Mi vida con mi hermano Sergio

Sergio se quitó toda la ropa quedando en bóxers. Pude ver en su espalda la cicatriz que le habían dejado. Quería tocar esa cicatriz y besarla. Él se echó un clavado al lago y me invitó a entrar. Me quité la ropa y lo seguí, sin saber que la vida como la conocía iba a dejar de existir.

Mi nombre es Leonardo, pero todos me dicen Leo. Actualmente estoy por entrar a la universidad, mido 1.74, de complexión delgada y un rostro promedio, ni muy guapo ni muy feo. Vivo con mi padre en un pueblito a un par de horas de la Ciudad de México y soy hijo de su segundo matrimonio fallido. Mi madre es una mujer muy guapa e inteligente que vivió siempre en la Ciudad, hasta que llegó mi padre. Se conocieron en una reunión de trabajo, puesto que mi padre llevaba la campaña de marketing de la empresa donde mi mamá trabajaba. Ambos se gustaron, se invitaron a salir y entre la calentura de la noche y varios tragos, mi madre se embarazó. Ellos se casaron y mi mamá se mudó con mi papá a nuestro pueblito. Ella nunca entendió por qué a mi papá le encantaba vivir ahí, ya que él pasaba horas trasladándose casi diario a la ciudad por su trabajo, pero esto nunca le importó a él. Decía que nunca iba a abandonar el lugar donde nació, además de que era un lugar muy seguro y los habitantes nos llevamos bien entre todos.

Supongo que el paso de los años en un lugar lleno de desconocidos y la vida de ama de casa no era algo que le encantara a mi mamá, ya que cuando yo tenía seis, ella decidió pedirle a mi papá el divorcio y regresar a la ciudad. Desde ese momento, mi papá y yo vivimos solos, aunque a veces nos visita mi hermano mayor Sergio. Sergio es el primer hijo de mi padre, el cuál tuvo con una mujer muy amable llamada Frida. Las cosas entre Frida y mi padre no funcionaron y se separaron, dejando a Sergio al cuidado de su madre. Sergio es mayor que yo por ocho años, así que siempre lo he visto como un modelo a seguir y una figura paterna, a pesar de que convivímos solo unos meses al año durante las vacaciones escolares de Sergio.

Siempre que nos venía a visitar, él se la pasaba fuera de casa, ya que tenía muchos amigos en el pueblo. Sergio siempre fue alguien muy sociable, y al contrario de mí, nunca le costó trabajo hacer amigos ni traer enamoradas a varias de sus amigas. Cada que nos visitaba, Sergio se juntaba con alguna de sus amigas y salían románticamente durante toda su estancia en el pueblo y a la siguiente vez que le tocaba estar de visita con nosotros, salía con alguien diferente, nunca volvía a salir con su ligue de la vez anterior.

Una vez, cuando Sergio estaba cursando sus estudios universitarios, él empezó a salir con Sofia, una chica del pueblo muy guapa de su edad que provocaba que todas las miradas de los chicos y de algunas chicas estuvieran puestas en ella. Durante esos días, mi padre tuvo que hacer un viaje de trabajo dejándome al cuidado de Sergio. Ese día él y yo fuimos al cine y después a comer unos helados, pasando la mayor parte del tiempo juntos. Por la tarde, al regresar a casa, Sergio entró a mi cuarto.

-Oye campeón, aprovechando que mi papá no está... ¿te molestaría si invito a Sofi a quedarse a dormir?

Yo le dije que no tenía ningún problema y que además ella me caía muy bien. Sergio se alegró y me agradeció por darle permiso, me dio un beso en la frente y salió de la habitación. Eso era algo que me agradaba de él, ya que aunque él era mayor y no necesitaba mi permiso para hacer lo que él quisiera, siempre lo pedía y me tomaba en cuenta para muchas cosas.

Esa noche Sergio fue a recoger a Sofia y se vinieron para la casa, pedimos unas pizzas y cenamos viendo una película de terror. Llegando la hora de dormir, Sergio me acompañó a la cama y me dio las buenas noches, pero yo tenía un poco de miedo por la película que acabábamos de ver y no quería dormir solo. Sergio, como si me leyera la mente, dejó la lámpara de mesa encendida y se esperó junto a mí hasta quedarme dormido.

Durante la noche, tuve una pesadilla y me desperté con mucho miedo. Al ver que la lámpara seguía encendida me tranquilicé un poco, pero no del todo. Decidí levantarme e ir a la habitación de mi hermano para pedirle que me dejara dormir con él, sabiendo que no se negaría. Cuando no estaba Sergio y tenía miedo, le pedía a mi papá que me dejara dormir junto a él, pero nunca fue muy entusiasta de eso, decía que ya era lo suficientemente grande como para tener miedo y dormir con un adulto, pero Sergio no era así. Siempre que yo tenía miedo, podía escabullirme en su recámara y me dejaba dormir en su cama.

Esa noche, durante mi camino a su habitación, recordé que Sofía se había quedado a dormir con nosotros y eso hizo que regresara a mi habitación, no quería incomodar a Sergio, pero unos ruidos extraños llamaron mi atención. Provenían de la habitación de Sergio y mi curiosidad me llevó a acercarme.

Escuchaba a Sofía riendo tratando de no hacer ruido. Mi hermano le pedía que se levantara porque lo estaba lastimando. Al escuchar eso, me alarmé e intenté entrar sin hacer ruido, pero la puerta tenía seguro, por lo que decidí espiarlos por la ventana que da al patio para ver si mi hermano estaba bien.

Salí de la casa y me dirigí a la ventana y aunque estaba cubierta por una cortina, se alcanzaba a ver algo por la esquina. Mi vista tardó un poco en acostumbrarse a ver en la oscuridad de la habitación de mi hermano, pero poco a poco pude ver a Sofía de pie frente a la cama de mi hermano. Ella estaba en ropa interior y aunque su cuerpo tapaba mi vista hacia mi hermano, pude ver que él estaba sin playera y sin pantalones. Ella poco a poco se iba quitando el brasier, dándole la espalda a mi hermano. Él le pedía que se volteara para que pudiera verla, pero ella entre risas se negaba. Lo que ella no sabía, es que en esa posición yo la podía ver de frente y alcanzaba a ver sus dos pechos no muy grandes, pero firmes y muy bonitos. Nunca había visto a una mujer desnuda. Un escalofrío recorrió mi cuerpo. Ella continuó quitándose sus calzoncillos de encaje, dejando sus partes al descubierto. Podía ver un caminito de vello muy fino que cubría su pubis. En la escuela ya nos habían hablado varias veces del cuerpo humano y sus diferencias entre hombres y mujeres, pero esta fue la primera vez que veía en vivo esas diferencias. Sofía tenía su calzón en la mano y se volteó, mostrando su cuerpo a mi hermano, dejándome a mí ver sus hermosas nalgas. Mi hermano se incorporó y pude verle la cara. Tenía una mirada extraña y de hecho, me asustaba un poco. Los ojos de mi hermano denotaban una especie de ira. Veía cómo mi hermano respiraba agitadamente, como si en cualquier momento se le fuera a ir encima para golpearla. Sólo una vez había visto a mi hermano con esa mirada, cuando el año pasado, Rubén, uno de los bullies regordetes del pueblo me vio sentado con las piernas cruzadas en la banqueta afuera de una cafetería. Rubén se acercó junto a mí y no me quitó la mirada de encima, parecía molesto.

-¡Leo! Siéntate bien, los niños no se sientan así. Nosotros nos sentamos con las piernas abiertas, no cruzadas. Te vas a lastimar los huevos.

Yo le expliqué que no me incomodaba estar sentado así, pero él parecía no escucharme.

-Sólo las mujercitas se sientan así y bueno... también los maricones porque ellos no tienen huevos. Tal vez tú eres maricón y por eso te gusta sentarte así.

La verdad es que yo estaba acostumbrado a que la gente se burlara de mí y me llamara maricón, amanerado, joto y demás cosas. Aunque siempre trataba de comportarme muy masculino, mi complexión delgada y el ejercicio hicieron que se me formara un cuerpo fino con un culo levantado y eso siempre fue objeto de burla. Rubén seguía diciendo toda clase de cosas sobre cómo estaba sentado, pero él no sabía que mi hermano estaba dentro de la cafetería y yo solo estaba esperándolo ahí afuera.

-Siéntate como quieras, pero la gente va a pensar que eres joto, aunque tal vez lo seas. ¿Te gusta chupar pito, maricón?

En ese momento mi hermano salió de la cafetería y escuchó todo lo que me estaba diciendo. Sergio siempre ha sido una persona muy pacífica que evita el conflicto a toda costa, pero nunca ha dudado en defenderme cuando alguien quiere hacerme daño. Sergio corrió inmediatamente hacia Ruben y le soltó un puñetazo en la cara, provocando que Rubén cayera al suelo. Sergio se montó sobre Rubén y continuó golpeándolo repetidamente hasta que el dueño de la cafetería salió al escuchar tanto alboroto y agarró a mi hermano para que dejara de golpear a Rubén. Todo el mundo sabía que mi hermano nunca se metía en problemas y que él nunca iniciaría una pelea sin una buena razón. El dueño de la cafetería tuvo que abrazar a Sergio por la espalda para contenerlo porque él seguía intentando abalanzarse sobre Rubén. Rubén se levantó del suelo con la nariz ensangrentada e inmediatamente se echó a correr, pero Sergio seguía intentando zafarse de los brazos del dueño de la cafetería. Fueron esos mismos ojos llenos de rabia de Sergio, como si pudiera ser capaz de matar alguien, los ojos con los que miraba a Sofía, solo que esta vez había algo más en su mirada. Sergio la veía a ella como un depredador ve a su presa y si lo analizabas con más detenimiento, podías darte cuenta que no habia odio en su mirada, sino lujuria y deseo. La veía como si quisiera poseerla y nunca dejarla ir.

Sofía le arrojó el calzoncillo a Sergio y él lo atrapó en el aire, llevándoselo a la nariz en el instante que lo atrapó. Yo no entendía muy bien qué estaba pasando. Sergio olía la ropa interior de Sofía como si la vida le fuera en ello. Sofía sólo se reía. Sergio se levantó de la cama y pude ver que él todavía tenía puestos sus bóxers, pero dentro de ellos se dibujaba una casa de campaña. Sofía se hincó en el suelo frente a él. Mi hermano le acariciaba tiernamente la cara a Sofía, la cual le quedaba a la altura de su pelvis.

De repente, Sergio se quitó sus bóxers. Pude ver cómo el pene de mi hermano salía disparado por la presión que el bóxer ejercía. Nunca había visto a mi hermano desnudo, así que me sorprendió ver su herramienta. Medía unos 14 centímetros aproximadamente y apuntaba ligeramente hacia la izquierda. Sofia comenzó a besarla y poco a poco se la iba metiendo a la boca. Mi hermano la tomó de la nunca y con sus manos empujaba la cabeza de Sofía a un ritmo cada vez más rápido. Sergio tenía los ojos cerrados y de su boca se escapaban gemidos que trataba de mantener en silencio. Sofía succionaba el sexo de mi hermano con mucho entusiasmo, pasando su lengua por la cabeza, por el tronco y otra vez por la cabeza. De vez en cuando, Sofía masturbaba a mi hermano mientras con su boca, succionaba los huevos de Sergio.

Después de unos minutos en esa posición, él levantó a Sofía y la echó boca arriba sobre la cama. De su cajón sacó un condón y se lo puso sobre su pene erecto. Sofía abrió las piernas y mi hermano pasaba su verga por encima del sexo de Sofía sin penetrarla, jugando con los labios de su vagina húmeda. Sofía gemía, tratando de no hacer mucho ruido y mi hermano continuó frotando la cabeza de su pene con los labios de la vagina de ella durante varios minutos.

-Sergio, ya métemela por favor -dijo Sofía entre gemidos ahogados.

Mi hermano tomó su pene y se introdujo en ella lentamente, provocando que a Sofia se le escapara un gemido fuerte.

-Baja la voz Sof, mi hermano está en el cuarto de a lado -dijo Sergio con su ronca voz.

-Lo siento.

Sergio continuó metiendo el resto de su verga en la vagina de Sofía. Poco a poco, ambos iban perdiendo el pudor y comenzaban a gemir más fuerte.

Cuando mi hermano estaba completamente dentro de ella, empezó a bombear. Yo sólo veía el culo definido de él contraerse con cada embestida. Sofía se agarraba de la espalda de mi hermano y con sus uñas lo rasguñaba fuertemente, pero a Sergio parecía no importarle, ya que él seguía moviendo ritmicamente su pelvis contra la vagina de Sofía. Sofía continuaba aferrada a la espalda de él y pude ver cómo clavó de más uno de sus dedos en los omóplatos de mi hermano, provocando que una gota de sangre recorriera la espalda de él. Ella gemía tratando de mantenerse en silencio, pero la cara de placer que tenía me decía que era imposible que lo lograran. Sergio emitía un sonido entre gemidos y gritos ahogados mientras metía y sacaba su pene del cuerpo de Sofía.

Sergio volteó a Sofia poniéndola en cuatro y empezó a penetrarla en esa posición. El cuerpo delgado y un poco definido por el ejercicio de Sergio iba escurriendo poco a poco en sudor. Mi hermano seguía taladrando a Sofía mientras ambos gemían.

-Sofi, creo que me voy a venir.

-Hazlo en mi boca, quiero probar tu semen.

Mi hermano continuó penetrándola durante unos segundos más y posteriormente sacó su pene, se quitó el condón y se masturbó frente a la cara de Sofía mientras ella abría la boca y le masajeaba las pelotas con su mano izquierda. Mi hermano aguantó unos segundos más y comenzó a descargar su leche sobre la lengua de Sofía acompañado de un fuerte gruñido. Sofía bebía los chorros de leche de mi hermano sin que se le escapara una sola gota. Al terminar de descargar, mi hermano besó a Sofía en los labios y pude ver cómo compartían un poco de la corrida de mi hermano en ese beso. Poco a poco, mi hermano fue besando a Sofía por todo el cuerpo hasta que llegó a su vagina. Estando ahí abajo, mi hermano introdujo su lengua en su sexo mientras ella usaba dos de sus dedos para tocarse en movimientos circulares. A los pocos minutos, Sofía le avisó que se iba a venir y un orgasmo intenso se apoderó de ella, provocando que todo el cuerpo le temblara.

Al terminar, ambos se limpiaron los restos de semen y líquidos con la playera de Sergio.

-Creo que hicimos mucho ruido, iré a checar si mi hermano sigue dormido. Si quieres bañarte puedes hacerlo. Las toallas están en la repisa del baño.

Sofía asintió, le dio un último beso a Sergio se dirigió al baño. Inmediatamente salí corriendo de regreso a mi habitación. Cerré la puerta y me acosté boca abajo. A los dos minutos mi hermano entró para ver cómo estaba, pero al ver que no me movía, apagó la luz de la lámpara y salió de mi habitación. Una sensación extraña recorría mi cuerpo. Me sentía culpable por haber espiado a mi hermano, pero me sentía bastante emocionado e impactado. Sentí que mi pene, que en ese entonces medía como 10 centímetros, estaba parado, provocándome un dolor leve. Sin darme cuenta, comencé a imitar los movimientos pelvicos de mi hermano, provocando que mi miembro se frotara contra mis sabanas. Duré dos minutos haciendo eso, hasta que una sensación que nunca había sentido se apoderó de mí. No pude evitar gemir levemente, había tenido mi primer orgasmo.

Al día siguiente, me levanté para desayunar y me encontré a mi hermano desayunando sin playera en el comedor. Sofía ya se había ido a su casa.

-Buenos días pequeño, ¿cómo dormiste?

-Muy bien, hace mucho que no descansaba así de bien.

Mi hermano se rio y me dijo que el también había pasado una buena noche. Mientras el seguía desayunando, noté que mi hermano tenía un rasguño muy profundo en su espalda, la marca donde Sofía le había hecho daño.

-¿Qué te pasó aquí? Tienes un rasguño.

-¿En serio? A lo mejor me lastimé en el gimnasio, ya ves que luego entreno sin playera.

Mi mano se dirigió a donde Sergio tenía el rasguño. Con movimientos suaves lo acariciaba y contemplaba la costra que se estaba formando. Instintivamente, acerqué mis labios a su herida y le di un pequeño beso. Sergio se rio tiernamente y me revolvió el pelo, levantándose de la mesa para proponerme que salieramos al lago a dar un paseo. Yo acepté emocionado y juntos pasamos la tarde.

Esa fue la primera y última vez que vi a Sergio desnudo, y también fueron de las últimas veces que pasé tanto tiempo con él, ya que su ingreso a la universidad hizo más complicadas y escasas sus visitas.

Los años pasaron, yo fui creciendo y seguí desarrollándome. Mi voz había cambiado, mi espalda se hizo más grande y me comenzó a salir vello en muchas partes del cuerpo, pero me fascinba ver la fina mata de pelo que comenzaba a cubrir mi pubis y mis axilas. Aprendí a masturbarme con unos amigos del colegio e iba descubriendo mis gustos conforme más crecía.

Sergio decidió irse a estudiar una maestría a España unos años después. Estuvo fuera de México durante dos años. Él me hablaba cada que podía y yo siempre le contaba cómo era la vida en el pueblo, aunque a veces todo era tan monótono que no había nada nuevo que contar. Él me platicaba sobre sus ligues y todas sus conquistas con las españolas y siempre que lo hacía, recordaba a mi hermano desnudo mientras penetraba velozmente a Sofía y, cuando ese recuerdo cruzaba por mi mente, no podía evitar que se me pusiera dura y hacerme una paja en honor a esos recuerdos. A veces me sentía culpable al hacerlo y trataba de concentrarme en el cuerpo de Sofía mientras me masturbaba, pero otras veces, cuando estaba muy caliente, era el cuerpo de mi hermano el que veía todo el tiempo en mi cabeza mientras yo subía y bajaba el pellejo que cubría mi pene. Inmediatamente después de venirme, una sensación de culpabilidad se apoderaba de mí y prometía no volver a pensar en mi hermano de esa manera y todos esos pensamientos desaparecían de mi cabeza hasta que Sergio, por teléfono, me volvía a hablar de las mujeres con las que salía en España y todo mi proceso imaginario se repetía, era como un círculo vicioso.

Sergio terminó sus estudios en el extranjero (coincidiendo con mi pronta entrada a la universidad) y regresó a México. Fuimos a recogerlo al aeropuerto y se quedó con nosotros un par de meses, hasta que le dijo a mi papá que iba a rentar un departamento en la ciudad porque había conseguido un trabajo allá y necesitaba estar cerca de su ámbito laboral.

Una de las últimas noches que estuvo con nosotros, Sergio y yo salimos a dar un paseo al lago y me preguntó sobre mis opciones universitarias. Le conté que quería estudiar Economía en la UNAM, una de las mejores universidades de México. Sergio se emocionó al escuchar todos mis planes y me dijo que, si quería, podía ir a vivir con él al ingresar a la universidad para que yo estuviera más cerca de Ciudad Universitaria (el lugar en donde se concentran la mayoría de las facultades universitarias de la UNAM en la Ciudad de México) y un poco más liberado de la supervisión de mi padre. Yo acepté emocionado. Sergio se levantó y con una mirada de chiquillo volteó a verme.

-Hey, enano. Métete a bañar conmigo al lago para celebrar que viviremos juntos.

Sergio se quitó toda la ropa quedando en bóxers. Pude ver en su espalda la cicatriz que le había dejado el rasguño de Sofía hace años. Quería tocar esa cicatriz y besarla, quería abrazar a Sergio y decirle que no quería que se volviera a ir a ningún lado sin mí. Sergio se echó un clavado al lago. Yo me quité la ropa y me metí al lago, emocionado por los planes que teníamos y sin saber que, cuando yo me mudara con mi hermano, mi vida como la conocía iba a dejar de existir.

Seegio se quitó toda la ropa quedando en bóxers. Pude ver en su espalda la cicatriz que le habían dejado. Quería tocar esa cicatriz y besarla. Él se echó un clavado al lago y me invitó a entrar. Yo me quité la ropa y lo seguí, sin saber que la vida como la conocía iba a dejar de existir.