Mi vida después de ti (15)
CAPITULO XV Juicio. (Primera parte)
CAPITULO XV – Juicio. (Primera parte)
Dos semanas después de la evolución favorable de Myriam, todo estaba listo para darle el alta. Aún se fatigaba al caminar, así que debían trasladarla en silla de ruedas mientras recuperaba del todo la fuerza.
Lucas trasladó a ambas mujeres a la casa de esta. Ofelia había ordenado que el apartamento de Myriam fuera cerrado mientras ella se recuperaba.
Al llegar a casa de Ofelia, Myriam estaba impresionada, nunca antes vio tanto lujo junto. Ofelia caminaba a su lado, atendía llamadas una tras otra, y Lucas empujaba su silla.
Cuando entraron, Myriam se levantó de la silla, no era algo cómodo para ella no poder andar libremente. Lucas la ayudó a caminar hasta la sala, donde se sentó por un momento.
- Lucas, reposa unos minutos, necesito que por favor vayas a casa de mi padre y traigas a mis hijos, ya hablé con él.
- Entendido.
- Ya estoy ansiosa por que los conozcas, mi amor. Ellos no saben lo que pasó, ya tendré oportunidad de hablar con ellos después. ¿Cómo te sientes?
- Me siento extraña, creo que aún necesito tiempo para estar al cien por ciento. Extraño mi melena y me siento débil. – Decía Myriam, tocando su ahora corto cabello.
Debido a la explosión, su cabello se chamuscó, fue necesario cortarlo. Para ella, ese era su sello, su identidad. Se sentía desnuda.
- Pronto crecerá, descuida. – Dijo Ofelia.
En ese momento, una llamada las interrumpió. Era uno de los abogados que había asignado para el caso, puso la llamada en altavoz para que Myriam estuviera al tanto.
- ¿Qué sucede? – Respondía Ofelia.
- Uno de los sospechosos no ha sido aprehendido, la mujer. Se dio a la fuga. Esto pone en riesgo el juicio.
- ¿No que la habían capturado? – Ofelia estaba ofuscada.
- Sí, pero no se presentó a la audiencia preliminar, y no fue devuelta a su sitio de reclusión.
- Pues con o sin ella, haremos el juicio, habla con el juez y arguméntale que existe riesgo de abandono del país, que autorice prohibición de salida, si se pone obtuso, dile que yo se lo estoy pidiendo. Llámame cuando tengas noticias.
Ofelia finalizó la llamada.
- Esa mujer es peligrosa, no estaré tranquila si anda por ahí a sus anchas. No por lo que pueda hacerme a mí, sino a ti, aún no te recuperas del todo. – Ofelia se abrazó a Myriam.
- No te preocupes, no se saldrá con la suya, yo misma la encontraré, te lo puedo jurar.
- No. No pondrás tu vida nuevamente en riesgo. ¿Cuántas veces tendré que vivir con miedo a no verte más? – Ofelia lloró.
Myriam la abrazó, y la guio hasta su regazo. Acariciaba su cabello mientras Ofelia se aferraba a sus piernas.
- No puedes evitar que haga lo que sea por ti, tú le das sentido a mi vida, te pertenece. – Myriam susurraba suavemente en su oído, la piel de Ofelia se erizaba.
- Bueno, como me pertenece, te ordeno que no la arriesgues más. – Ofelia se rio, mientras se daba vuelta para mirar a Myriam.
- No. – Myriam sonrió, y fue acercándose lentamente a los labios de Ofelia.
Hace mucho que no tenían ese contacto, se sintieron abrumadas por la intensidad de lo que les estaba haciendo sentir ese beso. Myriam sentía sus labios dulces, suaves, los exploraba lentamente, y mientras lo hacía, acariciaba su rostro. Por otro lado, Ofelia, sentía ese contacto tierno, pero apasionado, podía sentir que volaba. Ella se aferraba a su cabello, marcaba la profundidad del beso, ponía las reglas.
Era increíble que un mismo beso pudiera sentirse de tal manera en cada una.
Lo más cercano a la perfección es un beso de amor correspondido, pensaba Ofelia.
Lucas las interrumpió para avisar que saldría por los niños.
- Le aviso cualquier eventualidad, estaré aquí lo más pronto posible.
- De regreso cómanse un helado y trae algo para nosotras, hoy eres el hermano mayor.
Lucas se sonrojó, esa mujer lo hacía parte de su vida, de su familia, lo trataba amorosamente, como un hijo. Sentía profundo respeto por ella. Salió a toda prisa a buscar a los pequeños.
- ¿Crees que les agrade que esté aquí?
- Tengo días hablándoles de ti, están pequeños, será más sencillo para ellos asimilar, y, bueno. Llegué a un acuerdo con papá, estarían un tiempo conmigo y un tiempo con él, y si alguno decidiera vivir definitivamente con el otro, sería una decisión respetada. El día que te dejé con Soraya fui a eso, a negociar. Él es muy chapado a la antigua, nunca entenderá lo que siento, pero es muy respetuoso de la familia, sería incapaz de quitarme a mis hijos.
- ¿Y si ellos deciden no estar contigo?
- Lo entendería, amo a mis hijos, pero ellos crecerán y harán una vida, justo lo que le dije a mi padre. Él ya intervino una vez, y eso no pudo evitar que entregara mi corazón a una mujer.
- ¿Y qué mujer es esa? – Myriam buscaba parecer ingenua.
- Bueno, te la puedo describir. – Ofelia le siguió el juego.
- Soy toda oídos.
Ofelia se sentó, se acomodó de forma de quedar frente a ella, tomó sus manos y las entrelazó a las propias.
- Es una mujer muy hermosa, temeraria, valiente, muy inteligente. Tiene unos ojos que son mi perdición. La primera vez que la vi, supe que la amaría toda mi vida. – Ofelia decía esto sin dejar de mirar a los ojos a Myriam.
- Y… ¿esa mujer sabe que estoy aquí contigo? – Myriam siguió jugando con Ofelia.
Ofelia estalló en risas, tomó un cojín y golpeó suavemente el rostro de Myriam.
- Tontita. Hablo en serio. – La besó tiernamente. – Te amo, con todo mi ser.
Myriam la miró seria, su rostro se enrojeció, y se humedecieron sus ojos. Solo atinó a abrazarla. Ofelia entendía qué significaba ese abrazo.
- ¿Te provoca un baño de burbujas?
- ¿Te incluye? – Myriam estaba “de manos inquietas”.
- Aún no tienes fuerzas para eso, ¡quieta! – Ofelia sonreía feliz.
Ofelia la llevó a su habitación, era inmensa, y sobre la cama había un colchón aparentemente nuevo. Myriam miró con curiosidad aquello, y Ofelia lo notó.
- Dormirás conmigo, no puedo permitir que te recuestes en un colchón desastrado. Lo doné a la caridad.
- ¡Caramba!, pensaste en todo, pilluela. – Myriam se reía.
- Sí, quiero que te quedes un tiempo conmigo mientras se aclara todo y te recuperas por completo. Cuando estés bien y el peligro pase, eres libre de quedarte donde quieras. – Ofelia la besó.
- Es un trato justo. Acepto.
Entraron en el baño. Ofelia se sintió tentada de arrancarle la ropa y devorarla pero, ciertamente, Myriam todavía estaba débil.
- Te dejaré para que te bañes tranquila, es demasiada tentación estar aquí. Te dejaré ropa limpia sobre la cama. – La besó repetidamente y salió rápidamente.
Ofelia dejó la ropa y volvió a la sala. Preparó una pequeña merienda para Myriam, y mientras la esperaba, revisó su correo electrónico y adelantó algunas cosas de trabajo. Unos minutos más tarde, Myriam se reunió con ella. Ofelia la trataba como vaso de cristal, quería que se sintiera cómoda. La hizo sentar a tomar la merienda junto a ella.
Lucas llegó con los niños, ambos corrieron a los brazos de Ofelia. Lucas se acercó para sentarse, se veía agitado.
- ¡Mami! – Gritaron al unísono.
Myriam se sorprendió al ver a los hijos de Ofelia, eran pequeñas réplicas de ella, sobre todo la niña, eran dos gotas de agua.
Ver a Ofelia en esa faceta, enternecía a Myriam.
- Niños, quiero que conozcan a alguien especial, que salvó la vida de mami dos veces.
- ¿Ella es la súper detective? – Preguntó Giovanni.
- Sí, mi amor. Es ella.
- ¡Genial!. Cuando crezca quiero ser un súper detective.
- Estoy segura que serás el mejor. – Le dijo Myriam.
La niña la observaba con curiosidad, era algo tímida. Traía un peluche con ella, Myriam usó eso para romper el hielo.
- Lindo oso, cuando era niña tenía uno que siempre llevaba conmigo. – Dijo sonriendo.
- ¿Cómo se llamaba? – Preguntaba la pequeña Pierina, refugiada entre las piernas de Ofelia.
- Se llama Paco, aún lo conservo, un día te lo presentaré.
- ¿En serio? – La niña se mostró entusiasmada. – Mi oso se llama Horacio.
- De seguro serán buenos amigos.
- Bien, mis amores, vayan a bañarse y a cambiarse, luego podrán jugar con Myriam.
Los niños comenzaron a correr alocados, eran muy alegres.
- Me tranquiliza verlos así, cuando les conté lo de su papá estaban muy confundidos. No les conté en contexto cómo llegamos ahí, pero les dije que, lamentablemente, el murió de inmediato, que por eso me rescataste solo a mí. No fue sencillo, Gio preguntó. Él era muy apegado a su papá. Le dije que de haber podido, lo habrías salvado.
- Entiendo. Con todo esto, los niños son los que más sufren. Y sí, lo habría hecho. Contrario a lo que cualquiera podría pensar, porque las cosas se pagan en vida, y la deuda era grande. – Añadió Myriam.
El teléfono de Ofelia volvió a sonar, respondió de inmediato y puso el altavoz.
- ¿Qué tenemos? – Preguntó Ofelia.
- Logramos la prohibición de salida del país, y el juicio es mañana a las 10. Logramos convencer al juez en el preliminar, podría salir todo mañana mismo. Mencioné tu nombre y todos comenzaron a temblar, agilizaron todos los trámites.
- Excelente, incorpora a Myriam a la lista de los testigos, su declaración es la raíz de todo.
- Bien, lo haré. Nos vemos mañana.
Ofelia finalizó la llamada.
- Mañana será un gran día. Hoy descansaremos, posiblemente nos lleve casi todo el día el juicio. Aunque con la carga de prueba debería ser suficiente, no sabemos qué puedan tramar.
- ¿Alguna cosa de la cual se puedan agarrar? – Preguntó Lucas.
- De mucho, ellos te escudriñan la vida, cualquier mínima cosa que puedan usar en tu contra, créeme, la usarán.
- Ratas de alcantarilla. – Espetó Myriam.
- Tal cual. – Aseveró Ofelia.
Cuando volvieron los niños, comenzaron a pelearse por quién jugaría con Myriam. Ofelia observaba sonriente aquello. Que sus hijos fueran amigables con la mujer que amaba, le daba esperanzas de un día decirles la verdad sobre ella.
- Niños, puede jugar con ambos, no se peleen por ella.
Myriam se levantó, le dio una mano a cada uno y fueron al jardín. Lucas miraba a Ofelia, su rostro reflejaba una dicha que jamás vio en ella, excepto cuando nacieron sus hijos.
- Quiero que hagamos una fiesta, al salir de todo esto, solo nosotros, celebraremos que está viva, y que estoy viva gracias a ella. Cuando termine el juicio, organizaremos todo.
- Suena bien, cuente conmigo. – Respondió Lucas.
- Llamaré a Soraya, de seguro le agradará la idea.
Ofelia marcó de inmediato a Soraya, su respuesta no se hizo esperar.
- ¿Ofelia? – Respondía una agitada Soraya.
- ¿Qué haces? – Ofelia preguntó con picardía.
- Me ejercitaba un poco.
- Vaya… buena hora del día para ejercitarse. Quería comentarte algo, respecto a Myriam, puedo llamar cuando termines tu “rutina”. – Ofelia reía en silencio, Lucas no se quedaba atrás.
- No, dime. – Se escuchaban risas al fondo.
- Luego del juicio, haré una fiesta para Myriam, quisiera saber si cuento contigo.
- ¡Por supuesto!, ahí estaremos… estaré. – Soraya se puso nerviosa.
- Eva también está invitada, descuida. – Ofelia dejó salir una sonora carcajada. – Cuando salga del proceso del juicio, nos reunimos para ponernos de acuerdo.
- Seguro.
Ofelia finalizó la llamada.
- Estas muérganas, creen que una nació ayer. – Ofelia no paraba de reír.
- Pobre muchacha, la otra, la bonita. – Decía Lucas.
- ¿La conoces? – Preguntó curiosa Ofelia.
- Sí, estuvo en el hospital. Cuando entró, usted estaba dormida. Dijo que parecía un ángel.
- ¡Qué ternurita! Me habría gustado conocerla, quizás al mirarla podría tener un mejor panorama de las cosas, mi instinto no me falla.
- ¿Y si la invita también?
- No creo que Eva la traiga, dudo que quiera tener a ambas mujeres en el mismo sitio, aunque podría intentar, total, no puedo juzgar a Eva, no conocemos del todo la situación que pueda estar viviendo con ella, y la primera vez que la vi junto a Soraya, noté un cúmulo de sentimientos reprimidos por ella, igualmente Soraya, ambas tenían ese sentimiento latente, esperando salir. Sería interesante ver qué sucedería, pero tampoco quisiera que la fiesta se convirtiera en una pelea de gatas.
- Eso sí quisiera verlo. – Decía Lucas sonriendo.
- Hombres… todos cortados con la misma tijera. – Ofelia se acercó a Lucas y le dio un par de coscorrones.
- Llama a los niños, veremos una película y ordenaremos pizza, no quiero cocinar. Mañana vendrá Isabel, estará aquí con ellos mientras estamos en tribunales. No necesitaré que me esperes, solo te avisaré cuando estemos por salir para que pases a recogernos.
- Está bien. – Lucas fue a llamar a Myriam y los niños.
Ofelia ordenó pizza como para un batallón, y todos se reunieron como una familia a ver una película. Para cuando terminó, era hora de enviar a los pequeños a la cama. Lucas fue a dormir antes, estaba cansado. Myriam acompañó a Ofelia a acostar a los niños. Cayeron rendidos rápidamente. Ambas mujeres se retiraron a la habitación principal.
Ofelia colocó sábanas nuevas sobre el colchón, eran de una seda muy fina, suave al contacto. Para cubrirse eligió una cobija esponjosa, el aire acondicionado del cuarto te hacía tiritar por las noches.
Cuando estuvieron bajo las cobijas, las sensaciones invadieron a Ofelia, y con total seguridad a Myriam, pero ésta última no intentó algo, se acostó de lado, dando la espalda a Ofelia, quien la abrazaba tiernamente.
Para Ofelia, el tenerla entre sus brazos y no poseerla, estaba siendo una tarea titánica. Su cuerpo estaba completamente adherido a Myriam, su sexo rozaba su trasero, y esto la estaba enloqueciendo.
Su respiración se fue agitando. Myriam podía sentirla, pero simulaba estar dormida. Ofelia deslizaba su mano derecha por debajo del camisón que tenía Myriam, acariciaba su abdomen. Su cuerpo se movía involuntariamente, se frotaba contra sus nalgas, respiraba en su nuca, en ocasiones dejaba en su cuello uno que otro beso. La excitación aumentaba conforme pasaban los minutos, Ofelia subió su mano a la altura de los senos de Myriam, estaban calentitos, se sentían suaves, quería tenerlos en su boca.
Myriam, que no era de palo, sujetó la mano de Ofelia, y la llevó directamente a su entrepierna. Cuando Ofelia sintió su sexo húmedo, dejó escapar un gemido, y mordió el hombro de Myriam. Ésta se dio vuelta para ver a Ofelia, quien comenzó a masturbarla despacio. Ambas intercambiaron besos intensos, Myriam también quería jugar, así que llevó su mano hasta el sexo de Ofelia, y empezó a imitar lo que ella le hacía. Sus dedos fueron artífices de un placer intenso, en la medida en que aumentaban el ritmo, los gemidos se intensificaban, y los jadeos de ambas se confundían en el silencio de la noche.
Myriam tuvo un orgasmo prolongado, Ofelia podía sentir palpitar su clítoris en la yema de sus dedos, esto le dio un subidón a su nivel de excitación que la llevó a correrse momentos después.
Myriam la tomó de las caderas e hizo que la cabalgara, Ofelia no se resistió, disfrutaba eso tanto como ella, le regaló un movimiento de caderas frenético, que hacía entremezclar sus fluidos. Sus sexos se rozaban totalmente, produciendo sensaciones que enloquecían a ambas. Myriam trató de inclinarse para lamer sus senos, pero sus costillas aún se resentían. Ofelia, al notarlo, se acercó a ella y los puso en su boca. Myriam deliró, arqueó su pelvis tanto como su condición lo permitía y Ofelia aumentó el ritmo. Llegaron al orgasmo nuevamente, y al unísono.
Ofelia dedicó un instante a besar tiernamente a Myriam, quien la miraba fijamente. Se recostó junto a ella, y casi de inmediato, se quedaron dormidas.
La mañana siguiente, todos estaban despiertos muy temprano. Ofelia estaba terminando de arreglarse cuando sonó el timbre. Era Isabel, una joven que hacía las veces de niñera. Lucas abrió la puerta y la invitó a pasar.
La jovencita miró a Lucas y se sonrojó. Hoy estaba vestido como usualmente le exigía Ofelia, que estos últimos días había flexibilizado la norma por la situación con Myriam. Vestía un traje sastre, color negro, con camisa blanca, impecable. Una elegante corbata azul rey y zapatos adecuados. Ofelia pudo percibir que la joven se sentía atraída por su pupilo, aunque él no prestó atención a la mirada de Isabel. Ella era muy bonita, de mirada dulce, ojos cafés, cabello castaño-rubio con rulos esponjosos, delgada, pero bien dotada. Era bajita, eso hacía ver a Lucas muy alto junto a ella.
- Buenos días, Isabel. En la nevera tienes todo lo necesario para que sobrevivan a una guerra nuclear. Les dejé el desayuno listo a mis pequeños. Si no has desayunado, siéntete libre de preparar lo que quieras. Llegamos al final de la tarde. Te daré una bonificación si todas mis lámparas están en pie para cuando lleguemos.
- Entendido, Señora.
- Dime Ofelia. No muerdo. – Ofelia sonrió.
Myriam bajó a la sala, ya estaban todos listos, por la premura, comerían en el camino.
Llegaron al tribunal a las 8 de la mañana, el juicio sería a las 10, pero Ofelia quería preparar todo y averiguar quiénes serían los defensores de quienes trataron de matarla.
Dejó a Myriam en el área de testigos, Lucas decidió no irse, acompañó en todo momento a Myriam, para tranquilidad de Ofelia, quien estaba reunida con su equipo de trabajo afinando detalles.
- En la audiencia preliminar, como era de esperarse, la defensa trató a toda costa de no llegar al juicio, pero, la contundencia de las pruebas presentadas por nosotros. Eso y lo previamente conversado con el juez, lograron el objetivo. Toda la carga de prueba fue aceptada. Tenemos todo cubierto. – Decía Samuel, uno de los abogados que la representaría.
- No se confíen, saben cómo son estas arpías de la defensa. – Dijo Ofelia.
- Hemos sido defensa. – Se reían juntos.
La hora había llegado, Ofelia no podría participar directamente en el juicio por ser la agravada, pero su bufete la representaría, y estaba segura que lo harían bien.
- Todos de pie. – Decía un sujeto antipático.
El juez hacía su entrada, todos estaban en silencio. Eva y Soraya estaban junto a Ofelia en la primera fila. Cuando Ofelia se volteó para ver quiénes habían asistido, vio que Myriam y Lucas entraron. Además, vio a la familia de su difunto marido, la veían con odio.
- Buenos días a todos. Haciendo uso de las facultades que me otorga la ley, doy inicio a la celebración de este juicio contra los ciudadanos Isaac Rodríguez, Juan Montero y Guillermo Uzcátegui. ¿Cómo se declaran los acusados?
- Inocentes, su señoría. – Respondía el abogado de la defensa.
Myriam se puso pálida, cuando vio a Isaac. Era primo de Alejandra.
- “Él podría saber dónde está Alejandra” – Pensó.
Cada uno de los abogados hizo la debida introducción, de acuerdo a las normas del juzgado. La fiscalía tenía el derecho a llamar al primer testigo, ellos decidieron empezar por llamar a Ofelia.
- Su señoría, solicito permiso para llamar al estrado a la agraviada, Ofelia Di Medici, viuda de Escalona.
Ofelia sintió náuseas cuando le recordaron haber sido mujer de semejante bestia. Una vez en el estrado, le tomaron juramento y comenzaron las preguntas.
- Para el jurado y todos los presentes, indique su nombre completo y ocupación.
- Mi nombre es Ofelia Giovanna Di Medici Marino… viuda de Escalona. Abogada de profesión.
- Gracias. Ahora bien, ¿Podría usted compartir con el jurado lo que sucedió el día del accidente? – Preguntó Samuel.
- Ese día estaba en mi pequeña residencia privada, con mi guardaespaldas, Lucas Pereira, aquí presente.
El juez interrumpió, solicitó que Lucas se identificara. Él se puso de pie y levantó su mano.
- Abogado Fuenmayor, ¿el ciudadano antes mencionado está incluido como testigo? – Preguntó el juez.
- Sí, su señoría.
- Bien. Prosiga, por favor.
- Bien. Estábamos conversando en el recibidor, le estaba dando instrucciones para que realizara una diligencia por mí, y en eso, escuchamos el ruido de un vehículo afuera. Nos pareció extraño, porque ese lugar solo es conocido por mí, además de Lucas y Myriam Jurado, la mujer que me salvó, también presente aquí.
El juez repitió el procedimiento con Myriam, y solicitó la reanudación de la declaración.
- Lucas me pidió que me escondiera, por seguridad. Escuché un alboroto. Cuando me asomé, era mi esposo, venía en dirección a mí. Lucas estaba en el suelo, aparentemente inconsciente, pude ver sangre en el suelo. Mi esposo abrió la puerta con violencia, tanto que me golpeó con ella. Me levantó y me llevó a la fuerza. Me puso en la parte trasera de su vehículo y me dio un golpe en el rostro. Presumo que perdí el conocimiento, porque cuando abrí los ojos, estábamos en carretera. Iba muy de prisa. En una curva, se escuchó un crujido fuerte, perdió el control y se salió de la carretera. El vehículo dio muchas vueltas, yo traté de aferrarme como pude. Chocamos contra algo, no sé exactamente qué. Quedamos de cabeza, yo no podía moverme. De ahí no recuerdo más, cuando desperté estaba en el hospital.
- Cuando usted despertó, ¿su esposo le dijo alguna cosa? – Preguntó Samuel.
- Le pregunté a dónde me llevaba, me pidió callar. Temí que volviera a golpearme así que me mantuve en silencio. – Los ojos de Ofelia se humedecieron.
Myriam sentía una furia tremenda, mezclada con dolor e impotencia. Odiaba verla así.
- Aclaro al jurado, que la intención de estas preguntas ha sido establecer, desde la perspectiva de la agraviada, cuáles fueron los hechos. Por ahora, no más preguntas.
El abogado defensor se levantó, y de inmediato empezó a “torcer” los hechos.
- Señora Ofelia, ¿qué hacía usted con un hombre que no era su marido, sola, en un lugar desconocido por él?
- ¡OBJECIÓN! – Gritó Samuel.
- Descuida, puedo responder eso. – Ofelia se mantenía serena. – Estaba escondiéndome de él, precisamente. Ahora, la razón de la presencia de mi GUARDAESPALDAS, es obvia, o ¿debo explicar sus funciones?
- ¿Por qué se escondía de su marido?
- Porque me agredió.
- ¿Cuándo?
- En la carga de prueba presentada por la fiscalía, reposa una copia de la denuncia que hice, puede consultarla si desea.
El abogado quedó desarmado. Se retiró pensativo.
La siguiente persona a la cual llamaron fue a Lucas, quien relató los hechos desde su perspectiva, en total congruencia con lo dicho por Ofelia. Sin embargo, al nombrar a Myriam, la atención de la defensa se giró en torno a ella. Cuando la llamaron como testigo, el bombardeo fue atroz. La fiscalía hizo preguntas relacionadas con el accidente, y cómo rescató a Ofelia, la defensa, nuevamente, se fue por las ramas.
- Señora Myriam. Dice usted que fue contratada por la señora Ofelia Di Medici para investigar un supuesto desvío de fondos en su cuenta.
- Sí.
- Y, ¿qué descubrió?
- Que los fondos iban a parar a una cuenta del Señor Escalona.
- Pero, siendo así, no hay desvío de fondos, los movimientos los estaba haciendo su marido.
- Otros indicios sugerían que había motivos para dudar.
- ¿Podría compartirlos? Hasta ahora no veo la relación entre lo que se ha dicho y la supuesta culpabilidad de mis clientes.
Myriam relató, desde un comienzo, todo lo que había sucedido con Ofelia, y las pruebas que junto a Eva lograron recabar. Explicó la relación entre Alejandra y los presentes, el allanamiento a su apartamento y los eventos en el galpón. La defensa siguió punzando fuerte.
- Pero, ¿cómo puede asegurar que los imputados están implicados?
- Estaban en el galpón con ella. Pude verlos antes de salir.
- Su señoría, la defensa no estaba al tanto de esto, solicito sea investigado.
- Objeción. La declaración se planteó como justificación a la llamada de testigo, pues a causa de la explosión del vehículo, quedó entre la vida y la muerte. Estuvo varias semanas en terapia intensiva. No se podía contar con su testimonio hasta tanto no estuviera fuera de peligro y en pleno uso de sus facultades físicas y mentales.
- Ha lugar.
Nuevamente, el abogado salió derrotado. Hasta ahora no había logrado romper el ritmo que había planteado la fiscalía. Samuel decidió guardar el testimonio de Eva para después, no quería jugar todas sus cartas. Llamó al primo de Alejandra, con toda la intención de exponerlo. Era el eslabón más débil.
- Para el jurado y todos los presentes, indique nombre completo y ocupación. – Inquirió Samuel.
- Isaac Rodríguez, sin ocupación.
- Indique, cuál es la naturaleza de su relación con los acusados y con la fugitiva.
- Ninguna.
- ¿Sabe usted que está bajo juramento y que el perjurio es penado?
- ¡Objeción! Está poniendo en duda lo que dice mi cliente, a menos que hayan pruebas que lo vinculen, lo que dice debe ser tomado como verdadero.
- Abogado, ¿tiene alguna prueba que justifique su pregunta? De lo contrario, tendré que pedirle que la retire.
- Sí, su señoría. En la carga de prueba que presentamos, existen evidencias que vinculan a todos los implicados con el difunto, no solo con estos hechos, sino con los ocurridos hace dos años. Si verifica la carpeta número tres, podrá corroborar la relación, existen transferencias entre cuentas, todas con origen en la cuenta del difunto. Esto refuta categóricamente la afirmación del acusado, quien con este hecho, está cometiendo perjurio. Pido que quede sentado en acta.
La sala se desordenó un poco. El juez llamó a receso por espacio de dos horas.
Todos se reunieron, decidieron almorzar en un restaurante que quedaba cerca de los tribunales. Comentaban lo sucedido, y planteaban nuevas estrategias para consolidar la ventaja que tenían.
- Me parece sospechoso que estén tratando de desviar el asunto, las preguntas que hicieron a Ofelia daban a entender que ella hacía cosas “indebidas” a espaldas de su marido. – Decía Eva.
- Hay que estar atentos, se atrevieron a cometer perjurio, van con todo. – Añadió Samuel.
Cuando regresaron, la defensa llamó a un testigo inesperado, el patólogo que hizo la autopsia a Miguel.
- Por favor. Indique nombre completo y ocupación.
- Eleazar Manrique Gómez. Médico forense.
- Tengo entendido, por los registros, que usted realizó la autopsia al señor Miguel Escalona.
- Correcto.
- ¿Podría indicar causa de muerte?
- Fallo multi-orgánico por herida perforante en abdomen.
- ¿Conoce usted la naturaleza del objeto que lo atravesó?
- Lo que se me indicó al recibir del cuerpo fue que el tren delantero del vehículo se partió, y con las múltiples vueltas que dio el vehículo, terminó atravesando el vehículo por debajo del volante, hiriendo mortalmente al conductor.
- Los que conocen de vehículos saben lo fuerte que son estas estructuras, ¿cómo podría solo partirse a la mitad?
- Le sugiero que consulte con un experto, soy médico, no mecánico.
El abogado se ofuscó.
- Lo que trato de decir, es que existe la posibilidad de que “alguien”, haya querido que Miguel Escalona muriera, alguien con intenciones de deshacerse de él.
- Objeción. El abogado está especulando. – Samuel se puso de pie, el abogado lo estaba provocando descaradamente.
- Abogado, ¿tiene pruebas? – Preguntó el juez.
- El informe de tránsito solo dice que la probable causa fue la velocidad a la que iba cuando chocó, pero, si mal no recuerdan, la “señora” Ofelia Di Medici, indicó que escuchó un “crujido”. Es decir, probablemente, el tren delantero se partió antes del choque.
Murmullos invadieron la sala. El juez llamó al orden.
La defensa presentó un informe de un perito, donde indicaban que el vehículo tenía un desgaste no natural en la zona central del tren delantero.
Samuel tenía un as bajo la manga. Se mantuvo en silencio hasta que fuera una buena oportunidad.
- La fiscalía no tiene preguntas para el testigo. – Indicó Samuel.
La defensa esbozó un argumento escueto, en el cual indicaban que presuntamente, Ofelia querría deshacerse de su marido, llamó a otro testigo con el cual no contaba la defensa.
- Llamo al estrado al señor Álvaro Guzmán.
Myriam se tensó, en un inicio, Ofelia mintió un poco respecto a la naturaleza de la investigación, eso podría pesar ahorita.
Las preguntas que hizo la defensa, estuvieron centradas en la investigación que solicitó Ofelia. Álvaro dijo que ella quería investigar al marido, bajo sospecha de infidelidad y robo. Hizo énfasis en las palabras de Myriam, al decirle que Ofelia “afrontaría las cosas de otro modo”.
- Como pueden apreciar, la “señora” Ofelia Di Medici, tejió una red de mentiras en torno a su marido, con el propósito de sacarlo del medio.
- ¡Objeción!, está desviando la naturaleza del juicio.
- Ha lugar.
- No más preguntas. – El abogado se retiró sintiéndose triunfador.
Samuel sabía que ese hombre no tenía nada qué aportar a su causa, así que descartó interrogarlo.
Lo que sucedería a continuación, decidiría el rumbo que tomarían las cosas, poco a poco, la defensa habría sembrado una semilla que hacía ver las cosas de otro modo. Sin embargo, Ofelia estaba tranquila, tenían suficientes pruebas.
- Llamo al estrado a la siguiente testigo de la defensa, quien corroborará lo que hasta ahora hemos venido planteando, que esto es un burdo teatro de la “señora” Ofelia Di Medici para parecer la víctima, cuando en realidad es una mujer inmoral, que trató de deshacerse de su marido para entregarse a pasiones vergonzosas. Que pase la señorita Diana Andrade.
Ofelia palideció, no sabía quién era esa mujer, hasta que todos voltearon a verla y supo de quién se trataba. Un pequeño giro en los acontecimientos, pondría en tela de juicio todo el caso.
¿Quién era Diana Andrade?
Continúa…