Mi vida desordenada (2/2)

Creía que yo era un tipo de lo más normal, pero la vida siempre se puede desordenar...

Mi estado no mejoró mucho. Al menos ahora ella sabía porque había reaccionado así, pero la manera en que se lo había dicho y ella se había ido tan rápido, sin hablar casi nada, no me dejó tranquilo.

Pensé en que igual ahora si podía intentar hablar con ella vía Nacho, pero se me empezó a ocurrir que igual ella se lo había contado a todo el mundo, o peor, a mi madre, y me volví a quedar bloqueado. Me pasé días esperando que el teléfono sonara y mi madre me gritara un montón de cosas feas, o algún amigo o el propio Nacho se acercara para contarme la cosa tan fuerte que se decía de mí, pero se me fue pasando al ver que no ocurría. Fui recuperando un poco la normalidad, más por inercia que por otra cosa, aunque ni de coña me olvidaba de Val y de toda la historia con ella.

Había pasado más de un mes, y ya casi parecía el de antes, aunque todavía seguía teniendo como una cosita en la cabeza que no permitía estar feliz y contento al 100%. Había ido a clase, luego me había pasado por el gimnasio y estaba en mi cuarto con los apuntes desparramados por mi mesa intentando poner orden en el lío que suelo montar al tomar notas en clase. Y mi móvil sonó. En la pantalla aparecía un número desconocido que no parecía ser spam.

-¿Diga?

-Hola Diego. Soy Val.

Hostia puta. Yo comiéndome la cabeza semanas enteras y ella va y me llama.

-Ho..la...

-Como me digas que no te acuerdas de mí te busco por la uni y te parto la cara, ¿vale?

-Val... -conseguí decir sin atragantarme-, sí me acuerdo de ti... claro que me acuerdo de ti... Había pensado llamarte...

-¿Ah, sí? -dijo ella. Parecía soprendida pero positivamente-. No sé cómo, no tenías mi número... Bueno ya lo tienes. Supongo que podrías haberle preguntado por mí a Nacho, como he hecho yo... Vamos se te podría haber ocurrido...

-Sí, lo pensé... pero....

-Pero te daba miedo.

Pero esta tía de que iba. Ni de coña iba a reconocer que tenía razón.

-Miedo no... Es que esto es un lío...

-Ya. Bueno eso está claro. En fin, podrías haber hecho eso... pero como no lo has hecho ya lo hecho yo. ¿Podemos quedar para hablar?

Dos cosas tenía claras. Quería verla y Val tenía más ovarios que yo huevos.

-Sí claro. No sabía si tú... Osea estabas enfadada conmigo, está claro... También por eso no intenté...

-Bueno, pues ya no. Vamos que no estoy enfadada contigo, no has hecho nada malo. Ni yo tampoco. Ha sido una casualidad... Pero creo que podemos hacer como que somos adultos y podemos hablar un poco de todo. Al final y al cabo... somos...

-Tenemos la misma madre -dije yo, intentando que no dijera hermanos.

-Eso es. Son las 7, ¿te parece en dos horas en algún sitio cerca de la uni?

-Me parece bien. Creo que hablarlo es buena idea. Ya que sé donde vives, ¿quedamos en el bar que hay en la esquina de tu calle?

Lo dije sin segunda intención pero según lo solté me sonó un poco raro. Esperé que a ella no le pareciera mal.

-Ehmmm, sí por qué no. A las 9 ahí, te espero. Un beso Diego.

Y colgó, no le pude decir ni hasta luego. Yo dejé el teléfono y esperé un minuto a que mi pulso volviera a su ritmo normal porque estaba a punto de hiperventilar. Bendito teléfono que no deja ver algunas reacciones. Pero en un rato iba a estar delante de ella y al menos tenía que pensar un poco, que le iba a decir, y serenarme. Tenía algo menos de dos horas. Me tiré todo el rato pensando en qué decir y cómo decirlo, y hasta se me pasó por la cabeza pedirle consejo a mi padre, que acababa de llegar de la consulta, idea que rechacé de inmediato. Demasiado lío para explicarlo en tan poco tiempo, mi padre también iba a flipar. Al final llegué a la conclusión de que tenía que intentar ser el chico maduro y sensato que he sido siempre.

Decirle que habíamos hecho una cosa sin saber quiénes éramos, que había estado bien, muy bien, pero que ahora habíamos descubierto la verdad y podíamos afrontarlo. No era necesario contárselo a nadie, y entre nosotros podía haber una amistad y una relación... familar... ya que nos habíamos encontrado. Sería hasta bonito.

Sin creermelo del todo, elegí una camisa y unos jeans, y unas deportivas nuevas. Ni demasiado arreglado ni demasiado informal. Me miré al espejo, me pareció bien lo que vi y me fui para allá, avisando a mi padre de que había quedado.

Cuando llegué allí, enseguida vi a Val sentada en una mesa de afuera, entre otras mesas no muy concurridas y unos arbustos que decoraban la terraza. Un lugar agradable, ni muy escondido ni muy a la vista, y además la temperatura acompañaba. Según me acerqué, ella levantó la vista para mirarme, con esa mezcla suya de timidez y determinación. Llevaba una especie de vestido negro sin mangas con algo de transparencia en los hombros, que acababa en pantalones también negros y se ajustaba de maravilla a su delgada figura. Su cabello castaño lucía suelto y liso, amontonado más en un lado de su cara que en el otro. Se había arreglado más que yo. Por supuesto llevaba sus gafas redondas y grandes y un relojito muy coqueto en la muñeca. Estaba muy guapa.

-Hola Val.

No me había visto, y cuando me vio se puso muy seria, pero no me pareció que estuviera enfadada.

-Hola Diego.

Me dio dos besos y pude oler de nuevo el perfume suave de moras y su agradable olor corporal. El roce con sus mejillas también fue muy suave. Me senté y nos miramos. No sabía descifrar que estaba pensando ella, pero terminé de decidir que no parecía enfadada, así que me relajé un poco. Aún así, algo de tensión había, sería difícil romper el hielo.

-Bueno... ¿Qué tal te va en la facultad?

-Ah...-dijo ella un poco soprendida por la pregunta-. Bien. Estoy todavía adaptándome a todo pero tengo un grupo de amigos... voy siguiendo las clases... y bueno es difícil pero no me cuesta seguirlas.

-Ya, normal -dije yo un poco estúpidamente.

-Normal, ¿por qué?

-Porque pareces muy inteligente.

Val sonrió y se sonrojó un poco. Y joder... esa sonrisa es como droga o yo que sé pero juro que se me embotó la cabeza como cuando te metes dos chupitos seguidos. Seguimos hablando un buen rato de cosas de la universidad, y de qué tal le había sentado al cambio de aires, sin mencionar el “tema” principal que nos había llevado allí.

Hablar con ella era muy agradable, después de romper el hielo sentía que todo fluía casi sin querer, y además nos reíamos todo el tiempo. Poco a poco fuimos sacando otros temas, amigos, aficiones, lugares que habíamos visitado y queríamos visitar. Hasta nos contamos algo de las parejas que habíamos tenido y no habían salido bien. Yo sabía que esa conversación no iba como yo creía que iba ser... Más bien parecía que estubieramos otra vez de ligoteo. Pero no podía evitarlo.

Cuando llevábamos más de una hora hablando, se hizo un silencio un momento y mi mano decidió otra vez independizarse por la vía unilateral, acariciando su mano que estaba apoyada encima de la mesa. Ella miró mi mano y en lugar de apartarse, la levantó y me la cogió dejando las dos manos entrelazadas encima de la mesa. Después me miró y yo me supe perdido.

Me adelanté sobre la mesa hacia sus labios sabiendo que si ella quería apartarse lo tenía muy fácil porque yo no llegaría, pero no lo hizo. Mis labios acariciaron los suyos, se mantuvieron en contacto durante un minuto que a mi me pareció demasiado corto y luego el camarero vino a interrumpirnos con muy poca vergüenza.

-Uy, perdonad tortolitos. Pero es que la cocina cierra en quince minutos, ¿queréis algo?

“Que te metas tu sentido de la oportunidad y tu cocina por el mismo sitio oscuro y húmedo” pensé yo, pero no lo dije.

-Tráenos dos sándwiches mixtos, por favor -dijo Val para que se fuera cuanto antes.

-Oído cocina, perdonad ehhhhh.

El camarero se dio media vuelta y se fue, y yo me senté de nuevo mirando a esos ojos castaños enormes, intentando saber qué decir o qué hacer.

-Val...

-¿Sí?

-Oye yo... no sé... cómo parar esto... ni enfriar...

-El calentón que tienes ahora mismo. A mí me pasa igual.

-Pues sí... -cogí de nuevo su mano y la acarcié subiendo por el antebrazo.- Uff Val...

Ella se mordió el labio mirándome, y de pronto soltó mi mano y se levantó metiéndose en el bar. Yo estaba entre borracho de algo que no era alcohol y confuso (habría tenido que ir al baño, ¿ahora?) y me quedé sentado sin saber qué hacer. Pero Val salió enseguida y sin sentarse me cogió de la mano y me llevó en dirección a su edificio. Obviamente la seguí y creo que casi corrimos hasta su portal. Abrió la puerta, me guió hasta la entrada de su piso y cuando entramos se me tiró encima casi mordiéndome.

-Val... espera... -dije mientras la besaba- ¿no hay nadie aquí?

-No lo sé... -me dijo mientras bajaba a morderme el cuello.

Volvió a tirar de mí hasta que nos metimos en su cuarto y cerró la puerta detrás de ella. La vi de pie quieta un momento mirándome con la cara y los ojos llenos de deseo y esta vez fui yo el que la agarré y la estampé contra la puerta mientras la abrazaba y la besaba. Esta vez era distinto, tan bueno como la vez anterior y aún mejor. Cada vez que la acariciaba se me erizaba la piel. No me había pasado nunca de esa manera, había deseo, había lujuria... había algo más... el morbo de lo prohibido.

-Val... -le dije mientras lamía sus labios-. Somos un poco pervertidos, ¿sabes? Esto no está nada bien... Es algo... tan mal visto... por todo el mundo...

Ella me miró buscando algo de arrepentimiento, pero no había ni gota de eso y sonrió entrando en mi juego.

-¿Te gusta beber de lo prohibido? Pues bebe....

Nos habíamos ido desnudando con bastantes prisas, y cuando me dijo eso la tenía en braguitas y sujetador, así que bajé por su cuerpo, le bajé las bragas y me bebí... todo lo que pude. Como un campeón le di placer oral durante un buen rato, haciendo que ella abriera las piernas un poco y encajando mi cara entre ellas. Casi desde el principio ella empezó a gemir y poco a poco le empezaron a temblar. Su coño me olía a gloria, a sexo y a mujer excitada, y no quería parar, así que la llevé hacia su cama y la puse boca arriba para seguir comiéndomela sin prisas.

-Diego...

-Dime preciosa...

-Yo también quiero beber...

Ojo con miss trencitas, cada vez me gustaba más. No me hice de rogar, terminé de desnudarme, me puse sobre ella del revés y seguí comiéndomela mientras mi pene, ya bastante duro iba entrando en su boca poco a poco. No sé si os gustará el 69 pero a mí me encanta... y a Val también. Según vas sintiendo placer en la boca de tu pareja tú también vas aumentando la intensidad con tu boca y vas sientiendo como la chica que te la está chupando se va haciendo agua donde chapotea tu lengua y tu cara. No me dejé ningún rincón de la anatomía más ínitima de Val sin visitar, podía notar como ella se excitaba con mi pene dentro de su boca, a veces casi por completo hasta ahogarse, y luego se separaba un poco buscando aire para seguir.

No es por presumir, pero aguanté hasta que ella me dijo entre gemidos que se corría. Apreté mi pene contra su boca, no demasiado pero si para sentirla bien, y aumenté el ritmo de mi lengua y mis carrillos ahí abajo, donde el calor y la humedad me estaban volviendo loco. Val comenzó a temblar en su vientre y sus caderas, y yo me dejé ya de todo, eyaculando varios chorros dentro de su boca, sintiendo un placer que no había sentido nunca.

De momento no iba a haber nuevo asalto, porque estábamos los dos agotados, así que me puse cómodo, poniéndome a su altura. Ella estaba casi dormida, se movía muy poquito, y eso me llegó a preocupar un poco. Acaricié su carita y su cabello, la besé en la frente. Ella se acercó a mí y puso su cabeza en mi pecho, dándome besos. Creía que se iba a dormir, pero después de unos minutos me dijo que tenía hambre, ya que no habíamos esperado a los sándwiches.

Me dijo que la esperara dos minutos, y al poco volvió con dos sándwiches hechos en sandwichera que estaban tan buenos como los de cualquier bar. Ni idea de cómo los hizo tan rápido.

Comimos sonriendo y haciendo el bobo, con las endorfinas del placer llenando nuestro cerebro. Parecía que no había nada más en el mundo ni ningún problema que resolver. Después de comer y recoger el plato, Val me enseñó alguna cosa de su habitación y me contó como siempre había sentido curiosidad por la ciencia y los números, y cómo había ido coleccionando las cositas que adornaban su cuarto. Seguimos así un rato, pero según se iba pasando la euforia del sexo, iba apareciendo algo de fondo, en los dos, que sabíamos que había que hablar. Al fin y al cabo, habímos quedado para eso, no para tener sexo como dos desesperados, aunque eso se nos daba bien. Además me llamó mi padre, porque le había dicho que iba a salir un rato pero no cuánto tiempo y quería saber si iba a dormir. Le dije que no, optimista yo. Y Val me oyó. Mi padre me dijo que me cuidara y todo eso, pero tenía bastante confianza en mí (bendita inocencia), así que no alargó mucho la conversación.

-¿Le has dicho a tu padre que no vas a dormir?

-Pues sí.

-No recuerdo haberte dicho que te quedaras, a ver si vas a tener que dormir en la calle...

Cogí un lápiz de su mesa y se lo tiré a la cabeza.

-Serás bruto tío... -dijo riéndose.

-A ver... no irás a dejar a tu hermano en la calle ¿no?

Lo había dicho según se me pasó por la cabeza, como un chiste que dentro de mí, sonaba la hostia de gracioso, pero Val no se rió. Se puso algo seria, torció la cabeza y se sentó en la cama, peinándose el cabello con los dedos.

-Perdóname Val... no tiene gracia...

-No, si gracia tiene... porque es verdad. Bueno, habíamos dicho que teníamos que hablar hoy, ¿no? Y hablar... no hemos hablado tanto... Pero antes déjame que te enseñe una cosa.

Le dije que claro que sí, y Val se levantó para sentarse en la mesa del escritorio que había al lado de la puerta, con un pequeño portátil. Lo encendió y señaló la pantalla.

-Antes de hablar, ¿habías leído algo sobre esto antes?

Me acerqué a ver la pantalla y vi un artículo de psicología que se titulaba “Atracción sexual genética”.

-Mira ya sé que esto es muy raro, pero he estado investigando un poco y no es que no pase nunca, ¿sabes? Hay muchos casos documentados de hermanos o familiares que no se han conocido nunca, se conocen en la vida adulta y se enamoran. Si lo piensas tiene bastante sentido, porque todos buscamos alguien con el que estar agusto, que se parezca a nosotros en algunas cosas y nos sorprenda en otras. Y además tú estás como un queso de bueno. Y yo también te gusto un montón, porque me miras siempre como si me quisieras de merienda. Que al principio me dabas hasta miedo. ¿Es o no es?

-Es -asentí yo, fascinado de cómo funcionaba la cabecita de Val.

-Pues ya está, ahora hablamos de todo lo que quieras.

Yo la miré entre soprendido y admirado, me repatea los huevos pero la pequeña brujilla de gafas redondas y ojos enormes, es más inteligente que yo. Había oído alguna vez alguna cosa sobre la atracción sexual genética, pero en todas estas semanas no se me había ocurrido buscar nada sobre el tema.

Aquello no era una respuesta a todo, pero si era... un alivio. No éramos tan marcianos.

-Val yo... le había dado bastantes vueltas, y tenía pensado decirte, ya sabes, que había que aguantarse, que lo que hemos descubierto es muy fuerte y seguir por donde vamos sería... difícil.

-Como todas la relaciones... supongo... -Val fijó sus grandes ojos en mí, estudiándome con aire pensativo-. Y has dicho, “sería” difícil... en pasado...

-Lo sé. Porque eso es lo que pensaba... hace una hora. Y ahora... Val si te miro, lo que quiero es besarte... Nunca había sentido una atracción así.

Val se acercó y me cogió de la mano. No sabría decir si estaba preocupada o contenta. Parecía librar alguna guerra interior en su cabeza... igual que yo.

-Te propongo una cosa... -dijo ella sonrojándose un poco-. Podemos decretar un suspenso de parentesco.

-Val..., ¿qué?

-Sí, un suspenso de todo el “lío” que tenemos hasta que nos aclaremos los dos. Durante al menos esta noche.

-Mmmm...

-Creo que alguien ha dicho a su padre, que no va a ir a dormir... Así que para que no duermas en un banco ahí fuera rodeado de gatos, te permito quedarte conmigo toda la noche... -paró un momento de hablar, para besarme-.... y a partir de mañana piensas en todo lo que ha pasado, pero incluyendo esta noche. ¿Qué te parece, Casanova?

No había nada que pensar, mi yo pervertido y también mi yo racional daban palmas con las orejas con la idea de pasar otra noche con ella.

-Me parece una muy buena idea, pero...has dicho “mañana piensas en todo”. ¿Tú no tienes que pensarte nada?

Val no contestó, solo llevó sus manos a mi cara y siguió besándome, muy despacio y muy cerca, durante mucho tiempo.

Fue una noche gloriosa. Al igual que la anterior que pasamos juntos, ninguno de los dos durmió demasiado... Tuvimos sexo, en versión más pervertida y en versión más romántica, hablamos de todo lo que se nos ocurrió, y hasta terminamos jugando juntos a un videojuego friki que tenía en una tablet antes de caer rendidos uno encima del otro. Hasta ese momento Val me gustaba mucho, pero cuando me desperté, me descubrí angustiado por la idea de tener que separarme de ella sin saber si la iba a volver a tocar. Me había hecho adicto a los besos de esa boquita pequeña, al tacto de su piel suave y sobre todo a esa mirada entre tímida y resuelta.

Por la mañana bajamos a desayunar al mismo bar de la noche anterior, y esta vez el camarero nos guiñó un ojo cuando nos sirvió los cafés.

-Estás muy callado Casanova, ¿has dormido mal? -me preguntó Val riéndose.

-He dormido poco, pero bastante bien, señorita matemática.

Nos sonreímos y seguimos fingiendo durante un rato que estaba todo bien, aunque según pasaban los minutos, los dos y no solo yo, nos íbamos poniendo serios.

Cuando me levanté de la silla fui a abrazarla y Val se retiró un poco.

-Deja Diego... No me digas hasta luego o algo así, si luego voy a tardar mucho en verte.

Esa frase se me clavó en la garganta, y me dejó mudo. Quería despedirme de la mejor forma de ella, y no tenía intención de separarme otra vez tanto tiempo, pero siendo sinceros, ninguno de los dos sabía como iba a acabar aquello. Así que sin mucha originalidad, en vez de abrazarla, llevé mis dedos a su cara y a sus labios en una caricia.

No dijimos más palabras esa mañana. Caminamos un rato juntos, uno al lado del otro, hasta que el camino nos hizo inevitable la separación, y en ese momento yo hice el gesto de cogerle la mano y ella la acarició con la suya. Después, se fue acelerando el paso.

Ni que decir tiene que me pasé el día totalmente atontado. No sabía por donde pisaba, mis compañeros se reían de mí o me preguntaban si estaba de resaca y yo, después de intentar atender en dos clases, renuncié y me fui a casa para poner un poco de orden en mi cabeza.

No me había sentido así nunca, solo podía pensar en ella, en su tacto, en sus besos y en esa despedida tensa que sabía a derrota. Ya no tenía duda ninguna, estaba enamorado de Val como un idiota.

Las dos ideas, la del enamoramiendo sin remedio, y la de que Val y yo compartíamos madre, estaban hirviendo en mi cabeza provocándome un estado que si no fuera estudiante de medicina fácilmente hubiera confundido con un aneurisma a punto de explotar o un ictus mortal de necesidad. Deambulé por la casa sin saber muy bien qué hacer, porque la única idea que se me ocurría era la de llamar a Val, pero tampoco quería hacerlo hasta que tuviera las ideas totalmente claras. Algo me decía que ella no necesitaba que yo me comportara como un crío con dudas.

Mi padre llegó de la consulta y trató de hablar conmigo, pero no fui capaz de contestarle nada coherente. Cómo sería mi cara, que cuando me miró, se sentó en mi cama y me dijo que me esperaba en la cocina con una cerveza. En el idioma de nuestras conversaciones eso significaba que estaba muy preocupado por mí, y en su infinita paciencia me iba a intentar sonsacar algo con una cerveza, como haría un colega.

-Bueno Diego, ahora que estamos tú y yo aquí de relax, ¿me vas a contar qué te pasa? Vaya cara que tienes.

-No me pasa nada papá... Es cansancio... por las clases y eso...

-Tú las clases te las meriendas, lo sé de sobra. Será otra cosa...

Hubiera estado bien hablar con alguien claramente, pero de alguna manera contar mi historia con Val sin haber aclarado las cosas del todo con ella, me parecía una especie de traición.

-De verdad... no es nada...

-Ya... nada...

Mi padre se tomó un momento, mirando a todas partes, antes de continuar su ataque.

-Pues ese nada hizo que ayer no durmieras aquí... Que yo no me meto, ¿eh? Ya eres mayor... Pero entre eso y tu cara de hoy... El nada que te ocurre, ¿no será de ese tipo de nadas que llevan falda, perfume y voz de corderito degollado, no?

-Mmmmm -murmuré yo.

Mi padre asintió, y de alguna manera a partir de ahí le vi menos preocupado. Igual pensaba que me estaba enganchando a las drogas, pero ya vio que no iba por ahí la historia.

-OK, entiendo. Bueno, seguro que es algo importante, por la cara que traes... pero también seguro que tiene arreglo, o al menos... te puedo ayudar un poco, tengo algo de experciencia en el tema.

Mi padre abría los brazos como esperando que yo le ayudara a saber más, pero su oferta de repente, me encendió una bombillita en mi cabeza.

-Pues... ahora que lo dices... No sé, quizá sería un buen momento para que me contaras con más detalle, algo de lo que pasó con mi madre... si quieres.

Mi padre encajó la frase como pudo, porque no se la esperaba. Pero terminó acariciando su barba, en un gesto muy suyo, cuando quería tener tiempo para pensar.

-Pues... quizá sí Diego. Aunque no hay mucho que contar, yo creo que ya sabes todo.

-Sí, pero... lo que me interesa ahora mismo, es... cómo te sentías tú. Cuando la conociste, y cómo te sentiste después...

Ni yo mismo sabía donde quería llegar, pero en mi cabeza sonaba bien centrar las cosas en cómo mi padre había afrontado su relación.

-Pues... esa es una buena pregunta Diego... Te diría que me sentí feliz, la mayoría del tiempo.

-¿Feliz? Si al final discutíais mucho, ¿no? Y acabó... mal.

-Bueno sí, hijo, pero la mayor parte de la relación fue buena. Y además te tuvimos a ti. Sólo porque saliera mal no quiere decir que no valiera la pena. Tengo una teoría de lo que te pasa, Diego, si me dejas atreverme.

-Adelante, papá, aunque no vas a acertar ni de broma.

-Quizá me acerque. Me parece que te has enamorado hasta las trancas, seguramente tanto o más como yo lo estaba de tu madre. Y me parece que es la primera vez que te pasa tan fuerte. Así que... quizá tengas algo de miedo. Es normal.

-Bueno, no vas mal encaminado...

Mi padre sonrió.

-Un punto para mí. Y por qué tienes miedo, Diego. Qué es lo que realmente te preocupa de ir hacia esa chica, y decírselo. Porque tú muy tímido no eres.

Estuve tentado de decírselo tal cual otra vez, pero no pude en ese momento.

-Pues... tengo miedo porque... no te lo puedo contar. Pero es una relación complicada, que quizá, haga daño a terceras personas.

Mi padre asintió como si entendiera perfectamente. La verdad, que se le daba bien ser comprensivo.

-Bueno, ya me lo contarás cuando sea. Pero sí que te puedo dar un consejo.

Me puse bizco, y mi padre sonrió ingorándolo.

-Hagas lo que hagas, hazlo porque tú crees que eso es lo que debes hacer. No hagas caso a nadie Diego, ni si quiera a mí. Y no seas tonto contigo mismo. No hagas daño a nadie, si lo puedes evitar, pero no seas un infeliz porque te preocupe el qué dirán, o cómo se vaya a tomar alguien las elecciones que solo te corresponden a ti.

Mi padre soltó eso, con una cerveza en la mano en medio de la cocina, y se quedó tan tranquilo.

Me da mucha vergüenza decir que se me saltaron dos lágrimas. Yo no suelo llorar jamás, y menos delante de mi padre, pero es que con una frase el cabrón había dicho todo lo que yo quería oír.

Después de eso, mi padre hizo un amago de abrazarme que yo evité como pude, pero si que me apoyé en su hombro y se lo apreté muy fuerte. Creo que se dio cuenta de que había dado en el clavo. Terminamos la cerveza, después comimos algo, y mi humor fue mejorando por momentos. Estaba cansado, pero antes de irme a dormir me quedaba algo por hacer.

Ya en la cama, cogí el móvil y miré los mensajes de los colegas, que se estaban riéndo de mí muy agusto por lo bobo que me habían visto por la mañana. Después me fui directo a buscar el número de Val.

-”Hola Val, necesito verte mañana”

...

Val lo leyó y se dio un buen rato para contestar.

-”Hola Diego. Me alegro que esta vez, te atrevas tú a hablarme primero. A las 12 en el jardín botánico, ok?”

Eso me obligaba a saltarme alguna clase. Qué se le iba a hacer.

-”Ok. Buenas noches, señorita matemática”.

-”Buenas noches, Casanova”.

Brujita mía... siempre tan mordaz... Me dormí sonriendo, como un gilipollas.

A la mañana siguiente hacía un sol espléndido. Me sentía descansado, relajado, bien. Había dormido 9 horas del tirón. Me duché, desayuné como un bestia, y antes de irme a clase le di un buen golpe en el hombro a mi padre, que entraba algo más tarde a la consulta. Creo que lo entendió.

En clase volví a ser el de siempre, mis colegas siguieron lanzándome pullas por lo raro que había estado, pero contesté a todas y se les pasó enseguida. Quizá si que miré el reloj del móvil más a menudo de lo normal. Un poco antes de las 12, me busqué una excusa y salí de mi facultad, camino del jardín botánico.

Estaría bien decir que no, pero la verdad que según me acercaba, algo de nervios si me llegaron. Sabía lo que quería decir pero sentía que en ese momento me jugaba mucho.

Cuando llegué a la entrada del jardín, vi enseguida a Val... acompañada de su incansable Sonia. No había ido sola...

-Hola Casanova, ¿esta vez la vas a tratar bien o me tengo que quedar por aquí? -dijo la amiga de Val. Que me llamara ella también Casanova me hizo dudar de cuánto la habría contado Val, pero ni de coña quería que se quedara esa tía con nosotros.

-Hola Sonia, mira por allí me han dicho que hay unos cisnes preciosos, date una vuelta que seguro que los encuentras.

La amiga de Val me hizo una mueca un poco borde pero se fue sin decir nada más. Val estaba medio riendo, más bella que el día, con una camiseta blanca sin mangas, coleta, sudadera anudada a la cintura y sus grandes gafas redondas.

-Me pareció que venir con Sonia era un detalle gracioso. Por si me querías acosar...

Sonreí yo también a medias, pero no era capaz ni de fingir enfado.

-Ha sido un detalle precioso. Podemos incluir siempre a Sonia en futuras citas, me parece súper romántico.

-¿Futuras citas? -dijo ella perspicaz.

Asentí como si estuviera de broma, y señalé el camino a nuestro lado.

-¿Damos un paseo?

Val asintió y caminamos juntos.

-¿Sabes? Leí en la biografía de Steve Jobs, que cuando tenía algo importante que decir a alguien, siempre lo hacía invitándole a dar un paseo. Por ejemplo cuando quería ofrecer un empleo, o... despedir a alguien...

-Es cierto -dijo yo-. Pero era un tío que no se cambiaba el jersey y que trataba a casi todo el mundo a patadas, así que no sé si debemos tomarlo como modelo.

Val sonrió y asintió.

-También es cierto.

-Aunque en este caso sí que se trata de algo importante.

Val me miró de reojo y se giró hacia mí.

-Imagino que sí. Diego... antes de que me digas nada... piénsalo bien, por favor.

No sabía muy bien como tomarme eso, pero pensé que sería buena idea empezar por lo que me había llevado a citarnos.

-Claro, más o menos... eso he hecho... Creo. Verás, ayer una persona importante, mi padre, me dijo una cosa que me desbloqueó un poco la cabeza. Y después de eso, te escribí.

Val me miró de nuevo de reojo, pero ahora parecía preocupada.

-Ajá. Es que pensé que había sido algo impulsivo... por eso te lo decía... lo de que lo pensaras bien. Porque... bueno -Val tragó saliva, y pareció a punto de soltar algo que le había llevado mucho aceptar-. No sé si lo sabes Diego, pero ahora mismo tienes la capacidad de hacerme muchísimo daño.

No me esperaba eso. Había estado tan centrado en lo que había en mi cabeza que había ignorado que lo que yo dijera podía hacer daño a Val. Me paré en seco y decidí que en ese lugar y en ese momento, las cartas tenían que quedar boca arriba. Agarré a Val por las manos y la miré de frente.

-Siento que yo te pueda hacer daño. Ni en mil vidas querría hacértelo.

Val me miró muy seria, pero no dijo nada, así que seguí.

-Ayer te escribí porque le he dado muchas vueltas y eso que me dijo mi padre... en fin. Val, igual lo que te digo es de locos, y ahora me dices que estoy majara, pero... Vida solo tenemos una, y esto que me ha pasado contigo, no suele pasar muchas veces. Al menos eso creo. Me encantaría saber lo que tienes en la cabeza ahora mismo, y cuál es la manera de no hacerte daño. Pero ahora mismo solo puedo ser sincero. Estoy enamorado de ti. Sin muchas dudas además. Cuando estoy contigo y luego nos separamos, me siento fatal, joder, no se puede echar más de menos a alguien. Es lo que hay Val. Luego está todo el lío nuestro de tener la misma madre... Que es una mierda. Pero también es lo que hay. Tú dijiste que ninguna relación es fácil, y nosotros empezaremos con esa... dificultad... Así que lo que vengo a decirte hoy es que quiero empezar. Lo que sea. Desde ya. Contigo.

Val había seguido mi torpe monólogo con la cara más seria que le había visto desde que la conocía. Totalmente hierática, inexpresiva, en blanco. Y cuando terminé seguía así. Hasta se me pasó por la cabeza que me estaba tomando el pelo, sí, también en ese momento. Pero aunque tardó como un minuto, sus ojos empezaron temblar un poco, asimilando lo que le había dicho. No puede esperar más y me tiré a abrazarla.

Nos abrazamos como varios minutos, sin fuerza, solo sosteniéndonos. Aproveché para disfrutar de su aroma (perfume suave de moras, ya sabéis) y acariciarle el cabello y la espalda. Cuando pareció recuperada, se separó y entendí que le tocaba hablar.

-Diego... estos días han sido muy difíciles. Yo... he cambiado de idea respecto a ti mil veces... Pero creo que no lo puedo evitar. No lo podemos evitar. Y como tú has dicho... vida solo tenemos una... Va a ser muy complicado... Pero... yo también quiero “empezar” lo que sea contigo, tonto.

La besé como si me fuera la vida en robarle el aire. Ahí si que nos tiramos un montón de tiempo, besándonos, abrazándonos y metiéndonos mano. No hace falta que añada más si digo que aquella mañana terminó en una comida muy rápida en el campus y en una nueva visita a su piso de estudiantes. Había mucha hambre que saciar.

Una vez allí la abracé, la llevé a la cama y dejé que mis actos acompañaran a las palabras que le había dicho. Uno podría decir con razón que lo que me movía era un calentón enorme, y era verdad, pero había mucho más. Tenía ganas de cuidarla, de protegerla y sobre todo, sí, de follarla. Nos quitamos la poca ropa que nos habíamos puesto y lo hicimos, esta vez, sin prisa ninguna. Con caricias, con besos, con arrumacos, ya totalmente conscientes los dos de lo que estábamos haciendo. La penetré en un misionero clásico pero sintiendo en cada poro de mi piel como nos estábamos dando el uno al otro.

Duró mucho, mientras yo sentía como ella me abrasaba según iba entrando en ella, y cada vez nos excitábamos y nos acoplábamos más. Ella me abrazó con sus piernas y yo la penetré a la vez, arriba con mi lengua en su boca y abajo todo lo que pude con mi pene en su interior. Cuando me corrí, los dos sentimos el calor que salía del otro y la oí gemir mi nombre y más cosas que no entendí del todo.

A la mañana siguiente, yo ya sabía que todas las decisiones que había que tomar estaban ya tomadas, faltaba ponerlas en práctica. Val y yo empezamos a quedar a diario, para estudiar, para pasear, para salir de bares, para lo que fuera. En el grupo de amigos, el mío y el suyo fue todo muy fácil porque nadie sabía nuestro parentesco (ni siquiera Sonia-protectora), y éramos una pareja completamente normal, que se había conocido un día de marcha y había empezado a salir.

El problema era quien si sabía quiénes éramos, osea su madre y mi padre. Aunque mi padre tampoco conociera a Val, no se me ocurrió mentirle y además tarde o temprano lo habría sabido. Se lo dije una tarde, cuando ya llevaba meses con ella y él sabía que yo estaba saliendo con una chica y me había insistido ya mil veces en conocerla. Al principio se quedó un poco mudo, y creyó que era una broma, pero cuando se lo fui explicando en detalle, lo entendió todo, incluida aquella conversación que tuvimos cerveza en mano. Nunca sabrá cuánto me ayudó. O quizás sí que lo sabe. Él solo se rascó la cabeza y me preguntó si yo estaba seguro de lo que hacía. Le dije que muy seguro, y que pensaba presentársela. Le costó un poquito hacerse a la idea, pero al rato empezó a soltar coñas del tipo, “yo soy un buenazo, pero ya verás cuando se entere tu madre” ó “si os casáis yo voy por tu lado, pero la familia de tu madre se reparte entre los dos, ¿no?”. Cuando se conocieron Val y él, se cayeron bien enseguida.

El peor problema obviamente era mi madre, que aparte de no prestarme mucha atención en el pasado, era la que iba a ver a dos de sus hijos emparejados. Se lo contamos los dos juntos, una mañana que Val quedó en recibirla, con una excusa cualquiera. No se lo tomó nada bien. Hubo lágrimas, y reproches (sobro todo hacia mí). Hasta hizo un amago de ultimátum, “si sigues con él, ólvidate de mí”, que luego no ha mantenido del todo. Hasta ahora, ese ha sido el mayor problema que hemos tenido como pareja. Sé que desde que está conmigo, la relación de Val con su madre no se parece en nada a cómo era antes y sé que tengo que agradecerle que quiera estar conmigo apesar de todo.

Desde entonces, nuestra relación ha ido creciendo poco a poco, y ya no me puedo imaginar mi vida sin Val, la brujilla matemática que ha desordenado mi vida. Esta es la historia de cómo me he complicado la vida, desde hace un tiempo, de manera algo morbosa, pero a la vez de forma maravillosa. Porque la vida es muy corta, y no vale la pena renunciar a algo bello por el qué dirán de los demás.

FIN