Mi vida con Mamá

Introducción a como empezó mi relación con mi madre. Las casualidades nos marcan o quizás es el destino?

Cuando hablas con alguien sobre el tema de las relaciones incestuosas, lees sobre ello, todo el mundo suele querer saber la forma en como empezó todo. Bien, este es el comienzo de mi historia con mi madre. Una casualidad o para los que no creen en ellas, el destino.

Todo comenzó una calurosa noche de verano. Sobre las dos de la madrugada me desperté sudado y sediento, así que decidí ir a la cocina a por un vaso de agua.

Al salir de mi habitación, oí risas y murmullos en el salón así que antes de salir me paré a escuchar a ver quien estaba allí., Llevaba solo los calzoncillos con los que dormía y no era cuestión de dar el espectáculo.

Me paré tras la puerta y pude comprobar que mi madre estaba en el salón con una amiga del vecindario, Carmen. Estaban charlando y riendo mientras se tomaban unas copas.

Mi padre estaba fuera de la ciudad en uno de sus habituales viajes de negocios y Carmen era viuda desde hacía ya tres años.

Decidí que así en calzoncillos no iba a salir, así que pensé en beber un poco de agua del grifo del aseo, cuando por pura casualidad oí un comentario que hizo que me parase en redondo y me quedase a escuchar como seguía la conversación.

  • Pues la verdad, Paquita, espero que no te molestes, pero el que tiene un polvo es tu hijo
  • Joder Carmen, estás más salida que el pico de una plancha, no respetas ni a mi hijo......
  • Anda, no me digas que si fuese mío en vez de tuyo, no lo pensarías.......
  • Mujer, sí que está bueno sí, y si yo te contase......
  • Cuenta Paqui, cuenta que me tienes en ascuas....
  • Mi hijo tiene una tranca que ya la quisiera su padre, jajajaja

Estaba alucinado y me quedé de piedra. Mi madre y su mejor amiga, hablando de sexo y metiéndome a mí en la conversación, decidí que no me iba a perder ni palabra, así que me senté en el suelo decidido a oír en que acababa todo aquello.

Lo cierto es que en ese punto, yo estaba más divertido y curioso que otra cosa, no esperaba que aquella charla derivase por los derroteros por los que continuó.

  • ¿Y cómo llevas lo de tu marido, sigues tan falta de sexo, Paquita?, porque me parece que últimamente follo yo más que tú y eso siendo viuda.......
  • Pues lo llevo mal Carmen, muy mal. Tú ya sabes que yo siempre he sido muy caliente y últimamente me masturbo más que a los quince años, no se que pensar.....
  • ¿ Crees que tiene una amante?
  • Puede ser, no me extrañaría, pasa más tiempo fuera con sus viajes que en casa
  • Paqui, cariño, eso debes solucionarlo. Habla con él o......... búscate un amante.
  • No creas que no lo he pensado, pero ya tengo 45 años, y lo de ligar lo tengo como muy oxidado. Además quien se iba a fijar en una mujer como yo. Creo que de momento deberé seguir masturbándome como una loca.........
  • Pues chica que quieres que te diga, yo que tú, me buscaría un jovencito bien bueno y fogoso que me dejara bien satisfecha......... ¿me prestas a tu hijo? Jajajaja

La verdad es que pensar que tenía la ocasión de follar con Carmen, que desde pequeño había sido uno de mis mitos eróticos, me puso cachondo. Era una mujer que a sus cuarenta y tantos años estaba muy buena. Una morenaza con el pelo largo por media espalda y un culo redondo y salido que quitaba el hipo cuando lo veías enfundado en unos vaqueros ajustados.

Y además de premio me estaba llevando unos comentarios calientes de mi madre, enterarme que se masturbaba a diario, que mi madre era una hembra que necesitaba tanto sexo y que no le hacía ascos a ponerle los cuernos a mi padre, me estaba calentando aun más. Pero las sorpresas todavía no habían acabado.

  • Hum, Carmen, no se si me haría mucha gracia saber que te follas a mi hijo, la verdad.
  • Venga no seas tonta, a ti que más te da. Si seguro que se ha cepillado a un montón de chicas, que ya tiene 22 años, es un hombre.
  • Lo sé, lo sé. Pero pensar en mi hijo en la cama contigo y más sabiendo como eres en la cama.....
  • Huy huy Paquita........ a mi me parece que lo que te pasa es que estás celosa jajaja.
  • ¿ Celosa? ¿Porqué dices eso?- el tono de voz de mi madre parecía incómodo al hacer ese comentario, cosa que me intrigó más si cabe.
  • Mira Paquita, nos conocemos desde que íbamos al colegio, lo sabemos todo la una de la otra, no me puedes engañar.

Mi madre agarró el vaso que estaba bebiendo, y se quedó mirándolo en un silencio incómodo. Al fin, le dio un trago y mirando a su amiga Carmen, habló:

  • ¿ y qué crees que me pasa Carmen? Dímelo tú, porque me gustaría oírlo de tus labios.

  • ¿ Quieres que te sea sincera?- le dijo Carmen mirándola a los ojos.

  • Sí, lo necesito.
  • Esta bien Paquita te diré lo que pienso. Creo que eres una mujer que se encuentra en su plenitud sexual. Creo que siempre has sido una cachonda enamorada del sexo. Creo que tu marido te pone los cuernos desde hace tiempo y que tú lo sabes y necesitas una polla como el comer.

Mi madre escuchaba y callaba mirando fijamente su vaso.

  • ¿Quieres que continúe? – Le dijo su amiga.
  • Sí por favor, ahora no pares, necesito oír en voz alta todas esas cosas.
  • Está bien, seguiré. Creo que llevas demasiado tiempo masturbándote y aunque esté bien, ya no te llena. Creo que ves a un chico joven, guapo y ardiente a diario y que has pensado en más de una ocasión que te lo llevarías a la cama y creo......... que ese chico es tu hijo. Sí Paquita, creo firmemente que has tenido pensamientos obscenos hacia tu propio hijo.

Yo estaba con la boca abierta. Pensaba que mi madre iba a gritarle a su amiga, a echarla de casa o incluso a darle un bofetón por aquellas palabras. En lugar de eso , levantó los ojos hacia Carmen y simplemente dijo :

  • Sí como siempre, tienes razón en todo. - Y rompió a llorar.

En ese momento, creo que si me pinchan no me sacan sangre. Allí estaba yo en el suelo de un pasillo de mi casa espiando la conversación de mi madre con su mejor amiga y reconociendo que me deseaba.

Puedo aseguraros que hasta ese momento yo jamás había tenido esa clase de pensamientos hacia mi madre. Es cierto que siempre había sido una madre protectora, muy cariñosa y dulce, que siempre habíamos tenido una relación preciosa y hasta ese momento yo creía que con total sinceridad el uno para el otro.

Quedé en estado de shock y decidí que ya había suficiente, me puse en pie cuidadosamente para ir a mi cama, cuando de nuevo las circunstancias hicieron que volviese a detenerme.

Carmen se había levantado y había ido a abrazar a mi madre que estaba sollozando sin consuelo de espaldas a ella en un rincón del salón.

La giró hacia ella, y pude ver las lágrimas resbalando por el rostro de mi madre, su pecho jadeando por los sollozos. Carmen trataba de calmarla acariciándole el pelo y diciéndole que todo estaba bien, que no pasaba nada, que ella estaba allí para lo que fuese. Y en esta tesitura volví a oír a mi madre hablar:

  • Carmen estoy enferma ¿verdad?
  • No Paquita cariño, no. Lo que te pasa es normal, no creas que eres la primera ni la última mujer que siente eso.
  • ¡ Carmen, me he masturbado pensando en mi hijo! – oí decir a mi madre llorando
  • No pasa nada cariño, es solo que necesitas desahogarte, y tu hijo está a tu lado a diario Necesitas sexo solo eso.
  • Eres mi amiga Carmen. No, eres como mi hermana, ¡ Ayúdame por favor!

Mi madre suplicaba a su amiga mientras continuaban abrazadas y yo no reaccionaba en mi escondite. Necesitaba irme de allí y pensar en todo aquello, pero al mismo tiempo no podía dejar de mirar y escuchar.

De repente, me di cuenta de que absorto en mis pensamientos, había dejado de fijarme en la escena que se desarrollaba en el salón.

Mis ojos pasaron a dominar a mi cerebro en cuanto fui consciente de lo que estaban viendo.

Carmen seguí acariciando a mi madre como si fuese un bebé que necesitaba consuelo. Le pasaba la mano por el pelo, por las mejillas y le daba pequeños besos en la cara y en las manos mientras susurraba sus palabras tranquilizadoras.

-Shhhhhh, tranquila cielo. Yo te ayudaré.-

y entonces vi como Carmen levantaba la barbilla de mi madre, la miraba a los ojos y le decía:

  • Todo esta bien – y le besaba en los labios.

Ante aquel beso, mi madre reaccionó devolviéndole el beso y diciéndole:

-¡Qué suerte tengo de tenerte Carmen!

Mi madre y su amiga se fundieron en un largo beso, que había pasado de un simple piquito a un morreo con todas las de la ley.

Las manos de Carmen apretaban los pechos de mi madre mientras sus lenguas se buscaban.

Mi madre se dejaba hacer. Carmen la giró y mientas seguía sobándole los pechos a mamá le decía al oído:

  • Déjate ir Paquita, piensa que mis manos son las manos de tu hijo. Que mis labios son los suyos, y que es su lengua la que te lame.

Mi madre tenía los ojos cerrados y gemía suavemente bajo el roce de las manos de su amiga Carmen. La escena era morbosa y excitante y aun lo fue más cuando su amiga, bajó una mano hasta le entrepierna de mi madre, la metió bajo su vestido y claramente comenzó a sobarle el coño.

Mi madre dio un pequeño brinco mientras apretaba su espalda contra el cuerpo de Carmen. Y la oí por fin de nuevo:

  • Así , así , me muero de ganas de correrme Carmen........
    • Shhhhhhh , no soy Carmen, soy tu hijo que te está dando placer , recuérdalo. Son las manos de tu hijo las que deseas que te toquen y recorran tu cuerpo caliente y sudado.....
  • Sí, por Dios, lo deseo con cada poro de mi piel.........
  • Hummmm, disfruta cachonda, disfruta de ello, y reconócelo. Córrete delante de mí pensando en tu hijo........Dilo, dilo en voz alta.
  • Sí Carmen, quiero que mi hijo me haga correr , que me haga gozar como una perra. ¡Lo deseo!.

Pude apreciar claramente como su amiga intensificaba el movimiento por debajo de su vestido y como mi madre ahogó un grito de placer mordiéndose el puño al sentir que le llegaba el orgasmo. Como poco a poco su cuerpo iba relajándose con los suaves espasmos tras el orgasmo y aun entre los brazos de Carmen, se giraba mientras le sonreía y le daba las gracias antes de volver a besar la boca de su amiga.

Al fin, conseguí reaccionar y tambaleándome y , debo reconocerlo, con la polla más dura que un palo por todo lo que había vivido esa noche, volví a mi cama olvidándome de mi sed y de cualquier otra cosa o sensación.

Era levemente consciente en aquellos momentos, que esa noche marcaría un punto de inflexión en mi vida y sabiendo que no podría pegar ojo, me acosté con la cabeza hecha un lío para pensar en todo aquello.