Mi vida después de ti (13)
CAPITULO XIII Prueba de fuego.
CAPITULO XIII – Prueba de fuego.
Eva, de sueño ligero, se despertó al sentir que la puerta se abría, era Giacomo. Soraya estaba muy cómoda durmiendo sobre ella, pero la hizo a un lado para estar pendiente de lo que sucedía. Ofelia estaba rendida, al igual que Lucas.
- Hola, Eva. Sigue descansando, aún falta una hora para que amanezca. Vine a monitorearla antes de la hora de pasar revista, para hacerlo con más calma.
- Entiendo, Doctor. – Eva observaba en silencio.
Giacomo empezó a examinar a Myriam, Eva pudo notar cierta ansiedad en él. Revisaba sus apuntes, y comparaba los valores. De pronto, salió a toda prisa.
- Ahora vuelvo. – Dijo Giacomo mientras salía.
Eva se quedó extrañada, no pudo evitar pensar que algo malo estaba sucediendo, así que decidió despertar a Ofelia.
- Ofelia, despierta. – Eva era algo torpe para estas cosas, la tocaba como si se tratara de un cadáver.
Ofelia se despertó sobresaltada, tocando a Myriam y mirándola. Suspiró cuando vio que se trataba de Eva.
- ¿Qué ocurre? – Era perceptible cierta molestia en su tono de voz.
- Giacomo entró ahorita, algo estaba viendo y de repente salió corriendo, no sé si sea bueno o malo, pero preferí despertarte.
Ofelia se quedó pensativa, miró a Myriam, y ciertamente había algo distinto en ella.
- ¿No te parece que está menos pálida? – Preguntaba Ofelia mientras la examinaba.
- Puede ser la luz de la lámpara, hasta yo puedo aparentar un bronceado sensual bajo este color.
- Tonta. – Ofelia rio de lo que dijo Eva, más por las muecas que hacía que por lo que dijo en sí.
En ese momento, volvió Giacomo, venía con una enfermera, le giraba instrucciones.
- Necesito una hematología completa, gasometría venosa y arterial. Que traigan el Polymobil y tomen la misma serie de radiografías para comparar las anteriores. Lo quiero para ayer.
- Entendido, Doctor. – La enfermera se acercó a Myriam para extraer las muestras.
Ofelia se acercó a Giacomo.
- ¿Sucede algo? – Preguntó con preocupación.
- No sé si sea un buen indicio, pero su concentración de oxígeno subió, y hay otros valores que parecen estar mejorando.
El rostro de Ofelia cambió dramáticamente. No pudo evitar abrazarse a Giacomo. Él solo acariciaba su cabello y sonreía.
- No nos hagamos expectativas todavía, pero esto es positivo. Si los análisis muestran lo que creo que podría estar sucediendo, podemos retirar el soporte y ella debería respirar por sí misma, retiraríamos el tubo endotraqueal y podríamos anular la sedación. Esperemos que todo salga bien.
Ofelia lloró de la emoción, miró a Eva y la abrazó.
- Eva, ¿escuchaste?, hay una posibilidad. – Ofelia comenzó a agitar a Eva tomándola de los hombros.
La conmoción puso en alerta a Lucas y Soraya, quienes despertaron algo confundidos.
- Bueno, me retiro, apenas tenga los resultados, vendré a verles. Pueden aprovechar de estirar las piernas y comer algo, cuando lleguen con el Polymobil les pedirán salir de la habitación.
- Gracias, Giacomo. – Ofelia lo abrazó nuevamente.
Soraya preguntó qué sucedía. Eva se acercó a ella.
- Myriam está dando la pelea, hubo una mejoría y le harán unos exámenes y otras cosas.
Soraya se abrazó a Eva, estaba muy feliz.
En ese momento, entraban con el Polymobil, todos se retiraron de la habitación y se quedaron en el pasillo.
- Ofelia, ¿quieres que te traiga ropa? Esto cambia todo, posiblemente pasemos el día aquí de nuevo, y sé que no querrás despegarte de Myriam. – Decía Soraya.
- No es mala idea, que Lucas te lleve y te traiga. Lucas, aprovecha y cámbiate.
- No, yo la llevo, también necesito cambiarme, la dejo y voy a cambiarme, luego paso a recogerla y venimos. Después Lucas puede ir y así descansa, no quiero que te quedes sola. – Eva se ofreció, para sorpresa de Soraya.
- Pensándolo bien, me agrada ese plan. Estaremos en comunicación a través de Soraya. De verdad gracias por todo, Eva. Eres un ángel. – Ofelia abrazó a Eva.
Cuando salieron las enfermeras con el Polymobil, volvieron a entrar. Eva tomó su saco y el teléfono y se retiró con Soraya.
El cielo comenzaba a aclarar, se montaron en el carro de Eva, y emprendieron el trayecto. Soraya cerró sus ojos, dormitó un poco en el carro, Eva cada vez que podía volteaba a verla. Mientras más tiempo pasaba con ella, más extraña se sentía.
Minutos después, estaba frente a su casa. Despertó tiernamente a Soraya, acariciando su mejilla.
- Niña, llegamos. – Eva la miraba con ternura.
Soraya sentía que estaba soñando, muchas veces imaginó a Eva llevándola a la puerta de su casa. Mucho tiempo pasó antes que esa fantasía fuera su realidad, justo ahora.
Soraya sonrió, a su vez, preguntó tímida:
- ¿Quieres pasar y tomar café?
- Cuando venga a buscarte, quiero ganar tiempo mientras te arreglas y preparas todo, apenas me cambie de ropa vendré por ti, y así te espero.
- Trato hecho.
Soraya besó a Eva en la mejilla, y se bajó del vehículo.
Eva tomó el retorno hasta la casa de María Fernanda, la que se había convertido en su refugio desde hace dos años.
Cuando llegó, apagó el motor, y se quedó viendo la casa. Sintió temor de entrar, pero debía afrontar lo que estaba sucediendo. No tenía claras las ideas, así que solo respiró profundo y entró a la casa.
Sintió el olor a café, era costumbre de María Fernanda preparar café bien temprano. Fue directo a la habitación, ella no estaba ahí. Comenzó a quitarse la ropa, y al vaciar los bolsillos del pantalón, sacó el teléfono destrozado y lo puso sobre la peinadora, con sus llaves y otras cosas. En ese momento, entró María Fernanda.
- Buenos días. – Decía, mientras bebía un sorbo de café. – ¿Quieres café?
- Buenos días. Solo vine a cambiarme, para estar lista al salir de allá, iré directo a la oficina.
Eva se acercó, pero sintió frialdad en María Fernanda, así que desistió y pasó junto a ella, en dirección al baño.
María Fernanda se sintió tonta, en el fondo se sentía confundida con la actitud que tomaba, pero era inevitable para ella sentir ese fuego abrasador quemar su pecho al ver a una mujer cerca de Eva. Mientras Eva estaba en la ducha, miró las cosas que dejó sobre la peinadora. Al ver el teléfono, cerró los ojos, la invadió una sensación de impotencia tremenda.
Se sentó al borde de la cama, y esperó a Eva. Cuando la vio entrar, sintió una extraña mezcla de melancolía y rabia, veía su cuerpo y lo imaginaba en brazos de Soraya. Su mente le estaba jugando tretas maquiavélicas, y ella era incapaz de discernir.
- ¿Qué le pasó a tu teléfono? – María Fernanda buscó conversación.
- Se me cayó. – Respondió Eva, de forma monótona.
María Fernanda no se tragaba ese cuento. La observó en silencio, y cuando la vio colocar su ropa interior, notó moretones en sus nudillos de la mano izquierda.
- ¿Qué te hiciste? – Se levantó y tomó su mano entre las propias.
- No es nada. – Eva no retiró la mano.
- De nuevo estás tomando esas actitudes violentas. – Reprochó María Fernanda.
Eva trató de mantenerse firme en el principio de: “para pelear, se necesitan dos”. Así que no respondió.
- Así que me dejarás hablando sola.
- No es eso. Solo no quiero discutir tan temprano.
- ¿Qué te hace pensar que quiero discutir?
- Olvídalo. – Respondió Eva, ajustando el cinturón al pantalón.
María Fernanda detalló la ropa que Eva había escogido, no parecía de oficina. Se puso un pantalón de jean marrón, una franela blanca con un suéter de mangas largas color vino, y botines marrones.
Mientras agitaba su cabello y se perfumaba, María Fernanda la tomó del brazo y la miró a los ojos.
- Dime, ¿vas así por ella? – María Fernanda había perdido el control por completo.
Eva solo miró en dirección a la mano que sostenía su brazo, no respondió, ni opuso resistencia.
- ¡RESPONDE! – María Fernanda comenzó a llorar.
- Lo mejor será que me vaya. – Eva trató de salir, pero María Fernanda se aferró a ella.
Eva se dio la vuelta, la tomó del rostro, y la miró detenidamente.
- Sé sincera, dime si he hecho algo que te haga dudar de mí. No digas “Soraya tal cosa”, “Soraya tal otra”. No. Reclámame a mí.
- ¿La defiendes?
- Sí y no. Lo único que puedo decir es que no me ha tocado un cabello, ni yo lo he permitido. Por eso no entiendo, tú me tienes, duermo contigo, vivo contigo, trabajo contigo. Cuántas personas no te amarán en silencio y yo ni pendiente.
- Pero yo no prestaría atención a eso.
- ¿Es que yo sí?
María Fernanda tomó una postura como “abrazándose a sí misma”, miraba hacia un lado, y lloraba.
- Responde, por favor. ¿Le presto atención a Soraya y a lo que hace?
- Siento que sí. – Decía mientras asentía tímidamente con la cabeza.
- Mírame. Mírame cuando te hablo. – Tomaba a María Fernanda de la barbilla. – Te equivocas. Aceptar que ella siente algo por mí, no es prestarle atención, prestar atención a eso es corresponder esas acciones, sea física o emocionalmente. Tal cosa no ha sucedido. Y, ¿sabes?, me entristece que pienses así de mí.
- Eva, yo…
- No puedo seguir con esto. – Eva buscó una maleta y comenzó a recoger su ropa.
- ¿Qué haces? – María Fernanda se quedó inmóvil, viendo a Eva recoger sus cosas.
- Regresaré con mis padres, eso mientras retomo lo de comprar un apartamento, ya no debería vivir con ellos.
- ¿Me estás dejando? – Decía María Fernanda, con la voz ahogada.
- No, no te estoy dejando, solo me voy de tu casa. No puedo dormir en la misma cama con alguien que no confía en mí.
- Por favor, no te vayas.
- Te prometo algo. El día que me acueste con otra, serás la primera en saberlo. Cuando llegue ese día, reclama todo cuanto quieras, mándame a la mierda si quieres, no te negaré el derecho. Tienes mi palabra.
Eva estaba en una situación que la estaba empujando a hacer cosas que no quería. En el fondo tenía razón, no había tenido algo con Soraya como para justificar los reclamos que le hacía María Fernanda, pero no fue del todo sincera, porque en su interior, deseaba sentir el calor de sus besos, deseaba su cuerpo, y eso, para Eva, era algo difícil de admitir, incluso a la misma Soraya.
Eva salió sin mirar atrás. Dejó la maleta en el asiento trasero, y se puso en marcha.
En el trayecto, muchas ideas vinieron a su mente. Sobre su relación, lo que estaba sucediendo con Soraya, odiaba ser incapaz de delimitar lo que sentía, odiaba sentir. Eva era una mujer poco expresiva, pero sensitiva. Eso le otorgaba a su personalidad algo de “ambivalencia”, cosa que no le agradaba.
Cuando llegó a la casa de Soraya, le tocó la corneta para que saliera. Pero ella abrió la puerta y le hizo señas para que entrara.
Eva olvidó por completo que no había comido, y justo entrando a la casa se sintió mareada.
- ¿Qué te sucede, mi amor? – Soraya se mostró preocupada.
- Nada, solo no he desayunado y me pega. De regreso compro unas galletas.
- Nada de eso. Espera.
Soraya aún no estaba lista, estaba en bata de baño, a pesar del malestar, Eva no pudo evitar recrear la vista con el cuerpo de Soraya, la bata era corta, y ceñida al cuerpo, permitía ver sus formas a la perfección, además, Soraya tenía unas piernas que volvían loco a cualquiera. Su cabello estaba suelto y húmedo. Todo ese cuadro, despertó sensaciones en Eva.
Soraya tenía música puesta, sonaban baladas en inglés. El ambiente era agradable. Eva pudo ver como venía a toda prisa con unas tostadas cubiertas con mermelada y una taza de café.
Le dejó en la sala mientras terminaba de arreglarse, se escuchaba mucho alboroto. Una de las cosas que derretía a Eva, era sentirse atendida.
No pasó mucho tiempo y bajaba Soraya, aún descalza, pero con un pantalón de jean azul, ceñido al cuerpo y algo rasgado, y se puso una sudadera blanca que traía un estampado de un osito rodeado de corazones. Secaba su cabello con una toalla, y salpicó algunas gotas cerca de Eva.
- Si me vas a mojar, tendrás que secarme. – Dijo Eva en broma.
Soraya estalló en risas, y empezó a sacudir su cabello hacia ella, se dio un forcejeo inocente y terminaron muy juntas. Al fondo sonaba una canción de Journey – Open Arms. Todo se tornó muy extraño en ese momento, Eva la tenía sujeta de la cintura, y Soraya, muy despacio, llevó sus brazos al cuello de Eva, y se enganchó de él. Respiraba profundo, amaba el olor del perfume de Eva.
- Tienes mermelada cerca de los labios. ¿Puedo? – Preguntó Soraya.
Eva no respondió, pero se aferró aún más a la cintura de Soraya, y ella gimió.
Soraya se acercó con delicadeza, y pasó sus labios por toda la comisura de los labios de Eva, quien suspiró al sentir su roce. Eva “perdió los papeles” y buscó contacto directo con sus labios.
Una corriente intensa recorrió sus cuerpos, el beso fue suave, lento, profundo. Deslizaban sin prisa sus labios, se exploraban, hasta que el nivel de excitación las dominó y Soraya abrió su boca para recibir la lengua de Eva, en este punto, no había vuelta atrás. Sus lenguas danzaron en perfecta sincronía, y sus cuerpos temblaban ansiosos.
Eva levantó en horcajadas a Soraya y la llevó hasta su cama, donde retiró toda su ropa, dejándola completamente expuesta y vulnerable. Su sexo tenía diminutos vellos, lo cual le hizo deducir que lo que estaba sucediendo no era premeditado. Soraya se sentó, y comenzó a sacar la ropa de Eva, ésta acariciaba su cabello mientras Soraya sacaba sus pantalones. Luego, se puso de rodillas en la cama y libró a Eva de su suéter y su camisa. Eva subió a la cama, y Soraya se acostó, de brazos abiertos, esperando el contacto de sus cuerpos.
Eva se montó sobre ella, sintió la humedad de su sexo empapar el suyo, y una ola de calor la encendió aún más. Comenzó a besarla con lujuria mientras desataba un vaivén de caderas que arrancó intensos gemidos a Soraya, ella levantó una de sus piernas para sentirla mejor, Eva tomó esa pierna y la llevó a su hombro, el contacto era completo, perfecto, delicioso. Soraya se retorcía de placer, tocaba sus propios senos, los magreaba, y esto excitaba aún más a Eva. Cuando Soraya comenzó a arquearse, anunciando su orgasmo, Eva aceleró sus movimientos, y sin planearlo, ambas llegaron al orgasmo simultáneamente. Eva no se detuvo ahí, ni dio espacio a recuperación, de inmediato enterró la cabeza en medio de los senos de Soraya, y comenzó a tocarlos, lamerlos, daba pequeños mordiscos que intercalaba con intensas succiones, que estaban haciendo delirar a Soraya. Fue deslizando una de sus manos hacia el sexo de Soraya, y al sentirlo, ella se aferró a sus cabellos y la guio hacia el sur de sus deseos.
Eva comenzó a estimularla con los dedos, mientras besaba la cara interna de sus piernas. Con su mano libre, acariciaba su abdomen y sus senos. Soraya se encendió rápidamente, comenzó a mover sus caderas al ritmo de las caricias de Eva. Cuando Eva posó su lengua en su humedad, Soraya gritó de placer. Las lamidas eran rítmicas, acompasadas, Eva incorporó a la fiesta un par de dedos, y la locura se apoderó de ambas, Eva tocó el cielo, literalmente, y Soraya estaba completamente entregada al placer.
Contracciones intensas le indicaron a Eva que Soraya había tenido otro orgasmo. Cuando subió a besarla, vio que lloraba.
- ¿Te lastimé?
- No, mi amor, solo que nunca había sentido algo así. – Soraya la besaba.
Soraya se puso sobre ella y comenzó a besar su cuerpo, dando especial atención a sus senos. Puso una de sus manos en su sexo y comenzó a masturbarla.
No le permitió reaccionar, bajó rápidamente y se metió de cabeza en su sexo, lo devoró con pasión desmedida. Eva estaba extasiada, era indescriptible lo que estaba sintiendo.
Soraya recibió el orgasmo de Eva en su boca, y con mucha lujuria, se dedicó a limpiar sus fluidos. Luego se recostó en su pecho, aún conmocionada por lo que acababa de suceder.
- Acabas de hacer realidad una fantasía que me perseguía cada noche desde hace años.
- ¿Cuál? – Eva buscó su mirada.
- Tenerte en mi cama. No sabes cuánto lo he deseado. – Soraya se acercó a ella para besarla.
Eva correspondió sus besos, se sentía diferente besando a Soraya, como si sus besos estuvieran hechos para ella.
- Quisiera tenerte así todo el día y la noche, pero tenemos que volver al hospital. – Decía Soraya haciendo pucheros.
Ambas se levantaron y comenzaron a vestirse, Eva no sabía qué sucedería ahora que cayó presa del cuerpo de Soraya.
Recogieron las cosas que llevarían al hospital, Eva las llevaba, hizo espacio en el asiento trasero para ponerlas. Mientras Soraya se sentaba adelante, notó la maleta que Eva traía, y cuando se montó para poner en marcha el vehículo, no pudo evitar preguntar.
- ¿Y esa maleta?
- Larga historia. – Eva suspiró.
- Tenemos tiempo. – Insistió Soraya.
Eva no sabía si sería prudente hablar de eso con Soraya, pero, algo tenía que decir.
- Regresaré a vivir con mis padres, mientras concreto la compra de mi apartamento.
- ¿Pasó algo con tu pareja? Puedes decirme lo que sea, soy tu amiga.
Eva volteó a verla, y se sonrió pícaramente.
- ¿De qué te ríes? Hablo en serio.
- Yo no hago con mis amigas lo que hice contigo hace un momento. – Eva se inclinó para acariciar el muslo de Soraya.
Soraya se sonrojó, pero se dejó llevar.
- Seré para ti lo que quieras que sea, amiga, amante, mujer. Si eso significará estar en tu vida, seré feliz.
Eva suspiró. No tenía cómo rebatir eso. Decidió contarle a Soraya lo que había sucedido.
- ¿Lo que yo quiera?
- El que come callado, come dos veces, o eso dicen las malas lenguas. – Decía Soraya con picardía.
- No me tientes.
- No me retes.
Ambas se rieron en complicidad. Soraya insistió en saber lo que había ocurrido.
- ¿Ahora sí me dirás lo que pasó?
- Tuvimos una discusión y decidí irme, claro, lo del apartamento tenía tiempo viéndolo, porque ciertamente necesito un sitio propio, pero todo esto solo precipitó mi decisión. No me gusta sentirme agobiada. Y hasta hoy, no había pasado algo entre tú y yo, así que esas cosas que hizo no tenían razón de ser.
- Y bastante que tuve que contenerme. – Soraya no pudo evitar reír.
- Y bueno, espero que el distanciamiento la haga reaccionar, o lamentablemente todo acabará.
- ¿Y tú qué quieres?
- Es algo en lo que no puedo pensar en este momento, han sido demasiadas cosas juntas. Esperemos a ver cómo marchan las cosas.
Luego de unos minutos, habían llegado al hospital. Subieron directamente a la habitación donde tenían a Myriam.
Cuando entraron, Ofelia se acercó a ellas con prisa.
- ¿Por qué tardaron tanto? – Ofelia tomaba las cosas que habían traído.
- Tuve que resolver algo antes de ir por Soraya, discúlpame. – Eva evitaba el contacto visual con Ofelia.
Ella las miró, escudriñó unos segundos, y luego sonrió.
- Ya entendí, muchachas. – Ofelia se retiró al cuarto de baño que estaba dentro de la habitación para asearse.
Eva y Soraya se miraron sorprendidas. Lucas las interrumpió.
- Sí, se les nota. – Decía mientras reía. – Iré por café, ¿quieren algo?
- Café también, y si consigues galletas no dudes en traer. – Dijo Eva.
Soraya se acercó a Myriam, con la claridad del día, era mucho más perceptible la mejoría en su semblante.
Ofelia salió a tiempo para recibir a Giacomo, que venía con una enorme sonrisa.
- Señoritas, les tengo buenas noticias, y malas también.
- Empieza por las malas. – Dijo Ofelia.
- Bien, será difícil. Eso es lo malo. Lo bueno es que es posible. Tenemos valores que nos permitirán intentar hacer un primer intento por retirar el soporte vital.
Todas se emocionaron, había algarabía en el ambiente. Lucas entró con el café y observó el alboroto.
- Lucas, Giacomo trajo buenas noticias.
- Me alegra saberlo. – Respondió Lucas, muy sonriente.
Giacomo llamó la atención de todos para explicarles el proceso.
- No sabemos con exactitud cómo va a reaccionar, necesito que vean lo que vean, mantengan la serenidad. Primero, apagaremos el respirador, si tras unos minutos continúa respirando, inhibiremos el efecto del sedante, y entraremos en fase de observación. Si despierta, posiblemente esté confundida, nerviosa, y trate de retirar el tubo endotraqueal. Es importante que no lo haga, porque podría dañar irreversiblemente sus cuerdas vocales. Ofelia, te necesito cerca para que la tranquilices en caso de que se ponga nerviosa. Decualquier forma, si es necesario sedarla se hará de nuevo. Mantendremos la oxigenación con mascarilla mientras se recupera del todo.
- ¿Y por qué no quitarlo antes? – Preguntó Lucas.
- Porque en caso de una falla, habría que intubarla de nuevo, y en ocasiones, una re-intubación ocasiona más daños que la primera.
Todos asintieron a las instrucciones.
- Una cosa más, recuerden que podría no respirar por sí misma. Mantengamos la serenidad en caso de que esto suceda. Iré por las enfermeras para comenzar.
Giacomo se retiró, todos estaban expectantes, había nerviosismo.
- Y en cuanto a ustedes. Saliendo de esto, me deben una conversación. – Dijo Ofelia, con tono divertido.
Ambas se rieron, era demasiado evidente que algo había sucedido, sus rostros las delataban.
Giacomo entró con su equipo, iniciaron los preparativos para el proceso de desconexión.
- Ofelia, quédate cerca de ella. – Dijo Giacomo, mientras giraba instrucciones a las enfermeras.
Una vez todo estuvo listo, Giacomo dio la señal para comenzar. Ofelia apagó el soporte vital, y Giacomo tomó el tiempo mientras chequeaba los signos vitales. Ofelia sostenía la mano de Myriam entre las suyas, cerraba sus ojos y esperaba. El resto se mantuvo atrás, expectante.
El pulso de Myriam se fue debilitando, y los valores fueron cediendo lentamente. Ofelia comenzó a hablarle, sentía que la perdía. El pulso debilitado se mantuvo por unos minutos más, pero nunca lo perdió. Eso era lo que esperaba Giacomo que sucediera. Él evaluaba los movimientos de su caja torácica, buscando cualquier anomalía. Momentáneamente todo marchaba como era de esperarse.
- Inicien la inhibición del sedante. – Giacomo estaba expectante.
Fueron los minutos más largos en la vida de Ofelia. Sentía que en cualquier momento la perdería, y luchaba contra ese sentimiento.
- Monitoreen las reacciones, ya no está sedada, debería responder a los estímulos externos.
Ofelia besaba su mano, y la llamaba por su nombre, pero no había respuesta.
- Es natural que suceda, tiene mucho tiempo inconsciente. Lo importante es que está respirando. Manténganse atentos.
Las enfermeras sellaron el tubo endotraqueal y colocaron una máscara de oxígeno. Ofelia se quedó metida en sus pensamientos, tanto, que creyó estar alucinando cuando sintió que la mano de Myriam le apretó.
- Movió la mano. – Ofelia sonreía.
- Está respondiendo mejor de lo que esperaba. – Añadió Giacomo.
Los demás se acercaron, no querían perderse el momento en que por fin despertaría.
Repentinamente, las pulsaciones y la frecuencia respiratoria comenzaron a acelerarse. La mano de Myriam se aferró con tanta fuerza a la de Ofelia que la lastimó. Aún sin abrir los ojos, lo primero que hizo fue tratar de retirar el tubo endotraqueal, pero Giacomo reaccionó adecuadamente y la detuvo. Eva y Lucas ayudaban a las enfermeras a sostener sus piernas.
- Ofelia, háblale. – Decía Giacomo nervioso.
Ofelia se acercó a Myriam, le hablaba al oído.
- Mi amor, tranquila, estarás bien, estoy aquí contigo y no me iré de tu lado. Respira.
Fue difícil que se calmara, pero después de un momento, parecía estar surtiendo efecto la voz de Ofelia.
- Explícale lo que sucede, dónde está y dile quiénes están, trata de darle sentido de familiaridad para que se relaje.
Ofelia hizo todo lo que pedía Giacomo. Minutos después, estuvo en calma.
- Pareciera estar tranquila, no dejes de hablar con ella. Todos pueden interactuar, mientras más lo hagan, mejor será. Si notan algo fuera de lo normal, pidan que me avisen. Les dejo para que puedan estar con ella.
- Giacomo, mil gracias por esto. – Dijo Ofelia.
Giacomo solo sonrió y salió con su equipo.
Todos se quedaron contemplando aquella escena, la historia de Myriam y Ofelia, apenas empezaba.
Continúa…