Mi vida como esclavo (4)

Trato de compartir mi vida junto a mi esposa y Ama en el día a día. Lo narrado responde a la realidad aunque se han modificado algunos detalles.

Mi primer día como esclavo (4)

  • Estoy cansada, tengo los pies sudados y doloridos. Quítame las botas y échate en el suelo.

Me tumbé en el suelo boca arriba para que me pisara con sus pies.

  • Me gusta pisar blandito.

Sus pies iban moviéndose por todo mi cuerpo incluidos mis genitales y mi polla, a los que dedicaba especial atención aprisionándolos con sus dos pies, y haciendo un sube y baja en mi polla que provocó una erección brutal.

  • Bien, desnúdame y ponme el pijama.

La desvestí, cambié su braguita y su salvaslip para la noche y mientras se iba al salón yo me quedé colgando la ropa en el armario y sus botas en el zapatero. Cuando terminé me fui donde Ella estaba.

  • Te apetece tomar algo, mi Ama.
  • Si, tráeme un yogurt.

Fui a la cocina y le preparé lo que me había pedido. Mientras lo tomaba esperé junto a Ella para retirarlo cuando hubiera terminado.

  • Ya te lo puedes llevar, pero antes enciéndeme un cigarrillo, esclavo, que estoy muy orgullosa de ser tu Dueña.

Volví de la cocina y me senté a su lado. Como es su costumbre su mano bajo por mi cuerpo en busca de mis genitales.

  • ¿Aún llevas puesto el cinturón de castidad?
  • No me has dado permiso para quitármelo, mi Ama.
  • Es verdad. Bueno seguro que estarás cansado para que te mande ir al dormitorio a quitártelo. Esta noche dormirás con el puesto. Yo mientras usaré mis dedos para introducirlos por entre la rejilla y así poder dormirme.

No estaba cansado y menos para poder ir a quitármelo y así pasar la noche de una forma más cómoda. Debería habérselo preguntado antes de que saliera del dormitorio. Pero, y si por hacerlo me hubiera supuesto un desaire para con Ella. Realmente solo me quedaba aceptar cada una de sus decisiones sin pensar en ninguna otra cosa. Así sería mi vida de esclavo a partir de entonces y feliz de serlo y haberla encontrado.

Al cabo de un rato descansaba cogida a mí. Era hora de acostarse. La desperté con suavidad y dándole la mano nos fuimos a dormir. El día había terminado. Pronto amanecería y de nuevo podría disfrutar de servirla como solo Ella merece.

El tintineo del despertador anunciaba que el día daba comienzo. Me giré, la miré y con un beso le pregunté

  • ¿Qué tal has dormido, mi Ama?
  • Bien, muy bien.

Mientras Ella se desperezaba me fui al cuarto de baño para hacer mis necesidades antes de que se levantara. El cinturón de castidad me impedía hacerlas como hasta ahora. Así es que entre las rejillas conseguí sacar mi polla para así no mojarme todo. Cuando terminé fui nuevamente al dormitorio arrodillándome a los pies de la cama y calzarle sus zapatillas. Mientras Ella iba al baño yo fui al salón para llevarle su Tablet y encenderle un cigarrillo. Al llegar le di el cigarrillo y postrándome a cuatro patas le entregué su Tablet para así servirle de mesa.

  • Me gusta ver que no se te olvidan tus obligaciones, perrito mío.

Así estuve hasta que terminó de hacer sus necesidades. Entonces se levantó, se giró y me mandó limpiarla.

  • ¡Límpiame!

Tomé un poco de papel y lo pasé suavemente por su ano. Después se sentó en el bidet y le lavé, secándola después. Antes de irnos recordé lo del día anterior: limpiar el suelo de la ceniza del cigarrillo que se había fumado. Así es que mientras me estaba mirando me arrodillé en el suelo y  lo limpié como corresponde a un perro, que era lo que soy yo.

  • Toma llévate mi Tablet y vamos a la cocina para que prepares mi desayuno.

Tomó la correa, la sujetó al collar y nos dirigimos por el pasillo hacia la cocina.

  • ¿Qué tal has dormido con el cinturón puesto?
  • Muy bien, mi Ama.
  • A ver, enséñamelo. Uy, qué apretadito está. Me gusta verte así. Por cierto, antes de irme te pondré tu jaulita. No me fío de ti aún con lo que puedas hacer en mi ausencia.

Mientras tanto prepare su desayuno y se lo serví en la mesa donde se encontraba. El mío lo dejé en otro lugar a la espera de que me indicara donde y como lo debía tomar.

  • Tráeme un bol grande. Hoy deseo que compartas mesa conmigo.

Tomó el bol y echando en él el café y la fruta me dio una cuchara para que lo tomara. Yo esperé a que Ella terminara su desayuno para tomar el mío pues sabía que le podía apetecer condimentarlo con algo más, como así fue. Tras encenderle un cigarrillo contemplé cómo echaba la ceniza en mi bol.

  • Ya puedes empezar a tomarlo. Me ha gustado que esperaras a que yo terminara de desayunar para hacerlo tú. Poco a poco vas conociendo mis gustos y los vas haciendo tuyos como es tu obligación.

Mientras daba fuertes caladas a su cigarrillo yo tomé la cuchara para desayunar lo que había dispuesto para mí. Cuando terminé se marchó al dormitorio recalcándome que debía darme prisa en recogerlo todo y que me esperaba allí.

Así lo hice para apresurarme a hacer la cama y preparar su ropa y su calzado.

  • Hoy has tardado más de la cuenta, perro. Prepárame el vaquero azul, los botines marrones y la camiseta del elefante.

Lo primero era preparar unas braguitas con un salvaslip limpio para después sacar la ropa y el calzado dejándolo todo bien presentado en la cama. Ya todo preparado la esperé arrodillado a que saliera del baño. Al llegar se sentó en la cama

  • Acércate que te quite el cinturón de castidad.

Tomó la llave del candado, lo abrió y me lo mandó quitar.

  • El tamaño que tiene es perfecto para lo que te voy a poner hoy.

Primero introdujo mi polla en aquel receptáculo minúsculo que estaba abierto por una hendidura en su parte delantera. A continuación rodeó mis huevos con el anillo para después encajarlo en los salientes que tenía la cápsula donde, aprisionada, estaba introducida mi polla. Una vez todo encajado tomó un candado que pasó a través del CB dejándolo todo aprisionado sin más.

  • ¿Te gusta? Hoy me aseguraré de que tanto en tus pensamientos cómo en  tus acciones me tengas siempre presente y que te conciencies de que solo eres mi esclavo, debiéndome total obediencia.

Dicho esto me mandó ponerme con las piernas abiertas de frente a la pared. Yo temblaba de lo que podía hacer y lo que sentiría con sus acciones. Entre tanto la vi tomar la fusta y acercándose a mí con la distancia suficiente para llevarlo a cabo comenzó a descargar su fusta sobre el CB produciéndome un dolor considerable al estar colgando entre mis piernas. Solo podía darle las gracias cada vez que la fusta me golpeaba, dándole las gracias tras cada uno de los golpes. Cuando me hubo dado diez, que fui contándolos en voz alta como Ella quería se vistió y me mandó arrodillarme para ponerle los botines.

  • Bien, creo que hoy te espera un día muy movidito. Ja, ja, ja. Acompáñame hasta la puerta, me marcho ya. A lo largo de la mañana te iré dando instrucciones esclavo.
  • Gracias, mi Ama. Que tenga un buen día.

Al despedirse me dio varias palmadas en el CB.

  • Que tengas tú también un buen día. Ja, ja, ja.

Nada más marcharse me vestí para ir a la compra. Antes pasé por el estanco para comprarle su tabaco. Cuando regresé vi que me había mandado un mensaje: “Hola perro. Hoy quiero que no te pongas ninguna ropa interior para que así sientas mejor tu CB. Sin embargo, si te maquillarás como siempre y te pondrás solo el vestido de criada para hacer las tareas de la casa junto a los zapatos de tacón bajo. A mi regreso quiero que me recibas tal cual te he dicho anteriormente pero te pondrás las tobilleras y las muñequeras. Así adelantaremos tiempo para lo que he pensado”.

Estuve toda la mañana limpiando, recogiendo ropa, haciendo las camas, poniendo una lavadora y después me dediqué a preparar el almuerzo que consistía en una cuajadera de pescado al horno. Sobre las catorce horas conecté el horno para que todo estuviera hecho a su llegada. Después fui a ponerme las muñequeras y las tobilleras, tal como me lo había ordenado Ella. Ya eran las catorce horas y cuarenta minutos y mi Ama estaba a punto de llegar. Me dirigí a la puerta de casa y a cuatro patas la esperé a que entrara. Nada más entrar procedí a besar y lamer sus zapatos para que estuvieran relucientes antes de quitárselos.

  • Hola perrito mío. ¿Qué tal has pasado la mañana, entretenido?

Le conté que había tenido que salir a hacer la compra y viendo que apenas tenía tabaco pasé también por el estanco.

  • Enciéndeme un cigarrillo, hoy apenas he tenido tiempo y me apetece uno.
  • Sí, mi Ama.

Le contesté encendiéndole uno y dándoselo.

  • A ver enséñame tu CB.

Me levanté la bata de estar en casa dejando al descubierto mis genitales aprisionados por el CB. Entonces con su mano la pasó por debajo de mis huevos y apretándolos me mandó seguirla hasta el dormitorio. Una vez allí soltó su mano para que procediera a desnudarla y ponerse cómoda. Cuando terminé me ordenó subirme a la cama a cuatro patas.

  • Ahora sabrás para qué te he hecho poner las tobilleras.

Tomando unas cuerdas que atravesaban la cama a lo ancho enganchó a cada una de las tobilleras los extremos haciendo que mis piernas quedaran totalmente abiertas para dejar bien expuestos mis genitales.

  • Te preguntarás para que te he mandado poner también las muñequeras, ¿no? Ahora lo sabrás.
  • Mi Ama, he cumplido con todo lo que me has ordenado. ¿Merezco un castigo?
  • Ja, ja, ja. ¿Crees que necesito justificarte lo que en cada momento quiero hacer?, ¿Qué te has creído que eres? No eres más que un puto esclavo a mi servicio que no tiene más derechos que obedecer y servir a mí y a quien te mande yo que lo hagas. ¿Entendido, puto perro asqueroso?
  • Perdón, mi Ama. No he querido contrariarle.
  • Pues lo has hecho y por este motivo voy a corregirte lo que acabas de hacer.

No podía alcanzar a pensar qué tipo de correctivo iba a aplicarme. Estando pensando se adelantó al cabecero de la cama y pasando una cadena por las muñequeras las sujeto a mis pies quedando con mi cara sobre la cama e inmóvil.

  • ¿Te imaginas que voy a hacer con tu cuerpo, perro?
  • No, mi Ama.
  • Bien, lo vas a saber y a sentir ahora mismo.

Una serie de latigazos fueron marcando mi cuerpo, en especial mi espalda y culo.  Fueron muy intensos y como respuesta sólo pude decir tras cada latigazo “gracias mi Ama, lo merezco”. Cuando terminó procedió a coger mi CB con su mano y tirando de él hacia atrás volvió a azotarlo, esta vez solo cinco. Tras haber recibido los latigazos con su fusta la puso sobre la cama, junto a mi cara. Era la señal de que mi correctivo había terminado. Efectivamente, mi Ama fue soltando la cadena y las cuerdas hasta liberarme por completo.

  • Ya puedes volver a tu sitio, perro.