Mi vida como esclavo (6)
Trato de compartir mi vida junto a mi esposa y Ama en el día a día. Lo narrado responde a la realidad aunque se han modificado algunos detalles.
Mi primer día como esclavo (6)
Este día iba a suponer un paréntesis en ese cambio, su hijo volvía a casa.
El despertador sonó como cada mañana. Me levanté y me fui al comedor a coger su Tablet y el tabaco para después esperarla a cuatro patas en el baño, a los pies del inodoro.
- Esclavo, ¿Dónde estás?
- En el baño, mi Ama. Esperándola.
- Bien, voy ahora mismo.
En seguida sentí sus pasos acercarse al baño hasta sentarse en el W.C.
- ¿Me has traído un cigarro?
- Sí, mi Ama.
Como si sola estuviera fumó su cigarrillo e hizo su cacota matutina. Sin decir nada se levantó del inodoro, se giró y espero a que yo le limpiase su culito. Así lo hice, volviendo a excitarme como cada vez que lo hacía, al retirar el papel manchado de su cacota y con su aroma. Sin más le puse el pantalón del pijama y salió. Mientras, yo debía limpiar el suelo de ceniza y echar la colilla al inodoro. Cuando iba a levantarme la vi con su látigo trenzado en la mano. Yo entonces volví a mi posición inicial a la espera de ser azotado.
- ¿Qué creías, asqueroso perro de mierda?, hoy no va a ser un día como cuando estamos solos, pero te haré sentir lo que siempre eres y serás, mi esclavo.
Sus azotes eran de una intensidad inusual. Uno tras otro, sin tiempo entre uno y otro.
- Por ahora tienes bastante. A pesar de que hoy venga mi hijo tendrás asignadas tus tareas como siempre. Quiero que te pongas la bata verde para estar en casa, aunque esté él. ¿Entendido?
- Pero mi Ama, ¿cómo voy a estar con la bata si está él?, ¿cómo lo vas a justificar?
- Ya lo he pensado. La llevarás puesta para no manchar tu ropa. Ja, ja, ja.
- Por favor, no lo creerá.
- No lo pretendo, solo justificar tu vestimenta.
Me puse la bata verde y nos dirigimos a la cocina para preparar el desayuno. Ya todo preparado lo serví en la mesita de la terraza donde Ella se encontraba.
- Hoy por supuesto desayunarás y comerás en la mesa para que todo parezca normal.
- Gracias mi Ama.
Los dos sentados esperé a que Ella terminara. Una vez terminó le encendí un cigarrillo y esperé. La ceniza la iba depositando en mi taza de desayuno así como también dejó caer unos espesos salivazos que quedaron flotando en el café.
- ¿A qué esperas para desayunar?
Mientras sorbía el café sus escupitajos eran más densos y tenía dificultad para tragarlos.
- ¿Está bueno el café?
- Sí, mi Ama.
En eso llegó su hijo que saludándonos preguntó extrañado por mi vestimenta.
- Así no se mancha su ropa, que luego cuesta mucho quitarle las manchas. Por cierto, ¿has desayunado?
- No.
Dirigiéndose a mí
- Bien, prepárale el desayuno. ¿Qué quieres que te prepare?
- No, ya me lo preparo yo. No te molestes.
- No es ninguna molestia, dije yo levantándome.
- ¿Qué te preparo?
- Café, tostadas de tomate y jamón y un zumo.
Mientras le preparaba el desayuno ellos charlaban de forma cordial. Aunque cualquiera que lo pueda leer pensaría que esta humillación a la que estaba siendo sometido era incompatible con alguien que te quiere, para mí y como esclavo que soy suyo era un orgullo y una felicidad el ser tratado así.
- A ver si te gusta cómo te lo he preparado.
- Está perfecto. Gracias. Tengo mucha hambre.
Cuando terminó de desayunar se marchó diciendo que iba a ducharse y a irse a trabajar.
- Luego lo recojo, que llego tarde, dijo su hijo.
- No, déjalo. Él lo recoge todo que tú tienes prisa.
La humillación a la que me estaba sometiendo era desconocida para mí pero a la vez deseada y propia de alguien como yo que solo era un esclavo obediente y al servicio de mi Ama sin merecer nada más que ese trato.
- Bueno, esclavo. Ya sabes lo que tienes que hacer mientras voy a vestirme.
Allí me quedé solo en la cocina recogiendo todo el desayuno y limpiándolo todo. Cuando terminé me fui al dormitorio a hacer la cama y preparar su ropa.
- Cierra la puerta, hoy vas a estar todo el día taponado. ¡Perro, en posición!.
Rápidamente adopté la posición de cuatro patas, como el perro que era, abrí con mis manos mi culo y la esperé hasta notar el frío lubricante rellenar el interior de mi ano.
- Vamos a taponar este culito y a hacer que se vaya dilatando poco a poco. Mira lo que pongo en mi mano, ¿te gusta ver mis manos enfundadas en estos guantes de látex negros?
- Sí, mi Ama.
Una de sus manos azotaba mi culo mientras la otra se iba abriendo paso en mi culo.
- ¿Cómo te sientes, perro?
- Como tu puta, mi Ama.
- Es lo que eres, solo una puta ansiosa de ser follada.
Tras un mete y saca mi culo estaba ya bien dilatado por lo que al sacar su mano sentí la cabeza del tampón abrirse paso en mi culo. Lo iba penetrando de una forma muy lenta, hasta que noté como mi Ama extraía el aplicador y tirando un poquito del cordón lo dejaba totalmente asegurado.
- Bueno, vamos a sentarnos en la terracita y te hago saber las tareas para hoy.
Nos sentamos y mientras fumábamos un cigarrillo me las enumeró.
- Cuando se haya marchado mi hijo al trabajo quiero que te dediques a su habitación. Como verás está hecha un desastre. Quiero que le ordenes todo, limpies bien el polvo, le cambies las sábanas etc. Cuando termines me avisas para que yo la supervise. ¿Entendido?
- Sí, mi Ama.
- Después te dedicaras a su cuarto de baño, que seguro que lo habrá dejado todo en medio y sucio.
Entre medio su hijo se asomó para decir que se marchaba a trabajar. Le dio un beso y se fue.
- Como verás no le he dicho nada pues para eso te tengo a ti. Como te iba diciendo su baño ha de quedar como el nuestro. Después pondrás la lavadora, tenderás la ropa y le plancharás todo lo que tiene amontonado. Quiero que cuando venga se encuentre todo hecho, como lo haces conmigo. Ten en cuenta que a partir de ahora eres mi esclavo para mí y para atender a quien yo te diga, en concreto a mi hijo. Quiero que se sienta tan a gusto como me siento yo y para eso le facilitarás todas sus tareas. A partir de hoy tendrás entre tus obligaciones el realizarlas todas así como las nuestras. Y ahora ya puedes empezar, yo mientras voy a pintar un rato.
Tal y como me ordenó empecé por su habitación recogiendo toda la ropa sucia del suelo, cambiando la ropa de cama, guardando en el zapatero todos sus zapatos, colgando en el armario todo lo amontonado, para pasar a barrer la habitación. Después limpie el polvo de los muebles y las estanterías dejándolo todo ordenado. Por último abrí las ventanas y fregué toda la habitación. Así y como me había ordenado me fui hasta Ella para que la supervisara.
- Ahora estoy ocupada y no me apetece. Sigue con lo que te he ordenado.
Me fui al armario de la terraza para coger los útiles para el baño. Al entrar al baño lo primero que hice fue colgar las toallas y limpiar los sanitarios. Limpié el espejo, ordene todo y fregué el suelo. Ahora debía limpiar nuestro baño para después ir a poner una lavadora y ponerme a planchar toda la ropa.
Estaba planchando cuando Ella llegó.
- Veo que has terminado ya de las habitaciones. Cuando termines de planchar toda la ropa vienes a mí.
- Sí, mi Ama pero antes he de tender la ropa que ya habrá terminado la lavadora.
- ¿Yo que te he dicho, esclavo contestón?
- Que me presente a ti en cuanto acabe.
Continué hasta terminar y colgar toda la ropa. Me fui hasta donde Ella se encontraba y me arrodillé. Una mano acarició mi cabeza a la vez que me preguntaba
- ¿Cómo te sientes?. Es así como quieres vivir a mi lado, esclavo.
- Sí, mi Ama. Me hace sentir muy feliz con su trato y sus humillaciones. No necesito más.
- Bien, ahora prepara el café y una tostada de lorenzana.
Me marché a la cocina y cuando todo estuvo preparado
- Donde lo quieres tomar, mi Ama.
- En la terraza, ahora voy.
Esperé su llegada dándome permiso para sentarme a su lado.
- ¿Sabes una cosa, esclavo? No creí que fuera capaz de humillarte como lo he hecho ante mi hijo pero me he sentido muy bien gracias también a cómo has respondido. Así será a partir de ahora, ¿te parece bien?
- No solo lo acepto sino que está en mi deseo que su trato, sus humillaciones para conmigo Sean cada vez mayores para que así te vayas sintiendo cada día mejor.
En ese momento sus manos comenzaron a desabrochar la bata y con sus dedos comenzó a retorcer mis pezones con fuerza a la vez que su gesto era de excitación a la vez que de gozo. Un leve gemido mío ante la fuerza de sus dedos retorciendo mis pezones hizo cambiar su rostro y darle paso a sus uñas con las que fue clavando muy despacio en mis pezones.
- Me gusta tenerte para satisfacer mis deseos en cualquier momento.
- Gracias, mi Ama. Sus palabras me motivan para seguir en mi entrega a ti.
Tomando el café me mandó barrer y fregar toda la casa mientras Ella seguía con su pintura.
Cumpliendo sus deseos barrí y fregué toda la casa para después tender la ropa de la lavadora y ponerme a preparar la comida que debía estar para las tres cuando su hijo llegara.
- ¡Esclavo!
Su voz hizo que lo dejara todo y que acudiera.
- Cuando llegue mi hijo procura que esté la mesa puesta y le preguntas lo que quiere beber. El vendrá cansado y se sentará a la mesa. No tiene por qué molestarse en hacer nada. ¡Ahh..! Y por supuesto quiero que te adelantes a limpiar la cocina tú en lugar de él.
- Sí, mi Ama, así será.
Continué preparando el almuerzo hasta que llegada la hora escuché llegar a su hijo. Saludó y se fue a cambiarse a su habitación. Cuando llegó a la mesa todo estaba ya dispuesto.
- ¿Qué vas a beber tú?, le dije.
- Agua, pero ya me levanto yo.
- No te preocupes, si estoy yo levantado, te la llevo.
Ya sentados los tres terminamos de almorzar y entonces, antes de que lo hiciera él, me levanté y retiré los platos de la mesa metiéndolos en el lavavajillas y fregando la encímela.
- Deja que ahora lo hago yo, dijo su hijo.
- Tranquilo que tú vienes cansado y yo llevo toda la mañana aquí en casa.
- Vale, gracias. La verdad es que voy a acostarme un rato que esta tarde tengo que irme también a trabajar.
Yo terminé de hacer la cocina, la fregué y me fui al salón donde ya estaba echada mi Ama fumándose un cigarrillo. Me senté a su lado.
- Me haces sentir muy bien, esclavo. Has cumplido con todo lo que te he mandado hacer. Esta tarde te daré tu recompensa cuando se haya marchado a trabajar.
Acurrucada sobre mí echamos un rato de siesta. Al despertar me apresuré a encenderle un cigarrillo mientras yo iba a la cocina para llevarle su postre refrescante.
- ¿Se ha ido ya mi hijo?
- Creo que si, hace un rato que he escuchado cerrar la puerta de casa.
- Bien, ahora cuando termine te premiaré como mereces.
- Gracias mi Ama, pero no merezco nada de su parte. Le he obedecido como corresponde a un esclavo con su Ama.
- Ya lo sé, pero me apetece recompensarte.
- Como tú desees.
- Bueno, vamos al dormitorio. ¡Sígueme!
Al entrar al dormitorio cerró la puerta y fue al baño.
- Me estoy haciendo mucho pipí. Ven aquí, perro.
Al escuchar que me llamaba perro supe que debía adoptar la posición de a cuatro patas junto a Ella. Cuando terminó…