Mi vida después de ti (11)

CAPITULO XI – Vigilia

CAPITULO XI – Vigilia

Eran aproximadamente las 4 de la mañana. Soraya se quedó dormida en las piernas de Eva, quien la cubrió con su saco, estaba erizada del frío. Lucas había salido por café, Eva se sentía mal, tenía muchas horas sin comer dulces, eso la hacía sentir irritada.

Sostenía una discusión por mensajes con María Fernanda, quien estaba bastante inquieta con la cercanía de Soraya.

- María Fernanda, por favor, necesito que confíes en mí…

- ¿Cómo crees que me siento? Estás SOLA, con ELLA…

- No estamos solas… y de estarlo, ¿cuál es el punto? ¿Crees que voy a coger en un hospital mientras una gran amiga está mal herida y su amor está muriendo? Debería darte vergüenza.

Eva se quedó mirando ese “escribiendo…” tan incierto a veces. Al ver que demoraba demasiado, siguió escribiendo.

- ¿Por qué no vienes?, ¿por qué no me apoyas?, estoy tan metida en esto como ellas, y ni te has molestado en preguntar si mi vida corre peligro. Me siento tranquila, porque pude evitar la muerte de Ofelia, y de aquí no me voy a mover, hasta tanto esto no acabe.

- ¿Eso quieres? Ok… voy en camino.

Eva dejó el teléfono a un lado, se reclinó sobre el sillón de dos puestos en el que estaban, cerró por un momento los ojos, se sentía mareada, su cabeza dolía un poco. Luego volvió la vista hacia Soraya, pensó en lo “bonita” que se veía dormida. Tenía sentimientos encontrados, quiso acariciarla, pero Soraya se movió para acomodarse y Eva dejó la mano suspendida en el aire. Tomó un cojín, y lo fue deslizando poco a poco para dejarla acostada ahí.

Lucas venía con el café, y compró un par de croissants para comer.

- Pensé que Soraya estaría despierta.

- No. Duerme como si no hubiera mañana. Cuando despierte yo la llevo a la cafetería, tranquilo.

Lucas se sentó en un sillón cerca de la cama de Ofelia, y Eva se quedó con Soraya, pero se sentó sobre el posa brazos del sillón.

- Te ves pálida. – Dijo Lucas.

- Necesito azúcar. – Respondió Eva, mientras añadía los sobres de azúcar a su café.

Ambos veían a Ofelia, ocasionalmente se quejaba del dolor, pero se mantenía dormida.

Después de comer, Eva decidió salir a lavarse la cara, y buscaría a Giacomo para preguntar cómo había pasado la noche Myriam. Nunca le gustaron los hospitales, ese olor peculiar que se percibe en el ambiente, le hacía sentir incómoda, temerosa.

Entró al baño, arremangó su camisa y humedeció su rostro. Se descubrió a sí misma pensando en Soraya. Miró el agua correr por el lavabo, cubrió su rostro con ambas manos y suspiró.

Fue al puesto de enfermería, vio que estaba vacío, le pareció extraño. Mientras iba regresando hacia la habitación de Ofelia, pudo sentir pasos tras ella.

- Eva... – Era María Fernanda.

Eva volteó a verla, y en ese momento se quebró. El estrés que sentía era mucho, y la conducta de María Fernanda no ayudaba.

María Fernanda la abrazó. Trató de consolarla.

- ¿Cómo puede haber gente tan mala? – Eva lloraba.

- Tranquila, todo estará bien. – Le decía María Fernanda.

Eva solo se engañaba a sí misma, esa no era la razón de su llanto, pero era débil para asumir que estaba confundida. Y así, una vez más, volvía a equivocarse.

- ¿Puedo pasar a verla? – Preguntó María Fernanda.

- Te llevo.

Eva la tomó de la mano, y caminaron hasta la habitación. María Fernanda no conocía en persona a Ofelia. En alguna ocasión, pudo escuchar a Eva mencionarla, pero hasta ahí.

Su reacción fue sorpresiva al verla, la primera impresión que daba Ofelia al mirarla era de auténtica impresión. A pesar de las heridas, y de estar demacrada por tanto llanto, su belleza era única. María Fernanda no pudo evitar hacer un comentario al respecto.

- Parece un ángel.

- Lo es. – Lucas se dirigió a ella.

Eva los presentó. Y María Fernanda dirigió unas palabras al pupilo de Ofelia.

- Deseo de todo corazón que se mejore, que ambas se mejoren.

- Gracias. – Respondió el joven, cordialmente.

María Fernanda miró a su izquierda, vio a Soraya dormida, abrigada con el saco de Eva, y por más que trató, no pudo disimular su incomodidad.

- Estaré afuera. – Salió abruptamente.

Eva y Lucas se miraron las caras, no entendieron la reacción, pero Eva salió a buscarla para hablar con ella.

Iba a mitad de pasillo, Eva corrió un poco y la tomó del brazo.

- ¡Hey!, ¿Qué te pasa?

- No debí venir.

- De verdad que no te entiendo. ¿Es esta la verdadera María Fernanda? Explícame, porque una de las cosas que me enamoró profundamente de ti era esa seguridad tan abrumadora que destilabas, ¿o era mentira?

- ¿Quieres que me quede tranquila mientras “la cobijas” con tu ropa?

- ¡Por Dios!, es solo ropa.

- Y es que ni siquiera tienes que estar aquí, ella está por su amiga, y el muchacho está con Ofelia, no tiene sentido para mí que estés aquí.

- Ella también es mi amiga.

La cara de María Fernanda se transformó, era visible su enojo.

- Es que ahora son amigas. Cierto, después de todo lo que hizo, sí.

- Ella y yo aclaramos las cosas, y te recuerdo, que fue delante de ti. Para mí es suficiente.

- ¿Suficiente? Olvidas rápido.

- No tengo por qué guardar resentimientos, ella reconoció que cometió un error y se disculpó, yo acepté esa disculpa, no veo ningún impedimento para tener una amistad.

- ¿Qué ella quiera que te la cojas no te parece buen impedimento? – María Fernanda levantó la voz.

- Bájale al tono, recuerda que estás en un hospital. Dos, gracias por la confianza. Desde que estamos compartiendo, ha sido incapaz de intentar algo incorrecto. Ella sabe que yo te elegí a ti, y yo sé lo que ella siente. Una cosa no lleva a la otra. Algún día encontrará a una persona que la hará feliz y todo esto quedará en el pasado, y ya.

María Fernanda calló, Eva se veía triste.

- Las personas pueden sentir cosas, sin que esto implique hacer algo con ellas. Tienes el mejor ejemplo aquí, Ofelia, dos años sintiendo algo por alguien que ni sabía que existía.

- Es distinto, aquí fue correspondido. – Replicaba María Fernanda.

- No es distinto, simplemente el destino quiso en este caso que su amor fuera posible, de otra forma, Ofelia seguiría sintiendo cosas en silencio, quién sabe por cuánto tiempo.

- No entiendes mi punto. – María Fernanda comenzaba a llorar.

- ¿Qué quieres? ¿me alejo de ella?

María Fernanda guardó silencio. Eva iba a proseguir con su argumento, cuando escuchó una voz que la dejó helada.

- No hace falta, Eva. Si mi presencia en tu vida perjudica tu relación, yo me alejaré de ti.

Ambas voltearon a ver a Soraya.

- María Fernanda, disculpa si mi presencia te hace sentir amenazada. Sí, amo a Eva, tengo 22 años conociéndola, más de la mitad de esos años he vivido enamorada de ella, sin tener puta idea de cómo acercarme, porque la manera en que la amo, siempre fue irracional y desmedida. Soy mala para esa clase de cosas, para mi pesar. Gracias a ese ángel que está luchando en terapia intensiva en este momento, puedes estar tú aquí parada jactándote de tener así a Eva, que te ruega que confíes en ella, y no llorando sola en tu cama y ella desnuda en la mía. Aquí, delante de Eva, así como ella en algún momento me dejó claro que te eligió a ti, te digo yo a ti, que estaré esperando con toda la paciencia del mundo. Cuando la dejes botada, como suelen hacer con ella, aquí estaré, dándole mi consuelo. Te advierto, no le gusta sentirse agobiada, la estás empujando en la dirección equivocada. Sí, la conozco mejor que nadie, aunque no pueda hacer algo con eso. Quizá nunca me ame, pero eso nunca hará mermar lo que siento por ella...

Soraya miró a Eva, quien tenía los ojos humedecidos, y eso era algo que definitivamente no esperaba.

- Eva, gracias por todo lo que has hecho por Myriam y por Ofelia. Lo mejor es que vayas con tu pareja, le diré a Lucas que te mantenga informada de todo. Lo haría yo pero no quiero que tengas más inconvenientes. – Decía, mientras le entregaba el saco.

Soraya comenzó a caminar de vuelta a la habitación, despacio, con lágrimas en sus ojos. En el fondo esperaba que Eva regresara con ella, pero se decía a sí misma que eso no pasaría.

FLASHBACK

Cuando Soraya vio por primera vez a Eva, estaban en el jardín de infantes. Eva era poco sociable, siempre tomaba una hoja de papel, algunos creyones de cera, y comenzaba a hacer garabatos que a sus ojos eran una obra magistral.

Ese día en particular, Soraya simplemente se acercó, y sin mediar palabras, tomó uno de los creyones que Eva tenía, y se lo llevó. Eva no entendió, pero tampoco hizo algo, así era ella. Nunca reaccionaba, hasta estar realmente estresada.

Esta conducta se mantuvo en ambas un tiempo, hasta que un buen día, Eva se acercó a ella y la empujó. Soraya cayó al piso y miró a Eva con lágrimas en los ojos. Eva tomó el creyón y se fue a su área de trabajo.

En primaria, coincidían poco por estar en secciones diferentes, pero, Soraya la molestaba cada vez que podía. Era inevitable para ella, acercarse y hacer cosas que sacaban a Eva de sus casillas.

Todo cambió cuando llegó “la niña nueva”. Estaban en cuarto grado cuando eso sucedió. Eva pasaba mucho tiempo con esa niña, y eso hacía enfurecer a Soraya. Ella se dedicó a molestar cada día a la “intrusa”, y eso no parecía dar resultados, Eva la protegía de ella.

En secundaria, cuando las hormonas comenzaron a hacer estragos, las actitudes de Soraya cambiaron su perspectiva. Comenzó a tener interés en otras cosas, pero, Eva siempre se hacía presente de una u otra forma en su vida.

Ella no sabía cómo se sentía estar enamorada…

FIN DEL FLASHBACK

Eva comenzó a dar pasos en dirección a Soraya, miraba a María Fernanda, negando con la cabeza, y apartándola con ambas manos.

- María Fernanda, no puedo. No puedo aceptar que condicionen qué puedo o no puedo hacer, con quién puedo o no puedo estar. Dejo en tus manos decidir si me tomas o me dejas, si confías en mí, o no. Respetaré tu decisión.

María Fernanda vio atónita como Eva se dio la vuelta y caminó hacia Soraya. Su garganta tenía un tremendo nudo que no la dejaba respirar. Por otro lado, Soraya no volteó, pero su corazón estalló de alegría al escuchar a Eva decir aquellas palabras.

María Fernanda tenía que decidir si sería capaz de tolerar que Soraya estuviera cerca de Eva, o si era mejor alejarse. A ciencia cierta, no comprendía por qué se sentía así por ella. Posiblemente no  le bastaba la palabra de una mujer que demostraba ser capaz de todo por Eva, hasta alejarse de ella a pesar de amarla.

- No puedo competir con ella. – María Fernanda rompió el silencio mientras se acercaba a ellas.

Eva y Soraya voltearon.

- ¿Conmigo? – Soraya rio – Eva no siente lo mismo que yo, soy yo quien no puede competir contigo, soy yo quien debe conformarse con una amistad.

Eva se sentía incómoda al ver a ambas mujeres pelear por ella, estaba empezando a molestarse.

- En realidad eres pésima para darte cuenta de las cosas, Soraya. Eva, te espero en la casa. – María Fernanda se dio la vuelta y caminó en dirección a la salida.

Soraya miró a Eva. Ver que no se inmutó por la reacción de María Fernanda, la hizo dudar.

- ¿Qué estás esperando? Ve por ella. – Soraya decía esto, sintiendo un tremendo dolor en su pecho.

Eva miró fijamente a Soraya, luego siguió caminando hacia la habitación de Ofelia. Soraya fue tras ella, completamente desconcertada.

Cuando entraron, Ofelia estaba despierta, trataba de levantarse. Eva se acercó a ella, para ayudarla a sentarse.

- ¿Cómo te sientes? – Eva retiraba mechones de cabello del rostro de Ofelia.

- ¿Dónde está Giacomo? – Ofelia hacía muecas que expresaban dolor.

- Ya te lo busco, no te levantes, por favor. Lucas, detenla mientras busco a Giacomo.

Soraya acompañó a Eva, cuando llegaron a la sala de enfermeras, varias estaban de nuevo en sus lugares.

- Disculpen, ¿han visto al Doctor Giacomo?

- Venimos de estar con él, por favor, espérenlo aquí, necesita hablarles.

Soraya temía que algo le hubiera pasado a Myriam, su lenguaje corporal manifestaba nerviosismo, Eva pudo percibirlo, pero trató de infundirle confianza.

- Soraya, deberías desayunar, no comes desde ayer.

- En un rato voy a mi casa, dejé todo cuando vine.

- Tonta, yo te invito.

Eva se dirigió a una de las enfermeras.

- Iremos un momento a la cafetería, si llega el Doctor, por favor, dígale que estamos ahí.

- Con gusto. – Respondió la enfermera.

Ambas caminaron hacia la cafetería, Soraya se mostraba tímida. Eva le compró algo para que desayunara y compró para ella algunas galletas, además de café.

Comieron en silencio, ocasionalmente cruzaban miradas, pero alguna de las dos cortaba ese contacto mirando hacia otro sitio.

En el televisor de la cafetería, tenían sintonizado uno de esos canales que solo emiten videos musicales, y, por si fuera poco, era música romántica la que sonaba. Comenzó una canción cuya letra abofeteaba en el rostro a ambas. Era un tema de Franco de Vita y Alejandra Guzmán – Tan solo tú.

Mientras avanzaba la melodía, ambas sostuvieron su mirada por primera vez. Lo que sucedió en ese momento, fue magia pura, como si sus miradas hablaran. Vieron pasar toda su vida frente a ellas, esos pequeños detalles que ambas ignoraron todo este tiempo, y como era de esperarse, lloraron.

Sin darse cuenta, sus manos estaban entrelazadas.

- Siempre te amaré. – Soraya tomó sus manos, las besó, y se levantó de la mesa.

Eva trató de detenerla, pero no reaccionó tan rápido como habría querido. Solo caminó tras ella.

Al llegar a la sala de enfermeras, estaba Giacomo, firmando unos papeles. Ambas corrieron hacia él, para preguntarle por Myriam.

- Doctor Giacomo, ¿cómo está Myriam? – Preguntó Soraya.

- Anoche se descompensó, fue difícil estabilizarla. El pronóstico no es favorable, lo siento.

Soraya rompió a llorar, su amiga podía morir, y no había señales de que algo diferente a eso pudiera suceder.

- Necesito hablar con Ofelia, acompáñenme.

Los tres entraron en la habitación de Ofelia. Estaba presente su padre, que parecía estar incómodo con tanta gente cerca de su hija.

Giacomo saludó a su tío, y se concentró en examinar a Ofelia.

- Estás bastante mejor, tu recuperación es prometedora, pronto podremos sacarte ese collarín y volverás a casa.

- ¿Cómo está Myriam? – Ofelia no prestó atención a nada de lo que dijo Giacomo.

- Por favor, ¿podrían dejarnos a solas? – Giacomo se dirigió a todos los presentes.

Todos se retiraron, incluso su padre, luego que Giacomo le hiciera señas para que saliera.

- Ofelia, necesito que me escuches con atención.

- Sin rodeos, Giacomo.

- Está empeorando, anoche se descompensó, estoy haciendo todo lo que está a mi alcance, pero…

- ¿Qué estás insinuando? – Los ojos de Ofelia comenzaron a humedecerse.

- Te pido que consideres retirar el soporte vital, y dejarla ir.

El grito de Ofelia se escuchó en todo el piso. En ese momento, Soraya se abrazó a Eva, ambas conmovidas. Lucas lloró, su cariño por aquella mujer le hacía sufrir su dolor como si fuera propio. Don Piero entró, para sorpresa de todos.

- No me pidas semejante cosa, Giacomo, tiene que haber algo que puedas hacer.

- Ofelia, hicimos todo lo humanamente posible, no está respondiendo a la terapia, es inhumano tenerla así. Ni siquiera respira por sí misma.

El padre de Ofelia interrumpió la conversación.

- ¿Che cazzo sta succedendo?

- Papà, non ora. per favore. – Ofelia respondió de inmediato.

Comenzó una discusión en la cual Giacomo quedó en medio. Desde afuera, todos escuchaban, sin lograr entender del todo.

- Debo aprender italiano, es incómodo no saber qué están diciendo. – Decía Eva. Provocando risas en Soraya y Lucas.

Tras breves instantes, salió Don Piero, muy enojado, dictando lo que parecía ser un ultimátum para Ofelia.

- Ti manderò in Italia, e non tornerai mai più in questa terra depravata.

Don Piero miró a todos con ira, y salió a toda prisa. En ese momento, decidieron entrar.

- Ofelia, ¿qué ocurre? – Eva se preocupó al ver a Ofelia tan alterada.

- Nada, Giacomo me está pidiendo que desconecte a Myriam, que ya no puede hacer nada, como si ella fuera un aparato eléctrico.

- Ofelia, yo… – Giacomo trataba de defenderse, sin éxito.

- Y encima, viene mi papá y me reclama porque le dije que AMO a esa mujer, y que haré lo que sea por ella. No me importa nada, es más, ya tomé una decisión. La sacaré de aquí, la llevaré a un lugar donde los médicos sí tengan pelotas.

- Ofelia, no lo hagas, en el estado que está, un traslado podría significar la muerte para ella.

- Me pides que la desconecte pero no quieres que la traslade porque puede morir. Coherencia, necesitas coherencia.

Giacomo se quedó en silencio. Se levantó y, antes de irse, intercambió algunas palabras con Ofelia.

- Firmaré tu alta médica, y esperaré que tomes una decisión.

Giacomo se retiró. Ofelia lloraba amargamente.

- No puedo renunciar a ella así, no… – Los tres se acercaron a consolarla.

- No sé qué decirte, no sé qué haría en una situación así. – Le decía Eva.

- ¿Qué harás? – Preguntó Soraya.

- Yo sé que ella está luchando, que no se ha dado por vencida, yo confío en ella, sé que despertará, y ese día estaré junto a ella, y nunca me iré de su lado.

- Ofelia, sé que no es momento pero, el peligro no ha pasado. ¿Dónde vas a quedarte? – Preguntó Eva.

- Tienes razón… no puedo volver a la casucha, no puedo ir a mi casa, ni a la de mi padre… será un hotel.

- No, quédense en mi casa mientras se aclara todo, es lo menos que puedo hacer por ti. – Ofreció Soraya.

Ofelia miró extrañada a Soraya.

- No me mires así, eres importante para mi mejor amiga, no puedo hacerme a un lado en todo esto.

- Podrías correr peligro. – Respondía Ofelia.

- Es nuestra única opción, estaré con ustedes en todo momento. – Intervenía Lucas.

- Te lo agradezco. – Ofelia extendió su mano para estrechar la de Soraya, pero esta no la tomó, sino que le dio un abrazo.

Ambas lloraron. En dimensiones distintas, Myriam era ese bálsamo que ungía sus vidas y hacía distinto todo.

Giacomo irrumpió en la habitación, sostenía en sus manos una carpeta con el alta médica.

- Giacomo… te debo una disculpa, pero, espero que entiendas que no puedo hacer algo así.

- Descuida, no debí presionarte. Apoyaré lo que decidas.

- Podré venir a verla.

- Cada día si así lo deseas.

- Quiero verla ahora.

Giacomo la llevó nuevamente con Myriam. Ofelia repitió sus acciones, tomó su mano, susurró palabras dulces para ella, y besó su frente.

- No te dejaré sola, estaré cada día, hasta que abras tus hermosos ojos, quiero estar aquí para cuando despiertes.

Más serena esta vez, y por sus propios pies, Ofelia se retiró. De un momento a otro, se aferró a la idea de que Myriam despertaría, y se convenció a sí misma de eso. De ahí sacó la fuerza para continuar lo que ahora se convertiría en una espera indefinida.

Continúa…