Mi vida después de ti (16)
CAPITULO XVI Juicio. (Segunda parte)
CAPITULO XVI – Juicio. (Segunda parte)
Aquella mujer, encantadora y sensual, subió al estrado. Myriam la reconoció, pero tuvo que hacer un esfuerzo grande para lograrlo. Ofelia, por mucho que quisiera, no podía olvidar esa mirada, esos ojos, negros, profundos, cargados de un misticismo que la hipnotizaba.
El abogado defensor quiso comenzar el interrogatorio, se le veía muy confiado. Soraya susurraba discretamente a Ofelia.
- ¿Es quien creo que es?
- Sí, es ella. Esperemos que Samuel saque ventaja de esto. – Ofelia permanecía inquebrantable.
Se acercó a la mujer, y procedió con la apertura.
- Señorita, indique nombre completo y ocupación.
- Diana Carolina Andrade Garzón. Bailarina profesional.
Murmullos invadieron la sala.
- Bailarina profesional. Tengo entendido que su nombre artístico es “Diva”. ¿Qué tipo de público se sirve de sus “servicios”?
- Objeción, su señoría, estas preguntas no nutren el caso. – Samuel atacó.
- Abogado, haga mejor uso de sus preguntas.
- Su señoría, es importante entender la naturaleza del trabajo de la testigo para poder sustentar el argumento sobre el cual se basa la defensa de mis clientes. Permítame proseguir.
- Señorita, responda la pregunta. – Solicitó el juez.
- Atiendo toda clase de público, hombres, mujeres…
- Es decir, lesbianas.
- No necesariamente, donde trabajo va todo tipo de público, incluso, hombres van con sus esposas, disfrutan el show, sin más.
El abogado hizo una pausa.
- Pero tiene clientes femeninas VIP, ¿cierto?
- Sí, pero, en sí, ¿qué necesita saber? No vinimos a hablar de mi trabajo, ¿o sí?
Las risas abochornaron al abogado. Aquella mujer, no retiraba la vista de Ofelia, quien correspondía su mirar. Myriam no podía ver esto, pero sí podía ver a la mujer mirarla.
- ¿Conoce usted a esa mujer? – Dijo el abogado, señalando a Ofelia.
- Sé quién es, creo que todos aquí sabemos eso.
La mujer respondía con gracia y daba cierto toque humorístico que desataba las carcajadas en todos los presentes, el juez tuvo que llamar al orden.
- Señorita, no juegue conmigo.
- Le sugiero que formule mejor sus preguntas, abogado. – Dijo la mujer.
Esto estresó aún más al hombre. Samuel observaba tranquilo, sabía que podía sacar provecho de esto.
- ¿Ha visto alguna vez a esta mujer en su sitio de trabajo?
- Por supuesto.
Todos murmuraban, el abogado se anticipó a esgrimir conjeturas.
- ¿Lo ven?, esta mujer frecuenta esta clase de sitios buscando placeres prohibidos.
Ofelia palideció. Samuel no se inmutó.
- Disculpe, abogado, no he terminado de responder.
- Ya dijo lo que necesitábamos escuchar, eso confirma que…
- Abogado, deje terminar a la señorita. – Solicitó el juez.
- Gracias, su señoría. La vi junto a aquel muchacho de allá, su marido es cliente asiduo del sitio donde trabajo, y ambos tuvieron que llevarlo un día a rastras porque estaba demasiado ebrio y agredió a una de las chicas. La señora ofreció una compensación por los daños, a cambio de no exponer a su esposo. – La mujer mantenía la vista en Ofelia.
- Pero, eso no es lo que nuestras fuentes…
Samuel se levantó de su asiento.
- Su señoría, pido que este testimonio sea desestimado, el abogado está tratando de poner en tela de juicio la reputación de una dama, para sus propios fines.
- Tenemos evidencias de una cuenta VIP a nombre de Ofelia Di Medici, está en la carga de prueba de la defensa.
Todos callaron, la mujer, rompió el silencio.
- Eso puedo explicarlo yo, si me lo permiten. – Dijo Diana.
El abogado estaba rojo de ira.
- Explique, señorita. – Solicitó el juez.
- A raíz de ese incidente, cuando la señora Ofelia canceló la cuenta de su esposo, el sistema la dejó registrada. Si han visitado clubes, saben que las cuentas se cargan a nombre del titular de la tarjeta, y si el nombre es distinto, lo sobrescribe, esto puede ser comprobado si lo desean, el local está a la orden.
- Pero aquí hay consumos recientes, en días donde el difunto estaba fuera del país.
Todos murmuraron.
- ¿Me permite ver el papel? – Solicitó la mujer.
El abogado lo permitió, algo receloso.
- Recuerdo esto, este día estaba ahí, aquel joven apuesto de allá estuvo ese día, le di un baile en el área VIP, y estaba con una mujer… sí, ella – La mujer señaló a Soraya. – Él me dijo, y cito: “mi jefa me dio la noche libre y me dijo que pidiera lo que quisiera, que ella invitaba”. Mencionó su nombre. Los gorilas pueden confirmar esto, ya conocían al muchacho por las incontables veces que tuvo que buscar al esposo de la señora.
El abogado estaba confundido, su fuente era fiable, ¿cómo podía estar pasando esto?
- No más preguntas. – Se retiró derrotado.
Ofelia estaba temblando, aquella mujer la había ayudado, pero, ¿Por qué la llamaron a ella? Esa pregunta rondaba su cabeza, se perdió en sus pensamientos un instante, hasta que la voz de Samuel la hizo volver.
- Si el juez me lo permite, quisiera pedir al abogado que revele su fuente.
El abogado se levantó airado.
- Mis fuentes son confidenciales.
- Su señoría, la fuente que indicó esta información, cometió un delito de difamación contra mi cliente, y en uso de mis facultades como su abogado personal, deseo interponer una demanda al final del presente juicio. Es evidente que esta joven ni siquiera sabe por qué está aquí, o ¿me equivoco? – Samuel se las jugó todas.
- Me dijeron que debía atestiguar en un caso de adulterio, que solo debía indicar si conocía a una persona, nada más. – Diana trataba de no reír, era evidente que estaba mintiendo.
- Su señoría, pido desestimar el testimonio de la señorita, aunque éste confirme la naturaleza violenta del occiso, la manera en la cual fue traída hasta aquí, constituye una falta grave a las leyes. Pido al jurado que tome en consideración todo esto, a la hora de emitir su veredicto.
Samuel se sentó, su enojo era evidente.
- Señorita, puede retirarse. Este testimonio queda desestimado. Si no quedan más elementos por exponer, prosigamos con la intervención de la fiscalía hacia los acusados restantes.
- Tengo algo más. – El abogado estaba desesperado.
- Adelante, abogado. – Dijo el juez.
- La fiscalía no ha explicado cómo consiguió toda esa supuesta evidencia, podría ser plantada, falsificada, la defensa exige respuestas.
La oportunidad de Samuel llegó, la estocada final estaba por consumarse.
- La fiscalía, con todo el gusto, pondrá las dudas de la defensa en contexto, para eso, pido llamar a declarar a la persona que se encargó directamente de realizar las investigaciones desde la perspectiva tecnológica, presidenta de una prestigiosa consultoría de software, que tiene probada experiencia en el área de seguridad informática y forense. La señorita Eva Santiago.
Eva sintió todas las miradas sobre ella, tomó la mano de Ofelia y la presionó levemente antes de levantarse, caminó con naturalidad al estrado, y se sentó.
- Señorita, para el jurado, nombre completo y ocupación.
- Eva Gabrielle Santiago Orihuela. Ingeniera de Sistemas.
- Bien, señorita, ¿podría indicarnos la naturaleza de la relación entre la señora Ofelia Di Medici y usted?
- Con gusto – Eva sonreía – Desde antes que yo naciera, mi padre y el suyo son socios de negocios, tanto su bufete como nuestra consultora intercambian servicios en un acuerdo de cooperación mutua, nosotros auditamos sus sistemas, y nos encargamos de su seguridad perimetral. Como contraparte, ellos son nuestro representante jurídico.
- Bien, esto sugiere que usted está al tanto de los movimientos financieros de la familia Di Medici entre otras cosas.
- Sí, nosotros auditamos todo, presentamos informes cada vez que así lo solicitan.
- La señora Ofelia solicitó hace poco que auditara las cuentas, me pareció extraño por ser extemporáneo, pero mi trabajo es hacer, no preguntar. – Eva sonrió, contagiando a más de uno.
- ¿Notó algo extraño en las cuentas?
- A nivel de saldos finales no, pero sí a nivel de movimientos.
- ¿Podría ser más específica?
- Movimientos innecesarios a una de las cuentas.
- ¿La del difunto?
- Hasta ahí no llego, solo veo números, facilité esa información en bruto a los efectos de que los interesados establezcan las relaciones según su interés primario.
- Eso indica que su juicio de los hechos es completamente imparcial, digo esto porque es conocido por muchos que las une una amistad.
- Correcto.
- Bien, para tranquilidad de la defensa, y de todos los presentes. Mucha de la información que usted entregó para el caso, incluía movimientos que indicaban transferencias, compra de boletos, etc. Que luego de un análisis pertinente, develaron la implicación flagrante de todos los presentes, y de la actual fugitiva, en lo que ha sido denominado por la fiscalía como un complot para acabar con la vida de mi cliente. ¿Podría indicar, cómo la obtuvo?
- Internet. – Eva sonrió nuevamente.
- ¡Objeción!. Internet no es una fuente fiable, es más, sin una orden judicial no puede tener acceso a muchas de las cosas que presentaron como prueba.
- Abogado, lo que dice la defensa es cierto. – Dijo el juez.
- Un momento, su señoría – Eva reaccionó naturalmente. – Disculpe, abogado, pero la información relacionada con compra de boletos, horas de viaje y destinos, es de dominio público, hasta usted puede consultar la página de la aerolínea si lo desea. Y todo lo que presenté como resultado de la investigación, está avalado por peritos expertos que contratamos en cada trabajo que hacemos, si gustan, pueden auditar por sus medios lo presentado, digo, si dudan de su veracidad.
Se formó un bullicio en la sala. El juez se alteró.
- ¡ORDEN!.
- No más preguntas, su señoría.
- Si la defensa no tiene preguntas, la testigo puede retirarse.
El abogado defensor no tenía más recursos. Se quedó en silencio, mirando al jurado.
Samuel quiso interrogar a los demás acusados, pero, uno de ellos se rehusó. El otro, sin embargo, solicitó hablar en privado con los abogados y el juez presentes.
El juez llamó a un nuevo receso. Afuera, todos se reunieron nuevamente, mientras Samuel asistía a esa “reunión” que solicitó el acusado. Ofelia pudo ver a “Diva”, fumando un cigarro en una de las áreas dispuestas para tal fin. No se acercó, podría poner en riesgo todo lo trabajado.
- Eso fue un golpe bajo, pero, ¿quién le daría esa información a la defensa? – Preguntó Eva.
- Tenemos que averiguarlo. – Dijo Ofelia.
- Yo hablaré con ella. – Dijo Myriam. Levantándose de la silla de ruedas.
- Myriam, siéntate, hazme el favor. – Ofelia la regañó. Ella la miró con ojos de borreguito asustado.
- Quédate tranquila, yo me acerco a ella, igual dijo que yo estuve ahí, y no es mi reputación la que está siendo objeto de ataques. – Dijo Soraya.
Soraya fue hacia la mujer con un contoneo sensual que dejó perpleja a Eva, además, a los hombres presentes. Una vez junto a ella, la saludó de forma casual, e inició la conversación.
- Lo que sucedió allá adentro fue una locura. – Dijo Soraya.
- No sé en qué esté metida Ofelia, pero no seré yo quien le eche tierra encima.
- Se agradece, pero, ¿Por qué?
- ¿En serio nunca les habló de mí? Eso solo puede significar algo… ¿Cuál de ustedes es su mujer?
- ¿En serio la conoces?
- Que ella te lo diga. Y tú… creo haberte visto en algún lugar, pero no recuerdo dónde. Total. Hazme un favor, dile a Ofelia que pronto nos veremos, cuando todo esto pase, que me busque en el club.
La mujer se retiró, Soraya quedó más confundida de lo que estaba cuando se acercó a ella.
- ¿Y bien? – Preguntó Myriam.
- Nada, dijo que no entendía qué sucedía pero que ella no enterraría a Ofelia, habló como si la conociera bien.
Ofelia se ruborizó, Myriam lo notó, su pecho ardió, comenzó a sudar frío, y a sentirse muy enojada.
- Claro que la conoce, ¿olvidan el baile que hizo para Ofelia? – Dijo Lucas en tono de voz muy bajo.
- Soraya no se refiere a eso, lo sé. – Ofelia se apartó del grupo y fue al baño.
Myriam quiso seguirla, pero Lucas sostenía su silla, no podía competir contra su fuerza en su estado. Ofelia no tardó en regresar. Era notorio que solo humedeció su rostro un poco.
- Vamos por café, me duele la cabeza. – Ofelia guio al grupo a la cafetería.
El silencio entre Myriam y Ofelia cargaba la atmósfera de una tensión incómoda. Ofelia quería aclarar las cosas pero, por el lugar, era imposible. Mientras todos conversaban, tomó su teléfono y comenzó a escribir, luego, mostraría el mensaje a Myriam, discretamente.
“Puedo notar cómo estás, eso no me ayuda en este momento. Una vez en casa, te explicaré todo. Por cierto, te ves hermosa celosa. Te comeré a besos.” – Escribía Ofelia.
Myriam la miró, ruborizada. Decidió hacer uso del recurso para manifestar sus inquietudes.
“Vi cómo te miraba”. – Fue breve.
Ofelia sonrió, y volvió a escribir para ella.
“Ella mira, tú comes.” – Escribió, y además, añadió un guiño.
Myriam no podía seguir, Ofelia tenía razón, pero, no sabía cómo manejarse, no había sentido algo igual anteriormente. Ofelia al ver que no obtuvo respuesta, volvió a escribir.
“Esta noche te haré el amor, si me regalas una sonrisa en este instante”.
Myriam la miró, y por más que trató, no pudo evitar reír. Esta vez respondió.
“Chantajista”.
Ofelia vio el texto y su risa fue notoria para el grupo.
Mientras tanto, Samuel, entró en un pequeño cuarto que solo tenía una mesa, varias sillas, y alumbrado deficiente. Los hombres se sentaron. Estaba el abogado defensor, el juez, y el acusado que solicitó la reunión. Juan Montero. Él inició la conversación.
- Quiero hacer un trato.
- Es un poco tarde para eso, ¿no lo cree? – Samuel se sentía tentado, pero debía mantenerse firme.
- Hay mucho que podría decir, más allá de lo que ustedes tienen, podríamos negociar mi sentencia a cambio de “información”.
- Juan, no tienes qué hacer esto. – Dijo el abogado defensor.
- Calla, pendejo. Dejaste muchas cosas sueltas y nada salió como lo planeamos, ahora te jodes.
- ¿Está sugiriendo que su abogado está implicado? – Preguntó el juez.
- Por supuesto que lo está. Él recibiría su tajada. – El hombre reía con malicia. El abogado se derrumbó.
- ¿Cuál es su relación con los implicados? – Preguntó Samuel.
- Quiero una sentencia reducida a la mitad, y que pueda cumplir bajo arresto domiciliario.
- De acuerdo, pero si por alguna razón nos está engañando, el trato se cancela. – Advirtió Samuel.
- Bien. Hace dos años, Alejandra me pidió un “favorcito”, a cambio de otro. Al parecer, su amante tenía problemas financieros que podrían desaparecer si su esposa, digamos, moría.
- Y, ¿el nombre de ese hombre es?
- Miguel Escalona. La idea en un principio era raptarla, pero, eso levantaría sospechas, así que planificamos una situación en la cual la vida de la mujer quedara en riesgo. Si ella moría, habría sido considerado un desafortunado evento. Pero todo salió mal por culpa de la pelirroja. Se supone que ese día ella no debía estar ahí, pero la maldita Alejandra, en vez de hacer su trabajo, estaba revolcándose con Escalona.
- Continúe. – Samuel sentía auténtica repulsión por lo que estaba escuchando.
- Tiempo después, las cosas cambiaron. La urgencia por dinero hizo que él pidiera un préstamo a Alejandra para pagar sus deudas, pero ese dinero provenía del padre de esta, así que se metió en serios aprietos.
- ¿Con todo el dinero que tenía? – Samuel dudaba.
- No, hablamos de su propio dinero. La mujercita separó los bienes antes de que se casaran, funcionaban como un todo, pero sin estar revuelto. Ella nunca financió sus desastres.
- Lo que mencionó Eva de los movimientos. – Samuel seguía atento lo que decía el hombre.
- A él se le ocurrió la grandiosa idea de volver a intentarlo, pero, esta vez él lo haría. Alejandra no estaba de acuerdo, ellos pelearon, y ella se apartó. Supe que Alejandra vio a Myriam y a Ofelia juntas, no supo exactamente la naturaleza de aquello, pero eso la llevó a indagar, y así se enteró de la investigación que llevaba a cabo Myriam. Ella le comentó esto a Escalona, con la intención de detener las acciones por un tiempo y él le pidió que se encargara de ella, que él iría por Ofelia. Alejandra quiso persuadir a Myriam, pero ella la mandó a la mierda, literalmente. Escalona sospechó de la actitud de Alejandra, y nos pidió a nosotros liquidar a la pelirroja. Fuimos a su apartamento, pero no estaba, conseguimos su laptop y nos hicimos con ella. La mujer, de alguna forma dio con nosotros, pero logramos neutralizarla. Íbamos a matarla, no sin antes gozar con ella un rato, bien buena que está la perra. Alejandra llegó y lo impidió, ella se las apaño para liberarse, cuando nos dimos cuenta, comenzamos a disparar, Alejandra nos decía que no le disparáramos, y ella aprovechó eso para escapar… en eso Escalona tenía razón, Alejandra jodió todo.
- ¿Dónde está ella? – Preguntó Samuel.
- Pregúntenle a Isaac.
- Bien, ahora, todo eso que acabas de decir, lo ponemos en esta hojita de aquí, me lo firmas, y podremos hablar de tu “arreglo”. – Samuel sacó de su maletín una planilla de declaración, la cual entregó a Juan.
El juez salió con el documento. Todos fueron notificados de la reanudación de la sesión. Mientras entraban, Ofelia no pudo evitar sentir curiosidad, duraron un buen rato ahí encerrados.
- ¿Qué tanto hablaron?
- Tenemos todo. Cayó quien menos creí.
- Sabía que podía confiar en ti. Gracias, Samuel.
El juez entregó el documento al alguacil, a quien solicitó hacerlo llegar a la defensa.
- Habiendo sido presentados los testimonios, pruebas, y otros elementos pertinentes, este tribunal solicita al jurado que entre en proceso de deliberación. Se levanta la sesión hasta tanto el jurado tenga su veredicto.
Todos salieron, el grupo fue a la cafetería, tomaron un pequeño refrigerio, el día había sido agotador.
La deliberación tardó una hora, Samuel dudaba, con la contundencia de la evidencia, la decisión debía ser fácil de tomar.
- No pienses tanto, Samuel. Sabes que siempre revisan todo una y otra vez, pasan más tiempo comiendo donas y tomando café que discutiendo realmente.
- Tienes razón, pero igual me preocupa.
Todos entraron nuevamente a la sala, el juez pidió a los acusados ponerse de pie para escuchar el veredicto. Como era costumbre, primero hacían llegar el veredicto al juez antes de emitirlo. Esta vez, el juez hizo una pausa, y llamó a Samuel al estrado.
- Abogado, considero necesario que sepa que el acuerdo puede ser desechado en este momento, ya la culpabilidad del acusado había quedado demostrada.
- Lo sé, su señoría, por eso “accedí”, a efectos de este juicio, no hubo tal acuerdo. – Samuel sonrió con complicidad.
Samuel se sentó. Sonriente. Ofelia intuyó que algo bueno se avecinaba.
- Honorable jurado, ¿cuál es el veredicto?
- Su señoría, por los cargos presentados ante este tribunal: homicidio intencional en grado de frustración, asociación para delinquir, conspiración y malversación de fondos. Los acusados han sido hallados, culpables. Solicitamos con toda la responsabilidad, que sea considerada la pena máxima permitida por la ley.
La sala se llenó de aplausos, Ofelia abrazó a Samuel, Eva y Soraya se abrazaron a Ofelia. Al fondo, Myriam y Lucas celebraban el veredicto.
- La sentencia que este tribunal establece, para todos los acusados por igual será purgada de la siguiente forma: por el cargo de homicidio intencional en grado de frustración, 15 años. Por el delito de asociación para delinquir, 5 años. Por los delitos de conspiración y malversación de fondos, 10 años. La sentencia deberá ser cumplida de manera ininterrumpida, sin derecho a libertad bajo palabra o algún otro beneficio que contemple la ley, entiéndase arresto domiciliario o trato preferencial en el sitio de reclusión. Se solicita al abogado Rodrigo Meneses, comparezca ante este tribunal dentro de los 3 días hábiles posteriores al presente dictamen, a fin de conocer el lugar de reclusión, entre otros detalles de interés. Se levanta la sesión.
Por fin había terminado, Ofelia sentía paz, pero, aún quedaban algunas cosas por resolver. El paradero de Alejandra era una de ellas. Sin embargo, en este momento, solo pensaba en celebrar que se había hecho justicia, aunque la sentencia le pareció mínima en comparación con lo que merecían aquellos hombres.
Continúa…