Mi vida como esclavo (7)

Trato de compartir mi vida junto a mi esposa y Ama en el día a día. Lo narrado responde a la realidad aunque se han modificado algunos detalles.

Mi primer día como esclavo (7)

  • ¡Límpiame, perro!

Me acerqué a Ella, colocando mi cabeza entre sus piernas para alcanzar su coño mojado de pipí y lamerlo entero.

  • Vamos, déjalo ya.

La acompañé al dormitorio donde se echó desnuda sobre la cama.

  • Dedícate a mí, esclavo.

Me dediqué a lamer sus axilas, su cuerpo entero para centrarme en su clítoris que estaba hinchado por la excitación. Pasó un largo tiempo y empecé a escuchar sus gemidos a la vez que con su mano buscaba el látigo bajo la almohada. Su orgasmo estaba llegando. Lo supe al sentir sus fuertes latigazos sobre mi espalda a la vez que sus uñas se clavaban en mi piel recorriéndola y dejando sus marcas en ella. Tras alcanzarlo sus manos me apartaron de Ella. Gustaba de seguir disfrutando de su placer a la vez que ignoraba mi presencia.

  • Tráeme la crema, los guantes y el consolador negro.

Una vez sus manos enguantadas en látex se dedicó a mis pezones. Le encantaba que estuvieran siempre muy sensibles y doloridos.

  • ¿Sabes cuál va a ser tu premio? Te lo puedes imaginar. Eres un maricón de mierda y como tal el premio que seguro que deseas es ser bien follado. ¿No es así?
  • Si, mi Ama. Gracias por su atención para conmigo. Me tiene ansioso de entregarme a ti.
  • Bien, ponte a cuatro patas perro.

Ella se colocó tras de mí cogiendo mis huevos con su mano enguantada y los apretaba a la vez que los estiraba. Con la otra mano inició una masturbación lenta en la que gustaba de bajar la piel de mi polla  haciendo que mi excitación fuera en aumento poniéndola muy gorda y dura.

  • ¡Uy, mi maricón se me excita!

Creía que iba a seguir masturbándome como premio a mi comportamiento, pero pronto cesó su masturbación para mantener la piel de mi polla totalmente estirada y con su otra mano iniciar mi penetración.

  • Sí, mi Ama, gracias, que placer. Sigue por favor, te lo suplico.
  • Sabes bien que tu placer no me importa sino tú dolor y humillación que es lo que me da mi placer.

Su mano entraba y salía de mi culo con rapidez.

  • Así se siente una mujer cuando es follada, quiero que lo sientas como buena puta que eres.

Tras un buen rato follándome paro a la vez que sus dedos abandonaban mi culo y eran sustituidos por el consolador, que sin preámbulos lo introdujo en mi culo. Yo creía que iba a permitir que alcanzara mi orgasmo, pero para sorpresa mía una vez introducido el consolador tomó un film transparente y me fue rodeando con él y así evitar que lo pudiera expulsar.

  • Date la vuelta maricón y ponte de pie.

Me coloqué frente a Ella y pude observar mi cuerpo totalmente comprimido por el film. Ella se sentó en la cama frente a mí y tomando unas tijeras fue cortando un círculo por el que sacó mi polla.

  • Bien ya te puedes poner la bata.
  • Mi Ama creía que estaba contenta con mi comportamiento.
  • Claro que lo estoy, y mucho. Por eso te he dado este premio. Veámonos a la terraza quiero que te sientas agradecido.

Andar con el consolador en mi culo me hacía ir dando pasitos muy pequeños pues con mi movimiento se movía también en mi interior el consolador. Me hacía sentir muy humillado pero feliz de ser así tratado por mi Ama. Al llegar a la terraza se sentó mandándome regar las plantas. Se encendió un cigarrillo y yo comencé con la tarea encomendada. Ella disfrutaba viéndome así y yo solo con verle su cara de felicidad me bastaba para sentirme contento y muy feliz.

  • ¿Cómo está mi maricón?
  • Muy bien, mi Ama.

Cuando terminé de regar colgué la manguera y me fui hacia Ella.

  • Siéntate a mi lado, perrito mío.

Me arrodillé a su lado pero me insistió en que lo hiciera sentado en el suelo. Al hacerlo noté el consolador clavarse totalmente en mi culo. Ella al ver mi cara sonrió.

  • ¿Estás cómodo, perro?
  • Sí, mi Ama, estoy muy cómodo.
  • ¿Nos tomamos una tónica?
  • Si a ti te apetece voy a prepararlas.
  • Ve y tráetelas.

Me levanté para ir a la cocina y prepararlas. Al llevarlas a la terraza me mandó sentarme en la silla, a su lado.

  • Siéntate a mi lado. Puede que llegue en cualquier momento mi hijo.

Mientras tomábamos la tónica su pie no cesaba de dar pataditas a mi polla que sobresalía por la abertura que había hecho con las tijeras en el film.

  • Creo que nos complementamos mucho tu y yo. Yo me excito con tu dolor y tú lo necesitas para excitarte. Porque mira como la tienes de gorda.

Estando así llegó su hijo saludando y sentándose con nosotros. Nos contó cómo le había ido la tarde y se marchó a ducharse porque había quedado con unos amigos.

  • ¡Ummmm, que pena que todo el trabajo que has hecho en cuanto se vaya no lucirá en absoluto.
  • Ya lo sé, mi Ama. ¿Deseas que le haga su habitación de nuevo y vea como ha dejado su baño?
  • ¿Tú que crees?, ¿Para qué te tengo yo, esclavo?. Son preguntas que sobran que las hagas. No pretenderás que esté pendiente de ti en todo momento. Sólo faltaría eso. Has de saber cuáles son tus obligaciones sin que yo te las tenga que recordar. Así es que ya sabes lo que tienes que hacer. Ahora iré yo a supervisar como lo has dejado todo.

Me levanté sin terminar aún mi bebida y me fui a la habitación de su hijo. Nuevamente la cama estaba con ropa, en el suelo la ropa sucia y los zapatos que se había quitado. Así es que le ordené toda la ropa en el armario, puse los zapatos en el zapatero y recogí algunos kleenex usados que había dejado en la mesa. Cuando iba hacia el baño vi que mi Ama se acercaba.

  • ¿Qué tal todo, esclavo?
  • Bien, ahora voy a ver el baño y dejarlo limpio como me has ordenado.

En el baño colgué las toallas húmedas de haberse duchado y fregué el lavabo que estaba sucio de haberse afeitado. Al levantar el bidet me di cuenta de que se había lavado pues estaba manchado.

  • Cuando hayas  terminado te espero en el dormitorio.

Nada más terminar me fui a buscarla. Allí estaba sentada en la terracita fumándose un cigarro.

  • Acércate y siéntate conmigo. ¿Quieres un cigarrillo?
  • Si, por favor.

Ella sacó un cigarro de mi paquete y chupándolo con sus labios me lo encendió y me lo dio.

  • Gracias mi Ama. Sabe muy bien el cigarrillo que me ha dado al estar muy mojado con su saliva.
  • Bien. Háblame de cómo te sientes siendo así tratado. Te advierto que yo no pensé que fuera capaz de hablarte, tratarte y ordenarte como lo estoy haciendo. Pero te diré que me gusta mucho y me hace sentir muy bien.
  • Pues yo me siento muy bien. Ya en más de una ocasión lo hemos hablado y siempre te he manifestado que de esta manera me siento realmente yo, y eso me aporta mucha felicidad al saber que a ti, sobre todo, te gusta.
  • Me alegro. Pero ya sabes que tu vida conmigo no va a ser siempre así. Lo quiero todo de ti. Y por ello te someteré a un sin fin de pruebas y situaciones con el fin de que todas tus palabras de sumisión y deseos se transformen en hechos. Iremos poco a poco, pero el avance será permanente.
  • Prometo que no te defraudaré y haré que te sientas orgullosa de mí y en ningún momento te arrepentirás de haberme aceptado como tú esclavo.
  • Bien, vamos a ponernos el pijama.

Entramos en el dormitorio, la desnudé y fuimos al baño para asearle.

  • ¡Ummm, antes de lavarme con agua prefiero que lo hagas con tu lengua!.

Me arrodillé, separé sus piernas, le quité sus bragas y pude ver que el salvaslip estaba manchado de unas secreciones amarillentas.

  • Lámelo antes de tirarlo, no quiero que desaproveches nada de mí.

Tomé el salvaslip y antes de pasar mi lengua por él lo acerqué a mi nariz para olerlo. Después le pasé con fuerza mi lengua y así recoger todo su flujo para saborearlo. Una vez limpio me dediqué a su coño que estaba igualmente muy impregnado de un flujo blanquecino muy sabroso y oloroso. Así hasta que cogiéndome con sus manos me separo de Ella.

  • ¡Basta, perro! Ponme el pijama. Tengo ganas de tomar algo. ¿Qué me vas a preparar?
  • Lo que te apetezca, mi Ama.
  • Lo dejo a tu gusto. Espero que no me defraudes, esclavo.

Durante el tiempo que pase en la cocina preparándole su cena, me dediqué a pensar. ¿Realmente esa era la vida que yo deseaba?, ¿estaba dispuesto a consolidar cada vez más esa relación en la que la humillación y el trato despectivo y vejatorio sería la forma natural de ser tratado por Ella?, ¿era consciente de que le estaba entregando el control total sobre mí y sobre cualquier acción que pudiera desear?, si Ella lo quería “todo” de mi ¿estaba dispuesto a que no existieran límites para con Ella? Tras imaginar numerosas situaciones de mi vida diaria en las que aún tenía algún poder de decisión sentí a través de mi pantalón una excitación brutal que me indicaba que sí, que esa era la vida que deseaba llevar a su lado, sin ningún género de dudas. Siempre había deseado llevar esa vida al lado de una mujer que realmente sintiera placer dominándome y no iba a dudar ahora. Sé que sería realmente feliz siendo considerado y tratado como un mero esclavo a su entero servicio y de quien Ella dispusiera.

  • Espero te guste lo que te he preparado.
  • Ummm, que rico. Acércate.

Al acercarme rodeó con su mano mi barbilla haciéndome arrodillar ante Ella.

  • Estoy muy satisfecha de poseerte como propiedad mía.

Una sonora bofetada cruzó mi cara a la vez que me decía….