Mi vida desordenada (1/2)

Creía que yo era un tipo de lo más normal, pero la vida siempre se puede desordenar...

Hoy por hoy nadie puede decir que está seguro de algo. Al menos al 100% y menos con la seguridad, por ejemplo, que se suele usar en Twitter para dar un 'zasca'. Lo digo porque yo estaba muy seguro de muchas cosas, de que soy un tío con los pies en el suelo, las ideas claras y pocas ganas de complicarme la vida, por ejemplo. Pero no... ni de puta coña.

Desde hace unos meses para acá, me he complicado la vida bastante y por un motivo nada original la verdad, o quizás un poco sí... Me explico, me llamo Diego, tengo 23 años y estudio para convertirme en médico. Soy más o menos alto, moreno, de complexión delgada pero fuerte (que para eso hago deporte) y siempre he sido lo que se entiende como un chico modelo. Modesto no soy, eso no. Saco buenas notas desde el cole, y siempre he destacado un poco, no soy el que saca todo matrícula, pero apruebo sin problemas y entre mis amigos siempre he tenido un poco el rol de líder. No es algo que yo busque, simplemente soy bastante cabal y no me tomo las cosas a la tremenda, ni me meto en líos porque sí. Mi cara suele darle confianza a la gente, así que aunque no soy ningún santo, suelen pedirme que sea yo el que entregue la fianza al dueño si alquilamos un local y cosas así.

Explico esto, no porque quiera darme flores, sino porque me parece importante señalar en esta historia que cualquiera puede buscarse un lío o que su vida dé un giro y se ponga patas arriba, sin quererlo ni buscarlo. En mi caso, esa vuelta de campana tiene nombre y apellidos, mide 1,65 y tiene el cabello castaño. Por eso dije que el motivo por el que todo se me complicó, no era muy original... que una chica se cruce en tu camino a mi edad, no es nada raro, ¿no? Pues no, pero...

Para contar mi historia, es necesario viajar unos meses hacia atrás, a una comida que tuve un domingo en casa de mi padre. Mi padre es un bonachón que trabaja como médico de cabecera en un centro de salud, y siempre ha sido más un amigo que un padre. Osea, me ha cuidado bien, pero no se le da bien lo de ser una figura de autoridad, y no sabe echar broncas. Por lo que sea yo tampoco he sido un demonio, pero las pocas veces que me ha tenido que pegar dos gritos, el hombre lo hacía como con pena y se le notaba que no era lo suyo. Siempre terminaba con alguna expresión del tipo “pero... tampoco te lo tomes a la tremenda ¿eh? ¿colega?.. solo te digo que...” y el enfado no le duraba nada.

Mi madre y él se divorciaron cuando yo era muy pequeño, y resumiendo la historia, no terminaron bien y como mi madre era muy guapa pero, un poco cabeza loca, yo me quedé con mi padre. Nunca he tenido una relación muy buena con mi madre, porque ella siempre ha ido lo suyo, a su otro matrimonio en otra ciudad y con sus otros hijos, y conmigo tiene alguna vez algún detalle pero hay mucha distancia. Nos vemos en fechas muy separadas, siempre porque ella viene unos días, y no porque me haya invitado nunca a su casa. Ni siquiera conozco a mis hermanastros.

Volviendo a la comida con mi padre, precisamente la conversación iba sobre algo de mi madre.

-Pues lo que te estaba contando, que tu madre envía a su hija a estudiar aquí, a tu universidad.

-¿Va a estudiar medicina? -dije yo medio masticando y fingiendo que me importaba.

-No, algo de ciencias, matemáticas creo. Seguro que tu madre no le ha hablado bien de los médicos.

Mi padre me dio un codazo y se rió de su propio chiste, refiriéndose a que le habría hablado mal de todos los médicos por culpa suya. Hice como que reía pero igual es verdad, mi madre tiene esas cosas.

-Pues igual me la cruzo por algún lado, pero como no nos han presentado, no voy a saber ni quién es.

-Pídele a tu madre una foto, o mejor, que te la presente, que últimamente ni te llama, ¿no?

-Pffff ya veré... Ya sabes que no me importa, si va a lo suyo, yo también.

Mi padre balanceó la cabeza dando a entender que igual yo podía tomar la iniciativa, pero no dijo nada más. Yo almacené esa información en la cabeza, la archivé y no volví a pensar en ello. No había dicho en serio lo de ya veré, no pensaba decirle nada a mi madre. Si no quería que me juntara con su querida prole o no se tomaba la molestia de hablar conmigo directamente, yo no iba a mover ni el meñique.

Una semana después más o menos, salí con unos amigos de la facultad a divertirnos un poco. Si alguien que lea esto ha estudiado medicina, sabe que a veces hace falta algo de alcohol, risas y música insulsa para desbloquear el cerebro y sentirte persona. Estábamos un grupito cerca del campus, en un parque muy mono y con poca visibilidad desde la calle, con bebidas y música, esperando a mamarnos un poco y terminar de reunirnos para ir a algún local. Mi amigo Ignacio (Nacho para los amigos) me estaba diciendo no sé que de dos o tres chicas de otra facultad que iban a venir porque su novia concidía con ellas en una asignatura de libre elección. Después de un rato vi a un grupo de 3 chicas acercarse tímidamente a nosotros, y la novia de Nacho se levantó para saludarlas. Yo estaba sentado en el césped, con los vapores de mi ron con limón acariciando amablemente mi cerebro, y no había prestado mucha atención. Pero cuando se acercaron a mí, me levanté por educación y fui a darles dos besos. Ni puta idea de quién eran o cómo dijeron que se llamaban las otras dos. Solo sé que la última de las tres era una chica lindísima, con el cabello castaño brillante recogido en dos trenzas y unas gafas de esas muy grandes y muy redondas.

Iba a saludarla de manera automática pero cuando la vi, algo me saltó dentro y se me notó por fuera, porque me quedé a medio gesto y ella me miró cortada, bastante sorprendida. No me pareció que al verme yo le impresionara mucho, pero el 'no gesto' que yo había hecho ya había delatado mi interés en esas décimas de segundo en las que el cerebro decide si una persona te causa buena o mala impresión inicial. Sonrió un poco y sus mejillas se pusieron rojo cereza, lo que terminó de matarme. Estaba preciosa. En lo que me pareció una eternidad conseguí rehacerme, terminar de llegar a ella y darle dos besos mientras le soltaba un estúpido y apresurado 'encantado de conocerte'. No le dije ni mi nombre.

Me alejé demasiado rápido, y vi por el rabillo del ojo que Nacho le daba un codazo a su novia y los dos se reían de mí. Estaba clarísimo para todos allí que me había gustado esa chica nada más verla y me había comportado como un crío al que no le hubieran dado ni un beso en su vida. Después de eso, todo fue normal, se integraron con nosotros y siguieron las conversaciones entre todos, pero dentro de mi cabeza yo me sentía el más idiota del mundo. No soy tímido. He estado con varias chicas y he tenido un par de novias. Perdí la virginidad con una de ellas a los 14, y ahora con 23, estaba solo, pero solía relacionarme con facilidad y tener rollos cuando me apetecía. Por eso mentalmente esa estúpida reacción por mi parte me estaba consumiendo, me decía a mí mismo que ese no era yo, que no hiciera más el tonto y tomara el control.

Así que tras 10 o 15 minutos de parloteo, todos empezaron a hablar en corrillos y yo me acerqué a esa chica para borrar mi mala actuación de antes.

-Hola, soy el tonto de antes que no te ha dicho cómo se llama.

Aparecí en su campo visual en un momento en el que ella estaba mirando a la nada, y se sorprendió arrugando la nariz.

-Ajá, es verdad... Bueno ni yo a ti... Me llamo Val.

Volvió a sonreír, en un gesto que a mí me pareció hermoso, pero luego empezó a mirar a todos los lados como si quisiera buscar una excusa para librarse de mí. Craso error, porque eso me picó en mi orgullo y puse mi sonrisa más seductora, que reservo para los momentos de ligoteo y para revisiones de examen con profesoras maduritas interesantes.

-Yo me llamo Diego, soy amigo de Nacho.

Sonreí pero ya está. Mi cerebro se secó, mientras sus grandes ojos castaños se fijaban en mí con una mirada escéptica.

-Sí, lo sé, me lo han dicho...

Movió una de sus manos, apartando un poco una de sus trenzas y yo seguí el gesto con mis ojos. Tenía la piel muy blanca, pero los rasgos muy armoniosos. No había nada en ella que resultara muy llamativo, pero todo era bonito. Una nariz delicada, los labios pintados de rosa bien dibujados, los ojos despiertos, la piel suave sin imperfecciones. Normalemente yo habría hablado en ese momento tratando de llamar un poco su atención y que me encontrara simpático e interesado, pero en vez de eso, yo, el que siempre dominaba las situaciones, elevé mi mano y sin decir una palabra, acaricié su mejilla con el dorso. Inmediatamente retiré la mano, asustado de mi propia tontería, pero el daño ya estaba hecho. (Chicos, un consejo, no hagáis esto si queréis gustarle a una chica y no la conocéis. Y si no queréis gustarle, tampoco, no lo hagáis y punto.)

Ella saltó un poco hacia atrás y me miró con cara de pocos amigos, marcando la distancia.

-Oye, si eres de esos que atosigan a las chicas déjame en paz desde ya, ¿eh?

Al mismo tiempo que ella se asustaba, mis meninges empezaron a trabajar y salí de mi bloqueo por flechazo a primera vista.

-No, no, no, que va. No soy de esos. Ehh, lo siento... has venido con tus amigas a un grupo de chicos desconocidos y yo voy y te toco así... Perdóname, ha sido muy estúpido.

Val me miró un poco más tranquila y pareció relajarse un poco pero no bajó la guardia del todo.

-Está bien. Pero mantén la distancia de momento, ¿vale? Hay mucho idiota...

-Lo sé... sí... bueno Val, qué tal si empezamos por el principio y te olvidas de mi mano... prometo no sacarla de momento a pasear.

Sonrió un poco y eso terminó de relajarla.

-Mejor...

-Perfecto. Pues para seguir esta interesante pero mal comenzada conversación, me encantaría que me contaras un poco, qué estudias, de dónde eres, qué esperas de la vida, si tienes novio, si te gustan los animales...

Ella rió alegre pero me siguió mirando con un punto de desconfianza.

-¿Empiezo por lo de las mascotas o por lo de si tengo novio directamente?

-Al gusto.

Otra mirada desconfiada, pero creo que ahora también se divertía.

-Pues estudio matemáticas e informática, y llevo poco en la ciudad... Espero poco de la vida porque lo que sea ya lo conseguiré yo sola, y... me gustan los gatos.

-Ajá, esa es casi toda la información que necesito.

-Casi toda, ¿no?

-Casi. Solo ha faltado un pequeño detalle sin importancia, pero ya volveremos sobre eso. Matemáticas e informática... es una carrera interesante... ¿ya te has despedido de todos tus amigos y familia para los próximos años?

Val se rió ya del todo relajada y me contó un poco por encima porque había decidido embarcarse en semejante tortura para el cerebro. Se le daban bien los números y la lógica, y sus notas eran muy buenas así que buscaba algo que le gustara y tuviera mucho futuro. Además era tímida, y parapetarse con los ordenadores le parecía buena idea para meterse en el mercado laboral. A medida que hablaba yo la escuchaba atontado, ya un poco repuesto de mi shock inicial pero aún afectado. Normalmente escucho a la chica que me gusta, pero yo también hablo un poco, o bastante, para intentar gustarle yo. Sin embargo ahora no quería que ella dejara de hablar...

-Y poco más te puedo contar, soy una chica bastante sencilla. Pero tengo mal genio si me provocan, te lo advierto – me dijo recreando con guasa el salto atrás de antes y haciendo como que se protegía de mí.

-Te prometo que no te voy a atacar, normalmente soy bastante inofensivo, pero se me ha olvidado el café de las cinco y me atonto...

-Ya, ya... -reía ella.

Una de sus amigas vino y se la llevó del brazo sin muchas contemplaciones. Me dijo un breve “luego hablamos” con una sonrisa y yo me quedé un momento atrás mirando como se iba como un auténtico gilipollas. Enseguida Nacho se me acercó por detrás.

-Que Dieguíííín... ¿cazando a degüello?

-Pues no sé... pero necesito hablar más con ella...

-Bueno, bueno macho, que la noche acaba de empezar... tomátelo con calma...

Estuvimos caminando en grupo un rato hasta que entramos en un local bastante grande que conocíamos de siempre, donde la música era pasable y no había mucho agobio. Yo no dejaba de mirar a Val y ella, bien protegida por una de sus amigas, también me había lanzado alguna mirada fugaz. Como no iba a poder hablar con ella a solas de momento, me tomé un par de copas más rápido de lo que suelo y a partir de ahí ya estuvo todo más borroso, aunque lo recuerdo casi todo.

El tiempo fue pasando y yo hablé con casi todo el mundo pero Val seguía muy marcada por su amiga y casi ni se había levantado a bailar. Yo estaba un poco confuso porque no suelo obsesionarme con las chicas, acepto sin problemas cuando me rechazan o cuando la situación no se da como debería, pero aquella preciosidad con trenzas me tenía totalmente embobado. Un poco cansado de la situación y puede que algo envalentonado por el alcohol, terminé por acercarme a ella aunque su amiga seguía a su lado.

-Hola Val, ¿qué tal va la noche?

Ella me miró con algo que yo interpreté como un poco de susto, pero enseguida me sonrió con esa sonrisa suya tan alegre que empezaba a gustarme... mucho.

-Pues bastante bien... ¿qué tal tu mano, sigue guardada?

Auch. Normalmente interpretaría eso como un rechazo frontal, pero algo en su mirada me hizo pensar que me estaba picando. Bueno eso y puede que el alcohol, de nuevo.

-Sigue aquí bien guardada y no va a salir, hasta que alguien la reclame.

-Genial... Que siga así -dijo poniéndose seria.

Estaba siendo algo cortante, así que estrujé mi cabeza para decir algo ingenioso antes de plegar velas y admitir el fracaso, pero entonces ella sacó la lengua y sonrió un poco más.

-Es broma, es para ver cómo reaccionas -dijo ella.

-Ahh, pues bien claro. No tengo problemas en que me pongan en mi sitio si me lo he ganado.

Bien, esa frase no había quedado mal. Val sonrió y a partir de ahí algo cambió, ella estaba mucho más receptiva.

-Creo que es un momento perfecto para seguir hablando tú y yo, y así me contestas a alguna pregunta que antes quedó en el aire... -dije mirando un poco hacia su amiga-. ¿Quieres que vayamos a la pista?

Su amiga me oyó porque la cogió del brazo y la miró en un gesto de interrogación. Val asintió hacia ella como diciendo que no había problema y por fin su amiga la dejó ir conmigo. Intenté no sonreír como un imbécil, pero creo que no lo conseguí.

-Si que te cuida tu amiga. Eso es bonito.

-Si, es que no es la primera vez que me acosan -me soltó dándome un pequeño codazo.

-Ah. Bueno pero ahora ya soy de confianza, ¿no? No te voy a acosar ni un milímietro más de lo que me permitas.

Ella sonrió y llegamos a la zona donde la gente estaba bailando. Nos pusimos uno frente a otro y la música estaba bastante alta así que para hablar teníamos que pegarnos al oído del otro. A mí me pareció genial porque así podía oler su perfume y rozar su cara con la mía. Por supuesto olía a gloria, a una fragancia fresca como de moras, pero no de esas fuertes que matan los demás olores, porque también olí algo dulzón como crema hidratante o algo así. Cuanto más conocía de esa chica, más me iba atrapando.

Yo no bailo mal, suelo defenderme y no quedar mal en esas situaciones y ella se movía con cierta gracia, sobre todo al mover los brazos, así que poco a poco fuimos alternando momentos en los que bailábamos separados con momentos en los que nos acercábamos más para hablar. Hablamos de cómo había conocido a la novia de Nacho, de qué esperaba de la universidad, de cuantó echaba de menos a algunas amigas que ahora no veía, de que ahora mismo no tenía novio (hip, hip, ¡hurra!)... De vez en cuando me preguntaba por cosas mías y yo le contestaba pero sin alargarme, porque me encantaba que ella me hablara a mí.

Sé que fui un par de veces a la barra y bebimos más, hay un rato que lo tengo algo borroso, pero al cabo de lo que serían un par de horas y a mí me parecieron segundos, estábamos en esa misma pista abrazados, pasando totalmente de la música, yo con mi boca besando el perfil de una de sus orejas y su cuello, ella con sus manos en mi espalda, palpando mis músculos. La besé, me besó, nos besamos. Su boca sabía a pura miel, bueno, sabía a ginebra con limón, que era lo que ella estaba bebiendo. Pero además de eso, a mí me sabía a miel, a cálida humedad y a un deseo que no había sentido en mi vida. Me besaba como poniendo mucha atención, su cara parecía estar intentando recordar algo en un examen o algo así, y lo hacía muy despacio, acariciando su lengua con la mía, lo que lejos de enfriarme, a mí me estaba voviendo loco.

Llegó un momento que parecía que nos íbamos a quitar la ropa allí mismo, porque nuestras manos no paraban de restregarse contra las costuras.

-Val... oye... de verdad que... no quiero ir muy deprisa... pero... qué te parece si buscamos a los demás y les decimos que nos vamos...

Ella me besó y solamente me enseñó la pantalla de su móvil. En ella se veía una conversación con su amiga Sonia del tipo de “Val, estás bien? Nos vamos a ir a otro local, te vienes?” Y ella contestaba, “Estoy bien, tranqui, yo me quedo, no me quiero ir ahora... puede que te vea ya mañana...”.

Me miró con cara de preguntarme si yo había sumado dos más dos, y yo sumé, la cogí de la mano y nos fuimos de allí. Me cabrea conmigo mismo pero tengo muchas lagunas a partir de ahí por culpa del alcohol y quizá por la nube de hormonas que había en mi cabeza. Sé todo lo que pasó, pero hay como una neblina y recuerdo toda la tarde noche como apenas minutos y fueron horas. Recuerdo el trayecto en taxi hacia su apartamento. Sé que no paramos de tocarnos y que el taxista nos echó un par de miradas por el espejo de esas de “quien tuviera otra vez veintipocos”. Recuerdo llegar a la puerta de su apartamento, en un edificio muy coqueto, y que Val me pidiera por favor que no hablara alto.

Recuerdo abrir la puerta y que ella me llevara de la mano a su habitación, en lo que sin duda era un piso compartido con más chicas, alguna de ellas posiblemente durmiendo. Recuerdo llegar a su habitación en penumbra y como los dos nos buscamos y nos fuimos quitando la ropa con más prisa que habilidad, descubriendo la piel desnuda a medida que las prendas caían al suelo. Recuerdo abrazarla ya desnudos, y sentir que era lo más suave que me había rozado en la vida. Y también recuerdo lamer uno de sus pechos y pensar que yo estaba tan caliente que no iba a aguantar mucho.

Y no aguanté mucho. La primera vez... La primera fue muy rápido, ella debajo, yo encima y pareció más una masturbación mutua que otra cosa, los dos íbamos muy calientes. Sé que se corrió, igual que yo, y que tiramos el condón al suelo, pero no paramos de comernos y tocarnos. Después de eso nos lo tomamos con más calma, y yo me concentré en recorrer todo su cuerpo. Era bastante delgada, aunque con curvas en las zonas de su cuerpo más interesantes, y entre eso y sus gestos y suspiros, toda ella me transmitía la idea de fragilidad, inocencia y determinación a la vez. Tremenda mezcla, para mí es como una droga. Llegó un momento que no sabía si quería besarla, acariciarla hasta que se durmiera o seguir follando hasta que no pudieramos más.

Así que ella decidió por los dos. El segundo asalto fue ella quien me puso el condón, se subió encima de mí y dándome la espalda se ensartó con mi pene. La postura me sorprendió un poco, pero me encantó que doña trencitas fuera atrevida y la postura permitía que yo acariciara todo su vientre y su pecho, la estrechara contra mí y la penetrara pegando mi cara a su cabello. Hubo un tercer asalto, un poco más tarde cuando ya estábamos medio dormidos y habíamos pasado el rato entre besos y caricias, casi sin hablar. Me volví a soprender cuando me atrajo de nuevo sobre ella y entre muchos besos me dijo “Ahora sé un caballero y dame otro orgasmo antes de que me duerma”.

Fui un caballero, primero estuve un buen rato con mi cabeza entre sus muslos (allí también olía muy bien), y cuando estaba empapada, me puse el tercer condón de la noche y la penetré sin prisas, hasta el fondo. Ella me abrazó con brazos y piernas, y casi enseguida empezó a tener movimientos involuntarios en sus caderas, arrítmicos, hasta que me mordió en el cuello y se quedó medio dormida, medio grogui. Yo seguí unos segundos más, que lo cortés no quita lo valiente, y me tenía bien excitado, hasta que me corrí dentro de ella, gomita mediante. Igual no lo recuerdo tan borroso después de todo...

Pero desde luego recuerdo aún mejor lo que pasó por la mañana... Nos despertamos tarde, ninguno de los dos tenía clase y el sol estaba ya bastante alto. Cuando yo desperté, tardé unos segundos en recordar dónde estaba y por qué, momento en el que me moví incómodo y debí despertarla a ella, que estaba hecha un ovillo en un lado, con la cara hacia mí. Cuando me miró me sonrió, y se estiró un poco, desperezándose.

-Pero si no te has ido... Un punto para ti, caballero.

-Mmmm no, no me he ido... porque me acabo de despertar, que si no... -bromeé yo.

Val me dedicó una mirada asesina, pero luego se recompuso.

-Puedes irte cuando quieras... pero te perderías uno de mis famosos desayunos. ¿Normalmente, eres de los que se van enseguida...?

La miré y miré a mi alrededor. La habitación, era muy acogedora. Las paredes de color morado, tenían algún póster de películas de ciencia ficción y cómics, y había un globo terráqueo al lado de una reproducción del transbordador Discovery. Val era un poco geek, pero a mí eso me gustaba.

-La verdad es que no me apetece irme a ninguna parte.

Ella sonrió y me dio un beso en los labios.

-Te lo has ganado. Pero... te refieres a un rato, ¿no?, en algún momento tendrás que irte a cambiarte de ropa o algo así.

-Sí, luego, pero ahora dame más besos como ese.

-Mmmm que cariñoso, al final no vas a ser un acosador tan malo. Ahora te doy más besos, pero te voy a traer el desayuno. Bueno mejor lo preparamos entre los dos, que no he descansado bien, me siento como si anoche alguien me hubiera dado una paliza...

-No sé quién, anoche yo fui muy bueno y estuve bailando hasta que me fui a dormir...

-Sí sí...

Los dos nos levantamos y fuimos a la cocina. La verdad, en otras condiciones, aquello no me hubiera gustado mucho, porque después de acostarnos una sola noche, andar juntos en la cocina parece algo “en plan novios”, y casi hubiera prefierido cocinar yo mismo o ir a desayunar fuera, pero ese día no me importó lo más mínimo. Me gustaba estar con ella. Bromeó un par de veces sobre lo patosos que somos todos los chicos en la cocina, me pidió que la ayudara a coger un par de cosas que estaban altas y terminamos desayunando en la encimera, con dos taburetes, mirándonos el uno al otro.

-La verdad, eres un poco raro. Al principio de conocerme habría dicho que solo querías meterme mano. Luego habría dicho que eras hasta un poco parado. Y luego no fuiste parado en absoluto. Y ahora desayunas conmigo...

-Que quieres que te diga, soy un misterio... -bromeé-. Si te soy sincero no suelo comportarme así.

-¿Y qué sueles hacer?

-Pues no sé... soy diferente, menos... “cambiante”.

-Ajá. Bueno yo tampoco me suelo acostar con un chico nada más conocerlo...

Pareció otra vez tímida, al decirme eso, y le acaricié un poco el cabello. Tenía las trenzas ya medio deshechas, pero seguía brillando mucho.

-Pues ha sido genial, Val.

Ella me sonrió y yo fui a besarla como un bobo, abrazándola. Ella me devolvió el beso, pero me miró un poco extrañada.

-Oye, a ver si te vas a enamorar de mí.

Lo dijo y se rió, mientras volvía a beber de su taza de café.

Yo no me reí, me hice el loco y mi silencio hizo que ella parara de reír.

-Bueno... ehmm..., ¿te apetece hacer algo ahora por la mañana... juntos?

-Pues... sí... me apetece.

Val me miró, y de repente parecía bastante contenta. Sonrió, se colocó un poco el cabello y pareció recordar algo.

-Genial... pues.. podemos ir a dar un paseo.. aquí al lado hay un parque natural.. bueno ya sabes, también es tu campus. Me voy a duchar y mientras si quieres pon música o algo.

Nos dimos otro pico y ella se fue al baño. Me decepcionó un poco que no me invitara a pasar a la ducha pero no todo en la vida es fiesta, supuse que quería su espacio. Regresé a su cuarto para ordenar un poco la cama y todo lo que habíamos dejado tirado por ahí. Me miré en el espejo que Val tenía encima de su escritorio y me pareció que tenía una cara de tonto feliz como no la había tenido nunca. La verdad es que si no me engañaba ni me ponía excusas tontas, me estaba pillando de esa chica a una velocidad tremenda, su cuerpo, su voz y hasta sus gestos me atraían como la luz a las polillas y no pensaba hacer nada para remediarlo. Nunca me había pasado eso, me había enamorado, más o menos, pero siempre había conocido a la chica y luego mucho más despacio, había ido surgiendo esa atracción. Nunca con un rollo de una noche. Esto no era poco a poco, era verla y querer comérmela. Y lo mejor era que creo que yo también le gustaba a ella.

Mientras oía el sonido de la ducha, arreglé todo un poco, y de repente oí como vibraba un móvil. Val se había dejado el suyo encima de la mesilla de noche y lo miré un poco porque sí, sin ninguna intención de cotillear, sin tocarlo, solamente dirigí la mirada hacia la pantalla. Y lo que vi, me dejó blanco como el papel.

En esa pantalla de móvil aparecía una llamada entrante con la foto de la persona que llamaba y 4 letras que no me provocaron un paro cardíaco al instante, imagino que porque aún soy joven. La foto de la persona que llamaba era sin duda, una foto de mi madre y las 4 letras que aparecían debajo eran: “Mamá”.

De lo que hice después no me siento especialmente orgulloso... Es la única vez que he registrado el bolso de una chica y al menos tengo la excusa de que no lo hice para robar nada, ni para buscar indicios de un rollete o novio como haría un enfermo celoso. Temblando del estupor y con mis manos sin acertar a la primera ni la segunda, rebusqué en su bolso, encontré el monedero y en él, el DNI de Val. Otro micro infarto. El nombre de su madre era igual que el de la mía, y su segundo apellido era igual que el mío...

Guardé el monedero, aunque no creo que fuera capaz de dejarlo tal cual estaba y miré a mi alrededor con un ataque de pánico subiendo por mi garganta. De repente hilé todos los cabos que eran más que obvios. Mi madre nunca me había presentado a sus otros hijos, pero sabía que tenía tres, dos chicos y una chica. Recordé vagamente que alguna vez me contó que a la chica le habían puesto el cursi nombre de María Valentina, y hace una semana mi padre me había contado que la habían enviado a mi ciudad a estudiar una carrera de ciencias. ¿¿Pero cómo podía no haberme dado cuenta antes??

Acojonado me vestí del todo cojeando por la habitación para ponerme los vaqueros y me calcé a toda velocidad. No tenía huevos para mirar a Val y decirle lo que pasaba, así de claro. Cogí mis cosas y sin pensar mucho, cogí la puerta de salida antes de que el ruido del grifo de la ducha se cortara. Salí corriendo de allí, literalmente. Al pisar la calle empecé a correr mientras me corrían lágrimas por la cara, y no paré hasta que no tuve idea de dónde estaba.

Pasaron un par de días de los más desapacibles que he tenido en mi vida. Mi padre me preguntó no sé cuantas veces que si me pasaba algo, Nacho y otros amigos me llamaron varias veces para comentar la noche y les di largas. Acabaron enviándome mensajes del tipo “tío, qué te ha pasado, estás enfermo o algo así?” Pero yo no reaccionaba. Estaba echo un lío y no tenía ni idea de qué hacer ni cómo comportarme. Al principio estaba preocupado por lo que había hecho, acostarme con mi hermanastra sonaba bastante raro y no es algo fácil de digerir. Pero me decía que yo no lo sabía y que había sido mala suerte, tampoco iba a preguntarle a todas las chicas que me gustan en la primera noche el nombre de su madre o sus apellidos... ¿no?

Al tercer día, yendo a clase me di cuenta que además de eso, lo que me producía un bloqueo en la cabeza era haberme ido así del piso de Val y quizá... que la echaba de menos. No quería pensar mucho en ello pero aquella noche no había sido una más, ni el sexo había sido el de un rollo de luego ni te llamo... ni de broma. Val me había gustado mucho, muchísimo. Todo había pasado tan rápido que ni siquiera habíamos intercambiado los teléfonos, aunque yo sabía cómo hablar con ella... y luego volví a pensar que aquella preciosadad castaña de sonrisa tímida era mi hermanastra. Eso significaba que ella para mí era alguien verboten, interdit, proibito, forbidden, PROHIBIDO. No quería pensar en cómo reaccionaría la gente al enterarse.

Me dije que nunca jamás se lo diría a nadie. Aquello había sido un lío, un error, una casualidad de las que se dan una vez de cada millón. Nadie había tenído la culpa pero tenía que quedar aquí... Y después de un rato muy seguro de todo... volvía a pensar en ella y mi seguridad se esfumaba. En esos 3 días me dio tiempo a cambiar de idea mil veces, pero poco a poco se fue formando la imagen en mi cerebro de mí hablando de nuevo con Val. Era “peligroso”, porque me gustaba un montón, pero tenía que hacerlo. Quizá ella se preguntaba qué me había pasado, si me había asustado al ir a hacer un plan juntos que no implicaba follar o si yo era un completo imbécil. O a lo mejor pasaba de mí muchísimo. Lo que fuera tenía que averiguarlo.

Me fui haciendo a la idea de pedirle a mi amigo Nacho el número de Val, a través de su novia, e intentar llamarla y quizá dejar de ser el espectro tonto que llevaba 3 días siendo, pero el destino o la casualidad fue más oportuno que yo. Cuando salía de la facultad y atravesaba el parquecito de enfrente, vi dos chicas que paseaban en dirección perpendicular a mí, con bolsas y carpetas en las manos. Una de ellas tenía gafas grandes y redondas, el cabello castaño suelto y brillante y miraba hacia delante sonriendo a su compañera. Al principio pensé que estaba yo tan gilipollas, que la veía en cualquier parte, pero luego me fui acercando y me di cuenta que sin duda era ella.

-¿Val? -dije más alto de lo que me hubiera gustado.

Las dos chicas se giraron y Val se puso roja como un tomate. Me miró, abrió mucho los ojos, y cogiendo a su amiga de la mano (creo que era Sonia, la amiga protectora de nuevo), tiró hacia adelante más rápido que antes. Yo me quedé un poco parado pero aquello me sentó un poco mal (y además hirió un poco mi orgullo de machito seductor) así que me fui detrás de ella.

-Val, chica, no seas así, solo quiero hablar contigo un momento.

Me puse a su altura y la miré a la cara a ver como reaccionaba. Ella se paró, me miró con cara de muy pocos amigos y le dijo algo a Sonia. Pero su amiga no se iba.

-Sonia, quédate si quieres cerca, solo voy a contarle algo y la dejo en paz. ¿Vale?

-Anda deja que me cuente alguna historia que no me voy a creer. Ahora te alcanzo -dijo Val con mal humor.

Pues no había sido tan díficil. Sonia se adelantó, yo me puse enfrente de ella, un poco para verla bien la cara, un poco para que no se me escapara. Esperé un poco, porque no sabía como empezar, pero en esos segundos me dio tiempo a sentirme otra vez nervioso y... no sé cómo... cada vez que me quedaba solo con ella me ponía de lo más tonto. Ella seguía seria, pero bajó un poco la carpeta que se había puesto como escudo en el pecho al verme, y me dio tiempo a ver una bonita blusa blanca que dejaba ver sus hombros y que acompañaba con unos jeans y unas deportivas. Preciosa estaba.

-Diego, ¿puedes dejar de mirarme así?

-No, la verdad....

-Oye, ¿tú estás totalmente cuerdo... o tienes problemas con la medicación... o algo?

-Ehhh no Val... Yo...

-Mira Diego, el otro día te comportaste de una manera muy extraña. Creo que no quiero ni saber por qué. Solo sé que cuando salí de la ducha te habías largado y me habías registrado el bolso. ¿Eres un tío rarito o algo así?

-Ya... Eso fue muy raro, y lo siento Val. Pero hay una explicación.

-Claro... sí... ya me la imagino....

-¿Ah sí? -dije yo extrañado. Quizá había atado cabos mejor que yo...

-Tienes novia. O novio. O te pareció un polvo de una noche pero tienes un raro gusto por decirle a las chicas que quieres quedarte y luego te vas. Que ya es raro ¿eh guapo? Pero bueno, hay de todo en el mundo.

Val estaba enfadada. No había duda, pero eso no era una mala noticia del todo para el lado más pervertido de mi cerebro... Si estaba enfadada... es que no pasaba de mí.

-Val no es nada de eso, ¿vale?

-No, si ya imagino que no lo vas a reconocer, pero algo de eso será.

-No es nada de eso...

Mi voz se quebró un poco al decirlo y sonó como triste. No era intencionado pero Val se calló y me miró arrugando la frente.

-Entonces qué es, Casanova. Porque yo te iba a decir que la otra noche estuvo muy bien, que fue... bonito... hasta que te largaste... Parecía... no sé “algo”, ¿sabes? No sé que “algo” pero “algo” diferente. No me importa aunque sea una tonta, porque sé que para ti fue un polvo más, pero para mí no. No te hagas ilusiones tampoco, ¿eh? Pero parecías un chico... un poco más que uno de esos que se largan a la primera...

Pensé que si la dejaba hablar más la iba a besar... Me moría de ganas... pero no podía... llevé dos dedos a sus labios y de la forma más suave que supe, la hice callar.

-Val, escúchame por favor. Lo de esa noche no fue un polvo más ni de coña, no estoy orgulloso de haberme ido así pero lo hice por un motivo y eso es lo que te quiero contar. Ahora mismo. Si me dejas.

Val me miró arrugando más la frente y se retiró un poco con fastidio.

-Vale, cuéntame el misterio.

-Saca tu DNI, por favor.

Saqué a la vez el mío y le di la vuelta para que viera el nombre de mi madre y mi segundo apellido, y después lo señalé en el suyo. Eso segundo no habría hecho falta, Val fue más rápida que yo aún. Me miró abriendo mucho los ojos con una cara de espanto que me dio hasta miedo.

-¡Joder!

No supe muy bien que decir. Solo me salió acercarme a ella y agarrarla un poco para que no se me cayera desmayada o algo así pero ella dio dos o tres pasos hacia atrás como si yo le quemara al tocarla.

-¡Déjame!

-Val... me di cuenta cuando te metiste en la ducha... Te llamó tu madre y vi su cara en el móvil, y joder... es que es mi madre también.

Val había gritado un poco y Sonia como buena amiga (y un poquito pesada) acudió deprisa a nuestra altura. No sé si había oído algo pero según llegó me empujó un poco y me dijo que me apartara. Abrazó a Val, que estaba como en shock y yo me quedé como un bobo, de pie sin hacer nada, mirándolas y con unas ganas enormes de ir yo a abrazarla.

-¿Pero qué le has dicho, animal?

-Yo... bueno...

-Sonia, vámonos de aquí -dijo Val.

Sonia tiró de su muñeca y se la fue llevando, no sin antes enviarme miradas asesinas. Al pasar Val también me miró un poco, pero no sabría decir si estaba triste o enfadada.