Mi vida como esclavo (2)
Trato de compartir mi vida junto a mi esposa y Ama en el día a día. Lo narrado responde a la realidad aunque se han modificado algunos detalles.
Mi vida como esclavo (2)
- Hola perrito mío. Lo primero que has de hacer es taponarte con uno de los tampones, los gruesos. Quiero que me mandes una foto cuando lo hayas hecho.
Me fui al cuarto de baño y tomé el tampón para a continuación introducírmelo en mi culo tal como me había ordenado. Eché una foto y se la mandé.
- Muy bien así me gusta, putita. Ahora vístete adecuadamente para hacer las tareas de la casa. No olvides maquillarte y ponerte muy guapa, ya sabes que mi putita ha de acicalarse para estar en todo momento dispuesta y muy guapa.
Nuevamente me dispuse a complacerla. Primero me maquillé como Ella me había enseñado para después tomar del armario mi vestimenta de criada, una bata verde de cuadritos, y los zapatos de tacón bajo. Debía también colocarme unas braguitas negras de faja que contuvieran el tampón en mi culo. Así, me puse a barrer toda la casa para después limpiar el polvo de los muebles y cuadros. Cuando terminé vacié las papeleras y limpié los cuartos de baño de la casa para por último llenar la fregona y pasarla por toda la casa. Estando fregando sonó el móvil.
- Sí, mi Ama. ¿Que deseas?
- Saber qué hace mi criada. Mándame una foto.
Me puse frente al espejo y me eché una foto que se la envié por wasap.
- Qué guapa está mi criada. Estás hecha toda una criadita a mi entero servicio.
- Gracias mi Ama. Me alegro mucho de que se sienta así.
- Bueno, me vuelvo al trabajo. Me gustaría que me recibieras como solo yo merezco. Tú me entiendes, ¿verdad?.
- Si mi Ama.
La mañana se me hacía muy corta ya que las tareas a realizar me ocupaban todo el tiempo.
Me fui a la terraza y me fumé un cigarrillo para descansar un poco antes de poner una lavadora y planchar algo de ropa.
Bien, ya solo me quedaba preparar el almuerzo para cuando Ella llegara a casa. Después de hacerlo debía ducharme y ponerme otra ropa más adecuada para recibirla.
Quería estar muy “guapa” para Ella así es que elegí unas braguitas abiertas en mi trasero, un vestido ajustado negro, unas medias de rejilla también abiertas por delante y por detrás que dejaban tanto mi polla y mis genitales como mi culo descubiertos por si deseaba azotarlas o torturarlas. Para terminar elegí unos zapatos también negros de tacón muy fino y alto y así me maquillé prestando especial cuidado a mis labios que gustaba que lo hiciera por fuera de mi boca para aparentar una vulgar puta.
Cuando se acercaba la hora de su llegada tomé la fusta en mi boca y a cuatro patas la esperé tras la puerta.
Sentí girar la llave y mi nerviosismo y mi excitación aumentaron. Deseaba escuchar cerrarse la puerta tras de Ella para ofrecerle la fusta que portaba en mi boca y el cigarrillo encendido que gustaba fumarse a su llegada.
Nada más tenerla junto a mi levanté mi cara y Ella tomó la fusta para a continuación lamer sus botas del polvo de la calle dejándolas relucientes. Mientras lo hacía fumaba el cigarrillo que le había ofrecido y con su fusta levantó mi vestido para comprobar cómo me había dispuesto para ofrecerme.
A cada golpe de su fusta le debía dar las gracias por sus atenciones.
- Ya están bastante limpias las botas, limpia el suelo de ceniza y vamos al dormitorio.
Lamí la ceniza del suelo y tirando de la correa que iba unida al collar de mi cuello me llevó tras de Ella a cuatro patas hasta el dormitorio.
Dejó el bolso sobre la cama, se recostó y…
- ¿A qué esperas perro?
- Sí, mi Ama.
Me levanté para desvestirla y que se echara sobre la cama. Después volví a arrodillarme entre sus piernas, le quité sus botas, sus calcetines y comencé a refrescar sus pies cansados y sudorosos lamiéndolos con mi lengua y aliviándolos con mi saliva que una vez extendida volvía a recoger en mi boca para mi placer y el Suyo. A continuación masajeaba sus piernas con crema refrescante para relajarlas.
- ¡Qué bien me siento ahora, mi perro!. Sigue más.
A continuación debía quitarle sus bragas y lamer su salvaslip de toda la mañana antes de cambiárselo por uno limpio para dedicarme después a asear su coño. Le gustaba que lo hiciera de una forma lenta pero intensa hasta que Ella me mandaba parar.
- ¡Déjalo ya, tengo hambre! Antes ponte en posición para quitarte el tampón.
Me coloqué a cuatro patas sobre la cama para que me lo quitara. Después de toda la mañana taponado iba a sentir un gran alivio sin él. Cuando sus manos acariciaron mi culo me sentí muy bien hasta que de pronto unas palmadas fuertes sobre él me hicieron recobrar mi condición.
- Así te relajarás y me facilitarás el quitártelo.
Una vez liberado mi culo me sentía mucho mejor aunque las contracciones eran muy continuas.
Se levantó y me llevó a la cocina. Se sentó en la silla.
- ¡Enciéndeme un cigarrillo!
- Sí, mi Ama.
- ¿Qué has preparado hoy?
- Un pescado a la plancha y una ensalada.
- Bien, hace calor y me apetece algo refrescante.
Mientras fumaba el cigarrillo con su fusta me indicaba que abriera las piernas.
- ¡Qué culito más blanco tienes!. Bien sabes cuánto me gusta que tu culito esté siempre sonrojado.
Diciendo esto sentí su fusta azotar mi culo de una forma intensa.
- Preséntame mejor ese culito para que yo pueda tratarlo más cómodamente.
Me eché sobre la encimera sacando mi culo hacía afuera y así facilitarle sus azotes.
- Me gusta que me lo facilites, perro. Es tu obligación, ¿no?.
- Sí, mi Ama. Como esclavo suyo adoptaré siempre la postura más adecuada para cuando desee azotarme.
- Me gustas, esclavo. Por cierto, espero que lleves la cuenta de los azotes que te llevo dados.
- No, mi Ama. No me ha dicho que lo hiciera.
- Ja, ja, ja, ya sé que no te lo he dicho pero me hubiera gustado, por tu bien, que llevarás la cuenta.
- Lo haré la próxima vez, mi Ama.
- ¿La próxima vez?, y cuando será esa próxima vez, perro inútil. ¡Ponte echado sobre el respaldo de la silla! Creo que la próxima vez será ahora.
Mi culo estaba dolorido de los latigazos de su fusta que me había propinado. Sabía que si no dejaba un tiempo para recuperarme el dolor sería grande. Estando con estos pensamientos sentí su fusta marcar mi culo. Fue como arañar una herida que tuviera de antes. Muy doloroso.
- Uno, mi Ama. Gracias.
- Así me gusta. ¿Te ha dolido mucho?
- No, mi Ama.
- Entonces seguiremos.
Mientras esperaba sentir el segundo golpe de su fusta pensé que hubiera pasado si en lugar de decirle que no me había dolido le hubiera dicho la verdad. Mis pensamientos se vieron interrumpidos por su fusta al azotar mi culo por segunda vez.
- Dos, mi Ama.
- Y este segundo, ¿tampoco te ha dolido?
Durante unos segundos dudé que responder. Pero preferí seguir diciéndole que no.
- No, mi Ama.
- Bien, sabes que me excito con tu dolor así es que voy a seguir hasta producírtelo, perro.
- Tres, mi Ama.
- Cuatro, mi Ama.
- Cinco, mi Ama.
El escozor era tan grande que pensé decirle ahora la verdad y así conseguir que cesaran sus fustazos.
- Mi Ama esta vez sí me ha dolido y mucho.
- Bien eso me excita y por eso voy a seguir hasta estar más excitada.
- Seis, mi Ama.
- Siete, mi Ama.
- Ocho, mi Ama.
Ahora no pude contener un quejido de dolor. No lo soportaba más. Eso no le hizo desistir de seguir azotándome.
- Nueve, mi Ama.
- Diez, mi Ama.
- Así me gustas más. Voy a echarle una foto a tu culito y así lo disfrutamos los dos. ¿Te parece?
- Sí, mi Ama, como usted desee.
- Está bien, siéntate aquí en la silla a mi lado.
Al ir a hacerlo vi que sobre el asiento había una paleta especial con pinchitos. Fui a quitarla cuando oí
- ¿Qué haces?, ¿te he dicho yo que la quites o que te sientes en ella?
- Que me siente en ella, mi Ama.
- Pues ya sabes lo que tienes que hacer, perro desobediente. No sé con qué derecho te crees a decidir algo que yo no te he pedido que lo hagas.
- Perdón, mi Ama.
Con mucho cuidado fui bajando mis piernas hasta sentir que mi culo dolorido entraba en contacto con los pinchitos de la pala. Al hacerlo el dolor se iba incrementando por lo que mi lentitud en acomodarme en la silla se alargó.
- ¿Crees que voy a estar esperando a que tú, asqueroso perro, te dignes sentarte en la silla?
- No, mi Ama.
- Vamos a comprobar que realmente estás sentado como Dios manda.
Mi Ama se levantó de su silla y acercándose a mí se sentó sobre mis piernas. Entonces sentí como se clavaban los pinchitos en mi culo. Realmente el dolor era muy fuerte, pero sabía que no podía quejarme ya que de hacerlo su enfado lo pagaría nuevamente conmigo.
- ¿Te gusta estar así juntitos para ver las fotos?
- Mucho, mi Ama.
- Bien, mira cómo está tu culito. Todo rojizo como a mí me gusta. ¿Te gusta a ti?
- Me encanta, mi Ama.
Después se levantó y volvió a su silla.
- Sigue con la comida, tengo mucha hambre. Por cierto me gusta más como está tu culito ahora. Tiene unas puntitas rojas preciosas. Le voy a echar una foto.
Cuando la comida estuvo preparada lo dispuse todo en la mesa. He de decir que la mía quedó sin poner a la espera de que Ella me indicara donde debía comer yo.
- Acércame tu plato, tú también tienes derecho a comer. Ven aquí a mi lado, sentado en el suelo.
Sentado en el suelo sentí un gran alivio en mi culo tan dolorido por el frescor de éste. Allí esperé a tener mi plato con la comida. Cuando Ella terminó me acercó mi plato para que comiera.
- Toma tu plato. Espero que te guste lo que te he preparado con todo mi cariño.
Alcé mis manos para coger el plato. Nada de lo que me había preparado se asemejaba a la comida que yo había preparado. Mi comida consistía en un revuelto de todo, previamente masticado por Ella, ensalivado y escupido después. El líquido que lo envolvía debía de ser escupitajos suyos.