Mi vida como esclavo (8)

Trato de compartir mi vida junto a mi esposa y Ama en el día a día. Lo narrado responde a la realidad aunque se han modificado algunos detalles.

Mi primer día como esclavo (8)

  • Esta es mi forma de darte a entender cómo me siento de feliz. ¿Te agrada mi forma de demostrártelo?
  • Muchas gracias, mi Ama. No espero ni deseo otra forma de dármelo a entender. Esa bofetada me ha hecho sentir que estoy en el buen camino de demostrárselo.
  • Así me gusta, que seas consciente que no tendrás otro tipo de reconocimiento por mi parte.

Estando cenando y yo sentado a su lado, llegó su hijo.

  • Hola, ¡tengo un hambre! Estoy fundido. Voy a ducharme y me preparo algo para cenar. ¿Qué estás tú tomando?
  • Pues me ha hecho una tordilla de atún, queso y un tomate partido. Ah y un poco de jamón.
  • ¡Qué rico!, me tomaré jamón y ensalada.

Cuando se marchó a ducharse, la mirada de mi Ama se clavó en silencio sobre mi.

No hacía falta que me dijera nada, sabía perfectamente lo que me estaba dando a entender.

  • Voy a prepararle la cena a tu hijo. Si me necesitas sólo has de llamarme.

Me levanté hacia la cocina y me puse a cortar jamón finito en un plato. Luego preparé una ensalada de tomate y lechuga para por último cortar unas rebanadas de pan y rallar tomate.

  • Ven.

Dejé todo y me presenté ante Ella.

  • ¿Que deseas?
  • Que te lleves todo esto que ya he terminado.

Estando guardando la bandeja de su cena me volvió a llamar.

  • ¿Es que no sabes que después de cenar me apetece un cigarro?
  • Perdón mi Ama. Estaba terminando de prepararle la cena a su hijo.
  • Me parece bien pero antes que yo, ¿hay alguien?
  • No mi Ama. Lo siento.

Le encendí un cigarrillo y cuando me iba…

  • Tráeme una onza de chocolate.
  • Toma Ama. Voy a terminarlo todo

Me volví a la cocina y puse en una bandeja la cena de su hijo junto a un vaso y la jarra del agua. Estando de vuelta al salón salía ya su hijo del baño. Al pasar frente al salón miro y….

  • Vaya, como te vas a poner. Voy a prepararme algo.
  • Tienes aquí tu cena que te la ha preparado.
  • Ufff, no sabes cómo te quiero. Estoy tan cansado que no tengo fuerzas para prepararme nada.

Se sentó junto a nosotros para cenar. Cuando terminó lo llamaron por teléfono. Se levantó y salió a la terraza para hablar. Esta vez no tuvo mi Ama la necesidad de lanzarme una mirada como anteriormente hizo. Me levanté y retiré la bandeja que su hijo había dejado mientras hablaba.

  • Veo que aprendes rápido. Me gusta.

Tras limpiar todo en la cocina volví al salón y me senté a su lado. Cuando su hijo entró de la terraza simplemente dijo que se iba a acostar. Dio las buenas noches y se marchó.

  • Eres mi esclavo y me gusta que lo seas también de él, aunque no lo sepa. Es mi deseo que lo trates como si fuera yo misma. ¿Entendido, esclavo?
  • Es un placer para mí el obedecerte y complacer todos tus deseos. Gracias, de verdad. Me haces sentir con tus palabras lo que realmente soy y me siento. Gracias, mi Ama otra vez.

Nos pusimos a ver una película para después acostarnos. Otro día ha pasado.

Aquella noche me costó coger el sueño pronto. Mi cabeza no cesaba de revivir el día que había terminado. ¿Qué pensaría su hijo de tanta “amabilidad”?, ¿sospecharía algo? Pronto mis pensamientos me llevaron a responder esas preguntas.

Yo, a mi edad, estaba de vuelta de todo y realmente, a mí personalmente, no me importaba mucho lo que pudiera imaginar o pensar. De hecho hacía tiempo que habría notado la ausencia de ropa interior masculina en el tendedero ya que Ella me la retiró y solo me permitía vestir con braguitas que Ella misma me elegía. Y por supuesto, algunas podían pasar por slip pero la mayoría conjuntaban colores rosas, negros y rojos con encajes variados.

Solo podía importarme la posible incomodidad de mi Ama si todo se destapara. Era algo que pertenecía a nuestra relación, a nuestra intimidad.

Por otro lado he de reconocer que me gustaba obedecerla para con su hijo. Ella sabía de mi forma de pensar respecto a las actuaciones de él y por ello sabía lo humillado que me hacía sentir cuando me hacía actuar en contra de mí y por obediencia a Ella. Sin embargo esa humillación me hacía sentir bien, era algo que le había demandado en varias ocasiones con el fin de aumentar sus experiencias como Ama al hacerlo. Si no probaba a sentirlo nunca podría llevarlo adelante.

He de decir que como esclavo suyo, una de mis obligaciones es ofrecerme a que experimente nuevas experiencias, nuevas prácticas. De hecho en nuestros comienzos el uso del látigo llevó algo de tiempo el que descubriera lo que le aportaba a Ella cada vez que me azotaba. Hoy, no solo le encanta sino que le complementa sus orgasmos deseando usar otros instrumentos como son la paleta y la fusta. El uso de esta última se ha convertido en su forma predilecta de azotarme.

Por fin los ojos me vencieron y conseguí conciliar el sueño.

Cuando sonó el despertador di un salto de la cama. No sabía el tiempo que había dormido. ¿Mucho, poco? Eso no importaba. Lo único que si era importante para mí era que se había iniciado un nuevo día en el que servirla era mi único pensamiento.

Como siempre fui al salón, cogí su Tablet, su cigarrillo y me postré a cuatro patas delante del inodoro, a la espera de su llegada.

  • Me gusta despertarme y que todo lo tengas dispuesto para mí. Pero hoy quiero prepararte yo tu zumo. ¡Ve y tráete un vaso de los grandes!
  • Fui a la cocina y adopte mi posición anterior.

Solo podía escuchar el chorro de su orina llenar el vaso.

  • Mira perro, tu zumo recién hecho. Ve y ponlo en el frigorífico. Te sabrá mejor fresquito.

Lo guarde, tapándolo con unos yogures para evitar que su hijo lo pudiera ver.

Nuevamente en el baño esperé que terminara para limpiarle y lavarle.

Cuando llegamos a la cocina preparé el desayuno tanto nuestro como el de su hijo.

Estando sentados en la mesa de la terraza me miro mientras me acercaba el vaso de “zumo” a la boca.

  • ¿Cómo te gusta más, frío o caliente?
  • Está más bueno caliente, mi Ama.
  • Bien, lo tomarás según yo disponga cada día.
  • Sí, mi Ama.
  • ¡Bébelo entero antes de que llegue mi hijo!

Lo bebí todo dándole las gracias por su atención para conmigo.

  • Gracias mi Ama. Estaba riquísimo.
  • Me encanta que te guste tanto lo que yo te preparo. Hola buenos días hijo. ¿Qué tal has dormido?, ¿has descansado? El desayuno lo tienes preparado.
  • Me tenéis a cuerpo de rey.
  • A lo mejor es que te lo mereces, contesté yo con una sonrisa.

Estuvimos charlando un rato hasta que se hubo de marchar. Hizo amago de recoger su desayuno pero yo me adelanté.

  • Déjalo, ya lo recojo yo que no tengo nada que hacer y tú tienes prisa.
  • Gracias, un beso para los dos. Me voy. Ah, que yo me voy al pueblo a pasar el fin de semana.
  • ¿Pero vienes a comer?
  • No. Adiós.

Me puse a recogerlo todo y a fregar lo que se usó dejando la cocina limpia.

  • Muy bien esclavo. Has sabido adelantarte con tu espontaneidad con el fin de que no pueda sospechar nada. Me gusta cómo eres, perro.

Al escuchar la forma de llamarme baje de la silla y me arrodillé ante Ella premiándome con una caricia sobre mi cabeza.

  • Hoy se inicia el fin de semana y me apetece que nos vayamos a la casa de la playa a pasar el fin de semana. Allí estaremos más a nuestro aire. Ya sabes que aunque haya dicho que se va a pasar el fin de semana al pueblo, él es inesperado.
  • Como quieras. Me pongo enseguida a preparar las cosas.
  • Empieza tu mientras me termino el cigarro.

Me levanté y preparé las cosas. Luego fui a la cocina para ver lo que nos íbamos a llevar para pasar el fin de semana.

  • ¡Perro!

Nada más escuchar su voz llamándome acudí hasta donde estaba. La encontré sentada en el inodoro.

  • No he podido hacer nada pero he soltado unos gases que me han aliviado.

Se levantó y me hizo seguirla hasta la cama, donde se desnudó y tumbó boca abajo.

  • Te apetece olerme, cerdo.
  • Sí, mi Ama. Con todo el gusto del mundo lo haré.
  • Date prisa no vaya a ser que me arrepienta.

Arrodillado a los pies de la cama tomé sus piernas con mis manos separándolas. La visión de su culo me excitó a la vez que me devolvió a mi mente lo que era: su esclavo servicial para todo lo que desease. Mi cara quedó entre sus glúteos hundiendo mi nariz hasta dejarla pegada a su orificio anal.

  • ¿Te gusta mi aroma, cerdo?
  • Sí, mi Ama. Es un manjar olerlo e impregnarme de tu aroma.
  • Bien, espero que no necesite limpiarme después.

Al escuchar sus palabras deduje que podía lamerle también ya que era la única forma de limpiarle, pero no tenía su permiso. Debía pedírselo y esperar a que me lo concediera.

  • Mi Ama para limpiarle es necesario usar mi lengua. ¿Tengo su permiso?
  • Pero que perro más tonto tengo. Si te digo que me limpies el culo necesitarás  tu asquerosa lengua para hacerlo.
  • Gracias mi Ama.

Así, me dispuse a separar mi nariz de su ano y sustituirla por mi lengua. Primero lamí todo su culo centrándome en su ano para después y con mi lengua llena de saliva lavarle entera. Cuando me dijo que fuera terminando seque mi lengua dentro de mi boca para pasarla y secarle recogiendo la saliva que impregnaba su culo.

  • Ya tienes bastante. Prepárame unas braguitas, y el chándal con las zapatillas de deporte.