Mi vida como esclavo (1)

Trato de compartir mi vida junto a mi esposa y Ama en el día a día. Lo narrado responde a la realidad aunque se han modificado algunos detalles.

Mi primer día como esclavo (1)

Nuestra relación iba avanzando cada día más, dada la excelente comunicación que había entre ambos como matrimonio que vivíamos una relación D/s, 24/7. Yo estaba jubilado mientras que Ella seguía trabajando. No vivíamos solos sino con un hijo aunque no siempre estaban en casa, momentos en que aprovechábamos para disfrutar de nuestra relación.

Aquel día iba a suponer un salto muy grande en el seno de nuestra relación. Su hijo se había marchado por unos días a una ciudad cercana. Esa mañana y nada más sonar el despertador, como todas las mañanas, me levanté y me fui a la cocina a preparar el desayuno para que cuando Ella llegara estuviese todo preparado. Sin embargo esa mañana una voz suya desde el cuarto de baño me hizo dejarlo todo y acudir a su presencia.

  • ¿Que deseas, mi Ama?
  • ¡Ponte a cuatro patas mientras hago mi caca matutina!, quiero que a partir de hoy me sirvas para apoyar mi Tablet porque mientras me fumo el cigarrillo y no puedo sujetarla. ¿Entendido, perro? Y dio un tirón a mi collar que siempre llevaba alrededor de mi cuello.
  • Sí, mi Ama. Es un placer para mí el servirte en lo que precises.

Mientras fumaba su cigarrillo podía ver cómo echaba la ceniza al suelo frente a mi cara. Me sentía bien al ser usado de esa manera, tratado de una forma tan humillante y dándome a entender que solo me consideraba su esclavo postrado a cuatro patas sobre el suelo del baño.

  • Bien, ya he terminado. ¡Límpiame!

Me levanté, tomé un poco de papel y lo pasé muy suavemente por su ano. Mientras lo hacía pude sentir muy cerca el aroma de su caca y mi deseo por acercar el papel untado y sucio a mi nariz y boca era algo que tenía que reprimir por no tener su permiso para hacerlo.

  • Ja, ja, ja, veo que estás muy excitado, perro. ¿A qué se debe? Ja, ja, ...
  • Usted sabe de mi gusto por demostrarle que mi entrega y mi servicio no tiene límites.
  • Ya lo sé, pero no tienes mi permiso. ¡Lávame, perro!

Se sentó en el bidet y con mis manos le fui lavando su ano introduciendo uno de mis dedos en él de forma muy suave y aseándola muy bien. Al terminar tomé la toalla, la sequé y la vestí, y cuando iba a dirigirme a la cocina a terminar de preparar el desayuno….

  • ¿A dónde vas? ¿No ves cómo está el suelo de sucio?

Mi vista se dirigió al suelo viendo que estaba sucio de la ceniza del cigarrillo, además de la colilla que también la había arrojado al suelo.

  • Perdona mi despiste, mi Ama. Voy a limpiarlo enseguida.

Tomé un trozo de papel para limpiarlo todo, cuando situada frente a mi da una carcajada y me dice.

  • ¿Qué haces?, ¿cuándo has visto un perro que use papel? ¡Al suelo y a cuatro patas, perro!, ¿Para qué tienes la boca?

Me propinó una patada en mi trasero y se burló de mí.

  • ¿Así es como te gusta que te trate a partir de ahora?
  • Si mi Ama, gracias por tratarme como lo que soy y disculpa mi olvido. No se volverá a repetir, mi Ama.

Ya a cuatro patas procedí a limpiar el suelo recogiendo con mi lengua la ceniza y la colilla que después eché de mi boca al inodoro. Mientras lo hacía, pude ver de reojo como Ella salía del cuarto de baño lo cual aproveché para tomar un poco de papel y terminar de limpiar el suelo. Ya estaba terminando cuando mirando de reojo me di cuenta de que había vuelto y estaba mirándome, y con fuerza soltó la fusta sobre mi culo.

  • ¿Qué haces, me ausento un momento y aprovechas para desobedecerme?
  • No mi Ama, he cogido el papel para secar el suelo después de haberlo limpiado con mi lengua.
  • No me mientas. Es algo que sabes que no soporto.

Sin más palabras sentí como hasta diez fustazos dejaba caer sobre mi culo proporcionándome un dolor intenso que culminó con una serie de insultos y amenazas que me hicieron temerla mientras tiraba el papel y mi lengua terminaba de limpiar el suelo.

  • ¡Vamos a la cocina, tengo ganas de desayunar!

Yendo tras Ella nos dirigimos a la cocina. Al llegar allí me puse a prepararlo todo.

  • Me has cabreado, perro. ¿Crees que puedo confiar en irme a trabajar y dejarte solo? No sé qué hacer contigo para asegurarme de que obedeces todo cuanto te digo. Ya lo pensaré.

Una vez terminado le presenté el desayuno en la mesa. Yo me iba a sentar a su lado cuando me dice.

  • ¿Crees que mereces desayunar en la mesa conmigo después de lo ocurrido?
  • No mi Ama.

Me levanté, tomé mi café y mi fruta y lo puse en el suelo junto a sus pies para después colocarme a cuatro patas.

  • Mi Ama, no puedo tomar el desayuno solo con mi boca.
  • ¿Qué quieres, que te ayude para que lo puedas tomar?
  • Si, por favor, mi Ama.
  • Te voy a demostrar que soy muy generosa contigo.

Estando a cuatro patas y con la vista puesta en mi desayuno espere a que me facilitara el poder tomármelo, cuando vi como con su pie volcaba la fruta del bol en el suelo y empujando mi taza derramó también el café en el suelo.

  • Como ves soy buena contigo, aunque no lo merezcas. Creo que te he facilitado el que puedas desayunar conmigo. ¿Merezco una muestra de agradecimiento por tu parte?.
  • Si mi Ama, muchas gracias. Eres muy amable. Gracias.

Al igual que en el cuarto de baño tomé primero la fruta recogiéndola con mi boca del suelo para después usar mi lengua para ir lamiendo y tomando mi café. Era su perro y como tal no podía usar mis manos.

  • ¿Has terminado, perro?
  • No mi Ama, me queda un poco de café aún.
  • ¡Déjalo y ponte de rodillas a mi lado!

Me coloqué arrodillado junto a Ella. No sabía cuál era su deseo por lo que permanecí a la espera viendo cómo se encendía un cigarrillo. Al instante lo adiviné y abrí la boca esperando ser usado como cenicero ya que era algo que sabía le gustaba hacer. La ceniza la iba depositando en mi boca, sobre mi lengua, para que la tragara. Esto suponía para mí un honor. Cuando terminó su cigarrillo se levantó y mientras se iba al dormitorio a arreglarse…

  • Límpialo todo y date prisa. Has de prepararme la ropa y los zapatos.

Fregué todo lo usado en el desayuno para después limpiar el suelo recogiendo el café que no pude tomar. Una vez terminado me fui al dormitorio a hacer la cama y preguntarle que deseaba ponerse hoy de ropa y calzado.

  • ¿Qué te vas a poner, mi Ama?
  • Prepárame la falda de cuero negra, la camisa negra y las botas.

Busqué la falda en su armario, la camisa, el sujetador y las braguitas a las que puse un salvaslip. Todo estaba ya preparado para cuando saliera del baño. Arrodillado junto a la cama, con el collar rodeando mi cuello la esperaba. Cuando apareció me quedé deslumbrado por su belleza y su forma de mirarme. Era mi Ama, mi Dueña, a la que había entregado mi vida para que la controlara y dispusiera de ella a su antojo.

  • ¡Las botas tienen una mancha!, ¿no lo has visto? ¡Límpialas ahora mismo!.
  • Sí, mi Ama. Lo siento, no me he dado cuenta.

Acercando mi boca pase la lengua por la mancha y la lamí hasta dejarla totalmente limpia y reluciente.

  • Ahora cálzame.

Frente a Ella y sentado en el suelo le puse unos calcetines y le calcé la bota derecha y cuando iba a colocarle la otra apoyó la primera sobre mi muslo clavando el tacón en él para dejarla resbalar y pisar mi polla con fuerza. El dolor era grande y solo deseaba terminar de colocarla para dejar de sentir el dolor en mi polla. Así lo creía yo pero al terminar se puso de pie sin levantar el tacón de mi polla por lo que emití un quejido de dolor que no le agradó en absoluto. Me miró desde su posición altiva y sonriendo…

  • Esto es lo único que mereces, perro.
  • Gracias mi Ama.

Por fin echó a andar y yo tras Ella llevándole todo lo que necesitaba para el trabajo. Ya en la puerta me miró y dándome una fuerte bofetada me dijo…

  • Te quiero perro mío. Hasta luego. Más tarde te llamaré o te enviaré un wasap con lo que has de hacer esta mañana.

La puerta se cerró y tomé mi móvil para estar atento a sus instrucciones, que no tardaron en llegar.