en ella, y se dejó llevar.
No siguió protocolos, ni imitó lo que Diana le había hecho, simplemente se entregó a lo que sus instintos le dictaban.
Ese sabor, esa textura. Esencia de mujer, aroma de hembra excitada, bebía con desesperación, sin dejar caer una sola gota de aquel néctar que le regalaba Diana, cuyos gemidos melodiosos inspiraban a Ofelia.
La atención que le brindaba la boca de Ofelia era perfecta, pero, Diana quería más.
- Cógeme. – Dijo jadeante.
Ofelia se hizo de rogar, no hizo de inmediato lo que Diana le pidió. Esperó que su desesperación aumentara aún más, para después entrar en ella sorpresivamente. Diana la llamaba por su nombre, estaba casi sentada, se apoyaba sobre sus codos, y movía sus caderas al compás de las embestidas de Ofelia. Algunos instantes después, Diana tendría el mejor orgasmo de su vida.
Se dejaron caer sobre la cama, agitadas, y con una noche prometedora a cuestas. Diana se sentó, buscó un par de copas y descorchó la botella de champaña. Entre besos y caricias, bebieron la primera copa.
- ¿En serio esta es tu primera vez? – Diana bromeaba con Ofelia.
- Te lo puedo jurar. – Ofelia tenía los ojos cerrados, y sonreía.
- Pues te sale natural hacerlo rico. – Se acercó a ella para besarla.
Su copa tropezó y derramó algo de champaña sobre Ofelia. El contraste del frío de la champaña y la tibieza de la lengua de Diana que limpiaba con destreza su abdomen, hicieron que Ofelia se excitara nuevamente, buscando más de Diana.
Fue una noche épica, perfecta, tal y como Diana había querido. Luego de ese encuentro entre ambas, hubo otros menos elaborados, Ofelia se había vuelto adicta a Diana. La última vez que estuvieron juntas, fue en la residencia de la facultad, Diana quiso “felicitar” a Ofelia por haber aprobado su tesis de grado, y sin más, tuvieron sexo a plena luz del día. Desafortunadamente, sus padres llegaron antes de lo previsto, y al entrar, encontraron a Ofelia cabalgando frenéticamente sobre Diana.
Después de eso, no volvió a verla en mucho tiempo. Se casó, tuvo a sus pequeños, su vida se convirtió en lo que Don Piero había decidido arbitrariamente para ella.
Poco después del segundo cumpleaños de Pierina, Ofelia empezó a sentirse extraña, miró su vida en retrospectiva y se dio cuenta que había un vacío que Miguel o sus hijos no llenaban. El sexo con él era poco frecuente, él viajaba mucho, pero Ofelia se refugiaba en sus hijos, no notaba su ausencia.
Una noche, pidió a Roberto manejar sin destino fijo, quería que solo condujera. Esa noche, los niños estarían con los abuelos. Miguel tenía tiempo fuera del país, quería estar sola.
Mientras se desplazaban, Luces brillantes llamaron la atención de Ofelia, quien bajó la ventanilla para preguntarle a Roberto acerca de aquel lugar.
- Es un club para caballeros, aunque a veces he visto entrar mujeres. Hay bailarinas, licor, tetas al aire, es el paraíso.
- Vamos, quiero echar un vistazo. – Ordenó Ofelia.
- Señora, no es un sitio adecuado para Usted.
- No es adecuado que cuestiones mis órdenes. Solo haz lo que te pido, te compensaré bien por eso, y por tu silencio.
Roberto sabía que era contraproducente provocar a Ofelia. Esa mujer, así de menuda, tenía un carácter que hacía huir al mismísimo diablo. Resignado, decidió conducir al local.
Lo que no sabía Ofelia, es que al entrar en ese lugar, se encontraría de nuevo con su gran amiga. Vio su show desde las mesas externas al área VIP. Su corazón latió con intensidad cuando la reconoció. Esos movimientos, esa cadencia, esa sonrisa, ella era única. Esa y otras noches, la observó en silencio, sin acercarse. Hasta que un día se escapó del cobijo de Roberto y fue sola. Pidió un baile privado, y exigió que fuera ella quien lo hiciera.
Cuando Diana la vio, no cabía en sí misma de la felicidad, pero conservó la compostura. Siempre se mantuvo al tanto de Ofelia, sabía que era una mujer casada, y que tenía hijos.
Cada vez que Ofelia iba, Diana le entregaba lo mejor de sí en su actuación, fuera en público, o a solas. Y esa se convirtió en su manera de estar cerca la una de la otra.
FIN DEL FLASHBACK
Myriam quedó perpleja con todo aquello, pero, le parecía extraño que Ofelia nunca manifestara haber sentido amor por aquella mujer. No sabía cómo interpretar aquello.
- Esa es mi historia con ella. Fuera de eso, no existe algo más. – Ofelia dejaba asomar cierta nostalgia en su expresión.
Myriam la abrazó. Dejó a un lado sus pensamientos viscerales y demostró buena actitud para con ella.
- Gracias por compartir una parte de tu vida conmigo. – Dijo, con total sinceridad.
Ofelia la besó, acarició su mejilla, y le sonrió.
- Hora de tu recompensa.
Ambas compartieron la bañera, Ofelia estaba decidida a dejar una huella en Myriam que fuera imposible de borrar. Myriam cerró sus ojos, mientras sentía cómo Ofelia la masturbaba con total experticia, rozaba cada pliegue de su sexo con propiedad, la marcaba como suya.
Ofelia buscó sus besos, y un mayor contacto entre sus cuerpos. Myriam llevó sus senos a su boca, y comenzó a frotarse contra ella. El agua tibia, la espuma, el vapor creciente, todos como uno, creaban un ambiente perfecto para ambas.
Ofelia aceleró el ritmo, Myriam se aferraba a ella con todas sus fuerzas, hasta que por fin Ofelia llegó al orgasmo.
Ofelia pidió a Myriam ponerse de pie, quedando de rodillas frente a ella. Se dedicó a lamer su húmedo sexo, en una pose de total sumisión hacia ella. Se aferraba a sus muslos, lamía con devoción, se podía escuchar entre gemidos y succiones cada vez que le repetía “soy tuya”.
Myriam la tomó del cabello, y comenzó a imponer un ritmo acelerado, cuando estaba al borde del placer, tomó su cabeza con ambas manos y comenzó, literalmente, a cogerse su boca. Esto encendió de nuevo, mientras Myriam embestía su boca, comenzó a masturbarse frenéticamente. Myriam tuvo un orgasmo intenso, que luego de unos segundos, acompañaría Ofelia, quien seguía tocándose mientras limpiaba los jugos de Myriam.
Ambas se abrazaron luego de ese momento, y terminaron la noche durmiendo entrelazadas.
Continúa…